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El regreso por Bloomx

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Notas del capitulo:

YU-GI-OH no me pertenece, yo solo utilizo sus personajes para crear nuevas historias.

Tal vez estoy siendo exagerado o simplemente idiota, digo, es Kaiba ¿no? Por más que haya intentado que seamos amigos él siempre trata de arruinarlos la vida, aunque suene cruel. Aparte es prácticamente un genio, el creo el duelodisc así que arreglar un par de fotos para hacerme creer que Yugi y Joey están juntos no le debe ser difícil.

Pero era demasiado real para ser mentira.

-¡Cuidado Yami! -alguien cinchó de mi brazo haciéndome esquivar una columna-. Estás muy distraído, ¿te encuentras bien?

-Sí, lo siento. Solo estoy cansado, ayer tuve que estudiar demasiado, Pegasus vino a verme.

-Espero que te vaya bien en eso. ¿Te lo imaginas? Tú dirigiendo Ilusiones Inc. Lo harás genial.

-Eso espero. Amm si no recuerdo mal dijiste que querías hablar conmigo de algo importante.

Estábamos caminando por las calles del centro de Domino hacía una hora. Pero al menos yo no me estaba sintiendo muy cómodo, quiero preguntarle sobre las fotos pero si es mentira tal vez se lo tome mal. Aparte está actuando muy extraño desde ayer; primero me llama tartamudeando y rogándome vernos, lo cual es raro porque jamás le diría que no a eso, luego no menciona el tema del que quiere hablar y camina retorciéndose los dedos nervioso.

Se detuvo y miró el piso, no entiendo qué se supone que quiere decirme. Me acerqué a él y lo tomé de la barbilla para que me mirara, puso su mano sobre la mía acariciándola.

-Te siento tan real…

-Eso es porque lo soy -me reí por lo bajo y él se sonrojó, seguramente habló sin pensar.

-Lo sé, pero no término de acostumbrarme -me sonrió, se ve tan lindo que yo...

¿Qué es eso? No, no puede ser. ¿Es lo que creo que es? El otoño trajo a la ciudad un poco de frio, el suficiente para que cualquiera utilizara una campera y entre la de Yugi, se podía ver en su cuello….

Tenían razón, todos. El único ciego acá fui yo. Todo este tiempo mis sospechas eran ciertas. Estiré el brazo corriendo el cuello de la campera lentamente obteniendo una mejor vista de lo que me cortaba el aliento en ese momento. Negué con la cabeza.

-¿Qué pasa? ¿Tengo algo? -inocentemente mi hikari se llevó la mano al cuello mientras yo sacaba la mía y por beneficio de anda saber quién, la tienda a nuestro lado era de maquillaje y tenía un gran espejo fuera donde Yugi sin moverse se miró abriendo grande los ojos y luego mirándome a mí.

-Joey -solo murmuré eso y bastó para notar como se le cortaba la respiración. No faltaba nada más, ¿por qué y por quién más Yugi, mi pequeño hikari, tendría esa marca su cuello? No, en mi cuello, porque él era mío, era mío… lo era.

-Iba a decírtelo hoy -tartamudeó, nos mirábamos por el espejo, uno al lado del otro y devuelta volvíamos a mirar la marca que Yugi trataba de tapar con su mano, ya lo había visto. No había caso.

-¿Hoy? ¿Acaso están juntos desde ayer? -debería habérmelo dicho desde que volví. ¡Debería haberlo hecho así le partía los dientes a Joey!-. Yugi, piénsatelo bien. Él no es para ti…

-¡Lo ves… por eso no te lo conté! -Yugi comenzó a temblar y vi a mi propio reflejo fruncir el ceño mientras apretaba los puños-. Al igual que todos crees que sigo siendo un niño.

-¡No es que crea eso Yugi! -le tomé del brazo volteándolo para quedar cara a cara-. Bueno, tal vez sí lo pienso, eres pequeño para andar haciendo esas cosas.

Sabíamos a qué me refería, no había muchos modos en los que uno gane un chupetón en el cuello. Pero lo único incorrecto que hizo en realidad, fue dejar que alguien que no fuera yo lo hiciera. Ahora al parecer tengo que compartir mi lugar con alguien más en su corazón.

-¿Por qué dices esas cosas? ¿Por qué no solo puedes apoyarme?

-Porque no puedo… -porque estoy malditamente celoso. Porque jamás apoyaré algo así-. No deberías estar con él. Confundes amistad con amor.

-Ya he pensado que lo confundo justo antes de estar con él. Ya pasé por esa etapa, yo lo quiero, Yami.

No. No. No podía pasar, no quiero permitirlo.

- ¡Es que no entiendo por qué a él!

-No lo sé. Él me apoyó mucho cuando te fuiste y luego cuando empezamos a vivir juntos…

-Viven juntos -no era pregunta sino confirmarme a mí mismo. Ese día que lo fui a buscar dijo que se estaba quedándose con Joey, pensé que era un día o dos, pero eran ¿cuánto?-. ¿Desde cuándo?

-Desde antes que empezáramos a salir… hace muchos meses ya -apreté los puños, mierda, me llevaba más que la delantera-. ¡Auh! ¡Yami me lastimas!

Solté su brazo espantado, hasta había olvidado que lo tenía entre mis dedos y cuando nos separamos oí un “crac” que me hizo estremecer y por el salto de Yugi supongo que también lo sintió.

Venía claramente del puzle milenario, una onda se movió a nuestro alrededor y sentí un dolor en el pecho. Se sentía como si la unión que me unía a él se estirara. Siempre lo había sentido, desde que nos habíamos conocido había un hilo que parecía unirnos y por el cuál lograba darme cuenta de lo que a él le pasaba. Con el tiempo notaba como se hacía más y más grueso, fortaleciéndose.

