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D y A por only_hope

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Notas del capitulo:

Una pequeña historia que hice para pasar el tiempo:3
basada en un pequeño juego que me divertía hace años y aún de vez en cuando juego xD

Como sabrán Devil y Angel son chicas en el juego owo así que uso sus versiones gender bender, de cualquier modo, espero lo disfruten tanto como yo disfruté el escribir este primer capítulo:D

 

-¡¿Explicarme?! – Gritaba histérica la señora, señalando con sus manos ya arregladas el desastre floreado que era ahora su cabello. - ¡¿Cómo puedes tú explicarme esto?!
Estaba furiosa, toda su expresión y sus gritos se lo decían. Pero él… él no tenía ni idea de qué decirle.

-Es que… - Titubeaba, la sorpresa no abandonaba sus ojos, que no paraban de ver muy abiertos las flores que sobresalían de la cabeza de la mujer que había estado peinando. – Y-yo… - Ladeó la cabeza, mientras buscaba una explicación coherente para decirle a la colérica mujer, antes de fijarse en su compañero de trabajo.

El estilista pelirrojo jugueteaba con su celular, pero en tanto sus miradas chocaron, la suya desesperada e incrédula con la burlona del otro lo entendió.
-Fuiste tú… - Gruñó bajito, sin poder encararlo por culpa de la clienta.

-¡Nada de excusas! – Gritaba ella, casi abalanzándosele encima. - ¡No voy a pagar por una porquería de trabajo! ¡No volveré a venir a esta porquería de lugar! ¡Me largo! – Y le empujó, diciendo más insultos entre murmullos no muy claros.

Devil se cubrió los labios, riéndose de forma descarada una vez la mujer salió del salón de belleza; incluso le abrió la puerta y la despidió con un gesto burlón que le ameritó varios insultos de parte de ella.
-Vaya, Ángel – Soltó – Sí que tienes buena mano para estas cosas, yo no lo creía, pero… ¿crees que puedas ir a plantar de esas en el jardín de mi casa? – Se rio de esa manera tan irritante, mientras que el rubio, furioso, lo tomaba por la ropa.

-Es la tercera esta semana – Bramó, cuando el chico, hijo de su jefe, levantó ambas manos en señal de paz, que nada más le sabía a burla – Tú… tú… ¿qué tienes en contra mía? ¿Quieres que me despidan, acaso?

Devil hizo un puchero, soltándose de esas manos de niña que más parecían estarle estrechando que amenazarlo.- No sé de qué me hablas. – Y se llevó las suyas a los bolsillos, alejándose del otro. – Sólo estoy aquí para aprender, tú eres el que hace esas cosas a tus clientes. Ya van… ¿tres, dices? – Silbó, negando con la cabeza – Eso se lo van a descontar a alguien en su salario, ¿sabías? – La expresión molesta del trabajador le mataba de risa, era una verdadera lástima el no haber podido fotografiar esa en lugar de la maceta humana que acababa de salir del salón de belleza.

Pero bueno, ya habría muchos otros clientes y muchas otras caras que el rubio le podría mostrar.

Ángel frunció el ceño, odiaba a ese petulante pelirrojo casi tanto como a las reacciones involuntarias que tenía al enojarse y de las que, estaba consiente, Devil se mofaba. Suspiró, acomodando sus tijeras en el mandil y echándose para atrás mechones de cabello que le caían en la frente. – Si el trabajo de los demás no te interesa a mí sí. Esas personas sacan cita y pagan por un buen corte de cabello, y es una lástima que no sepas valorarlo, considerando que de ellos tus papás sacan con lo que comes y te vistes – Quizá sus palabras no le llegaban al otro, pero bueno, no le importaba, sonrió con gracia al notar que, de hecho, si había captado la atención y el ceño fruncido de Devil – Entonces no soy el único que pierde.

Abrió la boca para contestar, estaría por hacerlo, cuando la puerta del salón volvió a abrirse, dándole paso a una mujer que, ataviada con lo que parecía ser un vestido de noche, entraba sonriente sosteniendo una revista de peinados.
Su celular comenzó a vibrar, marcando que esa hora que sus padres les obligaban a pasar en ese estúpido lugar había pasado y podía irse de una vez.

Ángel sonrió con alivio, empezando a acomodar sus cosas para seguir con su trabajo, pero ni bien se hacía una idea de por dónde empezar, Devil ya estaba con la mochila de la escuela en una mano y la otra en el hombro de la joven, susurrándole algo que a ella le hizo fruncir el ceño y mirarlo a él con desconfianza.

