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El regreso por Bloomx

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Notas del capitulo:

YU-GI-OH no me pertenece, yo solo utilizo sus personajes para crear nuevas historias.

-¡Vamos Joey! Mi hermano debe estar por aquí.


Mokuba y yo nos habíamos dirigido a la sala de competidores en busca de su hermano mayor a quien justo quería evitar a toda costa.


Sí… eso no sonaba muy lógico. Es decir, cuando tratas de evitar a alguien vas en el sentido contrario, no en la misma dirección.


Todo contaba con una gran comodidad, la habitación era tan grande como la cancha de las Arenas de Duelo que estaba encima de ellos, había más o menos cien personas ahí dentro y sobraba el lugar. Pantallas colgaban en las paredes mostrando los duelos que se venían dando, también estaban colocados sillones blancos y pequeñas mesas.


¡Por los Dioses! ¡Hay mesas de comida gratis! Sé que prometí acompañar al chibi pero… esto no es algo que se pueda comer, digo ver, todos los días.


Moki ya me había soltado y caminaba tres pasos por delante de mí estirando la cabeza en puntas de pie en busca de Kaiba. Muy bien Joey, es tu oportunidad de evitarlo y disfrutar de toda esa comida. Giré en redondo lo más lento posible y con pasos largos me dirigí a la mesa más cercana.


¡Es mucha comida! Agarré todo lo que podía sostener llevándomela a la boca enseguida. Terminé de tragar lo que tenía y cuando iba por más escuché pasos firmes detenerse detrás de mí.


-¿Te perdiste, perro?


-¡Kaiba! –voltee asustado, diablos, me tomó por sorpresa-. ¿Qué haces aquí?


-Yo también participo, sin contar que soy uno de los organizadores. No sé como dejan entrar a gente como tú a torneos así. Necesitas más que suerte aquí.


Apreté los puños, estúpida pregunta mía. De todas formas, ¿Quién se cree que es? Ni que fuera la primera competencia a la que asistía.


-¿Otra vez con eso? ¿No te cansas de negar que sea un buen duelista?


-Eso es porque no lo eres.


Kaiba puso su pose de multimillonario engreído; se cruzó de brazos y puso su sonrisa falsa de costado. Idiota. Me acerqué a él.


-Te encanta molestar. ¿Por qué no te vas a otro lado? Mokuba debe estarte buscando –le miré fijo a los ojos, en este momento quería que se fuera. Puedo fingir que está todo bien, pero en realidad me muero de los nervios y si no fuera porque me niego, sí, ME NIEGO a mostrarme débil frente a él, seguro que estaría tan sonrojado como Yugi cada vez que lo beso.


No sé si fue porque recordé lo pasado con Kaiba hace unas semanas o porque aún me tenían intrigado pero mis ojos de dirigieron a los suyos. Ese azul… no celeste. No, No. ¿Qué digo? Es turquesa. No lo sé, pero quiero pintar con él, estoy seguro que se podría crear los mejores cuadros con solo imitar la forma en la que poseía a esos ojos firmes y orgullosos.


-Lo sé, solo venía a darte algo –fruncí el seño saliendo de mi ensoñación. ¿Kaiba darme algo? Seguro que era algo para humillarme o tal vez veneno para no volver a verme de nuevo  o tal vez prestarme uno de sus dragones blancos de ojos azules… no lo creo, ojalá.


Corrió su usual gabardina a un costado y de un lado del pantalón sacó algo que tenía colgado. Me extendió el brazo con un pañuelo de cuello color naranja y azul en su mano. La conocía, era mía, ¿pero de donde la había sacado?


-¿De dónde la sacaste? –se la arrebaté de un manotazo con mi mano derecha. Genial, lo que me faltaba era que Kaiba dijera que entró a mi departamento.


-Se te cayó cuando tropezaste conmigo –Kaiba me miró mal por haber actuado tan a la defensiva-. El único motivo por el que no pierdes la cabeza es porque la tienes pegada al cuerpo. Eres un despistado y desorganizado además de inútil.


Wow, gracias Kaiba. Ahora entendía mejor las cosas, hacía algo normal para luego tirarme un balde de agua fría llena de insultos. Aunque…


-Me vi con Mokuba hace un par de días, ¿por qué no se lo distes a él para que me lo diera?


-Le dije que te lo diera pero se le olvidó. Creo que se está contagiando de ti de tanto tiempo que pasa contigo y tu grupito.


Entonces comienza tú a pasar más tiempo con él, pensé. Estúpido ricachón.


+


La verdad era que Mokuba jamás se enteró de que a Joey se le había caído esa prenda, su hermano la había recogido del suelo enseguida que pasó el accidente, sonriendo levemente la escondió mientras su hermano menor como el niño que era se burlaba de la cara de susto del rubio.


