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¿Ni aunque...? por Princesa de los Saiyajin

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Notas del capitulo:

Quiero aprovechar para mandar saludos a mis amigos: Gokú Son y VidelFujoshi.

     Además agradecer a todos los que apoyan leyendo esta historia.

     ¡Disfruten!

5

Tierno atardecer

 

Vegeta estaba parado frente a todos sus compañeros de equipo, esa mañana de domingo había amanecido algo fría, el viento era un poco fuerte y causaba estremecimiento en el cuerpo de los jóvenes adolescentes que temblaban ante cada corrientazo.

     Algunos miraban al de cabellera en forma de flama con cierto odio, les molestaba la idea de tener que ir a entrenar a las seis de la mañana en un día frío, cuando bien podrían estar bajo las cálidas cobijas durmiendo otro poco.

     —A ver, el día de hoy haremos un calentamiento. Después quiero enfocarme en las dificultades que tiene cada uno para reforzarlas, además… ¿eh? ¿Qué tanto miran?—hablaba, pero como los chicos miraban sorprendidos algo que se encontraba (al parecer) detrás de Saiyan, el pelinegro volteó.

     Vegeta pudo ver a Goku llegando, cargaba una maleta deportiva, la cual fue a dejar sobre las gradas, después se posicionó al lado del más bajo. El de cabellera alborotada vestía su característico pants deportivo color naranja, con una sudadera del mismo color pero de cierre y mangas azules. Por último sus tachones azules con detalles en amarillo y rojo.

     —Me da gusto verte nuevamente, Kakarotto—le dijo con una media sonrisa—. Estos holgazanes se reúsan a entrenar.

     —Bah, aunque se reúsen lo harán—miró al grupo de chicos—. Sé que he estado ausente estos días, pero eso no significa que ustedes van a holgazanear…

     —¡Hace mucho frío!—se quejó uno al fondo. El de cabellera alborotada sonrió con cierta malicia.

     —¿Tienen frío?—preguntó con voz calma. Muchos afirmaron diciendo “sí”, otros con el simple hecho de mover la cabeza de arriba abajo—. Bien, entonces vamos a calentar un poco. Quince vueltas alrededor de la cancha, muévanse.

     Vegeta sonrió y comenzó a trotar, algunos lo siguieron desganados, otros tuvieron que recibir un regaño por parte de Goku para iniciar. Son no tardó en posicionarse al lado de Saiyan, para poder guiar al grupo. A la octava vuelta todos empezaron a alentar su paso. Goku volteó a verlos mientras seguía trotando, esta vez de espaldas.

     —¿Ya se cansaron? Bien, les daré una motivación. El último en completar el recorrido de las siete vueltas restantes, tendrá que hacer cinco extra.

     Eso hizo que aceleraran el paso, pero después de varias vueltas la respiración era dificultosa y se sentían desfallecer. Goku terminó las quince vueltas y se detuvo, volteó a ver al grupo que se había quedado (en su mayoría) a veinte metros atrás. Se puso a observarlos, analizando quiénes llegaban antes y a quienes les costaba.

    El primero en alcanzarlo fue Vegeta, quien se posicionó al lado de Goku con una sonrisa de clara satisfacción. Los demás muy apenas lograban moverse, se les notaba desde lejos lo agotados que estaban.

     —Es bueno tenerte de vuelta—comentó el de cabellera en forma de flama al notar el sufrimiento en los rostros de los demás integrantes del equipo.

     —Sí, yo también extrañaba este lugar.

     —Ya no te ausentarás por esa razón, ¿verdad?—preguntó con cautela.

     —No lo sé—dijo y dirigió la mirada a otro lado.

     —Pero, Kakarotto. Tú eres el mejor elemento del equipo, no creo que quieras perder oportunidades sólo porque eres…

     —No lo entenderías—interrumpió. Pronto comenzaron a llegar los chicos casi cayéndose de cansancio.

     —Me gustaría que siquiera intentaras explicarme.

     Goku se sorprendió por esa respuesta, inmediatamente volteó a ver a Vegeta. Pero él ya estaba cerca de las gradas, tomando una libreta y un bolígrafo para hacer apuntes. Suspiró y volteó a ver al grupo, que ya estaba completo frente a él.

     —Siéntense, debemos hablar algo importante—todos agradeciendo incluso a Kamisama se sentaron, los suspiros de alivio inundaron el ambiente por unos segundos.

     —Hoy tendremos una práctica especial—comenzó a hablar Vegeta—. Analizaremos y enfocaremos en sus debilidades, es la mejor manera de que mejoren.

     —Uno a uno les pondremos pruebas para evaluarlos, al final les diremos qué deben practicar—agregó Goku—. Y si alguien tiene una objeción, con gusto le daré la opción de tomar quince vueltas más…

 

***

 

El entrenamiento, después de dos horas y media, por fin finalizó. Los cuerpos comenzaron a caer al suelo, los muchachos se sentían demasiado débiles después del esfuerzo. Los capitanes seguían como si nada, estaban tan acostumbrados al esfuerzo físico que eso era un simple calentamiento.

