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Ese humo que te hace mal por Himy Kaibutsu

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Notas del fanfic:

 

 

Advertencias:

* One-Shot con diálogos en LUNFARDO.

* One-Shot sin sentido ni trama. (PWP)

* One-Shot clasificación: +16

* Drogas.

* Personajes totalmente FUERA DE CARÁCTER (OoC)

 

Por favor, si no te gusta alguno de estos ítems, buscá otro fic o leélo bajo tu responsabilidad.

 

Discleimer:

Los personajes no me perteneces, son creación de Furudate.

 

 

 

 

Ese humo que te hace mal

By Himy Kaibutsu

 

 

—Cobrate, por favor—  el rubio que conducía el Peugeot 207 gris esperó el vuelto de la empleada del peaje que conectaba la provincia con capital. Al recibirlo se despidió asintiendo con la cabeza y echó a andar luego de que la barrera se elevara.

 —Listo. Pasame que lo armo, Bro. — solicitó Kuroo, desde atrás del copiloto.

—¡Bancá más adelante, Wachín, recién pasamos la cabina! —  aunque haya dicho eso, Bokuto, que iba de copiloto, abrió su mochila y sacó un paquete de cigarrillos, un encendedor, algo parecido a un paquete de chicle Beldent negro y otro objeto muy similar a un alhajero de metal, para dárselo al pelinegro.

—Kuroo, por favor te lo pido, calmate. La otra vez te mandaste alto cañón. Por poco nos morimos. — Akaashi miraba cómo el pelinegro ponía el contenido del paquete de cigarrillos (una yerba seca) dentro del no-alhajero y comenzaba a girar en direcciones opuestas sus tapas.

—No pasa nada, lo voy a hacer para un par de secas no más. —

—A mí no me importa que se manden un re churro y queden re locos, mientras no me rompan el coche, todo bien. — espetó Tsukishima, levantando la ventanilla del lado del conductor y viendo por el espejo retrovisor especialmente a Kuroo, que al potenciarse con el bicolor eran terribles. Éste se limitó a devolverle la mirada con una sonrisa que no decía nada, estaba más atento a sacar del paquetito un papel ultra fino para envolver lo que obtuvo de la cosa de metal.

—¡Tsk! Tsukki, siempre nos decís lo mismo. Ya sabemos que es de tu hermano. Aparte,  ¿Alguna vez la bardeamos con el auto? — el búho deslizó su brazo por los hombros de muchacho.

—No... pero por las dudas...—

  Era un miércoles de mediados de octubre; una tarde hermosa, templada, como para estar sólo con camisa y jean, o con remera y bermuda como Bokuto. Lejos de la costumbre de salir sólo los fines de semana por la noche, se habían tomado ese break para ir a ver una película aprovechando el descuento del día. Un paseo “tranquilo” dentro de lo que ellos consideraban.

—Listo. ¿Quién quiere? — invitó el gatito, haciendo gala de lo lindo que le había quedado el pucho con filtro y todo.

—Pido después de Akaashi. — mandó el conductor. Sin objetar, el castaño agarró el cigarrillo, se lo puso en los labios intentando no humedecerlo con la saliva y ladeó la cabeza apuntando hacia arriba para no quemarse las cejas ni el flequillo en lo que lo encendía.

El dúo terrible estaban expectantes a la profunda calada que le había dado al armado, conteniendo el humo en su garganta todo que pudo hasta que el picor lo hizo soltarlo en una ronca toz.

—¡Aah, Dios! ¡Es tan rico! — sacudió la cabeza negando con una leve sonrisa de satisfacción y lo pasó para adelante, erróneamente a Bokuto.

—Tsukki, vos primero. — cedió.

El cuervo  repitió la acción del otro sin esperar a la picazón y echó el humo hacía atrás, bañando a los otros dos. Devolvió el cigarro al búho mayor y este lo inhaló aún más profundo.

—¡Bancáaaa, amego! ¿te lo vas a fumar solo, forro? — Kuroo le arrebató e hizo lo mismo que su mejor amigo, una honda calada.

  La ronda se repitió cuatro veces más hasta que se consumió. A esta altura, el volumen de la radio ya estaba a tope. Akaashi variaba las posiciones a cada flash que la cámara tiraba al hacerse Selfies para twitter. El Búho cornudo y el gato se reían a carcajadas recordando aquella vez que terminaron en la comisaría (otra vez, para variar) y que cuando el comisario les afirmó que estaban en drogas, el emplumado contradijo: “Usted, señor, no sabe ni papa”, seguido de una ola de risas entre los dos. Tsukishima, a diferencia de ellos, iba más tranquilo, concentrado en el camino. Estaban a media cuadra del shopping, aunque después de la tercera vuelta de la mecha, el tiempo se les había comenzado a pasar con lentitud al cuervito y al búho menor, y por ende el recorrido se les había hecho eterno.

—Cálmense, loco. Ya llegamos. — anunció bajando al estacionamiento.

—¡¡UUUOOOOOOOOOOOOOHHH!! — Bokuto levantó los brazos como si la rampa fuese la mejor montaña rusa del mundo. —¡TENGO MIEDOOOO! ¡KUROO AGARRAME QUE VOY! — gritó a todo pulmón desabrochando el cinturón de seguridad y tirándose de Slam sobre el nombrado, que lo recibió con los brazos abiertos y gritando, y Akaashi consiguiendo que casi se le caiga el celular.

—¡La concha tuya, Bokuto! ¡Quedate quieto! — la exclamación del búho pequeño hizo reír más, si acaso se podía, a los mayores, sin embargo sorprendió al más chico, que buscaba un lugar para estacionar, encontrándose con el primer subsuelo repleto de autos, por lo que tuvo que descender todavía más, haciendo el ajetreo de atrás se intensificara.

Llegó al segundo subsuelo, donde, para su alegría, justo una Amarok se retiraba, cediéndole el lugar. Aprovechó ese instante para bajarle al radio.

—¡Qué persona más conciderada!— elogió el grisáceo a todo pulmón, bajando la ventanilla y gritando con todas sus fuerzas: —¡TE RE COPASTE, AMEO! ¡DEBERÍA HABER MÁS PERSONAS COMO VOS EN EL MUN- — Su griterío fue interrumpido por Tsukishima, quien levantó el vidrio con el comando madre de conductor.

