Un jueves de Noviembre a las cinco y veintidós de la tarde, la hora final en la U. E. P. “L. S. F”, tan solo un día más y por fin tendría un descanso moderado del colegio. Suspiró agotado mientras con toda la pesadez de su agotado cuerpo bajaba las escaleras para salir por el portón oscuro del liceo; el bullicio y la algarabía era ensordecedor, los más jóvenes gritaban en sus conversaciones mientras que los de ultimo año suspiraban aliviados de regresar a casa.
Éste día en particular había sido especialmente estresante y tener matemáticas con la profesora Fajardo a última hora había sido la cúspide de su mal humor, la cabeza le dolía a horrores, sus articulaciones dolían de lo entumecidas que estaban gracias al pasar el día de culo contra un insípido pupitre de madera.
Echó la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados y se obligó a mejorar su estado mental, estaba afuera, la vida ahora era bella. Sacudió su cuerpo para espabilarlo y disiparlo del entumecimiento y a él volvió su energía típica.
Tal vez era mejor así, manteniendo a raya los pensamientos raros que lo habían molestado desde hace un día.
Escuchó delante de él la animada conversación entre dos de sus amigos más cercanos y fijó su vista el ellos, Dorka la chica nueva en su salón y su inseparable mejor amigo Anthony charlaban de lo amargada que lucía la profesora de Biología esa tarde; A Cesar se le hiso increíble como aquellos dos podían interactuar con tanta parsimonia aun cuando Dorka hubiese tenido sentimientos encontrados hacía Anthony y que le confesó para terminar siendo rechazada amablemente por el moreno. No había sido por maldad, pasa que a Anthony ya le gustaba alguien.
Y a Cesar le palpitó fuertemente el pecho cuando recordó que ese alguien no era nada más y nada menos que la hermana menor de Dorka, Rebecca.
Antes de que Anthony le confesara que estaba enamorado de Rebecca, Dorka ya le había contado sobre su gusto hacía Anthony. Cesar no pudo evitar sentir pena por Dorka y le contó todo a Anthony, finalmente le aconsejó que hablara con la muchacha y la rechazara amablemente.
Y ahora Anthony y Rebecca estaban saliendo.
Llegó por fin al frente del liceo, dónde encontró sentados al final de las escaleras de la entrada a Jhonny y Jeannys quienes conversaban animadamente sobre un manga de un tirano y su Kohai; él la rodeaba cariñosamente con un brazo y ella sostenía un blog abierto de dibujos, lucía agotada.
La pareja los recibió alegres a los tres, Cesar lo primero que hiso fue arrojarse a los brazo de la morena de largo y oscuro pelo rizado y cerrar los ojos recordando su cansancio.
—¿Día duro, verdad?—Fueron la palabras resopladas de la chica mientras se acurrucaba en el abrazo también estropeada.
—Muy jodido—Respondió mientras escuchaba a Jhonny charlar con Dorka y Anthony y se separaba de la morena para sentarse a su lado.
—¡Hola muchachos!
La voz femenina de la recién llegada lo trajo de vuelta al mundo real, Rebecca se acercaba con una sonrisa animada acompañada de Lydia, Antonella y Yirnelys quienes prácticamente se lanzaron sobre Jeannys y Jhonny.
La morena de largo y oscuro cabello lacio se acercó hacía Anthony y lo beso tiernamente en la mejilla y tomó de la mano cariñosamente. El moreno sonreía embelesado mientras de preguntaba como estuvo su día a su novia.
Cesar observó esa escena y su corazón se oprimió dolorosamente en su pecho cuando observó la cara incomoda de Dorka, quien era atiborrada de comentarios chistosos por parte de la morena de cabello crespo y su novio.
Al principió Cesar no sabía qué era ese molesto dolor en el pecho cada vez que veía a Anthony y Rebecca juntos, al principio pensó que se debía a la pena que tenía por Dorka y su amor no correspondido, pero finalmente con ironía entendió que las tonterías fujoshis de Jeannys lo habían afectado y estaba…
Él estaba enamorado de Anthony.
Y verlo tan feliz de dolía, le dolía porque no era él quien causaba ese tipo de sonrisa al moreno.
Una mano suavecita lo tomó del brazo y Cesar se sobresaltó y volteo la cabeza para encontrarse con la oscura mirada de su amiga fujoshi.
—Está bien, viejo. Lo siento.
En trigueño negó con la cabeza con una sonrisa resignada en su rostro.
—Mira lo que me pasa por juntarme contigo, mensa. Te odio.
Unas palmadas reconfortantes en la espalda fue lo que recibió como sorpresa.
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