     —¿Qué? ¿Ya me odian?—preguntó con cierta burla el Saiyan.

     Algunos comenzaron a quejarse, Goku sólo comenzó a reír en voz baja luego de esa bromita ya que fue Vegeta quien había hecho esa lista de debilidades en su ausencia. El de cabellera alborotada suspiró y decidió poner fin a esa discusión aunque le causara gracia.

     —La razón por la que hicimos esto—comenzó a decir—, sin aclararles primero, fue porque queríamos enfocarnos en lo primordial: su mejora. Aunque esto los lleva a algo relevante. Nuestro equipo fue invitado a una selección de elementos para la academia deportiva “La Esfera del Dragón”.

     Los murmullos se presentaron, el más alto los observó unos segundos, pensando cómo decirles el resto de la información, que si bien era un privilegio también tenía ciertas desventajas.

     —El punto es el siguiente. En esa academia sólo aceptan a uno, máximo dos, elementos por escuela de procedencia. Así que… con suerte únicamente dos de nosotros irán becados a esa institución.

     —Kakarotto y yo quisimos hacer esto justo, por eso les ayudamos a reforzar sus debilidades, para estar al cien el día de la prueba. Nosotros no elegiremos quiénes irán, eso lo decide un especialista, de acuerdo a lo que ellos buscan o necesitan—agregó Vegeta.

     —Sí. Es por esto que les aconsejamos entrenar en su tiempo libre o practicar ejercicios para mejorar esos puntos donde les hace falta—les entregó un paquete de hojas con información, ellos comenzaron a repartirlos entre sí—. ¿Alguien tiene alguna duda?—nadie dijo nada, ni alzó la mano. Sólo observaron aquellos volantes.

     —Bueno, pueden retirarse—dijo Saiyan—. Lo siento, pero el director me dijo que las regaderas están en reparación por una fuga en la tubería de agua, así que no se podrán duchar hasta que lleguen a casa—el de cabellera alborotada volteó a verlo—. Disfruten su domingo, nos vemos después. Recuerden que el próximo sábado es ese partido y el lunes no entrenaremos.

    Poco a poco el grupo de jóvenes se fue esparciendo, lentamente, el dolor de sus cuerpos era evidente para todos los transeúntes que paseaban cerca de la entrada a la escuela. Vegeta comenzó a levantar los balones, y Goku le ayudó. Cuando terminaron, el mayor cerró el pequeño almacén bajo la mirada del más alto.

     —¿Es cierto, Saiyan? ¿Las regaderas no están en funcionamiento?—el  más bajo secó el sudor de su frente con su antebrazo—. Pensaba ducharme aquí para poder irnos pronto y no tener que volver a casa.

     —Supuse eso por la maleta—la señaló. Cargó la propia—. Mentí porque sabía que si se duchaban aquí, se irían hasta después de mediodía, y nosotros tendríamos que quedarnos más tiempo.

     —Oh—sonrió con una mirada algo cómplice—. Buena idea.

     Ambos adolescentes llegaron hasta los vestidores, entraron y después cerraron la puerta por dentro. Llegaron hasta el área de regaderas y dejaron sus pertenencias en la banca. Cada uno tomó su ropa y se adentró en uno de los pequeños cubículos.

     El olor a jabón inundó el ambiente, lo único que se escuchaba era el sonido del agua cayendo. Vegeta fue el primero en cerrar la llave y secarse con ayuda de una toalla, después salió vestido únicamente con un bóxer azul.

    Guardó la ropa sucia y sudada y se vistió con unos jeans clásicos, una playera negra y tenis blancos. Por último se colocó su sudadera azul, la cual él “tenía buenos recuerdos con ella”. Luego de un par de minutos salió Goku.

    Llevaba puesto sólo un bóxer negro muy ajustado, el cual resaltaba mucho sus atributos de ahí abajo. Goku guardó la ropa que vistió en el entrenamiento y sacó la que se pondría esa tarde. Vegeta terminó de anudarse las agujetas de los tenis y volteó a ver al menor. Se sonrosaron sus mejillas al ver las nalgas del menor.

     —¿Sexy?—preguntó desviando la mirada. El más alto lo miró confundido, pero al divisar el rosa de sus mejillas miró su trasero, en la parte de atrás del lado derecho, tenía escrito “SEXY” en letras blancas y además un corazón rojo.

     —Ah, sí. “Rompecorazones”—le guiñó un ojo, luego empezó a reír—. Es la primera vez que lo uso, cuando lo compré no lo había visto.

     —Entiendo…—sonrió—. Hubiera sido un problema que los demás te vieran con esto, ¿no crees?

