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El sexto camino por yue-sama

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Notas del capitulo:

pues como mencione, aqui esta el fin de la historia. de verdad les agradesco a esas personitas que estuvieron hasta el fin, se les agradece de todo corazon que se interesaran tanto en esta historia y que me dieran la oportunidad.

muchas gracias.

espero que les guste el cap, sus rw fueron contestados.

aqui el cap.

Los años pasaron libremente haciendo que las relaciones se estrecharan más, las parejas se fortalecieran junto a su amor, los caminos se restauraran y la naturaleza viviera resplandeciente.

 

 

En medio de la vida tranquila de la villa, Sorato se alzó tratando de colgar la ropa que recién había lavado, pero le resultaba muy difícil y se sentía cansado. Bendita sea la hora en la que decidió embarcarse… de nuevo.

 

 

Dejó de hacer esfuerzos al intentar colgar la ropa y se sobó el gran vientre que tenía, su cachorro se movía vigoroso, estaba tan inquieto y solo Albert lograba tranquilizarlo con su voz, pero aún no era tiempo de que el rubio volviera, apenas era mediodía, Albert estaría en casa en el ocaso.

 

 

Se sentó con cuidado y vio a las libélulas pasear libres en busca de agua, los pequeños rayos de sol que se filtraban por las nubes y el cielo tan celeste; un perfecto día de verano.

 

 

El poco viento lo arrullaba, manteniéndolo sereno, así que, con cariño, comenzó a sobarse la barriga mientras cantaba una melodía que conocía como la palma de su mano, y casi lloró cuando después de un rato lo sintió quedarse quieto. Miró las flores balancearse con la gracia del viento y a la yerba alta moverse al unísono, conformando un delicado baile.

 

 

Sorato apreciaba esas pequeñas cosas.

 

 

Su carrera en el baile se había disparado y ahora era un famoso bailarín e intérprete de obras, lo habían contratado para desempeñarse en varios papeles importantes de obras reconocidas, claro estaba que a él no le gustaba mucho la fama y realmente no se beneficiaba de ella, a él le gustaba su vida tal como era, le gustaba la villa donde nació y no tenía razones para irse a vivir a la capital, a pesar de eso, se alegraba de poder ser tan bueno en lo que hacía y de llevar casi 7 años de trayectoria, lo que lo convertían en un veterano en el mundo de la danza.

 

 

En estos momentos había pedido un descanso hasta que su cachorro naciera, tal como había hecho con su primera cría.

 

 

Escuchó susurros provenir de afuera de su casa así que se levantó como pudo y se quitó la tierra, luego caminó en dirección a la puerta principal y la abrió, notando a su hermano callando a Saori, la hija de Ai y Nozomi.

 

 

—¡Shhh, no ves que lo despertarás! —dijo en susurros el Alfa.

 

 

Y fue ahí que Sorato notó a su pequeño retoño durmiendo profundamente en los brazos de Kaoru, claro que, si tuviera la fuerza y no una enorme panza, él mismo lo cargaría para arrullarlo.

 

 

Saori fue quien lo vio primero, y entonces, sonrió radiante.

 

 

—¡Tío Sorato! —dijo emocionada.

 

 

—¡Shh! —bramó Kaoru nuevamente.

 

 

—Lo siento —dijo la chica con una sonrisa.

 

 

—Pasen —dijo alegre Sorato mientras se apartaba para que ambos entraran—, voy a preparar té.

 

 

—No se preocupe tío —dijo rápida la Omega—, yo iré a hacerlo, usted espere aquí.

 

 

Sorato asintió y se acomodó viendo como Kaoru miraba a Saori fijamente para luego suspirar y retirarse hacia el cuarto de su cachorro.

 

Kaoru había crecido fuerte y sano, ahora ya era un niño grande y con sus 12 años era muy guapo y fuerte. Con el paso del tiempo había escuchado varios comentarios sobre que su Kaoru se parecía más a su madre y Sorato tuvo que darles la razón, Kaoru no tenía nada parecido a su padre y por lo mismo no compartía muchas características con Sorato.

