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Triangle Carnage (Fanfic Interactivo) por Gumin7

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Notas del capitulo:

Este fic es un poco diferente a los que estoy acostumbrado a subir, pero me pareció una idea original y se la propuse a Kei (@Feisty_Cadavers en Twitter, para que se sepa quién es) (cofcofsomosOTPcofcof). Me ayudó muchísmo a desarrollarla como es debido y aquí estamos para llevarla a cabo. Espero, de verdad, que os guste y que os animeis a participar, ya que aquí vuestra opinión cuenta a lo largo de todo el fic.

—[Kei]
 
        De nuevo, me tocaba comer solo, aunque últimamente se había hecho costumbre. Tampoco es que me molestara, pero estaba empezando a echar de menos tener ese momento para charlar y relajarme un poco con mi compañero de piso, que además era mi mejor amigo. Sin embargo, me sentía feliz por él. Después de haber pasado una época algo difícil, parecía que por fin había recuperado la sonrisa. Por eso, desde hacía ya algún tiempo, solía preparar la mesa para uno.
 
        Coloqué los platos y la arrocera en un lado, sentándome luego enfrente y sirviéndome una generosa ración. No me gustaba comer en silencio, así que volví a levantarme para encender la televisión, pero, justo cuando iba a agarrar el mando, un fuerte golpe que resonó por todo el apartamento hizo que me sobresaltara y acabara tirándolo al suelo. Miré enseguida hacia el pasillo donde estaba la puerta de entrada, con el corazón a punto de estallarme.
 
        —Yo-ka, ¿qué haces aquí? ¿No es muy pronto? —pregunté llevándome la mano al pecho inconscientemente. Ya estaba acostumbrado a sus burradas, así que no comenté nada acerca del portazo que por poco me provocó un infarto.
 
        No contestó, sino que caminó lentamente hacia mí con la cabeza agachada, deteniéndose a unos dos metros de distancia. Mi expresión cambió de momento a una de pánico: sus manos estaban apretadas con fuerza en puños y una de ellas estaba teñida de rojo en la zona de los nudillos; era sangre. Su cuerpo temblaba, pero su respiración parecía ser tranquila.
 
        Me acerqué con cautela, hasta que estuve enfrente de él, y alcé su rostro por el mentón con mucho cuidado y lentitud. Me miró a los ojos, dejando que dos sendas lágrimas se deslizaran por sus mejillas. Pequeños espasmos se hicieron presentes, agitando su cuerpo levemente.
 
        —Yo-ka, tranquilo —susurré, aun sabiendo que no serviría de nada.
 
        —¿Por qué?... Otra vez... ¿Por qué? —dijo con la voz entrecortada, con su mirada sobre mí, aunque pareciera no verme.
 
        Actué con rapidez al verlo moverse, sujetando sus brazos con fuerza antes de que le diera tiempo a abalanzarse sobre algo. Comenzó a revolverse con violencia intentando que lo soltara, llorando y gritando con el rostro enrojecido. En uno de aquellos movimientos, consiguió liberar una de sus manos de mi agarre, la cual fue a parar directa a mi mejilla, propinándome un limpio puñetazo que dejó la huella de la sangre de sus nudillos en esta. Había conseguido que lo soltara por completo, pero logré recomponerme enseguida y volví a agarrarlo, llevándolo a la pared más próxima y reteniéndolo entre esta y mi propio cuerpo. Inmovilicé sus manos sobre su cabeza, pero siguió revolviéndose, llorando desesperadamente.
 
        —Yo-ka, tranquilo. Mírame —pedí a duras penas, sujetándolo lo mejor que podía. Hizo oídos sordos, por lo que me vi obligado a retener sus manos con una sola y llevar la otra a agarrarlo de la mandíbula, juntando nuestras frentes y apegando más mi cuerpo al suyo—. ¡Que me mires te digo! —alcé la voz por encima de su llanto.
 
        Su mirada se clavó en la mía. Sus ojos estaban rojizos y húmedos, al igual que su rostro, reflejando miedo, tristeza, ira, desesperanza. Lágrimas no dejaban de salir y su respiración estaba agitada, pero se había quedado en silencio. Me forcé a que la mía fuera suave, intentando transmitirle tranquilidad a través de la cercanía de nuestros cuerpos.
 
