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El regreso por Bloomx

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Notas del capitulo:

YU-GI-OH no me pertenee, yo solo utilizo sus personajes para crear nuevas historias.

Creo que este es el capítulo esperado. Me dolió escribirlo porque yo amo a todos los personajes y no me gusta hacer de uno de ellos el malo, ténganle paciencia.

Espero que lo disfruten.

Algunos amores nacen cuando otros mueren

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Así pasó una semana más, ya era el día en el que Seto Kaiba juraba que tendría su lugar de nuevo y luego reclamaría el puesto de su rival. Yugi Muto no lo vencería esta vez.

Había sido tan amable de darle a todo el grupito de la felicidad un palco oficial con vista directa a la arena y con buffet dejándolos sorprendidos y bueno… los regalos no se niegan. Todos entraron a ese gran lugar viendo como las tribunas debajo de ellos estaban llenas de fanáticos del juego y una gran pantalla que mostraba como habían actuado en la última competencia de los Reyes de los Juegos.

-“Para que tengan una buena vista de cómo voy a ganar. Perdedores”. Firma Seto Kaiba -leyó Tristán una carta sobre la mesa y se rio, ya estaba esperando algo así.

-Ja, ja. Muy gracioso…. -Joey tomó enojada la tarjeta con letras elegantes de su mejor amigo y la acercó a una vela encendida. La tarjeta se consumió sobre la mesa hasta que quedó un solo trozo que decía “perdedores”, bufó y la tiró por la baranda. Sonrió-. ¿Quién ríe ahora?

 El resto lo miró perplejo, parecía obra de un maniático y luego se rieron. Joey y Malik se despidieron primeros de todos y salieron jugando una carrera de quien llegaría primero a la arena, que si no fuera por la magia del egipcio el rubio hubiese ganado.

-¿Quieres que te acompañe? -le preguntó suavemente Yami a Yugi mientras le hablaba en el oído por detrás. 

-Si tú quieres acompañarme…. -le sonrió dándose la vuelta.

Bajaron juntos hasta la arena mientras el pequeño revisaba su baraja, debía ganar. Yami y Yugi habían multiplicado su rutina por mil, si antes se veían mucho ahora después de su pelea se veían siempre. Toda la semana se vieron después de clase y lo iba a buscar a su salón a la hora del almuerzo, también lo había llevado a su apartamento en moto los últimos dos días.

Y Joey a pesar de que al principio algo le decía que estaba mal se sentía bastante feliz de no tener que oír llorar a Yugi como la otra semana, se le rompía el corazón cuando pasaba y sabía que Yami lo hacía feliz. Después de todo él fue a la mansión Kaiba dos días a escondidas pero no pasó la gran cosa, Seto no hizo más que llamarlo a penas se enteró de que lo habían visto y lo besó con demasiada pasión antes de irse a trabajar y el segundo día no se vieron.

Cuando Yugi llegó a su apartamento a la mañana siguiente de la fiesta se encontró en el ascensor a punto de cerrarse a Joey. Ambos se pidieron perdón al mismo tiempo para descubrir que ninguno llegó anoche, desde ese día parecían más un par de amiguitos que vivían juntos que una pareja.

-Suerte Aibou, te estaré apoyando desde aquí -se abrazaron y Yugi fue junto a sus amigos mientras que Yami se alejó hasta quedar en las puertas que daban a la arena, no tenía permitido pasar más allá.

Los duelos se dieron durante esa fría noche de otoño que hacía caer roció sobre sus narices haciéndolos temblar. Como siempre los competidores no hacían más que entrar en calor con cada golpe que daban y recibían. Las tribunas estaban llenas de gritos, era un estadio más pequeño reservado para una sola arena a la vez pero eso no evitaba que cada quien tuviese a su favorito para alentar.

El esperado duelo entre el CEO y el perro llegó y el primero no tuvo ni un poco de piedad y Joey se arrepintió de no haber aprendido la técnica de los ojitos de Mokuba a tiempo. Al menos daba gracias a Kami de que haya podido aguantar y causarle un poco de nervios al gato engreído.

Aun así se divirtió despidiendo con besos al aire a todos recibiendo halagos a gritos y el castaño apretó los puños, parece que está demostrando ser muy celoso. Joey perdió con dignidad pero no desaprovechó el momento para gritar:

“¡Patéale el trasero a ese engreído, Yugi!”

Que todos escucharon claramente por los micrófonos y no hicieron más que reírse. Al subir el tricolor a la arena se sintió muy intimidado, parecía que lo odiaba más que de costumbre, como si ahora tuviese un motivo más para odiarlo profundamente. Respiró hondo como siempre y llevó una mano a su corazón, ahí estaba todo lo que necesitaba y veía desde ahí el balcón con sus amigos y su abuelito saludándolo.

-¡Es hora del duelo! -gritó y la multitud comenzó a animar más fuerte.

Ese duelo fue duro de roer, tanto como un hueso para Yugi. Estaba preparado para lo que sea con el corazón de las cartas y la nueva baraja que Yami había hecho para él el día anterior pero el ojo azul no parecía dispuesto a perder y con cada paso que daba parecía que tenía un truco bajo la manga para detenerlo que lo hacía retroceder y comenzar de nuevo de cero.

Muto ganó y juraba que quizá no lo hubiese logrado si no fuera por la nueva baraja de ese día. Parecía, más bien lo era, que tenía una carta para contrarrestar cada carta suya y se vio en necesidad de usar el único Dios egipcio que había en su baraja ese día, Slifer.

-No puedo creer que haya quedado afuera… que injusto -dijo Malik haciendo puchero mientras se cruzaba de brazos, Marik aprovechando lo abrazó por la cintura colocando una cabeza sobre la otra.

Malik había sido eliminado, quedó último por lo que ya no sería uno de los tres mejores del mundo. Joey bajo un puesto a tercer lugar y el CEO escaló al segundo lugar… como siempre sería el segundo detrás de Muto.

-¡Ese es nuestro Yugi! -Tristán y Duke levantaron a Yugi sobre sus hombros mientras hacía equilibrio con su trofeo y un ramo de flores, él solo podía reír.

Fueron a la casa de los Yamis a festejar, la cual la mayoría todavía no conocía. Yugi no se separó de su oscuridad, otra vez sentía que a él se debía su triunfo, a pesar de que no participó fue suya la idea de renovar la baraja. Se sentía muy feliz de tenerlo a su lado

-¿Por qué Mokuba no nos acompañó? -Preguntó Tea a Joey mientras de reojo miraba a Yami que jugaba videojuegos con los demás.

Sencillamente no había logrado nada, parecía que huía de ella y si lo veía estaban rodeados de sus amigos. Ya lograría algo… lo atraparía ahora que se habían besado. Pero, ¿cómo lo hacía si parecía que para él ella no existía? Rayos.

-Esta vez Kaiba terminó de buen humor al parecer, así que se fueron juntos.

-Podíamos haberlo invitado -dijo Yugi inocentemente mientras comía galletas con los otros hikaris en el sillón, el resto lo miró frunciendo el ceño-. ¿Qué? Últimamente habla mucho con Duke y Yami. ¿Verdad?

-Pues sí… -dijo el pelinegro llevándose un dedo al labio inferior de forma pensativa.

-Sí, pero en clase o cuando se trata de trabajo Aibou -Yami paró el juego y le tiró el mando a Akefia mientras se paraba para que siguiera jugando en su lugar contra Marik-. Aunque a veces es cierto que hablamos de otras cosas, quizás más adelante si le preguntemos diga que sí.

Joey no estaba mal al perder, había ido con la mente preparada con un 75% de posibilidades de perder. Y ni hablemos de la cara de felicidad del chibi cuando fue a felicitar a su hermano y este también lo abrazo mientras le decía para ir a la mansión juntos a probar el nuevo juego que le compró. Mokuba le susurró un “gracias” desde lejos antes de irse, las cosas estaban mejor así.

+ - + - + - + 

Pasó otra semana más, se encontraban a mitad de noviembre y Duke estaba con una bufanda casi hasta los ojos, un gorro de lana y una campera muy abrigada mientras sentado en las gradas de la cancha hacía parte de su trabajo.

