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Lo inesperado por Kaiku_kun

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Notas del fanfic:

¡Buenos días/tardes/noches, mortales! Vengo a dejar por aquí un nuevo fic, pero esta vez cambiando de pareja jeje esta vez me decanto por mi otra gran pareja favorita de Sailor Moon, Makoto y Ami. sigue siendo one-shot. Algún día me animaré a hacer un fic largo, y ahí sí que voy a montar una hecatombe :V por ahora, os dejo con esto :)

Lo inesperado


 


El sol ya empezaba a entrar por la ventana de la habitación de Ami. Era un sol veraniego, así que la chica empezó a despertar cuando notó demasiado calor en su cuerpo. El rayo de sol estaba justo en su barriga.


—Aaah… ¡Buenos días, mundo! —saludó contenta—. ¡Hora de levantarse!


Ami no era capaz de no levantarse con buen ánimo. Estaba viviendo sus mejores años (o eso creía ella), porque estaba cómodamente acostumbrada a una rutina que le encantaba: se levantaba, se preparaba para el instituto, desayunaba, iba con la calma hasta allí con sus amigas, disfrutaba enormemente en clase, volvía a casa (o pasaba el rato antes con sus amigas, de nuevo) y trabajaba un rato o leía hasta acostarse. A cualquiera le destrozaría la mente, como a su mejor amiga, Usagi, pero no a ella.


Además, desde hacía un tiempo ya no se requería de las marineras para mantener en paz la ciudad, así que Ami podía centrarse en su totalidad a la rutina, sin malos rollos, sin desajustes horarios.


—Ya se acerca el verano… —dijo algo melancólicamente—. Bueno, no pasa nada, tengo montones de cosas planeadas.


Siempre le resultaba un palo dejar de ir a clase. Era su mejor forma de ver a sus amigas, además de que no tenía que investigar tanto por su cuenta, que a menudo se le hacía cuesta arriba. Era trabajadora y muy lista, pero no sabía hacer tantas cosas.


Empezó a vestirse con el uniforme del colegio con toda la calma del mundo, sabiendo que quedaban pocos días de clase y que se había levantado media hora antes de lo habitual. Se miró al espejo durante un rato, mirándose el pelo, y lo recolocó de sitio un par de veces. “No creo que lo note”, pensó. Y justo después enrojeció.


—No, Ami, céntrate. No estás para estas cosas. Céntrate.


Por más racional que intentara ser, no podía evitar que sucedieran momentos como ese. No le gustaba, pero no podía negar la verdad. Le gustaba alguien. Se ponía el pelo mejor, a veces se maquillaba un poquito, vestía de forma elegante… Era sin querer, lo pensaba y lo hacía. Luego, cuando estaba delante de esa persona, todo iba bien, normal, como siempre, y nunca pasaba nada inusual. Eso era bueno, así no tendría que preocuparse por más cosas.


Salió de casa, preparada para uno de los últimos días de clase, de nuevo relajada y en paz.


—¡Hola, Ami! —Era Usagi, que se acercaba corriendo por otra calle. No iba tarde por una vez—. ¿Has visto? Hoy llego puntual.


—Bueno, menos mal, hoy nos toca examen.


—Qué facilidad tienes para arruinarme la mañana…


—¡Pero si es bueno! Ya es el último, y es fácil.


—¡”Fácil”, dice…!


—Bueno, si se hacen los deberes a tiempo, sí.


Usagi tenía una facultad enorme para olvidarse de hacer los deberes, fueran cuales fueran, aunque los hubieran pedido semanas antes. Y no es que se lo pudiera permitir, siempre estaba en la cuerda floja. Ami se preguntaba, con un poco de culpabilidad por sus celos, cómo se lo hacía la rubia para tener novio, acabar aprobando y no hacer nada en clase ni en casa. Y menos con Chibiusa flotando como una mosca a su alrededor.


Unas calles más allá, mientras Usagi hacía un poco el payaso sobre lo tontos que eran algunos chicos en su clase, apareció Makoto. Ella parecía desafiar lo establecido en ese momento, pues no llevaba su cartera y su atuendo no era el típico del instituto. No era normal en ella desafiar las normas porque sí.


—Hola chicas —saludó.


—Hola Makotoooo —contestó Usagi con voz cantarina.