 

 

Kaoru regresó después de dejar acostado a su cachorro y Sorato palmeó al lado suyo para que el pequeño Alfa se sentara.

 

 

—Y bien, ¿cuándo le dirás?

 

 

—¿Decir qué? —dijo Kaoru viendo hacia otro lado.

 

 

—¡Que te gusta! —dijo Sorato con una sonrisita de diablillo al ver cuán colorado se había puesto.

 

 

—No, yo no…

 

 

—Vamos pequeño fortachón, ¡es normal!

 

 

—Es una niña —dijo mirándolo mal—, ¡todavía le falta crecer!

 

 

—Supongo que tendré que esperar un poco más de tiempo —dijo resignado provocando que Kaoru rodara los ojos.

 

 

—¿Cómo está el bebé? —puso su mano en el vientre de Sorato y acarició suavemente.

 

 

—Muy inquieto, creo que tendré a un cachorro tan inquieto como tú.

 

 

—Si claro, serás afortunado de tener a alguien como yo —dijo orgulloso.

 

 

—Ya veremos.

 

 

Sorato le pegó suavemente en la nariz haciendo que Kaoru se doblara y gruñera en forma negativa, nadie le tocaba su naricita, entonces Kaori salió con el té y todos se pusieron a conversar, Sorato amaba las tardes así.

 

 

*

*

*

 

 

Estaba sentado en posición de flor de loto, tratando de meditar mientras veía a su dulce bebé abrir sus ojitos claros y mirarlo, Sorato lo amaba, tenía el cabello de un tono rubio mucho más claro que el de Albert, parecía cenizo, y a eso se le unían unos bellos ojos azules. Albert le había comentado que en su familia muchos tenían ese color de cabello y ojos. Por supuesto que Sorato y su Omega no podían estar más felices al ver que su primer cachorro había salido como su Alfa.

 

 

—¿Quién es el bebé más lindo? —dijo Sorato acariciando sus regordetas mejillas—. ¡¡Pues tú!!

 

 

Todo eso le daba nostalgia, le recordaba cuando Kaoru todavía era un crío de tres años, ahora su bebé tenía dos, pero era casi lo mismo. Lo miró sonreír cuando le tocó la barriguita y vio los hermosos camanances que se formaron en esas pálidas mejillas.

 

 

—No te cansarías nunca de verlo, ¿no es así?

 

 

Sorato pegó un gran brinco al escuchar la voz ronca de su Alfa, lo miró y recibió un dulce beso en sus labios, el Omega no pudo evitar suspirar, aunque pasaran los años nunca iba a dejar de estremecerse al ver a su Alfa.

 

 

—No te escuché entrar.

 

 

—Estabas muy metido viendo a Akira, no te culpo, se parece a su padre.

 

 

—Que modesto —se burló.

 

 

Akira, al ver a su padre, levantó los bracitos y balbuceó palabras sin sentido, Albert lo agarró en sus fuertes brazos alzándolo, haciendo reír a su hijo. Sorato se levantó con lentitud y recogió algunas cosas, pero luego sintió que Albert lo detuvo.

 

 

—No hagas eso.

 

 

Luego vio como el rubio hacía el trabajo aun con Akira en sus brazos, Sorato no iba a mentir, amaba cuando Albert se ponía protector con él y su cachorro.

 

 

Albert casi no había dejado que otro Alfa se acercara a su Omega en estado, no quería que nadie le hiciera daño a su familia. Era instintivo, su Alfa le dictaba cumplir con su papel.

 

 

Cuando Albert termino, le volvió a poner atención a su hijo, llenándolo de besos que causaron que el pequeño Akira se moviera alegremente, sin embargo, a pesar de jugar con su cachorro, Sorato pudo ver cuando su Alfa lo miró intensamente, y tuvo que tragar duro y retroceder, sabía lo que significaba esa mirada.

