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El sexto camino por yue-sama

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Notas del capitulo:

bien queria primero que todo saludar, hola!! que tal?

segundo aclarar algo, queria decir que esta historia me inspire en una pelicula que pueda que ya hayan visto,  ''el ultimo samurai''

si bien tiene pedazos iguales, quiero decir que no es una adaptacion en su totalidad, por que tanto en la pelicula como en mi historia pasan las cosas completamnete diferentes.

espero que aun asi siga gustando, este cap sigue siendo de albert/issei

Estaba tratando de descansar, había sido una jornada muy dura y estaba agotado, me la pase estudiado lo poco que había entendido de los samuráis ya que hasta ahora no encontre a nadie que pudiera traducir los libros.

 

 

Los japoneses mejoraban lentamente, después de todo solo eran campesinos que no hacían más que pescar, sembrar sus tierras y criar ganado. Ellos no eran soldados y no estaban preparados para morir, así que necesitaba todo el tiempo posible para que estos hombres se convirtieran en guerreros formidables si querían ganar esta guerra interna.

 

 

La puerta del cuarto donde estaba se abrió y Tom entró por ella con la cara desorientada.

 

 

—¿Qué pasa?

 

 

—Mañana… Mañana van a atacar y Okomura dio la orden de ir a hacerles frente.

 

 

—¿Qué? —dije sin aliento.

 

 

—¡Lo que oíste!

 

 

Me levanté de la cama con prisa, ¿¡cómo se atrevía a dar la orden de ir a la guerra cuando no sabían más que lo básico!? ¡Eran mis hombres! Desde que tomé el cargo eran mis hombres y ¡nadie daba órdenes más que yo! ¡Maldición!

 

 

Estaba enojado, salí del cuarto en busca de Okomura, a quien encontré hablando con William.

 

 

—¿¡Qué es lo que sucede!? ¿¡Cómo puede decir que iremos a guerra!?

 

 

—Yamamoto viene en camino con sus hombres para matarnos, ¿entiende eso? —dijo Okomura mirándome mal.

 

 

—¡Son mis hombres los que morirán allá! —dije más enfadado aun.

 

 

—Desde cuando te importa que alguien muera —dijo William y quise golpearlo pero solo me mordí la lengua.

 

 

—Van a morir, no están listos —dije más suave.

 

 

—Haga lo posible para ganar esta batalla señor Wolfrosses —dijo Okomura para luego darme la espalda.

 

 

Me quedé allí, temblando de la rabia que sentía, sabía que mañana sería una carnicería, era como poner a un lindo conejo enfrente de un lobo que lo destrozaría, todo estaba destinado al fracaso, ya lo sabía. Regresé a mi cuarto y volví a ver los libros, ¿serían tan temibles como lo en los libros?

 

 

Veía todas las formas que tenían y sabía, sin lugar a dudas, que nos enfrentaríamos a fuertes guerreros. Eran tan insensatos… pero bueno, solo sigo órdenes.

 

 

Me acosté en la cama y traté de pensar en que todo iba a salir bien pero los nervios que tenía no se quitaban y no me permitieron dormir nada.

 

 

Cuando la mañana llegó, apenas de madrugada, supe que era hora al escuchar la campana de emergencia, no eran ni las cuatro cuando me levanté y vi a todos los hombres correr de un lado a otro, vistiéndose y agarrando sus armas mientras otros comenzaban a sucumbir ante el pánico.

 

 

—Cálmense —rugí y como siempre, lo tradujeron—. Vamos a la batalla, ¡estén preparados para todo!

 

 

—¡Hai! —gritaron todos.

 

 

Me vestí con el uniforme de general que tenía, agarré mis armas y dirigí a los hombres fuera de la casa, William iba en caballo al igual que Tom, que me consiguió uno. Marchamos hasta una parte alejada que conjugaba el límite de la región donde estábamos con un frondoso bosque.

 

 

Bien.

 

 

A esa hora el bosque estaba lleno de niebla dificultando la visión, los japoneses hicieron su formación mientras William se quedaba hasta atrás. Tom y yo estábamos un poco más adelante.

 

 

El silencio era tan penetrante que las ansias crecían cada vez más en mi interior. ¿Cuándo se asomarían?

 

 

Mi Alfa estaba sumamente alerta, listo para atacar.

 

 

Cuando escuché a lo lejos varios relinchos de caballos y sentí como la tierra comenzaba a moverse por el fuerte galope, me tensé y pude ver como entre los árboles comenzaron a verse siluetas, inconscientemente apreté las cuerdas de mi caballo.

 

 

—¡Posiciones! —grité.

 

 

Todos entendieron poniendo una barrera y alistando sus pistolas, solo tenían un tiro y tendrían que acertar, tenían que hacerlo como en los entrenamientos.

 

 

Algunos comenzaron a temblar listos para disparar pero los objetivos estaban demasiado lejos para que una bala pudiera tocarlos.

 

 

—¡Esperen! —volví a gritar.

 

 

Tom se alejó de mí y fue al otro extremo para verificar que todos estuvieran en sus posiciones.

