10 de noviembre de xxxx
Después de unos días me encuentro en el país en el que comenzaré a vivir. Las personas encargadas me dijeron que pasarían un par de semanas para que se me asigne una familia. Mientras viviré en un tipo de albergue. Llegué en la noche a mi nueva ciudad y todo era muy silencioso. El conductor del coche en el que me encontraba estaba muy relajado. Yo seguía teniendo miedo. Nadie estaba disparando o lanzando granadas, pero yo aún podía escuchar esos sonidos; como cuando me encontraba en el sótano de mi casa, solo y esperando a que alguien me rescatara.
Ahora era diferente. El albergue estaba lleno de niños y chicos de mi edad. No había ningún adulto. Los más pequeños jugaban y los demás los observaban con miradas vacías. Estábamos a salvo, lejos de la muerte, pero ya estábamos muertos. Extrañaba a mis padres. Se habían muerto un par de días atrás. Yo había visto como explotaban. Las personas encargadas me habían dicho que todo iba a estar bien, pero no les creía. Tenía miedo de explotar yo también.
12 de noviembre de xxxx
Hoy conocí a mi nueva familia, o más bien las personas con las cuales iba a vivir por un largo tiempo. Son dos señores muy altos y blancos. La mujer tenía una mirada dura y me causaba escalofríos. Tenían un hijo, alto y rubio con unos ojos azules casi tan transparentes como el agua. No me gustaba estar rodeado de gente tan blanca y me sentía minúsculo a lado de ellos. No entendía nada de lo que me decían, pero sonreían amables y supuse que no era nada malo. El chico me observaba mucho y no era nada discreto. Me miraba como si fuera una criatura exótica.
Las personas encargadas me explicaron que iría a la escuela y me enseñarían el idioma del lugar. Luego se despidieron de mí y me dijeron que estaríamos en contacto.
Cuando llegamos a mi nueva casa me sorprendí del tamaño. Era muy grande y tendría una habitación para mí solo.
13 de noviembre de xxxx
Los señores me compraron ropa nueva y también cosas para mi aseo personal. Me explicaron mediante señas que me sintiera libre de usar lo que quisiera y les di las gracias. Me la pasé todo el día en mi habitación, viendo la calle a través de la ventana. Comimos en silencio una pasta extraña (aún no me acostumbraba a sus alimentos) y el hijo de los señores me invitó a jugar football. Jamás lo había jugado y no quería verme como un tonto, así que no acepte. Antes de irse me miró un poco confundido y sus extraños ojos me causaron disgusto.
Mi habitación era grande y muy silenciosa. Todo en ese lugar era muy tranquilo, no me gustaba. Los señores eran demasiado amables. Mi padre siempre me había dicho que esa raza era mala y que nos odiaban, que decían ser buenos pero que no lo eran. Ellos me habían sacado del estruendo de las explosiones y me habían traído a este silencio abrumador. No sabía que creer.