—¿Qué pasa hoy? ¿No vas al instituto?


—En realidad ya he ido, lo he dejado todo allí.


—¿Entonces…?


—Es que…


—¿Qué, qué? —insistió Usagi, pendiente como un perro al que le van a dar la próxima galleta. Ami no pudo evitar sentir una curiosidad parecida.


—Que he quedado con un chico.


—¡Uooooh!


—¡Felicidades!


—Espera —paró Usagi, antes de alegrarse más por ella—. ¿No será que este chico te recuerda a un antiguo novio que ya sabemos…? ¡Confiesa!


Su cara alegre y tímida empezó a convertirse en la de una enamorada tontorrona, y acabó explicando que tenía un porte muy parecido al del tan famoso y desconocido chico del que siempre hablaba, y que además el acento era el mismo, y le saludaba de la misma forma…


—Deberías pasar página, Makoto. No es sano que busques siempre lo que te recuerde a él.


—¡Pero es que este es especial, yo lo siento! —Decidió no discutir más cuando vio la hora en su móvil—. ¡Me voy! ¡Deseadme suerte!


No dio tiempo a eso, pues se marchó a tal velocidad que la perdieron enseguida de vista. Ami y Usagi siguieron caminando, con su calma habitual. La rubia empezó a especular sobre si sería el chico de la tienda de videojuegos de nuevo (al que Usagi le echó el ojo tiempo atrás) o algún chico de otro instituto o… a saber. A Ami le interesaba más bien poco. Le sabía mal ir cotilleando sobre la vida de los otros. Usagi sabía eso perfectamente y lo usó erróneamente en su contra:


—¿No será que estás celosa de ella?


—¿Cómo que celosa? ¿Por qué?


—¡Hombre, pues porque tiene una cita y tú no! —Su mirada traviesa y su sonrisa de buscaproblemas acentuaban mucho una cara que ya de por sí era graciosa. Ami se echó a reír—. Pero ¿qué pasa?


—Eres una monada. No me extraña que Mamoru se ría tanto de tus bromas.


—¡Ay, mi Mamoru! ¡Es siempre tan romántico y detallista…! —Y ya estaba soñando de nuevo. Ella sí que estaba enamorada de verdad—. Se quiere hacer un poco el duro, pero es imposible que lo sea. Es el mejor.


—Siempre se os ve muy felices —comentó Ami con calma y una sonrisa dulce. Les admiraba, en parte. Conseguían que todo funcionara incluso yendo el mundo al revés.


—¡Lo siento! No quería…


—¿Qué?


—¡Pues eso! ¡Ponerte más celosa!


—No me pongo celosa por eso, Usagi.


—Aaaah, ¡entonces es por Makoto!


—¿De dónde te sacas eso? Te he dicho que no estoy celosa de ella.


O no como tú te crees, por lo menos”, pensó Ami, para cerrar el tema. Le daba un poco de rabia que Makoto siempre siguiera el mismo camino y acabara derrumbada.


Cuando llegaron al instituto se encontraron con Minako, quien se sumó enseguida a la especulación sobre el posible novio de Makoto. Ami no les hizo caso y se dedicó a leer, pero oyó perfectamente cómo las dos rubiales intercambiaban risas cuando una de ellas dijo que estaba celosa de la de pelo castaño.


Todo cambió cuando precisamente Makoto se presentó en clase, con el uniforme puesto, respirando aceleradamente y sudando un poco. No llegaba con buena cara. Ami fue la primera en verlo, pero no le preguntó.


—Ha dicho que era un malentendido y que no quería que saliéramos. La cita no ha durado ni dos minutos.


—Lo siento, Makoto… —le apoyó Usagi, acariciándole por los hombros.


—Nosotras te queremos, cariño, no necesitas a nadie que te cuide más que nosotros. Y más si te va a hacer daño.


Makoto levantó la cabeza, con una sonrisa puesta, y dijo que estaría bien. Que “siempre estoy bien”. Era muy usual en ella que se olvidara de un tío del segundo al otro si le rechazaba, porque bastaba una pizca de pasión de sus amigas para que todo se recolocara solo en su interior.


—Ami, no has dicho nada —comentó Minako—. ¿Estás bien?