Y sabía también qué era esto, quienes eran mis hermanos ahora me lo comentaron, el motivo que los hacía marear cuando estaban más que unidos a sus hikaris, el que les hizo darse cuenta que era mejor tenerlos cerca que lejos. El hilo por primera vez desde que me miré en un espejo y vi que no era yo sino otro quien tenía mi alma, se rompía. Un par de esos miles de hilos que era nuestra relación se rompieron.

Crear cada hilo era complicada, demasiado, que increíble es que solo se necesitó una pequeña discusión para romper tantos de ellos. No solemos discutir, nunca tuvimos que. Es mi culpa pero no puedo darle lo que desea… soy un faraón egoísta en el fondo, en estos últimos meses no pedí a nadie para mí como hacía Marik o hasta Seth, pero ahora lo pido a él, lo quiero para mí.

Yugi sollozó al darse cuenta de lo que pasaba. Era doloroso y por primera vez miré alrededor, seguíamos en la calle y la gente que pasaba a nuestro lado nos miraba. No era un buen lugar para tratar el tema.

-Vamos, te llevaré a tu apartamento -bien soné rencoroso, bien porque no quería hacerlo.

Caminamos el mismo camino que hicimos a la ida pasando por la cafetería donde almorzamos antes hasta llegar a mi motocicleta, tomé un casco y se lo pase. Ahí fue cuando me di cuenta, venía a pasos adelantado de él y por eso recién noté sus sollozos, ahora solo sentí como se me rompía el corazón.

Subí y él se subió detrás, el viaje hasta el edificio no fue largo por suerte, porque lo sentía temblar mientras se agarraba a mi cintura. Bien, no lo aguanto, no puedo ver como llora abrazando el casco y mirando al suelo. Observé el edificio detrás, ni quiero saber que hacen ahí, ahí construyó una vida nueva de la que no soy parte. Si tan solo no me hubiera ido.

Por segunda vez en el día tuve que levantar su mentón para que me viera a los ojos y lo abracé porque lo necesitaba, lo necesito para saber que aún es mío. Mío. Mío. Mío. Que linda es esa palabra…

Al separarme limpié las lágrimas y besé cada uno de sus hermosos y enormes ojos.

-Será mejor que subas o Joey se preocupará -juró que no traté de ser cruel pero solo decir eso desató un enorme sollozo en Yugi.

-Solo apóyame en esto… -me rogó mirándome pero desvié la mirada, no sé otra forma en la que le  pueda decir que no. Prácticamente no le puedo negar nada, pero no quiero decir sí a esto. Se secó la cara y reguló la respiración-. Joey no está, acompañó a Mokuba a alquilar un disfraz para Halloween. Sube conmigo.

-No lo veo correcto, no por ahora. Necesito pensar un rato -me subí viendo como asentía en silencio-. Eres el mejor tesoro que tengo.

Yugi subió a su apartamento, se sacó sus zapatos y abrigo y buscó en la alacena chocolate para luego envolverse con una mantita que había dejado el día anterior allí y se hizo bolita. Necesitaba hablar con alguien y él sabía quién era esa persona. Tomó el teléfono y buscó el número del contacto que necesitaba.

-Hola Mai, ¿cuándo vendrás?

“Ay no… conozco esa voz. Cuéntame que pasó cariño…”

+ - + - + - + - + - + - + 

Definitivamente no pensé que la Universidad iba a agotarme tanto, se lleva todo mi fin de semana en estudios. Salí de la biblioteca al mediodía y caminé hasta mi casa. El frio ya se sentía venir aunque era un lindo paisaje ver todos esos árboles tenidos de rojo y naranja en la plaza, podría contemplarlo por horas.

No es un mal lugar para hacer la tarea así que caminé hacia la cima de una montanita donde había un gran árbol y suspiré. Venía aquí con Akefia cuando no quería estar en casa, me servía también para tranquilizarlo, supongo que le gustaba la vista.

Me senté suavemente y apoyé la cabeza en el árbol, y comencé a hacer mi tarea. Vuelvo a repetir que esto es muy difícil, debería haber elegido otra carrera, es muy difícil para mí y…

¿Qué es eso? Es raro, siento que tiran de mí, es extraño pero agradable. Escuché un estornudo al otro lado del árbol.

-¡Maldición! -se oyó una voz ronca y la conocía, digo la conozco aunque suene rara.

-¿Akefia? -me paré y rodeé el árbol encontrándomelo envuelto en una bufanda con la nariz y mejillas rojas y un pañuelo en una mano. Sus ojos tenían ojeras, se notaba agotado y parecía que se había puesto lo primero que encontró

-Ryou… ¿desde cuándo estas aquí? -se paró rápidamente dejando caer el libro que tenía en la falda y me gaché a levantarlo.

-No mucho, ¿y tú? -le estiré la mano con el libro y él lo tomó con cuidado. La vista era graciosa, realmente estaba enfermo y creo que no se dio cuenta-. ¿Vienes seguido?

-Hace una hora tal vez y sí, me gusta la vista -volteó observando el parque que estaba lleno de hojas caídas y amarillas, volvió a estornudar y me reí… estornuda como gatito. Me pregunto qué haría si se lo dijera, quizás vuelva a ser el gruñón de antes. Muy mala idea.

-No deberías estar fuera, estás resfriado.

-No estoy resfriado -apenas y por milagro de la vida entendí lo que dijo de lo ronca que sonó su voz. Está resfriado y punto, no voy a dejar que se enferme más. Lo tomé del brazo y entre quejas comencé a caminar hacia la calle.