—Callate, Bokuto, nos van a echar sin haber bajado del auto.— advirtió estacionando sin maniobrar mucho, pues el espacio que había dejado la 4x4 le bastaba y sobraba a su cochicito.

—¡Pfff! Tenés que aprender a agradecer las cosas, Tsukki.— sermoneó con gesto de mamá regañona, y, obvio, el gato le celebró.

—Eso, ¿Por qué no escuchás a tus mayores de  vez en cuando, Tsukishima?— preguntó serio, recargándose y poniendo su mentón en el hombro izquierdo del asiento del copiloto. El rubio se giró a verlo encontrándose con los ojos del gatuno.

—Por Dios, Kuroo, tus ojos están muy rojos...— lamentó, sabía que eso era mala señal. Rogó por poder contenerlo si la situación lo ameritaba.

—¡Nah, estoy bien!— descartó.

—Fumaste antes de venir, ¿no?— acusó molesto.

—No, Tsuki. Además, mirá, Akaashi está peor que yo...— El trío miró al nombrado, sin dudas era el peor: el pelinegro menor había dejado de sacarse fotos y ahora se encontraba recostado mirando por la ventanilla en un claro estado de "durés". A cada segundo respiraba violento, como volviendo en sí, y se acomodaba en el asiento compulsivamente; y los miraba, asegurándose que no lo vieran.

—¿Akaashi, estás bien?— la cuestión del cuervo lo alarmó provocando que, de nuevo, se adecuara en el asiento rápidamente, apoyara su codo izquierdo en la ventana, llevara su mano a su boca y comenzara a comerse las uñas al tiempo que su pierna derecha se movía impacientemente de arriba a abajo.

—Obvio que estoy bien, ¿No ves?— contestó serio. —...Bokuto, ¿Cuándo te pasaste para acá atrás?— preguntó preocupando al rubio y dejándolos pensativos a los otros dos. En cuanto sus ojos se cruzaron con el resto, Bokuto se echó a reír, recordando cómo había llegado ahí.

—Uuuuuhh, wachín, estás re mal...— aclaró Tetsurou, como si su lentitud al recordar lo que pasó hace tres segundo fuera normal.

—...Estoy empezando a pensar que mejor volvemos a casa...— al final del comentario de Tsukki se escuchó el característico "¡BUUUU!" que se le suele decir al aguafiestas.

—¡Dah, Tsukki, no te ortivés!— pidió el peligris. —¡Estamos bien!¿No, Kuroo?— Tsukishima desconfió de sus palabras al verlo detenidamente: no era raro que los ojos del mayor se pusieran rojos, pero tenía los ojos más cerrado que abiertos, dicho de otra forma: ...estaba "re chino", algo irónico siendo que los ojos del muchacho eran los más grandes de todos los presentes. Esto le hizo dudar de verdad si era mejor quedarse o volver.

—Eso. Dale, Tsukki, ya reservamos la entradas y hay que retirarlas una hora antes de la función.— acotó el exNekoma y revisó la hora en el celular agradeciendo como nunca que los números sean enormes en el bloqueo de pantalla.  —Y ya son las seis menos cinco, comienza a las siete y cuarto la peli.—

El rubio suspiró y apagó el motor y el radio. Sin embargo, cuando Bokuto pasó por encima de Kuroo y queriendo salir, se encontró con la puerta trabada, y, antes de cualquier queja, Tsukishima se volteó con un aura demandante de su máxima atención.

—Miren, no soy tan mierda de persona como para dejarlos por su cuenta estando así, así que si pasa algo no los voy a dejar tirados. Pero si se da el caso, tengan por asegurado que la venganza va a ser tremenda.— sentenció sombríamente.

Akaashi mucho no entendió el mensaje, todo le daba vueltas, la cara de Tsukishima se deformaba de a poco, y su voz se distorsionaba en un silbido aturdidor. Aún así asintió, suponiendo en sus dos segundos de coherencia lo que les estaba diciendo. Después de todo, siempre que estaba "así" en el único que podía confiar, era en él. A decir verdad, si no estuviera "así" también sólo se fiaría del rubio.

Los otros dos hicieron la mímica de ponerse a llorar como magdalenas, de una forma muy sobreactuada.

—¡TSUKKIIII! ¡SIEMPRE SUPE QUE EN EL FONDO NOS AMABAS!— comenzó Koutaro. Pero lo dicho pareció sacar de onda al pelinegro

—¿Qué decís, Bokuto? Tsukki nada más me ama a mí. A ustedes, como mucho, les tendrá un aprecio muy chiquito.—

—¿AAH?— se indignó el búho, pero al segundo se dió cuenta lo que pasaba. —¡AAAAH! ¿QUÉ PASÓ, TESTU-CHAN?¿TE PUSISTE CELOSO?— picó por la reacción de su Bro. Kuroo frunció más el entrecejo.

—¡CALLATE, ESTÚPIDO!—

—¡UY, SÍ QUE SE PUSO CELOSOO!— canturreó, sacando todavía más al otro. —¿QUÉ PASARÍA SI LE DOY UN BESO, ENTONCES?—  Bokuto, que por alguna razón gritaba en vez de dialogar con el que tenía literalmente abajo, se acercó torpemente a Tsukki, quien no se inmutó ni un segundo, viendo con cansancio la escena. Kuroo lo agarró de la parte de atrás de la remera y lo volvió a sentar entre él y Akaashi bruscamente.

—¡TE LO VOY A DECIR ASÍ PORQUE SOS MI HERMANO Y TE QUIERO:! —  sin poder hacer mucho, el bicolor sólo calló y escuchó con una sonrisa, algo que sólo haría en esa condición. — ¡LO TOCÁS Y TE MATO!— amenazó seria e intimidantemente, aunque el otro sólo rió entre dientes.