Había vuelto a ir a los entrenamientos, Tristán se lo había pedido diciendo que se había acostumbrado a que lo llevara a su casa y que los chicos del equipo les gustaban verle, aunque eso último lo dijo a regañadientes.

Sentía las manos heladas mientras las movía por el teclado y de vez en cuando miraba como esos chicos transpiraban frio mientras entrenaban, después de todo era divertido ver como se peleaban por llamar su atención y ni hablar de lo agradecido que estaba el entrenador al verlo volver diciendo que con él allí se esforzaban más… aunque casi lo golpea cuando le dijo que debía ser porrista. ¿Quién creía que era? ¿Una chica?

-Nos vemos Duke -se arrimó un chico castaño hacia él, ya estaban saliendo de los vestidores y el esperaba con su bolso colgado al brazo. Le sonrió coquetamente, ahora que lo pensaba, si el alcohol lo dejaba recordar había bailado con él en la fiesta.

-¡Oye, que haces hablando con mi chico! -un chico pelinegro de ojos oscuros le pasó un brazo por la cintura. De él si estaba seguro, se habían acostado.

Ellos dos comenzaron a discutir sobre quien era más merecedor de él. Miró los camerinos en busca del moreno, hacía frío y los gritos en su oído lo estaban aturdiendo. Vio llegar a un chico rubio, también se había acostado con él hace meses ya. Pasó su brazo por su cintura también y le besó la mejilla. Abrió los ojos de golpe, esto se está poniendo feo.

-Vamos, ya échalos y vente conmigo. Yo soy mejor que ellos… -le susurró demasiado alto cosa de que los otros escucharan. Negó rápidamente con la cabeza, él se equivocaba, no era bueno en la cama, y más si lo comparaba con…

-Lamento decepcionarlos pero se va a ir conmigo -Tristán apareció y Duke lo miró suplicante para que lo sacara de ese agarre doble en su cintura. Le tendió una mano y sin dudarlo la tomó para luego ser cinchado y liberado-. Diles adiós.

-Hasta luego -felizmente los saludó con la mano y ellos respondieron bajonados, se sentía bien esto. Si lo pensaba de alguna manera esto parecía como si caminaran juntos de la mano. No Duke, no. ¿Para qué rayos quieres caminar de la mano con él? Solo sexo de una vez… solo eso-. Ya puedes soltarme.

Tristán lo soltó suavemente mientras se detenía en su lugar, no se había dado cuenta que había caminado con él de la mano hasta el estacionamiento, ni de que todos los que pasaban los miraban. Los fulminó a todos con la mirada y metiendo las manos en los bolsillos de su gabardina beige volvió su marcha para el auto del chico junto a él.

-Si no quieres que te acosen no deberías coquetear con ellos. La próxima vez no te salvaré -dijo apoyando sus antebrazos sobre el auto en espera de que la puerta se abra.

-Yo no les coqueteé… es solo carisma natural -respondió el otro y llevó su mano izquierda a su oreja para jugar con su dado mientras sonreía. Bueno de algún modo tenía razón, si recordaba la primera vez que lo vio este ya estaba rodeado de chicas en la secundaria.

-Pues tu carisma provocará que te violen pronto -se sentó y tiró para el asiento de atrás su bolso con sus cosas.

-Si eres tú no me importaría… -apoyó su rostro de costado sobre el volante y le dedicó un guiño.

-Tsk.

Al llegar a la casa del moreno vio a su mamá llegar con bolsas de la compra en sus manos y parecía que se le caerían en cualquier momento. Ambos se bajaron y ayudaron a la mujer con las bolsas a entrarlas sin problema. La casa era modesta, normal para una familia de tres que solo el padre trabajaba, por lo que sabía su padre era dueño de una fábrica, por eso Tristán había elegido una carrera lo más alejado de esto posible para no tener que dejar sus sueños de ser deportista.

-Qué bueno verte Duke. ¿Cómo te va en los estudios? -La madre de Tristán era una mujer de complexión pequeña de pelo pelirrojo y los mismos ojos chocolate que su hijo. Siempre que la veía sonreía y estaba muy tranquila, llegó a ver que era muy sensible pero que era mejor no hacerla enojar porque se transformaba.

Les tendió una taza con té recién hecho a cada uno, estaban sentados en la isla de la cocina y ahora servía galletas en un plato.

-Bien… gracias por preguntar -mordió la galleta sonriente, no lograba entender como de tanta dulzura salió un hijo deportista, mitad mono y que tenía antecedentes conocidos de brabucón.

-¡Tristán come con la boca cerrada! -le reprendió con una cuchara de madera en mano y seguía sacando verduras de las bolsas. Miró fijo a su hijo y luego se acercó, lamió su pulgar y lo pasó por la mejilla del moreno sacando el rastro de mermelada que había en la tostada que ya había comido.

-¡Mamá! No hagas eso, ya no soy un niño pequeño -se quejó Tristán refregándose la mejilla mientras la madre se daba vuelta para seguir cocinando. Duke apretó los labios para no reír.

-¡Pues no lo parece! -se volvió a dar vuelta y lo reprendió con la mirada para luego colocarse un delantal rosa con lunares blancos-. Por cierto, tu papá llamó para avisarme que la motocicleta ya está lista y me dijo que te advirtiera que si la vuelves a estropear la pagarás tú.

Ambos jóvenes se sintieron aplastar por la noticia, ninguno sabía por qué realmente. Solo significaba que ya no se verían después del entrenamiento ya que no tenían un motivo.

Tristán tenía una motocicleta negra (gustos que comparte con Yami), pero un día a mediados de setiembre tuvo la habilidad de chocar, él decía que lo chocaron pero se sabía que mentía ya que estaba casi ebrio. En fin, le quitaron la licencia de conducir, le pusieron una multa y le devolvieron el vehiculó hace dos semanas hecho pedazos.

El padre del castaño estaba furioso y la madre no dejaba de llorar pensando en lo que le podría haber pasado a su adorable hijo. Así fue que Duke se ofreció a traerlo a casa después de la universidad y se unió tanto a la familia Taylor que esta se sentía responsable por darle tanto trabajo por culpa de su hijo.

-Qué bien, ya extrañaba poder moverme solo -dijo el castaño y miró al pelinegro que calentaba sus manos en la taza y le dijo bajito-. Ya no te molestaré.

Sonrió de manera forzada en respuesta. ¿Enserio estaba pensando en lo malo que era esto? Y es que bueno ya se habían acostado, qué más daba no traerlo, no es como si los 20 minutos diarios que pasaban juntos le afectaran. Puso su mejor sonrisa.

-Duke, ¿te quedarás a cenar? -Le preguntaron.

-Me encantaría pero ya tengo que irme en realidad, el trabajo me llama -se bajó de la alta banqueta y tomó su bolso del piso.

-Tú siempre tan trabajador. No sé por qué yo no tengo un hijo así, sería tan feliz -volvió a mirar con el ceño fruncido a Tristán que ya estaba enojado, su madre actuaba como si el no existiera, el también hacía muchas cosas. Algún día sería un jugador profesional, ya vería que dirá después-. Es una pena. Un día de estos debes venir, te haré un platillo delicioso.

-Entonces definitivamente vendré. Adiós -Duke hizo una pequeña reverencia frente a la feliz madre de Tristán que le sonreía dulcemente, parecía miel pura.

El castaño se paró para acompañarlo a la puerta antes de que su madre se lo pidiera, porque estaba seguro de que lo haría. La verdad que no le molestaba para nada que a su madre le cayera bien pero siempre tenía la sensación de que lo trataba como si fuese su novia, quizá era porque con él podía hablar otro tipo de cosas que con Joey no por ejemplo.

Muchas de las veces que venía se ponían a hablar de ropa y de chismes y hasta a veces hablaban de las últimas relaciones que tuvo el morocho y se reían como colegiadas. Creo que ni con sus novias hacía eso.

-No puedo creer que mi madre te quiera más a ti que a mí -dijo Tristán apoyado en el umbral de la puerta y Duke con el comentario se dio vuelta, pensó que no le diría ni chau.

-Ya te lo dije… carisma natural -posó y vio como el otro sonreía esta vez divertido. En dos pasos se acercó a él y poniéndose a penas en puntas de pie le plantó un beso en los gruesos labios notándolos calientes por el té que acababa de tomar-. Hasta mañana.