     —Sí—sonrió, pero un sonrojo se divisó en sus mejillas—. Contigo no importa porque tú ya me has visto incluso sin ella.

     —Lo recuerdo…—el menor comenzó a vestirse, el mayor sólo lo observó con una sonrisa—. Debí traer entonces ropa interior adecuada—comenzó a reír, Goku lo vio con confusión mientras se ponía el cinturón—, me ha pasado lo que a ti, ir de compras y por las prisas no revisar qué pongo en el carrito…

     —¿En serio?—sonrió y se colocó una playera interior sin mangas. Arriba se colocó una camisa blanca de botones.

     —Sí, pero ese bóxer es más sexy que el tuyo—cerró los ojos y empezó a reír—. Tiene un osito en la parte de atrás.

     El más alto comenzó a reírse al escuchar eso—. Me gustaría verlo…

     Terminó de alistarse, y después de dar un suspiro algo pesado se sentó en la banca. El mayor le sonreía de medio lado, esa sonrisa lo animó un poco para aquello que quería hacer, o más bien decir.

     —Saiyan, durante el entrenamiento tú me dijiste que querías que intentara explicarte…—comenzó a decir.

     —Ah, eso. Perdona si te molestó, pero…

     —No, nada de eso—interrumpió—. Me sorprendió porque…—su mirada bajó, el mayor lo notó. Vegeta se acercó y apoyó su mano en su hombro para darle apoyo—. Nunca antes alguien se había interesado en saber cómo me siento.

     Goku tenía muchas emociones acumuladas dentro de sí, el simple hecho de pensar en ello le provocaba un nudo en la garganta y ponía vidriosos sus ojos, como en ese momento. El de cabellera alborotada tomó aire y se abrazó al más bajo, el más bajo sólo correspondió sin decir nada.

     —Siempre he sentido que a Rad lo tratan diferente… Que su infancia fue distinta a la mía—su respiración irregular delataba que estaba a punto de llorar—. Pero nunca notan si me siento mal, sólo mamá. Se tragan el cuento de que estoy bien cuando en realidad no es así

     —Kakarotto, saca todo el dolor… —acarició su espalda—. ¿Quieres llorar? Adelante, ¡hazlo! Pero mañana quiero que muestres una sonrisa…

     —Saiyan… es traumatizante para un niño que le digan que puede tener hijos con un cuerpo de hombre—apretó sus puños, tomando entre ellos la tela de la chaqueta del más bajo—. Y duele que te digan también que nunca serás tan fuerte como un hombre normal…

     —Kakarotto… ¿odias por eso el hecho de ser doncel? ¿Es por la fuerza?—el menor guardó silencio—. Es por la distinción, ¿cierto?

     —De niño me asusté, pero después… —el de cabellera en forma de flama se separó un poco para ver su rostro, estaba sonrojado y tenía los ojos entrecerrados, a pesar de esto último pudo percibir un brillo en su mirada—. Después creí que sería lo mejor poder dar vida, estaba muy feliz.

     —¿Qué te hizo cambiar de opinión, Kakarotto? ¿Quién demonios te produjo tantas inseguridades?—el más alto suspiró y volvió a aferrarse a él.

     —Que para la sociedad ser un doncel significa “hombre débil”, incapacidad para las cosas rudas. Tener que cuidarse de embarazos no planeados, susceptible a violaciones, tener que sangrar cada mes… Eso pasó.

     —Kakarotto—deslizó sus manos por su cabellera en un intento de relajarlo—. Eres la prueba viviente de que todos están equivocados. Porque haces cosas maravillosas…

     —Pero no es suficiente. A pesar de eso siguen hablando…

     —Que hablen lo que quieran, lo importante es lo que tú piensas de ti—el menor sonrió tímidamente y abrazó con más fuerza el cuerpo del más bajo.

     —Gracias, Saiyan.

     Permanecieron un rato así, el mayor acariciando la espalda del de cabellera alborotada para que se relajara, cosa que funcionaba muy bien por la paz que le transmitía.

     —Kakarotto, ¿quieres que vayamos a ver una película? ¿O prefieres ir a comer primero?—propuso cuando sintió el cuerpo del menor separarse.

     —Vamos al cine… Ehm, Saiyan… Estaba pensando en que podríamos ir a un lugar que conozco, tienen un buffet muy variado, y la comida es buena.

     —¿Buffet? No lo sé, en lugares así se junta mucha gente, preferiría algo más privado—sonrió—. Me permití hacer una reservación en un lugar especial. Es silencioso, pocas personas, y comida deliciosa.

     —Oh, está bien…—luego cayó en cuenta de algo—. ¿Dijiste reservación? Pero sólo en los lugares costosos se puede hacer eso—el mayor se rascó la nuca con algo de pena—. Saiyan, no traje suficiente para pagar la cuenta de un lugar así.

