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Zombie Apocalypse por Zednecer

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Notas del fanfic:

El fanfic está inspirado en un pequeño cómic de T助( _tsk03_). Los personajes son propiedad intelectual de Fujio Akatsuka.
Así que yo no gano nada haciendo esto.

Advertencias: Alternative Universe (aquí, a parte de lo que el título indica, los séxtuples no son hermanos y no tienen la misma edad), OoC, lenguaje soez, posible gore y lo que vaya presentándose en el camino.

Notas del capitulo:

¡Hola! Soy Zednecer.
Tengo esta historia subida a otra plataforma de Fanfics, pero cómo no, al ser esta la página que desde hace varios años me inició como fujoshi, me emocionó mucho el hecho de tenerla aquí también.

Así que aquí tienen a mi bebé, con algunas pequeñas y casi inexistentes correciones.
Va completamente de el anime: "Osomatsu-san", y tiene un desarrollo lento, así que no desesperen.
Es OsoKaraOso, así que si les gusta, enjoy it!

"De vuelta en el hospital", pensó cansado y aturdido Karamatsu Matsuno. No recordaba cómo llegó, aunque debió ocurrirle otro accidente en el trabajo, curioso, ya que siendo mesero uno no teme lastimarse demasiado, tal vez nada, pero no cuentan con su mala suerte.
Desde pequeño siempre ha sufrido accidentes de todos los posibles, sin percatarse de cómo lo logra, pero ya a sus 22 años de vida uno se acostumbra (malamente, he de agregar) a la situación.

Espera resignado a la llegada de alguna enfermera, la rígida cama de hospital le cansa la espalda y es incentivo suficiente para no desear dormir de nuevo, mientras se dedicaba a tratar de recordar cómo terminó aquí.
Su trabajo es sencillo y no exige demasiado, sonrisas falsas dedicadas a los clientes, apuntar órdenes, ir y venir. Esperar que el chef de turno no ponga a las lindas meseras por encima de ti, y sobre todo, esperar que nada malo te pase nuevamente. El jefe te lo advirtió, entre risas, después del último desastre, pero tú tenías un buen presentimiento sobre el día de hoy.

Seguías repasando mentalmente; después de tu pequeño receso para el desayuno, llegaron unos clientes a la mar de extraños, uno vestido únicamente con un pantalón a rayas y acompañado de otro que parecía científico loco. Como eras el único disponible te adelantaste a atenderlos, sus órdenes fueron tan raras como su apariencia. Un omelette sin yemas y extra champiñones con champiñones por fuera, y una orden de pescado crudo con arroz. Después de preguntar sobre sus bebidas ambos dijeron que té, lo único normal, aparentemente.
Al momento de llevar sus bebidas los veías tan ensimismados que te sentiste descortés al interrumpir aquel extraño silencio, pero cuando llevaste la comida no te esperabas verlos conversando sobre fórmulas y cosas extrañas, bueno, era de esperarse debido a su apariencia.
Dejaste la comida y esperaste por más clientes. Tenías que trabajar duro por aquella chaqueta de cuero que viste el otro día. Esa definitivamente se veía de los 50's, Elvis Presley ¿quién? ¡Karamatsu Matsuno, señoras y señores!

Sí, estaba tan emocionado que volvió a sonreír… hasta que recordó lo que pasó después, o algo así, sólo un gran ruido, una bruma blanca y un dolor tan agudo en la cabeza antes de obscuridad absoluta. Ocurrió tan rápido que ni siquiera supo qué pasó.
Estaba tan ensimismado en sus pensamientos que no notó a la enfermera que había entrado a la habitación.

-Con su permiso, señor Matusno. Soy Akatsuka Osomatsu y estaré a su cuidado el turno de la tarde-noche. Lo que resta hasta las 9:00 pm.

La voz ligeramente suave se dejó oír en la habitación haciendo saltar al remitente, quien apenas se enteraba de su presencia física. Una enfermera… algo masculina, con un camisón tan corto como los de las películas porno, medias y risueños ojos rojos. La misma que soltó una risita discreta al ver su expresión.
-¿Necesita algo? ¿Se siente mal?
-N-no, no. –respondió Karamatsu al recuperarse de la sorpresa.
-No ha comido nada desde que llegó y han pasado más de 6 horas desde entonces. Generalmente la comida se sirve a las 3 en punto para todos los pacientes, pero al estar usted inconsciente y luego de las intervenciones quirúrgicas… –dijo, observando como aquel joven, aparentemente de su misma edad, veía con sorpresa las vendas- la suya fue regresada. Pero tranquilo, la merienda no tarda en servirse, ya me encargaré yo de que le sea sustituido por algo más… fuerte. Si no me necesita, con su permiso.

Karamatsu únicamente pudo asentir al verla retirarse. Más de seis horas e intervenciones quirúrgicas… claro, después de que uno se rompe un hueso estos se vuelven mucho más frágiles, ocasionando que se rompan más fácilmente, pero no puede ni recordar qué ocasionó tal cosa. Se recostó nuevamente y sin darse cuenta volvió a dormir.

