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Un minuto más por aries_orion

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Notas del fanfic:

Los personajes son de Tadatoshi Fujimaki, mía es la historia.

 

¿Toda nuestra vida sería una serie de gritos anónimos en un desierto de astros indiferentes?

Ernesto Sabato

 

Un minuto más. Una hora más. Un día más.

 

Levantarse, mientras se lava los dientes, arregla el traje de su esposo, enjuagarse la boca, cerciorarse de que sus hijos mayores comenzaran a despertarse para finalizar en la habitación de los dos menores. Rutina. Tediosa y aburrida rutina. ¿Cuándo comenzó? ¿Cuándo dejó que algo tan cotidiano le estancara? Las respuestas las poseían aquellos seres indiferentes que de apoco comenzaban a levantarse de la cama. El silencio era horrible, apenas lo soportaba cuando antes lo añoraba. Ya no escuchaba música, ya no leía, ya no jugaba, ya no salía; ya no hacía nada de lo que le gustaba. Es más, ¿qué le gustaba ahora?

 

Nada.

 

Nada hacía y nada recibía.

 

¿Dónde quedaron los abrazos y besos? ¿Dónde se escondieron las palabras de alegría? ¿Dónde quedó el amor bestial de y por su esposo e hijos? ¿Dónde?

 

¿Cuándo sus hijos y esposo cambiaron tanto? ¿Dónde estaban sus regalos sin razón alguna? Los gritos o las peleas por ser el primero en aferrarse a su cintura o ser el mimado por sus brazos.

 

Tantas preguntas y pocas respuestas.

 

Los gritos comenzaron, más ninguno era para él, todos eran entre ellos o por las llamadas de celular. Sus hijos mayores se sumergieron en sus actividades escolares como en ellos mismos. Ya ni un gracias eran capaces de darle cada que les servía el desayuno o la cena, ¿acaso ni una mirada o sonrisa merecía? Extrañaba las tardes de cocina, pues mientras él cocinaba o inventaba cualquier postre sus hijos se turnaban para contarle su día o sus problemas, a veces en conjunto o en solitario. Ni sabía cuál fue el desenlace de la declaración de Aries para con Ryousuke, hijo de Kise y Kasamatsu.

 

¿Akira? ¿Atenea? ¿Ryo? ¡¿Qué mierdas le había pasado a su familia?!

 

Las puyas entre los mayores se escuchó en el momento en el que se levantaron de la mesa, sus platos se quedaron en el mismo lugar, pero vacíos. ¿Tanto les costaba tomarlos, llevarlos al fregadero y lavarlos? Mejor ni hacer esa pregunta. Los menores de la casa le llamaron, el pequeño Yuki tenía hambre al igual que su hermano mayor Daisuke. Ese par de ángeles que le ataban a la realidad y no a su mundo mental, esos dos niños eran los únicos, desde hace algunos años atrás, que le daban las gracias o se preocupaban por él, una sonrisa o un beso le bastaba para subir su ánimo, mejorando su gris día.

 

Esos niños eran su única compañía por el resto del día.

 

¿Qué pasó? ¿Había cometido algún error y no sé dio cuenta? Vale aceptaba que a veces no se daba cuenta de ciertas cosas, pero la mayoría de ellas lo hacía, había tenido que agudizar sus sentidos –sobre todo el de la vista– para detectar cuando las cosas andaban mal. Pero ahora, nada. Nada le indicaba el motivo del actual comportamiento de sus hijos y esposo.

 

¡Dios!

 

Su esposo ya no parecía eso, sólo un ente indiferente que traía sustento y disciplina en el lugar, porque si hasta el poder en su casa se le había revocado. Sólo él daba los permisos, sólo él era tomado en cuenta, sólo él era el listo para preguntar sobre casi cualquier tema dejándolo a él como un mero adorno. Amaba a sus hijos, pero incluso ese accionar le lastimaba. ¿Acaso su pareja no noto el cambio en su hogar? ¿Tan importante era su trabajo que no tenía tiempo para él? Quizá... ¿ya no le amaba?

 

–Papi, no sonrías si no quieres. – Y ahí estaba su pequeño Dai, el único de sus hijos parecido a él, casi una copia perfecta de no ser por su piel más cremosa que la suya.