Antes del próximo ataque del pelinegro mayor, Tsukishima puso en marcha el auto de nuevo. —Nos vamos a casa.— Sentenció con un tono de molestia. Claramente estaba sacado de onda. Las cosas se dieron como él pensaba: a veces, Kuroo se ponía agresivo cuando fumaba en exceso; y era obvio que antes de pasar a buscarlo por su departamento se había fumado algo, sino no pasaría del "estado alegre", como máximo llegaría al "muy muy alegre". Entiéndase “Alegre” por  “estúpido”. Tsukki no necesitaba más pruebas que lo que pasó recién. Era imposible que Kuroo se peleara con Bokuto por una cosa así, si más de una vez tuvieron encuentros muy íntimos con la otra pareja (aunque Kuroo y él aún no eran "nada oficial").

—¿Eh?¿por qué encendiste el coche, Tsukki? No me vas a decir que nos vamos, ¿no?— el peligris se incorporó de un salto.

—Sí, nos vamos. Ustedes están muy mal y no tengo ganas de perder tiempo en la comisaría. Además, mañana hay que laburar, vieja.— su voz se agravaba en cada palabra.

—Pero yo quiero ver la peli...— comentó Akaashi de la nada.

—¡Eso! Vinimos hoy porque él quería ver la peli!— defendió su novio.

—¿Qué mierda va a ver si ni sabe dónde está?— Tsukishima ya había perdido la paciencia que no tenía. Afortunadamente, no le importaba que se reusaran, él sabía cómo manejarlos en ese estado: sin pedirles su opinión. Después de todo, ¿qué sentido tenía preguntarles estando así?

—Por favor, Tsukishima. Vemos la peli y nos vamos.— rogó el ojigris. Causando un extraño sentimiento en el rubio al verlo con ojitos de súplica pero rojizos a más no poder.

—...No-...— El rubio se vio interrumpido por el minino, que sin previo aviso abrió la puerta del coche y bajó dejándola abierta. —¡Ah! ¡Kuroo, esperá!— gritó saliendo y viendo que el otro ni se había inmutado y caminaba en sentido al ascensor. —¡¡Kuroo!!— llamó obteniendo el mismo resultado. Tsukki chasqueó la lengua y entró al auto para apagar el motor y sacar las llaves. —¡La puta madre, loco!— hizo el amague por llegar al otro, pero el sonido de las puertas le llamó la atención y volteó.

Bokuto, más o menos captando lo que ocurría, había aprovechado para salir del auto también y cerró la puerta para ir del lado de Akaashi y ayudarlo a sacarse el cinturón de seguridad.

—¡No!— detuvo severo el rubio del otro lado. —¡Vuelvan al coche! ¡Les dije que nos vamos!—

—Dah, ya bajamos y Kuroo ya se fue, mirá.— el bicolor señalaba calmadamente el ascensor donde el nombrado brillaba por su ausencia, mientras el búho menor se paró tambaleándose.

—¡La concha de la lora, loco!— Tsukishima corrió en esa dirección y llamó el elevador de al lado repetidamente. Antes de que las puertas se abrieran, sacó las llaves, apuntó al coche para ponerle la alarma y subió después de que el sonido característico le asegurara la protección del vehículo, dejando la pareja a su suerte.

Una vez estuvo en Planta Baja, el rubio se aventuró en busca del pelinegro, divisándolo en la Planta de arriba. —¡Y, sí!— masculló al recordar que la zona del cine se encontraba en ese piso. Subió corriendo las escaleras eléctricas, ignorando las risitas coquetas de las muchachas que paseaban por ahí y  la mirada de la chusma.

El lugar estaba lleno al ser un día de promoción y descuento en la mayoría de los locales de comida y entretenimiento. Como resultado, sólo se guiaba viendo la cabellera azabache de recién levantado a lo lejos, entre el tumulto de gente. Lo siguió esquivando personas y molestos obstáculos de exhibición en las galerías, y se extrañó ver que se desviaba a la sección de baños en vez de seguir para la de cine, aun que en realidad no era tan extraño.

Entró a el enorme baño de hombres agradeciendo que no hubiera fila, como en el de mujeres. Dentro, sólo había un cubículo ocupado, se dirigió hacia él.

—Kuroo...— llamó y se acercó para tocar la puerta, pero no hubo respuesta. —¡Kuroo!— reiteró.

—...— Nada.

—Kuroo, abrime...— pidió con cansancio, sabía que la condición del minino era complicada: podía calmarse al instante o bien (o mal) perder la cabeza en un segundo, tenía que ir con cuidado. Exhaló pesadamente. —Mirá, Kuroo, si te tomaste en serio lo que dijo Bokuto, sos un idiota. Yo sólo estaba tratando de decir que se porten medianamente bien. Por lo menos que no hagan algo excarcelable. En ningún momento declaré mi amor por nadie. Ustedes son una manga de pelotudos que piensan cualquier cosa. Además, Bokuto lo dijo en chiste, ya sabés como es él...— del otro lado se escuchó la traba del baño desbloquearse y la puerta abrirse de a poco, hasta que una hábil mano salió rápidamente ingresando al rubio al cubículo y cerrando la puerta tras él.

En un segundo se encontró contra la pared y muy cerca del pelinegro, que lo miraba con recelo y algo más. No dijo nada, se limitó a contemplarlo, inquebrantable.

—...— el gato suspiró, suavizando sus facciones. —Perdón, Tsukki...— susurró. —...Ya sé, estoy re mal... estoy re mal...— Negaba con la cabeza haciendo énfasis en su Estado. El rubio se dedicó a esperar que se calmara solo. Kuroo lo miró por un instante y desvió la vista, derrotado. —Tenés razón, sí fumé antes de venir...— confesó y volvió a verlo notando la decepción encubierta en los ojos del otro. —¡No me mirés así!¡No es como si fuera un drogadicto!— Tsukishima cambió su postura enderezándose y cruzando los brazos. El minino copió la acción. —Anoche, me quedé en lo de Kenma...— soltó. El rubio tenía muchas ganas de decirle "listo, no digas más...". Era sabido que el proveedor de sustancias del gato negro era el ex setter de Nekoma. Aún así, le dió paso a que siguiera con su relato con un leve asentimiento. —Bueno, y me preguntó si quería probar unas flores de raza-no-sé-qué y las probé hoy a la mañana, pensando que para la tarde se me iba a ir el efecto... ¡No sabés lo que flashás con eso, Tsukki!—

Tsukishima, por dentro moría por decirle tantas cosas, pero optó por fingir paz y prosiguió.

