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The Bloody Awesome ABC por xoxomcr

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Homosexual


 


—Gilbert, yo... no podría pasar un solo instante sin ti; de lo contrario mi existencia no tendría sentido.


—Arthur, siento por ti lo que has dicho elevado a la duodécima potencia, no podría estar en tu ausencia ni un décimo de instante. Nos complementamos a la perfección; desde el primer día, hora, minuto, segundo en que te vi supe que lo nuestro sería amor.


—Por ti podría hacer del wurst una de mis comidas tradicionales.


—Por ti lanzaría una bomba de olor en el Palacio de Versalles y cubriría en papel higiénico toda la Torre Eiffel.


—Por ti publicaría en las redes sociales que eres mejor que el té. Y casi tan genial como la reina.


—Por ti aceptaría... aceptaría ser el pasivo de la relación.


—No digas más, so-solo bésam... Diablos —se cubrió el rostro un momento y luego miró al albino con determinación—. Eso es lo que diría si se me zafara un tornillo —sentenció dando por finalizada anticipadamente la lectura del pequeño guion que tenía en sus manos.


—Totalmente. Es ridículo, nada genial —agregó el germano sin saber muy bien qué expresión adoptar.


—Japón, ¿qué es esto? —formuló el rubio dirigiéndose a dicha nación que hace un momento miraba atentamente la escena.


—Esto, Arthur-san, es una manera de expresar en una obra de teatro que la homosexualidad no es nada de otro mundo, un intento de derrumbar tabúes —exponía con convicción, tratando de controlar la inseguridad que le caracterizaba.


Inglaterra meditó un momento cómo debería expresarse, se preguntaba si decirle a Japón que su idea para una obra de teatro que deseaba acabar con prejuicios era extremadamente rosada, cliché y con sonrojos tipo sirena de ambulancia. Tal vez no sería lo más adecuado decírselo de esa manera siendo él un caballero y Kiku alguien tan susceptible.


—Bueno, creo que si quieres lograr ese tipo de reacción este guion no es el más adecuado —se decidió por decir, tratando de que el ambiente no se tornara incómodo.


—Sí, Japón, ¡que sea más realista! Deberías ponerme como el protagonista irresistible a quien ningún hombre puede negársele, ¡una bomba sexual! Para las cosas cursis, las telenovelas —finalizó arruinando el ambiente para no perder la costumbre. Inglaterra lo miró mal, pero en el fondo estaba agradecido por ser capaz de destensar la situación.


—Lo pensaré, Gilbert-san —contestó con una sonrisa educada, captando sus intenciones de alivianar el ambiente. Luego se dirigió a los dos—. Si me disculpan, iré a ver qué puedo hacer con el guion, aunque todavía no tengo muy claro qué está mal en él —se despidió con una reverencia.


¿Acaso estaba bromeando? ¿Cómo que no encontraba fallos? Para empezar, Prusia jamás sería el pasivo a tiempo completo, ¿y que Inglaterra le diría a él que es mejor que el té? Antes de soltar eso Arthur preferiría que lo partiera un rayo.


Con esos pensamientos Prusia se dirigió a la sala principal de la casa del inglés, preguntándose además si estaba bien exagerar todo el tiempo y mostrarse como una persona demasiado superficial. También pensó que sería bonito que Inglaterra le dijera algo similar al asunto del té y la reina alguna vez mientras sonreía avergonzado por ser, de hecho, una persona romanticona de vez en cuando. Pero muy de vez en cuando, ¿entendido?


Luego de unos minutos Arthur apareció en la sala para sentarse en el sofá en donde se encontraba el albino, lo miró y vio que estaba ensimismado en, tal vez, hacer que alguna neurona quedara viva en su sistema nervioso; quizás debería darle un golpe en la cabeza y dejarlo de una vez sin ninguna para luego usarlo como títere y hacer que persuadiera a su bruder para que le cediera al de ojos verdes la mitad de su territorio. Es broma. Volviendo al tema de la obra, creía que la percepción de Japón en cuando a relaciones homosexuales era algo desconcertante como mínimo, es decir, en la obra explicaba que llevaban saliendo siete años y su personaje seguía tartamudeando de nerviosismo por cualquier cumplido que le hacía su pareja. Y con el tema de la dominancia, ¡por todas las hadas!, ¿cómo es posible que hayan hecho el mismo rol por siete malditos años? Es obvio que todo el que da también recibe, vamos, activo y pasivo, pasivo y activo, ser o no ser; se supone que para no aburrirse luego de tanto tiempo habría que experimentar cosas diferentes. Y ni hablar del escenario en el que el eterno pasivo se comporta como damisela-sumisa-travestida para complacer a su hombre. ¡Dos hombres pueden ser completamente masculinos y aún así tener una relación sin doblegarse demasiado! Se supone que ese es el chiste de andar con otro hombre.


