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Ni tan Bella, ni tan Bestia. por xGoldenDreamsx

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Notas del capitulo:

En cada capítulo se observará la perspectiva de un personaje en específico, y esto irá variando, así que atentos.

Por ahora, disfruten su lectura tanto como yo disfruté escribirlo.

Fecha: Lunes, 9:12 A.M.

Kenma.

Estaba hermosa, con un vestido elegante color zafiro bordeado por hilos de oro, que según su madre, eran escasos últimamente. El vestido dejaba los hombros al descubierto, cosa que no le desagradaba, pues dentro de esas cosas sentía mucho calor, aunque ya estaba acostumbrado. El corsé que usaba tenía algo de relleno para formarle más el cuerpo, y el vestido estaba levantado por pliegues de color menta. El diseño dorado en su pecho a Kenma le recordaba a una hilera de ramas enrolladas y sobrepuestas entre sí.

Pero, obviamente no le gustaba.

Iba sentado junto a la ventana en el carruaje de color negro que lo llevaba a su objetivo. Los asientos estaban forrados con piel de oso y las paredes tenían un tapiz color rojo, elegido especialmente por su padre. Al estar las pequeñas cortinas recogidas podía ver su silueta en la ventana; su largo cabello bicolor estaba recogido hasta la parte superior de su cuello, enrollado sobre sí, dándole un toque elegante y cordial. Era un peinado famoso entre la nobleza en aquellos días.

— ¿Sabes qué tienes que hacer? —Preguntó su madre, junto a él, con un vestido incluso más caro y distinguidamente refinado.

—Sonreír, saludar, e intentar hablar lo menos posible. —Sostiene unas notas en sus manos, calmado. — Y al hablar, decir explícitamente lo que está aquí escrito.

—Buena chica.

Vio por la ventana, a lo lejos, el Gran Bosque en todo su esplendor, y enseguida sintió un cosquilleo misterioso en el estómago. Como si le cantara. Intentó olvidarlo contando mentalmente los minutos que pasaron hasta que llegaron al objetivo: El sector gobernado por la familia Kageyama.

Por extraño que sonara, hoy iba a ser la primera vez que conocería a Kageyama Tobio, mi futuro esposo. Nos habíamos visto cuando éramos más pequeños, pero eso pasó hace mucho tiempo, casi cinco años. Así que prácticamente mi esposo será un desconocido. Este es uno de los días más importantes para mí madre, está frenética, organizó todo recelosamente y no puedo arruinarlo. Pero, según he escuchado, hubieron algunas revueltas contra mi familia. Sospecho que mi padre ha engañado a mucha gente para obtener más poder y dinero, pero nunca lo diría en voz alta, la mayoría somos conscientes de la ilegalidad de los actos políticos en nuestra familia.

El carruaje se detuvo.

—Buenos días, Dama Kozume, permítame. —Un joven abrió la puerta y le estiró la mano.

—Muchas gracias. —Susurró, intentando sonreír, pero no pudo.

Se bajó. De repente, vio un alboroto un poco más lejos del palacio de los Kageyama. Unos hombres discutían con los guardias, por el tono morado del ojo de un hombre mayor pudo deducir que lo habían golpeado ahí. Su chaqueta azul estaba desaliñada y tenía un estampado con dibujo de colinas. Seguramente era un agricultor, pastor, quizás, y por los movimientos nerviosos que hacía con su mano junto con las ojeras se notaba que estaba desesperado.

— ¡Mis animales están siendo descuartizados! ¡¿Me entiende?! —Sigue gritando, furioso. — ¡Hay una cosa allá afuera y no falta mucho para que venga por nosotros!

— ¡Ya ha matado hombres! —Gritó otro.

—Claro, no le importamos nosotros, solo la gente rica se salva del monstruo… —Murmuró una mujer, un poco más cerca de él y alejada del caos.

— ¡Queremos hablar con el gobernador! ¡¿Dónde está?!

—Cálmense. Estamos tomando medidas. —Respondió el soldado, sin inmutarse.

— ¡¿Medidas?! —La vena se le marcaba tanto al hombre que podría explotar. — ¡¿Mandar a un puñado de cazadores inútiles es “tomar medidas”?!