-Tsk.

Se quedó ahí mirando cómo se alejaba en el auto, idiota. Él no era como sus compañeros de futbol, no iba a volver por él. Él no quería, estaba muy seguro de eso… Detrás de una pared cercana la cabeza de la madre de Tristán se ocultó, estaba colorada, se sentía culpable por haber visto eso.

No había sido intencional espiar la privacidad de su hijo, ella solo iba a preguntarle cuál era su plato favorito a Duke cuando vio como estos se besaban. ¿Pero ellos salían? No era que le importase pero siempre vio a su hijo con chicas, no creía que su hijo tuviese ese tipo de gustos, no solo por ser hombre sino por la fuerte personalidad de Duke.

Se moría por preguntar pero respiró profundo, su hijo no debía enterarse de que vio eso. Ojos ciegos, sí, eso. Ella nunca vio nada. No sacaría conclusiones de la nada. No vio nada. Ahora… ¿cómo era esa receta?

+ - + - + - + - +  

-¡No entiendo por qué me dice que no puedo pasar si él fue el que me dijo que viniera! -Joey estaba enojado y a punto de asesinar a la chica pelinegra frente a él.

Y se preguntarán por qué. Bueno todo comenzó hace un par de horas cuando el engreído lo llamó por teléfono diciendo que debía verlo urgentemente por un trabajo, la cosa le sonaba raro así que se negó pero prácticamente lo obligó a ir a su empresa.

El CEO, gracias a los Dioses, había sido claro en las instrucciones. Le dijo que entrara por la puerta principal del primer piso y que hablara con la mujer que estaba el mostrador junto al ala izquierda donde había una palmera grande y un cuadro del dragón blanco de ojos azules, se suponía que ella iba a darle permiso y le explicaría cómo llegar a su oficina.

Ahora… no entendía por qué no lo dejaban pasar, esto ya lo estaba irritando. Es más, un policía se estaba acercando, en cualquier momento lo echarían a patadas y luego Kaiba vendría a quejarse de que no fue cuando en realidad la culpa no era suya sino de él que no avisó que llegaría.

-Señor, ya le dije que no puede pasar -volvió a decirle firme la mujer mientras miraba por un costado como el guardia a lo lejos venía, esperaba que lo sacara pronto así podía seguir trabajando.

-Ok, está bien -Joey la fulminó con la mirada y se dio la vuelta, más les vale a todos que esto lo arreglen rápido o le patearía el trasero a alguien. Sacó su teléfono y le marcó a Kaiba.-. ¿Que por qué llamo? Me dijiste que viniera y…

“Perro, te dije que vineras hace 15 minutos. ¿Siempre tienes que ser tan impuntual?”

-Para que lo sepas llegué hace 20 minutos pero no me dejan pasar. Si me estás tomando el pelo juro que me vengaré, porque esto no es gracioso.

“¿Cómo que no te dejan pasar? Le avisé perfectamente que vendrías y me aseguré de que tu nombre esté correctamente en la hoja que le envié…”

-Pues lamento decirte que ni siquiera me preguntaron mi nombre, solo me dijo “largo”.

“Ya veo… que gente incompetente… lo arreglaré en un minuto”.

-¿Qué opinas de un par de segundos? Porque el guardia enserio parece feliz de poder echarme a patadas y esa bruja está tomando café sonriente… como si fuera divertido ver cómo me sacan de este lugar. ¿Kaiba? ¿Kaibaaaa? Maldito… enserio me cortó. Rayos.

Joey se afirmó a su bolso, si le decían que se vaya pensaba hacer caso, no le daría satisfacción a esa mujer de ver como lo humillaban, irse por las buenas de por sí ya era bastante humillante. Se escuchó el típico “tin” del elevador detrás suyo y vio salir a un agitado Roland de allí que tomó dos grandes bocanadas de aire y en grandes zancadas se acercó a él mientras se acomodaba sus típicos lentes de sol. Le hizo una reverencia hacia delante.

-Señor Wheeler, el Señor Kaiba lo espera en su oficina. Sígame por aquí – Roland giró para caminar al ascensor del otro lado del mostrador.

El guardia se dio vuelta disimuladamente y se marchó. Miró a la muchacha que abrió grande los ojos y comenzó a leer la lista de las personas que podían pasar, “Wheeler” la escuchó leer en un susurró asustada.

Así que Kaiba tenía razón, sí tenía autorización para entrar solo que no habían querido dársela. Otro día más que lo juzgaban por su aspecto, estaba pensando seriamente en comenzar a utilizar traje todos los días.

Entraron en el ascensor y apretó el botón del piso 34, si no se equivocaba Moki le había comentado que la oficina principal estaba en el 36. Joey suspiró al llegar, el jefe de seguridad había pedido perdón tantas veces en el camino que ya llegaba a asustarse.

-Al llegar hable con la secretaria del señor Kaiba, ella…

-Oh no, nada de secretarias que me quieren echar a patadas…

Cuando volteó vio a una mujer de estatura media vestida formalmente y con un perfecto moño castaño en la cabeza, quizá rondaba los 3 o 40, parecía amable, se estaba riendo en este momento.

-No se preocupe, esas no son mis intenciones. Ahora mismo lo escolto hasta allí.

-Está bien -el rubio la siguió alerta de que no hubiese otro plan en su mente, pero la mujer no parecía mala y prácticamente ya le había hablado de su hija y cuantos años llevaba aquí trabajando en los dos tramos de escaleras.

Llegaron a una habitación amplia y allí se podía ver adentro otra habitación más en donde la mitad era de vidrio y podía ver unos sillones negros. La muchacha se arrimó a su escritorio y presionó un botón advirtiendo de su presencia.

Se despidió de ella con una sonrisa tímida y un pequeño gesto con la cabeza y entro en la habitación. Vio al gran Seto Kaiba detrás de un escritorio de madera con millones de papeles que parecía estar leyendo al mismo tiempo que leía también en su computadora, bueno ahora sabía que regalarle para navidad, un par de ojos extras seguro que le vendrían bien.

-Perdona la incompetencia de mis trabajadores perro -¿o el rubio escuchó mal o… le pidió perdón? ¿A él? Volteó, no había nadie detrás de él y ese era su apodo para él, así que sí.

-Da igual, me encanta sentir humillación -el castaño recién ahí levantó la cabeza para mirarle notando lo que ya sospechaba, estaba enojado. Cerró la laptop-. Ohhh, ahora si me prestas atención. ¿Por qué querías que viniera? No me digas, tengo que cuidar a Mokuba.

-No. Tengo una propuesta para ti -lo miró con una ceja alzada. ¿Qué? El CEO le tendió una carpeta y él se acercó hasta hallarse a un lado del escritorio, se quitó el bolso y lo tiró ahí en el pisó. Tomó la carpeta y apoyándose en el filo la hojeo. S sorprendió. ¿Acaso eso era…?-. En la última reunión con Pegasus Mokuba estuvo presente y te recomendó.

-¿Qué? -volvió a mirar las hojas.

Eran imágenes de un monstruo de duelo que no conocía, las imágenes eran diferentes posiciones y no estaban muy bien. Había una narración de los poderes que tenía, era poderosa y el nombre arriba. Giró y miró a Seto, sus ojos lo miraban profundamente.

-Hay que crear el diseño de ese nuevo monstruo para que se produzca su carta, creo que ya conoces el truco del ojo de Pegasus para “crear” nuevos monstruos pero también el motivo por el cual ya no pinta ni hace nada que tenga ver con diseño. Así que solo hace bocetos de lo que ve y cuenta sobre su función. Luego nos juntamos en una reunión para elegir quién será el artista.

-Espera… ¿estás hablando de mí? -Joey se dio vuelta completamente. No quería emocionarse para que luego le dijeran que no, pero ya se había emocionado.

-Pues sí, como te dije Mokuba te recomendó y el viejo estuvo de acuerdo, al parecer les gustaron tus diseños… nada mal perro…

-¿Mis diseños? ¿Qué diseños? Yo no propuse ningún diseño…

-Mi hermano mostró fotos de tus dibujos de algunos monstruos, era lo que buscábamos y listo, la propuesta se quedó -recordó entonces que hacía unos días le había pedido que le pasara fotos de algunos de sus dibujos para mostrarle a Yudai.

