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Will Graham es Especial por Lain Elrick

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Notas del fanfic:

*SPOILER*

*SPOILER*

Aun la estoy viendo, así que no sé cuántos capítulos tenga, o cómo termine esto, pero espero que no termine bien.

Como estoy viendo la serie y escribiendo, podría contener muchos spoiler, así que me disculpo de antemano.

Gracias

Notas del capitulo:

Basado en el Capitulo 8, Temporada 1

 

*Todos se van a tirar a Will

Cuando Will Graham se dio cuenta que el sospechoso, Tobías Budge, había desaparecido, pensó en el único lugar al que había podido huir, y que, aunque parecía inverosímil, esa era la única opción que tenía. Tobías Budge había huido donde el doctor Hannibal Lecter.

En su descontrol, eso fue lo único que ocupaba la mente de Will Graham:

–Hannibal…

 

***

 

Hannibal Lecter estaba sentado, pensando en los órganos del señor Budge que no podría comer, pero no era eso lo que más le dolía.Cuando Jack Crawford entró, Hannibal no ocultó su desilusión, la tristeza de saber que ya no volvería a ver los soñadores ojos ocultos en los risos de Will Graham, cuando vio al catedrático entrar, igual de nervioso al ver el desorden. Will pensaba que su peor pesadilla se volvía realidad -recrear la escena de un crimen donde la víctima era alguien importante para él-.

Con su cabello revuelto, sus ojos tristes, todos esos miedos se esfumaron. Miró a Hannibal con el mismo alivio. De repente quiso lanzarse a sus pies, pero no podía, no aún; había mucha gente, y eso no le gustaba al doctor. Sólo se acercó.

–Creí que estabas muerto –dijo Hannibal. Sus ojos brillaron como las estrellas del verano al ver a su fiel amante con la vida que creyó arrancada con violencia. La presencia de Tobías Budge en su consultorio le había hecho pensar lo peor.

Pero antes de que pudieran susurrarse algo más, Jack Crawford les interrumpió, hablando con el doctor, aunque no pareció creerle, así que se alejó de nuevo.

Intercambiaron una miradas, pero Will posó la suya en el piso, sentándose en el escritorio, al lado de las sillas donde estaba el doctor.

–Siento que lo he arrastrado a mi mundo –dijo apesadumbrado. Hannibal, lejos de las miradas curiosas de los forenses y policías, puso su mano sobre la pena de Will, acariciándole el muslo de modo que era obvio que imaginaba que acariciaba algo más.

–Entré por mi cuenta, Will, pero –presionó cerca de la entrepierna–, agradezco la compañía.

Sonrieron sin más que decir, pero con la necesidad de la presencia del otro.

 

***

 

Will Graham llegó puntual a su cita, entrando al consultorio con el permiso del doctor. Una vez adentro, silencioso, se acercó y se hincó ante Hannibal, quien, con cuidado, le puso collar y correa.

–Buen chico –dijo Hannibal, enredando sus dedos entre los risos de Will, que recibió el gesto con cariño.

El doctor se inclina y lo besa, con la pasión y el desenfreno que no permite que gobierne su vida, pero sí su relación con Will Graham, porque sólo él logra extasiarlo de esa manera tan exacerbada.

Hannibal lo hace subir a sus piernas, sin para de acariciar el sedoso y descuidado cabello del cachorro que le mordía los labios y se acaba del cuello de su amo.

Will, abrazado a él, siente la poderosa espalda de su amo a través del chaleco de fina tela, deseoso ya de desprenderse de la ropa, y que esas manos que sujetaban su cabeza, que acariciaban su cabello, acariciaran si cuerpo, llevándolo al mundo del placer que sólo Hannibal Lecter podía mostrarle. Al que sólo accedía cuando su amo le ordenaba quitarse las ropas, lento y en orden, pues debía doblarla con cuidado y dejarla sobre el escritorio hasta quedar listo. Entonces se acercaba de nuevo, a gatas, hacía su amo, le bajaba el zipper, y, con la maestría aprendida a base de eyaculaciones interrumpidas, le practicó una felación. Es tal la precisión, el toque de su lengua, la forma en que recorre el miembro duro y caliente, que Hannibal hace el mayor esfuerzo por no venirse, pero no resiste mucho; toma a Will por el cabello y lo obliga a meterse todo el miembro a la boca, casi ahogándolo, provocándole arcadas que soportó porque tenía que hacerlo, porque quería hacerlo, porque deseaba hacerlo con todo el éxtasis que recorría su cuerpo.

