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Entre burbujas y peluches | Hunhan por LYhobbit

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Notas del fanfic:

♥Pg

♥romance, fluff, kid!au, kindergarten!au

oneshot; 2,9k

♥lyhobbit, 2016.

*

 

Disfruten tanto como yo disfruté escribirlo! 

Notas del capitulo:

Holi~ Se supone que haría varias historias/hunhan más largas, pero bueh~ ;x; Les traigo este pequeño oneshot porque la inspiración fue buena conmigo, porque usualmente mi musa me abandona a finales de otoño e inicios de invierno ;; y porque es un regalo especial. Espero lo disfruten c:, es mucho fluff y azúcar/ creo/? xD los veo abajito *si así lo desean u.u

Era un día lluvioso de verano cuando Sehun entró al jardín de niños, uno muy cerca de su casa. Pero el primer día no fue como su madre se esperaba: feliz y muy sonriente. Pues el pequeño lloró como si lo fuesen a abandonar en ese lugar lleno de niños desconocidos. Sehun era un niño muy valiente y casi siempre dormía con su lámpara apagada, cuya imagen era la de un osito siempre sonriendo, sosteniendo en una de sus manos una sombrilla color azul, y en la otra una flor amarilla. A veces también, le asustaban las tormentas de noche y los truenos que hacían temblar sus ventanas de cristal, pero nunca se iba a la habitación de sus padres, más bien se aferraba a su osito de peluche y se metía dentro de las mantas con figuras de gatitos grises. Después de unos minutos, cuando los ruidos del cielo le aterraban, empezaba a imaginar un día soleado con arcoíris y flores de muchos olores y colores que luego de un rato se transformaban en dulces y paletas, saboreando una por una, hasta saciarse y finalmente quedarse dormido. Siempre había sido muy valiente, a excepción de ese día, en donde dolorosamente, su mamá tuvo que despedirse, dándole la espalda y continuando su camino para ir de compras, para así tenerle preparado un rico pastel de fresas a su pequeño; eso siempre lo hacía sentirse aliviado.

 

Sehun observó la silueta de su protectora desvaneciéndose entre las suaves gotas cayendo sobre la sombrilla roja. Así continuó mirándola sin parar de sollozar. No era tan valiente como creía ser, se sentía débil sin aquella mujer atrapándolo entre una manta de cariño y amor. Muy débil.

 

Aunque eso duró muy poco.

 

—¿Por qué lloras? —escuchó tras de sí.

 

—Porque mi mami se fue y tengo miedo.

 

—La mía también, si quieres podemos esperarlas juntos y así no tendrás miedo —continuó la dulce voz, tan aniñada como la de Sehun—. Vamos a los columpios, este lugar no es tan feo como piensas, créeme.

 

Quizá fue la dulce voz cuya tonada era más parecida a una delicada melodía la cual calmó su corazón, o la sombrilla azul que detuvo a la lluvia para que dejase de mojarlo, probablemente fue la flor amarilla que se posó a sus ojos para que la tomase con su mano fría por haberse sacado los guantes. O más seguro, fue la cálida sonrisa del niño viajando a través de sus pupilas. O el menudo cuerpo que luego de unos segundos se sentó a su lado, solo para abrazarlo y consolarlo, diciéndole en el oído que ya eran amigos.

 

Tal vez fue todo ese rompecabezas de tranquilidad con lo que finalmente sonrió.

 

ooo

 

Los días posteriores, Sehun ya no lloró y esperaba con ansias los mañanas junto a la salida del sol. Pues ahora a quien extrañaba era a su mejor amigo Luhan. Sin saberlo, su madre llegó a tener celos del amigo de su hijo, la razón era que debía compartir el amor de su primogénito; aunque igual no importaba mientras Sehun se sintiera cómodo en la escuela y además estuviera todo el día sonriendo. Por tal motivo, empezó también a preparar el almuerzo de su hijo junto a dos rebanadas de pastel, cuatro galletas, dos dulces de fresa, o dos juguitos de manzana, siendo que Sehun solo comía la mitad de lo que le mandaba.

 

Cuando llegaban a la escuela y llegaba la hora de despedirse, Sehun iba en busca siempre de Luhan, o al contrario, Luhan siempre le buscaba. Como si su alegría en ese lugar dependiera de su gran amistad.

 

En el recreo, siempre compartían sus almuerzos. Luhan llevaba un emparedado de mermelada y una botella de leche con chocolate. Con sus menudos dedos cortaba su pan por la mitad y se la daba  a su amigo, luego, dejaba que Sehun primero bebiese de su bebida caliente. En cambio Sehun, dejaba que Luhan comiera primero de su arroz y a veces le regalaba todo su té; todo, incluso las botellas en forma de osito que al día siguiente, la madre de Luhan regresaba a la maestra, solo para evitar problemas entre la amistad de su pequeño.