 

 

—Pero qué hermoso estás —alagó—. Tan hermoso…

 

 

Albert se acercó a él con pasos felinos y lo acorraló contra la pared, soplando su respiración en el cuello delicado de su Omega, que se estremeció y buscó más contacto, el rubio aprovechó la cercanía y con voz ronca dijo:

 

 

—Me encantaría clavar mis dientes aquí.

 

 

Inmediatamente después, besó la marca de unión y Sorato se estremeció por completo, gimoteando, se avergonzó un poco al hacerlo frente a su hijo, pero después de todo, todavía eran una pareja joven y vigorosa.

 

 

—Y eso no sucederá hasta la noche —dictaminó Sorato, ganándose un suave gruñido de su Alfa—. Aplastas mi barriga, quítate —rápidamente Albert se quitó y verificó que su vientre estuviera bien y que no lo hubiera lastimado, de verdad amaba cuando Albert se preocupaba de esa manera—. Estoy bien, Alfa.

 

 

Albert bajó y se arrodilló, dejando con cuidado a Akira en el suelo, con manos insistentes desató la yukata que vestía Sorato y dejó al aire la suave piel estirada por su cachorro, y al tenerla a su alcance besó la redondez de su esposo. Lo admiró con cariño y sintió a su cría moverse para luego volver a besarlo.

 

 

Sorato suspiró viendo hacia abajo, acarició los rubios cabellos de su Alfa mientras este le susurraba cosas en inglés a su hijo, le acariciaba y daba delicados besos.

 

 

De pronto Akira comenzó a llorar demandando su atención, Sorato sabía bien que él iba a ser un pequeño celoso, entonces, Albert se separó y lo ayudó a ponerse bien el yukata para luego agarrar a Akira arrullándolo, buscando que dejara de llorar.

 

 

—Haré la cena.

 

 

—Yo te ayudaré.

 

 

Sorato asintió y ambos fueron a la cocina, pero, aunque Albert hubiera dicho que lo ayudaría pasó casi todo el tiempo viendo como su Omega trabaja animadamente preparando la comida de la familia.

 

 

—Hey Sora-nii —gritó Kaoru desde afuera—, ¡Saori comerá con nosotros!

 

 

La soledad que había sentido tiempo atrás poco a poco se fue opacando por todos los seres queridos que le rodeaban, de hecho, ahora tenía una gran familia y no podía estar más agradecido, ya casi no podía recordar cómo era sentirse solo.

 

 

Había ganado mucho durante esos años y sabía que la familia seguiría creciendo.

 

 

*

*

*

 

 

La mañana se hizo presente y él salió de la casa, ese día tanto Albert como Kaoru se habían ido hacia el dōjō, claro que era normal que Kaoru quisiera aprender el arte de la espada, y por ello Sorato era su maestro, pero con el embarazo los entrenamientos se habían acabado y ahora iba a clases con Albert.

 

 

Se sentía orgulloso de que Kaoru quisiera aprender el arte que todos sus antepasados habían manejado a la perfección, siendo así honorables guerreros.

 

 

A paso suave se dirigió hacia la casa de refugiados, la villa había crecido tanto que a veces vagabundos llegaban ahí sin nada, sin comida ni dinero, ni siquiera una pequeña gota de agua para sus bocas secas, Hayate había hecho esa casa para poder ayudarlos hasta que pudieran abrir las alas y seguir su camino.

 

 

Sorato saludó a las personas que tan bien lo conocían, a lo lejos vio al jefe de la villa, Hayate seguía siendo el Alfa imponente de siempre, aunque ahora la vejez ya era notable, los fuertes ojos del jefe lo miraron fijos y fríos, a veces Sorato se sentía culpable, Hayate no le había dicho nada hiriente cuando se enteró de la partida de Haruma, pero, aunque no le hubiera dicho algo sabía que se guardaba todo en su interior.

 

 

Si odiaba a Sorato nunca lo sabría, pero la mirada que le daba era tan pesada que denotaba que su alma guardaba rencores.

