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Un nuevo comienzo por girlutena

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Poco a poco el tiempo iba pasando, el sol iba ocultándose, y casi sin darse cuenta el clima empezó a enfriar, el viento empezó a soplar, y cuando alzó su mirada pudo darse cuenta como los pequeños copos de nieve iban cayendo suavemente, como poco a poco las nubes grises iban ganándole terreno al inmenso cielo, mientras que el viento traía consigo el olor a humedad, el color blanco de los pequeños, pero constantes copos de nieve empezaban a cubrir los hermosos y enormes árboles, mientras que las calles poco a poco iban quedándose sin gente.

Bien sabía que en aquella época los niños salían a jugar a los parques, bajo la atenta mirada de sus preocupadas madres, se podía escuchar como las risas de los más pequeños empezaba a ser contagiosa, mientras que las casas y los centros comerciales iban decorándose con las hermosas luces de colores.

Extrañamente aquella época no le producía nada, o intentaba que su subconsciente no pensara en lo que más daño le causaba, esperaba que aquella época pasase con más prisa, no deseaba darse cuenta de que en realidad estaba solo, y que talvez seguiría de ese modo por mucho más tiempo.

Poco a poco las semanas fueron pasando y las casas fueron quitando sus hermosos adornos, podía sentir algo de alivio por dejar de escuchar las estridentes canciones de navidad, pero sabía que lo inevitable siempre llega, talvez más duro que los años anteriores.

Escondió sus manos en los anchos bolsillos de su abrigo, mientas caminaba ensimismado en sus más oscuros pensamientos, podía sentir como el helado viento acariciaba sus mechones celestes, pero aquello no le producía ningún temblor, lentamente llegó hasta la cancha común y pudo ver a un joven, mucho más grande que él.

Su corazón dio un fuerte golpe dentro de su pecho, pudo verlo saltar con extrema agilidad, casi como un gran animal, un tigre en todo su esplendor. Kagami Taiga, era su nombre. Un joven de cabellos rojos, tan rojos como la sangre, y unos ojos tan penetrantes, tan hermosos y brillantes. Deseaba que sus blancas mejillas no se tiñeran de un fuerte carmín, pero no podía evitarlo, aquel hombre era perfecto.

Sabías que había llegado de Estados Unidos y que estaban en la misma clase, pero por más que desearas hablarle algo te lo impedía, pero ahora aquel joven estaba ahí, y no podías evitar observar cada parte de sus músculos, sus piernas, sus brazos, aquellas manos y el cabello que se agitaba con el viento.

Intentaste retroceder cuando el balón empezó a revotar suavemente hasta tus pies, tu mirada celeste cayó en el balón naranja antes de que el pelirrojo te mirara y con tus pequeñas manos tomaste el balón, aún se podía sentir el calor que transmitía.

-¡Tetsu! -El pelirrojo empezó a acercarse lentamente, con aquella enorme sonrisa, como si se conocieran desde toda la vida. No pudiste evitar pasar nuevamente tu mirada por el atlético cuerpo del mayor, observándole nada más con un short deportivo y una camiseta de manga corta. -¿A dónde ibas?

-Yo… yo iba a comprar algunas cosas.

-Genial, te acompaño. -El mayor se acercó hasta la banca para guardar algunas cosas y colocarse una playera. -Después podría preparar algo para comer. ¡Muero de hambre!
-Kagami-kun siempre tiene hambre. -El mayor tan solo pudo reír y en tu pecho se empezó a instalar un confortable calorcito, casi inevitablemente una pequeña sonrisa se asomó por tus labios. Le gustaba aquella compañía, era cálida, era tranquila.

El pelirrojo se detuvo lentamente en una esquina, esperando a que el semáforo cambiara de color y volteó ligeramente su mirada, sin entender el porqué, su corazón dolió, la mirada fija del pequeño peli celeste era anhelante, pedía ayuda a gritos, y emanaba. Soltó un ligero suspiro y se acercó lentamente hacía él, acariciándole y revoloteándole los mechones de sus cabellos.

Sonrió al ver como aquellas mejillas volvían a teñirse de un fuerte carmín.
Sí, así estaba mejor. Le gustaba verlo mostrar aquella pequeña muestra de sentimiento, le gustaba ver como las pequeñas sonrisas se plantaban en sus labios y le gustaba ver como las mejillas se teñían de un leve carmín ante su contacto.