Lo agradecido que estaba con Mokuba en ese momento no lo podía decir. Era como un sueño. ¡Iba a diseñar una carta de duelo! Siempre había querido hacerlo. La carrera de arte era muy difícil para conseguir un trabajo pero lo había logrado…

-¡Si quiero hacerlo! ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! -Joey sonreía de oreja a oreja mientras firmaba en las partes que le indicaba con un boli del castaño, obviamente lo leyó, mira si terminaba siendo el perro de ese idiota por no leer. No era escribano pero no vio nada muy raro.

-Parece un niño -susurró el castaño con una sonrisa de costado apoyando la mejilla en la palma. Miraba como el rubio caminaba de un lado a otro y sacaba fotos a las imágenes mientras susurraba ideas.

Después de todo, quizá la idea de su hermano de que lo haga Joey no estaba tan mal, nunca había visto muchos diseños o cualquier dibujo que él haya hecho. A decir verdad las que vio en la reunión eran las primeras si no contaba los dibujitos que se pasaba haciendo en sus cuadernos en la secundaria.

-No puedo creer que hayas aceptado que yo diseñara algo tan importante. Apuesto a que al principio dijiste que sería el motivo por el cual se fundiría la empresa -se sentó en el escritorio junto a su laptop y movía los pies de adelante a atrás, gesto que le recordaba claramente a su hermano.

-Quizá… -realmente iba a decirlo pero ni siquiera le dieron tiempo de hablar, cuando tuvo la palabra ya la decisión estaba tomada, no importaba si se reusaba. Le echó la lengua, otro gesto infantil más.

+

Sin querer golpeó en una sacudida el mueble provocando que se cayera unas hojas, el rubio enseguida se agachó a mi lado a recogerlas. Estaba por estirarme cuando la puerta se abrió de golpe dejando pasar a dos hombres.

Rayos, justo ellos no. ¿Qué hacen aquí? No entiendo la incompetencia de la seguridad allá abajo, había dejado claro que no dejaran pasar a nadie hasta que Wheeler se vaya. Le dije a mi secretaria que podía irse... Maldición ¿por qué ahora?

Coloqué una mano en la cabeza de Joey haciendo presión para que no se levantara, no quiero que nadie se entere de él. Sentí una presión hacia arriba, maldición perro, ¿qué acaso no entiendes que te quedes en el piso?

-Señor Kaiba…pasábamos por acá así que pensamos en que sería bueno saludarle. ¿Cómo le está yendo en ese juego de cartitas suyo? -tsk, idiota. Miré de reojo al suelo, Joey pareció entender y me miraba con el ceño fruncido y la cabeza de costado… perro.

Los dos hombres en traje eran el presidente y vicepresidente de la empresa publicitaria más famosa de la ciudad, para mi mala suerte me vi involucrado con trabajos en común. Si no fueran buenos en lo que hacen no tendría necesidad de contratarlos cada dos por tres. Son unos engreídos para los viejos que son, es más desde acá ya noto la joroba bajo el traje marrón, el pelo negro con canas y las arrugas en la piel pálida del presidente.

-Por suerte para ustedes sí, apuesto a que ganan más dinero publicitando a mí empresa que a cualquier otra, señor vicepresidente -el hombre me miró serio, vestía un traje negro demasiado pequeño, al respirar profundo mientras me fulminaba este parecía que crujiría en cualquier momento.

-Un juego tan absurdo solo dura un par de meses. Pero trabajo es trabajo así hay que a hablar sobre la nueva publicidad, ahí viene ese socio tuyo -respondió de vuelta mirando por el vidrio.

Jiang entró por la puerta con carpetas en la mano, los hombres se acomodaron en los sillones y el los saludó correctamente, se encargaba de la publicidad de mi empresa. No entiendo como llegué a esta situación, esos dos parecen haber robado mi oficina.

-No se preocupe señor Kaiba, puede seguir estudiando para sus estudios, trataremos de molestarlo solo en lo imposible – ahora me trata de niño… maldito presidente…te voy a…

¿Qué rayos? Joey… esta... entre mis piernas… tocando mi... Abrí los ojos como platos, aun así nadie estaba mirando. Miré hacia abajo, sonreía maléficamente apoyado en mis piernas, tomó mis rodillas y las separó para colocarse él en ese lugar. No irá… volví a levantar la vista, seguían sin prestar atención. 

-Ni te atrevas perro -le susurré y el solo me guiñó el ojo mientras me masajeaba suavemente con una sonrisa. Genial, eso fue lo necesario para ponerme duro. Luché con él para que no desprendiera el botón del pantalón.

-¿Qué opina de eso Señor Kaiba? -preguntó mi asistente, por suerte escuché la conversación de una u otra manera. Los observé serio y sin moverme del lugar, Joey aprovechó para desabrochar mi pantalón. Sentí un par de dedos tibios y largos envolver mi falo.

-Ya discutimos el tema Jiang, solo actúa y no te dejes manipular -el hombre joven asintió y llevé las manos al teclado, disimula Seto… disimula… Hay maldición.

Llevé una mano a su cabeza rubia, cinché hacia atrás hasta que vi sus ojos burlones y mi pre-semen resbalando por la comisura de sus labios. ¿Cuántas veces he dicho maldición ya? Ese chico, se atorará si se lo sigue metiendo hasta el fondo. Mi mirada va del rubio a esos tontos.

Quizá pasaron 5 minutos en los que estuvo jugando allí abajo pero parecían 20 minutos en el mismo cielo. No pude responder preguntas más que con monosílabos y me escondía detrás de papeles que fingía leer, te asesinaré perro. Escuché como tragaba y lo miré, gotas blancas caían al piso alfombrado desde la punta de mi miembro que estaba a dos centímetros de sus labios y estaba bajando de tamaño. Escurría la saliva media blanca en la suave piel y me miraba con satisfacción. ¿En qué momento me convertí en un pervertido? Porque no me importaría ir a la cárcel por violación.

-Como siempre es bueno hacer negocios con sus jueguitos -el presidente hizo una inclinación y su compañero se tapó la boca con una mano para “disimular” su risa por el comentario. Pero que me importa a mí, ya estoy de buen humor.

El más joven se acercó al escritorio mientras sentía sudor frio caer por mi piel, no tengo idea de que diré si lo nota. Dejó la carpeta con todo revisado sobre el escritorio frente a mi justo cuando terminaron de abrochar mi pantalón unas manos pálidas que se escondieron rápido.

Solo los despedí con una seña de cabeza. Y vi como salían de mi oficina, sentí un par de brazos envolver mi cuello y una maraña de pelos hacerme cosquillas en la oreja izquierda.

-¿Debes soportar ese tipo de gente todo el tiempo? Con razón siempre estás tan estresado, son personas horribles.

-Oh… ya no debes preocuparte por eso. Encontré la forma perfecta para relajarme –Joey se rio con ganas mientras seguía manteniendo sus brazos alrededor de mí, algo se revolvió en mi pecho.

+ - + - + - +

Joey caminaba por las calles, acababa de salir de la estación y se dirigía a casa. Aún no podía creer la oportunidad enorme que Mokuba le dio, debía llamarle para agradecerle y se esforzaría al máximo para que le gustase.

-Yugi… estoy en casa -se quitó los zapatos y el abrigo junto a la bufanda y el gorro, al fin un lugar caliente.

-Bienvenido. ¿En dónde estuviste? -El tricolor estaba en la cocina haciendo té, tomó una taza más y la llenó.

-Kaiba me había llamado para que fuera a su oficina -tomó del líquido que quemó agradablemente su garganta, al levantar la vista vio como lo miraban con el ceño fruncido y le sonrió para tranquilizarlo, caminó hasta su bolso donde sacó el manojo de hojas y colocándosele detrás se las pasó para el frente-. Me ofreció una propuesta que acepté, ¡voy a diseñar la nueva carta de duelo!

-¡¿Qué?! ¡Joey, eso es fantástico! -el tricolor dejó la taza y lo abrasó mientras hojeaba los bocetos y leía los poderes-. Parece que es una criatura acuática. Seguro que lo harás genial y podrás utilizar todos esos colores azules que has estado utilizando en sus pinturas los últimos meses.