 

“Hannie ¿quieres galletas?, ¿quieres té?, ¿quieres pastel?” preguntaba inocentemente mirándole a los ojos. Luhan siempre lo aceptó, no podría reprochar y nunca lo haría, pues siempre le fascinó la comida de Sehun.

 

“Sehunnie, mírate, estás todo sucio de tu boca” decía Luhan minutos después de que ambos se habían terminado su delicioso postre. También limpiaba la barbilla y mejillas del más pequeño con su servilleta, una con un bordado de un pequeño ciervo, una servilleta únicamente para él, y que sin darse cuenta, empezó a compartir con su amiguito.

 

Compartir almuerzo por almuerzo, juguete por juguete, sonrisas por abrazos. Siempre compartir sin pedir nada a cambio. Siempre. Nunca hubo problemas, ni con sus padres y maestros, pues ellos más que nadie, sabían muy bien que si se trataba de compartir, Luhan y Sehun siempre eran el mejor ejemplo a seguir.

 

ooo

 

Estaba lloviendo cuando Sehun observó las lágrimas de Luhan rodar por sus rosadas mejillas. ¿Qué sucedía? ¿Por qué estaba llorado su mejor amigo? No podía entender el porqué de su llanto, pues él siempre estaba sonriendo, él era quien siempre le hacía reír cuando empezaba a extrañar, solo un poco, a su mamá. Se acercó hasta el pequeño y con una sutil timidez le preguntó: “¿Qué tienes, te duele algo?”. No hubo ninguna respuesta más que lágrimas cada vez más y más abundantes cayendo hasta el cuello y mojando la corbata del uniforme.

 

—Tengo un regalo de mi papá, mira —exclamó con una mueca alegre en sus labios.

 

Unas burbujas empezaron a flotar sobre la cabeza del infante, quien poco a poco empezó a reír, dejándose llevar por las burbujas de diversos tamaños. Había grandes, pequeñas, medianas con colores tornándose de azul a verde, de morado a rosa. Unas explotaban al instante, otras preferían esperarse hasta subir más alto, como si quisiesen alcanzar las nubes y opacar el gris color tan solo para hacer reír más a aquellos niños dejándose llevar por la tristeza y el desconsuelo.

 

—Mi gatito se murió —respondió Luhan tocando algunas burbujas, intentado animarse un poco más pese a verlas estallar.

 

Al escuchar las palabras de su amigo, las burbujas también cesaron, y las pocas que aún flotaban se fueron perdiendo entre las diminutas gotitas de lluvia. Fue la primera vez que Sehun abrazó a su amigo por la espalda y le dio tantos mimos como su madre lo hizo con él cuando su primera mascota se fue al cielo también. Él ya sabía cómo era perder a alguien muy especial, también había llorado mucho. Y si había algo para que lo curase de la tristeza, era un abrazo sincero.

 

—¿Sabes qué?

 

—¿Qué?

 

—Voy a echar más burbujas, así tu gatito y mi perrito estarán jugando con nosotros también.

 

Así se pasó el recreo y después del termino de las clases. Entre burbujas en colores tornasol brillando a la luz del sol y el arcoíris volando hacia ellos. Saltos de charco en charco tan solo para alcanzar más burbujas, cuya simpatía hacía alegrar más el corazón de ambos pequeños. Pasaron unos minutos, y las madres de los niños no venían por ellos; sin embargo no tenían miedo de quedarse así por más tiempo, incluso ante la nueva lluvia acercándose a sus delicados cuerpos. Luhan sacó su paraguas y así ambos caminaron de la mano alrededor de la escuela, platicando las más graciosas y tiernas anécdotas que vivieron junto a sus mascotas, unas que muy probablemente estarían en el cielo jugando y forjando una gran amistad como las de sus mini dueños.

 

Al día siguiente ambos pescaron un resfriado, no era muy fuerte y por ello sus madres los enviaron a la escuela. Al llegar, se sentían incluso más alegres, deseando volver a jugar y a platicar bajo la lluvia torrencial.

 

Sehunnie…

 

—Ahora yo soy tu nuevo gatito.

 

Ambos corazones estaban más sanos, la tristeza ya era poca. Y su medicina era aquella amistad, una amistad que poco a poco comenzó a cambiar.

Notas finales:

Espero que les haya gustado esta primera parte, la segunda estará en unos días, ¿ya quieren continuación?

Nos leemos!!!


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