Al igual que sus hermanos él también se había comprado un auto y por lo que me había dicho hace tiempo estoy casi seguro de que vive demasiado lejos como para venir caminando. Sí, lo encontré. Su auto es una buena prueba de que le gusta llamar la atención, me reí.

-No -se paró en seco al ver a donde lo llevaba y comenzó a toser. No voy a dejar que empeore así que se va a ir a su casa aunque tenga que conducir yo… y espero no hacerlo porque no sé conducir. Pobrecito, jamás lo vi tan mal, yo creo que es la primera vez que se enferma, hasta sus ojos violetas están decaídos-. Solo me iré si vienes conmigo.

-Ya hablamos de esto, todavía no -está bien que seamos amigos pero ¿ir a su casa? ¿Y si no había nadie más? Malik nos contó que fue y lo disfrutó, bueno más o menos, pero él es diferente, Marik no dañaría a su hikari, pero Kura… ¿él me haría daño?

-Tengo clase de música en media hora, mi profesor quería conocerte -¿conocerme a mí? Miró hacia otro lado mientras se llevaba el pañuelo a la nariz y apretaba el libro contra su pecho-. Le hablé de ti y le dije que lo haría, sería un buen momento ya que no creo poder hacer mucho hoy.

-Kura, no puedo -me miró y asintió.

Sacó las llaves y abrió el deportivo, arrojó el libro dentro y se metió cerrando la puerta. No prendió el auto, en cambio bajó la ventanilla. Solo se me quedó mirando, tenía ahora también los ojos rojos. ¿Por qué no puede solamente irse ya? Hace frio y le hace peor. ¿Por qué tiene que mirarme así? Subí la vereda dando un paso atrás.

-Deberías irte ya, hace frio.

-Ya dije que no quiero. Ven conmigo. Sabes que no te haré daño, ni siquiera puedo hacer un hechizo en este estado. Soy peor que un gatito -vi a través del vidrio como apoyaba la pera sobre el volante y cerraba los ojos, creo que tiene fiebre y no voy a estar tranquilo si no sé si llegó bien a casa.

Suspiré y agarré firme mi bolso, no quería tampoco que se durmiera en el camino. Necesitaba ayuda y yo no se la puedo dar. Podría llamar a Yami, seguro que él viene enseguida, pero Akefia se enojaría diciendo que no necesita ayuda, se pelearían y se irían cada uno por su lado y no. Tengo que ayudarlo, sí.

Abrí a puerta y me senté poniéndome el cinturón. Tenía la cara aplastada contra el volante y los ojos cerrados, lo removí y me miró sorprendido, yo creo que se durmió, tendremos suerte si llegamos vivos.

+

El camino fue lento, Akefia manejaba con cuidado y estornudaba cada dos por tres. Apenas entraron en la mansión fueron obligados a irse a la habitación del mayor para que este descansara.

-No necesito que alguien me alimente -dijo Akefia viendo como Ryou sentado a un costado de su cama estaba dispuesto a darle la sopa con tal de que se dignara a comer.

-Pues entonces me iré -dijo el otro tranquilamente y enseguida sintió como le tomaban del brazo y riéndose con superioridad se volvió a sentar y agarra la cuchara para llevarla a la boca del otro que cruzado de brazos miraba a la pared de lo humillado que se sentía ¿Hasta este punto había caído?- No te pongas así solo haré de tu enfermera un ratito.

“¿Para qué dijo eso…?” Se maldijo Akefia.

Apenas terminó de hablar la mente resfriada de Akefia reprodujo la imagen de un peliblanco con túnica de enfermera cortísimo dejando ver su piel blanca y un gorrito combinando en su cabeza mientras le tomaba la fiebre… él dejaría que lo pinchara con una aguja todo el tiempo si fuera así… ¡No! ¿Qué cosas pensaba? Ryou no haría eso… ¿Qué pasaría si se lo pidiese? Sería más que una buena fantasía sexual cumplida. Sintió una punzada entre sus piernas y se alegró de haber estado tapado entre las sabanas.

-¡¿Resfriado?! No me vengas con eso. ¿Saben cuántos artistas dan conciertos sintiéndose en la miseria? ¡Muchísimos! No eres nadie si no puedes contra un par de mocos verdes.

-Señor, por favor, el señorito Akefia no está nada bien.

-Apuesto a que solo ensaya para su clase de teatro.

La puerta se abrió de golpe dejando ver a un Nicholas muy serio y a una empleada nerviosa detrás. Ryou saltó de la silla al escuchar el golpe y se escondió tras su cabello, ya no estaba tan seguro de querer conocerlo.

-Deja que pase -dijo el de ojos magentas a la muchacha que inclinó la cabeza y se fue fulminando con la mirada al profesor mientras murmuraba cosas sobre cuidar la salud. Akefia se sonó la nariz y el mayor se acercó a observarlo demasiado cerca-. ¿Qué? Te dije que estaba resfriado.

-Sí, claro, apuesto que es el truco de los jóvenes de hoy en día para no ensayar.

-¿Pero qué dice? Está a nada de tener fiebre, apenas tiene voz, si canta podría lastimarse -Ryou se había parado de golpe, no dejaría que su paciente empeorara más. Aunque luego se puso completamente colorado cuando las miradas se pusieron en él y respirando profundo consiguió no volverse a sentar del miedo, se demostraría firme en lo dicho.

El viejo miró al enfermo con una ceja levantada y este desvió la vista. Ajá, ya entendía quién era ese chico, se lamentó por no poder haberle dado la impresión que quería pero bueno, al menos por fin tenía el placer de conocerlo. Volteó de nuevo y lo miró con una sonrisa de costado, vio como el chico dio un paso atrás chocando con la silla, cayendo sentado y poniéndose colorado.