        —Ya está. Sigue mi respiración y cálmate. Estoy contigo —suavicé mi voz, aflojando el agarre en sus manos al ver que obedecía.
 
        Solté su mandíbula para acariciar su mejilla y cuello con suavidad. Una vez libres, sus manos cayeron sobre mis hombros, quedándose ahí sin fuerzas. Seguía mirándome, llorando silenciosamente.
 
        —Kei... ¿Por qué? —preguntó de forma casi inaudible. Suspiré y negué con la cabeza.
 
        —Vamos —respondí en un susurro, alzándolo en mis brazos, llevándolo a su habitación y dejándolo sobre su cama, con la intención de quedarme a su lado el resto del día y la noche, vigilándolo. Aquello no era nuevo.
 
 
 
«Tres meses antes»
 
—[Kei]
 
        Podía sentir a la perfección la fina capa de sudor que envolvía mi cuerpo, haciéndose más evidente cuanto más me movía. La temperatura era muy alta y me sentía realmente acalorado, pero no importaba; estaba disfrutando sobremanera, sin pensar en nada, solo viviendo aquel momento. La voz de Yo-ka resonaba por la estancia con una fuerza que hacía tiempo que no veía en él. Me abrazó por detrás, como de costumbre, acariciando mis cabellos, haciendo que pudiera oír su voz justo en mi oído. Tras un pequeño golpecito cariñoso en mi cabeza, se separó de mí, moviéndose libremente sobre el escenario.
 
        Las fans se movían como locas, disfrutando del espectáculo que estaban presenciando y encantadas con la fuerza que estábamos poniendo aquel día en cada canción. Tras el encore nos quedamos unos minutos más en el escenario, saludándolas, pero enseguida nos hicieron señas desde detrás para que entráramos. Le di la púa que había usado a una chica que estaba muy emocionada y me dirigí junto a mis compañeros y amigos hacia los camerinos.
 
        —¿Creéis que me dejarán volver y lanzarme al público? —preguntó Yo-ka divertido una vez estuvimos solos.
 
        —Acabarían secuestrándote en equipo —respondió Shoya, quitándose la camiseta que usamos en el encore y agarrando una toalla.
 
        Los cuatro reímos a unísono, disfrutando del agradable ambiente que había dejado la adrenalina del concierto. Yo-ka y Tatsuya se pusieron a charlar mientras Shoya y yo nos cambiábamos en silencio. Me sumí en mis pensamientos, mirando a Yo-ka. Hacía tiempo que no lo veía tan feliz y lleno de energía, y eso me hizo sonreír. Sin embargo, aún no podía cantar victoria, pues sus heridas eran recientes. No podía bajar la guardia; tenía que cuidar de él.
 
        Al estar tan metido en mi propia mente, ni cuenta me di de que era el único que aún no se había cambiado. Yo-ka se había acercado a mí y los otros dos me miraban.
 
        —Kei, ¿has oído lo que hemos dicho? —me preguntó Tatsuya.
 
        —No, lo siento, estaba distraído. ¿Qué pasa? —terminé de quitarme la camiseta y sequé el sudor que empapaba mi pecho con tranquilidad, esta vez prestando atención a mi alrededor.
 
        —Hemos dicho de ir a tomar algo ahora. ¿Te apuntas?
 
        —Sí, claro, pero id vosotros antes, yo aún voy a tardar.
 
        —Vale, vamos cogiendo sitio y te mandamos un mensaje para que sepas dónde estamos.
 
        Asentí y Shoya y Tatsuya cogieron sus pertenencias para salir.
 
        —Yo me quedo con Kei, ahora nos vemos —dijo Yo-ka, sentándose en el pequeño sofá del camerino.
 
        Nos quedamos solos y comencé a quitarme las prendas que faltaban, sustituyéndolas por mis vaqueros, mis zapatillas de calle y una camiseta limpia. Cuando terminé, miré a Yo-ka, quien no me había quitado el ojo de encima, y fui a sentarme a su lado.
 
        —A ver, cuéntame —lo conocía demasiado bien como para saber que quería hablarme de algo; algo importante.
 
        Se echó hacia delante, apoyando los codos en sus rodillas, y me miró con una sonrisa.
 
        —Kei, me siento como hacía mucho que no me sentía.
 