—Sí, claro —contestó, sonriendo, mirando primero a la más dolida de sus amigas—. Makoto me ha robado las palabras de la boca, va a estar bien.


Las rubias no acabaron de entender a Ami, que seguía sonriendo como si nada pasara… aunque no sabía por qué lo estaba haciendo. Makoto también la miró, con curiosidad. A diferencia de sus amigas, ella sí entendía mejor los silencios de Ami. Como chica discreta que era ella, transmitía mejor con la mirada y sus acciones que con las palabras. Makoto tampoco era de las de hablar en exceso (para eso ya estaban Usagi y Minako), pero era bastante más abierta que su amiga de pelo azul.


—Pero di algo —insistió Usagi.


—Ella ya sabe que todo va a ir bien, ¿a que sí?


—Po-por supuesto —empezó a reaccionar Makoto—. ¡Claro! ¡Hay tíos a montones y seguro que uno de ellos va a querer a una chica dulce y alegre como yo!


—¡Dulce dice! —saltó Minako, tronchándose de risa con Usagi— ¡La que se cargó ella sola a todos los matones del barrio!


—¡Eso, eso! ¡A veces eres más tosca que un arado!


—¡Era para hacer justicia! ¡Una cosa no quita la otra!


—¡Pues aún no has demostrado ser dulce con ningún chico!


—Dejadla en paz, chicas —se apiadó Ami—. Hace un momento estabais consolándola…


Makoto también se reía un poco, porque ya se conocía el progreso de la broma. Las dos rubias se troncharon hasta que no entró el profesor en clase y Ami simplemente observó con una sonrisa.


Cuando la clase empezó, fue como echar somnífero en el aire. Las tres amigas de Ami cayeron sin remedio sobre el escritorio (vale decir que Makoto aguantó el tipo, como para demostrar que era más fuerte que el sermón que el profesor de Cultura y Valores les estaba echando). Ella, en cambio, tomó apuntes de todo. No intervino, pero tuvo todo bien organizado en su libreta.


Pero dado un momento, ella también se distrajo. Acababa de encontrar un dibujo en su libreta que no recordaba que estuviera allí.


—Oh, dioses… —susurró, enrojeciendo de repente.


Solamente Makoto se dio cuenta, pero Ami protegió muy bien ese dibujo, así que no vio nada. El dibujo era de esa persona que le gustaba, como si estuviera posando para una sesión de fotos de fantasía, vestido tan solo con un manto que tapaba lo justo y necesario. Ami lo contempló unos instantes y se lo guardó en el bolsillo, recolocándose en la silla.


Cuando las clases acabaron, ya por la tarde, todas se fueron a ver a Rei Hino, la quinta del grupo, que trabajaba en el templo de su abuelo. Aprovechando un descanso que tenía, las cinco se pusieron a charlar en la hierba.


—Hoy Makoto ha tenido otro encuentro fallido —empezó Usagi.


—¿No me digas? No me puedo creer que sigas yendo a ese tipo de citas, Makoto, no te hacen ningún bien.


—Bueno, yo… creía que sería divertido…


—Es parte de su rutina, ya —comentó Minako, quitándole importancia.


—Deberías hacer como yo, olvidarte de todos los tíos hasta que me demuestren que son dignos de mi compañía.


—…hasta que te demuestren que pueden ser tus esclavos, dirás —se mofó Usagi.


—¡¡Mira quién habla!! ¡¡La que cada vez que Mamoru la regaña por sus notas le soborna con besos!!


—¡¡E-eso no es verdad!!


—Os vi un día en plena discusión y lo guardé en el móvil, mira —contestó Rei, contenta de poder desacreditar a su amiga delante del resto. Había un par de fotos en las que Mamoru salía regañando a Usagi e instantes después besándola.


—Muy mal, Usagi, así nunca vas a mejorar —la regañó también Ami, con un poco de ese mito de la perfección roto.


—Así que Mamoru es débil a tus encantos, ¿eh? —susurró Minako a Usagi, con perspicacia—. Podrías conseguir mucho más que que no te regañe.


—¡¡No le des ideas!! —le recriminó Rei.


—¡Todo sea por hacer el vago! ¡Está hecho! —decidió Usagi, cayendo en la tentación de su amiga.


Todas se llevaron la mano a la cara. Era tan habitual en Usagi que ya no les sorprendía.