 

–Eres demasiado observador mi amor.

 

–Sólo digo lo obvio papi. – Daisuke le miró por unos segundos para tomar la cuchara. –No me gusta cuando lo haces, te ves feo y papi no es feo sino bonito.

 

Revolvió los cabellos azabaches hasta que Yuki comenzó a reír para terminar los tres riendo de quien sabe qué, mientras le daba su desayuno al pequeño de cabello castaño y ojos chocolate, algo extraño para la familia de genes singulares. No podía quejarse, él era su adoración pues como dicen por ahí, el menor había abueliado.

 

En ningún momento noto la partida de su esposo y del resto de los chicos.

 

Dai recogió los trastes que ensucio, se acercó una silla para lavar todo lo sucio, incluyendo los del resto de la familia, no brotó palabra alguna de su boca. Después de desayunar, examinó la casa. Todo limpio y en perfecto orden, el silencio se extendía por toda la casa hasta ahogarlo. Clavó su mirada es su par para sonreír.

 

– ¿Y si vamos a visitar al presidente?

 

*

 

Si las miradas pudieran hablar él junto con sus hijos ya hubieran terminado en alguna estufa listos para servir. Hombres y mujeres por igual les miraban sin disimular un poquito sus pensamientos. Si tan sólo mi esposo me mirara así. Daisuke iba fuertemente aferrado a la carriola donde un muy entretenido Yuki saludaba a todo aquel que le pasara por enfrente. Al llegar a su destino no necesito ni decir su nombre pues los trabajadores ya les conocían.

 

Se despidió con una sonrisa mientras el elevador cerraba sus puertas, la típica musiquita inundó el pequeño espacio.

 

–Le diré al tío rojo que cambie esa música, es horrible.

 

–Apoyo la moción. – Las puertas se abrieron, saludaron a las secretarias quienes sonrientes y un tanto sorprendidas por su presencia les devolvieron el gesto. Ni siquiera les permitieron anunciarlos, Daisuke corrió, abrió la puerta para después gritar.

 

– ¡Tío rojo! – El mencionado paro su andar y hablar para voltear a ver al osado de llamarlo de tal forma, pero su semblante se relajó totalmente al verlos. Con un par de palabras en alemán cortó la llamada para acto seguido abrir sus brazos. El pequeño corrió a ellos, sus brazos se aferraron a su cuello y sus labios le dieron un sonoro beso a la mejilla del hombre trajeado.

 

– ¿Cómo está mi sobrino favorito?

 

–Soy tu único sobrino favorito, tío rojo. – Dai río por el puchero formado por los labios contrarios.

 

–Eso que escucho es ego.

 

–No, es lógica pura, el ego sólo es un comportamiento...

 

–Aparte de egocéntrico cerebrito, dios ¿por qué nos mandas semejante tortura? – El hombre miró al cielo en un gesto dramático.

 

–Sabes que también nosotros estamos acá ¿cierto?

 

–Cierto, haber mocoso quita. – Bajo a Daisuke de sus brazos para caminar hacia las otras personas en la oficina. –Pero mira cuanto has crecido Yuki, – Se agacho hasta el menor dándole un beso en la mejilla regordeta. –y tú, estas cada vez más viejo. – Se levantó para saludar al hombre tras la carriola.

 

–Tú igual Sei.

 

– Lo sé, soy demasiado guapo. – Por la respuesta, los presentes soltaron la carcajada pues Akashi Seijuro sólo mostraba su verdadera naturaleza con su familia, sus pequeños y él. Algo loco si le permiten decir, no se quejaba porque eso le hacía olvidar sus problemas. – ¿Cómo has estado?

 

Tres palabras en forma interrogativa bastaron para aplastarle su pequeño buen humor. Sus ojos se desviaron momentáneamente de los ojos bicolor, una clara muestra de evadir el tema.

 

–Daiki...

 

–Estoy bien Sei. – Le interrumpió, clavó sus azulinos ojos de nuevo en él y una mueca en lugar de una sonrisa se creó en sus labios.

 

–Papi, no sonrías si...

 

–Si no tengo ganas. – El moreno terminó la frase de su pequeño. Inhalo y exhalo. – Lo sé, lo sé.