—¿Ya te calmaste, Kuroo?— preguntó reprimiendo todos sus sentimientos. No tenían una relación sentimental más allá de la de Amigos-que-de-vez-en-cuando-compartían-un-TouchAndGo, no tenía derecho a reclamarle nada.

La pregunta derribó todas las defensas del pelinegro. Éste sonrió con amargura y apoyó su frente en el hombro del rubio.

—Tsukki... ¿No te importo? ¿no-...?— el aludido cortó la situación alejándolo despacio por los hombros.

—Vamos a buscar a los otros, seguro que están metidos en la fuente...— desvió totalmente, y sin dar tiempo a réplica salió del cubículo. Kuroo sintió que se quedó con el corazón en la mano. Se tragó el suspiro y pasó sus manos por el rostro despejándolo para salir con su característica sonrisa.

—Posta. ¿Cómo se te ocurre dejarlos?— comentó siguiéndolo para lavarse las manos. El ojimiel le tiró una mirada asesina y abrió la boca para replicar. —¡Hahhaha! ¡Te estoy jodiendo, Tsukki!— la voz de Kuroo comenzaba a escucharse rasposa y pesada, como si estuviera alcoholizado.

—Tus chistes son todavía más mierda cuando te ponés así...—

—¡Hahahah! ¡Me matás, Tsuukki!—

Kei cerró los ojos juntando paciencia, parecía ser que Kuroo había entrado en su Estado Alegre... Era increíble cómo se olvidado de todo lo que pasó hasta hace sólo un momento; pero, por experiencia propia, Tsukki sabía que sí había pasado eso y más cuando vio que el gatito se arrinconaba bajo en lavatorio para ¿...dormir?

—¡¿QUÉ MIERDA HACÉS, KUROO?!— logró agarrar al susodicho por un brazo antes de que llegara a recostarse del todo, pero ya tenía las prendas mojadas.

—¡ÑEEEE! ¡DEJAMEE! ¡TENGO SUEÑO, NO DORMÍ EN TODA LA NOCHE!— en medio del jaleo que se mandaron, entraron un grupito de muchachos que, obviamente, se sorprendieron al ver el espectáculo que se estaban montado. Kuroo se detuvo sólo porque Tsukishima, rojo de furia y vergüenza,  lo tironeó del brazo hasta salir del baño.

—¡Sos un idiota!— el menor caminaba en dirección al cine a paso rápido mientras musitaba una serie de insultos aludiendo a la madre de su amigo, que iba en las nubes con una cara de éxtasis total... totalmente desubicada para la hora y el lugar.

Al pasar por el patio de comidas, su atención se enfocó en algo que lo superaba por mucho.

—!¿QUÉ-MIER-DA?!— lejos de todo lo que se esperaba, se encontró con el par que había abandonado anteriormente sentados tranquilamente en una de las mesas junto a la pared que dividía la zona del Cine con la de Comidas.

—¿Khé onda, Tsukiiiiii?— Bokuto saludó alegremente parándose y abrazándolo como si no se hubieran visto hace siglos, y continuó con el hermano de alma. —¡Waaa! ¡Qué asco! ¡Estás todo mojado, Bro!— exclamó sacudiendo las manos frenéticamente. —¡Ah, ya entendíiii! ¡Estuvieron cogiendo en el bañooo!— gritó innecesariamente, todos los que los rodeaban voltearon a verlos con distintas expresiones.

—¡Cerrá el orto, Bokuto!— espetó el rubio, todavía más rojo, aprovechando ese momento para asegurarse de que Akaashi, que estaba muy feliz por alguna razón desconocida para el menor, estuviera bien.

—¡E´ q El Tsukki e' re salvaje, viteh! ¡Corte que yo no lo podía pará', Bro!— alardeó el pelinegro en un balbuceo, a eso no se le podía decir “hablar”.

—¿QUÉ?— Tsukishima volteó protestando, ¿En qué momento había ocurrido eso? Bokuto se llevó la mano a la boca en una extremadamente exagerada expresión de asombro .

—No te hagas, Tsukki. Somos pocos y nos conocemos bien. Todos sabemos que sos re pajero...— comentó sin más el bicolor.

—¿QUÉ?— reiteró aún más molesto.

—¡Ay, dale, Tsukki! Si clarito me dijistes “¿Queré cojé? ¡Ah, khé!”—  comenzó sentándose calmadamente frente al ojigris e imitando los supuestos gestos que hizo el rubio al preguntar eso.  — y yo te dije “Pero, corte que no tengo forros, wachín, te voy a chorriar todo.” y vos me dijistes “Ay, pero si así me guta' má', pape” Obvio que me sorprendiste, pero no iba a negarme a tal invitación. Y entonces sacaste la chopera con fernet y coca y te paraste arriba del lavatory y comenzante a cantar “Tumba la casa, mamee”. Y yo te hacía palmas mientras perreabas, y hasta te puse un billete en el cinturón.— el gato relataba lo “sucedido” con tanta seguridad, mirándolos a los ojos incluso, que hasta Tsukishima por poco se lo creía.

Keiji sacó el celular y tipeó: —Hashtag: TsukkiTeTumbaLaCasaPape Hashtag: PalTuit — comentó con una estúpida sonrisa muy salida de personaje.

—Miralo vos al Tsukki, al parecer le gusta perrear...— Bokuto aportó más leña al fuego a sabiendas del mal carácter del muchacho.

—Basta...— Tsukishima cubrió su carita con sus manos, controlándose.  —¡No me voy a calentar en contradecir a un montón de fumancheros!— cayó rendido al lado del búho menor, y el bicolor les hizo compañía frente al rubio.

—Entonces... ¿Qué pedo, qué cuentan? ¿qué hacían acá?— cambió Kuroo, en un mínimo de coherencia.