-Tú eres Ryou, ¿no? -le dijo sonriendo y el otro asintió-. Eres tal como este actor de primera te describió. Es lindo -terminó guiñándole un ojo al otro que sonrió engreído. Claro que su Ryou era hermoso, era más que eso, él era perfecto.

-Ya deje de decir eso, el en serio se siente mal -Ryou ignoró el alago y cambió de asiento poniéndose frente al otro en la cama tomando su mano y tratando de quedarse firme frente al viejo.

El egipcio no podía más de felicidad, ahora entendía las incontables veces en las que Yami solo sonreía por haber visto a Yugi en una cita. Obviamente esto no lo demostró, era Akefia. Pero aprovechó para tras la espalda del otro entrelazar sus dedos y Ryou no se negó. El canoso sonrió con suficiencia, con razón su alumno no podía olvidarlo.

-Muy bien niño, pero al menos repasaremos las materias en común. Los veo en no más de 10 minutos en la biblioteca -y así como lo dijo se fue. Ryou quedó sorprendido tenía apariencia de viejo roquero con esas botas negras y chaqueta de cuero, más bien lo era.

-¿Puedo ir mamá? -dijo Akefia riendo pero terminó tosiendo y Ryou rio con suficiencia, la broma salió por la culata.

-Cuando termines la sopa -y así volvió a darle de comer.

Bajaban la escalera hacia el lugar de estudio fijado y el mayor estaba vestido como para ir a la Antártida, pero como dijo Ryou cuando lo obligó a vestirse así: “mejor no arriesgarse”. La clase pasó demasiado lenta, no dejaban de oír estornudos y tos en la sala pero aun así Ryou se divirtió, el profesor no era tan malo como había pensado que era, era muy divertido y tenía anécdotas geniales que ahora escuchaban en el living de la mansión.

-… y entonces todas comenzaron a perseguirme y yo lo único que quería era poder subirme el pantalón! Jamás mi trasero salió en tantas revistas… -los tres se reían mientras tomaban té y hablaban en inglés, el profesor decía que siempre lo hacía con su alumno.

-Parece que ser artista es complicado -dijo Ryou mirando su taza, lo que más solía escuchar en todas esas anécdotas eran las aventuras con las fans, al parecer no hay famoso que se salve de ellos y se comenzó a preguntarse si algún día a su oscuridad le pasaría lo mismo.

En la Universidad veía que muchas chicas lo miraban y se le acercaban al igual que muchos chicos, había oído que era de los mejores en la clase y solía ser admirado por la mayoría por su voz. No le sorprendería que llegara a sus metas, lo tenía todo para ser un profesional, hasta un profesor así.

Pero nunca había pensado en que pasaría después, porque en serio, ¿qué pasaría después entre ellos? Y le quedó un mal gusto en la garganta cuando Nicholas nombró sin querer lo difícil que se te hace mantener relaciones con las amistades. ¿Si Akefia lograba ser un cantante profesional  significaba que ya no estaría junto a él? ¿Otra vez volvería a irse?

La puerta que daba a la cochera se abrió dando paso a un Yami muy enojado, los tres lo miraron sorprendido y Ryou se asustó cuando vio que la mirada pesada caía en él y avanzó hasta donde estaban.

-¿Se divirtieron escondiéndome eso? Todos lo sabían pero nadie me dijo nada y todavía me tenía que enterar de la peor manera lo de Joey y Yugi. Apuesto a que se rieron un montón -dijo Yami de brazos cruzados al peliblanco.

-N-No, digo sí sabíamos, pero -dijo Ryou sintiendo como la taza quería resbalarse de sus manos, ya se había enterado. Él y Malik fueron los que convencieron a Yugi ayer en la noche para que le contara pero si él dijo que se enteró de la peor manera… ¿eso significaba que se enteró antes de que Yugi se lo dijera?

-¡Pero nada, deberían habérmelo dicho!

-¡Ya basta Atem! -le gritó Akefia parándose, nadie le gritaba a su Ryou y menos ese faraón de pacotilla por más hermano que se había convertido para él-. ¡Si estás enojado vete a otro lado pero no le grites!

-Bien, no tengo por qué meterme pero creo que es mejor que se siente, Yami. No hay necesidad de gritar -dijo el profesor, era el mayor así que sentía que era su responsabilidad calmar los humos.

Yami se sentó en el sofá blanco con la mirada al piso y pérdida. Akefia vio como Ryou dejaba la taza en la mesa del centro y se hacía un novillito desde donde estaba, lo rodeó por la cintura y lo aceró a él en una clara demostración de protección que decía “si te metes con él te rompo la cara, idiota”.

-No queríamos ocultártelo, pero Yugi se puso nervioso y no quería decirte y con el tiempo se hizo cada vez más difícil dar una explicación. Lo siento, Yami -dijo el pequeño ocultándose en el pecho de su oscuridad.

-Olvídalo. Más lo lamento yo por haberte gritado -Yami tomó aire y le sonrió tranquilizándolo, él no tenía la culpa y lo sabía. Recostó su cabeza contra el sillón y cerró los ojos-. ¿Sabes desde cuando están juntos?

-Fueron siete meses hace una semana más o menos -dijo Ryou bajito.

-Wow… eso es mucho -dijo Yami y se rio, sí, ya había entrado en la fase de la locura.

-¿Joey y Yugi? -murmuró para si Akefia. Era extraño, pero explicaba muchas cosas. ¿Recuerdan que había comenzado a tener sentimientos extraños? Bueno este era uno de esos momentos porque realmente se sentía mal por el faraón y es que él no se imaginaba que hubiera hecho si al llegar, o ahora mismo, Ryou le dijera que estaba con alguien más-. Ryou, ¿tú también andas con alguien a escondidas?