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No le gustaba que las horas pasaran con demasiada rapidez, no cuando estaba a lado de la persona que hacía que su corazón palpitara con fuerza. El mayor había tomado uno de los carritos del super y había empezado a llenarla con demasiada comida y bebidas, cosas que él casi ni probaba, cosas que después de aquel accidente se prometió no volver a consumir, no deseaba recordar, no deseaba volver a vivir. Pero la sonrisa que le mostraba el mayor le transmitía algo nuevo, algo que deseaba sentir.

Las calles se encontraban casi vacías, los caminos cubierto por un manto blanco, casi haciéndolo irreal y mágico. Caminaron con las bolsas entre sus manos, el silencio se había apoderado de ellos, pero no era incómodo, se sentía bien.

No era la primera vez que el pelirrojo iba a su casa, pero si era la primera vez que pasaban mucho tiempo a solas. Dejaron las cosas en la cocina y Kagami pudo ver como una fecha en especial se encontraba cerrada en un círculo rojo, algo sabía, pero no quería indagar. No quería ver como la tristeza volvía a invadir en los hermosos ojos del menor.

-Ese día. -La voz del menor casi le hizo asustar, giró levemente su cuerpo y pudo ver como aquel pequeño cuerpo empezaba a temblar, como sus hermosos ojos celestes empezaban a nublarse, y sin poder, ni querer evitarlo lo tomó entre sus brazos, lo aferró con fuerza, deseando que el dolor cesara, pero parecía estar latente y frio.

-Ese día mis padres y mi abuela iban en el auto. -Se encontraban sentados en el sofá de tres plazas, pero solo ocupaban la tercera parte, el cuerpo del menor encajaba perfectamente entre las piernas y los brazos de Taiga, y el menor agradecía el calor del mayor. -Yo deseaba un cachorro por mi cumpleaños. Íbamos a recogerlo, pero para ese entonces había empezado a nevar con más fuerza, la neblina bajó y… -Cerró sus ojos con fuerza, sintiendo como los brazos del pelirrojo se aferraban a él con más intensidad. -Solo recuerdo el fuerte sonido de las bocinas, las luces amarillas, el olor a caucho quemado, los gritos de mis padres, los brazos de mi abuela alrededor de mi cuerpo, y el olor de la sangre.

Sabía que estaba llorando, su cuerpo empezó a convulsionar y lo aferró con más fuerza, dejando que ocultara su rostro en su pecho, besó con cariño los cabellos celestes, mientras acariciaba con ternura aquella pequeña espalda. El menor parecía un bebé entre sus brazos, pero no era más que un joven que había sufrido solo.

Le sintió alejarse suavemente, pero él no retiró sus brazos y el menor tampoco se alejó, le vio levantar lentamente su cabeza, y sus labios se unieron. Fue un beso dulce y salado, un beso que dejaba todos sus sentimientos a flor de piel, un beso deseando todo y nada. Y así como llegó, el menor se separó rápidamente, volviendo a esconder su rostro entre su pecho.

-No… no quiero que Kagami-kun me odie.

-No podría odiarte, Baka. -Volvió a besar aquellos cabellos celestes, mientras lo volvía a aferrar entre sus brazos, sintió como su respiración agitada empezaba a pausarse.
Y con una extrema delicadeza lo tomó entre sus brazos y lo llevó hasta su habitación, colocó las mantas sobre su cuerpo y acarició sus cabellos, mientras limpiaba sus mejillas aún mojadas por las lágrimas. Besó una vez más aquellos labios y salió de la habitación.

Sentía como una extraña necesidad empezaba a crecer en su pecho, llevó lentamente su mano hasta la altura de su pecho, sintiendo como su corazón se agitaba con emoción. No sabía cómo explicar aquel sentimiento, podía sentir como un calor empezaba a crecer en su pecho y aquello le ponía nervioso.

Sonrió ligeramente mientras observaba la fecha marcada en el calendario.

--------------------------------------------------- 3 --------------------------------------------------------------

Aquel día se había despertado con la única intención de quedarse en su cama, cubierto con una gruesa manta, y deseando que la fecha pasara rápidamente, pero nada de eso pasó.

Encontró al pelirrojo de pie, fuera de su casa, con una pequeña y sincera sonrisa. Le había pedido que regrese a su habitación y que se cambiara de ropa, y lo único que pudo percibir fue como el mayor cubría sus ojos con una venda negra y como el frio empezaba a cubrir su cuerpo.

Confiaba en él, claro que lo hacía.

-¿A dónde me llevas? -Colocó sus manos sobre las del mayor, intentando concentrarse en el calor que le transmitía el mayor, deseaba sentirse seguro y no temer más.