—¡Ah, cierto!— recordó el mayor. —íbamos a sacar las entradas con Akaashi, y Akaashi dijo: “Bat ferst, letmi teik e selfi” y comenzó a sacarse un montón de fotos y a tararear una canción así: “Chan, chan, chan-chan-chan-chan” y corte que no entendía nada así que me dijo, “fue, vamos” y nos comimos esa fila de diez kilómetros al pedo porque cuando llegamos a la mitad nos dimos cuenta que esa era la fila para los que no habían reservado y fuimos a la otra fila donde no había nadie y llegamos al mostrador y corte que ninguno tenía ni un mango, asique vinimos a cargar la billetera. If you know what i mean~— culminó giñando el ojo derecho varias veces.

—¿Y fueron al cajero?— se extrañó el menor. —Si no saben ni en dónde estamos...— Enarcó una ceja totalmente sorprendido.

—!Pss! ¡Obvio que no! !No me acuerdo la contraseña estando en Estado normal, menos me la voy a acordar ahora!— exclamó llenando de dudas al cuervito.

—¿Entonces, están esperando que vaya yo al cajero?—

—Noup~ Ya arreglé todo~ Para que dejés de llamarme inútil~— el tono de seguridad del búho, más que sorprenderlo, le preocupaba.

—Entonces, no entiendo una mierda... ¿Akaashi?— sabía que no era su mejor momento, pero aún así prefería preguntarle al buhíto.

—Le pedimos prestado el cargador del celular a la empleada del Burger.— la respuesta confundió  más, aún más, al rubio.

—Sigo sin entender ni mierda...—

—¡Ay, mirá que sos más idiota que yo, Tsukki, eh!— saltó arrebatado Koutaro.

—¡ES QUE NO ENTIENDO QUÉ VERGA TIENE QUE VER EL CARGADOR DEL CELULAR CON SACAR PLATA DEL CAJERO!— explotó por el insulto ¿Cómo osaba llamarlo más idiota que Bokuto?

—¡Mirá, idiota! ¡Mirá! — el búho cornudo le señaló repetidamente bajo la mesa golpeando su dedo índice derecho contra ésta, y el rubio en su ataque miró enfurecido, quedándose perplejo... eso no podía ser cierto. El azabache también vió de curioso.

—...No...— Kei se giró hacia Akaashi para fingir un lloriqueo de frustración en su hombro, éste gentilmente lo consoló. —No, no puede ser...— En efecto, el cargador del celular, enchufado en el tomacorriente de la pared y el plug que va al teléfono estaba metido dentro de una billetera negra de cuero con un búho de metal en un costado apoyada en el suelo.

—Soy un genio.— alegó el peligris.

—Wow...— Kuroo observó admirado de tanta inteligencia. —Boludo, me mataste. ¡Sos un capo, chabón!— palmeó varias veces su espalda con verdadero reconocimiento.

—.¿..Por qué lo dejaste hacer esto?— cuestionó el rubio al buhíto, éste sólo se encogió de hombros.

—¿Conocés otra  forma de “cargar” la billetera?—

—...— Tsukki no podía creer que el ojigris se prestara para tal cosa. —...Voy a sacar las entradas...— anunció con cansancio entre el bullicio que se mandaban los otros, alabando al emplumado mayor. —No se muevan. No sean boludos, por favor se los pido.—

Sin más, los dejó ahí y fue a hacer la fila para retirar las entradas anticipadas, donde sólo habían cinco personas, un trío y una pareja, por lo que sólo tuvo que esperar dos turnos.

Al llegar su turno notó que detrás de él estaba Akaashi, en silencio. Le restó importancia y avanzó después de que lo llamaran, pero un estruendo lo hizo voltear. El búho menor se había caído de cara al piso al intentar cruzar por encima del camino de cintas de seguridad que se armaba para ordenar a la gente cuando había extensas filas. Levantó su rostro aún es el suelo y comenzó a reír desenfrenadamente, acompañado de todos los presentes, menos de Tsukishima, quien corrió hacía él, lo ayudó a ponerse de pié y lo arrastró de un brazo al mostrador donde la empleada de edad avanzada luchaba para mantener su postura y no descostillares de risa como Keiji.

—Buenas Tardes, ¿qué función desean ver?— preguntó sin pausa, de lo contario alguna risita se escaparía.

—Tenemos reservadas cuatro para “El pequeño delfín que hacía: prurururú”, por favor.—

La transacción se había completado casi por completo cuando el mayor reparó en algo seriamente importantísimo.

—Che, Tsukishima, esta señora no nos preguntó qué butacas queremos. ¿Qué le pasa? ¿Quiere que nos sentemos en el pasillo?— la cuestión frustró al rubio e hizo reír a la mujer. —¿De qué se ríe?— Akaashi sonrió de costado y recargó su peso en una de sus manos en el mostrador, con una pose bastante cool. —¿Pensó que no me daría cuenta?— continuó. —¿Sabe qué, señora? ¡YA NO QUIERO VER SU COCHINA PELÍCULA!— en un arrebato radical, el pelinegro había golpeado el mostrador con ambas manos, demostrando toda su ira. La mujer continuó con su risa entregándole los tickets al cuervito.

—Vámonos, Akaashi.— Tsukki intervino jalándolo antes de que llegara Seguridad. Pero eso no lo detuvo.

—¡AYER ME COJÍ TANTO A SU MARIDO, SEÑORA!— gritaba incoherentemente. —¡ÉL ME DECÍA: “!!ASÍ. ASÍ!! ¡¡AAAHH!! ¡¡SOS MEJOR QUE MI MUJER!! ¡¡AHH!! ¡¡¡AAAH!!!”!— la imitación de gemidos de Akaashi se perdía mientras el otro lo tironeaba y se alejaban del lugar, incluso pasando el patio de comidas. El destino de Tsukishima era el baño, a ver si podía calmar a la extraña bestia en privado, pero el baño del patio de comidas estaba repleto, de pronto, por lo que se quedaron a un lado de la galería.

—¿Qué mierda te pasa?— espetó sacado de onda y  empujándolo contra el hueco de la salida de emergencia, nada muy dramático.

—Vos también tuviste que haberte revelado, Tsukki. ¿No te das cuenta lo que hacen?— de la nada, el buhíto había tomado una postura poco común en él, una bastante parecida a la de Kuroo, de alguna forma. —Te cagan, Tsukki. Te cagan.— enfatizó, paranoico. Su acompañante no entendía nada, y realmente no había nada que entender, ese tipo estaba en drogas ¿qué sentido tenía intentar entenderlo?