Luego pasaron un rato hablando de la gente que pasaba por el templo. Ami conservaba esos pequeños momentos como algo muy especial, pues eran parte de su adorada rutina. Era demasiado habitual que escenas como las anteriores sucedieran entre Usagi y Rei. Esas pequeñas peleas de amigas eran como la salsa a su rutina. No es que le gustaran, pero formaban parte de su vida, ya.


Entonces llegó Makoto para contradecirla:


—Estoy algo cansada de siempre lo mismo…


—¿Qué quieres decir? —preguntó Rei, que le estaba acabando de machacar la cabeza a Usagi por una broma de mal gusto.


—Que no pasa nada. No hay malos que ataquen. No hay matones a los que echar.


—Mejor así, ¿no? —dijo Ami, en un intento de entenderla.


—Bueno, sí, no quiero que nadie sufra, pero… Necesito algo inesperado. Que no todo sea lo mismo. Algo que sea nuevo… Que me sorprenda.


Todas se quedaron un rato pensando, Makoto incluida. Era cierto que todo estaba en demasiada calma, pero no se habían percatado de ello. Todas habían estado ocupadas con sus cosas.


—¿Cómo lo solucionamos?


—Lo que creo que te pasa es que quieres hacer algo poco usual y lo estás reprimiendo —comentó Ami, apoyando la cabeza en las rodillas, como acurrucada—. A mí que me gusta la rutina, si un día necesito hacer algo diferente, lo hago.


—¿Cómo qué?


—No sé, lo que en ese momento me apetezca. Leer, escribir un cuento, ver la tele…


—¡Ver la tele! ¡Es humana y todo! —saltó Usagi, para hacer la broma. Ami solía pensar que era un poco perder el tiempo, la tele.


—… para ver documentales.


—Ya me lo has chafado. Creía que podría hablar contigo sobre pelis…


—Pero yo… —susurró Makoto—. Tienes razón, pero no lo puedo hacer así sin más.


—Eso es una excusa. Si quieres hacer algo, hazlo, siempre hay una forma.


—Pues claro que hay una forma… —Se quedó callada, un poco nerviosa—. Bueno, pues… ¡vamos de fin de semana a la playa!


Todas la aplaudieron excepto Ami. Era buena observadora y sabía que no era eso lo que se reprimía, pero no alcanzaba a entender por qué ocultaba lo que quería hacer. ¿Tan malo era?


—¿Qué pasa, Ami? —preguntó Usagi, como si nada pasara.


—Oh, vaya… —soltó Rei. Ella era muy suspicaz también—. Makoto, ya solemos ir cada verano a la playa. ¿Qué nos estás ocultando?


—Bueno, no pasa nada si no quiere decir qué pasa —salió en su defensa Ami. Ahora le sabía mal haberla metido en un aprieto. Rei podía ser inquisitivamente insistente si se lo proponía.


—¿… quedar con una sola de vosotras para ir al centro comercial?


—Eso también lo hacemos cuando el resto tiene trabajo —comentó Usagi, inocentemente.


—Nos vamos acercando… —observó Rei, acosando con la mirada a la de pelo castaño.


—¡Está bien! Tengo algo que contar a una de vosotras, pero no puedo hacerlo.


—¿Y eso es lo imprevisible y sorprendente? Menudo chasco —dijo Usagi, dejándose caer en la hierba.


—¡Un secreto! ¡Me encantan los secretos! —exclamó Minako.


—Puedes contárnoslo a todas —comentó Ami, que se había acercado un poco más al grupo, pendiente de la situación.


—Espera un segundo… —Rei ya había ido algo más allá—. No es el secreto. Eso no es nada inesperado. ¡Si puedes hacer ahora lo que estás pensando, hazlo! Es lo que ha dicho Ami, ¿no? Sin excusas. ¡Si lo quieres, lo haces!


Usagi volvió a levantarse, sorprendida por la actividad de su amiga. Makoto inspiró hondo y cerró los ojos, para relajarse. Todas expectantes, en especial Rei, que además de inquisidora era experta en querer sacar los trapos sucios de los que la fastidiaban lo más mínimo.


Apenas fue cerrar un segundo los ojos y, al siguiente, Ami se había encontrado con los nerviosos labios de Makoto. Se separó al instante, sin saber cómo sentirse.