Despertó gracias a unos ligeros golpecitos en su hombro derecho.
-Señor Matsuno, señor Matsuno. Su comida está aquí.
Aún en la bruma del sueño distinguió la voz de la inusual enfermera.
-Oh si, buenos días.
-Tardes señor Matsuno, buenas tardes. –Río levemente mientras lo ayudaba a acomodarse son lastimar su brazo roto y el otro herido.
-Tardes, bien. Umh… huele bien.
La risa fresca de la enfermera se oyó con mayor intensidad mientras golpeaba su hombro. Inevitablemente se sintió algo incómodo por el exceso de confianza, pero decidió ignorarlo por el buen ambiente que se estaba formando.
-Eso se debe a que no ha comido nada, señor Matsuno. Vamos, permítame ayudarle que para algo estoy aquí.
Y así transcurrió la comida, la enfermera haciendo avioncitos con la cuchara de arroz y él, sonrojado, comiendo sin chistar gracias al hambre. A pesar de lo rara y confianzuda, esa enfermera era agradable, fea como un hombre, pero agradable.

De pronto la calma se vio interrumpida por un estallido y una multitud de personas corriendo, estuvo a punto de pararse a ver qué ocurría, cuando la enfermera se puso de pie, fue entonces que sintió un pellizco en la pierna antes de verla salir corriendo. Un mareo lo atacó cuando intentó moverse para seguirla y mientras la habitación giraba, quedó profundamente dormido.

.

.

.

Despertó con la boca seca y la extraña sensación de que durmió dos segundos cuando se sentía tan entumecido como si lo hubiera hecho por días.
Se levantó sólo para saludar al suelo con su cara y maldecir por su falta de estabilidad en las piernas.
Tenía un mal presentimiento, tal vez producto del excesivo silencio en el hospital o por su anormal debilidad. Así que como buen humano sin dos dedos de frente, se dispuso a salir de la habitación.

La calma, ¡ja! La calma es poco para el abismal silencio y la sospechosa soledad de aquel hospital. Karamatsu tal vez no era listo, pero tampoco era tonto, además de que no era ni por asomo la primera vez que pisaba un hospital en su vida. Siempre había enfermeros caminando por los pasillos, doctores, visitantes o pacientes con rumbo fijo. Pero el paisaje que se le presentaba era tan inhóspito que era inevitable asustarse.
Comenzó a caminar con las piernas temblorosas, dispuesto a irse y en el proceso averiguar lo que pasaba. Sus pies se dirigían a las escaleras, conocía bien el camino a estas, pero a unos 5 metros de llegar, un ruido le llamó la atención.
Era como si alguien arrastrara un pesado costal de papas, oía el crujido y la exhalación, algo tan indescriptible que calaba en sus oídos. El golpeteo de algo similar a uñas se volvía más constante, produciendo una melodía enfermiza: golpe, golpe, rasguño, rasguño y luego el costal arrastrándose. Golpe, golpe, rasguño, rasguño, el costal arrastrándose y una exhalación profunda similar a un gruñido.
Podía sentir que algo no estaba bien, y el sentimiento se vio acrecentado cuando la secuencia aumentó su velocidad y sonido, lo oía cada vez más cerca y a sus espaldas. El miedo se había adueñado de su cuerpo impidiéndolo voltear, moverse, hacer cualquier cosa, y la exhalación, el gruñido, se hacía más fuerte. Las uñas arañaban el piso con desesperación y el costal se arrastraba casi sin detenerse.
La adrenalina lo mareaba, lo hacía sudar en expectación, hasta que todo se volvió tan nítido como aquella mano sobre su pantorrilla.
Un grito ahogado salió de su garganta al mismo tiempo que conseguía hacer reaccionar a su cuerpo. Lo que vio casi lo hizo arrepentirse de voltear.
Un hombre de mediana edad lo sujetaba fuertemente con su mano putrefacta, la mandíbula desencajada y poseyendo sólo el torso. Sintió que podría mojar los pantalones en ese momento, especialmente cuando lo vio acercar su cabeza dispuesto a morder.
Tan rápido como las lágrimas que salieron de sus ojos un atril para suero se encajó en la cabeza de aquel hombre y la mano lo soltó junto con sus fuerzas para mantenerse de pie.
Llorando, miró a su salvador. La enfermera fea que lo atendía estaba parada frente a él con su pulcro uniforme y una expresión seria. Le sonrío, ofreciéndose a levantarlo y él sólo pudo llorar con más ganas.
¿Qué coño estaba pasando?

Notas finales:

Soy plenamente noob usando esta plataforma, así que si algo no va bien o estoy haciendo algo incorrecto, por favor háganmelo saber.
En fin, espero que lo hayan disfrutado.
¡Hasta el próximo Cap.!


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