—Me cagan...— Tsukishima asintió con los brazos cruzados, mirándolo increíble. —Bueno, a ver... ¿cómo exactamente me cagó?— cuestionó intentando comprender a qué se refería.

—¿No viste que no nos preguntó dónde nos queríamos sentar?— Akaashi endureció sus facciones indignado que no notara algo tan obvio.

—¿Me estás jodiendo, Boludo? ¡Akaashi, cuando reservás las entradas por internet ahí mismo elegís la ubicación, donde te querés sentar!—

El nombrado enmudeció, recalculando. Los varones entraban  salían del cuarto de baño a su lado,  echándoles algunas miradas.

—...uh, posta, ¿no?— concluyó.

—¿De dónde sacaste esa mierda del marido, boludo?— preguntó con un ademán que decía “te mandaste cualquiera”.

—Kou-chan se lo gritó a la empleada del Mc cuando le pedimos el cargador.— el rubio se dió un face palm desorbitando sus lentes. En ese momento recordó:

—!LA CONCHA DE LA LORA! ¡LOS DEJÉ SOLOS!— al instante la sirena de fuego se escuchó y todas las luces se apagaron de la nada, sólo se veía por las luces verdes de emergencia. —¡LA PUTA MADRE!— Tsukishima tomó de la mano a Akaashi quien no paraba de gritar como niña y corrió al encuentro de los otros.

  El patio de comidas era una verdadera batalla campal: la gente corría y gritaba por todos lados, muchos habían aprovechado a saquear algunas tiendas. La Seguridad no daba a basto entre la evacuación y controlar las masas. Era increíble como en tres segundos todo se había vuelto tan salvaje.

El cuervo revoloteó por el lugar para asegurarse lo obvio, en la mesita que los había dejado no había nadie.

—¡Akaashi, la concha tuya, quedate quieto!— sermoneó apretando su mano y volteando a ver que lo que agarraba era un niño pequeño que lloraba a más no poder. Por acto reflejo lo soltó como su tuviera alguna enfermedad contagiosa y trasmisible por el más mínimo contacto físico. Antes de que pudiera siquiera preguntar, una mujer se aventó a él y le volteó la cara de una cachetada fortísima para luego retirarse con el crío en los brazos. El rubio quedó shockeado por algunos segundos tocándose la mejilla... No entendía nada.

Reaccionó recién cuando escuchó una voz familiar: Akaashi estaba parado sobre una mesa divulgando que había que correr a la iglesia porque la Purga había comenzado, entre otra sarta de idioteces.

—¡¡AKAASHIIII!! ¡¡LA PUTA QUE TE PARIÓ, LOCO DE MIERDA!!— Kei lo bajó sin ningún tipo de consideración y volvió a arrastrarlo ignorando los insultos del pelinegro.

Se escuchaban vidrios reventar por todos lados, gente gritando, corriendo, llorando, el lugar era un completo quilombo. Siguió corriendo hasta dar con las escaleras donde la gente ya se había acumulado, haciendo imposible el paso. Muy a su pesar, optó por hacer una estupidez que quizás podría funcionar: bajar las escaleras eléctricas que suben. Por alguna razón, no se les había cortado la energía y continuaban en funcionamiento. Se aventuró a bajar corriendo llegando milagrosamente al Primer Piso con el otro a cuestas. Se encaminó hacia la puerta de salida para poder ir al Estacionamiento y ahí encerrar a Akaashi en el auto e ir a cazar a los otros dos más cómodo, pero su paso se vió cortado por dos tipos que se le cruzaron cargando la caja de lo que parecía ser una TV de 52 pulgadas. Tsukki se aseguró de que esos locos no fueran el dúo al que buscaba y se seudo-calmó al comprobar que no se trababa de ellos, pero... ¿Esos no eran los de Johzenji?

 —¡Apurate! !El capitán ya prendió el coche!—

—¡A esto se le llama robar!—

—¡No lo estamos robando! ...El capitán dijo que técnicamente lo encontramos en un lugar sin luz...—

—…Bueno… —

 

 Tsukki respiró hondo y continuó su camino, pero tuvieron que tirarse al suelo porque algún enfermito se le había ocurrido extinguir algún fuego invisible encendiendo el matafuego y llenando el lugar con humo blanco, volviendo la vista borrosa y el aire inalcanzable. El ataque de tos que les agarró a ambos empeoraba en lo que enfilaban nuevamente hacia la salida. Tsukishima sacó fuerzas de donde no tenía para ponerse de pie y correr todo lo que pudo hasta salir del lugar, llegando a la calle, donde la gente se amontonaba, cortando la avenida forzadamente.

Cruzó el bulevar arrastrando al ojigris -quien estaba desvanecido- para apartarse y recuperarse del ajetreo. En lo que acomodaba al amigo en un rincón contra un kiosco (para evitar que lo pisaran) y armonizaba su respiración, viró buscando a los otros con la mirada. Los bocinazos de los coches que se impacientaban por pasar y el griterío lo aturdieron, poniéndolo eufórico. Se lanzó nuevamente dentro del edificio -no sin antes pedir gentilmente al chico del kiosco que cuide al buhito- con la misión de encontrar a sus amigos, pero antes de entrar una serie de patrulleros llegaron al lugar con las sirenas a todo volumen. Estas camionetas se detuvieron a escasos metros y los policías que iban dentro se cubrieron con los vehículos, posicionándose en modo defensa con sus armas reglamentarias apuntando hacia dentro del edificio. El sonido del megáfono al encenderse descoló a las personas presentes por un segundo, prendido por el comisario Oikawa quien estaba a punto de hablar, mas se vio interrumpido abruptamente.

Dos camiones negros de agentes Shiratorizawa llegaron, y de éstos bajaron personajes con las vestimentas que los caracterizaban y formaron una barricada en la puerta del Shopping con sus escudos antibalas, impidiendo el paso del rubio, quien seguía sin entender nada, pero presentía que Kuroo y Bokuto tenían que ver.