El castaño iba a devolvérsela antes de irse a su mansión, tenía pronta una sonrisa encantadora y la excusa perfecta para verlo, junto al “eres un inútil” que solo le dedicaba a él y que le encantaba decirlo. Esa vez, tenía una sonrisa  tan verdadera, no quería molestarlo solo quería hablarle y acercársele. Pero se olvidó del detalle, él ya tenía un novio. Así que ese día no terminó como él quería y termino por irse a casa con la prenda.


No pudo apartarla de su lado en esas dos semanas, tenía impregnado el olor a miel que sintió del cabello rubio cuando este se metió en su nariz tras la caída. Tuvo ganas de quemarla, de abrazarla y hasta de dársela a su hermano para que la devolviera a su dueño. Pero sabía que con esta tenía una excusa para hablarle.


Últimamente su mundo estaba extraño, quería hacer cosas que jamás se le pasaron por la cabeza. Seto Kaiba actuaba de manera desacorde a su actitud de siempre, tanto que ni él entendía. Su inteligencia parecía no querer ayudarle en este momento.


+


-Idiota… -susurré a escasos centímetros del ojo azul. Me aparté de la mesa y me apoyé contra una pared, con delicadeza y rapidez me pasé el pañuelo que me había regalado mi hermana por el cuello.


-Ah y otra cosa –dijo Kaiba, se volvió a acercar a mí y con un golpe seco colocó una mano a un lado mío en la pared-. No te pases de listo conmigo.


Sus ojos brillaban de furia. Vaya, se ven hermosos así… diablos, ojalá tuviese aquí mismo un lienzo y mis pinturas para retratarlos.


-¿De qué hablas? –me hice el tonto, sabía que se refería a mi comentario, seguro que creía que era broma y es cierto que si pudiese borraría todo para nunca haber dicho lo que dije. Pero lo que dije era cierto, tan cierto como que soy un buen duelista.


-Tu sabes de que hablo –estaba encerrado entre los dos brazos de Kaiba ahora, si creía que me iba intimidar estaba equivocado. Joey Wheeler no se asusta ante nadie-. No me interesan tus comentarios sobre mí, lo que piense un perro de mí me importa nada. Así que no creas que puedes burlarte de esa manera de mí porque no me afecta.


Miré todo su rostro furioso con detalle, cada una de sus facciones y volví por último a sus ojos. Te descubrí Kaiba. Me reí.


-¿Seguro que no te interesó lo que dije? –pregunté y me tomé la libertas de imitar su cara de engreído, tenía su rostro a más que escasos centímetros de mi y parecía avanzar y luego retroceder suspirando. El frunció el ceño aún más y gruñó por lo bajo-. ¿Ni siquiera un poquito?


-¡Por supuesto que no, perro! –me gritó en la cara.


-¿No te hizo cambiar tu forma de pensar sobre mi?


La vista de Kaiba seguía sin cambiar de posición-. ¡Ya te he dicho que no! Solo eres un per…


-¿Entonces por qué estas mirando mis labios en vez de mis ojos, Kaiba? –le corté.


Le sonreí cruzado de brazos. Te agarré, gato engreído. Sus ojos se abrieron de la impresión y se dirigieron ahora sí a mis ojos desafiantes. Sus brazos temblaron por un segundo y los alejó de la pared colgando a sus lados. Dio un paso hacia atrás.


Abrió la boca para decir algo pero la volvió a cerrar. Jamás había visto tan inseguro y sin nada que decir a Kaiba.


-Bueno, solo vine a acompañar a Mokuba a buscarte, así que yo me voy. Yugi debe estarme esperando –escuché como tragaba saliva con fuerza-. Nos vemos luego, Kaiba.


Me alejé de él, no dijo nada y sonriendo caminé hacia la salida de la habitación, no sin antes fijar mis ojos en los suyos. Hermosamente peligrosos.


El azul siempre había sido mi color favorito además del naranja. Eran los colores perfectos para un amanecer y atardecer.


Por suerte nadie había visto el número que nos habíamos montado, al parecer el duelo que se estaba reproduciendo en la pantalla era sorprendente porque todos comentaban y nadie apartaba los ojos de allí.


+


Seto Kaiba estaba furioso, otra vez se iría a ver al ojón. Parece que ese era su truco, decirle cosas que lo descolocaban para luego irse con su peor rival y burlarse ambos de él.


Esto no le gustaba, jamás había tenido una situación tan fuera de control. Miró hacia todos lados, nadie le estaba prestando atención, ni siquiera su guardia de seguridad. Roland al igual que los otros estaba atento a la reproducción de duelos.


Gruñó de nuevo y empezó a caminar por la sala en busca de Mokuba.


+ - + - + - + - + - + - + -


-Es mi número, me toca –Ryou se acercó a la plataforma que subía a los competidores a la arena determinada.


-¡Buena suerte! –le dijeron Yugi y Malik abrazándolo, el primero había decidido volver a donde debía para quedarse con sus amigos así no sospecharían qué estaba sucediendo, aunque le dolía tener que alejarse de Yami.


