Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El sexto camino por yue-sama

[Reviews - 171]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

hola mi buena gente!!

muchas gracias por todos sus comentarios!! me alegraron mucho.

tambien espero que este cap les guste tanto como a mi.

conteste sus rw y de verdad gracias.

Su pequeño Kaoru estaba recogiendo flores para él mientras que por su parte Sorato sonreía feliz viéndolo desde lejos, los días junto a su Alfa y su hermano habían sido muy felices provocando que el transcurso del tiempo se sintiese rápido y ligero.

 

 

El final del año los recibía con un hermoso otoño digno de un cuento, las hojas de un profundo anaranjado escarlata, en el punto perfecto de belleza y los suelos que parecían llamas por la muerte inevitable de las hojas al caer de sus árboles.

 

Un rastro de belleza sin fin y triste realidad.

 

 

El momiji de ese año era hermoso y esas eran la mejor fecha para casarse…

 

 

De hecho, Sorato debería estar arreglándose para lo que venía a continuación en su vida y eso era unirse en matrimonio a su Alfa. Ese era el gran día…

 

 

Sorato suspiró y vio a su hermanito venir con un ramo de flores decorados con hojas rojas.

 

 

—¿¡Qué haces aquí!? —dijo alarmado Kaoru.

 

 

—Cuidándote —respondió tranquilo.

 

 

—¡Pero es el día! ¡Ve a arreglarte! —le empujó las piernas y Sorato sonrió.

 

 

—Que Alfa más mandón tengo, ¿¡eh!?

 

 

—¡Tonto! —bramó—. No te burles de mí.

 

 

—Ya, ya…

 

 

Sorato agarró su mano y Kaoru acomodó bien el ramo de flores en su brazo libre para luego comenzar a caminar, su hermano era feliz, hacía tanto tiempo que no lo había visto así y supo que Albert era el bien que su hermano necesitaba, así que lo aceptaba, aunque no completamente porque sentía que le quitaba su atención —y los Alfas eran muy territoriales con lo que consideraban suyo—, pero sabía que cuando creciera entendería lo que él estaba viviendo con Albert.

 

 

Además, después de todo, Albert era un muy buen Alfa, actualmente trabajaba en un dōjō que recién habían abierto en un pueblo cercano a Akinoyo y ayudaba a Sorato a desenvolverse en la danza, y si bien, era cierto que a veces no se veían por los agotadores trabajos que ambos tenían, Kaoru había visto que cuando se encontraban de nuevo las chispas volaban, y no había nada más mágico que eso, el amor reflejado en sus ojos y los suaves arrullos que se daban. Al final él no podía interferir en eso.

 

 

—Te ves un poco decaído —dijo Sorato sacándolo de sus pensamientos

 

 

—No —dijo simplemente.

 

 

Sorato paró y se agachó a la altura de su hermano, viéndolo directamente a los ojos.

 

 

—Eres un niño fuerte, cumpliste un año más hace poco y yo no podría estar más orgulloso de ti, pero escúchame bien Kaoru, no te dejaré ir hasta que seas un hombrecito y encuentres tu destino, mientras eso no pase yo te seguiré protegiendo y queriendo. Siempre seremos tú y yo.

 

 

—¿En serio? —dijo suavemente—. ¿No te perderé? ¿No serás de Issei?

 

 

—Seré de Issei, siempre fui de él —dijo con cariño—, pero eso no quiere decir que no te amé tanto que duela.

 

 

—Está bien, sé que es bueno, muy bueno, y creo que está bien que te entrege a él.

 

 

—¿En serio? ¿Me darás tu bendición?

 

 

—Sí —afirmó decidido.

 

 

—Muchas gracias —sonrió—, ahora vamos a cambiarnos porque si no Ai nos matara.

 

 

—¿Kao-chan estará ahí?

 

 

Sorato asintió y Kaoru se alegró, comenzando a correr hacia la casa, cuando Sorato llegó vio a su amiga fulminarlo con la mirada, dispuesta a decapitarlo por haberse fugado poco antes de que ella llegara.

 

 

—¡Estamos retrasados! —fue su primer grito—. Ve a bañarte, ¡Dios mío, no quiero al novio lleno de tierra!