—¡¿QUÉ MIERDA HACE ACÁ SHIRATORIZA-?!— inició el jefe de la policía

—Retírense, metropolitana. Esto es trabajo para nosotros. — habló un joven, alto, y musculoso peliolivo que terminaba de bajar de uno de los camiones.

—¿Qué garcha hacés acá, Wakatoshi? —  musitó entre dientes el castaño. Su equipo metropolitano cambió su enfoque de defensa, erguiéndose atentos.

—Lo que escucharon, metropolitana. Vayan al puerto a ver si encuentran droga por ahí. — el pelirrojo que habló provocó una mueca en la cara del comisario.

—Nos llamaron primero a nosotros. —  alegó el subcomisario policial.

—Iwaizumi, “rescate de rehenes y la intervención en cualquier otra situación en la que la policía regular sea insuficiente”, es nuestro trabajo, y acá se presentaron las dos cosas juntas. — afirmó calmado Ushijima.

 

En lo que las fuerzas se disputaban la autoridad, una explosión salió del tercer piso, provocando pánico. Al cabo de unos minutos, y por ley, la policía tuvo que colaborar bajo el mando de Shiratorizawa.

Y el megáfono se lo quedó la vaca:

—¡LOS TENEMOS RODEADOS! ¡Salgan con las manos en la nuca y sin provocar más disturbios!—

Un silencio opacado por los murmullos de la chusma y la sirena de las ambulancias, que iban llegando, se dio paso.

—¡VAMOS A ENTRAR!— al terminar el anuncio, el olivo hizo un gesto con la mano y los efectivos marcharon hacia el interior.

  Tsukishima quedó atónito. No podía creer que esos estúpidos hubieran causado semejante conmoción. No podía ni sentirse enojado, sólo pensaba en lo mal que la iban a pasar en la cárcel “por una pelotudéz”, según él.

Esperó impaciente algo que le dejara reconocer a esos dos, pero era imposible. Los minutos pasaban y nadie salía. Se había comenzado a descontrolar, la adrenalina le recorría el cuerpo insaciable. Su pierna temblaba en un intento inconsciente por controlarse por la ansiedad, y todo empeoró cuando cinco tipos sacaron al primer “delincuente” con la cabeza tapada con la propia remera. A Tsukki se le detuvo el corazón al ver al chico que salía en bermuda, automáticamente pensó: *Bokuto...*. Ahora sólo quedaba esperar a que saliera Kuroo. Éste último no se hizo esperar, atrás del primero salía el segundo, valga de redundancia, de la misma forma, pero tapado con una camisa. Sin embargo, lo que no coincidía para el rubio fue que no iba en jean, como Kuroo había llegado, sino que también iba en bermuda, pero más importante que eso, el segundo chico medía, por lo menos veinte centímetro menos que el pelinegro.. Entre las sacudidas de los detenidos, al primero se le cayó la remera y dejó ver al Swageyama, con visera y lentes incluidos, obviamente.

—¡Suéltenme! ¡Yo no hice nada!—

 El cuervo rebelde abrió los ojos por el impacto, y dedujo que el segundo tipo era nada más y nada menos que el cuervito. Automáticamente se volteó para evitar el contacto visual. Aún con cierta curiosidad, se despejó de esos pensamientos para recordar al dúo. Se acercó a un policía y, bien a lo mamá desesperada, lo tomó del brazo sacudiéndolo.

—¡Disculpame, mis amigos todavía están ahí!— comenzó. El rati pelirrojo lo miró con desdén y  con toda la mala gana llamó por su comunicador.

—Che, Semi, acá hay un flaco que dice que todavía hay gente adentro.— del otro lado se escuchó una ronca voz confirmar y dando una serie de órdenes.

Después de diez interminables minutos de espera, el tipo uniformado al lado de Kei respondió al llamado de su Handy atendiéndolo por privado, sonrió al aparato por un segundo y jaló su brazo haciendo que el chico se soltara. —Mirá, flaco, parece que encontraron a tus amigos... Voy a necesitar que vengas conmigo para identificarlos, aunque no te aseguro que salgan enteros.—

El cuervito se heló. Ya se la había visto venir, era obvio que eso iba a terminar así, pero el tipo ese lo había hecho sonar muy dramático. Con su peor cara de frustración, se tragó el gemido de angustia-frustración-odio y siguió al halcón que ya había comenzado a caminar.

Entró al shopping escoltado por el pelirrojo. Dentro, de alguna forma la fuente había rebalsado de agua y el piso estaba hecho un mar hasta los tobillos.

—Quedate acá un segundo— ordenó el mayor, al llegar al puesto de seguridad. Tsukishima se mordía las uñas nervioso. ¿Qué si les pasó algo? …algo… malo…

Sus pensamientos se volaron cuando vió al duo salir del cuarto completamente desnudos (sin zapatillas, incluso) y mojados, cubiertos con unas mantas y con un semblante de desasosiego bárbaro.

—¿Qué carajo pasó? — sonó más preocupado que demandante.

—Nada, vamos a casa…— pidió Bokuto antes que se le cortara la voz en una contracción de sollozo.

—Los encontraron encerrados en el ascensor.—  el muchacho de cabello grisáceo y puntas negras explicó amablemente la situación. —Aunque parece que fumaron algo, se pueden ir. No les encontraron nada.—

—Salgan del edificio, dije que no quería ningún sibil acá. — Ordenó el comandante. Kei afirmó y, antes que el agente se arrepintiera, los agarró a ambos por un brazo y los arrastró hasta el estacionamiento.

 

  Los pasos retumbaban en lo que bajaban las escaleras de emergencia –a falta de  ascensores- hasta el segundo subsuelo. Una vez frente al auto, y notando pero ignorando al mismo tiempo que casi no había coches, Tsukki le sacó la alarma y el dúo ingresó: Kuroo se sentó en el copiloto y abrazó sus rodillas, escondiéndose en la manta; mientras que Bokuto reposó en posición fetal en los asientos de atrás, también tapado hasta la cabeza por el abrigo de cama.

Kei no dijo nada, los miraba extrañado. Y recordó a Akaashi.

