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Las memorias de Son Goku por Remiyaki

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Notas del fanfic:

 

Personajes principales propiedad de Akira Toriyama, TOEI Animation y sus colaboradores. Por favor, apoya el original.

La trama/historia me pertenecen exclusivamente a mí. Ahórrate problemas y no copies.

 

 

Notas del capitulo:

¡Hola otra vez! Aquí una nueva entrega en la que trabajé todo el mes de diciembre del año pasado. Debo decir que este es el fic al que más le he imprimido mis sentimientos en lo personal. Espero que les guste. <3

 

 

De cómo inició todo.

 

 

Creo que la vida es suficientemente justa con cada uno.

 

Lo siguiente sólo lo sé por algunas fotografías y cosas que solía contarme mi difunto abuelito.

 

No sé exactamente el lugar donde nací, pero sé que desde que tengo memoria viví y me crie gran parte en las remotas montañas, en el seno de Son Gohan, un humilde anciano de vida y sentimientos sencillos como los míos. Tuve un padre que se llamó Bardock y una madre nombrada Gine, su pasado no es que sea muy grato así que discúlpenme si resulto algo feo en esta parte…

 

Bardock era un joven revoltoso que poseía de manera sorpresiva un gran talento con una vieja guitarra heredada de su padre, militar que murió cuando este joven apenas cumplió 2 años; lo ‘adoptó’ Son Gohan, o más bien éste le brindó la calidez de su hogar cada vez que lo necesitase, ya que Bardock se había acostumbrado a la vida ambulante, sólo con su guitarra en la espalda y la mirada en el vacío horizonte.

 

Luego aparece aquí Gine, muchacha que a sus dieciséis años había encontrado en Bardock su ideal inalcanzable de hombre perfecto. Ella gozaba acosar desde lejos al jovenzuelo mientras este dedicaba tonadas carentes de letra al ocaso que pronto se ponía más allá de sus narices, una… y otra… y otra… hasta el momento en que el despistado Bardock se percató de ello. No pasó mucho  cuando, evidentemente presionado por la soledad y la belleza de aquella jovencita, se vio enredado en las entrañas del amor.

 

Gine decidió dejar la casa de sus padres para adoptar la vida errante, pasajera y ligera de su ahora pareja. Nadie nunca jamás podrá decir que existió amor más puro que el de esos tiempos. Comiendo con lo que Bardock, en esos momentos de dieciocho años de edad, podía ganar tocando en las calles aquel preciado instrumento, y viviendo donde almas bondadosas los hospedaran, pasó exactamente un año. Ocho meses y quince días después nació de aquel amor un bebé, lastimosamente, Gine no sobrevivió al parto, su cuerpo aún era muy joven y, sin poder pagar un buen médico, se vio obligada junto con su pareja a vivir el embarazo en una improvisada caseta de madera construida por ellos mismos.

 

Bardock por supuesto, no podía creer aquello, en sus brazos posaba un pequeño gritando, como queriendo alimentar sus pulmones con el nuevo oxígeno que estaba probando, como llorando la pérdida de alguien… Su vida cambió por completo. No cumplía aún dos décadas de estar vivo cuando decidió acabar con su vida, no sin antes dejar muy recomendado al pequeño con Son Gohan.

 

“Su nombre es Kakarotto, por favor, Gohan, cuídelo mucho. Voy a cometer algo que va en contra de todos mis principios… pero siento que es necesario que lo haga. Muchas gracias por todo.”

 

De los cansados ojos del anciano ahora posados en el joven que se alejaba en la presuntuosa lejanía, sólo podían brotar saladas lágrimas. Sabía perfectamente que ésa era la última conversación que tendría con aquel joven alguna vez su discípulo.

 

Cerró la puerta de su humilde hogar para luego dirigirse al bebé.

 

“Kakarotto es un nombre muy complicado… Respetando la última voluntad de tu padre serás Son Goku Kakarotto. Así sólo te llamarán –Goku-.”

 

El bebé sonrió.

 

 

Los años siguientes Son Gohan se dedicó a cuidar del pequeño retoño procedente de aquel trágico amorío.

 

Posó a un bebé ahora sereno en su regazo. “Con el estómago lleno cambia drásticamente de humor”, sonrió para sus adentros. Grandes ojos brillaban del más puro color ónix, piel blanca absolutamente impoluta de toques rosáceos consentía con su tacto las manos trabajadoras del anciano, cabellos negros revueltos ascendían en picos y posaban abundantes en la pequeña frente, resplandecían ante la preciosa sonrisa del pequeño, mejillas regordetas confirmaban el hecho.

