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El sexto camino por yue-sama

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Notas del capitulo:

muchas gracias por sus rw, ya fueron contestados, y de verdad espero les guste este cap.

estoy algo apurada asi que no dire mas, tambien disculparme ya que no publique la semana pasada, estaba enferma-de nuevo- asi que no pude escribir.

pero aqui esta el cap.

“Y así acabaron los días de los samuráis…

 

 

En cuanto al general americano, nadie sabe qué fue de él, unos dicen que murió por sus graves heridas, otros, que regresó a su país natal, pero a mi…

 

 

A mí me gusta pensar que al fin encontró un poco de paz, la paz que todos buscamos y muy pocos encontramos.”

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo 16

 

Los días pasaron y las malas noticias llegaron a Akinoyo, todos lloraron la pérdida, una terrible pérdida llena de soledad y amores fugaces, recuerdos que nunca se olvidarían, madres llorando por sus hijos perdidos en batalla, esposas e hijos perpetuando la memoria de sus formidables padres…

 

 

Sin embargo, la villa era fuerte y recordarían con honor y orgullo, hasta los últimos días de sus vidas, que ahí, ahí habían vivido los mejores guerreros que el país pudo tener. Se hablaría por mucho tiempo sobre la rebelión de Akinoyo, con el pasar de los años se sabría lo que pasó con los samuráis y cómo terminó todo.

 

 

Las raíces del Japón feudal nunca se irían, porque con sangre se había escrito su trágico final.

 

 

*

*

*

 

 

Había pasado poco más de un mes y Sorato aun lanzaba suspiros al aire, era doloroso observar cada atardecer esperando a alguien que nunca iba a volver, a veces se permitía llorar en la soledad, deseando ver esa hermosa cabellera dorada aparecer en la entrada de la villa.

 

 

La espera era tan larga y la vida tan corta, su cabello había crecido nuevamente y por respeto a su Alfa lo había dejado así. Lo dejaría tan largo como antes, como cuando lo vio por primera vez.

 

 

Sus ojos claros añoraban el regreso de un fantasma, las mañanas soleadas se tornaban grises, sus manos extrañaban el tacto duro y suave de la piel de su Alfa. Se estaba muriendo lentamente, solo.

—¿Dónde estás?...

 

 

Se abrazó así mismo y vio el sol ocultarse, de nuevo había perdido otra tarde al estar fijo en la entrada al pueblo, esperando a Albert. Ellos no tenían un lazo, algo que le confirmara que Albert seguía vivo, odiaba que no lo hubiera mordido, pero lo entendía… si Albert lo hubiera mordido en estos momentos él podría estar muriendo por la falta de su Alfa.

 

 

Se levantó y sacudió su ropa, Akinoyo se miraba hermosa y fortalecida, las sakuras estaban floreciendo con todo su esplendor, era una villa que ya no estaba en la niebla, ahora el sol parecía brillar con más fuerza para ellos y el misterio que antes la envolvía se había esfumado junto a todos los samuráis. Ahora Akinoyo estaba más bella.

 

 

Fue directo a su casa encontrando a su amiga cuidando de Kaoru, no quiso verla a los ojos, quería evitar que notara su tristeza, así que la despedida fue corta y sin palabras.

 

 

—Nos veremos pronto.

 

 

Su dulce voz sonó y Sorato solo pudo asentir para poco después irse a sentar con su pequeño hermano que ahora tenía 4 años y toda una vida delante de él, realmente esperaba que no fuera tan complicada como lo fue la suya. Había días en los cuales la esperanza se iba completamente, sabía que tenía que seguir con su vida, pero luego reaccionaba y recordaba las palabras del rubio.

 

 

—Los recuerdos son lo que me queda —susurró.

 

 

—Nii-chan, vamos a comer.

 

 

—Sí, sí, vamos a comer.

 

 

Tenía que sonreír…

 

 

Dejó sus pensamientos de lado y movió un poco su cuello, sintiendo la opresión del collar, sí, se lo había vuelto a poner, no podía ofrecer su cuello a nadie más, su Omega estaba demasiado triste y decidido a esperar a su Alfa.

 

 

Sirvió la comida y le ayudó a Kaoru a agarrar sus palillos para comenzar a comer, pero como siempre comió con un nudo formándose en su garganta.

 

 

—Sora-nii, él regresará…

 

 

Tuvo que mirarlo directamente a los ojos y sonreír suavemente, acariciando sus regordetas mejillas y su suave piel.

 

 

—No lo sé…

 

 

Kaoru siempre veía más allá de él, así que calló y volvió a comer en silencio.