        —¿Feliz? —pregunté tras unos segundos en silencio.
 
        —Ilusionado... Esperanzado.
 
        Su expresión era tranquila, adornada por una sonrisa que parecía haber estado ahí siempre; parecía imperturbable. Por un momento, me sentí contagiado por esa esperanza.
 
        —Me alegro mucho, Yo-ka. Pero, por favor, ten cuidado —no tenía la intención de aguarle la fiesta, pero era mi deber prevenirlo.
 
        —Vamos, Kei, tranquilo.
 
        —Algún día estaré tranquilo —vi como su expresión se transformaba en una de culpabilidad, así que decidí darle un giro a la conversación.
 
        »Y, dime, ¿hay algo o alguien que esté haciendo que te sientas así de bien?
 
        —Digamos que alguien —volvió a sonreír mirando a la nada—. ¿Quieres saber quién es?
 
        —Claro, dime.
 
        En ese momento, mi móvil sonó, avisando de que acababa de llegarme un mensaje. Yo-ka me hizo una señal para que lo mirara, así que me levanté y lo cogí.
 
        —¿Ya están allí? —preguntó aún sentado en el sofá.
 
        —Sí, dicen que vayamos ya.
 
 
—[Yo-ka]
 
        Recogimos nuestras pertenencias y salimos de allí en cuanto leímos el mensaje. El lugar no quedaba muy lejos, así que le dije a Kei que ya continuaríamos la conversación en casa, más tranquilamente. En cuanto entramos, vimos a Shoya y Tatsuya sentados en una de las mesas del fondo del lugar, haciéndonos señas para que fuéramos. Me senté frente a Tatsuya y le lancé una sonrisa que solo él percibió, devolviéndomela enseguida. Sentí una agradable calidez en mi pecho, y es que ese hombre, con una de sus sonrisas, podía desarmarme por completo.
 
        Tatsuya y yo habíamos estado tonteando durante las últimas semanas. En algún momento nos habíamos acercado demasiado y me había dado cuenta de que ese hombre hacía que mi pasado no importara; que volviera a sentir algo.
 
        —Ya hemos pedido por vosotros —dijo Shoya muy animado. Aquella noche nos desharíamos de nuestros problemas, al menos temporalmente.
 
        Las bebidas llegaron y todos empezamos a beber y a contar anécdotas de cuando DIAURA apenas estaba dando sus primeros pasos. Las horas pasaban y las bebidas iban desapareciendo de los vasos que iban llegando. Todos tuvimos el suficiente control como para mantenernos en un estado en el que solo nos reíamos más de la cuenta, pero Shoya había bebido demasiado y había empezado a marearse. Kei se ofreció a llevarlo a su casa en taxi y después volvería a nuestro apartamento, así que le dije que ya nos veríamos allí.
 
        —¿Quieres que te acompañe? —Tatsuya se había acercado a mí en cuanto estuvimos fuera y Kei se fue con Shoya. Una extraña emoción de apoderó de mí de momento.
 
        —Claro.
 
        Comenzamos a caminar por las artificialmente iluminadas calles. A esas horas, había mucha gente de fiesta y armando escándalo, pero para mí era como si solo estuviéramos él y yo.
 
        —Hoy has estado increíble, Yo-ka. Me alegra verte tan lleno de vida.
 
        —Gracias, tú también has estado genial. Después de tanto tiempo con nosotros, no dejas de mejorar —ahí estaba otra vez esa sonrisa.
 
         Estuvimos hablando de temas triviales durante todo el camino, riendo cada dos por tres por alguna broma improvisada de alguno de nosotros. Al llegar al portal de mi casa, me apoyé en la puerta mirando a Tatsuya. Quería avanzar un paso más.
 
        —Oye, ¿te apetece que quedemos mañana tú y yo y vayamos a hacer algo divertido? —le pregunté con una sonrisa torcida. No estaba seguro de si se me daba bien insinuarme, aunque me conformaba con que aceptara.
 
        —Vale. ¿Te apetece que vayamos a un karaoke? Llevo tiempo queriendo ir.
 
        —Perfecto. Mañana te llamo y quedamos.
 
