McGonagall, para el Octavo Año decide colocar a los pocos estudiantes que han decidido regresar a finalizar su último año, en la torre debajo de la Lechuzería. Pero ya que esa parte del castillo ha estado en desuso durante años, los hechizos de calefacción fallan y siempre hace un frío terrible.
Draco se encontraba temblando en el medio de su cuarto compartido, con los dedos de un color violáceo por culpa del frío insoportable que hacía en aquella torre vieja. No podía dormir, no con aquel frío que le recordaba tantas cosas horribles. Voldemort en su casa, dementores cruzando por sus habitaciones y Nagini arrastrándose por doquier. Odiaba el frío, odiaba las pesadillas recuerdos que le provocaba, se veía encerrado en los calabozos de su propia mansión teniendo miedo, odiaba tener medio, un miedo que le calaba los huesos y que se parecía tanto al frío. Odiaba no poder dormir por ello y odiaba la asquerosa torre sin hechizos de calefacción.
Sus temblores eran demasiado violentos, le era imposible mantenerse quieto. Se levantó con todo y su gruesa cobija, sin importarle estarla arrastrando por el suelo, en dirección a la sala común pensando en el calor que debía estar emanando la chimenea. Una vez en la sala empujó uno de los sofá más cómodos y lo coloco lo más humanamente posible cerca de la chimenea, estirando sus manos deseando tocar las llamas. Con miedo de hacerlo.
Harry se sentó con un movimiento brusco, los últimos temblores de su pesadilla apenas disipándose en la oscuridad. El sonido más fuerte en la habitación era su respiración, que salía en jadeos pesados. Ya no se despertaba gritando, de alguna manera había aprendido a no hacerlo. Odiaba la expresión preocupada en el rostro de Molly, odiaba la incómoda pregunta que Ron continuaba repitiendo “¿estas bien compañero?” y odiaba las charlas y abrazos que le daba Hermione. Por eso, ahora solo gritaba dentro de sus sueños y se despertaba respirando con dificultad, el vago sabor de la sangre por haberse estado mordiendo el interior de su mejilla durante la pesadilla.
El moreno empujó las cobijas a un lado y se deslizó fuera de la habitación que compartía con Ron y Neville. Caminó en dirección a la sala común, disfrutando como se sentía el aire frío en su piel hirviendo, secando el sudor de su espalda y haciéndolo sentir como si fuera capaz de respirar de nuevo. Desde que murió en la última batalla, se sentía como si se estuviera recalentando, como si volver de la muerte hubiera puesto su cuerpo en sobre-marcha. Harry algunas veces soñaba que era un Fenix y se incendiaba, calor y fuego arrastrándose por su piel, volviéndolo algo nuevo y a la vez viejo.
Había alguien sentado cerca del fuego de la chimenea en la sala común, la cual parecía haber sido puesta en su máxima capacidad pero aún así aquellas luces rojas y naranjas eran incapaces de penetrar en el frío de aquella gran habitación. Harry pensó que el desconocido era Ron o Ginny por un segundo, pero cuando sus ojos se enfocaron se dio cuenta que sólo era el reflejo del fuego en un cabello rubio casi blanco.
Malfoy había empujado un lado del sofá justo en frente de la chimenea, sentándose al borde de éste, muy cerca del fuego. Tenía sus manos extendidas tan cerca del fuego que debía doler. Pero aún así Harry podía verlo temblar. El rubio observaba hacia el fuego con la mirada vacía, viendo a través de las llamas sin estarlas mirando realmente. Tenía profundas ojeras de color morado casi negro debajo de sus ojos, justo como cualquiera de los que regresaron para cursar este octavo año.
Harry se sentó al otro lado del sofá.