El tricolor abrazó fuertemente a su oscuridad antes de irse, tenía miedo de que sea la última vez. Se aferró al brazo de Joey apenas salió y pestañaba para no volver a llorar mientras el rubio le acariciaba el cabello. Ya quería que todos supieran que él regresó, más que nada su abuelito, porque estaba seguro que de ahora en adelante sería más que bienvenido en su familia como un nieto más.


  -Gracias, los quiero –el peliblanco saltó arriba de los otros dos chicos y entre los tres se volvieron a dar otro abrazo. Era una escena muy tierna de ver. Ryou se separó y sonriendo se subió a la plataforma, le tocaba participar en Monstruos Encapsulados.


-¡Seguro que ganará! Ese viejo no podrá contra nuestro Ryou –afirmó Malik sonriendo mientras corría con el ojo amatista a la pantalla más cercana.


-¡Es cierto! Además el abuelito es el mejor profesor –dijo el ya no tan pequeño adolecente sonriéndole a su abuelo que estaba detrás suyo con sus manos sobre sus hombros.


-En eso tienes razón Yugi –dijo el anciano feliz por el cumplido. Había decidido que este sería su último año en competencias y quería poder jugar las finales contra sus propios estudiantes.


Ryou había mostrado interés en aprender a jugar Duelo de Monstruos Encapsulados después de tener su voluntad para sí mismo, así que se sometió a los exhaustivos programas de enseñanzas de Salomón Muto. Aprendió muy rápido y ahora era un fanático de juego, cuando quiso acordar ya estaba participando en torneos por este juego. Era uno de los pocos que clasificaron para todas las categorías como Yugi. Después de todo, Monstruos Encapsulados era un juego de rol y esos eran sus favoritos.


El duelo iba ya mucho tiempo y el peliblanco parecía estar en aprietos, el anciano que parecía de origen hindú había aplicado una nueva técnica que el mismo había inventado. El menor apoyaba ambas manos sobre la baranda frente suyo, pasó un minuto y seguía pensando. Su cara era de preocupación y no se animaba a hacer ningún movimiento en falso.


 -Esto se ve mal… pobre Ryou –dijo Yugi y Joey lo abrazó por la cintura mientras murmuraba palabras de ánimo para el de ojos marrones junto a los demás.


-¡Oigan, miren el collar de Ryou! –gritó murmurando Malik.


Apenas era notorio, ellos podían verlo ya que no era su primera vez tratando con este tipo de cosas, pero era lago que casi no captaban las cámaras. La sortija del milenio brilló tan suave como un rayo de sol que atraviesa las nubes en una tormenta.


El chico que ya todos creían que estaba eliminado de la primera ronda miró hacia arriba y respiró profundo, luego suspiró y miró toda la arena. En menos de lo esperado ganó el duelo. La estrategia era tan fabulosa que parecía haber sido creada por el mismo Yugi Muto.


-¡Ganaste! ¡Ganaste! –todos corrieron a abrazar al peliblanco apenas este apareció por la plataforma a la sala de competidores.


-Oye Ryou, ¿qué pasó allá arriba? –preguntó Mai, se había convertido en una persona muy cercana a los hikaris, era buena dando consejos para pérdidas de alguien importante. Así que venía seguido a Japón para verlos.


Estaba enamorada de la ternura que desprendían y ellos no reprochaban… ella en serio quería ayudar y se esforzaba. Aparte siempre les traía dulces de los lugares que visitaba  y no era un secreto que ellos eran muy golosos.


-No lo sé, me sentí extraño, me sentí tranquilo y con mucha confianza por un momento… y luego solo gané –dijo Ryou con una sonrisa tímida. Aunque ocultaba que quien le había trasmitido esa confianza era la voz de nada más ni nada menos que su oscuridad.


Sintió miedo, lo sentía cerca de él. Pensó que terminaría encerrado en su habitación de la sortija del milenio como en cada duelo compartido con Bakura, pero esta vez no pasó.


Ánimo. Eso fue todo lo que le trasmitió. Le dijo que podía hacerlo y que confiara más en si mismo porque él lo hacía, le recordó a ciudad batallas cuando el ya no podía seguir aguantando los golpes. Se sentía feliz, Yugi también había tenido una conexión con su Yami, pero él no quería decirlo aún ya que el resto tenían agendado su nombre como a alguien al cual no acercarse.


No quería que entraran en pánico.


-¡La cosa es que lo hiciste hermano! –le dijo Joey abrazándolo.


El abuelo Muto no resistió más la curiosidad de los hechos de hoy y con total disimulación llevó a su nieto a un lugar apartado de la habitación cerca de la entrada.


-Hijo, ¿no crees que algo está raro? No pareces muy sorprendido con lo sucedido hace un rato –el anciano miraba serio al menor, estaban pasando muchas cosas y él al igual que todos allí vieron al heredero de Pegasus y escucharon su nombre-. El chico de hoy se parecía mucho al faraón… se que lo notaste… ¿estás bien con eso?


