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Infierno por ItaDei_SasuNaru fan

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Notas del fanfic:

Hola, queridos lectores ( ^^ )

Gracias por pasarse por aquí~

Solo quiero aclarar, antes de que procedan a leer, que este fragmento ha sido ambientado en algún punto luego "The Sign of Three" y antes del huracán que fue Eurus.



Y Stig, querida, cuando dijiste que estaba bien publicarlo, me superaste xD Sabes que soy una presumida, y que en la medida de lo posible, quiero presumir lo contenta que esto te ha hecho. 

 

Notas del capitulo:

Disclaimer: Solo la trama es mía. Los personajes no me pertenecen. Son propiedad intelectual de Sir Arthur Conan Doyle y la BBC. Todo lo escrito es hecho sin fines de lucro, no recibo ninguna remuneración por ello. Hecho por y para fans.

Y por favor... disfruten~ 

 

Infierno

 

 

—Eres repugnante. Lo sabes, ¿verdad?

—Hola~ Estaba esperando que vinie-

Un derechazo asestado con increíble fuerza, y luego un extraño y hueco silencio llenó el espacio.

Moriarty dibujó en su rostro una sonrisa feroz con sus labios ensangrentados, meneando la cabeza y mirándolo con algo que se burlaba de la compasión.

—Tenía la esperanza de que vinieras, a eso me refería. Curiosa palabra, “esperanza”… Supongo que tú estás más familiarizado con el concepto, ¿o no, Sherlock?

—No espero que estés vivo.

—Claro que sí.

—¿Cómo lo sabrías?

—No estarías aquí si no me extrañaras~

—Almaceno todo tipo de información que me sea útil y no-

—Blablabla~ No puedes engañarme, Sherlock… Soy una parte de ti ahora. Así que deja de hacerte el tonto y créeme cuando te digo que soy exactamente lo que esperas que sea —ronroneó Jim, con una voz que era toda peligro.

—Eres… repugnante.

La sonrisa continuó extendiéndose, infinitamente más sabia que Sherlock. Mientras el otro se debatía con sus pensamientos, Moriarty tomó asiento en el acolchonado suelo del sótano del palacio mental del detective. Apoyó la espalda contra la pared y estiró las piernas.

—No. Tú realmente no crees eso~

El silencio volvió a ganar la batalla y Sherlock admitió para sus adentros que necesitaba guía. Coacción. Holmes necesitaba de una mano traviesa e ingeniosa que lo dirigiera a través de los peligros que se avecinaban.

Para adentrarse en parajes inexplorados y hacer lo que nadie más estaba dispuesto a hacer, Sherlock necesitaba algo más que afilar sus cuchillos… necesitaba de algo primitivo y salvaje, que no conociera de códigos morales y de la ley de los hombres comunes. Necesitaba de algo indomable, lleno de garras y colmillos. Y eso no lo podía lograr con nadie más que con él.

Ya había descendido hasta allí, hasta el fondo del barril, como suelen decir. Sherlock llegó hasta él, aproximándose con las manos extendidas y sin nada que ofrecer. Pero eso estaba bien, porque aún después de muerto, aun si se trataba de la sombra del verdadero Moriarty, Sherlock sabía que el único sacrificio que el otro siempre anhelaba, era él.

El silencio del detective lo decía todo. Lo ridícula que era aquella situación. No valía ni para ejercicio mental y sin embargo, no encontraba razones para irse.

Jim lo contemplaba todo lo que quería. Porque, ¿quién era Moriarty sino la persona que hacía lo que quería, como quería y cuando quería?

Y maldito sea hasta el fin de los tiempos, porque lo envidió por eso.

Sherlock, con su eterno entrecejo fruncido, la boca torcida de enojo y los puños apretados a cada costado de su cuerpo tenso y cansado.

Esta conversación metafísica –junto a todas las que le antecedieron y todas las que le seguirán–, y todo lo que sucedía en este lugar aislado de la bondad del mundo del detective… eran un precipicio.

Lo terrible era que Sherlock sentía que el peligro se estaba desvaneciendo. Desde que se conocieran en vida, estas dos fuerzas del caos y el orden habían caído por el abismo y se habían roto demasiadas veces. Se habían arrastrado hasta el borde cada vez, con el cuerpo deshecho y las uñas ensangrentadas, solo para lanzarse de nuevo.

Jim nunca estuvo asustado de la caída, y Sherlock empezaba a creer que él también acabaría por acostumbrarse.

De alguna bizarra forma, en la que Sherlock no quería detenerse a pensar demasiado, la ausencia del otro pesaba demasiado en la cotidianidad de su vida. Que era una vida muy entretenida y el detective siempre encontraba maneras de citarse con la muerte, es cierto, pero después de aquellos dos años en los que trabajó sin descanso para que no quedara ningún rastro del consultor criminal… un miedo, una ira y algo más llegaron al subconsciente de Sherlock, cayendo con la fuerza de una guillotina. Una sensación inexplicable llegó para quedarse.

—Me necesitas, Sherlock. Así como me necesitaste antes. Así como me necesitarás siempre.

—No te tengo miedo —respondió el aludido, a ese eco de oscuridad que le susurraba las cosas más crueles.

—¿Seguro~?

La sonrisa de Jim era la arrogancia misma. Estaba completamente satisfecho consigo mismo. Y Sherlock estaba participando en el juego con él, por su propia voluntad. Como siempre lo hizo.

—¿Sabes? Siempre tuve curiosidad por saber qué impresión te dejé.

—¿La tuviste? Creo que siempre vi lo que querías que todos vieran.

—Mmm… No, te equivocas —replicó la figura desde el suelo, sin moverse con extravagancia porque no era eso lo que necesitaba para tener la atención de Sherlock clavada en su recuerdo— ¿No puedes decirme, cierto? Todavía hay cosas que no puedes admitir en voz alta~ Cobarde. Prefieres creer que puse una venda sobre los ojos de todo el mundo. Que los logré engañar a t o d o s.

—¿No es sí? ¿No es, acaso, todo un maldito show para ti?

Moriarty rió con ganas y fue como escuchar huesos rompiéndose bajo la fuerza de una avalancha.

—¡Que boca la que tienes! Podrías darle un mejor uso.

—No te atrevas a insinuar-

—Con tus clientes, me refería. Con tus patéticos clientes y sus patéticas vidas, que exigen más paciencia de la que merecen. Vamos, Sherlock… cierra esa puerta y dime a lo que realmente has venido. Me encantaría serte de ayuda~

Sherlock no dijo nada. El silencio solo parecía llegar cuando Jim tenía razón y cualquier argumentación sería inútil.

Después de tanto tiempo, había aprendido a escoger sus batallas.

Con Moriarty nunca hubo más que brutal y dolorosa honestidad. Siempre supo qué quería y por qué. ¿Qué más podía hacer Sherlock sino acudir a su presencia cuando las cosas eran inciertas y el futuro era peor que como lo había imaginado?

Quizás no importaba lo que hiciera, al final. Este era su palacio. Y frente al otro, él sostenía las llaves y él era el rey.

Jim le diría verdades a Sherlock aun cuando este no quisiera oírlas.

Por eso, Sherlock cerró la puerta y quedó a merced de la oscuridad.

 

Notas finales:

Muchísimas gracias por su lectura ( ^^ )

Espero que les haya gustado.

Cualquier crítica o comentario que deseen hacerme, lo recibiré con gusto. No muerdo, no me enojo y se los recompensaré mejorando.

Hasta luego~


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