 

 

Cuando las siluetas comenzaron a aclararse supe que eran más temibles de lo que los libros mostraban. Sus horribles máscaras y sus armaduras eran sublimemente terribles, sus fuertes caballos dejaban claro quienes mandaban ahí, y claro sus espadas desenvainadas que venían a todo correr por nosotros, muchos de mis hombres se desesperaron y comenzaron a disparar.

 

 

—Malditos idiotas —dije abrumado—. ¡¡Esperen!!

 

 

Algunos me hicieron caso, cuando los tuvimos en el rango que la pistola podía alcanzar di la orden de disparar, algunos caballos cayeron pero eso no evitó que los samuráis se levantaran y comenzaran a correr hacia nosotros, gritando y levantando sus espadas.

 

 

Varios de mis hombres retrocedieron y salieron corriendo, lo sabía, sabía que no estaban preparados para esto.

 

 

Salté del caballo y apunté mis pistolas, dándoles a algunos, saqué mi espada —que era muy diferente a las de ellos—, y traté de enfrentarlos, algunos soldados al verme agarraron fuerzas y comenzaron a pelear, Tom me siguió y empezamos a pelear.

 

 

Eran tan buenos con la espada que me costaba seguirles el ritmo, tuve que dar algunos golpes de boxeo para dejarlos desorientados, mi Alfa rugía en victoria pero yo no estaba tan seguro de ello.

 

 

Me dolían mis manos por pegarle al acero de sus armaduras y la sangre ya estaba sobre mi cuerpo, vi a mi alrededor notando como mis hombres caían al suelo uno por uno y se me hizo un nudo en el estómago, también pude ver como William corría lejos de nosotros huyendo y algunos hombres lo seguían, dejándonos ahí.

 

 

—Maldito cobarde —grité y William solo me miró para después sonreír.

 

 

Sentí un fuerte jalón en mi cabello y vi como una espada estaba por atravesarme pero me liberé y traté de protegerme, vi caer a los pocos hombres que quedaban y la sangre llenar el suelo.

 

 

Tom corrió hacia mí pero una flecha lo atravesó y cayó.

 

 

—¡Albert! —gritó.

 

 

Me estremecí y traté de llegar a él con todas mis fuerzas, pero me rodearon, no había ningún lugar a donde escapar, sus fuertes armaduras y sus cascos me dejaron un poco tonto, ¿iba a morir así? ¡Claro que no!

 

 

Tom tenía que resistir yo lo iba a sacar de aquí, lo iba a salvar. Agarré como pude un escudo y me protegí con el cuando trataron de ir contra mí, los golpee, quitándoles el casco a algunos y volviendo más fácil la tarea de romper sus cuellos.

 

 

Eran muchos y yo comenzaba a cansarme, el aire me faltaba y alguien hirió mi pierna por lo que caí al suelo, otro atacó mi pecho y el dolor fue insoportable, pero aun así me levanté y traté de seguir. Alguien enterró su espada en mi estómago y eso fue todo. Quise abrazarme a mí mismo y caer al suelo pero mi Alfa no me dejó, seguía luchando, grité forzado y como pude atravesé a uno de ellos con sus propias espadas, todos se quedaron quietos por un momento y luego volvieron a atacarme pero con la cabeza dándome vueltas caí al suelo desangrándome.

 

 

Con la mirada desorientada pude ver como uno de los samuráis se quitaba la máscara y me dejaba ver su rostro lleno de ira y dolor, levantó su espada listo para enterrarla en mi cabeza, cuando un caballo y su jinete lo detuvieron, su armadura negra con toques dorados me dejó deslumbrado.

 

 

Todos se apartaron y le dejaron el camino libre a él.

 

 

Solo cerré los ojos esperado lo peor.

 

 

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Cuando abrí mis ojos estaba en una choza y todo mi cuerpo dolía, pensé que había muerto, miré mi cuerpo lleno de lodo y sangre seca, traté de levantarme pero no podía, ¿dónde demonios estaba?

 

 

En el otro lado de la habitación estaba un chico matándome con la mirada.

 

 

La espada que tenía en las manos era apretada con mucha fuerza y yo sabía que si hacía un movimiento en falso él lo aprovecharía y me cortaría la garganta, no llevaba su armadura solamente una ropa extraña y suelta, su pelo largo lo tenía en un moño y era claramente un japonés.

 

 

—¡¡Omae!! ¡Shinde! (¡¡Tú!! ¡Muere!) —escupió las palabras mientras gruñía, dejándome ver que era un Alfa en potencia de matarme pero yo no había entendido nada.

 

 

Por la puerta entró otro tipo mucho mayor y vi como discutió con el hombre más joven mientras este a empujones salía de ahí, entonces el hombre se me acercó y me jaló bruscamente del brazo para sacarme de ahí, me llevó directo a un riachuelo para que me bañara, ¿cómo le había entendido? Bueno todo fue a puras señas.