Yugi se sorprendió, su abuelo pensaba que Yamir solo era alguien muy parecido a Yami y era cierto que estaba diferente, sin contar que el abuelito apenas lo vio una vez con un cuerpo propio.


Yugi lo abrazó como un niño pequeño y apoyó la cabeza sobre la de su ya viejo abuelito.


-Abuelito, el regresó –dijo el tricolor permitiendo soltar un sollozo-. No es alguien parecido a él, realmente es el faraón, es Yami.


-¿Cómo dices? –el abuelo Muto estaba sorprendido, jamás le había pasado que su nieto le dijera que regresó, solo lloraba por su partida durante noches enteras-. ¿Yugi estás seguro?


-¡Sí! Yo lo vi. Hablé con él después de las elecciones.


-¿Cómo es eso posible? –vonfiaba mucho en su nieto como para no creerle pero... –Él se fue…


-Yo puedo explicar eso.


-¡Yami!


El ex faraón estaba apoyado con el hombro en el umbral de la puerta de entrada con una sonrisa de costado y mostrando toda su sensualidad con sus pantalones apretados y una camisa blanca trasparente que no dejaba nada a la imaginación, porque un faraón también entrena y su cuerpo lo demostraba.


-¿Faraón? –preguntó asombrado el anciano-. ¿En serio eres tú?


Yami asintió y se acercó a ellos, el abuelo lo abrazó dejándolo sorprendido.


-Me alegra tanto que estés aquí, se te ha extrañado mucho, más que nada Yugi. Seguro que ahora volverá a ser muy feliz y sonreirá tanto como cuando tú estabas a su lado.


El abuelo parecía no tener intenciones de soltarlo. Yugi se puso colorado por su comentario, no era un secreto que sufrió por la partida de su compañero y mejor amigo pero no debía decírselo de ese modo. Había sido feliz, lo era, pero es cierto que le faltaba algo que no dejaba  que alcanzara una felicidad total, aunque tenía muchos amigos que lo apoyaron e hicieron que comprendiera qué era lo mejor para el faraón.


Salomón agarró a su nieto del brazo y tiró de él uniéndolo al abrazo.


-Ahora tengo a mis dos nietos juntos… puedo morir feliz.


-¡Abuelito, no digas esas cosas! –Le reprochó Yugi mientras miraba a un sonriente Yami, ambos atrapados entre los brazos regordetes.


-De todas formas, ¿cómo volviste aquí, muchacho? –preguntó separándose y mirándolo con curiosidad-. ¿Acaso sucede algo malo de nuevo? ¿Estás en otra clase de misión para salvar al mundo?


-Es una larga historia que les contaré después a todos, pero tranquilo abuelito, no es nada malo. Viene para quedarme, porque lo deseaba y lo necesitaba. Y no se preocupe por Yugi porque no me volveré a alejar de él –dijo Yami abrazando por un par de segundos a Yugi.


-¿Por qué viniste? Pensé que no querías que te vieran.


-Pues sí pero quería saber si Ryou estaba bien. Akefia se desesperó y quiso ayudarlo. No sé qué pasó, pero noté la magia de la sortija del milenario, provocó alguna clase de unión pero no sé cuál.


-Ryou está bien. Dijo que se sintió extraño pero nada más -dijo Yugi mientras miraba a su amigo contento festejar su primera victoria en el día.


-¿Dijiste Akefia? ¿El roba tumbas? ¿Qué sucede? ¿Cómo pudo él…? –Empezó el abuelo Muto.


-Ellos también vinieron conmigo. Marik y Akefia –aclaró el adolecente y notaron la cara de preocupación en su abuelo-. Pero no harán nada. Se los aseguro. Ya tuvieron un castigo y ahora se les quiere recompensar.


-¿Qué? –Yugi no entendía a que se refería. Cómo podían recompensar a alguien que hacía el mal mientras quien hacía el bien no recibía nada a cambio. Esa no era su idea de justicia y menos después de ver lo devastado que estuvo Ryou durante tanto tiempo, pero si Yami decía que confiara en ellos, él lo haría.


-Les prometo que les contaré todo, desde el día en que me fui, pero ahora debo irme –dijo Yami quien en ese momento debía estar acompañando a Pegasus pero se había escapado-. Buena suerte Aibou, te estaré observando.


Y así salió corriendo de la habitación. Yugi quedó embobado, estaba más que feliz, el hecho de que tuviera su propio cuerpo lo hacía más especial. Lograba ver claramente su sonrisa y sus brazos… se sentían deliciosos alrededor de su cintura.


Sacudió la cabeza para alejar los locos pensamientos y se dirigió a una de las plataformas, era su turno en Duelo de Monstruos. Todos esperaban este momento, caminaba escuchando aplausos y gritos de apoyo a sus lados.


El duelo terminó y Yugi ganó. Sería mentira si dijera que fue difícil, el oponente era lo suficiente bueno para entrar al torno, pero no lo suficiente para ganarle al Rey de los Juegos. Lucas Rodríguez era un duelista que se hizo muy famoso desde hace meses, era el campeón de América Latina y le faltaba experiencia y le sobraban cartas poderosas.