 

 

Hayate hizo una reverencia y siguió su camino, Sorato simplemente respondió la reverencia con una igual.

 

 

—¿Dónde estás Haruma? —preguntó al aire, como si con eso lograra que las suaves palabras susurradas llegaran al oído del que alguna vez fue un joven Alfa.

 

 

Llegó a la casa y sonrió, todos le dieron la bienvenida, a veces iba a tocar el shamisen para ellos, en otras ocasiones conversaban hasta más no poder, en el lugar había conocido adorables niños, formidables Alfas y cariñosas señoras.

 

 

En esa casa había descubierto almas atormentadas y agresivas, algunas oscuras como la noche y otras tantas brillantes como la mañana.

 

 

Caminó en la dirección específica de un cuarto y abrió la puerta, encontrando a la mujer que alguna vez lo lastimó tanto, pero que ahora solo era un alma destruida por el paso del tiempo.

 

 

—Buenos días —saludó Sorato.

 

 

—¿Qué haces aquí Omega? —dijo ronca e ida.

 

 

—Vengo a recordarte que la vida sigue.

 

 

Sorato observó el cuarto, estaba en completa oscuridad, como si verse a la luz del día fuera una maldición.

 

 

La mujer lo vio con esos ojos oscuros.

 

 

—¿¡La vida sigue!? ¿¡Sigue!? —gritó histérica—. No, no es así. Me voy a morir aquí… Me pudriré aquí.

 

 

Sorato sonrió con calma y fue hacia la ventana quitando el cobertor que las tapaba, permitiendo entrar la fuerte luz de la mañana y dejando a la vista la pálida piel de la mujer que se notaba que hacía mucho no había recibido el sol.

 

 —La belleza no lo es todo Natsuki, no te engañes.

 

 

—Lo dices porque tú eres hermoso, mírame a mí —la chica rompió a llorar mientras se tapaba la cara, y Sorato se sentó junto a ella.

 

 

—Sigo viendo a una de las mejores geishas de la región —dijo convencido—. No fue tu culpa lo que pasó y tienes que seguir adelante.

 

 

Quitó las manos de su cara con suavidad y pudo ver la fea cicatriz de una quemadura en la mitad de su rostro, sabía bien que bajo la ropa guardaba más, durante el ataque a Akinoyo, Natsuki había sufrido quemaduras muy graves al no haber podido salir de la casa donde estaba, las lesiones fueron graves y sobrevivió con mucho esfuerzo, pero le quedaron feas cicatrices que truncaron su carrera.

 

 

Sorato le acomodó el cabello con calma e hizo un pequeño peinado para después sacar un tocado y ponérselo.

 

 

—Yo sigo viendo a aquella mujer que solías ser en el pasado.

 

 

—Pero…

 

 

Sorato negó y le pasó la comida que le había traído, iba a visitar a Natsuki desde que se enteró que estaba ahí, ¿hacía cuántos años que la mujer no salía de ese cuarto? Si seguía así, seguro que moriría ahí mismo.

 

 

A Sorato le gustaba pensar que las pequeñas conversaciones que a veces tenían le ayudaban a la Beta a salir adelante, se habían pedido disculpas hace mucho, Sorato había perdonado y había pedido perdón.

 

 

Cuando la pequeña visita acabó, ambos hicieron una reverencia y Sorato salió de ahí, el lago le quedaba cerca así que fue hacia él, miró el agua clara y los rayos reflejados en ella, cuando sus hijos crecieran los llevarían ahí y se aseguraría de contarles todo, les hablaría acerca del gran guerrero que fue su abuelo y la hermosa intérprete que fue su abuela.

 

 

En su camino de regreso no pudo evitar pasar por el cementerio de la villa, ahí descansaban todos los samuráis que un día pelearon por un mejor Japón y que con su sangre escribieron una leyenda que sería contada hasta el final de los días.