 

“Eres la creación perfecta de dos padres imperfectos, Son Goku…” El niño expectante finalmente le correspondió con un borboteo seguido de un

 

“¡Abueiiiiiiii-too!” levantó brazos carnosos hacia el aludido.

 

 

 

De lo que sigue sí puedo recordarlo perfectamente, por más extraño que parezca siempre tuve muy buena memoria.

 

En toda mi infancia temprana hasta los diez años, viví con mi abuelito. Este hombre sabio al que le debo todo, me inculcó humildad, compasión, amor y tolerancia. Me enseñó la belleza que podía poseer cada ser vivo en su singular existencia. Todo era maravilloso, un hermoso paraíso terrenal.

 

Recuerdo que era muy brusco en mi comportamiento, a mi abuelito le tomó mucho tiempo educarme y hacer de mí alguien gentil y bondadoso; trató de enseñarme a leer, pero nunca lo logró, cuando me lo proponía de chiquito podía llegar a ser muy hostil… Sin embargo, me encantaba hacer garabatos, dibujar con un palito en la tierra húmeda luego de un breve sereno, garabatos sin forma, pero el anciano los veía como la obra de arte más majestuosa que haya podido apreciar en toda su larga vida.

 

De niño nunca pisé la ciudad, me agradaba más quedarme a ver los animales, o nadar en el arroyo, o salir a pescar… Sólo conocía a algunas personas amigas de mi abuelito, nadie más. Alejado de la civilización y teniendo una educación poco ortodoxa pero eficaz, crecí hasta los diez años.

 

Por cosas de la vida, y porque la felicidad no dura para siempre, mi abuelito llegó a enfermar; vi a mi amado anciano tosiendo de manera más feroz que el resto de los días.

 

“Abuelito… Abuelito…” le sacudía preocupado. Casi pierdo la conciencia al ver la mano que resguardaba su boca, repleta de sangre.

 

Corrí hasta donde mis cortas extremidades me lo permitían, una horrible sensación en todo mi cuerpo que no me atrevo a recordar, me impulsó a seguir y seguir, hasta parar en la casa de un viejo amigo de mi abuelo, cerca de nuestra montaña.

 

Ya de regreso, con mucha preocupación en su rostro metió a mi abuelito en su cama y lo abrigó  con nuestra cobija. Maceró algunas plantas medicinales y se las dio, con eso logró que dejara de toser sangre.

 

Se fue y volvió al día siguiente con un doctor, el amigo de mi abuelo me pidió gentilmente que esperara afuera de nuestra pequeña casa. Una vez terminaron, levanté el rostro para ver al doctor despedirse apretando levemente el hombro del otro, éste último me regresó la mirada una vez el doctor partió.

 

“Me quedaré aquí, ¿oíste? No los dejaré solos ni a Gohan ni a ti, pequeño” mi rostro se empapó en lágrimas.

 

Tres días después desperté y el mismo señor que por tantos años le brindó su amistad a mi abuelito me dijo con los ojos húmedos:

 

“Gohan ya descansó, pequeño” la voz quebrada y sus ojos hinchados no me ayudaron en nada. Me sentí completamente perdido y devastado. Ahora, estaba solo.

 

De ahí en adelante mi vida daría un gran vuelco, y no sabría decir si para bien o para mal.

 

 

[Continuará...]

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

Espero que les haya gustado.

 

Estoy muy cansada, la Universidad me sigue presionando demasiado y creo que resultado de eso trabajé muy fuerte este finde y resulté enferma de los oídos. Ruego porque no sea una infección o algo peor, pero bueno... Ahí vamos con toda.

Si te gustó lo que leíste y quieres más puedes dejarme tus palabras de aliento o lo que sea en la cajita de los RW aquí abajo.

Si tienes alguna queja, reclamo, observación sobre mi escritura o el contenido en sí del fic, también lo estoy recibiendo en los RW, siéntete cómodx de comunicarte directamente conmigo por ese medio, me harás muy feliz. <3

 

Sin más que agregar y si leíste hasta aquí, ¡te mando un besazo, un gran abrazo y mucha buena vibra de aquí hasta donde estés!

Muchas gracias por tomarte el tiempo de leer esta creación. <3

 

Espero leerlos pronto, adiós.

 

Remiya

 


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