El tiempo pasó y ya eran las dos de la tarde, habían llegado a la mitad del Duelo de los Reyes y era momento del medio tiempo. Algunos ya podían considerarse fuera de la competencia en sus categorías y otros no dejaban de festejar sus victorias.


Malik y Ryou habían perdido en Dados de Monstruos del Calabozo y Mai y Rebecca fueron descalificadas de Duelo de Monstruos, aunque la segunda estaba furiosa por haber perdido tan pronto, la primera había podido avanzar a la segunda ronda en el juego Duke. Yugi seguía sin perder un solo duelo y Joey con algún problema de por medio pero ganando todos los duelos también. Duke solo había participado en su propio juego y seguía sabiendo más que nadie sobre él. El abuelo y el profesor Hawkins también participaban en una sola categoría, Monstruos Encapsulados, el primero venía arrasando con todo junto a su nieto, pero al profesor le tocó ser eliminado por Yugi y su propia nieta.


Se habían reunido con Tristán, Tea y Mokuba para ir a almorzar y ahora se encontraban todos juntos en un restorán dentro del estadio frente a una montaña de comida.


-Yugi, ¿no crees que el heredero de Pegasus era parecido al faraón? –dijo temeroso Tristán (otro más que se dio cuenta), sabía que era él. El nombre y el aspecto lo hacían reconocible para quien lo conocía. Pero aún así quería ser cuidadoso, sabía lo sensible que era Yugi en este tema.


Yugi comenzó a tartamudear, no quería mentirles a ellos pero tampoco quería traicionar a Yami cuando le había prometido que no contaría nada. Todos en la mesa lo miraban, sabían que era él, el video lo habían visto todos sin contar los que estaban presentes allí. Sería tonto mentir. Esperaban una respuesta afirmativa, si alguien podía reconocerlo era él.


Pensó en Ryou y Malik, eran sus mejores amigos y no parecían molestos porque no les contara en seguida, solo estaban esperando junto a los demás. No creía que esos dos le preguntaran a él por sus Yamis ya que no tendría por qué saber. Así que tomó su decisión.


-Era el faraón.


Las preguntas empezaron a caerle encima. ¿Cuándo había llegado? ¿Cómo había llegado? ¿Por qué? ¿Pasaba algo malo? ¿Por qué había cambiado el color de su piel? ¿Por qué Pegasus lo había nombrado como su heredero? ¿Por qué no fue con ellos antes?


Yugi ya estaba mareado de tantas preguntas, preguntas que no podía contestar, el mismo quería las respuestas a todas ellas y apenas sabia unas pocas. Agachó la cabeza, todos habían empezado a sacar posibles conclusiones. Joey lo abrazó, estaba sentado al lado suyo y escondió la cabeza de pelos pinchudos entre su pecho y su hombro para luego besar su frente.


-Ya paren. Yo estaba con él cuando lo vimos. No sabemos muchos detalles, quiere hablar con todos nosotros. Pero después. Y no, no pasa nada malo.


-Siempre que él aparece es porque pasa algo malo –dijo Tea bufando y cruzándose de brazos-. Aunque… quisiera verlo de nuevo…


Tea finalizó mordiéndose el labio inferior y Malik la fulminó con la mirada mientras hacía una mueca de asco. Había intentado en estas dos semanas llevarse bien con ella, pero ella no ponía nada de su parte, solo le recordaba esos momentos en los que deseaba matarlos a todos y burlarse de él por usar delineador negro en los ojos.


-Me pregunto por qué –susurró Ryou mirándose con Malik. Otro más que había sido molestado por Tea a causa de sus Yamis.


-¿Entonces piensa quedarse? –preguntó emocionado Tristán. Joey y él se habían hecho grandes amigos con el faraón, más que nada en la pelea con el Oricalco cuando tuvo un cuerpo solo para él. A veces Yugi solía prestarle su cuerpo y así jugaba deportes con ellos y hasta una vez se aprovecharon de la amabilidad del menor y mientras este dormía en su habitación del rompecabezas decidieron salir de fiesta. Obviamente terminaron por ser regañados por el tricolor cuando este se despertó con jaqueca sin entender que pasaba.


 -Es que él me dijo que quería contarles todo personalmente pero bueno… sí, se quedará –dijo Yugi quien ahora tenía las piernas sobre las de Joey y escondía su cara en su pecho. Estaba seguro que no había visto a Joey colocarse ese pañuelo, era su favorito por lo que era normal, pero no lo llevaba esta mañana. Olió algo raro así que volvió a olfatear para estar seguro.


Olía a whisky.


Prefirió no decir nada, ya preguntaría luego por qué había estado tomando.


-Ahí está Seto, yo ya me voy –dijo Mokuba sonriente saltando de su asiento-. ¡Suerte a todos!


