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Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas. por kenni love

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Notas del fanfic:

Esta historia es la continuación del fanfic En busca del remitente y atentamente tu admirador secreto (http://www.amor-yaoi.com/viewstory.php?sid=88147)

Notas del capitulo:

MIS BEBES! HE REGRESADO! Bueno, primero antes que nada les aclaro que NO voy a actualizar seguido. Se supone que este primer cap lo iba a publicar hasta diciembre, pero las ansias me ganaron xD. Además, tuve que detener un fanfic de Haikyuu para escribir este cap y decidí que lo mejor es terminar primero el fic de Haikyuu y seguir con este, así que no sé cuando voy a volver a subir el segundo cap.

Sinceramente, me siento fríx en el sentido de que ya tiene MUCHO tiempo que no subo nada de los merodeadores y la verdad no me gustó para nada como empecé este cap xD. No me acuerdo muy bien de la historia y hay varios cabos que debo de atar y, como siempre, no tengo ni puta idea de que va a tratar el fic xD Sólo espero les guste (?) y me quedo en sus manos. No olviden comentar y poner que les gustó y que no de este cap, en qué cosas puedo mejorar y no estaría mal leer sobre algunas idea para poner en el fic. Sin más por el momento, los dejo.

A leer!

El agua caliente caía sobre el cuerpo lleno de cicatrices de Remus. El vapor subía lentamente por el cubículo y llenaba todo el lugar. Remus masajeaba su cuerpo con delicadeza mientras disfrutaba de la agradable sensación que lo envolvía. Estaba concentrado en el calor que lo llenaba por completo y evitaba pensar en cualquier cosa que perturbara su baño. Había sido una buena idea haber madrugado y llegado antes que nadie a las regaderas. Tenía ya un tiempo que no hacía algo para relajarse y tomar fuerzas, y vaya que las necesitaba después de aquella luna llena y todo lo que ocurrió en los días posteriores.

Remus terminó su baño justo cuando alguien entró. Preocupado  de que vieran su desagradable cuerpo, se vistió lo más rápido que pudo sin secarse.

– Oye. – La voz de Sirius lo tomó por sorpresa. Su amigo lo veía desde la entrada, con la puerta abierta y dejando entrar el frío aire matutino. Remus bajo la mirada y tomó su toalla para secarse el cabello, dándole la espalda a Sirius. – ¿No me vas a hablar?

– Pensé que tú eras el que no me hablaba. – Sirius por fin cerró la puerta y se acercó a Remus lentamente.

– Sabes, Lunático. Yo… lo siento, ¿vale? Ayer me comporté como un idiota…

– ¿Ayer? – Remus se giró de improviso, quedando de frente a Sirius. Observó el rostro tranquilo de Sirius, deteniéndose específicamente  en su mirada, la cual parecía no muy segura de lo que estaba diciendo. – Sirius, no te entiendo. Actúas todo raro, me dices cosas sin sentido y luego te enojas conmigo sin darme explicación alguna. Siempre te comportas como un idiota, pero esta vez te pasaste.

– Vale, vale. Mira, estaba preocupado.

– ¿Preocupado de qué?

– De muchas cosas, Remus. Nunca me había sentido así, y esa chica me tenía con los nervios de punta. Tenía miedo de que fueras con ella. – Remus sintió como si hubiera sido desarmado. Ese malestar que Sirius le había causado desapareció al oír esas palabras y sus labios amenazaron con curvarse en una especie de sonrisa.

– Sirius…

– Espera, Remus. Hay algo que tengo que decirte. – Tomándolo del brazo, Sirius jaló a Remus hacia él y antes de que este pudiera decir algo, lo besó. Remus abrió los ojos y cerró la boca, pero la lengua de Sirius se la abrió con suavidad, como si estuviera pidiendo permiso para hacerlo. La mente de Remus dejó de trabajar, se nubló y su cuerpo se relajó, dejándose guiar por los suaves labios de Sirius. Todo iba tan lento, todo era tan raro. Remus no se sentía atacado o molesto. Había entrado a un estado de sopor nuevo y fascinante, en donde el cuerpo de Sirius pegado al suyo era tan familiar, tan agradable que sus manos alrededor de las caderas de Remus lo hacían sentir ligero, haciendo que un extraño peso desapareciera de sus hombros.  Sirius lucía irreal y Remus estaba seguro que se derretía con cada movimiento de labios que hacía. Nada más existía para él en esos momentos; sólo Sirius y esa extraña sensación de estar en un sueño.

 

 

 

James despertó cansado. Su cuerpo le pesaba y la boca la tenía muy seca. Tardó varios minutos para sentarse en la cama y darse cuenta que no había nadie en la habitación. Suspiró, sin ánimos de ir a ningún lado, y se encaminó al baño para tatar de despertarse con un poco de agua fría.