-¿Qué? ¡No! ¿Por qué me preguntas eso? -Ryou miró con el ceño fruncido a Akefia que solo levantó los hombros aunque por dentro suspiraba de alivio, mejor prevenir que lamentar.

+ - + - + - + - + - + 

Joey estaba en la puerta de un comercio de disfraces esperando al menor de los Kaiba y mientras tanto pensaba en que se pondría. Quería algo divertido pero no muy ridículo, que vaya con su personalidad o quizás algo diferente que demostrara su cuerpo.

-¡Joey!

-Espérame Mokuba…

El pelinegro venía corriendo envuelto en bufanda y gorro, ese día hacía extremo frio y arrastraba del brazo a otro chico que trataba de que lo soltasen, cosa que parecía imposible al ver el entusiasmo y energía con el que el ya casi adolecente se había levantado.

-Yudai, te presento a Joey. Joey, él es mi amigo Yudai. Lo conocí hace poco y como nunca fue a una fiesta de Halloween pensé que sería bueno que nos acompañara.

El más joven se inclinó y el rubio hizo lo mismo. Entraron al local y comenzaron a sacarse todos los trapos que llevaban arriba y los guardaron en una sección de la tienda y así pudo observar mejor al otro chico: tenía el pelo blanco y corto y un mechón de color lila, ojos avellana serios y todo su rostro parecía mostrar aburrimiento pero Joey pensó que le quedaba bien ya que se veía gracioso con las mejillas y nariz rojas del frio que resaltaban en su pálida piel.

Mirándolos a lo lejos revolviendo entre las ropas le entró la curiosidad, ese chico le llevaba una cabeza entera a Moki y si no recordaba mal él era igual de alto a su edad. ¿Por qué Moki era tan bajito? Después de todo Kaiba parecía un rascacielos al lado de cualquiera. Al final llegó a la conclusión de que o la pubertad se estaba tardando en ese niño o algo le afectaba los genes (no sabía si eso tenía que ver pero bueno, debía haber alguna explicación).

-¿Seguro que no me veré ridículo con esto? -preguntó Yudai mostrando el traje de pirata y no viéndose muy confiado.

-Todos lucirán ridículos -dijo Mokuba y salió del cubículo mostrándose dentro de un traje enorme de Kuribo con alas. Joey comenzó a reírse, era demasiado, apenas se podía mover-. Ridículo sería verte así, aunque es suavecito.

Mientras ellos corrían por ahí Joey se apartó y comenzó a buscar disfraces para él, tomó tres que le gustaron y se fue a probarlos; el primero era de vampiro pero luego de probarse los dientes se dio cuenta de que no era para él y luego se probó uno de medico ensangrentado.

Estaba seguro que mataría de susto a Mokuba, quien había agarrado fobia a cualquier cosa que tuviera que ver con hospitales. Así que decidió salir a ver si lo asustaba.

- ¡Chibi!

-¿No te parece que ya estas grande para disfrazarte perro?

‘Genial…’ pensó sarcásticamente Joey.

Frente a su cambiador estaba el castaño cruzado de brazos, llevaba un traje color blanco y una corbata azul bien acomodada que combinaba a la perfección con sus ojos. Joey le dio una mirada aburrida, él parecía más ridículo en esa tienda, todos los que estaban ahí venían a lo mismo mientras que el señor “todos respétenme” estaba de amargado burlándose.

-Cierra la boca. ¿Qué haces aquí?

-El trabajo me aburrió así que vine con Mokuba ya que insistió para que lo acompañara y luego lo llevara a Kaibalandia -Seto se acercó a la cortina del cambiador y levantó el estetoscopio que tenía sobre sus hombros-. No creo que esto sea lo tuyo. Un disfraz de perro te quedaría mejor.

-No tendría gracia, ya me disfracé de eso el año pasado -el castaño levantó las cejas con sorpresa y el otro sonrió de costado, tomó su celular y rápidamente buscó una foto en la que aparecía con un traje enorme de perro amarillo con manchas marrones, correa roja y orejas caídas sonriendo a la cámara, y a su lado estaba Tristán disfrazado de su carta favorita en duelo de monstruos-. Duke consiguió el traje, digamos que tu apodo nos inspiró. Gracias.

Entró de nuevo al vestidor dejando al otro con el celular en la mano y solo podía pensar en… por los dioses se veía demasiado adorable y en secreto entre ustedes y yo un chorrito de sangre bajó por su nariz pero lo secó con su saco, lástima que era blanco. Rápidamente pasó esa imagen a su propio teléfono. Es que se veía como siempre, como un perro, pero más real y daba la impresión de que era más pequeño.

-Cachorro.

-¿Dijiste algo? -preguntó Joey desde el otro lado y Kaiba corrió la cortina para devolverle el aparato-. ¿Y tú qué? ¿Ahora vas a observarme mientras me cambio? Bien, disfrútalo Kaiba. Pervertido.

Rayos el mayor se había olvidado de la situación y al abrir un poco la cortina vio a Joey cambiándose. No se movió ni dijo nada; uno no quería y dos no podía. Observaba por el espejo la parte delantera y desde donde estaba los músculos de su espalda contraerse al acomodarse la ropa.

Se vio tragar saliva en el reflejo y unos ojos que ni él sabía que tenía. Volvió a admirarlo y se dio cuenta de que llevaba un traje de gladiador que no constaba de más nada que un pedazo de cuero y estachas cubriendo su cuello y bajando hasta poco más de su pecho y una falda de igual material que le llegaba a las rodillas. Increíblemente se veía masculino pero el de ojos azules no se fijó en eso, sino en lo bien que se veía y en cuanto le atraía.