Kaiba estaba apoyado en la puerta de entrada esperando a su hermano menor. Sin duda sus ojos se dirigieron al rubio, como lo sospechaba, se burlaba de él. Estaba sentado de lo más romántico con su pequeño novio, hasta él con su corazón frio admitía que era una escena encantadora. Seguramente los votarían como la pareja más perfecta de todas, envejecerían juntos, tendrían niños que malcriarían y él se quedaría solo cuidando de los hijos de su hermano.


 Sacudió la cabeza. ¿Desde cuándo a él le importaba el terminar solo? Hasta ahora nunca se había preguntado sobre eso, bueno sí, pero siempre terminaba confirmando que estaría solo y feliz.


-¿Hermano, me compras crepas de postre? –Mokuba le había sostenido la mano para llamarle la atención pero este seguía viendo a toda la pandilla feliz conversando-. ¿Hermano?


-Ajá… claro. ¿Y sabes qué? Yo también comeré una –no solía comer ese tipo de comida pero hoy lo haría. Ya sabes lo que dicen, estómago lleno, corazón contento.


“A todos los competidores se les pide que vuelvan a la sala de competidores para dar comienzo la segunda ronda”.


Todos se levantaron de la mesa y luego de pagar se dirigieron a donde debían. El profesor había estado todo el almuerzo tratando de aflojar el enojo de su nieta.


-Estaba segura de que llegaría a las finales -susurraba molesta mientras caminaba.


-Aun así sigues siendo la mejor en Monstruos Encapsulados Rebecca -trató de tranquilizarla su abuelo.


-¡Pero yo quiero ser la mejor en todo! –el grito lo escucharon todos y “disimuladamente” dieron un paso a un costado alejándose de la rubia.


Todos comenzaron a dirigirse de vuelta a donde debían ir, llegaron a un pasillo junto a unas escaleras, los que competían tenían que bajar y los que no seguirían hasta las gradas.


-Yo iré hacia arriba, Pegasus me envió un mensaje pidiendo que me reúna con todos los organizadores –dijo Duke poniendo un pie sobre el primer escalón.


Comenzó a subir mientras se despedía con la mano.


-¡Tristán! ¿Qué haces? ¡Suéltame!


-¡Shh! ¡Cállate! –Tristán había empujado a la chica contra la pared y le tapaba la boca, luego tiró de ella hacia las escaleras-. Vamos a seguir a Duke.


-¿Qué? ¿Por qué? –preguntó la castaña siendo arrastrada por el futbolista.


-Yami es un organizador así que se irá a encontrar con él. Obviamente quiero verlo –todos al parecer tenían la oportunidad de juntarse con él a pesar de que ese no fue el plan en un principio y él no quería quedarse atrás. Yami era importante para él también, después de todo lo pasado y el apoyo mutuo, quería al menos verlo.


-Está bien, te apoyo –dijo Tea decidida, también quería verlo.


Como espías se pegaban a las paredes para que ningún guardia o el pelinegro los viera. Llegaron a un pasillo y asomaron la cabeza uno arriba del otro, en el final estaba una doble puerta de madera custodiada por dos hombres mitad gorilas vestidos con trajes negros y lentes oscuros.


Se miraron entre ellos, ahora sí que no podrían continuar, Tea ya le iba a decir que era mejor irse porque no quería meterse en problemas cuando Tristán le picó el hombro con un dedo y señaló lo que había al otro lado de la puerta.


Duke había mostrado un carnet de identificación y así los guardias abrieron las puertas dejando ver una mesa larga de madera y vidrio y en la punta de esta se encontraba Maximilian con los codos apoyados en la misma y los dedos entrelazados, su pelo estaba atado en media coleta pequeña dejando ver su ojo milenario a la perfección.


-Seguro que es la sala de juntas, no creo que demoren mucho, la segunda ronda empieza en diez minutos –dijo Tristán volviéndose a esconder tras la pared para que los guardias no los echaran.


-Muy bien –asintió Tea y se sentó en el piso dispuesta a esperar.


Exactamente ocho minutos después se escuchó un portazo fuerte y pisadas pesadas. Ambos se pararon y quedaron duros en su lugar, ya era tarde para correr si se trataba de un guardia pero solo vieron pasar a Kaiba caminando como flecha.


-Lo que me faltaba, ahora son dos –el CEO no se había tomado para nada bien el que ahora sean dos Yugis, ya no sabía a quién debía enfrentarse.


-¡Hermano! ¡Espérame! –Mokuba venía corriendo detrás de él, era admirable ver como crecía sin dejar de admirar a su hermano ni un segundo.


A veces Tristán no lo entendía, quizá era porque él no tenía hermanos a los que admirar y apoyar. También creía que algo así era importante y especial y debía ganarse, pero no parecía que Kaiba lo hiciera siempre. El chibi jamás estaba en contra de su hermano a menos que sean temas de moralidad y eso era lo que provocaba las discusiones continuas entre su amigo rubio y el castaño.