-Cuidado, ese chico, ese chico no lava los cepillos con los que peina a los clientes. Y acaba de salir un señor que… ufff… quéjate si no lo hace frente a ti, ¿eh? – Le aconsejó, y no sabía si Ángel le había escuchado, pero la expresión que este tenía era suficiente como para sentirse satisfecho con su trabajo.
Había salido del salón esperando que la chica le hubiese creído lo suficiente como para ponerlo en práctica. Antes de tomar su celular, y dirigirse de una maldita vez a su casa.

En lo que cabía, la mujer había salido del salón de belleza mucho mejor a como había entrado, o como esperaba salir de ahí. Con grandes y hermosas violetas decorando su canoso cabello, teñido de un suave color verde. En la fotografía aparecía escandalizada, y la cara de Ángel detrás, asustado e incrédulo la corroboraba. Sacó la hoja de la impresora para ver mejor aquella fotografía y reír un poco más. ¿De qué se quejaban? ¿Qué no habían visto el enorme esfuerzo que supuso pegar todas esas flores sin que Ángel lo notara o la vieja sospechara?
-Qué malagradecidos – Suspiró con falso pesar, pegando la nueva foto en el álbum que su padre le había dado para que registrara los peinados que iba aprendiendo a hacer. Justo a un lado de los demás <<peinados>> que había <<hecho>> en conjunto con el pobre empleado de sus padres.

Pasó los dedos por las fotos, más cerró el álbum cuando la puerta se abrió de golpe.
-¡Devil! ¿Tan temprano en casa? – Decía su papá al entrar.
El pelirrojo menor sonrió, guardando el álbum de modo que no pudiese verlo, junto con sus libros de la escuela. – Bueno, no es que planeara pasar la tarde entera en tu salón de belleza, papá.

-Peluquería, Dev, peluquería – Le corrigió. Aunque, ¿a quién engañaba? A todas luces ese era un salón de belleza y nada más. – Y, ¿por qué no pasar ahí la tarde entera? Vas a trabajar ahí algún día de lleno.

-Pero sabes que lo odio – Se quejó, cruzándose de brazos. Ni sus caras, ni sus expresiones, ni nada parecían dejárselo lo suficientemente claro al mayor. – Detesto trabajar ahí, y el idiota que contrastaste también me detesta.

-Es el negocio familiar, Devil – Le aseguraba el mayor, como siempre lo hacía, sin escuchar realmente los argumentos que pudiese dar, fuesen buenos o no. Abrió la boca, para decir algo al respecto, pero el hombre entrecerró los ojos, viendo su reloj de muñeca. - ¡Y bueno! Debo recoger a tu hermana de sus clases de ballet, hablamos cuando tengas ese álbum lleno, ¿de acuerdo? – Ni siquiera se esperó a que respondiera, ya estaba con medio cuerpo fuera de la habitación.

-Sí, como digas – Respondió de todos modos, siguiéndole de reojo hasta que su silueta desapareció por completo.
No notó que había cerrado el gran libro con fotografías de sus “obras de arte”, pero su señor padre todavía no las veía, dio un suspiro, menos mal, se decía, aunque a la vez esperaba, ansiaba, el día en que, al terminarlo, se lo pudiese mostrar.

Y lo abrió una vez más, contemplando cada foto e imaginándose las reacciones de ambos, de su padre y su madre y, ¿por qué no? La pequeña Rose también. Pasaba cada página con la imagen mental de sus familiares. Eventualmente eso iba a pasar, se decía convencido; sería el día en que los mayores supieran lo mucho que odiaba que le obligaran a llevar un trabajo que nunca pidió ni deseó, que más bien todo lo contrario, detestaba al derecho y al revés.
En su cabeza la ira de sus padres iba creciendo gradualmente conforme avanzaba las páginas,  y estaba consciente de que así sería también cuando las contemplaran realmente, pero… ¿qué eso no es lo que pasa cuando haces lo que no te gusta? ¿Qué no lo haces a medias, o mal, muy, muy mal?

Esperaba que así entendieran, por las malas, pero que entendieran de una vez. Ya luego podían dejarle el salón de belleza a Rose… o a Ángel. Seguro que cualquiera de los dos lo aceptarían con mucho gusto si sus padres estaban tan ansiosos de heredarle esa odiosa peluquería a alguien.

Dio un suspiro, cerrando el álbum ni bien llegó a la última foto que había agregado. Para que el álbum se llenase todavía faltaban cuando menos, unas quince fotos. Sólo esperaba no tomar mucho tiempo en terminar de llenarlo.


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