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CARICIAS por ninnae

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Notas del capitulo:

Saint Seiya ni sus personajes me pertenecen, son de propiedad exclusiva de Masami Kurumada.


Hola :3, traigo un nuevo trabajo, se trata de 4 historias cortas basadas en 4 palabras, es de un desafío sacado de la página del foro de Saint Seiya yaoi. Espero que les guste, es de la pareja Saga y Mu. Son historias cortas por lo que subiré un capítulo cada día.

Palabra #1: Mano


Saga observaba con suma atención a Mu, quien con entereza y concentración digna de los monjes tibetanos golpeaba con fuerza contra la armadura de géminis usando su martillo; la última misión realizada por el griego había terminado con tales incidentes que su armadura acabó con una profunda hendidura en parte de su hombro derecho, varias grietas y rasguños en su fachada delantera, que eran la huella de la fiera batalla que Saga había librado. Secuelas que también se notaban en las curaciones de los rasguños y magullones de su rostro y frente, cubiertos por apósitos.


El martillo como un eco resonaba al toque del metal de la armadura, la cual relucía como un brillante cuerpo celeste por el polvo estelar previamente administrado a las grietas en su superficie. Saga observó todo el desenlace con curiosidad, preguntándose por las artes milenarias de la raza de los lemurianos.


El rostro de Mu se mantenía impasible, con mechones de su cabello revoloteando de manera rebelde sobre su semblante, escapándose de la coleta hecha por él mismo.


El taller de Mu para Saga era pequeño, cubierto de polvo estelar y acogedor para quien estuviese dentro, brillante por el extraño mineral con un picante aroma a hierbas de las pociones que en algunas ocasiones eran usadas sobre las armaduras para su reparación. Los ojos jade del geminiano bailaron por toda la pequeña habitación tasando la marca dejada por la antigua raza en generaciones de su estadía en la primera casa, pero a pesar del grueso escrutinio no halló nada más que la marca calma y sensata de quien estaba a su lado, concentrado en su trabajo. Las manos de Mu, laboriosas, constantes sobre su trabajo llamaron con fortaleza la atención de Saga, observando fijamente cada detalle de estas, blancas y delgadas, que para cualquiera no serían aptas para el trabajo que el ariano estaba ejerciendo en esos momentos. Tampoco eran suaves ni satinadas, sino curtidas y encallecidas por su trabajo de herrería y artesanía. Diversos cortes se adivinaban bajo las vendas que cubrían las muñecas del ariano, ahí Saga entendió el enorme sacrificio que Mu hacia al reparar cada armadura, en muchas ocasiones donando su misma sangre para su reparación. Las manos de Mu no eran la de una doncella largas y suaves, sino duras y fuertes, como las de un poderoso guerrero. De esa forma Saga aprendió a fijar su mirada en las manos de Mu cada vez que acudía a su taller, siempre buscando una nueva cicatriz que denotara el esfuerzo hecho por el ariano. En aquella ocasión no fue la excepción, su atención viajaba del semblante de Mu a sus manos.


—Tu armadura ya está lista Saga —mencionó Mu, dirigiendo una amable sonrisa a Saga. Mu dejó el martillo sobre una mesita cercana mientas se limpiaba las manos con un pequeño paño que cogió desde su costado. Saga levantó la vista, viendo el movimiento de Mu. Se levantó de donde estaba sentado y exploró con la mirada toda la armadura, un trabajo perfecto nuevamente, hecho por aquellas manos que se habían vuelto una obsesión para sus ojos.


Asintió con rostro pragmático, centrado en la armadura, preguntándose cuantas veces las manos del ariano habían recorrido la superficie de su armadura. Se sorprendió pensando en que añoraba sentir la aspereza de las manos del lemuriano sobre su propia piel, definitivamente las manos de Mu serían parte de su perdición.


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