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GARDEN por Osaki

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Notas del fanfic:

Se develarán un personajes importante más adelante pero no me gusta hacer spoiler(?).

Lo sabrán tan pronto lean el primer capítulo.

Necesito empezar, pero no sé por dónde… necesito hablar, pero de qué… ¿De lo estúpido que me siento? ¿De lo idiota que fui?  ¿Que si lo odio? ¿Lo detesto? ¿Me da asco? ¿Lo maldigo?


Pero… es que él no tiene culpa de nada.


 


 


 


 


Yo…


 


 


 


Yo…


 


 


 


Me odio a mí mismo.


 


Me odio… Y la culpa la tuve yo.


 


Él ni siquiera ha de saber nada de lo que sucede.


 


Observo fijamente mi reflejo y tardo un par de minutos en reconocerme… ¿Qué… o quién soy yo?


 


 


 


 


A veces anhelo esos días gloriosos, la época dorada, todos riendo y felices, ¿qué estaba haciendo yo? ¿Acaso pensaba?


Nada. Tan sólo, sonreía, reía con ganas, inflaba mi pecho tomando aire para poco después soltarlo a gritos, dejando ir toda la euforia de mi cuerpo, sentía la ovación de la gente como cascadas a mí alrededor haciéndome disfrutar la exuberante sensación de la inmensidad, y es que todo estaba tan bien, todo era tan perfecto.


 


No dejo de pensar en cómo lo conocí…


 


 


No dejo de pensar en su sonrisa…


 


 


Sus ojos, sus manos…


 


 


Su boca…


 


 


 


 


Nunca hubo nada en realidad, si me lo preguntan, nos llevábamos bien, demasiado bien, éramos muy buenos amigos.  Cuando llegó a Tokio mi apartamento se convirtió en su primer hogar. Si hay algo que los hombres compartimos bien, son los tragos, y ya sea para quitar los nervios o pasar el rato, una cerveza fría nunca está de más.


Hubo algo en él que movió algo en mí, cuando lo pienso así, se oye tan cliché… pero fue así. Había un vacío en él que llenaba conmigo y había preguntas en mí que respondía con él.


Me pregunto qué fui yo en su vida.


Constantemente, mientras lo esperaba para tomar un café --él siempre llegaba tarde a todo, citas, reuniones, trabajo-- me preguntaba, ¿qué éramos?


Recuerdo la primera vez. Ambos estábamos ebrios, no sé cuánto, era uno de esos días en los que salíamos como familia, los cuatro; comíamos algo, bebíamos, y buscábamos chicas. Aunque no lo pareciese, Tetsu también tenía sus mañas y solía ponerse especial, siempre se llevaba a alguien consigo, si lo hacían o no, dependía de él, Ken en cambio siempre buscaba a quién metérsela, así que no importaba mucho qué clase de chica era, siempre las hacía caer. Sakura, Sakura era una extraña mezcla de Tetsu y Ken, así que no diré más. Independiente de todo eso creo que yo era el aburrido. Yo no buscaba chicas porque en el fondo me sabía mal tener sexo por nada, en el fondo... Muy en el fondo, aunque no lo admitiera, yo quería enamorarme, quería conocer a esa chica cuyos ojos me arrancasen suspiros, cuya voz acunara mis miedos, cuyas caricias me dieran paz y cuyo amor llenase todos los huecos que el tiempo dejara en mí, soñaba tanto con esa chica, la idealizaba tanto que… quizá me convertí en ella al final. Pensaba que las relaciones de una noche sólo gastaban a las personas y no quería gastarme en vano.


Durante las fiestas solía dedicarme a beber y bailar; beber y bailar; beber y bailar. 


Aquel día tenía la fiebre del éxtasis en mi sangre, recuerdo que con el calor y la bebida encima, mi cuerpo apenas se las arreglaba para evaporar el alcohol a través del sudor. Habían tantas personas que me sentí más mareado aún, pero no por ello ignoré la extraña sensación de unos ojos sobre mí, siguiéndome.


De pronto sentí unas manos contornear mis caderas, me mecía a pesar de ellas y jadeé cuando de repente éstas se metieron bajo mi camiseta para acariciar mi abdomen y tocar mi ombligo de forma grosera; en menos de lo que pude darme cuenta ya estaba frente a él, no sé si fui yo el que volteó a encararlo o fue él quien no soportó más y me giró para atrapar mi boca, quizá fue un poco de ambas cosas, lo que sí sé, es que de repente su lengua se enroscaba a la mía y la chupaba ansioso robándome el aire. Si alguien nos vio salir juntos no lo sé, ni siquiera recuerdo haberme despedido de los demás, creo haberle hecho un saludo con la mano a Tetsu o una seña a Ken, pero quizá no, no recuerdo eso, ni siquiera recuerdo cómo fuimos a casa, sólo recuerdo que él me besaba en el ascensor, me acariciaba y mordía mis labios, yo no sabía responder, embotado por el alcohol me costaba dilucidar lo que ocurría. Creo que él estaba más ebrio que yo, debió ser así, no me lo explico de otra manera, lo digo porque yo empecé a reaccionar —vagamente—, cuando mi cuerpo golpeó el colchón.