-Tienes razón, no es una mala idea -llevó una mano a su pera mientras observaba un cuadro blanco que esperaba ser pintado, la imaginación fluía rápido y ya estaba pensando varias ideas.

Tomó por la cintura a Yugi y lo alzó para luego tirarlo al sofá, él se puso arriba y lo besó siendo correspondido. Las manos de Yugi se enredaron en su cabello y se dirigió a besar su cuello bajando por la clavícula. Desprendió los dos primeros botones de la camisa blanca y mordió un pezón.

-Ah… ¡Espera! No puedo ahora… Yami vendrá a recogerme en un rato… -Yugi puso una mano en su pecho deteniéndolo y le dio un suave beso antes de escabullirse de sus brazos.

Diez minutos después el rubio se encontraba solo, tenía la sensación de un dejavú, quizá era porque lo había vivido durante… ¿desde que Yami volvió?

+ - + - + - +   

Paso otra semana, era viernes pasado el mediodía y el chico de ojos mieles pintaba por segunda vez un boceto a óleo. Estaba satisfecho con el primero, pero él sabía que podía hacerlo mejor.

Se tomó un descanso tirado en el sillón, Yugi se había ido de vuelta diciendo que vendría tarde… de vuelta. Hacía tiempo que no pasaban tiempo juntos y es más sin que ambos se den cuenta habían pasado su aniversario cada uno con otra persona. Hacía tres días había ido a la mansión Kaiba mientras que Yugi se fue con Yami.

Rayos, no entendía como ese hombre aprendía tan rápido pero esta vez lo complació de forma diferente y para su pesadilla de esa noche recordarlo solo lo prendía más.

Desprendió su pantalón y lo bajo dejando toda su pelvis al aire. Estuvo tocándose hasta que se corrió pero no parecía suficiente así que volvió a mover su mano por su falo hasta que el placer le llegó al bajo vientre como un hermoso cosquilleo.

Enserio había disfrutado lo que Seto le había hecho, pero él no era así, ¿verdad? No podía haberle gustado…

Llevó la mano manchada con el líquido blanco hacia su trasero y se colocó de costado mientras separaba para poder llegar. Acarició con delicadeza y metió un dedo.

Después de media hora se encontraba en la ducha lavándose el pelo con furia. La vida estaba bromeando con él otra vez. No podía gustarle eso tanto, diablos, había disfrutado masturbándose mientras se tocaba por atrás.

Ahhhh. No es cierto. No es cierto. No es cierto.

De todas formas estaba seguro que no lo había sentido así cuando el castaño lo tocó. Quizás era porque sus dedos son más largos y el semen que utilizó era suyo para que se acostumbrara. O quizá era que lo habían hecho en su cama, siempre olía a él y eso lo mareaba lo suficiente como para sentirse bien el doble. O solo el hecho de que fue él…

No… ¡Joey! ¿Qué haces Joey? Mira lo que provocaste…

El rubio volvió a cinchar de sus cabellos mientras se gritaba mentalmente a punto de llorar, otra vez estaba preparado para la acción y no parecía que iba a bajarse solo por el agua. Miró hacia abajo suspirando. Bien, bien. No es como si eso le disgustase, ¿pero por qué se tenía que levantar al pensar en Kaiba...?

Volvió a mover su mano en un ritmo lento, mientras que de su garganta salían quejidos de aguantar los dulces y gemidos suaves. Y se apoyó en la pared de la ducha para luego ir cayendo hasta quedar sentado bajo la lluvia artificial que enfriaba su caliente cuerpo.

Ya eran las nueve cuando Yugi llegó cansado pero feliz, había jugado varios duelos contra los Yamis para ayudar a la programación de la nueva arena de Pegasus. Se sacó lo zapatos y el abrigo y se dirigió a su habitación y se encontró a Joey desnudo colocándose el pantalón del pijama, sentía su cara arder… era algo que no podía evitar.

-Ho-hola -entró a la oscura habitación acercándosele y lo abrazó por detrás apoyando su cabeza en su espalda.

-Hola, ¿cómo te fue? -Joey se dio la vuelta y lo abrazó también dándole un beso en la frente.

-Bien. ¿Te aburriste mucho? -preguntó temeroso, lo olfateó sintiendo claramente el olor a su champú, olía a piel y en sus manos a su espalda cayeron gotitas de agua desde su pelo.

-No, estuve pintando todo el día -Joey estaba seguro de que no debía contar que la mitad de su día consistió en darse placer pensando en su peor enemigo.

Ya se habían acostado frente a frente mientras que hablaban a susurros de cualquier cosa, después de todo eran mejores amigos antes que pareja y tenían mucho de qué hablar. Yugi se estiró y posó sus labios sobre los de Joey silenciosamente y al segundo ya le estaban correspondiendo.

Se estiró un poco más apoyando su codo en la cama y profundizando el beso. Ya hacía mucho que no disfrutaban el uno del otro y ya era hora de demostrarse un poco de amor. Yugi llevó su mano libre a la mejilla derecha de Joey.

-Espera -Joey se separó alejando la mano del pequeño, sus ojos se cerraban de a poquito-. Estoy muy cansado, hoy tuve que ir más temprano a la universidad y el día me agotó. ¿Qué tal si lo dejamos para otro día?

El rubio no creía que su cuerpo diese para más, después de cómo había decidido pasar la tarde en soledad. Su cuerpo ya estaba lleno de placer.

-Cla-claro… no hay problema -el tricolor se alejó despacio viendo como su pareja le sonreía en agradecimiento para luego darse vuelta para dormir.

La sorpresa lo inundaba y seguía sin moverse realmente, no sabía si debía apoyar la cabeza en la almohada finalmente o hacer algo. Esto nunca había pasado.

¿Qué estaba pasando? Él era el que siempre quería más pero ahora…

Termino acostándose suavemente y pestañando tratando de entender que sucedía. Se dio la vuelta él también y cerró los ojos, la verdad que también estaba agotado pero aun así quería.

De apoco el ojo amatista se durmió, cada uno en un extremo de la cama envueltos en las gordas frazadas que los protegían del viento frio que se colaba por las rendijas de las puertas y ventanas.

+ - + - + - + - +

Era 8 de diciembre ya y parecía que el cielo luchaba para aguantar la nevada que de seguro caería en cualquier momento. Claramente ninguno festejaría la navidad como algo tan importante pero para Ryou, a quien realmente le encantaba esta fecha, fue divertido recorrer por todos lados en busca de adornos para su casa.

En la mañana Duke y Tristán le sorprendieron trayéndole un pino verdoso y de abundantes ramas que él no había podido encontrar y ahora se encontraban todos en el centro comercial para acompañarlo a comprar adornos para su hogar.

-Oye Yugi, ¿las cosas con Joey están mejor?-preguntó Ryou al tricolor que no parecía tener buena cara hacía una semana y luego de contarles a él y Malik al respecto no sabía que opinar.

Obviamente que quería ayudar a su amigo. Era muy importante para él, ¿pero está bien dar consejos sobre una relación cuando tú nunca estuviste en una? A parte tampoco sabía que decir al respecto y esto no le gustaba. Como amigos tenían la necesidad de apoyarse.

-Sí, creo que ya estamos mejor. Joey terminó con las pinturas y ahora falta pasarlo a computadora y luego a hologramas. Dijo que era complicado, pero al menos ya no va hacerlo todo él solo. Tendrá más tiempo.

-Debes estar feliz por eso -Malik pasó un brazo por los hombros del más bajo mientras llevaba bolsas con moñas y brillos para decorar-. Por cierto, ¿dónde están los demás?

Comenzaron a dar vueltas por todos lados en su búsqueda hasta que llegaron a un sitio de juegos donde encontraron a Akefia y Joey compitiendo en un duelo de baile mientras Yami y Tristán jugaban carreras de motos.

-Mira lo que conseguí para ti -Marik apareció de repente por detrás de ellos y colocó un Kuribo de peluche frente a Malik, Duke venía detrás de él quejándose de no poder haber sacado nada.

-Apuesto a que utilizaste magia – afirmó simplemente pero aun así lo tomó, era blandito y gordito, le daba mucha ternura. Sonrió ligeramente.