Las regaderas estaban todas ocupadas y era casi imposible ver entre todo el vapor que se había generado. James pensó que sus amigos ya se encontraban en el Gran Comedor, pero un chico salió de uno de los cubículos y visualizó a Sirius en la regadera de al lado. Su amigo lucía tranquilo, su expresión estaba serena; y, de repente, sonrió. No era una sonrisa que James había visto antes. La manera de sonreír de Sirius siempre era salvaje, arrogante o gamberra. Sin embargo, esta vez no había ferocidad en su mirada ni nada que se le pareciera. Sirius Black sonreía de felicidad genuina, y James se sintió contagiado de esa alegría.

– Vaya, vaya ¿Po qué tan feliz, amiguito? – James entró al cubículo desocupado y abrió el grifo del agua fría. Pegó un brinco al sentir lo helada que estaba y la templó abriendo el otro grifo. Sirius se sorprendió al ver a su amigo y su sonrisa sólo se ancho más.

– Ya le dije a Remus lo que siente. – El baño estaba lleno de ruido, y los demás chicos no dejaban de gritar o platicar. Aun así, la voz de Sirius sonó fuerte y se escuchó por sobre todos los demás. No había hecho un esfuerzo extra, no había alzado la voz; sólo había hablado con el corazón.

– Vaya, ¿En serio?

– Bueno, lo besé.

– ¿Qué? – James tomó su champú y se echó un poco en el cabello, pensando que Sirius y él eran más parecidos de lo que creía. – Sabes, que lo hayas besado no ayuda mucho. Asegúrate de decírselo bien. – Y vaya que lo decía por experiencia propia.

– Ya lo sé, es sólo que no pude evitarlo. – Sirius enjuagó su torso con la mirada perdida. James sonrío internamente, puesto que la idea de que la situación de Remus y Sirius estuviera mejorando lo ponía muy feliz. Por fin todo parecía ir bien, sus amigos ya no tendrías más peleas y los cuatro volverían a hacer para lo que había nacido: las mejores travesuras, bromas y guarradas en todo Hogwarts. – ¿Y a ti cómo te fue? Te quedaste dormido justo después de que me dijiste que habías hablado con Quejicus. 

– Mejor no hablemos sobre eso. – James lavó su cabello, cerrando los ojos para que no le cayera jabón mientras recordaba lo que había pasado el día anterior en la noche. Sus recuerdos parecían estar en cámara lenta, las palabras se escuchaban apagadas, como si el sonido saliera por unas bocinas que habían sido tapadas. James sólo podía recordar con claridad las expresiones de estupefacción de Lily y Severus, aunque era la de Severus la que más le causaba conmoción. No quería recordarlo por el momento. – ¡Ya sé! – James se talló los ojos y los abrió para observar emocionado a su amigo. – ¡Hagamos algo sucio!

– Oye, tranquilo viejo. Le soy fiel a Remus, además no estás tan bueno como para que te dé mi tesorito.

– No me refería a eso, señorita Black. Hagamos una travesura sucia.

–  Potter.

– A la madre, ya no te digo nada. – La risa de Sirius contagió a James, el cual se rio fuerte y claro. Había algunos chicos que llevaban esperando bastante tiempo a que alguna de las cabinas se desocupara; y otros veían a Sirius con cara de pocos amigos, puesto que ya tenía bastante tiempo dentro de la regadera. Pero eso a James no le importaba. Para él lo único que existía en ese momento era su amigo y la travesura que lentamente se iba creando.

 

 

La mazmorra de Slytherin siempre estaba fría. Los alumnos habían perdido toda esperanza de que el fuego que poco a poco se extinguía en la chimenea comenzara a entibiar el lugar. Severus observaba como algunos chicos de primero se arremolinaban alrededor del calor y recordó cuando él hacía lo mismo, iluso a que algún día dejaría de temblar. Ahora ya se había resignado.

Severus salió de la mazmorra con paso rápido. Su primera clase era transformaciones y ya iba tarde. Había quedado de verse con Lily en la biblioteca para llegar juntos. A unos cuantos pasos de la biblioteca, vio a Lily casi en la entrada; ella observaba los libros de una estantería con el ceño fruncido y los labios apretados. A Severus le gustaba ver esa expresión en ella, nunca iba a dejar de maravillase de la belleza de su amiga.

–  ¡Lily! – Severus se detuvo en seco y se pegó a la pared más cercana. Lily desvió la mirada del estante y observó un poco molesta al chico que le había hablado y que se acercaba a ella trotando.

– ¿Qué quieres, Potter? – James se situó frente a Lily, dándole la espalda al rostro pálido y estupefacto de Severus. Severus no podía creer lo descarado y cínico que era Potter. ¿Cómo era capaz de mostrarse frente a Lily después de lo que había dicho en su presencia?, ¿con qué pudor se presentaba y se reía sin rastro de vergüenza? Severus sintió como su sangre comenzaba a hervir de rabia. Apretó sus manos en puños y tuvo la necesidad de salir a pelear como un vil muggle para partirle la estúpida cara a Potter. Pero Severus no se rebajaría a tal nivel de inmadurez, y tampoco ensuciaría su dignidad de mago peleando de esa manera. Pronto llegaría el día en el que Severus por fin se enfrentaría a Potter como era debido, y esta vez no se dejaría vences con tanta facilidad. Dejaría su debilidad de lado y no tendría compasión ante nada. Las palabras que había dicho Potter iban a ser olvidadas por Severus, tenía que ignorarlas y alejarlas de su mente. Sin embargo, estas eran tan fuertes, tan penetrantes, que no dejaban de martillarle la cabeza una y otra y otra vez. Incluso en ese momento, mientras veía como Potter se alejaba de Lily con una sonrisa de triunfo en su cara, las seguía recordando.