—¡¡UOOOOOOOOOOOOOOOHHH!! —gritaron las otras tres.


—¿Pe-pero qué…?


—Has dicho que sin excusas —usó como disculpa, Makoto. Las otras estaban calladas como tumbas después del grito de emoción—. Me ha molestado que lo dijeras, por cierto. ¿Ves a lo que me ha llevado?


Ami se puso tremendamente nerviosa y lo único que supo hacer fue levantarse, casi tropezando, y echar a correr hacia el templo. Makoto la siguió enseguida, después de un segundo de bloqueo.


—Esto es culpa tuya, Rei —le recriminó Usagi, buscando pelea—. Si no hubieras sido tan exigente con Makoto, esto no habría pasado.


—¡¡Yo qué sabía que lo que estaba reprimiendo era un beso a Ami!!


—Besar sin preguntar es de mala educación, pero romántico —comentó Minako—. Normal que no fuera capaz de decírnoslo…


La discusión siguió, a medias culpando a Rei y a Ami por querer que Makoto se dejara de excusas y fuera al grano. Nadie había sido capaz de entender a Makoto, la pobre.


En el interior del templo, Ami seguía correteando por los pasillos, buscando un lugar segundo donde poder respirar y, de paso, perder de vista a Makoto. Solamente quería tranquilizarse.


—¡Ami, espera! —la llamó Makoto.


La peliazul giró de repente en una esquina, esperando que no la viera, pero por el camino se le cayó un trozo de papel que ya no recordaba que había dejado allí. ¡Era el dibujo! Y Makoto iba a llegar antes que ella a cogerlo.


—¿Qué es esto?


Ami se había detenido en el jardín interno, bloqueada de los nervios. Makoto estaba en el pasillo de madera que daba a él, con el dibujo en la mano.


—E-e… N-no…


Apenas era capaz de pronunciar una palabra entera. En ese momento quisiera tener algo de determinación para quitarle el papel de las manos, como hubiera hecho Rei, y romperlo en el aire, pero el miedo la paralizaba. Nunca había tenido que hacer frente a nada igual.


—¡Pero esto…! —se sorprendió Makoto, pegando más la vista en el papel—. Soy… yo… ¡Casi desnuda! Vaya, esto sí que no lo esperaba, es muy bonito. ¿Me lo puedo quedar?


—¿Qu-qué? ¡Es mío! —Entonces se cerró la boca con las manos. Acababa de confirmar lo inconfirmable.


—Vamos, no pasa nada, después de lo que he hecho yo…


Ami se relajó un tanto, pero quiso sentarse en el jardín. No sabía cómo sentirse. Lo inesperado no era lo suyo. No sabía si sentirse incómoda por tal desajuste o bien por el beso que le había plantado su amiga. Porque era lo que llevaba deseando desde hacía mucho tiempo.


—¿Por qué me has besado? —consiguió articular. Estaba temblando.


—Bueno, pues, eh…


—Sin excusas —puntualizó seriamente Ami.


—Porque lo deseaba —dijo, sentándose delante de ella, cabizbaja—. No se me ocurría mejor forma de decirte que me gustas. No soy buena con las palabras, tú sí lo eres.


—¿Y las citas? —preguntó, con un toque de celos, aunque más bien estaba intentando mantener la compostura por el pedazo de frase que acababa de recibir.


—Falsas. No me he atrevido a decir la verdad, porque tampoco me atrevía a decirte nada a ti.


Makoto estaba totalmente en posición de disculpa, como si todo aquello hubiera sido un enorme error, propiciado, en parte, por la propia Ami. Realmente no había contado con la opinión de la peliazul.


—Tú también me gustas —confesó Ami.


Inmediatamente, Makoto levantó la cabeza, con una sonrisa en la cara, pero Ami ya se había levantado y huía de nuevo.


—¿Y el dibujo? —preguntó a voces.


—¡Puedes quedártelo! —oyó decir, a lo lejos.


Makoto sonrió al ver la dedicación que le había puesto Ami en ese dibujo y se lo guardó en un bolsillito, por el interior de la camisa, cerca del corazón.

Notas finales:

Si os ha gustado, podéis leer más cosas mías, y en mi perfil encontraréis un link mágico! :V


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