 

 

Sorato asintió y fue a bañarse, cuando estuvo limpio y perfumado, regreso a donde su amiga que rápidamente comenzó a peinar su cabello mientras Sorato se encargaba de maquillarse, ya estaba acostumbrado al maquillaje por su trabajo, así que en poco tiempo estuvo listo y viendo el bello tocado en su cabeza que lograba hacerlo suspirar.

 

 

Se puso su kimono y sus getas altas con ayuda de Ai, se miraba elegante, era la personificación misma de la belleza y tan radiante como un sol.

 

 

Ai salió antes y Sorato tragó duro, estaba nervioso, ¡infiernos que sí! Poco después salió y con ayuda de Ai llegó al templo donde se llevaría a cabo la celebración. Cuando entraron y Ai tomó su lugar, vio a su hermano aparecer para entregarle el ramo de flores que había cortado.

 

 

—Fue idea de Issei.

 

 

Y vaya que lo entendía, sabía que las bodas en América eran diferentes, con trajes súper bonitos muy diferentes a los suyos, y un bello ramo de rosas que ocupaban las novias, en cambio, él ocuparía esas bellas flores que Kaoru le había cortado con tanto amor.

 

 

Con las manos heladas y totalmente nervioso, tomó la mano de Kaoru y entraron a la habitación, la tradición dictaba que fuera la madre quien acompañara al novio, pero Sorato sabía que no iba a poder ser así, tal como con Albert —que ya lo esperaba en frente—, sabía bien que él había entrado solo porque no tenía a su padre con él.

 

 

Los invitados miraban todo muy atentos, y, cuando llegó hacia donde Albert este lo miró radiante, sus ojos grises se llenaron de brillo mientras tomaba suavemente su mano provocando que Sorato sonriera.

 

 

Así, la ceremonia comenzó

 

 

--------------------------------------------------

Sorato vio atento como el sacerdote le daba la pequeña copa a Albert y este se disponía a hacer el San-san kudo, respetaba mucho lo que Albert hacía por él, aceptar casarse al estilo japonés en lugar del americano.

 

 

Cuando llegó su turno para hacer el San-san kudo, tomó los tres sorbos del sake que se le había ofrecido y con ello pidieron la bendición a Gohonzon y la ceremonia llegó a su fin, Sorato miró el anillo en su dedo y no supo cómo reaccionar, al fin estaba casado con su Alfa, Albert también lo miró y acarició su mano.

 

 

—Eres mi esposo.

 

 

—Lo soy.

 

 

—Y estás tan bello, me has enamorado mucho más.

 

 

—Cállate —murmuró avergonzado al ver como lo invitados sonreían por el descaro de Albert.

 

 

—Solo digo la verdad y sé que todas las personas aquí presentes me darán la razón.

 

 

Ambos se levantaron y con las manos unidas salieron de ahí, la pequeña recepción que Ai había preparado al aire libre se miraba hermosa, el momiji le daba una vista extraordinaria, y Sorato verdaderamente se sintió en calma.

 

 

En el tiempo que duró la recepción, todos convivieron y comieron, las risas y charlas se escuchaban al mismo volumen que la música y las shakuhachi sonaban con su dulce melodía, en ese momento Sorato decidió perderse un rato.

 

 

Se fue directo al lago y cuando llegó hizo una inclinación, ahí descansaban las cenizas de su padre y moraban los recuerdos de su madre, habría deseado con toda su alma que ambos hubieran estado presentes en ese momento tan especial.

 

 

—Padre…

 

 

A lo lejos podía escuchar la dulce melodía, pero el arrullo del viento y el sonido pacífico del movimiento del agua lo dejó nostálgico, decidido, se arremangó un poco el kimono y tocó el agua, siempre tendría una conexión especial con ese lugar.

 

 

—A que me veo hermoso, ¿no padre?

 

 

—El más hermoso —contestó una voz y Sorato se levantó.

 

 

—Pensé que nadie me había visto escabullirme.

 

 

—Hablas de tu Alfa —el rubio sonrió y se acercó a su Omega—, no he podido quitarte el ojo de encima.

 

 

—Lo sé —se restregó contra él y buscó sus labios, no se habían besado en ningún momento, y sus bocas insaciables no se dieron tregua.