Joey odiaba que Kaiba no le diera el tiempo que necesita Mokuba, sabía que el castaño trabajaba y estudiaba (todo a muy alto nivel), pero en vez de pasar todas esas horas que pasa entrenando para perder, podría utilizarlo para hacerle compañía a su hermano menor, así no era él el que se la pasaba jugando los últimos videojuegos en una mansión enorme y comiendo bocadillos.


No era algo que le molestara, en realidad para nada le molestaba. Mokuba pasó a ser como su hermano menor, pero él necesitaba de su verdadero hermano.


Kaiba pasó al lado de ellos y solo les dedicó una mueca de asco antes de seguir con su camino, Mokuba no llegó a verlos de tanto correr.


-¡Oigan, ustedes dos! ¡No pueden estar aquí! ¡Es área restringida!


-¡Corre! –Tristán volvió agarrar la mano de Tea y corrió lo más lejos que pudo.


Bajaron las escaleras lo más rápido que pudieron, pero no recordaban el viaje que habían hecho para llegar allí así que se perdieron tratando de llegar a una salida sin que los atraparan los guardias.


-Espera, ya no puedo correr más –dio Tea sin aire, estaba sudada y terminó arrastrándose por la pared hasta quedar sentada en el suelo-. De todas formas ya no nos siguen. ¡Qué pérdida de tiempo! ¡Ni siquiera pudimos verlo de lejos!


-Lo sé… -respondió decepcionado el moreno apoyándose contra la pared-. Volvamos a nuestros lugares.


Luego de mirar el mapa del lugar en una pared, estaba levemente seguro de que sabía a donde debía de ir.


+ - + - + - + - + - + - +


Ya eran las 5 p.m y los equipos para las semifinales estaban hechos:


En duelo de Monstruos competían Yugi, Kaiba, Malik y Joey.


En Dados de Monstruos del Calabozo quedaron Duke, Mai, un chico llamado James y Yugi.


Y por último en Monstruos Encapsulados de nuevo Yugi, Ryou, Rebecca y el abuelo.


Los duelos de Monstruos estuvieron difíciles. Los primeros fueron Yugi y Malik en el cual Yugi ganó pasando a las finales pero aún así se abrazaron demostrando al público los buenos amigos que eran en una escena conmovedora que se llevó varias fotografías.


Y para la segunda ronda llegó el duelo entre Kaiba y Joey, ambos tuvieron suerte de no cruzarse entre ellos antes, Yugi y Malik ya habían tenido un duelo con los mismos resultados pero aún así Malik no volvió a perder logrando llegar a las finales.


-Kaiba sigue viéndose muy confiado –dijo Joey al ver la seriedad con la que este subió a la plataforma.


-Puedes vencerlo igual Joey –lo animó Malik.


-¡Los estaré apoyando a ambos! -oyó gritar a Mokuba mientras Joey subía por la plataforma.


Para sorpresa de Kaiba, el duelo ya llevaba más de veinte minutos y cada vez que tenía pensado que ganaría en esa jugada el rubio le daba vuelta todo, irritante. Pero ahora tenía una carta que acababa de sacar y que le daría la victoria.


-Como siempre dije… solo eres un perro con suerte –dijo el castaño riéndose con esa risa malvada que Joey siempre quiso hacer pero terminaba con una tos horrible y saliéndole de lo peor- y molesto…


-¿Enserio? No parecías querer decir eso hoy –Joey tenía un plan pero si Kaiba lo derrotaba en la próxima jugada no serviría de nada, esperaba que no-. ¿Acaso no quieres terminar lo que empezaste? ¿Te quedaste con las ganas?


Nadie entendió de lo que esos dos hablaban y como siempre solían pelearse todos lo tomaron como si fuera solo eso. Kaiba estaba en shock, no era momento para refregarle en la cara su estupidez humana, además no lo tenía como una persona tan cruel como para seguir molestándolo. El chico le sonreía y no pudo evitar pensar en qué lindo se veía así; con su pelo como oro cayendo sobre su frente.


 Él tenía razón. Sí quería besarlo, antes y ahora…


Embobado tomó la carta y la colocó en el campo, escuchó susurros entre las tribunas y el narrador del evento comenzó a hablar confundido. Miró la carta.


-No… -susurró para él.


¡Su plan! Ya no existía. Se equivocó de carta, colocó la que no era por estar distraído y ya no tenía vuelta atrás, su turno había acabado. ¡No!


-Bueno Kaiba, fue un placer este duelo contigo. Espero que no me guardes rencor… -Joey disfrutó el poder al fin vencer a Kaiba. ¡¿Quién era el perro con suerte y mal duelista ahora?! Pasó a las finales y se superó a sí mismo.


Seto Kaiba respiraba muy profundo mientras veía caer sus puntos a 0. Había perdido contra su peor enemigo por distraerse pensando en cómo sería colocar sus labios sobre los suyos. Había perdido…


-¡No! –gritó mientras la plataforma bajaba, pudo ver como Joey había saltado al campo y saludaba a todos animadamente y haciendo reverencias exageradas con una rosa en la boca que le habían tirado.