— ¡Vigilen los campos!

—He dicho: Cálmense. —El soldado, harto, apuntó al cielo con su escopeta y disparó. — ¿Alguien más tiene alguna objeción?

Eso, por su puesto, había sido una amenaza. A Kenma le entraron unas ganas de ir donde el soldado y golpearlo en la cara. Pero, si lo pensaba fríamente; ¿Qué haría un soldado en esa posición? Es solo un mártir en el juego de los que de verdad gobiernan la ciudad.

Una mano se posó en el hombro del chico, despegándolo del alboroto. Al girar la vista encuentra a su madre con el ceño fruncido. Sobraban las palabras. Entró al lugar junto a ella. Lo siguiente que siguió fue una charla aburrida sobre las “majestuosidades” que tenía la familia Kageyama; Una escultura de oro del antiguo señor de la familia, retratos más caros que todos sus vestidos hechos por pintores famosos, logros en la sociedad, e inclusive hablaron del suelo y las paredes como si fueran creadas por el mismísimo dios. Sin darse cuenta, se había quedado atrás contemplando una figura de un caballo en miniatura, y su madre estaba lo bastante distraída como para no percatarse.

Entonces, alguien habló.

—Ese es el caballo más rápido que alguna vez existió. —Su voz sonaba raspada. — Fue montado por Eldryeen Kai para derrotar y echar a los tiranos que querían conquistar estas tierras. O eso dicen.

Kenma se giró lentamente, manteniendo la compostura, y lo primero que vio fue sus ojos rasgados, salvajes.

—Pero algunas leyendas dicen que él realmente era un mago.

Sonrió de lado. Encantador lo describía perfectamente.

Usaba botas de cuero altas, desgastadas y manchadas con barro, así que dedujo que trabajaba cerca del bosque, en algo relacionado a ello. Pero sus sospechas sobre que era cazador se confirmaron al notar el arco negro afirmado en su espalda, con las flechas de plumas rojas sobresaliendo, debía tener media docena. Su vestimenta era simple, pero precisa, con pantalones sueltos para moverse mejor entre los árboles, y una polera ajustada. Se fijó en que tenía varios bolsillos, posiblemente con herramientas u objetos de valor para la caza. Alcanzó a distinguir cuchillos (sobresalía el mango de uno), anzuelos, fósforos, y papel. Pero lo que más le llamó la atención fue ciertos rasguños y heridas que tenía en el pecho, que podían notarse por la posición de la ropa.

Era un cazador, tener heridas era completamente normal. Pero, de alguna forma, sentía que eran más que unas simples heridas por la forma en la que las ocultaba. Esas cosas eran exhibidas con orgullo, pensó, pero él las escondía.

—Vaya, me estás analizando. —Comentó, enarcando una ceja. — Adelante. Puedo posar para ti.

Kenma se sintió algo avergonzado de no poder dejar ese hábito suyo con la gente, y simplemente negó con la cabeza.

—No es necesario. —Susurró.

—Oh. —El desconocido pareció darse cuenta de algo. Quizás de una forma muy fingida. — Eres Kenma Kozume. No me había dado cuenta, yo… —Se rascó la cabeza. — ¿perdón mi…

—No pasa nada. —Lo cortó antes, odiaba que la gente lo tratara como… bueno, como un “noble”.

Se quedaron en silencio mirándose fijamente. Hasta que la dama, recordando su objetivo en ese lugar, volvió en sí misma. No escuchaba las voces de su madre o de alguien más, sólo estaban ellos.

—Uh… ¿Podría ser tan amable de darme su nombre, por favor? —Lo seguía mirando fijamente.

—Kuroo. —Contestó secamente. Parecía ser malo entablando conversaciones con la nobleza, no había gestos respetuosos de su parte, o la característica sonrisa de servidumbre. — ¿Necesita algo o qué?

Definitivamente no se relacionaba mucho con los nobles. Entonces, ¿qué hacía allí, con esas pintas, con esa despreocupación?