-Claro que no, no necesito la magia para hacer algo tan genial -Marik se cruzó de brazos mirándolos con superioridad. Yugi y Ryou aguantaron la risa y Malik levantó una ceja.

-Sí… apuesto a que sacar un peluche es algo imposible. Vámonos -el menor se fue con los otros tres siguiéndolo.

No entendía por qué siempre hacia eso. Trataba de esforzarse pero para él nunca parecía suficiente, pero la última vez que quiso darle algo que estaba a su altura se enojó. Tratar con él era más difícil que con una mujer y eso… le encantaba. Sonrió.

Fueron a comer hamburguesas y luego se separaron para volver a sus hogares. Akefia había convencido a Ryou de llevarlo hasta su casa ya que las bolsas serían un poco incómodas para viajar en tren y claramente se podrían romper.

El viaje fue bastante entretenido comparado con otros, ninguno era de hablar mucho cuando estaban juntos pero sentían que eso era suficiente aunque no les costaba sacar un tema y poco a poco el albino dejaba su miedo a estar encerrado junto a él.

-Hay no… -susurró el egipcio cuando estaban a dos cuadras de llegar.

-¿Qué sucede? -Preguntó preocupado el pequeño y notó como un lado del auto parecía caer, desde donde estaba se veía levemente inclinado hacia su lado.

-Se pinchó una rueda. Voy a estacionar y me fijo mejor.

Estacionaron justo frente a la modesta casa del chico y este se bajó con cuidado, abrió la puerta de atrás y tomó las bolsas. Akefia estaba agachado mirando la yanta de adelante a su lado.

-Tsk, si, tenía razón. Llamaré a una grúa y la repararé en casa.

El peli plateado marcó en su celular un número y se lo llevo a la oreja. Ryou se apoyó en el portón de su casa con las bolsas, al menos le haría compañía hasta que lograra solucionar el problema. Lo vio caminar de lado a lado de la acera sin decir una palabra mientras repetía para adentro lo incompetentes que eran por no atenderle.

Guardo el celular y lo miró con cara de disculpa. Akefia sacó de su muñeca una goma y se ató con ella el pelo en una cola alta que hacía resaltar sus ojos para nada cotidianos, Ryou había aprendido que era una acción que solía hacer cuando estaba un poco nervioso o no sabía solucionar un problema.

-A todos lados que llame me da ocupado, el último dijo que vendrían en 3 horas -Ryou asintió lentamente y vio como sacaba las llaves del auto-. Hace frio será mejor que entres. Yo esperaré dentro del carro.

-Amm… si qui-quieres puedes entrar conmigo. Son muchas horas -bajo la mirada colorado, hasta ahora no había puesto (supuestamente) un pie dentro de su casa. Sentía que aún no estaba listo pero ahora eran amigos, ¿verdad? No pasaría nada y se sorprendió de la rapidez con la que se lo ofreció, ni siquiera se paró a pensar ni un solo segundo en las posibilidades que le podrían jugar en contra.

-No quiero presionarte Ryou -negó con la cabeza y tembló al escuchar su nombre salir de los labios oscuros y egipcios-. Estaré bien. Ya entra que hasta tiemblas de frio.

Ryou abrió el portón de la casa y se metió con las bolsas, se detuvo y lo mantuvo abierto en clara espera de que él también pasara. Vio como le sonrió de costado y sintió su cara arder mientras bajaba la cabeza. Caminó hasta su lado y tomó suavemente las bolsas.

-Al menos déjame ayudarte con esto.

Cuando entraron se sintió el claro olor a pino recién cortado y dejaron las bolsas en el sillón donde este estaba. El dueño del hogar se dirigió a la cocina y puso a calentar agua para hacer té, seguro que eso les aliviaría el frio de las calles.

Se sentaron en el suelo, bebían y hablaban de cualquier cosa, mientras tanto abrían las cajas con adornos para el árbol y los iban separando por color, por brillo, por tamaño…

Llevaban la mitad de los adornos, Ryou se había extendido también a decorar con guirnaldas y moños las escaleras y manteles navideños para las mesas.

Akefia fue a ver como estaban quedando los adornos de los que se encargaba el otro cuando lo vio, allí arriba de la mesa estaba el pasaporte de Ryou y una carta ya abierta de la que salía un boleto de avión.

-Kura, ¿puedes alcanzarme ese adorno? -Ryou hacía señas a una estrellita dorada que estaba en el suelo bastante alejada de la sima de la escalera.

Se la alcanzó y mirando hacia la mesa dijo-. ¿Te irás?

-¿Eh? Ah… eso -se sentó sobre sus talones mirando hacia el mismo lugar-. Pues sí, iré a pasar la navidad a la casa de mi abuela y volveré para pasar año nuevo con todos.

-Ah -dijo simplemente el egipcio; mentiría si dijera que no se le habían ocurrido una que otra idea para estar con él ese día-. ¿Tu padre también estará?

-Dijo que sí la última vez que hablé con el -el peliblanco bajo la cabeza jugando con sus dedos. No le molestaba hablar de ese tema con él ya que seguramente entendería más de lo que entendían sus otros amigos, él lo vivió en carne propia.

-¿Y cuándo fue eso? -Akefia había subido la escalera y ahora se encontraba uno contra cada pared del pasillo que se terminaba abriendo hacia un gran ventanal donde al pequeño le gustaba sentarse a leer.

-Hace tres semanas, no hablamos mucho; llama a preguntar si me falta dinero, si pagué el alquiler y asegurarse de que mis notas son buenas. Ya fue bastante difícil elegir una carrera que él no quería.

-No deberías de preocuparte tanto lo que él diga -los ojos oscuras enseguida se dirigieron a los suyos y frunció el ceño en desacuerdo-. Sé que es tu padre, pero el que trabajará el resto de su vida para mantenerte vas a ser tú, si lo disfrutas él no puede ser el obstáculo que te detenga Ryou.

-Lo sé, lo intento pero…

-Te da miedo -finalizó el otro y Ryou asintió, vio como bajaba una lágrima por la mejilla pálida y enseguida se le arrimó y con cuidado lo abrazó.

Ryou correspondió y Akefia no sabía si sentirse feliz o culpable por aprovechar la situación. Aunque quizá no se estaba aprovechando, quizá no tenía problema en abrasarse a él como salvavidas en este naufragio que era su vida. Después de todo era su Yami, su otra mitad por muchos años y sabía más de él que él mismo.

Se sentía protegido entre sus grandes brazos que lo aprisionaban cálidamente.

+ - + - + - + - +

Akefia llegó a la mansión y se encontró a un Yami sonriente que lo miraba desde el centro de la escalera, lo hacía resaltar y le recordaba sus tiempos siendo el faraón.

-¿Por qué me miras? -Soltó con brusquedad.

-Nada, solo me sorprende lo ágil que eres para engañar a tu hikari. ¿Tan mal está su relación que tuviste que llegar a ese punto?

-No sé de qué me hablas.

-¿Te quedaste sin magia acaso? -Insistió el bicolor viéndolo subir los infinitos escalones alfombrados, no le respondieron-.Porque estoy bastante seguro de que un parche para yantas no debe de ser muy difícil de hacer.

El peli plateado le pasó por al lado con las manos hechas puños en los bolsillos de su sudadera sin mirarlo pero frunciendo el labio por la molestia que le causaba su ¿gemelo no tan gemelo?

-Agendé yo mismo el número de la automotora privada en tu celular, no demorarían más de cinco minutos en llegar allí. Me sorprendió que dijeras que habías llamado a muchas otras y no te atendieron.

-Simplemente lo olvidé -habían entrado en la sala de entrenamiento y el ojo lavanda se paró en medio de la cinta de correr y le puso velocidad media.

-Aja… también me sorprendió el hecho de que no te hayan atendido en otros lugares. Sabes que Atsushi hace bien su trabajo, cuando le conté llamó a varios lugares para quejarse del mal servicio y que sorpresa el hecho de que nadie había recibido una llamada de tu parte.

-Pues no se deben acordar.

-Tienen registro de llamada, ni siquiera discaste su número y lo comprobamos en muchas por el simple hecho de que me da gracia -sentado en una banca cruzado de piernas y entubado en cuero, lo miraba sonriendo, no podía creer lo lejos que había llegado-. Ryou me llamó a Mí hace un rato.