 

 

El día siguiente solo sería otro día más.

 

 

Un día más de espera y soledad.

 

 

*

*

*

 

 

Muchos días más habían pasado, y él se había rendido, no podía seguir esperando, Albert nunca volvería. Se inclinó un poco en el lago y rezó a Dios, luego se sentó en el suelo pensando… Era difícil cargar con las muertes de todos sus seres queridos y Kaoru era solo un niño como para entenderlo.

 

 

Poco a poco se disipó la niebla, dejándole admirar el templo roído por el tiempo, apretó los labios fuertemente, sabía que debía olvidarlo, pero siempre tendría presente su promesa, iba a recordar todo su tiempo juntos.

 

 

Se acercó al templo y abrió las puertas recordando su noche, los besos y caricias, los suaves rugidos y el sutil consuelo.

 

 

Se acostó en la madera viendo el techo lleno de agujeros, al sol pasar a través de ellos y las nubes deslizándose lentamente en el inmenso cielo celeste.

 

 

Los pájaros cantaban y los insectos sonaban por doquier, era relajante, tanto así que deseaba dormir y nunca más despertar. Los rayos que se filtraban le daban una suave calidez, pero aun así su piel seguía fría por la ausencia de los besos antes recibidos.

 

 

Lo que tanto temía se estaba haciendo realidad…

 

 

Estaba olvidando el tacto de sus labios sobre su piel y aunque aún podía recordar el aroma a leña y canela, este era tan tenue que parecía que tan solo había sido un sueño.

 

 

*

*

*

 

 

Con el transcurso de su vida decidió al fin volver a ser él, había conseguido un trabajo de mesero en un pequeño restaurante que habían abierto, arreaba las tierras y cosechaba deliciosas frutas y verduras, afortunadamente varios viajeros usaban la ruta de Akinoyo y así la villa se beneficiaba un poco.

 

 

Arregló su cabello que ahora estaba nuevamente largo y Kaoru apareció corriendo con una gallina en las manos haciendo alboroto. Un año había pasado y ahora todo quedaba en las cenizas y bajo el cementerio del olvido.

 

 

—¿¡Qué haces!? —dijo enojado al ver a su hermano hacer tanto desorden—. ¿¡Acaso quieres que Kaede-san me regañe!?

 

 

—Solo lo traía para la comida —dijo feliz.

 

 

Sus mejillas estaban llenas de lodo al haber perseguido a la gallina, Sorato estuvo a punto de regañarlo, pero un chico apareció quitándole la gallina de las manos, era el joven Alfa hijo de Hayate, el que una vez lo había atacado en pleno celo.

 

 

Ahora iba muy seguido al restaurante y Sorato notaba las miradas que le daba, pero aun no quería dar el paso, su Omega todavía se sentía lastimado.

 

 

—No molestes a tu hermano —dijo el joven Alfa a Kaoru.

 

 

—¡Eres malo Kobayashi! ¡¡Dámelo, dámelo!!

 

 

—Oh vamos, ¿qué es este escándalo? —una pequeña y regordeta mujer salió al escuchar la pelea, Sorato rodó los ojos y jaló los trajes de ambos jóvenes, haciendo que la gallina cayera y escapara, Kaoru lanzó un gran bufido mirando mal a Kobayashi.

 

 

—Lo siento mucho Kaede-san, estos dos críos son solo unos niños que no saben nada sobre la responsabilidad de un trabajo.

 

 

—¿¡Qué!? —dijo ofendido el joven Alfa—. ¡Tengo 18! Ya no soy un niño.

 

 

—Compórtate como un adulto entonces —dijo sin ganas y lo soltó—. Ahora vete Kobayashi.

 

 

—Soy Haruma —lo miró directo a los ojos—. Te lo he dicho muchas veces, Ha-ru-ma…

 

 

—¿Si digo tu nombre te irás? —el joven Alfa asintió—. Estaba bien Haruma, ahora vete.

 

 

Por supuesto que sabía que de niño no tenía nada, era un hermoso Alfa, de cabello castaño, sus ojos habían salido claros no cumpliendo con el estereotipo asiático, decía que tenía mucha agua en su persona y por esos sus ojos celestes eran muy codiciados, le recordaba mucho a Kai.

 

 

Era de estatura alta y después de su primer celo había crecido más, haciéndose un hombre completamente. Si hubiera nacido un poco antes seguro Haruma hubiera muerto en batalla como todos los demás.

 

 

—Ahora tú, pequeño renacuajo, vete a la casa, sabes que no debes molestar en mi trabajo.

 

 

—Está bien.

