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El sexto camino por yue-sama

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Notas del capitulo:

hola! que tal?

al parecer el cap anterior no gusto mucho, no recibi muchos comentarios, agradezco con infinita alegria a las dos personitas que comentaron.

me hicieron feliz.

pero no me deprimi y aqui traigo la conti.

sin mas, aqui el cap.

Sorato se despertó temprano, queriendo tener un día productivo, sin embargo, todos sus ánimos se fueron al ver una carta en su puerta, de inmediato sintió un gran vacío en su estómago, presentía que era algo malo.

 

 

La agarró, desdoblándola rápidamente, y, tan pronto comenzó a leer sintió un gran pesar en su corazón, era de Haruma y en ella le decía que fuera feliz, algo que él buscaría en esos momentos. Era una dulce despedida que le hubiera gustado que se la dijera en la cara, ¿por qué huir de esa manera?

 

 

Con ingenuidad Sorato fue hacia el cuarto de Haruma, pensado que tal vez él todavía estaría ahí, pero no… No había absolutamente nada, el cuarto estaba vacío, incluso el futón no había sido puesto, parecía que nadie se había hospedado ahí y Sorato de verdad se sintió mal.

 

 

¿Y ahora que iba a decirle a Hayate? ¿Acaso aquel Alfa sabía lo que su hijo planeaba? No se permitió llorar, quizás era su culpa que se fuera de esa manera, ¿algún día lo volvería a ver? ¿Y si no era así?

 

 

Regresó a su cuarto con el ánimo por los suelos y se preparó para volver, se motivó a sí mismo pensando que Haruma estaba haciendo lo que él mismo hizo tiempo atrás, cuando dejó la villa.

 

 

Si bien, nunca había hablado ni tocado el punto del porqué se fue de la villa, bastaba con decir que desde pequeño Sorato había tenido una belleza extraordinaria —aunque eso era decir muy poco—, así que cuando él estaba en plena etapa de florecimiento, el viejo Alfa jefe de Akinoyo había querido poner todo su poder bajo sus delicados pies y amarlo como una bella flor, encerrarlo como un pájaro en una jaula completamente de oro, claro que Sorato no quería una vida así.

 

 

Su padre era un hombre riguroso y siempre leal al jefe de la aldea, por lo que cuando éste la había pedido la mano de su hijo había estado a punto de decir que sí, pero recordó… ¿acaso su hermoso Sorato estaba de acuerdo? Había prometido a su Omega proteger con mucho ahínco a su pequeño cachorro y no dejar que nada le pasara, por ello las lecciones de kendo se habían intensificado y el bushido fue enseñado con mucho rigor, claro que lo que Shiraoka no sabía era que el jefe de la villa aumentaba sus deseos de poseer a su hijo mientras más fiero era.

 

 

Sorato era un niño y aunque el anciano jefe siempre quería propasarse con él nadie decía nada. El Omega había dejado atrás las lecciones de shamisen para cambiarlas por una fuerte espada, así, dijo adiós a sus suaves y delicadas manos —como las de cualquier Omega—, y recibió con valentía las ampollas propias de empuñar una espada.

 

 

Cuando los acosos por parte del anciano jefe se hicieron insoportables, el pequeño Sorato supo que tenía que irse, no soportaba la idea de que ese anciano se hiciera con él, así que pido a su padre, con mucho sufrimiento y valor, que le dejara irse de Akinoyo, buscar su propio camino y madurar, tal como Haruma decía en la carta… Quizás ambos fueran muy parecidos.

 

 

Sorato agarró su pequeño equipaje y pagó una carreta para que lo llevaran de vuelta a Akinoyo, donde sabía que Albert le esperaba con su pequeño hermano, se subió en el ella y siguió recordando, Haruma había levantado un montón de polvo en la caja de sus recuerdos.

 

 

Shiraoka al principio se había negado, ¿cómo demonios iba a permitir que su cría dejara de estar bajo de su protección? Era una locura, pero, el día que vio con sus propios ojos como los hombres del anciano jefe habían querido forzar a Sorato a seguirlos hizo que el Alfa pensara bien las cosas.

 

 

No quería tal destino para su preciado hijo, así que decidió ayudarle, claro que no eran personas ricas y no tenían suficiente dinero como para comprar las cosas necesarias, así que Shiraoka como el buen padre que fue hasta el fin, trabajo días duros al lado de Sorato, y poco tiempo después, tenían el dinero necesario para que Sorato pudiera vivir unos cuantos meses afuera.

 

 

Sorato recordaba bien la última vez que vio a su padre, la nostalgia retratada en sus ojos, las dulces caricias y la voz firme que le decía adiós con profunda tristeza.