-Sé que hoy celebras muchas cosas. Cosas que talvez no desees recordar, pero hoy se celebra algo de lo que yo agradezco todos los días. -Se detuvieron lentamente, y el aire ya empezaba a soplar con fuerza, se podía sentir la brisa fresca con algo de olor a canela. Las manos de Kagami se habían posado sobre sus hombros.

-Hoy nació un hermoso ser. -Su pequeño cuerpo tembló al sentir los labios del pelirrojo muy cerca de su oreja, su corazón empezó a palpitar con mucha más fuerza. -El ser humano que me enamoró con aquellos hermosos ojos celestes, brillando para mí. Con sus mejillas sonrosadas cada vez que me acercó, o cuando nuestras manos chocan ligeramente.

-No quiero que recuerdes este día como algo malo. -Lentamente la venda fue descendiendo de sus ojos, y su corazón dolió con fuerza al ver las tres tumbas de su familia. -Este día debe ser hermoso, Testu.

-Pero- pero estoy solo. -Había caído de rodillas, las lágrimas salían de sus ojos, y agradecía que los brazos del mayor le aferraban con fuerza. -Estoy solo.

-Nunca estarás solo, Kurokocchi.

-Tetsu-baka, nosotros siempre estaremos aquí.

El menor giró suavemente su cuerpo, sintiendo como el temblor volvía a invadirlo, las lágrimas salían con más fuerza de sus ojos al ver que todas aquellas personas, a las que consideraba sus amigos más cercanos. Cerró sus ojos al pensar que alguna vez estuvo solo.

-Nunca más estarás solo. -El pelirrojo apoyó su frente sobre la del más pequeño. Y con una pequeña sonrisa fue acercando sus labios a los del menor, dándole un pequeño beso, transmitiéndole todo su amor y sonriéndole de la manera más amable posible.

-Kurokocchi. -El rubio se había acercado lentamente, con una pequeña sonrisa al ver como los ojos rojos de Kagami le miraban con infinito amor a su pequeño amigo, se arrodilló lentamente y sin poder evitarlo lo aferró con fuerza entre sus brazos, ocultando su rostro en la curvatura de su cuello. -Nunca más vuelvas a esconderte de nosotros.

Aomine también se había acercado, pero tan solo acarició los cabellos del menor, Kuroko sonrió suavemente, agradeciéndole con una pequeña sonrisa le entregó un ramo lleno de girasoles y el menor agradeció silenciosamente con una pequeña sonrisa.

Pudo escuchar los casi silenciosos pasos de sus amigos alejarse, pudo sentir como el pelirrojo también empezaba a ponerse de pie, pero sin pensarlo un poco le aferro con fuerza su brazo.

-Yo… quiero que Kagami-kun se quede a mi lado. -El mayor sonrió suavemente y se arrodilló al lado del menor. -Padre, madre, abuela. Lamento no haber venido a visitarlos. Él es Kagami-kun, él-él es la persona que me gusta, y él me trajo a visitarlos. Lo lamento mucho. Yo-yo quiero ser feliz.

El menor ocultó sus ojos llorosos entre sus manos, deseaba ser feliz, pero temía olvidarlos.

-No los olvidarás, Tesu. -El mayor acunó el cuerpo del menor entre su cuerpo, besó los cabellos de Kuroko, no podía entender aquel dolor, pero lo único que podía hacer era amarlo. -Pero desde este día podrás hacer nuevos recuerdos.

-Te lo prometo. -El menor asintió suavemente, aún cubierto entre los brazos de su pelirrojo.

--------------------------------------------------- 4 --------------------------------------------------------------

El camino fue silencioso, pero era agradable sentir el calor que transmitía la mano de Kagami alrededor de la suya, mientras que sus cuerpos rozaban suavemente, tan cerca que no podía evitar sentir mariposas en su estómago.

Observó como el mayor fruncía ligeramente su ceño mientras observaba la pantalla de su celular, le vio soltar un ligero suspiro para luego guardarlo en el bolsillo de su pantalón.

-¿Está todo bien.

-Sí, solo que… ¿No deseas ir a otro lugar?

-Solo quiero ir a casa, con Kagami-kun. -El menor pudo sonreír bajito al ver como las mejillas del mayor se teñían de un fuerte carmín, sus manos se apretaron con más fuerza y siguieron caminando.

-¡Aominecchi, eso no va ahí!

-¡Cállate rubia! -Kise hizo un puchero con sus labios al ver como su amigo colgaba la pancarta al revés.

-Dudo mucho que esto no sepa muy bien como la comida de Kagami-chin.

-Deja de comerte los dulces Murasakibara.