        En ese momento apareció Kei por la esquina. Nos dijo que Shoya estaba bien, aunque pude captar una mirada extraña por su parte. Tatsuya se despidió y Kei y yo subimos a casa. Una vez dentro, como si nos hubiéramos coordinado, nos dirigimos a la cocina y ambos cogimos una porción de pastel que guardábamos en la nevera. Kei se apoyó en la mesa mientras que yo me senté en el mostrador.
 
        —¿Qué tal está Shoya? —pregunté metiéndome un trozo de pastel en la boca. Kei se me había adelantado, así que esperó a tragar para contestarme.
 
        —Dice que está bien, pero no es así. Cuando hemos llegado a casa, se ha puesto a llorar, pero se ha quedado dormido enseguida.
 
        Suspiré. Shoya llevaba meses pasándolo mal y, siempre que salíamos, acababa bebiendo demasiado y en esa situación. Lo peor era que lo único que podíamos hacer era esperar.
 
        —¿Crees que volverá? —sabía que no tendría ni idea de qué responder, pero tenía que preguntar antes de que mi mente diera por hecho cualquier estúpida suposición.
 
        —No lo sé —negó con la cabeza—, pero espero que sí.
 
        Nos quedamos un momento en silencio, saboreando nuestro improvisado aperitivo de media noche.
 
        »¿Qué hay de ti? Tenemos una conversación pendiente.
 
        —¿Ah, sí? No recuerdo —bromeé mirando hacia arriba de forma teatral.
 
        —No cuela —dijo sin inmutarse, mirando su pastel.
 
        En ese momento pensé en lo mucho que Kei se preocupaba por mí, llegando incluso a desconfiar en ciertas ocasiones. ¿Qué pasaría si le dijera que quería algo con Tatsuya?
 
        —Kei, ¿tú confías en mí?
 
        Me miró con una expresión de confusión, pero también con ese toque de comprensión que tanto lo caracterizaba.
 
        —Claro que sí.
 
        —Y, si no te dijera todavía quién es la persona que ocupa mi mente, ¿te quedarías tranquilo y confiarías en mí?
 
        Guardó unos segundos de silencio, escrutándome de arriba a abajo y, probablemente, lidiando con una pequeña guerra mental.
 
        —Sí, Yo-ka —respondió al fin—. Cuando quieras decírmelo, estaré aquí; mientras tanto, también.
 
        Le dediqué una amplia sonrisa. Kei era lo mejor que tenía en mi vida y podía confiar plenamente en él, y me lo había demostrado en varias ocasiones desde que nos conocimos. Sin él, no sé que habría sido de mí.
 
        —Solo te diré que lo conoces. Mañana he quedado con él para ir a un karaoke.
 
        —Eso es bueno. Pero...
 
        —Lo sé —interrumpí—, tendré cuidado.
 
        Asintió y me sonrió, dándome así el voto de confianza que necesitaba.
 
        —Deberíamos ir a dormir ya
 
        Dejamos los platos en el fregadero y, como de costumbre, nos deseamos buenas noches y entramos a nuestras respectivas habitaciones, yo deseando que la noche pasara rápido.
 
 
        Al final acabé despertando a las once de la mañana, mirando mi móvil antes incluso de salir de la cama. Observé con sorpresa y satisfacción la notificación de un mensaje de Tatsuya, preguntándome hora y lugar para quedar aquella tarde. Recordé que cerca de su casa había un karaoke al que ya había ido hacía tiempo, así que le dije que sobre las seis estaría en su puerta.
 
        Intenté mantenerme ocupado, pues teníamos el día libre y no había mucho que hacer y, a las cuatro y media, empecé a arreglarme. Me puse una camisa negra lisa, unos pantalones ajustados del mismo color y preparé unas botas en la entrada. Me peiné cuidadosamente y decidí pintarme un poco la línea de los ojos. Para cuando terminé, habían dado las cinco y media.
 
        —Kei, me voy —avisé desde la puerta.
 
        —Pásalo bien.
 
        Salí y decidí coger un taxi para ir a casa de Tatsuya, ya que, conociéndome, acabaría bebiendo y no sería adecuado conducir de vuelta. Cuando llegué, ya era justo la hora y pude verlo esperándome en la puerta. Me bajé del taxi y me acerqué a él con una sonrisa, la cual me devolvió en cuanto me vio.
 
        —Hola, Tatsuya. ¿Listo?
 