—Voy…— hizo una pausa, se moría por saber qué es lo que les había pasado, pero eso después lo resolvería. —Voy a buscar a Akaashi. — terminó y cerró las puertas del móvil con el cerrado automático de la llave. Mejor prevenir…

Salió apresurado, estaba cansado y quería largarse lo más rápido posible.

  Cinco minutos le tomó llegar hasta la calle para ir al kiosco, y, después de agradecerle al chico que cuidó de su amigo –aún inconsciente-, hizo el ademan de volver, pero en ese momento un fuerte estruendo retumbó e hizo temblar el piso, forjando el desequilibrio en los transeúntes, y que los vidrios de los negocios cercanos reventaran.

 Casi sin energía, el rubio levantó la mirada contemplando como el edificio frente a él se derrumbaba. Una nueva explosión se oyó del otro lado. Miles de pensamientos se cruzaron por su mente en lo que los cascotes, los vidrios y las chispas de electricidad se estrellaban contra el suelo, pero el que más le sacudía la cabeza era la pregunta: ¿por qué no había salido con el automóvil? Claro, en el momento que abandonó el estacionamiento nunca se le cruzó por la cabeza que eso pudiera ocurrir, y lógicamente, iba a ser mejor traer al buhito y quedarse descansando un rato ahí, antes de salir y chocar por su cansancio… En el instante que salió del subsuelo todo parecía haber terminado…

 No pudo evitar orinarse en los pantalones al ver como esa edificación de tres pisos y dos subsuelos caía… sobre sus amigos… los chicos que había dejado encerrados en el auto. Una muerte inevitable.

La desesperación se apoderó de él, todavía paralizado en el suelo.  Lágrimas comenzaron a caer por su rostro, deformado en una mueca de terrorífico confusión. Su cuerpo temblaba torpemente. No comprendía en qué momento se había volteado el mundo.

 Todo empeoró cuando se desprendió uno de los carteles enormes de la calle, cayendo en la misma, interponiéndose en el camino de un bus, obligando al colectivero a virar brutalmente y desviar el vehículo hacia donde el cuervo y el búho se encontraban. Estático, le pareció que pasaba en cámara lenta. Un milisegundo en el que su mirada y la del colectivero se cruzaron, con un brillo de terror en ambas partes. Un parpadeo y ya tenía el colectivo a un centímetro de él.

 

—Oikawa. — llamó el subcomisario.

—Iwa-chan… menos mal que no entramos a ese lugar…— murmuró el aludido, ganándose un golpe leve en el hombro por parte del otro.

—No hables así. Hay ocho bajas reportadas hasta ahora: seis de Shiratorizawa que estaban en el primer piso del shopping y dos civiles, atropellados por un autobús. Movete y cumplí con tu deber. —

—Sí, una pena lo de esos dos chicos, eran jóvenes- ¡Auch! — otro golpe le acomodó la compostura. Inició seriamente con su trabajo, dando órdenes y reuniéndose con los bomberos, que hace rato había extinguido el fuego.

A la mañana siguiente y durante una semana, esa era la primicia: ¿qué era lo que había pasado? ¿cómo y por qué?, siempre con el mismo final: un caso más  archivado y olvidado, opacado por la nueva erupción de aquel volcán que, en el otro lado del mundo, había hecho desaparecer media isla. Una fiel alianza entre los monopolios del país, los que tienen la información y los que la distribuyen como quieren y les convenga. Los grandes del país: los que tienen el capital y los que poseen la palabra de la mayoría. Otro final igual, cíclico, e inevitable en la actualidad.

Tsukishima abrió los ojos y se encontró el cielo más hermosamente estrellado del mundo, uno con tintes en azul oscuro, violeta y negro, pintitas blanquecinas, amarillentas, celestes, una mezcla de colores que quedaban a la perfección, o eso pensó. Se sentó viendo que estaba acostado sobre el techo del Peugeot, junto al peligris, que aún dormía.

—Tsukki…— llamó con sutileza una voz cálida.

—¿Akaashi? — Reconoció, buscando al nombrado, encontrándolo sentado sobre el capot del auto.

—Ya despertaste. — sonrió con suavidad.

—¿Qué pasó? ¡Arhg!— una punzada en la cabeza le avisó que no intentara recordar.

—Tsukki. — habló la juguetona voz de Kuroo, parado frente al coche. —Parece que… fumamos de más…—

El rubio lo miró y observó su alrededor, una ruta, una carretera en medio de la nada, plena oscuridad sólo quebrantada por las estrellas, y una luz, que destellaba de un lado de la calle. Escuchó al Búho despertarse y alzó su cabeza para ver las estrellas de nuevo. Una agradable brisa le revolvió el cabello, cerró los ojos experimentando el momento, y una increíblemente deliciosa fragancia a jazmines le llenó los pulmones. La sonrisa más dulce que jamás había mostrado se presentó en su cara.

—¿Hay que ir a la luz? —

 

 

 Fin.

 

 

Notas finales:

 

Hola? 

Em, no creo que haya gente que lea este... pero si se tomaron la molestia de hacer: les agradezco mucho :D

Okey, a ver. Con el temita de la marihuana, onda, si acá se puede escribir sobre violación a menores de edad, por qué no sobre adultos fumanchados? (?

 No me odien, lo tenía escrito hace banda y hoy lo terminé (? es dificil escribir cuando hace calor u.u

Aunque sea horrendo, se lo dedico a ella, la primera que lo leyó, no voy a decir su nombre para no escracharla con esta asquerosidad (?   :')

En, si su pregunta es: ¿qué onda con el final? 

No, no murieron... (? o Lo dejo al criterio de cada uno. 

Esto es patético, no tiene sentido xD No sé, quería terminarlo subirlo y la ansiedad sacó esto (?

Me voy antes que me echen. 

Besos :B

Ah, algo importante que quería decir: 

Esto está totalmente ¡EXAGERADO! Por fumar no vas a hacer esas giladas. A menos que te mandes pepa, no la flashás así. Me contaron que sí es cierto que te alegrás y que sentís cosas raras y que hasta te olvidás de cosas (no sentimentales)… pero nunca todo lo que escribí. Denle, que si leen porno no van a saber lo que les puede pasar si usan drogas, a ver, no es necesario que les dé el discurso de lo dañina para la salud que son. 

 

 

 

 


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