     —Kakarotto, por primera vez en tu vida deja que alguien haga algo por ti—tomó su mano y entrelazó sus dedos, el de piel nívea se sonrojó ante el tacto pero no hizo nada por separarse—. ¿Me dejas llevarte a ese lugar?

     —E-está bien…—susurró bajando la mirada, su flequillo ocultaba de una manera tierna sus ojos.

     —¿Quieres que nos vayamos ya?

     —Sí, Saiyan.

 

***

 

Ambos chicos, después de guardar la ropa en sus casilleros, fueron caminando al cine. Vieron las carteleras por un rato, para decidir qué estreno verían juntos.

     —¿Prefieres ver una película de terror o prefieres acción?—preguntó el más bajo.

     —Si estuviéramos en otro lugar te juro que creería que me lo decías en doble sentido—el mayor se sonrojó y soltó una risita.

     —¿O prefieres el cliché de las citas: una película de amor adolescente con la cual los jóvenes se identifican, donde la protagonista causa una pelea entre un vampiro y un hombre lobo?—el más alto soltó una carcajada.

     —Veamos la de terror—el más bajo asintió sin borrar la sonrisa.

     Pagaron las entradas y un combo de palomitas y sodas para ambos. Entraron a la sala y buscaron unos buenos lugares. Ahí se acomodaron para esperar que iniciara la función.

     Cuando la película inició, todos prestaban atención. Por la hora había poca gente, por lo que el ruido de las escenas hacía mayor eco en la sala. Ambos adolescentes no se asustaban, al contrario, comían plácidamente las palomitas. El de cabellera en forma de flama se acercó al oído del menor.

     —Recuerda que esta es la parte donde casualmente nuestras manos se rozan dentro del bote de las palomitas, nuestras miradas se entrelazan y nos besamos—susurró. El menor se empezó a reír.

     —No—se sonrojó, afortunadamente la oscuridad impedía que se viera ese tierno color rojo en su tez—, es la parte donde haces esto.

     Tomó el brazo izquierdo del más bajo y lo pasó por su hombro, al mismo tiempo él se acurrucó en su costado. Así pasaron los minutos, Vegeta de vez en cuando acariciaba la cabellera del más alto.

     La pantalla se llenó con los créditos del film y después las luces se encendieron. Ambos adolescentes se separaron un poco y tallaron los ojos, algo aturdidos por la luz. Salieron y tiraron los envases de lo que consumieron, en el bote de basura.

     —Qué mala película—comentó cuando salieron.

     —Pésima animación, exceso de sangre falsa, vísceras de plástico, y final abierto… ¿quién querría ver una segunda parte igual de mala?

     —Saiyan, muero de hambre—dijo colocando sus brazos detrás de la cabeza, ambos caminaban por la calle solitaria.

     —Verás, el restaurante está al otro lado de la ciudad—el menor lo reprimió con la mirada—. Vayamos en taxi.

     —¿Por qué haces esto?—preguntó con voz serena bajando los brazos.

     —Kakarotto —se acercó y tomó sus manos—. Quiero que nos conozcamos, quiero charlar contigo… Además—miró sus ojos negros como la noche—, quiero darte la cita que mereces.

     —El lugar no importa…—cerró los ojos y suspiró.

     —Lo sé, pero… quiero llevarte para que conozcas este lugar, hay algo en especial ahí que quiero que veas—el menor volvió a suspirar.

     —Está bien. Llama un taxi y vamos—el más bajo asintió y sacó su teléfono.

     Goku se quedó pensativo, veía con una media sonrisa al de cabellera en forma de flama. ¡Quién diría que le tendría tanta confianza a este tipo que hace un par de semanas odiaba con toda el alma!

 

***

 

El auto se estacionó frente a un lugar muy elegante y lujoso, desde cuadras atrás el de cabellera alborotada lo había divisado y rogaba a Kamisama que no fuera ahí, sin embargo, luego de que pagara, Vegeta lo tomó de la mano y lo encaminó al interior de ese lugar.

     —Bienvenidos a “Shen Long”, donde los deseos gastronómicos se hacen realidad—saludó educadamente el hombre en la entrada a una pareja rubia que estaba delante de ellos, hablaban con el encargado de la lista de reservaciones.

     Cuando se fueron esas personas, de aspecto extranjero, ambos adolescentes se acercaron al hombre, quien al verlos mostró una mueca de disgusto.

     —Jovencitos, creo que se perdieron. No deberían estar aquí—el de cabellera en forma de flama frunció el ceño.

     —Tengo una reservación—cruzó sus brazos y miró con severidad al hombre, que ni se inmutaba.

     —Lo dudo, niño—el más bajo cerró los ojos con frustración, incluso una venita se marcaba en su frente.

     —¿No sabes con quién estás hablando?—abrió los ojos y alzó un poco la voz—. Llama al gerente, quiero hablar con él.

