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The Bloody Awesome ABC por xoxomcr

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Gibraltar


 


— ¡Padre! —exclamaba contento un niño de apariencia extremadamente feliz. Tan sonriente y con una voz tan entusiasta que incluso le recordaba a, de hecho, un ser indeseable que por destinos de la vida se encontraba de pie al lado del niño.


—Hola Gib* —saludó en tono casi carismático—. Qué sorpresa verte por aquí —continuó para luego posar la mirada al rostro del que agarraba al niño de la mano y automáticamente hacer una mueca de disgusto. Volvió a mirar al niño y trató de recomponerse lo mejor que pudo—. Veo que vienes acompañado.


—Sí, aunque por alguna razón papá España no parecía muy animado con la idea de venir, me pregunto por qué será —pronunciaba el chiquillo algo confundido ante la aparente incomodidad del ibérico, él no estaba al tanto del impúdico desprecio que se profesaban las dos naciones, creía que desde que su padre Arthur dejaba que papá Antonio lo viera ocasionalmente, todo estaba bien entre ellos—. Bueno, como sea, ¿cómo has estado? ¿Sabes? He mejorado un montón mi acento desde la última vez que te vi, ¿lo has notado? Me he portado como buen niño: los turistas que me visitan siempre dicen que es un buen lugar; en los últimos años ha mejorado mucho mi economía y calidad de vida, ¡ya hasta aparezco en los rankings! —hablaba atropelladamente sin inmutarse, esperanzado de que su padre se sintiera orgulloso— Como ya estamos aquí esperaba que pudiéramos pasar entre los tres un día increíble, ¿qué te parece? —continuaba optimista.


¿Cómo explicarle a Gibraltar, a ese niño tan ilusionado, que la idea de pasar un día entero en compañía de España le removía las vísceras, y no precisamente por motivos alentadores? Al parecer ese chiquillo tenía una concepción equivocada acerca de la relación que llevaba con el hispano.


—Bueno, yo-


— ¡Arthur! Ya he puesto la mesa —exclamaba cierto albino desde el comedor encaminándose hacia la sala principal donde suponía se encontraba Inglaterra, interrumpiendo sin notarlo—. Antes de que dig... —se detuvo el germano al llegar a destino y visualizar que el inglés no se encontraba solo— Oh, Antonio, ¿y también Gibraltar? —cuestionó extrañado, no era común ver los pies del español pisando la casa del inglés, mucho menos común era verlo ahí, acompañado del pequeño territorio.


— ¡Tío Gilbert! No sabía que estabas también aquí —apuntó alegre, terminando con el incómodo silencio que se había formado—. Tú también te puedes unir a nosotros —agregó amable.


— ¿A qué te refieres, mocoso? —preguntó, utilizando el apelativo de forma afable.


—Pensaba en pasar hoy un maravilloso día con mis padres ya que nunca lo hacemos, pero tú también puedes unírtenos —explicó con amabilidad—. Estaba a punto de comentar que padre Inglaterra y papá España juntos se verían fantásticos, ¿no piensas lo mismo? —interrogó inocentemente ante las anonadadas expresiones de los aludidos—. Es decir, solo basta con ver cómo se miran y uno se da cuenta que ellos se quieren mucho, mucho —prosiguió, interpretando de manera totalmente transpuesta las miradas viperinas que se dedicaban.


—Oye pequeño, creo que no es necesario decir esas cosas —habló Antonio con nerviosismo palpable, tratando de calmar al germano que lucía de pronto un semblante sombrío y los puños crispados.


— ¿Pero por qué, papá? Si el amor es muy bonito y ustedes son tal para cual. ¿Sabes algo? Yo no soportaría la idea de que tú o padre Inglaterra salieran con alguien más, sería muy triste —comentó con angustia impresa en el pequeño rostro—. Pero estoy seguro de que eso no va a ocurrir —prosiguió cambiando de pronto el aire apesadumbrado que le rodeaba por uno más optimista— porque el otro día cuando Tía Hungría fue a visitar mi casa, miraba constantemente un álbum de fotos y reía de una manera extraña, entonces le pregunté por qué reía y dijo algo sobre piratas y de que padre Arthur y papá Antonio juntos son terriblemente sexys. Aún no entiendo muy bien lo que significa, pero supongo que ha de ser algo bueno —concluyó con una sonrisa que dejaba ver sus dientes.


Si alguien hubiera puesto una lupa sobre las mejillas de Inglaterra, probablemente se habría fijado en el tenue carmín que lo acompañaba producto del bochorno.


Iba a decir su pequeño discurso improvisado (mandando todo a la mierda con la mayor cantidad de eufemismos posibles, no vaya a ser que su pequeño territorio de ultramar copiara sus malos hábitos) si es que el ser de ojos escarlatas no hubiera abierto antes la boca.


—Suficiente —sentenció Gilbert como pocas veces se le ha escuchado—. Gibraltar, ¿podrías ir a jugar al jardín?, tus padres y yo tenemos que hablar sobre importantes temas de adultos —finalizó con el mayor autocontrol que tuvo, ganándose el asentimiento por parte del chiquillo y su posterior retirada.


—Gilbert... —empezó España una vez estuvieron solos los tres adultos.


— ¡Antonio hijo de puta! Apuesto a que tú le has estado lavando el cerebro al mocoso —atacó el albino sin dar oportunidad de réplica, agarrando fuertemente al español del cuello de su camisa, ignorando el hecho de que tal vez el ibérico no tenía nada que ver con la acción de que el niño pensara de aquella manera—. ¿Cómo se atreve siquiera a pensar que Arthur podría hacer buena pareja contigo? Es decir, es obvio que conmigo queda mucho más genial —continuaba, zarandeándolo.


— ¡Gilbert, suelta al idiota de España en este instante! —reaccionó por fin el inglés apartando al albino del hispano.


—Así que ahora estás de su lado —pronunció el de ojos rojos con infantil resentimiento—. ¿Por qué mejor no se besan y se van muy lejos a vivir felices por siempre? Seguro Gibraltar saltaría en una pata de la felicidad —continuaba sin medir sus palabras, inconsciente del hecho que estaba haciendo una escenita. Un golpe seco y certero terminó en su rostro.


— ¿Quieres calmarte de una vez? —manifestó Inglaterra—. Tus putadas paranoicas no ayudan a mi creciente jaqueca —sentenció, masajeándose las sienes.


—Anda Gilbo, qué culpa tengo yo de que el crío ande imaginando semejantes pendejadas —parló España en tono conciliador.


—Pero... —pronunció el albino, mirando los ojos de reproche del inglés—. Está bien —suspiró derrotado—, solo asegúrate de quitar esas ideas absurdas de la cabeza del mocoso —demandó. El español se acercó lo suficiente como para pegar sus labios al oído del germano.


Jamás. Asegúrate de cuidar bien al rubio —susurró para seguidamente alejarse lo suficiente y guiñarle un ojo burlescamente—. Nos vemos Gilbo —pronunció antes de empezar a correr como poseso. Cuando el albino logró recuperarse del shock inicial se dio cuenta de que el español corría ya con Gibraltar en brazos lo suficiente lejos como para alcanzarlo, con una maldita sonrisa de satisfacción.


— ¡ESPAÑA! —gritó desde donde se encontraba. Antonio se las pagaría.


Y no es que estuviera celoso.

Notas finales:

*Gib: así lo conocen coloquialmente los de habla inglesa a Gibraltar.


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