Miró hacia atrás y al ver que no había nadie cerca terminó metiéndose él también, cerró de golpe la cortina. Seto volteó a Joey haciendo que chocara contra la pared y de arrebato colocó sus labios sobre los del otro comenzando a besarlos.

El único pensamiento de Joey en ese momento fue, ¿de verdad nunca había besado a alguien o últimamente había estado practicando? Porque enserio, era un beso demasiado caliente y perfecto. Sus manos estaban aprisionadas contra la pared y cinchó para liberarse por buen rato pero cuando pudo no hizo más que enroscarlas alrededor del cuello del más alto mientras separaba sus bocas para jugar con sus lenguas.

Seto bajó sus manos por la espalda del otro y agarró su culo subiéndolo a su cintura y sintiendo como las piernas se enredaban en él. Era un tonto por no querer haber hecho eso antes porque se sentía en las nubes, pero quizá era así porque se trataba de Joey. Sí, Joey, a él tenía entre sus brazos mientras lo manoseaba y sentía levantarse su entrepierna.

Sonrió porque era Joey el que estaba allí y con esa sonrisa separó sus labios de él, bajando y pasando la punta de su nariz por su cuello y Joey clavó sus dedos en sus hombros para elevarse y darle más accesibilidad, olía a miel y se atrevió a besar la zona y pasar lentamente la lengua sintiendo el sabor y escuchando un suspiro. Idiota era por no haberlo hecho antes.

Joey jadeó en busca de aire y se vio en el espejo, observo la lengua del otro pasar por su nuez y abrió la boca en un grito mudo. Su pelo estaba revuelto, su piel estaba erizada y sus ojos nublados. ¿Qué estaban haciendo? Era Kaiba, pero… eso lo hacía más excitante, porque eran enemigos y era sexy como el infierno. Pero todo lo bueno tiene que terminar, a su mente llegó la imagen de Mokuba a solo tres pasos y no quería que lo viera montado sobre su hermano y por Ra…

-¡Yugi!

-No te negaste en ningún momento, perro, y ahora te preocupa -dijo masajeando su trasero y dejando besitos por su cara y cuello-. ¿Por qué lo olvidaste en un principio?

-Siempre está con Yami… yo… nece-necesito más… -Joey se sintió idiota, le había confesado justo a él lo que ni siquiera se podía confesar a sí mismo. Pero lo necesitaba, era hombre y ya no le parecía divertido darse placer el mismo.

-Entonces yo te lo daré -dijo el castaño suavecito y fue a besarlo de nuevo, pero este le tomó la cara por la barbilla obligándolo a mirarlo.

-Kaiba, estamos en una tienda y tu hermano está aquí -susurró y el otro con fastidio terminó por bajarlo, se encontraba con la respiración agitada y en los ojos un brillo que nadie le había visto, el rubio elevó una ceja muy tranquilo-. Ya sal de aquí.

Dos manos se pusieron sobre el pecho de Kaiba empujándolo hacia atrás pero antes de salir tomó entre sus manos el rostro alegre de Joey y le dio un pico. Wheeler se miró en el espejo y se llevó una mano al corazón sintiendo lo rápido que este latía y sin querer una sonrisa se le escapo. Después de todo, por primera vez en tres semanas sentía que alguien lo deseaba, ni en su aniversario logró tener un poco de acción y por primera vez se admitió algo… las cosas no estaban yendo bien.

Se vistió rápidamente y dejó los dos trajes que no le gustaron para tomar el que sí y llevarlo a reservarlo. Luego se unió a los demás sin dirigirle la mirada a Kaiba, pero al salir de la tienda hasta llegar al deportivo azul oscuro del CEO, este colocó su brazo alrededor de la cintura del rubio atrayéndolo hacia sí mientras los otros chicos hablaban por delante de ellos.

No hubo palabras ni explicaciones. Solo pasó y listo, había que asumirlo más tarde.

+ - + - + - + - + - + - +

-¡Vamos! ¡Ayúdame!

“No lo haré Duke, hazlo tú mismo, ya te lo dije”.

-¿No me digas que sigues pensando en lo de la otra vez? En serio necesito ayuda, además no muerdo -terminó diciendo sensualmente, y muy bajito agregó-. Al menos no muy fuerte.

“¡Escuché eso! De todas formas, ¿no tienes a alguien más a quién llamar o contratar a alguien?”

-No conseguí a nadie. Necesito alguien que pueda mover un mueble sabes. Ayúdame…

“Ya deja de rogar”. Se escuchó un suspiro a través del teléfono y luego un corte largo. “Bien, te ayudaré. Pásame la dirección”

-Te la envió por mensaje. ¡Gracias! -Duke ya se encontraba bailando por todo el salón y terminó pateando una caja y rompiendo algo.

“¿Duke? ¿Qué fue eso?”

-¿Nada? -respondió el pelinegro mientras rezaba porque no hubiese sido algo importante, pero bueno, al menos Tristán iba a ayudarlo y eso más que le subía el ánimo-. Te veo en un rato. ¡Adiós!

Cortó evitando que a último momento se arrepintiera y corrió a cambiarse la ropa por una más atractiva y que gritara “sí, yo cree ese juego”, lo normal de todos sus días. Y que bien, no recordaba en cuál de todas las cajas estaba su peine.

Se paró en medio del living y observó su nueva casa. No era una mansión sino una casa bastante grande, demasiado para vivir solo, pero su pequeño apartamento lo tenía estresado. Y es que él se preguntaba qué pasa con los arquitectos japoneses, ¿cómo era posible que tuviese dos habitaciones pero no un living en el que se pueda caminar?

Aunque ahora no podía caminar por el suyo.

Suspiró. Sí que necesitaba ayuda y estaba muy convencido de que no invitó a Tristán solo porque le encantaba verlo hacer ejercicio, sino porque según su lógica de empresario millonario el resto de sus amigos no parecían tan fuertes como él o sencillamente no le dirían que sí (insertar el nombre de Akefia aquí).