 

 

Si Sorato hubiera sabido que esa iba a ser la última vez que lo vería con vida, nunca se habría ido de la villa y hubiera soportado con valentía todo lo que sucediera después.

 

 

Su padre había puesto un collar en su cuello y nunca le dio las llaves, así sabía que por lo menos si Sorato encontraba un Alfa y querían estar juntos él tendría que regresar a Akinoyo por la llave, pero de cierto modo nada paso como se planeó.

 

 

Claro que cuando Sorato se fue de Akinoyo con los pocos años que cargaba, el mundo fue enorme para él, lugares totalmente desconocidos se mostraron ante sus ojos, algunos peligrosos y otros tantos tranquilos, claro que cuando el dinero escaseó y ya no tenía cómo sustentarse, buscó trabajar en cada pueblo que visitaba tocando el shamisen.

 

 

A pesar de ello, él estaba orgulloso de haber sido un vagabundo, aprendió demasiado en todos los años fuera y todo eso lo hizo la persona que es ahora. Hubo lugares especiales que guardó en su corazón, y, cabe decir que durante todo su viaje nunca se permitió amar, aunque dejaba uno que otro corazón roto en cada pueblo que pasaba.

 

 

La vida era hermosa y muy relajada, o lo fue hasta que decidió volver por sus propios pasos, mandó una carta a su padre, pero… lo único que recibió fue la notificación de que su padre estaba muerto.

 

 

Tuvo que regresar y enfrentar algo que nunca pensó, su padre ya no estaba para recibirlo con un fuerte abrazo, ya no vería lo grande que estaba y lo bello que se había puesto.

 

 

Tantos años alejado de Akinoyo y ese era su castigo.

 

 

Con miedo y renuente regresó a Akinoyo en busca del deber que le llamaba, si tenía que enfrentar al anciano jefe lo haría, ya no era un niño temeroso de que un Alfa le hiciera algo, ahora sabía y podía defenderse, gracias a su padre.

 

 

Grande fue su sorpresa al ver los ligeros cambios de la villa, más samuráis de los que había visto nunca y un nuevo jefe…

 

 

Y, lo más importante… había encontrado a su destino.

 

 

—Akamaru… hombre viejo y tonto —dijo Sorato viendo el camino de regreso—, por tu culpa no pude ver a mi padre de nuevo.

 

 

Se lamentó, Akamaru era el nombre del viejo jefe, su apariencia ya no importaba, pero era tan viejo y desastroso, con un harén de bellas Omegas a las que les gustaba ser mantenidas por él, y… ahora recordaba, Natsuki estaba entre ellas. Ahora comprendía un poco mejor su odio contra él, y es que nunca en la vida se había puesto a reflexionar sobre su pasado, ni siquiera cuando meditaba.

 

 

Muchas cosas pasaban por su mente, así que no se dio cuenta de exactamente cuándo había llegado a su villa, se bajó de la carreta quejándose ligeramente al sentir la espalda y trasero entumecidos por el viaje, se estiró un poco y agarró sus pertenencias, siempre la había gustado caminar el tramo del bosque que lo llevaría a Akinoyo, pasando el sexto camino y los templos, por todo el bosque de bambú.

 

Cuando su madre había muerto por la influenza, había sido muy difícil seguir sin ella, un hijo Omega era muy apegado a su madre o padre Omega, y claro, sin ella en su vida, un frío letal se había instalado en su alma y sabía que su padre se sentía igual.

 

 

Habían sido una de las pocas parejas que veía que estaban con su destinado, su madre y padre habían sido afortunados como él, encontrando al que sería su pareja para toda la vida.

 

 

A pesar de todo, ambos, padre e hijo salieron de las sombras y resurgieron en la dulce luz del sol.

 

 

Sorato llegó al inicio de Akinoyo y saludo a varias personas que guardaban sus cosas para regresar a sus casas. Ya era tarde, así que se dirigió a su casa, esperando hallar a los dos hombres que más amaba.

 

 

Claro que la desastrosa imagen que halló no le gustó para nada, pero la forma en la que ambos Alfas le miraban —con miedo y devoción—, hizo que sonriera con ternura.

 

 

El pequeño Kaoru le dio una patada a Albert zafándose de sus brazos y corrió directo hacia Sorato para abrazarlo, el Omega le devolvió el saludo feliz de la vida mientras escuchaba el pequeño quejido que Albert dio al sobarse la parte lastimada viéndolos a los dos abrazándose.

 

 

—¿Qué está pasando? —preguntó suave—. Espero que no hayan quemado nada.

 

 

—¡Ese diablillo hizo mi vida imposible! —se quejó Albert con una mirada dolida mientras que el pequeño Kaoru bufaba en los brazos de su hermano.