-¿Hermano? –Mokuba se sentó junto a él en uno de los sillones apartándose de los demás, no esperaba respuesta porque sabía que no la tendría. Solamente apoyó su cabeza en el hombro del mayor en forma de apoyo-. Siempre serás el mejor para mí.


Seto apoyó su cabeza sobre la de su hermano mientras lo acercaba a sí con un brazo. Hacía mucho que no se mostraban ese tipo de afecto por lo que perder al menos trajo algo bueno.


Se jugaron los dos primeros duelos de las otras categorías y en todas Yugi pasó a las finales. En Dados de Monstruos del calabozo se enfrentó al chico llamado James. Mientras que Duke perdió por primera vez en su propio juego contra Mai, sin contar las veces que perdió contra Yugi y contra Pegasus.


Yugi se volvió a enfrentar a Rebecca, pero esta vez ella no tuvo la suerte de pasar a las finales por lo que estaba fuera de las posibilidades de llegar al segundo puesto como en el año anterior. Ryou y el abuelito se enfrentaron y el segundo terminó por ganar pasando a las finales.


Salomón estaba muy feliz de ganar y de haberse enfrentado a Ryou, había llegado lejos para ser su primer año, estaba orgulloso de sus estudiantes. No había duda de que el año próximo se enfrentarían ellos en las finales. Rebecca estaba furiosa, desde que había sido eliminada de la primera ronda de las semifinales no podía concentrarse bien y ahora se encontraba muy nerviosa.


Comenzaron las finales, primero iría el duelo para elegir el tercer puesto y luego el segundo y el primero.


Malik había ganado, nadie lo creía pero Seto Kaiba parecía no poder dar todo de sí. Dudó en muchos momentos y cometió errores de principiantes terminando con el duelo muy rápido. Estaba frenético, había quedado fuera, ni siquiera llegó a poder enfrentarse a Yugi, quien era su verdadero rival y para poner en práctica sus nuevas estrategias.


Yugi volvió a ganar manteniendo su corona en ese juego pero obviamente Joey estaba feliz de igual forma, ambos se abrazaron fuertemente y frente a todos le regaló la rosa que le habían regalado a él poniéndolo colorado al tricolor y provocando gritos en la tribuna (por suerte Yami no había entendido y tomaba esto como acto de amistad). Una vez volvieron a la habitación y cuando nadie los vio aprovecharon a besarse trasmitiéndose toda la emoción que sentían, al final ambos terminaron sonrojados y despeinados.


Los duelos siguieron y Duke ganó quedando tercero para dar paso a un duelo impresionante entre Yugi y Mai quien se había casi rendido en Duelo de Monstruos queriendo probar cosas nuevas. Mai perdió pero la carita adorable de Yugi cuando sonreía hizo que se largara a llorar y estuviese feliz de perder porque no le gustaría verlo triste para nada, terminaron de nuevo abrazándose.


Llegó la hora de Monstruos Encapsulados y la arena terminó como piscina tras todas las lágrimas derramadas por una Rebecca mocosa tras perder. Ryou se había puesto nervioso, realmente no sabía qué hacer, la consideraba su amiga y se sentía mal por ser el culpable de su llanto pero el también quería ganar. Así que esperó a que ambas plataformas bajaran para ir hablarle, por si esta terminaba golpeándolo… por suerte no pasó y solo se le tiró arriba a llorar.


 Yugi y su abuelito se enfrentaron y claro, Yugi volvió a ganar. El comentarista no dejaba de decir que era el duelo más adorable que había visto, el maestro del Rey y Rey enfrentándose, aún así tenían el amor fraternal que los unía y un talento y decisión para los juegos que hicieron uno de los duelos más admirables de todos.


El hecho de que Rebecca ni Kaiba subieran a recibir un premio, seguro que sería una gran polémica entre los medios durante algunas semanas. Seto no dijo nada al volver a perder, se sentía muy confundido pero si de algo estaba seguro era que volvería a tener su puesto como uno de los mejores dentro de poco tiempo. Veía como Mokuba saltaba feliz de que sus amigos hayan ganado y suspiró para luego retirarse, seguía siendo un organizador y tenía que terminar el trabajo por hoy.


Todos habían recibido un trofeo y a Yugi se le entregó una corona en representación de su título como rey de los duelos, “asombrosamente y por motivos que nadie llegaba a entender” ya tenía su nombre grabado dentro. Yugi se llevó una mano al pecho izquierdo mientras sonreía, su corazón latía rápido, ahí estaba el motivo por el cual siempre lograba ganar.


+


-Ya casi es hora… -dijo Akefia desde el balcón a Marik, los dos festejaban las victorias de sus hikaris, estaban muy orgullosos de ellos.    

Notas finales:

¿Les gustó?

Amé con todo el corazón escribir este cap. Esperó que también les haya gustado, háganmelo saber.

Gracias por leer!

Nos vemos en otro capítulo!


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