 

 

—Estás triste, puedo olerlo.

 

 

—Es solo que…

 

 

—Lo comprendo —le cortó—, y lo siento tanto por haberte quitado la oportunidad de que tu padre pudiera verte en tu día, pero tienes que comprender que él te está viendo desde el lugar en el que esté, y tu madre también, ambos estarían orgullosos de la persona en la que te convertiste. Eres el último samurái y el ser más fuerte que he conocido y no sabes cuan afortunado me siento de tenerte en mis brazos.

 

 

Sorato escondió la cara en el pecho de su Alfa y se dejó ir, no tenía por qué fingir con él, estaba bien desmoronarse de vez en cuando, mostrarse indefenso para que alguien más le protegiera, no estaba mal.

 

 

—Volvamos.

 

 

Y así volvieron a su pequeña recepción, donde disfrutaron hasta entrada la noche.

 

 

--------------------------------------------------

—Mhm… —gimió quedito mientras sus pezones eran mordisqueados y su entrada invadida por dos dedos—. A-Albert.

 

 

La lengua caliente del Alfa jugó con sus dulces pezones haciéndolo gemir más alto, su lubricante mojaba sus muslos y los dedos de su Alfa entraban y salían, torturándolo sin compasión.

 

 

Jaló a Albert para reclamar sus labios y así comenzar una batalla que ambos trataban ferozmente de dominar, el cuerpo delgado de Sorato se curvaba por la fricción y sus tentadoras caderas se frotaban sin compasión contra el pene de Albert.

 

 

El kimono y yukata de ambos estaban desordenadas y a medio quitar, así que sin perder más tiempo Albert quitó con desesperación el tocado de Sorato soltando su cabello y comió sin preocupación la boca que tan bien se entregaba a él, como un sacrificio.

 

 

Sorato jaloneó el largo cabello de su Alfa —que durante ese tiempo había crecido más—, y este gruñó sonoramente contra sus labios.

 

 

Las grandes manos jalaron y quitaron el obi como pudieron, abriendo el kimono para luego separarse de la boca de Sorato e ir directamente entre sus piernas, Sorato le dio cabida abriéndolas sin vergüenza y jadeó ronco al sentirse besado en esa zona especial.

 

 

Su pequeño pene estaba erecto y era masturbado suavemente por Albert mientras este besaba su entrada y lamía su lubricante, buscando degustar el dulzor que tanto le gustaba, segundos después su lengua entró y le hizo contraerse, abriendo más las piernas y gimiendo gustoso por el buen trabajo que su Alfa realizaba.

 

 

—¡E-espera! —gimió alto y Albert se detuvo viéndolo con esos ojos llenos de pasión y una lujuria intoxicante, el fuerte aroma a excitación de su Alfa lo tenía goteando.

 

 

Sorato se movió rápidamente y se puso a horcajadas encima de Albert para luego besar a su Alfa acostándolo y buscando su propio placer, Albert sostuvo sus caderas y supo que esa noche iba a estar perdido, su Omega se iba a saciar con él y definitivamente no iba a hacer nada para negárselo.

 

 

Se acostó dejando que Sorato abriera su yukata y comenzara a tocar todos sus músculos contraídos por el placer, besando sin cuidado alguno su piel. Lo sintió acomodarse contra su pene y luego todo fue caliente y húmedo, Sorato lo montaba y gemía contra él.

 

 

Era hermoso, su piel blanca se sonrojaba por la excitación y la humedad mojaba su pelvis en cada sube y baja que Sorato hacía, se sentía bien. Albert gruñó al verlo ahí, perdido en la pasión, cabalgándolo con pequeños saltitos y movimientos de caderas que lo estaban volviéndolo loco.

 

 

Los labios rojos de Sorato le llamaban, así que simplemente dejó que su Omega tomara el control por un tiempo, viéndolo disfrutar lentamente del placer mientras él acunaba el miembro rosado de su Omega haciéndolo erizar y boquear en busca de aire.