     —Jovencito, no haré eso por un capricho adolescente…

     —¿Ah, no?—sacó su teléfono y llamó a alguien—. Buenas tardes, Kaio. Oye, veo que tienes un nuevo empleado supervisando quién entra… ajá, ¿podrías venir? No me deja pasar.

     —¿Qué haces?—recriminó Goku al verlo actuar de esa manera.

     —¿Sucede algo, Shin?—llegó un hombre robusto vestido de negro a donde estaba ese peliblanco—. El joven Saiyan me dijo que no los dejas pasar.

     —¡¿Saiyan?!—exclamó—. ¡Perdone, señor! Me disculpo por mi error—hizo una pequeña reverencia.

     —Te lo perdonaré sólo porque eres nuevo—sonrió con arrogancia—. Gracias, Kaio.

     —No es nada, joven Saiyan. Me da gusto que así como su padre usted prefiera este restaurante.

     Luego de una pequeña charla pasaron al lugar. Era muy lujoso, tenía muchas mesas a los costados y al fondo se veía una pequeña orquesta tocando música clásica. A los costados de la pared había unas escaleras que llevaban al segundo piso. Goku fue tomado de la mano por Vegeta, quien lo guio por todo el lugar que estaba revestido en colores blancos y dorados.

     En el segundo piso había menos luz, incluso había especie de cortinas de color guindo que rodeaban parte de las mesas para mayor privacidad. Llegaron hasta el fondo, donde era improbable que pasara la gente e interrumpiera sus charlas. Ahí ya estaba acomodada la mesa para dos, los cubiertos posicionados correctamente y dos copas de agua, una para cada quien.

     Vegeta sacó una silla y el menor se sentó. Tan sólo terminó de ayudarlo a ajustar la silla, él se sentó en la que había enfrente. Ahí notó que el menor se veía claramente incómodo.

     —El hombre, Kaio, era beisbolista. Del 79—al menor se le iluminaron los ojos.

     —¿En serio?—el mayor asintió con una sonrisa—. ¡Él era el mejor! Vaya, se ve muy distinto…

     —Lo dejó todo para formar una familia… Linda historia, ¿no crees?

     —Sí…—miró los cubiertos que acompañaban al plato vacío.

     —Kakarotto, te traje aquí porque aquí han venido muchos grandes deportistas de toda la historia. Las fotografías están en el quiosco del jardín—el menor asintió.

     —Vaya, este lugar es muy especial entonces.

     —Sí…

     —Les dejo el menú. Permiso—dijo un mesero entregándoles la carta a ambos.

    —Gracias—dijo el menor. Abrió la carta y se sorprendió por qué clase de comidas había—. ¿Lasaña?, ¿langosta?, ¿risotto?

     —Pide lo que quieras—animó con una sonrisa el más bajo.

     —Hay como cincuenta platillos y sólo conozco doce—el mayor lo miró al ver que apoyaba la cabeza sobre la mesa—. Pide tú por mí.

     —Está bien…—dejó la carta a un lado y le prestó atención al menor.

     —Saiyan, gracias por escucharme—le sonrió tímidamente—. Y hacer esto por mí.

     —Lo que sea por ti, Kakarotto—el menor se sonrojó al oírlo.

     —Saiyan, ¿puedo sentarme más cerca de ti?

     —¿Eh? Claro—el más alto corrió su silla para estar más próximo al de cabellera en forma de flama.

     —Quiero contarte un secreto, y por favor no le cuentes a nadie—el mayor se acercó más a él, para mantener su discreción.

     —Te prometo que no le diré a nadie.

     —Hace un mes fui con mi doctor—soltó aire—. Me dijo que tengo una irregularidad normal en las mujeres, pero no tan común en los donceles.

     —¿Qué te dijo?—acarició su mejilla para tranquilizarlo.

     —Al parecer, puedo tener gemelos aunque nunca en mi familia se haya presentado un caso así.

    —Vaya…—sonrió de medio lado—. ¿Y tú qué opinas de eso?

     —Saiyan, tengo miedo a tener hijos—el más bajo unió su frente con la de él para que se desahogara—. Mi mayor miedo es no poder ser suficientemente fuerte para hacer que nazcan bien…

      —Si decides tener hijos, lo harás bien—miró sus ojos—. Porque no está en ti rendirte.

      —Lo dices como si estuvieras tan seguro de eso…

      —Y lo estoy… porque siempre demuestras eso… A pesar de que cargabas con un gran peso, jamás abandonaste algo. Siempre luchaste hasta el final…

    El menor se sonrojó un poco ante eso, se separó y giró el rostro al lado contrario para que no viera su cara en un color carmín. Vegeta sonrió ante la acción, era demasiado tierno su comportamiento. Estaba conociendo la versión dulce de Kakarotto.

     —¿Gustan ordenar?—preguntó el joven mesero.

     —Ordenaré la especialidad de la casa—le entregó ambas cartas—. Y para beber, un champagne está bien.

     —Sí, bueno. Tengo prohibido darles alcohol a los menores de edad. ¿Le parece bien un par de piñas coladas?

