Las yemas de sus dedos se estremecieron con el resto del brazo al sentir la helada superficie, separó los dedos y pudo ver sus huellas digitales marcadas en la superficie, luego levantó la mirada, su reflejo se mostraba sorprendido, aterrado y enfermo, sus ropajes, alguna vez blancos se veían más sucios por los salpicaderos de sangre y polvo. Detrás de él, en la oscuridad se podía ver una pared pintada de color azul marino, lleno de gotas y marcas de un color rojizo que comenzaba a tornarse cobrizo, el helado aire del ambiente comenzaba a sentirse más pesado, como si la humedad se hiciera más palpable, casi podía sentir el agua en su piel. Miró hacia atrás y contempló el cuerpo sin vida que yacía a su lado, boca abajo se podían ver hilos de sangre y heridas de bala asomándose en su espalda, atravesando la chaqueta de cuero. Repentinamente su boca se secó y observó e cadáver como si no lo hubiese visto antes, luego volteó a verse nuevamente, sus ojos se veían vacíos, se veían tan grises que parecían sin pupila, no reflejaban ningún brillo, haciéndose preguntar si seguía con vida o no, tocó su cara, estaba helada, hacía mucho frío, tiritaba violentamente, pero más que por frío era por miedo, mucho miedo.
Se preguntaba nuevamente cómo era que había llegado a esa situación, la habitación misteriosa, la sangre esparcida en todos lados, el cuerpo sin vida en el suelo, el aire gélido, todo, cada pequeño detalle, se preguntaba ¿Cómo? ¿Qué habrá sucedido como para que llegara a esa situación y no tuviera la memoria para saberlo? Ahora que lo pensaba, sí lo recordaba, lo recordaba perfectamente, miraba su rostro como si fuese un total desconocido “Este no soy yo”. Se decía en su mente “¿Dónde estoy?” No podía pensar con claridad “No puedo ver nada” Su ropa blanca, su cabello incoloro, su piel nívea, sus ojos oscuros y opacos, se sentía muerto, no podía ni escuchar su propia respiración “Algo anda mal” Rodeó su cuerpo con sus brazos, pues el frío se hacía tan intenso que ya ni podía sentir sus dedos.
Mucho, mucho frío, y miedo, mucho miedo, se tumbó al suelo, más helado todavía, la madera se sentía como si tuviera una fina capa de hielo, miraba sus ojos fijamente en su reflejo, no lo había notado antes, pero estaba llorando, grandes gotas cristalinas se derramaban bajo sus oscuros ojos, en su reflejo, su cuerpo brillaba, tenues rayos lunares, que se colaban en las rendijas de una ventana rota y tapada con tablas de madera, se dio la vuelta y miró fijamente a los agujeros de las tablas, los rayos se veían tan puros, tan frágiles, “Justo como tú” se levantó repentinamente y miró a su alrededor, las voces en su cabeza estaban jugando con él de nuevo, eso debía ser.
Gateó hasta la ventana, pues sentía que sus músculos le fallarían si se ponía de pie. Se levantó con dificultad sosteniéndose del polvoriento marco de la ventana y acercó sus ojos a uno de los agujeros de las tablas, más allá se veía el bosque espeso lleno de árboles hasta dónde alcanzaba la vista, de nuevo se sentía perdido “¿Dónde estoy?” Su cuerpo volvió a ceder y se tumbó al suelo con tanta fuerza que se lastimó el costado, pero aun así el dolor ya casi no era una sensación palpable, su cuerpo entumecido anulaba cualquier sensación de contacto haciéndole sentir aún más sin vida, las lágrimas ya se habían secado, ahora sí estaba seguro de que moriría, moriría solo en aquella habitación no tan limpia, junto a alguien que ya había perdido la batalla al parecer no hacía mucho tiempo, eso le hizo recordar, que olía a sangre, tan fresca que se podría sentir hasta diez metros de distancia, ahora se preguntaba cuáles charcos eran suyos y cuáles eran los de la víctima que yacía inerte en el suelo a su lado, apretó su pecho con sus manos, podía sentir sus latidos, tan acelerados que parecían los de un ratón, tan veloces, que parecía que se fueran a detener en cualquier momento, y eso era lo que más deseaba en ese momento.
Alejó con velocidad sus manos de su pecho, pues un pinchazo muy agudo lo alertó, de ahí brotaba parte de los charcos de sangre, miró la rasgadura de su camisa, parecía un rasguño hecho por un lobo, ardía demasiado, ahora temía a que se infectara y se pusiera dolorosamente peor.
Su cuerpo comenzó a pesar más, como si la gravedad se hubiera puesto en su contra, se quedó más rígido, Ahora hasta el movimiento de su cabello le dolía, todo le dolía, su cara, sus pies, sus brazos, su cabeza, su pecho… y su interior.
“Dime Nate, ¿Crees en la ciencia o en la magia?”
“Yo creo en…”