Hannibal se vino, Will bebió cada gota del néctar que del caníbal emanó con tal calidez que el pecho y el estómago de Will ardieron con gusto y placer.

Pero su boca no es lo único que tendrá placer en esta sesión.

El miembro de Hannibal aún está firme, así que lo sube a sus piernas, besándolo mientras con sus manos guía su fallo latiente y ardiente, lento y cuidadoso hacia el orificio prohibido del amante que al sentir la gran y dura intromisión, gime con una mezcla de dolor y placer.

Will comenzó a moverse, a mover sus caderas siguiendo el ritmo preciso y armónico de su amo, mirándose  a los ojos. Hannibal aprecia cada gesto que el acto del amor manifiesta en el rostro sonrojado de Will, abrazado al cuello de Hannibal, que a su vez mantenía a su amante pegado a su cuerpo, sonriendo oleadas de placer cada vez que lo sentía retorcerse de lujuria, olfateando el cuerpo sudoroso y que lo invitaba a dar pequeñas mordidas, evidenciando el mayor deseo por su amante; era hambre, y no de sexo.

Pero el simple hecho de pensar en comerlo y no volver a sentir su estrechez interna que tantos orgasmos le provocaba, lo hacía desistir de sus intentos. Prefería tenerlo para sí, saborearlo, lamer el sabor que sus poros emanaban con cada jadeo, con cada movimiento que lo ponía más duro, y más adolorido.

–Voy a… –susurró Will–voy a…

–Hazlo –susurró Hannibal, con sus labios rozando los de Will.

Will sabía cómo hacerlo, pues no deseaba manchar la fina ropa de su amo, así que intenta cubrirse con su mano para correrse, manchándose el mismo. Hannibal se vino también, llenando a Will, que gimió más fuerte.

Sonrojado, Will miró a Hannibal. Con sus dedos, el doctor tomó un poco del líquido de su mascota, de su vientre, y lo probó con la delicadeza de un chef.

–Siempre has tenido un sabor excelente, Will –dijo con su voz profunda, y recostó a su amante en su hombro un rato.

–Estoy enamorado de usted, doctor –susurró Will sin mirarlo.

–Lo sé… Eso hace más difícil mantener nuestros encuentros al margen de nuestras vidas… Quizá debiéramos detenernos ahora, –lo miró, obligándolo a mirarlo también, tomando su rostro por la quijada– mientras lo nuestro es sólo un deseo lascivo.

–No es un deseo lascivo –se apresuró Will–, lo amo –se abrazó a él, pegándose a su cuerpo aún más–, te amo, Hannibal Lecter.

Hannibal también lo amaba, con toda la pasión que un caníbal podía sentir por un cuerpo en el asador, pero también con la misma pasión que un amante podía expresar al sentir el corazón latiente de su persona amada sobre su pecho, como sentía ahora el de Will Graham, latiendo a la par del suyo.

Hannibal lo abrazó. No podía abandonar a un cachorro en una carretera donde gente como Jack Crawford los observan andar sin rumbo, sabiendo que van a morir. Él tenía que protegerlo.

–Será mejor que te vistas, Will –dijo Hannibal después de un rato–, vayamos a cenar, tengo algo especial para ti.

Will sonrió, y mientras se vestía, Hannibal ya planeaba un platillo perfecto que exacerbara el deseo de Will, y asírepetir su sesión, está vez en la comodidad de una cama.

 

 

 

LainFaustus

 

 

Notas finales:

Gracias por leerlo.


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