 

–Bueno, ¿qué los trae por aquí mis amores? – Akashi recorrió papeles para sentarse en el escritorio.

 

–Si Tetsu te llega a escuchar se va a armar un jaleo del que no quiero ser participe.

 

–No hemos dicho nada porque tú así lo quisiste, sabes que si por nosotros fuera...

 

–No Sei, no quiero más problemas de los que ya tengo. – Daiki tomo a Yuki entre sus brazos para darle un pequeño aperitivo. –Además, estoy bien con lo que tengo. – El trajeado le miró incrédulo con su clásico gesto. –No levantes la ceja, me siento raro cuando lo usas en mí.

 

–Es el punto. – Hizo una mueca para después acuclillarse enfrente del moreno y el pequeño. –Las puertas de la casa Akashi están siempre abiertas para ti y ellos.

 

El moreno le beso la frente. – Lo sé, lo agradezco pero por el momento me quedo donde estoy.

 

Ambos se miraron por un tiempo, hasta que el ruido de papeles cayendo se escuchó por el lugar.

 

–Perdón tío Rojo.

 

–Dai. – El moreno miró a su hijo en advertencia.

 

–No importa... – Antes de poder seguir hablando una de las secretarías entro junto con un hombre, ambos con expresiones alteradas. El presidente les hizo una señal, ambos esperaron hasta que este se acercó a ellos.

 

Mientras Akashi discutía, Daiki se levantó de la silla para mostrarle a Yuki la gran vista que poseía la oficina, el pequeño reía o balbuceaba a todo lo dicho por su moreno padre.

 

–Los tendré que dejar, el deber llamar. – Beso a sus tres visitas, tomó su computadora portátil para perderse en el elevador junto con las otras dos personas.

 

Daiki y Daisuke se miraron, después a la montaña de papeles en el escritorio y nuevamente se miraron.

 

– Papi, ¿y si ayudamos al tío?

 

– ¿Después pizza?

 

– ¡Wenn! – El moreno levantó una ceja ante la respuesta de su hijo, esté sólo le sonrió y le contestó. – Me gustan los idiomas pa.

 

Cuando salieron de las oficinas pertenecientes a la familia Akashi se encontraba anocheciendo. Sin apuro caminaron hasta su pizzería secreta, nadie más de la familia salvo ellos dos conocían su ubicación. Yuki desde hace un par de minutos atrás había caído al mundo onírico, comieron entre risas y comentarios peculiares pues el pequeño Daisuke cada día le demostraba a Daiki que era un niño con una gran capacidad mental, sus sospechas poseía, pero dejaría al pequeño crecer a su tiempo, no forzándolo.

 

La velada iba maravillosa pues detrás de ellos se encontraba una vista fenomenal de la ciudad. Las estrellas junto con la luna no se opacaban por las luces de la ciudad, creando toda una estampa asombrosa.

 

– ¿Aomine?

 

El par de morenos dejaron de hablar para observar a quien les hablaba.

 

– ¿Imayoshi?

 

–No has cambiado casi nada Aomine. – Se acercó un par de pasos a ellos. – ¿Puedo hacerles compañía?

 

–Claro. – Daiki movió sus cosas al compartimiento inferior de la carriola, Daisuke se pasó a la silla desocupada e Imayoshi se sentó en su puesto. – ¿Qué te trae por aquí?

 

–Llegué por casualidad, es la primera vez que vengo por acá. – Aomine levantó una ceja al no comprender del todo la respuesta dada por su superior. Este soltó un suspiro para después recargar su codo sobre la mesa y su rostro sobre ella. – Demasiados asuntos por resolver y poco tiempo, me abruman y salí huyendo de mi casa.

 

–Vaya, es la primera vez que te oigo decir algo de ese estilo, pero somos buenos escuchando ¿cierto cariño? – Su hijo sólo asintió, pues en la boca tenía un pedazo de pizza. –Por cierto, ¿quieres?

 

–Gracias, pero mataría por una cerveza y un cigarrillo.

 

–Te permito lo primero lo segundo no podrá ser, – Apunto hacia su costado derecho. – Bebé a bordo. – Ambos morenos sonrieron contagiando a su invitado inesperado.