 

 

Cuando la dulce esencia de su Omega estuvo en su punto máximo, no permitió calma alguna, al contrario, apresó fuertemente su cadera y se alzó quedando ambos sentados, besó con ganas y fuego a Sorato, mientras comenzaba a embestirlo muy fuerte y profundamente, tocando de inmediato su punto dulce.

 

 

—¡Ahh! ¡¡Alfa!!

 

 

—Sí, así —gruñó en su odio—. Solo mío...

 

 

Sorato rasguñó la espalda de Albert y se dejó ir, convirtiéndose en un muñeco sumiso en sus brazos, su momento de dominio se había ido, ahora su Alfa, su amor y su destino estaba al mando y no podía estar más satisfecho por eso.

 

 

El constante roce de su pene contra el abdomen de ambos lo dejó sin aire, estaba por venirse, con su entrada sensible recibiendo ese gran pene.

 

 

—Muéstrame tu cuello —Sorato jadeó al escuchar esa voz demandante, notando que los ojos de su Alfa estaban dilatados—. Ahora.

 

 

Con esa orden, no espero mucho para ladear la cara, dejando a la vista ese hermoso cuello de tersa piel, su Alfa aceleró las penetraciones y con la respiración pesada se acercó a su cuello y chupó fuertemente, haciendo un desastre de Sorato. Cuando por fin se sintió acabar y su nudo comenzó a hincharse más de la cuenta, supo que el momento había llegado.

 

 

Sorato estaba estremeciéndose entre sus fuertes brazos, con su pequeño cuerpo curvándose de placer y profiriendo tales gemidos que seguro lo dejarían si voz al día siguiente.

 

 

Albert suspiró tembloroso y se enterró profundamente en su Omega para que su nudo por fin se hinchara completamente, rápidamente abrió su boca con sus colmillos reluciendo y sin piedad —y con mucho anhelo—, clavó sus dientes en la base del cuello de Sorato, dejando su unión plasmada ahí. Sorato pegó un gemido quebrado y se sintió flojo, un agradable calor recorrió su cuerpo y la sensación de estar conectándose profundamente con su Alfa y entrelazando sus almas, fue todo para dejarlo sin fuerzas. Se corrió entre ambos mientras Albert llenaba sin parar su interior.

 

 

Cuando el Alfa se separó de su reciente mordida, la lamió y Sorato gimoteó pegándose más a él, dolía —claro que lo hacía—, pero el sentimiento que tenía atravesado era mucho más especial que el dolor.

 

 

—Te amo —dijo ronco Albert mientras seguía lamiendo su herida, cuidándolo.

 

 

—Yo también…

 

Sorato apenas pudo sonreír, Albert sacó la cabeza de su cuello y le dio un beso en los labios, dándole a probar su propia sangre.

 

 

… Al fin su lazo se había formado.

Notas finales:

pues solo me queda decir que estamos llegando a su fin!

espero vernos el proximo martes y si hay alguna duda por favor hacerla.

nos vemos.

dar clik para ver.

sorato en su boda.

albert en su boda-dibujo hecho por mi-

dojo.

momiji:

Una de las imágenes más típicas del otoño en Japón es, sin duda, la del enrojecimiento de las hojas, el llamado kōyō (紅葉) o comúnmente momiji (もみじ) en relación al arce japonés cuya hoja pasa de verde intenso a rojo intenso durante el otoño.

Siguiendo el camino contrario al florecimiento de los cerezos en primavera, es decir, cubriendo todo el país de noreste a suroeste, las hojas se van tornando amarillas, anaranjadas, rojas y hasta violetas con la llegada de los vientos más fríos y la bajada de temperaturas en un espectáculo de la naturaleza realmente impresionante que merece la pena ser visto y disfrutado

momiji

 

San sankudo (que significa “tres veces tres a nueve”), un rito que se da luego del intercambio de los anillos y los juzus (una especia de rosarios) a través del cual la pareja hace una promesa de matrimonio ante Gohonzon (un objeto de devoción en el budismo japonés), que consiste en tomar tres vasos de sake (que representan al cielo, la tierra y el hombre) en tres sorbos. Este proceso primero lo hace el novio y luego la novia, y se hace de esta forma ya que el 3 es un numero sagrado que traerá felicidad a la pareja y representa la unión de la misma en cuerpo,mente y espíritu. 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).