 

 

El agua estaba fría pero calmaba el escozor de las heridas que había tocado, me quité todo el lodo que tenía y al quitar la sangre seca comenzó a sangrar de nuevo, dolía y odiaba que doliera pero yo solo me lo había buscado.

 

 

Cuando terminé vi a otro hombre parado cerca del que me había llevado ahí, me sentaron contra una roca y supe que me iban a curar al ver cómo sacaban agujas y alcohol, acepté que esa iba a ser una pequeña tortura.

 

 

—Kore wa itai desu (Esto va a doler) —dijo la persona que pensaba que era el doctor.

 

 

Me dio algo para morder y yo solo pude ver como calentaba la aguja para desinfectarla y la acercaba a mis heridas. Cuando comenzó coser dolió como la mierda y tuve que morder un pedazo de tela para no gritar.

 

 

En los ojos del samurái vi diversión, parecía que disfrutaba viéndome sufrir, tenía dos espadas en su ropa y me sorprendí al no verme destajado, ¿qué pasaba? ¿Acaso yo no era su enemigo? ¿Por qué me mantenían con vida y hasta me curaban?

 

 

Cuando el doctor terminó de cerrar mis heridas, hizo que bebiera algo muy desagradable y amargo, me vendó lo mejor que pudo e hizo una reverencia y se fue. Suspiré tembloroso por el dolor.

 

 

Tuve que limpiar con cuidado la sangre que había salido sin mojar las vendas, y entonces el samurái me dio una vestimenta, muy sencilla de hecho.

 

 

Me la puse y el me hizo señales para seguirle, nunca me miró de más y tampoco me habló pero cuando me miraba podía sentir su odio en mí.

 

 

Me puse mis botas —lo único que había sobrevivido de mi vestimenta anterior—, y seguí con cuidado al samurái, cuando observé un poco el entorno, vi un enorme templo en el pie de una colina y varios samuráis cuidándola, las miradas que me dieron me dejaron en claro la poca cosa que eran para ellos, yo seguí firme y nunca me detuve.

 

 

Cuando nos metimos recorrimos una serie de pasillos y nos detuvimos enfrente de un japonés que estaba sentado y con los ojos cerrados, parecía que meditaba.

—Yamamoto-sama —llamó el japonés que me acompañaba—, kore hito wa kimashita (esta persona vino) —dijo suavemente.

 

 

Entonces el hombre suspiró para después abrir sus ojos. Con movimientos elegantes comenzó a levantarse, reconocí el nombre, él era el líder de todos los samuráis, y lo recordé vistiendo una impresionante armadura negra.

 

 

El hizo una reverencia y me sonrió como si fuéramos amigos, mi Alfa desconfió y tuve que guardar un gruñido, él se me acercó y para mi sorpresa habló en mi idioma.

 

 

—Mucho gusto, me llamo Yamamoto Morita.

 

 

—… —me quede callado, era mi enemigo ¿no es así?

 

 

—¿Sería posible saber tu nombre?

 

 

—Albert —dije con voz rasposa.

 

 

—Albert… un buen nombre.

 

 

—¿Por qué me dejo vivir? —pregunté desconfiado.

 

 

—Eres una persona interesante, además —volvió a sonreír—, necesito practicar su hermoso idioma y que mejor que con un nativo de esas tierras…

 

 

Si bien era cierto que hablaba correctamente el inglés, tenía un acento muy marcado. Volvió a caminar y yo estaba confundido.

 

 

—Pasarás aquí un tiempo y verás nuestra forma de vivir —dijo Yamamoto—, tú decidirás si nos consideras una amenaza. Considérate como un… preso de guerra.

 

 

¿Qué?

 

 

Quise ir tras él pero el otro samurái me intercepto empujándome, lo miré a los ojos y vi su furia contenida.

 

 

—Eres un idiota —me dijo.

 

 

—Hablas mi idioma —dije sorprendido.

 

 

—Camina —ordenó y yo tuve que hacerle caso.

 

 

Cuando íbamos bajando la colina pude ver lo hermoso que era todo el lugar. No sabía con exactitud lo que me esperaba al estar aquí, pero me pude dar una idea cuando vi venir al mismo joven hacia mí —quién me había cuidado en la choza—, con intención de matarme.

 

 

El samurái a mi lado lo detuvo.

 

 

—¿¡Nande!? (¿¡Qué!?) —gritó fuerte—. Chichiue, ¿nandesuka? (Padre ¿qué?) — miré como Yamamoto se encontraba un poco más atrás que nosotros mientras le respondía.

 

 

—Él es mi protegido —dijo tranquilo y todos ahí se congelaron.

 

 

Hasta yo incluido.

 

 

¿Por qué?

Notas finales:

les prometo que el siguiente cap es el ultimo de issei y volvera sorato... bien tambien avisar que pondre dia fijo en el cual publicar y ese seria martes, los martes publicare esta historia.

gracias por sus rw, ya los conteste, y si tienen dudad por favor hacermelas.

para ver, dar clik.

samurai del capitulo.

pistolas de epoca.

espadas de epoca.

katanas.

nos vemos

 


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