 

Tres cervezas después junto con un par de niños dormidos ambos adultos pasaron de los temas banales a hablar de sus vidas, pues en la preparatoria, aunque no lo pareciera, ambos fueron muy buenos amigos. Hablaron, se quejaron, rieron hasta que sus estómagos dolieron. Se pusieron al corriente de sus respectivas vidas, bebieron, contaron sus actuales problemas como sus deseos estancados, llegaron a un punto donde discutieron sobre la vida pasada pues aunque Aomine no ejercía su carrera no significaba que había dejado de actualizarse o de repasar lo ya aprendido.

 

Sin darse cuenta, la una de la mañana se hizo presente, el dueño del lugar les pidió amablemente que les permitieran terminar de cerrar, dejando una generosa propina ambos caminaron hasta la casa del moreno, ya que llevaba a dos niños a cuestas. Cuando ingresaron a la casa, las tres de la mañana eran, cambió de ropas y acostó en sus respectivas camas a sus hijos. Se lavó los dientes, se quitó la ropa y, por primera vez, después de tanto tiempo, sólo durmió con su ropa interior y una vieja camisa del equipo en que solía jugar su pareja.

 

Se acurruco cual gato contra las sabanas y almohada entre sus brazos, la embriaguez junto con el buen rato pasado en compañía de sus niños y amigo le terminaron de alegrar su día. Con sonrisa en el rostro se dejó caer en brazos de Morfeo.

 

*

 

El molesto sonido de su celular le interrumpió el sueño, lo busco a tientas sobre su buró y lo apago, se volvió a su poción inicial, pero se topó con algo duro que le impedía mover sus piernas con libertad. Un tanto extrañado quito las sábanas, se encontró con su par de niños aún en pijama en su cama dormidos, sonrió y los volvió a cubrir. Bajo las mantas los atrajo un poco más hacia su cuerpo, apenas volvía a caer en su preciado sueño cuando nuevamente su celular volvió a sonar. Irritado por ello contestó para gritarle un par de cosas al idiota que no entiende indirectas directas.

 

–¿Qué mierd...?

 

– ¡Daiki!

 

–¿Sei? ¿Qué...?

 

–¿Fuiste tú quien metió mano a los papeles de mi oficina y computadora?

Sus ojos se deslizaron hacia la sábana, suspiro y contestó: –Sí.

–Te quiero delante de mí en una hora. – La orden fue dada con su habitual tono de mando, ni siquiera esperó por una respuesta cuando el típico pitido de llamada finalizada se escuchó. Miro la hora y casi salta de la cama, las doce del día. Había dormido de corrido, no escucho la alarma, no preparó la ropa de su esposo y mucho menos el desayuno para todos.

 

Bueno, por un día que no se levantara ellos no morirían.

 

Dejó a sus pequeños dormir en lo que él se duchaba, cambiaba y preparaba algo de desayunar. Al terminar, los despertó, ducho y cambio, mientras ellos comían arregló la mochila con cosas que sus niños ocuparían. Yuki salió en sus brazos y Daisuke llevó la carriola. Al llegar sólo saludaron, el elevador les dio paso al piso de presidencia donde un par de secretarias se movían de un lado al otro. Al abrir las puertas no fueron recibidos con los típicos gritos y motes cariñosos sino por un par de fieros ojos, la mesa, antes visible, ahora se encontraba a medio ver.

 

El par de morenos se sentaron a esperar a que Akashi terminara de hablar. Cuando lo hizo, por alguna razón, un escalofrío recorrió el cuerpo de Aomine. El pelirrojo le miró serio, se sentó en su silla, ambas manos sobre el escritorio como si enfrente de él tuviera a un futuro cliente o socio.

 

–Kagami Daiki, serás mi nuevo vice-presidente. Bienvenido a Red's Corp.

 

¿Por qué no se quedó dormido?    

 

 

Notas finales:

New long story, sí ya sé tengo varias empezadas y poco continuadas… no prometo actualización de ellas pero sí de esta. Ojalá les guste.

Nos vemos en el next cap.

Yanne. xD

Por cierto, poseo la autorizacion de Dashi para el uso de su personaje en esta historia. :)


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