Apagó el aparato y detuvo así el trote. Todos eran amigos, era normal... pero llamadas personales… está bien, si era normal… pero no importa. No podía evitar ponerse así. Lo miró serio en clara espera de respuestas.

-¿Qué precisaba?

-Oh nada grave para ti, puedes relajarte. Solo me llamó para decirme que te habías olvidado de tu abrigo en su casa, ya que cuando te llamo no le contestaste -revisó su teléfono afirmando que si lo había hecho, tenía dos llamadas perdidas, rayos-. Y por simple curiosidad le pregunté hace cuanto que estabas en su casa. Me dijo tres horas, que eso fue lo que demoraba la grúa, lo cual me parece curioso teniendo en cuenta que me llamaste hace solo media hora.

Akefia volvió a prender la corredora pero esa vez a máxima velocidad, necesitaba gastar su energía para no usar a Yami como saco de boxeo.

-A mi conclusión te ganaste un premio al actor del año, felicidades las clases de teatro te funcionaron bien, podrías ser un buen actor de drama. Así que lo engañaste con la grúa, lo engañaste en el tiempo para que te dejara pasar y todavía dejas tu abrigo… lo cual es la excusa más vieja para poder volver.

-¿Ya terminaste? Cierra tu puta boca y vete Yami -sentía gotas de sudor caer desde su cabello y sus puños corrían al frente apretados.

Yami se fue de ahí riéndose a carcajadas susurrando lo desesperado que estaba para que Ryou lo tuviese en cuenta al menos.

+ - + - + - + - + - +

-Este invierno sí que promete estar frío.

Joey y Yugi llegaban al apartamento duritos de frío, desde los dedos hasta sus rojas narices y orejas. Por suerte brindaban con aire acondicionado que les aliviaba mientras estaban parados debajo de este calentándose.

-No es suficiente, me iré a dar un baño caliente -Joey caminó a su habitación en busca de una nueva muda de ropa y después a baño.

El pequeño tricolor se sentó en el sofá y suspiró; solo quedaba una semana de clase y sería libre ya, los exámenes y trabajos a entregar lo estaban matando. Además ya casi no estaba en casa o al menos no estaba en casa para no hacer nada, había prometido que ayudaría en la construcción de la nueva arena de Pegasus por lo que ahí tenía más tiempo fuera de la casa.

Veía poco a Joey y después de lo que pasó la última vez…

¿Qué tal si volvía a suceder? ¿Era simplemente normal que pasara algo como eso?

Al menos debía intentarlo. Hacía mucho que no compartía un tiempo con él, de esos que tenían al principio de su relación, esos momentos que le sorprendieron porque le encantaron y deseaba repetirlos día tras día.

Se paró muy decidido y prácticamente corrió a su habitación, se sacó todo lo que llevaba y dejó cuidadosamente el rompecabezas sobre su mesa de noche y se envolvió en su bata de baño.

Abrió con mucho cuidado la puerta del baño y se metió en puntas de pie sobre las baldosas frías. Se encontró a Joey en la bañera de la que salía vapor, apoyaba la cabeza hacia atrás y tenía los ojos cerrados.

-También tengo frío -dijo llamando la atención del rubio quien sonrió al oír su voz mientras abría sus amielados ojos.

-Entonces ven, te haré un espacio - estiró una mano invitándolo y cuando Yugi se acercaba lo señalo con el dedo índice mientras sonreía de costado-. Pero obviamente tendrás que quitarte eso, estás más hermoso así.

Ambos desnudos en la tina suspiraron al sentir el agua caliente descongelar su piel, se acercaron mutuamente juntando sus labios en un beso que terminó con uno a horcajadas del otro. Su dureza era notoria y eso solo hacía que todo se intensifica aún más.

Joey volvía a estar en la cama sintiendo como su parte baja hacía cosquillas de placer por la lengua del otro y ya estaba por acabar cuando Yugi se levantó a besarle sin detener su movimiento con la mano en esa parte sensible.

-No te de-detengas -Joey soltó un ronco gemido al terminar-. Se… Se... ¡Seto!

Y ahí comenzó el problema.

Con el ceño fruncido y con los labios temblando, Yugi se apartó lentamente del cuerpo que cansado tras un orgasmo ignoraba lo dicho por su afilada lengua. El nombre se repetía una y otra vez en su cabeza y está negaba lentamente. Había escuchado bien… muy bien… eso no era normal… esas cosas no debían pasar en una relación.

¿Entonces por qué pasó?

Joey al fin fue consciente de lo que pasó cuando sintió el peso faltante de otro cuerpo sobre el colchón. Se sentó rapidísimo y encontró a Yugi parado en la oscuridad de la habitación de ventanas tapadas, sus ojos estaban abiertos de par en par y esas amatistas comenzaban a llenarse de lágrimas al ritmo de los movimientos bruscos de sus labios.

-No lo entiendo.... -susurró simplemente y es que, ¿quién iba a entender?-. Todo este tiempo me engañaste…

-Yugi, yo realmente lo siento. Puedo explicarlo -Trató de pararse pero algo lo envió de vuelta al colchón.

El ojo de Horus brillaba como sol en la frente del pequeño que lloraba a cántaros esta vez y se vistió con la ropa que dejó tirada de hoy mientras mantenía una mano en el corazón. Ese gesto molestó a Joey, si a alguien tenía que echarle la culpa debía ser a él también, se había equivocado pero no era el único.

-Yugi, por favor, hablemos.

-¡No quiero hablar contigo! Ya no sé si me vas a decir la verdad o si simplemente me vas a mentir Joey. Siempre le tuve terror a tener una relación pero aun así estaba dispuesto a perderme contigo.

-Yugi… -Joey no pensaba dejar de insistir mientras se movía hacia todos lados tratando de liberarse de aquel hechizo y se sentía un poco humillado del hecho de que aún estaba desnudo, no era la manera en la que quería perder a una de las personas más importantes en su vida.

-Basta -sollozó y pasó su objeto milenario por su cuello, a decir verdad era la primera vez que lograba hacer magia sin llevarlo puesto, tomó su disco y baraja al final-. Todo este tiempo que ibas a la mansión Kaiba… pensaba que era por Mokuba…

-¡Lo era! Yugi libérame por favor.

-¿Cómo quieres que te crea ahora? ¿Me engañaste o no?

-Yo… Yugi… yo…

Sencillamente salió de ahí corriendo, no necesitaba más que oír. Era un cobarde pero si tenían que hablar, y tenían, lo harían otro día porque ahora sentía que no era capaz de tomar la opción correcta así como mantenerse de pie.

Recién soltó el hechizo cuando se encontraba corriendo por las calles de Dominó en camino a la casa del Peliblanco, ahora necesitaba refugiarse donde no fuera una molestia, ni engañado y necesitaba apoyo de sus dos amigos y que no contaran nada.

No sabía de dónde había salido a energía que utilizó para correr todo el camino que llevaba su destino. Al llegar agitado a media cuadra vio a Akefia irse en un taxi, le extrañó ya que Ryou no lo dejaba entrar a su hogar pero eso no era lo importante.

Tocó la puerta de madera desesperado, sus piernas no aguantaban, caería en cualquier momento y ya no sentía sus manos ni sus pies.

-Kura olvidaste tu… ¿Yugi?

Así como le abrieron la puerta, calló. El pequeño se encontraba entre brazos seguros mientras lloraba todo lo que se había aguantado en el camino y al cerrarse la puerta se quedaron ahí en el piso ya que el de ojos oscuros no era capaz de soportar el peso muerto y menos las penas que este acarreaba.

-¿Qué pasó? Estás congelado. ¡Yugi está nevando, pudiste al menos ponerte un abrigo! Vamos al baño.

-No -el solo hecho de pensar en una bañera le hacían caer más lágrimas, él solo necesitaba el calor que un cuerpo proporciona al dar un abrazo así que se prendió de la cintura del chico a su lado.

Al final terminó en la bañera con ropa y todo, el cambio radical de temperatura en su cuerpo le molestaba pero Ryou no se mostró flexible, se terminaría enfermando seguro.

-Te lo preguntaré otra vez Yugi y no te sientas presionado a contestarme ahora pero lo hago para poder ayudarte. ¿Qué pasó?