El piso estaba tapado de cajas que su madre le envió desde EEUU con sus cosas y algunas tenían lo que había utilizado en su apartamento y ni hablemos de los muebles nuevos. Se sentía mal por tener que dejar ese sillón que le mostró lo gloriosos que podían ser los labios del moreno pero no combinaba.

Se entretuvo desempaquetando cajas hasta que escuchó el timbre y antes de abrir se miró al espejo acomodándose el cabello y sonriendo a lo que en su opinión era la imagen más perfecta que podía alguien desear y corrió a abrir la puerta, pero ojo porque el objetivo no era seducir a nadie.

-Hola, gracias por ayudarme -le dedicó la mejor sonrisa que tenía pero el otro solo lo miró serio y le pasó por al lado. Ya eran qué, ¿una o dos semanas con esa actitud? Se volteó suspirando.

-Y bien, ¿por dónde empezamos? -Tristán dejó su chaqueta en el perchero de la entrada y sacó sus zapatos.

Eran las dos de la tarde cuando se detuvieron y se podía decir que el aire ya estaba calmado, al menos ahora Tristán podía observar, mientras esperaban unas pizzas, que Duke no le mintió ya que no se lo imaginaba peleando con esos muebles. Al final había estado equivocado, no había forma en la cual Duke se pudiera hacer cargo de eso él solo.

-Dejármelo a mí -Tristán se acercó a Duke que cargaba una mesa ratona para el living en donde se sentarían a comer.

-No es necesario, gracias.

-Ni siquiera puedes verte los pies. Dame eso -le arrebató la mesa de los dedos y la colocó en el centro de una alfombra afelpada. Mientras que él sonreía orgulloso el otro no dejaba de pensar en el tacto entre sus manos y se mordió el labio inferior, él era Duke y eso dejaba más que claro que intentaría algo.

La comida los ayudó a relacionarse un poco más y se dieron cuenta de lo separados que estuvieron todo este tiempo y más Tristán, que se dio cuenta en ese momento lo extraño que se le había hecho no verlo en sus prácticas. Porque sí, todo el mes de setiembre había estado yendo a sus prácticas mientras que con su laptop manejaba una empresa, según lo que le había dicho el de ojos verdes era una forma perfecta de no aburrirse trabajando y él al final terminaba observando de reojo como él lo observaba de reojo.

Después de ducharse Duke lo esperaba y lo llevaba a su casa en su auto y estos días tuvo que hablar con un montón de chicas para que lo llevaran porque no tenía ganas de caminar, suerte para él que las chicas se caían sentadas con solo pedírselo. No le dejaba de parecer extraño que no fuera a las prácticas pero sí que no dejase de insinuársele.

Y es que el pelinegro sencillamente quería que se diese cuenta de cuanto lo necesitaba, o sea vamos, él era parte de su día a día, se merecía más respeto y haría que se diese cuenta, faltar a las prácticas no era más que una demostración de eso.

-¿Recuerdas lo que habíamos hablado para Halloween? -preguntó Tristán con cuidado, no hablaban normalmente desde hace días y él preguntaba eso…

-Si te refieres a los disfraces, sí. No porque tú te enojes y actúes como idiota significa que yo haré lo mismo -el castaño lo miró mal-. No me mires así, la fiesta es mañana y tú recién ahora te dignas a preguntar. Te los mostraré.

Duke caminó hacia la que era su habitación ahora, que ya habían terminado de acomodar y agarró el paquete arriba de la cama abriéndolo y pasándole lo que le correspondía al otro. Y en menos de cinco minutos ya se encontraban posando frente a un espejo enorme en la habitación con el más alto vestido de sexy vaquero con pantalones caqui, botas marrones, camisa blanca con flecos, bandana roja al cuello y obviamente un gorro negro. Mientras el moreno vestía de azul con el uniforme de policía.

Ambos sonreían sensuales para la foto que iría directo al mundo entero con las camisas desabrochadas mostrando todo su esplendor.

-No puedo creer que hayas elegido la talla perfecta de todo -el castaño seguía observándose y en ese momento el ojo verde que descansaba en un sillón se paró abrazándose a su cintura sorprendiéndole.

-Ya te lo dije, soy bueno eligiendo tallas grandes -y antes de que se diera cuenta Tristán llevaba alrededor de sus muñecas unas esposas.

-Debes estar bromeado. Suéltame ahora -dijo fulminándolo con la mirada a través del espejo y Duke sonrió pasando su lengua por el labio superior suavemente, acarició el pecho del otro y mientras Tristán negaba con la mandíbula apretada metió ambas manos por dentro del pantalón sintiendo el vello enredársele entre los dedos hasta llegar a lo que quería y con una sola caricia el otro comenzó a moverse al fin.

Desabotonó rápido el botón y bajó el pantalón lo suficiente como para que lo único que lo cubriese sea el bóxer y volvió a acariciar esa zona, pero rápidamente volvió a ser empujado.

-Vamos, será solo un poco, lo disfrutarás más que con cualquiera de esas con las que te acuestas -el otro mudo volvió a negar, no podía ni hablar, estaba ocupado en tratar de concentrarse en cualquier otra cosa que hiciera que no se le parara pero no funcionaba.

El policía empujó al vaquero hasta dejarlo sentado en el sillón de una pieza y con sus manos comenzó a hacer presión en sus largas y morenas piernas para que no pudiese levantarse. Lo miró con maldad y bajó su ropa interior viendo como saltaba su premio frente a sus ojos, estaba seguro que jamás iba a disfrutar tanto arrodillarse.