        —Después de ti —me hizo una seña exagerada para que empezara a andar y ambos reímos como dos críos. Entre aquella sonrisa y lo bien que le quedaba la chaqueta sobre una camiseta básica y los pantalones a juego, sentí que me derretiría allí mismo.
 
        Caminamos unos minutos hasta llegar al centro, concretamente a un alto edificio considerado uno de los karaokes más completos de la ciudad. Pedimos una sala y subimos hasta una de las plantas más altas. Era acogedora, colorida y una de las paredes estaba completamente ocupada por un ventanal que mostraba las calles de Tokio desde arriba. Deseé haber quedado con él por la noche, pues aquellas vistas habrían sido mucho más bonitas con las miles de luces iluminándolas.
 
        —Yo-ka, ¿vienes? —me había quedado contemplando el exterior y, cuando me giré a mirarlo, estaba sentado en uno de los pequeños sofás, dando golpecitos a su lado para que me sentara.
 
        Fui a su lado y lo miré fijamente mientras buscaba en la lista de canciones. Me tomé la libertad de observar cada detalle de su rostro, preguntándome cómo había podido pasar por alto aquellos bonitos ojos y lo hermosos que se veían sus labios cuando los curvaba en una sonrisa. No me dio tiempo a apartar la mirada cuando Tatsuya me la devolvió.
 
        —¿Qué pasa? —me preguntó sonriendo, por supuesto.
 
        —Nada, es que hoy vienes muy guapo.
 
        Alzó las cejas y me miró de arriba a abajo.
 
        —Tú también, Yo-ka.
 
        Elegimos una canción que le gustaba mucho y empezamos a cantar ambos. Yo no me la sabía muy bien, así que empecé a inventarme palabras y Tatsuya empezó a reírse. Cuando acabó la canción, ninguno podíamos pronunciar una palabra debido a las carcajadas.
 
        Pedimos algo para beber y comer y se nos ocurrió poner una canción nuestra. Adoré escucharlo cantar Lily. No solía cantar en público, y cuando lo hacía, no se lo tomaba en serio, pero su voz era realmente hermosa. Quizás no tanto como la de un profesional, pero era muy agradable y pensé que no me cansaría nunca de escucharla.
 
        Cuando fue mi turno, puse Sakura, de Kobukuro. Me encantaba esa canción y, mientras la estaba cantando, podía notar la mirada de Tatsuya clavada en mí. Ya estaba acostumbrado a cantar delante de él, obviamente, pero aquel momento me pareció tan íntimo que consiguió ponerme nervioso. Me atreví a devolverle la mirada y le canté directamente a él, acercándome un poco más, dejándome llevar por la melodía. Miraba sus ojos, sus labios; su rostro. Los miré hasta que dejé de cantar para unir mis labios a los suyos.
 
        No nos movimos y no cerramos los ojos. Pude verlo mirarme sorprendido y pensé que se separaría de mí, pero no lo hizo. Lo vi cerrar los ojos y comenzó a mover sus labios contra los míos, a lo que yo respondí de la misma forma, sintiendo un agradable cosquilleo en el vientre. El instrumental de la canción dejó de sonar, pero nosotros seguimos a lo nuestro. Lo único que se oía en la sala era el sonido húmedo de aquel beso que manteníamos.
 
        Al separarnos, nos quedamos a escasa distancia. Mil preguntas pasaban por mi mente y deseaba sacarlas todas fuera y que fueran respondidas, pero sabía que aquel no era precisamente el mejor momento.
 
        —Has correspondido —fue la única estupidez que se me ocurrió decir.
 
        —¿No debería haberlo hecho? —bromeó con su característica sonrisa.
 
        —No, es que... no me lo esperaba.
 
        Se echó hacia atrás en el respaldo del pequeño sofá y agarró su bebida para terminársela de un trago.
 
        —Oye, ¿por qué no nos vamos un rato a mi casa? —preguntó sin mirarme.
 
Notas finales: ¿Qué hace yo-ka?   Opción 1 - Aceptar e ir a casa de Tatsuya.

Opción 2 - Negarse e irse del karaoke.

Opción 3 - Aceptar, pero cuando termine la sesión de karaoke.

Opción 4 - Negarse y quedarse en el karaoke.

  Espero vuestras elecciones (y, si quereis, opiniones, que yo no me niego a eso y lo sabeis) en los reviews.

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