A pesar del alcohol, recuerdo haber intentado torpemente empujarlo cuando él empezó a arrancarme la ropa a tirones, pero contrario a defenderme, lo que hice en realidad fue ayudarlo a          desnudarme. Él, sobre mí. Me besaba tal cual una bestia salvaje, con fuerza, y yo empujaba con mis brazos su pecho, él tiraba de mi suéter en sentido contrario y así destrozó la prenda dejando al descubierto mi piel, que sin más demora se dedicó a morder, besar y lamer. Me sentía extrañamente excitado, sabía que estaba mal, que no debíamos, que no era bueno, que no era correcto, pero lo olvidé todo cuando se incrustó en mis piernas y el dolor agudo de la invasión me provocó un shock. Prometo que creía: me había muerto. Perdí la cabeza, me dolía horrores, pero también era extrañamente… placentero. Sé que a él también le dolió porque se detuvo por varios minutos dedicándose a respirar mientras mi cuerpo se acostumbraba a la invasión, porque de moverse, creo que él también temía que le arrancase el miembro; lo apretaba demasiado, mi interior lo succionaba por la tesión. Mi cuerpo se contrajo con brutalidad, la misma con la que él se enterró en mí. Pero a pesar de todo, su boca aminoró el dolor, y terminamos haciéndolo toda la noche, o por lo menos hasta que él se agotó, porque no recuerdo cuándo terminó, sólo desperté y lo vi acostado frente a mí sonriendo soñoliento mientras me acariciaba la cadera, pero me sentía tan consumido que apenas lo vi y me quedé dormido otra vez. Para cuando volví a despertar no lo vi a mi lado. Dejé su cama ignorando la mancha oscura, ya casi marrón en medio y como pude fui a bañarme y vestirme a la mía, probablemente se habría ido a recoger a Ken a donde fuera que hubiese amanecido, y yo me fui a casa de Tet para pasar el fin de semana.


 


No hablamos de ello. Pero a partir de entonces las cosas cambiaron todavía más, Sakura no sólo pasaba más tiempo conmigo, estaba siempre alrededor de mí, salía conmigo o me tenía más confianza; había más. Sakura y yo solíamos besarnos a escondidas, solía abrazarme y venir a mi cama para acostarse conmigo y dormir en mis brazos después de violar cada rincón de mí a pesar de mí.


Nos unía algo más que la amistad. Y entonces mientras lo esperaba para nuestro café de las cinco me preguntaba: ¿qué era yo para Sakura? A veces su madre, a veces su amigo, su hermano… a veces su amante.


Si necesitaba salir estaba yo, como amigo para él, o en su defecto Ken, amigos de copas y anécdotas; si se sentía sólo y perdido estaba yo, como madre protectora, acunando sus miedos, velando sus sueños, protegiendo al pequeño niño que habitaba en él; y si había fuego en él, lo apagaba con mi piel.


Y a pesar de todo, yo no significaba nada especial, sólo un refugio, un gusto, un desahogo, nada más. Cuando me di cuenta de eso, también me di cuenta de cuánto me dolía.


La cuarta avenida del café. La bautizamos así después de que, al cancelar una tocada en un livehouse nos fuimos a deambular por las calles, y entre risas, contamos las calles, las avenidas y encontramos aquel lugar, escondido, discreto, cálido, y acogedor; entramos a tomar café y nos pasamos la tarde allí, riendo, conversando sobre trivialidades, cosas de la vida, y más.


 


 


 


Cometí el error de enamorarme de él, creyendo que él sentía lo mismo por mí. Romanticé todo sobre nosotros y aquel café se convirtió en nuestro escondite, la cuna de nuestro amor, nuestro pecado secreto. Sakura echó raíces muy dentro de mí, pero yo no dentro de él.


 


 


 


 


Menudo idiota…


 


 


 


Debí haberme dado cuenta.


 


 


 


 


 


Fue un viernes, salía del estudio y hacía frío.  Durante esa semana no trabajamos, era nuestro descanso previo a la promoción de nuestro nuevo proyecto, me sentía excitado con la idea, y presa de la emoción se me ocurrió visitar nuestro café, aquel en la cuarta avenida. Hacía tanto tiempo que no pasábamos por allí, con tanto trabajo encima y viajes se nos había olvidado la comodidad de lo trivial.


Quise tomar café como una persona cualquiera, como un don nadie, cualquiera, pero no estaba listo para lo que me encontré.

Notas finales:

Creo que me mudaré a Wattpad... pero de momento publicaré acá.

Auxilio ;-;

Necesito un consejo, ¿me quedo o me voy?


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