—Me… descuidé y perdí a mi guía. —Se mordió los labios inconscientemente, lo hacía cuando estaba nervioso. — Necesito llegar al salón principal.

Notó que el tal “Kuroo” aguantó la risa, y en cambio, sonrió sin disimularlo.

—¿Sabes? Dicen muchas cosas sobre usted en la ciudad. —Colocó las manos en su bolsillo, y se acercó un poco más, inclinándose. Kenma era un enano junto a él. — “La dama más bella de la ciudad”, “la más inteligente”, la más… codiciada. —Lo último lo dijo saboreando las letras.

Sin embargo, Kenma ni se inmutó.

— ¿Qué sugiere?

—Nada. Solo, creo que deberían agregar “la más distraída” también.

Sí, definitivamente él no pertenecía a la gente de aquí. El más alto la examinaba con altanería, buscando algún gesto como reacción a sus provocaciones, alguna respuesta, o cualquier cosa. Sin embargo, Kenma era implacable. Y había enfrentado suficientes problemas como para enfadarse, disgustarse, o sentir algo por un desconocido que jamás vería en su vida otra vez, posiblemente.

Lo siguió mirando con seriedad.

—Wow. —Exclamó, levantando las cejas. — Eres una hermosa inexpresiva total.

Se quedó callado.

—Vamos, era solo una broma. —Sus ojos resplandecieron, juguetones. — ¿Acaso en la clase alta no las hacen?

¿Una broma? ¿Hace cuánto que no se reía por producto de una broma…? De hecho, no puede recordar alguna buena broma. Sólo las estúpidas e hipócritas que contaban los amigos de sus padres para agradar y guardar las apariencias.

—No… —Vaciló, recordando lo vacía que era su vida. — No estoy segura.

—Eres rara. —Sonrió, mostrando todos sus dientes. — La mujer más rara y menos bella que he conocido.

Eso lo dejó fuera de lugar. Estaba tan acostumbrado a que le dijeran halagos, literalmente todos los días, que oír a alguien decir lo contrario fue extrañamente reconfortante… y curioso. Los ojos de Kenma fueron atraídos como un imán a él, con fiereza.

—Quizás entienda lo de rara. —Reconoció. — ¿Pero…por qué lo otro?

—Solo mírate a ti misma.

Sin darse cuenta, Kuroo se había acercado tanto como para tomar su mejilla y levantar su rostro. Los ojos de él eran oscuros, para nada reconfortantes, pues guardaban muchos secretos. Los de Kenma, al contrario, eran resplandecientes, puros, pero sin vida.

—Tus ojos están vacíos. —Examinó a la chica con atención. — Puedes ser todo lo hermosa que quieras por fuera, pero, si en tu interior te perdiste tanto que ya no queda nada…. ¿Cómo llamarte mi Bella?

Se asustó. Por un momento, Kuroo no estaba allí, sino una persona que conocía todos sus secretos y podía verlo, a él, ver detrás de la bella. Alguien aterrador. Una Bestia.

—Discúlpeme. Me retiro. —Susurró apresuradamente, el menor.

Se dio media vuelta decidido a encontrar algún soldado o empleado del lugar para que lo orientara, contó mentalmente hasta 10, luego volteó hacia el lugar en el que estaba la miniatura del caballo.

No había nadie allí.

.  .  .

Kuroo”.

Qué nombre más extraño.

Llegó al lugar antes de lo esperado, su madre reía y comía los bocadillos que servían amablemente los empleados, sostenía una copa de vino tinto, y podría jugar que cuando su padre no veía coqueteaba también. Pero eso ya lo sabía, lo de sus múltiples amantes. Cuando su vista chocó con la de la cruel mujer, distinguió la ira escondida en sus ojos, pero sabía que no le haría nada estando allí presente.

Hija mía. Nos preocupamos por ti. —Se acercó, junto a los demás. — ¿Qué sucedió?

¿Qué le decía? ¿Qué se había quedado contemplando una estúpida estatua? ¿Qué había preferido la compañía del irritante cazador que de ellos? ¿Qué estaba tan desinteresada de todo que se quedó allí sin darse cuenta? ¿Qué no quería casarse y tenía miedo, quizás? Todos esos pensamientos lo inundaron en un segundo.