Kise soltó un ligero suspiro, aquello no estaba saliendo muy bien, sabían que la pareja ya estaba llegando y ellos aún no terminaban de arreglar todo. Con el pelimorado intentando comer los dulces de la mesa, con Aomine colgando los globos en el techo, Midorima colocando extraños objetos en toda la casa. Giró su mirada y soltó otro suspiro al ver como Akashi tan solo se encontraba sentado en el sillón personal de la sala.

Aomine terminó de pegar los coloridos globos por todo el techo, mientras que el dulce aroma había llenado todo el pequeño hogar, Akashi había tenido que sentar a su lado al gigante de cabellos morados a su lado para que no comiera todos los dulces que ahora se encontraban sobre la mesa.

Todos se quedaron estáticos al escuchar las llaves ingresar y dar vuelta en la cerradura, los suaves pasos fueron acercándose hasta la sala, Kise sonrió suavemente al ver como su pequeño amigo mantenía fuertemente aferrada la mano de Kagami, sus mejillas suavemente teñidas de un ligero carmín tampoco podían dejar de ser percibidas.

Kuroko se detuvo lentamente observando como su pequeña sala se encontraba sumamente desordenada, con el olor de dulce impregnado en su pequeña sala, aquellas personas que había conocido a lo largo de su vida, se encontraban ahí, con él.

-Fe-¡Feliz cumpleaños! -Kise levantó sus brazos y se acercó al menor con aquella única sonrisa, abrazo con fuerza aquel pequeño cuerpo, escuchando como los demás también se acercaban a abrazarlo.

-Muchas gracias chicos. -El menor no podía evitar estar feliz, podía ver el intento de aquella decoración, observó cada detalle, aquello había sido hecho para él, por aquellas personas. Sus amigos, su familia.

Escuchaba las voces y risas de sus amigos, el aroma de los dulces y la felicidad revoloteaban alrededor de ellos, y los brazos de la persona que amaba alrededor de su cuerpo, no podía estar más feliz.

Había sido un tonto. Nunca estuvo solo. Ellos siempre estuvieron con él, apoyándole.
-¿Ya es hora de partir la torta? -Murasakibara se había acercado al oído de Kuroko, mientras que mostraba sus ojos brillantes.

-Claro, claro. -El menor palpó la mejilla del gigante pelimorado. 

Las luces fueron apagadas, mientras que todos sus amigos se colocaron alrededor de él, observó su lado derecho, el cual se encontraba vacío, pero sonrió inmediatamente cuando observo como Kagami se acercaba con el pastel, mientras que todos empezaron a cantarle “Feliz cumpleaños”.


-Happy birthday. -El menor se sonrojó fuertemente cuando los labios del mayor se posaron suavemente sobre su mejilla.

--------------------------------------------------- 5 --------------------------------------------------------------

Aquel día nunca lo olvidaría. Había dejado el dolor a un lado, para darle paso al amor, a la nueva vida que le sonreía.
Sus ojos celestes observaban como los pequeños copos de nieve empezaban a caer, llenando poco a poco su pequeño jardín, pero ahora ya no tenía frio, ya no tenía miedo.
Nunca más iba a volver a estar solo.
Sonrió ligeramente al sentir como unos fuertes brazos le rodeaban con fuerza, su espalda chocó contra la espalda desnuda y caliente de aquel pelirrojo; cerró lentamente sus ojos, dejándose embargar con aquel varonil aroma, por el latido de su corazón, y por el calor que ahora llenaba su cuerpo.

-¿Regresamos a la cama?

Se dejó guiar lentamente, las sábanas se encontraban tiradas en el suelo, había sonreído al saber que el mayor era de sangre caliente, en todos los sentidos, y a él no le importaba el frio, siempre y cuando el cuerpo del mayor le estuviera cubriendo. Mientras los labios de Kagami pasaban por su rostro, por su cuello, mientras esas manos acariciaban su delgado cuerpo, podía ver las marcas rojas que él había dejado con sus uñas y sonrió al saber que ahora se pertenecían.

-Te amo, Taiga-kun.

-Y yo te amo, Tetsu. -El mayor apoyó su frente contra la del menor y le dio un pequeño, pero tierno besó en la punta de su nariz, sonriendo al ver como aquellas blancas mejillas se teñían de un fuerte carmín.

Aquella noche sería de ellos dos, aquella noche Kagami le demostraría con su cuerpo y alma que nunca más estaría solo.

Porque ese día nació lo más importante para el pelirrojo, aquel día nació el amor de su vida.

Notas finales:

¡Feliz cumpleaños!


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