    —Perfecto.

     La comida pasó muy tranquila, cuando trajeron los alimentos comieron con calma, saboreando las exquisiteces que sirvieron. A la hora del postre fue mejor, por la deliciosa combinación de aromas y esencias que creaban un deleite a su paladar.

     No charlaron mucho, sólo comentarios ocasionales del equipo de fútbol soccer y su avance en el tiempo que llevaban ambos como capitanes. Al final sólo se retiraron del lugar y fueron al jardín.

     La emoción de Goku no pasó desapercibida por Vegeta, quien sólo reía al ver su manera de identificar a todos los personajes famosos que aparecían en las múltiples fotografías, además de que escuchaba la historia de cada uno salida de los labios del menor.

     Cuando terminó de ver todo, se fueron. Caminaron por las calles, con calma. Ambos conociendo ese lado de la ciudad. Pero el más alto se veía pensativo, y muy callado. Después de unos minutos el mayor no pudo resistirse a preguntar.

     —¿En qué piensas?

     —¿Eh?—se sonrojó y bajó la mirada, metió sus manos en sus bolsillos y siguió caminando—. Saiyan, lo he pensado mucho y… tú eres la primera persona que se ha preocupado tanto por mí y me ha demostrado apoyo en momentos difíciles… Y quería pedirte un favor.

     —Sí, claro. El que tú quieras.

     —…—se detuvo y miró con vergüenza al más bajo, quien se puso frente a él para verlo mejor—. Quiero que tú me des mi primer beso.

     —¿Eh?—sus mejillas se coloraron—. ¿De verdad? Pero… ¿qué te hizo tomar esa decisión?

     —Si voy a besar a alguien, prefiero que sea alguien que me valore y que… me comprenda—le sonrió con timidez.

     —¿Estás seguro de que quieres que sea yo esa persona?

     —Sí, Saiyan. Quiero que seas tú, si es que no tienes inconveniente—el mayor asintió. Una mujer pasó junto a ellos, así que callaron un segundo en lo que se iba.

     —No tengo ninguna objeción, sólo un inconveniente—el más alto lo miró a los ojos prestándole atención—. Nunca he besado a alguien.

     —¿Eh? Oh, entiendo. Si no quieres no y…

     —Descuida, lo haré—comenzó a caminar y el menor lo siguió—. Sería un honor que mi primer beso sea con el gran Son Goku, futuro futbolista profesional…

     —El fútbol no lo es todo en mi vida—confesó, el más bajo lo vio incrédulo—. Son las artes marciales.

     —Vaya… me lo suponía, siempre te mostrabas más competitivo en eso—el menor asintió—. Entonces serás un futuro campeón olímpico…

     —Lo dudo…—al ver la expresión del de cabellera en forma de flama decidió explicar—. No soy débil, pero mi condición da a creer lo contrario.

     —Entiendo… Aun así, ten por seguro que todos notarán tu potencial.

     —Eso espero…—metió las manos en sus bolsillos—. ¿Sí me besarás o no?

     El mayor sólo empezó a reír. Colocó sus manos detrás de la cabeza sin borrar su sonrisa. Las calles eran poco transitadas, lo que facilitaba su conversación fluida.

     —Dejemos que las cosas fluyan con normalidad—miró el rostro lleno de molestia del más alto—. ¿Para ti son muy importantes las primeras veces?

     —Sí…—suspiró—. Al final es a lo que vuelven los recuerdos…

     —Sí, tienes razón…—llegaron hasta una esquina y doblaron—. ¿Quieres un helado?—señaló al hombre dentro de un local.

     —¿Con este clima?

     —Sí, el aire está frío pero aun así está soleado—sacó su billetera—. ¿Quieres uno o prefieres un café?

     —Un helado—sonrió y se adentraron a la pequeña tienda.

     Pidieron uno de chocolate para Goku y otro de fresa para Vegeta. Salieron y caminaron otro poco, hasta llegar a un parque cerca de un pequeño arroyo. Ahí se sentaron en la orilla de una fuente a terminar sus helados.

     —Kakarotto, me la pasé muy bien contigo—limpió la comisura de sus labios con la servilleta y la guardó en su bolsillo, para tirarla después.

     —Yo también—admitió—. Tomé una buena decisión.

     —¿Ah, sí? ¿Y de qué?—lo miró con curiosidad.

     —Elegirte como mi primera cita… Este día jamás lo olvidaré—le sonrió de medio lado—. Gracias por todo.

     —Un gusto haberlo hecho—tomó su mano, provocándole un sonrojo—. Ven, ya casi es la puesta de sol.

     El mayor lo guio hasta ese corto puente que permitía a la gente cruzar de un lado al otro del arroyo. Ese puente era ancho, facilitando el buen tránsito de las personas; en esos momentos estaba algo solitario ese parque, sólo se podían divisar algunas parejas sentadas en el césped o bajo los árboles.