Sin embargo, seguía calmado.

—Yo…

—Estaba conmigo.

Miró de reojo a la persona que había dicho eso, era un chico más alto que él, de cabello negro perfectamente peinado (Todo lo contrario a ese desconocido) y ojos de azul oscuro, inauditos, que expresaban una seriedad diferente a la normal. Era más… agresiva.

“Tobio Kageyama”.

—Sí, sí. —Logró hablar, disimulando su sorpresa. — Me tropecé con él y no quería perderme la oportunidad de charlar.

El señor junto a mi madre rió. Lo reconoció al instante; Barbudo, sonriente, hipócrita. Era el Sr. Kageyama. O más conocido como el Rey actual.

— ¡Ay! Podrían haber esperado a estar aquí… ¿no? —Bebió vino, sutilmente. — Para algo es esta fiesta.

—Déjalos, querido. —Su esposa sonrió hacia Kenma. — Están emocionados.

—Y bueno… ¿Qué te pareció nuestra princesa, Tobio? —Preguntó el Sr. Kozume. Como siempre, atento a cualquier detalle. — No se ven hace 5 años. Notarás los cambios.

Tobio ni si quiera miró a su futura esposa.

—Siempre ha sido hermosa, señor. Pero hoy destaca más que nadie. —Expresó él, y ágilmente, tomó su mano. — De hecho, la pediré prestada un momento, si no les molesta.

No soy hermosa. Quiso decir.

—Claro que no. ¡Diviértanse!

Llevó a Kenma, casi por obligación, por todo el salón al que no se había dado el tiempo para admirar. Tenía una ventana enorme con cristales de diferentes colores, como los que están en las iglesias, y le daba un brillo especial al lugar, casi único. Un candelabro gigante colgaba en el techo y pensó en lo molesto que sería prender y cuidar las velas todos los días. Pero por algo era típico de familias poderosas. El techo le pareció que estaba formado de estrellas, pues era oscuro, y la iluminación le daba un toque mágico. Si él no fuera consciente de las crueles personas que gobernaban ese lugar se habría enamorado instantáneamente.

—¿Por qué mentiste por mí? —Cuestionó el pequeño.

—Ah. Es simple. —Se detuvieron estando lo suficientemente alejados de los demás. — La vi entablando una conversación con uno de mis hombres. Y supe que se metería en problemas si lo decía.

Intentó controlar el repentino aumento de temperatura en su cuerpo. Eso era, más que nada, una humillación vergonzosa. Maldito Kuroo.

—Me tomó por sorpresa. Me estaba… contando un hecho histórico. —Mintió. Pero a Kageyama parecía no importarle en lo más mínimo. — De todas formas, muchas gracias por su gentileza.

—No es ninguna molestia.

Esperen. ¿Uno de sus hombres…?

— ¿A qué se refiere con que es uno de sus hombres? —Cuestionó. — Parecía un cazador cualquiera.

Sí, de hecho, era un irrespetuoso. Dudaba que tuviera de jefe a Tobio Kageyama.

—Lo es. Pero, con los recientes ataques a los ciudadanos… —Suspiró. — Lo lamento, no deberíamos hablar de esto. No es de su interés, ¿no?

—Al contrario, dígame.

Quería saber de él. ¿Por qué? Ni idea.

—Por los continuos daños que está recibiendo nuestro pueblo… se llevará a cabo una cacería a esos lobos. —El chico parecía distante al decir eso, extremadamente concentrado. — Soy el jefe de los soldados que irán a explorar el Gran Bosque. Pero tuvimos que reclutar a cazadores expertos, por su puesto, ellos son los que pueden dominar el bosque realmente. Y más en estas épocas del año.

—Ya veo. —Lo miró con interés, quizás pueda sacar más información y todo eso no sea aburrido. — Debe tener cuidado, uno no sabe qué podría encontrarse en esos lugares.