-Ya basta… -dijo Tristán con el poco aire que contenía.

-Sí claro, como si quisieras que lo hiciera -y con solo eso comenzó a lamer todo el glande de esa cosa enorme que tenía delante, sabía que así sería… Comenzó a moverse rápido y cada tanto paraba deleitándose con la vista del otro que levantaba la cadera rogando que siguiera. El tiempo que pasó haciendo eso era incontable y Tristán no podía creer lo que era capaz de hacer esa lengua cuando se enredaba en toda su longitud. Sudado como estaba comenzó a pensar en las cosas que quería hacer a continuación.

-Tristán -llamó tiernamente Duke con la barbilla apoyada en su rodilla izquierda y con un camino de semen cayendo por la comisura de sus labios-. Déjame seguir, por favor.

¿Qué clase de tortura era esta? ¿Acaso ya tenía planeado todo esto apenas lo había llamado? Por Buda, él no podía negarse a sentir más placer, ¿cómo podía rogarle así como estaba y esperar a que dijera que no? Jamás diría que no, su ya de nuevo erecto pene se lo decía. 

-Súbete -dijo sencillamente y Duke levantó las cejas, ¿se refería a…? Sonrió-. Pero antes, desnúdate.

Y así fue como sentado como rey el moreno observó el show de Duke quitándose la ropa que levantó más su libido. Esa sensualidad era paranormal y más luego de que lo sorprendiera soltándose el cabello y dejándolo caer sobre sus hombros mientras quitaba la última pieza. Corrió al baño y volvió con un tarrito de lubricante y una tira de preservativos que le mostró.

-¿Adiviné también tu talle en esto? -le mostró el paquete ya abierto de extra grande y comenzó a colocárselo. No lo desataría porque tenía miedo de que saliera corriendo y como no lo pedía tampoco le importó. Pero llegó el momento que más incomodó a Duke, siempre que lo había hecho con un chico este lo lubricaba y hacerlo el mismo frente a Tristán, que le dedicaba una mirada dura que no borraba ni un segundo, lo avergonzaba.

-Hazlo, yo no puedo -dijo sonriéndole de lado al ver la duda que tenía frente al contenido del frasco.

Y qué imagen la que tuvo que terminó ordenándole que parara de una vez al escuchar gemir a Duke cuando ya llevaba tres dedos moviéndosele dentro y los ojos brillosos de placer que lo miraban desde abajo suplicantes. Sintió algo caliente envolverle su intimidad. Rayos, que apretado se sentía, aún más de lo normal, ¿acaso esa era la diferencia entre hombres y mujeres? Le encantaba y le encantó ver como el otro gemía descontrolado mientras apoyándose en sus hombros subía y bajaba.

Tristán miraba el espejo sobre el hombro Duke, viendo como su intimidad penetraba al otro en cada movimiento, como los músculos de su espalda hacían fuerza para poder seguir solo y su pelo negro como la noche chorreaba sudor por la blanca escalinata. Demasiado o quizás suficiente, el solo mirarlo y escucharlo gemir lo satisfacía como nunca.

Duke mordió el hombro del otro mientras se masturbaba y escuchaba los suspiros de Tristán. Sonrió al separarse y encontrárselo apoyando la cabeza en el respaldo con los ojos cerrados, así era como lo había querido. Y una vez que llenaron el preservativo, la excitación no terminó ahí. Desató las esposas con cansancio y de inmediato Tristán agarró otro preservativo del suelo y cargó sorpresivamente al chico poniéndoselo al hombro y arrojándolo a la cama.

No salieron de esa cama hasta llenarla de su esencia y hasta que se notó claramente las marcas de uñas y chupones. Tristán no dejaba de besar sus pezones y cuello, le encantaba que se retorciera de desesperación y hasta tenía ganas de hacerlo lento para que durara más pero enseguida sentía los gritos del otro rogándole.

-Más fuerte… sí… así -no podía negárselo, sentía la necesidad de darle lo que pedía, quería complacerlo.

A la siguiente lo volteó y volvió a fijarse en lo bonito que era su pequeñito trasero, pero bien que lo aguantaba al golpear contra él con fuerza y esos gritos que comenzaban a salir de su garganta, hasta llegó un momento en que pensó que lo estaba lastimando.

-¿Te-te lastimé? -preguntó con cuidado pero sin detenerse, ya no lo sentía tan apretado, ahora se movía mejor.

-No, se-se siente bien… ¡Ahh! -ya no le importaban esos gritos si estos eran de placer.

Con las piernas temblando, Duke entro a la bañera de la mano de Tristán y así se quedó. Estaba agotado, bueno ambos lo estaban, por más extraño que sea para Tristán.

Tristán descansaba con la espalda apoyada a la pared de la tina mientras que el otro dormitaba en su pecho con el pelo mojado rozando sus pestañas, así que se tomó las molestias de corrérselo. Jamás lo vio con pelo suelto y creyó que podía deberse a lo femenino que se veía así. Le gustaba más antes, si alguien lo viese no diría que ese es Duke Deblin, por más sexy que estaba.

Duke se volteó quedando frente a frente y racionales por primera vez en horas, ya pasaban de la medianoche. Se estiró y le dio al grandote el primer beso en todo la noche, uno suave y sencillo, diferente al que habían tenido en el sillón de su viejo departamento. Pero el beso no fue a mayores, ya no tenían alma para eso pero lo disfrutaron, aunque uno a mala gana.

-¿Puedo quedarme a pasar la noche?

-Claro.

Notas finales:

Les gustó? Porque a mi me encantó, disfruto mucho escribiendo en un capítulo sobre muchas parejas así que espero que a los que lo leyeron también.

Gracias por leer!!

Nos vemos e el próximo capítulo!!


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