Con esto no niega que el romanticismo pueda existir, está bien decir cosas lindas y hacer cosas por el otro, también es agradable que tu pareja te anteponga a su orgullo cuando sea necesario, pero las escenas diabéticas le producían urticaria.


Tampoco negaba la posibilidad de que existieran hombres a quienes les gusta el romanticismo diabético y gente ridícula haciendo excentricidades, para eso existía la diversidad y no por nada el inglés se jactaba de ser el país más tolerante con la homosexualidad de toda la Europa —y tal vez el mundo—, pero no creía conveniente plasmar eso en un teatro como generalización. A no ser que fuera una parodia.


Interrumpiendo el rumbo de sus pensamientos, regresó al mundo de los mortales y seres antropomorfos y se dio cuenta de que ahí yacían dos hombres sentados en un sofá, sin hablarse, pero montándose pensamientos indefinidos de diferentes matices, haciendo que la presencia del otro transmitiera tranquilidad. Y sintió una penetrante mirada la cual enfrentó, pero al instante la intensidad de los ojos escarlatas lo sobrecogió. Trató de enfocarse en conservar la calma y a su mente vino el pensamiento de que Gilbert quizás le confesaría que su pollito había defecado en su nuevo libro edición limitada que había cuidado como una joya y trataría de persuadirlo para que no mandara al diablo al pequeño animal, ¡ese desgraciado! O tal vez planearía algo en lo que él no estaría de acuerdo y...


—¿Sabes? —interrumpió su perorata mental el albino— No eres oxígeno ni una necesidad fisiológica básica, creo que podría pasar muchos instantes sin ti, sin duda mucho más que una décima de instante —hizo una pequeña causa—, pero el problema existencial de vida o muerte es que eso no sería entretenido —siguió con una mirada divertida.


Se quedó atónito por un instante, ¿así que Gilbert estaba pensando en eso? No lo esperaba, pero su imprevisibilidad era algo que le hacía pensar en el albino como alguien interesante. Entonces le siguió la corriente.


—No, no lo sería.


—Además necesito que sigas disfrutando de mi imponente presencia —se vanaglorió—, pero para seguir gozando de ese beneficio debes prometerme dos cosas. Uno —contó con un dedo—, sigue siendo gruñón, cejudo, sarcástico, rubio, peculiar, amante de la lectura, la reina, la magia, el fútbol y el té. Y, por lo que más quieras, no hagas del wurst una de tus comidas típicas —bromeó—. Y dos —levantó otro dedo—, solo sigue pensando en mí como la persona más adecuada para hacerte feliz, ¡y admite que soy genial! —le guiñó un ojo.


—¡Tú, bastardo... ! —exclamó como acto reflejo, pero luego relajó las facciones y lo meditó comedidamente; sonrió imperceptiblemente— Lo eres, Gilbert. Eres genial —terminó con un suspiro derrotado.


Luego de sentirse algo conmovido, Prusia se levantó del sofá retomando su sonrisa juguetona. Inglaterra se paró también.


—Como recompensa, déjame decirte que... lo de la idea de cubrir la Torre Eiffel con papel higiénico... —parló condescendiente.


—Oh, no me hagas ofertas tan tentadoras —respondió Inglaterra con una sonrisa también divertida.


Luego de eso el rubio se acercó al de orbes carmesíes, agarró su rostro con ambas manos y le dio un reconfortante beso que fue debidamente correspondido. Se separaron y se dieron una última mirada antes de despedirse.


Porque Prusia debía visitar a su hermano e Inglaterra debía firmar papeles. Debían seguir con la cotidianidad de la vida.

Notas finales:

•Inglaterra según un estudio resultó ser en realidad el país con más tolerancia hacia la homosexualidad.
•La verdad es que utilicé el sufijo '-san' cuando Japón hablaba porque creo que algunos japoneses, aunque no estén hablando en su lengua materna, no se quitan por completo esas costumbres. Ya lo he vivido.


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