     Se recargaron en ese barandal metálico que lucía tener mucho tiempo, se veía antiguo por las figuras que se llegaban a formar en él. A lo lejos, en el horizonte, se podía apreciar el sol apenas ocultándose, su luz se reflejaba en el agua cristalina. El cielo había adquirido tonos naranjas y dorados por la hora, incluso ya se podía ver la primera estrella de la noche en el cielo, discreta.

     —Es un lugar muy bonito—miró hacia abajo, el agua corría con calma, lo podía percibir por la manera en que chocaba con las piedras—. El restaurante no era lo que me querías mostrar, ¿cierto? Era este lugar.

     —…—cruzó sus brazos y cerró sus ojos, en sus labios se formó una sonrisa—. Sí, era este lugar.

     —Amo la naturaleza—cerró los ojos al sentir el viento acariciar su rostro—. Gracias…

     —Disculpen—llegó un chico que aparentaba tener dieciocho años, aunque la barba en su rostro le daba apariencia mayor—. Soy fotógrafo, ¿quieren que les tome una foto? Me ayudaría de práctica. Y si gustan se las puedo ir a imprimir—ofreció.

     —¿Eh? ¿Qué dices, Kakarotto?—el más alto se veía dudoso.

     —Si me permiten decirlo, esta sería la toma perfecta—señaló el horizonte tras ellos.

     —De acuerdo… —respondió el de cabellera alborotada—. Sería un buen recuerdo.

     El chico se posicionó al otro lado del puente mientras ajustaba el lente de la cámara. Ambos chicos, algo apenados, sólo se recargaron en el barandal, como si fueran camaradas en una salida común. El muchacho tomó la fotografía y alzó su pulgar, diciéndoles que ya la había tomado y que salió bien, sólo se quedó revisando algunas cosas en ella.

     Goku y Vegeta volvieron a ver la puesta del sol, faltaba sólo unos minutos para que la noche diera inicio.

     —Gracias por darme la mejor cita, Saiyan—el mayor sonrió y tomó su mano, la cual reposaba sobre el barandal. El menor, algo sobresaltado por el tacto, la retiró. En sus mejillas apareció un color rosado.

     —Gracias a ti, por darme el mejor día de mi vida—subió su mano al hombro del más alto y se inclinó a él, el menor giró su rostro al lado contrario para evitar el contacto de sus labios—. Lo siento, yo no…

     —No es eso—sus mejillas enrojecidas terminaban de darle ese toque tan adorable—. Tu mano…

      Tomó la mano del Saiyan y la bajó hasta su cintura, tomó la otra e hizo lo mismo. De ese modo las manos del mayor tocaban esa área de su cuerpo. Goku, por su parte, rodeó al más bajo por el cuello. Por las estaturas se les facilitaba mucho estar en esa posición.

     —Este día fui muy feliz a tu lado—dijo el menor.

     Ambos, así de sonrojados y nerviosos, unieron sus labios en un dulce beso, uno muy puro. La falta de experiencia en ambos hacía que fuera un beso inocente, único.

     Se separaron, ambos tenían un brillo en la mirada, sus mejillas rojas combinaban con la dorada luz solar que todavía los cubría. El más bajo lentamente fue retirando sus manos de la cintura del menor. Goku, al sentir eso, pegó su cuerpo al de Vegeta, volviendo a unir sus labios.

     Vegeta se sorprendió, cerró sus ojos y abrazó la cintura del más alto, correspondiendo ese tacto tan dulce. Ambos, al terminar de besarse, se separaron y se volvieron a recargar en el barandal. Viendo los últimos rayos de luz. Sus labios estaban rosados e hinchados, con un cosquilleo recorriéndolos.

     —Ya es tarde…—dijo después de varios minutos. Aún había luz, pero el sol había terminado su función ese día.

     —¿Me acompañarás a casa?—preguntó el menor.

     —Claro que sí…—miró al muchacho de hace un rato con una tela tendida en el suelo, con algo sobre ella.

     Fueron y, luego que se despejara el pequeño tumulto alrededor de él, se acercaron. Sobre la tela había muchas fotografías, al parecer las vendía a las personas que les interesara tener un recuerdo. Se notaba el amor que le tenía a esa profesión por las sorprendentes tomas que mostraban.

     —¡Hola, chicos!—saludó el muchacho—. Aquí tienen las suyas, las guardé porque otros me las querían comprar, son mis favoritas de la semana—rebuscó en su mochila y les entregó cuatro fotografías—. Espero no les moleste si les pido el dinero de las impresiones y… del trabajo artístico.

     —¿Eh?—el Saiyan sacó su billetera y le entregó dos billetes, el muchacho, sorprendido, los tomó dudando.

     —Es mucho…

     —No importa, supongo que sigues estudiando, ¿no?—el chico asintió con timidez—. Bueno, espero que aproveches al máximo tu potencial.