Ahora entendía por qué un chico como Kuroo estaba en ese lugar, relacionándose con esa gente. ¿Con qué lo habrán reclutado? ¿Dinero? ¿Amenazas? Solo espera que no sea lo suficientemente estúpido como para confiar plenamente en ellos. Tampoco se explicó por qué pensaba en él. Lo más lógico fue pensar que es porque fue la primera y única persona en hablarle normalmente, fue extrañamente casi divertido, diferente a los demás. Cosa que, lo aterraba e interesaba de la misma forma. Tampoco conocía muy bien a Kageyama, pero nada le afirmaba que no estaba envuelto en asuntos de cuestionable moral.

—¿Lo dices por las leyendas? —Esta vez, su tono sonó brusco. Dedujo que fue a la defensiva. ¿Le afectaba ese tema acaso?

—Tal vez.

Se quedaron en silencio unos segundos.

Así que acertó, él también escondía algo. No era simple coincidencia que fuera el jefe de esa misión.

—Son ciertos los rumores sobre ti.

Me quedé inmóvil cuando sentí los dedos de él en mi mejilla, mi pulso se aceleró repentinamente pero no como me gustaría. ¿Y si intentaba besarme? Después de todo, por eso estamos aquí, para “conocernos”, para… simular amarnos. Y él piensa que soy una chica, que es lo peor.

Sin embargo, el frío futuro Rey enrolló un mechón suelto de su cabello entre sus dedos, pensativo. No lo estaba mirando.

—Eres tranquila y alejada en cada situación. Sólo sonríes cuando te observan. Hablas lo justo y preciso. Pocas veces prestas atención a algo que no sean tus libros. Te gusta alejarte de… esto. —Susurró. — Y, odias tener que casarte conmigo.

Se había dado cuenta. ¿Cómo investigó tanto sobre mí? Esas cosas las podría saber, a lo más, mis empleados. Pero para que tenga control de ellos…. Qué más da. Era una de las personas más poderosas, no debería extrañarme esto.

Le mantuvo la mirada, implacable.

—Creí que los rumores solo decían que era la mujer más bella de aquí.

—Averigüé por mi cuenta.

—Eso no es muy cortés.

Frunció levemente el ceño.

—Sé que tanto tú como yo no queremos casarnos el uno con el otro. Y tenemos que fingir este… amor. Lo sé perfectamente. —Suspiró, se veía cansado.

— ¿Entonces…? —Kenma entró en pánico, si algo salía mal, si lo arruinaba ahora, su madre… su madre sería capaz de matarlo de verdad.

—Entonces, finjamos lo mejor posible.

Asintió.

Extrañamente, por más que analizara a Kageyama, siempre sus teorías cambiaban. Era una persona extraña, alguien que lleva una carga pesada en sus hombros y en vez de fingir estar bien simplemente no le importaba. Pensó en que sus padres posiblemente fueran igual de macabros que los de él, y lo lamentó por el azabache. Tenía las ojeras marcadas, siempre alerta y en forma, pero no sabía si esa obsesión extrema por la perfección fuera saludable. Era, sin duda, un misterio reservado a sus ojos.

Le gustaría ser su amigo. De verdad. Sin ser “Kenma, la más bella” sino “Kenma”.

—Gracias. —Susurró por último, ella.

—Por cierto. —Kageyama la miró con interés. —Deberías cortarte el pelo.

— ¿Disculpa? —Se sorprendió.

— ¿No te gusta el cabello largo, no? —Le tocó el cuello, como si nada. — Deberías cortártelo hasta aquí. Te verías igual de hermosa.

Definitivamente, ese joven Rey sabía analizar a la gente muy bien.

 

Por el resto del día, fingieron tan bien, que encantaron a todos los presentes.

Bailaron felices, sonrieron, festejaron, sin nunca dejar de entrelazar sus manos.

Todos amaban al futuro Rey, y admiraban a la joven más Bella del lugar.

Todos rieron, felices, hechizados, por el perfecto dúo.

Todos, excepto La Bestia.

 

Ese mismo día, acabaría con el príncipe antes de irse a dormir.

Notas finales:

Este capítulo va dedicado a Luckypanda, Danuva, y un hermoso anónimo.

Subiré la continuación mañana o pasado mañana. Pero prometo tenerla aquí.

¿Comentarios?~ (^u^)


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