 

 

La clase de transformaciones estaba matando lentamente a Sirius del aburrimiento. Estaban aprendiendo a animar las cosas, a que estas hicieron lo que les ordenaras; pero Sirius ya sabía hacer eso desde hace dos años, así que no se molestaba en poner atención a las aburridas explicaciones de Mcgonagall. Había estado tonteando con James, puesto que se sentaba junto a él y también había visto eso (lo habían aprendido juntos cuando estaban en el proceso de volverse animagos), pero Mcgonagall terminó cambiándolos de lugar y ahora Sirius estaba junto a un apestoso slytherin, aburrido y con ganas de teletransportarse a su cama.

Unos cuantos lugares delante de él, estaba Remus. A pesar de que Remus no era un animago, también había pasado tardes estudiando con ellos y, por ende, habían aprendido lo mismo. Aun así, Remus estaba atento a todo lo que decía Mcgonagall y no dejaba de hacer apuntes como loco. Sirius comenzó a observarlo, volviéndolo en su distracción para poder ignorar las palabras de la bruja. Observó con atención la manera en la que Remus sujetaba la pluma; lo hacía suavemente, con delicadeza, haciendo lucir a su grande mano grácil y fina. A veces se detenía y apretaba los labios mientras fruncía el ceño, lo más probable porque pensaba y resumía lo más importante para escribirlo. Entonces sus ojos se abrían un poco, su boca se relajaba y volvía a garabatear en el papel. Después de unos minutos, Remus cambiaba de posición; se movía a la izquierda, doblaba una pierna, se poyaba en los codos, estiraba las largas piernas y luego las volvía a doblar. Sirius se pasó toda la hora hipnotizado por lo que hacía Remus de manera inconsciente, y se sorprendió de que no hubiera sido capaz de darse cuenta antes.

La clase terminó y Sirius guardó las pocas cosas que había sacado (sólo una hoja de pergamino vieja y arrugada). Se acercó a donde habían sentado a James y lo apremió a que recogiera sus libros.

– Ya voy, rayos. ¿Por qué tanta prisa?

– Quiero aprovechar la hora libre y dormir.

– Deberías de aprovechar la hora libre para estudiar para los TIMOS. – Sirius sintió a Remus detrás de él y una especie de hormigueo recorrió su cuerpo.

– ¿Estudiar? Me gusta más la idea de Sirius. – James se rio y Sirius lo secundó. Este último se giró un poco y se encontró de frente a Remus. El rostro apacible  del chico relajó a Sirius y cuando habló, Sirius no escuchó lo que dijo puesto que se perdió en el movimiento de sus labios. Unos labios que Sirius ya había probado; unos labios que eran suaves y tímidos; unos labios que lo volvieron loco y lo dejaron con las ganas de probar más, de saber si Remus sabía tan bien como sus labios.

– Tienen que ser más responsables, chicos. Los TIMOS son realmente importantes y…

– Vamos, vamos Lunático. Ya estudiaremos después los cuatro juntos, ¿vale? – Peter se acercó a ellos y apoyó la idea de James. Sirius seguía perdido, completamente ido y cautivado por Remus. Vaya que había sido un tonto no aceptando la realidad que lo golpeaba en ese momento. Remus siempre había estado ahí, sin luz, sin llamar la atención. Y por fin, después de cinco años, Sirius había tenido el valor para iluminarlo y dejarse deslumbrar. Ahora se sentía ligero y diferente que en otras ocasiones. Ese vacío en su pecho parecía haber desaparecido y, entre una risa que tomó por sorpresa a sus amigos, Sirius dijo:

– ¿Y si en lugar de estudiar o dormir preparamos nuestra próxima travesura? James ya me contó una parte, pero falta detallarla. ¿Qué les parece? – Peter, como siempre, aceptó de inmediato. Sirius satisfecho y con una sonrisa en el rostro, se dirigió a Remus, el cual tenía el ceño fruncido y los labios apretados.  – Vamos, Lunático. Hagamos una nueva travesura juntos. – El ceño de Remus seguía fruncido y su boca apretada. Y sólo Sirius pudo darse cuenta de ese brillo gamberro, esa sonrisa que amenazaba con estallar en su rostro, y esa mirada que solamente un merodeador sabía hacer. 

Notas finales:

Gracias por leer y nos leemos en la próxima.

Kennistar, cambio y fuera.


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