 

 

Sorato caminó tembloroso, había conocido a todos los fieles guerreros que ahí yacían, se acercó a las tumbas con los altares más grandes y se arrodilló, tocó con suavidad la tumba de Kotaro.

 

 

—Gran maestro y fiel guerrero —susurró.

 

 

Luego fijó su vista en la tumba de Yamamoto.

 

 

—Yamamoto Morita, el gran jefe que dio su vida por un camino mejor, el respeto que le guardo en mi corazón, siempre estará ahí.

 

 

Y finalmente dirigió su vista a la tumba de Kai…

 

 

Su voz se cortó mientras miraba triste a la tumba, tocó la tierra y sus ojos se llenaron de lágrimas.

 

 

—Valiente guerrero hasta el fin, amable compañero de silenciosos labios… Sé que ahora me proteges desde donde estés, y sé, que me amaste hasta el fin. Tu amor quema en mi corazón, y mis labios la triste despedida guardan.

 

 

Se limpió los ojos y se levantó, haciendo la reverencia, dispuesto a irse, acostumbraba hacer esa visita cada año. El viento sopló fuerte moviendo su cabello amarrado, siempre pasaba lo mismo, a él le gustaba pensar que eran todos sus compañeros que lo miraban irse y sonrientes le decían: “Te veremos el siguiente año”.

 

 

Se dirigió a su casa, pero su sorpresa fue ver a Albert venir a toda prisa hacia él con Kaoru siguiéndole mientras llevaba a su lindo Akira en brazos, quien risueño iba jalándole el pelo al joven Alfa.

 

 

—¿Estás bien? —preguntó el Alfa rápidamente—. Sentí tu tristeza.

 

 

—Estuvo tan inquieto todo el día —dijo Kaoru—. No me dejó terminar la clase y tuvimos que venirnos rápido, estaba insoportable —gruñó Kaoru.

 

 

—Estoy bien —dijo viendo a Albert, luego acarició a Akira y besó la cabeza de Kaoru—, no tenías que venir y dejar tu trabajo.

 

 

—Mi Omega me necesita, has estado llorando.

 

 

—Fui a ver a mis compañeros —dijo con suavidad—, la nostalgia me inundó.

 

 

Albert comprendió y lo abrazó con cuidado sin presionar tanto su vientre, cuando se separaron Sorato agarró la mano de Albert y comenzaron a caminar, encontrándose a Ai afuera de su casa.

 

 

—Te vi entrar al cementerio y supe que tenía que hacer comida para alegrarte —dijo apenada.

 

 

Sorato sonrió agradecido, como ya había mencionado antes, él tenía una familia que iba creciendo y ahora el calor de las personas le llegaba a la piel y lo hacía sentir cómodo. Había aprendido a sanar heridas pasadas y ver al futuro, a recordar el pasado con anhelo y vivir el presente con amor.

 

Había sufrido y había amado, había hecho sufrir, pero también había hecho amar.

 

 

Había reído y había llorado, había tenido un padre y una madre.

 

 

Había contado leyendas y ahora él, era una de ellas…

 

 

Era el último samurái, el último en comprender el bushido, y, aunque su época había pasado, él sería un fuerte guerrero hasta el final de los días y pondría en alto el código y las virtudes de los samuráis.

 

 

Él siempre iba a estar preparado para la muerte, aceptaba que en algún momento todo hombre conoce su fin, y que no se puede vivir con miedo a este. Por lo tanto, había conseguido vivir sin miedo a morir, con entereza, felicidad y orgullo.

 

 

Así el día que la muerte viniese a buscarlo, no se asustaría de ella y lloraría por lo perdido, sino que él la recibiría con los brazos abiertos, riendo por todo lo bueno vivido.

 

  Fin

 

Notas finales:

pues si bien es el fin, me falta poner un extra, asi que nos vemos el proximo martes con su final definitivo.

espero saber que les parecio la historia y que les parecio el cap.

nos vemos y les quiero mucho.

dar clik par ver.

kaoru

kaoru con akira.


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