 

 

—Es muy llorón —dijo el pequeño Alfa.

 

 

Albert lo fulminó con la mirada y Kaoru sonrió feliz.

 

 

—Bien, bien… Tú, vas a ir a tomar un baño, apestas —dijo hacia Kaoru logrando que este hiciera un enorme puchero.

 

 

—¡No lo beses! —demandó, apurándose a ir a bañarse para no dejar a su hermano solo más tiempo del necesario con ese Alfa rubio.

 

 

Sorato chistó feliz y Albert quiso estrangular a Kaoru, pero algo llamó su atención, su Omega olía a tristeza… ¿qué había pasado? De tan solo pensar que ese estúpido joven Alfa le había hecho algo a Sorato o se había sobrepasado con él le hirvió la sangre y quiso rugir e ir en busca de esa Alfa.

 

 

Sorato caminó hacia él y se restregó suavemente contra su cuello impregnándose con su aroma, Albert lo abrazó firmemente y dejó que sus feromonas marcaran el pequeño cuerpo que comenzaba a temblar entre sus brazos.

 

 

—¿Qué pasó? —dijo cerca de su cuello.

 

 

—É-él se fue…

 

 

—El Alfa…

 

 

—Sí —asintió, escondiendo su cara en el pecho de Albert—, fue mi culpa…

 

 

—No lo fue —afirmó—. Quizás tuvo sus motivos.

 

 

Sorato no quiso seguir hablando, en el confort y seguridad que su Alfa le proporcionaba, su alma quedaba indefensa y con los sentimientos a flor de piel, pero él no quería llorar y el nudo en su garganta le dificultaba la tarea de no hacerlo.

 

 

Estaba a poco de quebrarse y llorar como un cachorro, pero Albert nunca lo soltó y su aroma tranquilizador lo dejó sumiso y quieto, las suaves caricias en su espalda le daban calor haciéndole olvidar los malos ratos.

 

 

Claro que se había encariñado con Haruma, era normal que estuviera triste.

 

 

—Hice la comida.

 

 

Sorato se sorprendió, por lo que no pudo evitar sacar la cabeza y ver a los ojos grises en busca de alguna broma, pero no había nada ahí, así que asintió dejando que Albert lo llevara al pequeño comedor.

 

 

Esperaron a que Kaoru saliera del baño para sentarse los tres juntos, sirvieron la comida y los tres agradecieron.

 

 

Sorato se mordió el labio al sentir el arroz quemado y un poco soso, pero el rubio había cocinado solo para él, estaba feliz y no le importaba comérselo así, para él era algo muy especial, claro que cuando Albert también comió y se dio cuenta del resultado, frunció el ceño y estuvo a punto de decir algo, pero Sorato comió con más ahínco y el Alfa se quedó callado viéndolo comer, el pequeño Kaoru tampoco dijo nada y comió lentamente, si bien, el Alfa no le caiga del todo bien, lo había cuidado por casi dos días y había visto que nada le faltara, y, aunque no era un buen cocinero, lo había mantenido vivo, así que lo respetaba.

 

 

Cuando todos terminaron, Sorato llevó los platos a la pequeña pileta para poder lavarlos entonces los fuertes brazos de Albert rodearon su cintura por detrás y besaron suavemente sus cabellos bajando por su cuello y mordiendo la marca de amor que todavía estaba ahí. Sorato jadeó y se pegó más a él, pero siguió lavando los platos.

 

 

No hubo palabras de por medio, los besos y caricias que le daba en su vientre y caderas le mantenían casi ronroneando, la cercanía del pecho del Alfa con su delicada espalda lo tenía sin aire. Ladeó la cara y Albert buscó sus labios, esos dulces labios que le regresaban tranquilidad y le daban una esencia dulce que amaba. Movieron los labios y disfrutaron de un efímero contacto.

 

 

—Se me había olvidado —dijo a su oído— お帰り (Bienvenido a casa).

 

 

Sorato se puso flojo y no pudo retener las lágrimas, hace mucho que no escuchaba esas palabras, era tan cálido, tanto tiempo había pasado… así que con la voz quebrada y las lágrimas empapando sus mejillas dijo:

 

 

ただいま (He vuelto).

 

Notas finales:

bien bien, espero les gustara.

sorato pequeño

si tienen alguna duda por favor hacerla

お帰り : (okaeri) es bienvenido a casa, pero normalmente solo se le dicen familiares cuando han regresado a casa, es una manera muy calida de recibir a alguien, por eso sorato se ve tan afectado.

 ただいま(tadaima) es he vuelto, esto se dice cuando llegas a tu casa y eres recibido.

normalmente el orden de como se dice las palabras es, tadaima y la otra persona-madre, hermana, esposa- te recibe con un akoaeri.


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