     Ambos adolescentes miraron las fotografías. La primera era de ellos dos recargados en el barandal, parecía como simples amigos, la puesta de sol atrás remarcaban su silueta, como si fuera un aura o una onda de energía. La segunda era igual, posiblemente una copia para que ambos tuvieran una.

     La tercera hizo que la sangre llenara sus mejillas y sintieran un gran vacío en el estómago. Al igual que la anterior, estaba en copia, así que cada uno tomó una para poder observarla a detalle. Eran ellos dos, besándose, sus cuerpos eran adornados por la luz del sol al fondo.

     A pesar de estar contra luz, se podía distinguir un poco sus cuerpos. Era la imagen ideal para demostrar “el beso” perfecto.

     —¿Por qué tomaste esta?—preguntó el menor con sus mejillas encendidas.

     —Perdonen, de verdad no fue mi intención hacerlo. Pero al verlos… de verdad era una imagen única… Disculpen que no les dijera, no quería interrumpir.

     —Está bien—dijo Vegeta—. Gracias por las fotografías, tienes mucho talento. Un gusto, espero poder verte de nuevo.

     El más bajo comenzó a caminar, seguido del menor, quien no dejaba de ver esa foto. El mayor, cuando llegaron a la calle, decidió hablar.

     —¿Te molestó?

     —Sinceramente, no—suspiró—. Es sólo que me dio un poco de vergüenza que hayamos hecho eso en público, que nos hayan fotografiado, ¡y que además quisieran comprar esa foto!

     —Es una buena toma, Kakarotto—le hizo una señal a un taxi que iba vacío y ambos entraron en la parte de atrás. El mayor dio la dirección y el adulto comenzó a conducir.

     —Sí… la guardaré…—metió las dos fotografías en un bolsillo interno de la chaqueta y miró al más bajo.

      —¿Qué?

     —Nada—se acercó a él y unió sus labios con los suyos. El más bajo se sorprendió.

     —¿Y eso?

     —Supongo que ya no tengo restricciones y puedo besar libremente…

     —¿Esa era tu restricción, algo personal?—el menor desvió la mirada y soltó aire.

     —Es difícil de explicar…—sintió la mano del mayor entrelazarse con la suya.

     Ambos permanecieron en silencio el resto del trayecto, pero esa ausencia de palabras era compensada por la manera en que sus manos se tomaban. Al llegar, luego de un tardado embotellamiento, bajaron del taxi. El mayor pagó y esperó a que el auto amarillo se perdiera de vista para comenzar a caminar.

     Sus manos ya no estaban tomadas, ambos caminaban como si fueran sólo dos amigos. Porque, a final de cuentas y sin importar lo que pasó ese día y esa bonita experiencia que vivieron, eso eran: sólo amigos. Estaban a sólo una cuadra de la casa del menor.

     —Saiyan—le llamó, estando a pocas casas de distancia. Se detuvieron. Miraron la luz de la lámpara que parpadeaba, se apagó al instante. La calle estaba muy oscura, sobre todo porque ya estaba entrada la noche—. Fue la mejor cita que pude tener en toda mi vida.

    —Opino lo mismo—sonrió.

     —Sí, bueno…—sus mejillas se coloraron—. Ya debo llegar a casa, gracias por todo.

     Comenzó a caminar a su casa, el mayor sólo se quedó ahí, viéndolo alejarse.

     —Buenas noches, Kakarotto—alcanzó a oír antes de estar frente a su casa.

     Abrió la puerta y entró. Su rostro estaba enrojecido, y se reprimía mentalmente por su manera de actuar de quinceañera enamorada. Maldecía dejarse llevar por las emociones. Saiyan sólo cumplió su palabra y ya, no tenía por qué ponerse en ese estado. Entonces, ¿por qué a pesar de estar consciente de ello sentía el corazón latiendo desenfrenadamente?

     Se recargó contra la puerta, cerró sus ojos y tomó aire en un intento de relajarse. Sin querer a su mente llegaron los recuerdos de ese primer beso tan especial que ambos se entregaron. Frunció el ceño, se estaba dejando llevar.

     ¿Dónde quedó ese odio que le tenía a ese pelinegro? ¿Por qué ahora ignora lo mucho que detestaba a ese sujeto? Pero… era inevitable… Le había regalado un hermoso recuerdo que jamás olvidaría.

     Suspiró hondo.

     —No puedo sentir nada por Saiyan, no… no puedo…

     Miró al techo y tomó aire.

     —¿O sí?

Notas finales:

Fue una cita algo… ¿cliché? Bueno, no sé. A mis 17 años nunca he tenido una cita :’c

Ustedes qué opinan: ¿Vegeta está interesado en Goku? ¿Goku se está interesando en Veggie?

Espero les haya gustado, nos leemos pronto.

     Dejen reviews antes de desmayarse de la emoción, por favor ;)


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