 

 

Kaoru salió corriendo feliz, era todavía un niño, pero estaba feliz por él, sería el mejor de los Alfas, lo estaba criando lo mejor que podía.

 

 

Regresó a arreglar las mesas y preparar todo para cuando los clientes llegaran. Así, los primeros clientes del día fueron sus amigos, que ahora cargaban una bella bebé igual a su padre, la bendición les había llegado y eran sumamente felices, él también estaba feliz por ellos, pero había algo que le molestaba.

 

 

Sentía un poco de envidia y odiaba sentirse así, por mucho tiempo esperó que un retoño suyo y de Albert —tan solo pensar en su nombre dolía—, creciera dentro de él, pero no fue así. El destino les había jugado muy chueco y muy dentro de sí siempre pensó que habría sido mejor haber muerto en batalla como todos los demás.

 

 

—Sorato, ve a traer un poco de verduras para hacer la sopa.

 

 

—Sí.

 

 

Salió del lugar no sin antes saludar a la pequeña familia, el ocaso lo recibió tan solo al salir del lugar, y fue directo a la tierra donde cosechaba las verduras, de hecho, era una pequeña porción de tierra cerca de la entrada de Akinoyo. Cuando llegó amarró su yukata y comenzó a recoger las verduras más frescas y listas, escuchaba las dulces risas de los niños al jugar y el suave murmullo de las señoras al hablar sobre algo, nunca antes la aldea se había sentido tan viva.

 

 

Cuando terminó de agarrar las verduras se levantó y acomodó la canasta para poder irse, sus ojos inevitablemente fueron hacia la entrada de la villa, había sido una costumbre por mucho tiempo ver en la misma dirección.

 

 

Siempre con el mismo resultado, nadie se asomaba por ahí… Suspiró y se dio la vuelta chocando con Haruma, este le sonrió y agarró el cesto, haciendo que Sorato lo mirara mal.

 

 

—No soy un Omega débil.

 

 

—Lo tengo muy claro —sonrió galán—. He escuchado todas las historias sobre ti y estoy realmente fascinado.

 

 

—¿Fascinado? No debería darte vergüenza saber que un Omega te dejó inmovilizado cuando tuviste tu primer celo.

 

 

—Por el contrario, me enorgullece que pudieras controlarme, eres fuerte y eso es digno de admirar.

 

 

Haruma agarró su mano y la besó suavemente, recordándole a su Alfa… ¡Diablos! ¿Por qué era tan difícil? Con un poco de cuidado se separó y trató de quitarle el cesto.

 

 

—Puedo yo solo.

 

 

—Pero yo también, solo déjame ayudarte.

 

 

—Mami, mami —dijo un pequeño—. Él es el último samurái —dijo emocionado.

 

 

Sorato no pudo ver en esa dirección, lo sabía, el título lo llevaría hasta el día de su muerte, era el último samurái en pie, con sangre de sus antepasados corriendo por sus venas.

 

 

Haruma lo vio con fuego en sus ojos, parecía orgulloso de saber quién era él, y fue inevitable no sentir culpa y algo más.

 

 

—Bien, acompáñame, pero no digas nada.

 

 

El chico asintió feliz, parecía un cachorro contento al saber que lo aceptaba.

 

 

Cuando al fin llegaron al restaurante, Haruma le cedió la cesta y sonrió de lado, mirándolo con sus ojos celestes a los que Sorato no pudo evitar ver de vuelta.

 

 

—El día en que me aceptes seré el chico más feliz de toda la villa.

 

 

—Sigue soñando —bufó Sorato dispuesto a irse.

 

 

—Con tus dulces labios, siempre.

 

 

Sorato no volteó a verlo, pero el Alfa se quedó con una sonrisa encantadora, al saber que Sorato se había sonrojado.

 

 

Porque era un hecho, el pequeño Omega, trataba de ocultar el fuerte sonrojo que esas palabras habían causado.

 

 

Se metió rápidamente en la cocina y dejó las verduras, sus ojos se llenaron de lágrimas mientras observaba el exterior con anhelo.

 

 

—Issei por favor… ¿qué hago? No quiero traicionarte.

 

 

Y con ese último susurro pidió que regresara.

Notas finales:

si hay alguna duda por favor hacerla, aqui estoy para responder.

dar clik para ver.

akinoyo. (es un pueblo real, pero akinoyo es de mi autoria)

ocaso.

tengo una pregunta.

quisieran ver los personajes de mi historia? la verdad es que nunca los he puesto aqui.

quisieran?

nos vemos el proximo martes.

nos vemos


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