Lágrimas silenciosas caían por las mejillas del duelista de solo recordarlo.

-Joey… él…

-Yugi, si se pelearon no tienes que ponerte así. Esas cosas ocurren todo el tiempo en una relación, todo va a estar bien. Ya verás. Pronto volverán a besarse a escondidas mientras nadie los ve y…

-¡NO! No lo entiendes, no volverá a suceder.

-Yugi…

-El me engañó -soltó con voz ronca y Ryou que estaba de cuclillas cayó de trasero al suelo abriendo los ojos como platos, esperaba haber oído mal, eso no era posible, ¿verdad?-. Me engañó con Kaiba.

+ - + - + - + - + - +

Otra vez me está haciendo lo mismo. ¿Cómo quiere que confíe en él si siempre me hace lo mismo? Se suponía que iríamos a mi casa pero no, de nuevo agarró para donde quería y no parecía dirigirse a la mansión Atemu.

-¿A dónde piensas secuestrarme ahora? -pregunte.

-Encontré un lugar lindo el otro día, así que quería llevarte.

¿Está bien? Bueno al menos es mejor eso antes de que me diga que enserio piensa secuestrarme. Estábamos subiendo una montaña, lo reconocía, nunca había ido pero solían hacer fiestas ahí para ver los fuegos artificiales que había en algunas festividades. Yugi me contó que era una vista hermosa de la ciudad.

Y pude comprobarlo cuando nos arrimamos a esa pendiente en la que todo estaba claro. Podía ver toda la ciudad desde aquí y realmente era hermosa. Muy bien, acepto que esto era otro punto para él.

Cuando me di vuelta a verle colocó una flor tras mi oreja que recién había arrancado del árbol junto a nosotros, tenía suaves pétalos de color rosa.

-¿Una flor para otra flor? -Me hizo una reverencia y me reí.

-Eres muy cliché -con las risas compartidas la pobre flor terminó en el piso-. Creo que eso no es una buena señal.

-Rayos -suspiró mirando la flor que nos separaba.

Me di vuelta cuando sus ojos conectaron con los míos, no los soportaba tan intensos como ahora y no quería arruinar la atmósfera que se había creado riéndome de su nariz roja y de cómo temblaba por el frio, quizá fuera por la altura pero podía jurar que era más intenso que antes.

-El profesor Kurokawa está cada vez peor, ¿no crees? -escuché como tronaba los dedos, se notaba el esfuerzo por sacar un tema.

-Sí, realmente no creo tener tantas ganas como para hacer ese montón de tareas en vacaciones -al menos hablábamos de algo.

-Hablando de eso, ¿irás a competir? -Se apoyó con las manos en la barandilla y yo decidí pasar las piernas sobre ella sentándome mirando la ciudad. Si me caía sería doloroso, así que espero que no suceda.

En Corea la empresa de juegos asociada a Ilusiones Inc. preparó una competencia Duelo de Dados del Calabozo. Duke decidió invitarnos a mí y a Yugi, sería los primeros días de vacaciones así que podría pasar la navidad con mi familia.

-Sí, me llegó la invitación ayer, que mal que no puedas venir -miré mis pies colgantes, daba vergüenza admitirlo.

Giré un poco la cabeza y vi de reojo como tenía una pequeña sonrisa, tenía las manos enguantadas cerradas en puños en los bolsillos y vaho salía de entre sus labios.

-Es injusto, cuando le pedí a Pegasus que me dejara ir me dijo rotundamente que no -se rio bajito y decidí darme la vuelta pero aún seguía sentado allí.

Me uní a su risa y se acercó a mí. Últimamente se notaba la relación extraña que teníamos. Parecía que nuestros ojos se buscaban como dos jóvenes enamorados, no importaba que era lo que estaba haciendo mis ojos parecían estar conectados como imanes a su figura.

En clase lo miraba, en los recesos lo miraba hasta que alguien lo notase y se riese, se habían convertido en equipo para trabajos y el sonrojo en sus mejillas a veces parecía permanente. Y como no iba a dejar de hacerlo si siempre que lo miraba él también lo miraba.

Al levantar la vista, Marik está frente a mí, está muy serio, según lo que me contó Yami estaba furioso cuando le dijeron que no podía ir porque tenía clases particulares importantes. Levanto su mano estirándola hacia mí luego de sacarse el guante.

Corrió mi cabello colocándolo detrás de mí oreja y acarició mi mejilla, sus dedos se sentían ásperos pero aun así no pude evitar cerrar los ojos y dejarme hacer, apoyándome en su palma. Con su índice delineó mi labio inferior y se agachó sosteniéndome desde la barbilla evitándome por completo mirar algo que no sean sus ojos y esas cicatrices en su rostro que no hacían más que encantarme.

Se alejó con el ceño fruncido. ¿Enserio? Una vez que no me iba a negar… ¿y él se aleja? Marik miraba hacia su hombro y luego hacia arriba. Estiró los brazos con las palmas al cielo y sobre ellas y a su alrededor caían diminutos copos de nieve.

Por Ra. La cara de esta momia vale más que cualquier beso que pudiese darme. Me pare y caminé hacia él mirando su palma, la cerré en un puño que envolví con mi mano y le miré sonriente.

-Es nieve -le susurré.

-Está fría.

-Un gran cambio desde Egipto, ¿verdad?

El solo asintió suavemente mientras volvía a sentir el frío sobre su piel expuesta. La primera vez que vi nieve fue hace más de un año, a mitad de noviembre, habíamos ido a una fiesta y nos quedamos todos en mi casa; al despertar el jardín estaba teñido de blanco al mirar por la ventana y no se esforzó para abrigarse y así salir.

-Es hermosa.

-Créeme, lo interesante se le irá en un par de días cuando ya no soportes el frío. Oye, ¿qué haces?

Tiró de mí y me envolvió entre sus brazos apoyando su barbilla en mi cabeza y al separarme me miró a los ojos intensamente.

-Aun así no es lo más hermoso que he visto hoy, ni ayer. Ese puesto lo tengo reservado para un chico que me hizo perder los estribos hace años.

Muy bien, solo porque lo que dijo fue bonito sino no lo dejaría besarme después de que la última vez se terminó alejando. Sus labios estaban a milímetros de los míos. Sentí mi celular vibrar en mi bolsillo y una canción peculiar.

-Ignóralo… seguramente es tu hermana.

Sus manos sostenían mis mejillas y ahora sentía sus labios secos rozarme, no logré evitar pasar la punta de mi lengua por mis labios y tragar saliva suavemente. Enserio lo quería pero esa canción, esa canción es…

-Tengo que contestar.

-Por favor no lo hagas.

-No quiero arrepentirme de no haber contestado.

La canción volvió a sonar por segunda vez, enserio quería que yo contestara. La había elegido Yugi para cuando él llamaba. Tercera vez que llama. Él no suele hacer esto. Me separé lentamente pero el mantuvo sus manos en mi rostro.

Fruncí el ceño al responder.

-Yugi, ¿estás llorando?

“Ma-Malik, yo… no sé qué pasó y…”

Su voz parecía ahogarse en cada palabra que trataba de decir, y me sentía orgulloso de poder entenderlo, aunque solo se debía a la práctica.

-Yugi, respira, ¿sí? Dime que pasó. Me estás preocupando.

“Nosotros estábamos… cuando él… él-él dijo… dijo”. Escuché un fuerte llanto y me zafé de esas manos dándome vuelta, ahora había alguien más que necesitaba de mi atención. “¡No entiendo por qué pasó esto! ¿Hice algo mal? Marik ¡¿por qué me pasó esto?!”

-No entiendo Yugi. ¿Dónde estás? ¿Está Joey contigo? -apenas terminé de decir eso se escuchó como el llanto aumentaba.

“¿Malik? Soy Ryou… ven a mi casa por favor. Y rápido. Yugi está… está muy mal”.

Ni siquiera me despedí de ellos, no importa que acabo de perder algo que enserio quisiera, porque me necesita. Es mi mejor amigo, tengo que ayudarlo.

-Llévame a la casa de Ryou.

Notas finales:

¿Les gustó?

Gracias por leer como siempre!!

Nos vemos en el próximo capítulo!!

 


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