Eran las ocho pm cuando la lluvia comenzó a caer lentamente. Yong Sun rio sarcástica mientras se sentaba frente a un viejo escritorio de madera, no podía creer que cuando finalmente se disponía a dar un paseo nocturno la lluvia se lo impidiese.
Miró el techo sin saber que hacer o en que pensar exactamente. Había olvidado como se sentía estar sola. Olvidó cuanto necesitaba a Moon Byul. Llevaban ya dos semanas sin hablar y le hubiese encantado saber cómo habían terminado así, pero por más que se esforzara no podía entender que pasaba por la mente de su amiga. En realidad, tampoco podía decir con exactitud que pasaba en su propia mente, solo sabía que, por alguna razón, todos y cada uno de sus pensamientos estaban relacionados a ella. No hacía falta pensar demasiado para darse cuenta que el “ataque de celos” que había tenido Moon Byul cuando la vió hablando con un chico fue algo un poco excesivo. No podía entender que le había molestado exactamente.
Comenzaba a exasperarse al no saber qué hacer.
Se sobresaltó al oír que su celular sonaba a unos pocos metros de ella, sobre su cama, y no tuvo que caminar demasiado para alcanzarlo mientras sonreía, quizás esperando inconscientemente que fuese Moon Byul.
Desbloqueó la pantalla solo para notar que en realidad su emoción había sido provocada por la alarma.
Esto es estúpido… pensó mientras volvía a sentarse en el mismo lugar que antes. Ya no sabía qué hacer. La idea de llamar a Moon Byul no le pareció tan mala, pero ¿qué se suponía que iba a decirle cuando contestase?
Ese era el verdadero problema, o al menos el único que le preocupaba si estaba con Moon Byul. Las palabras no venían fácilmente a su boca. A veces creía que se debía a que no tenían nada en común; sin embargo descartaba esa idea en cuanto compartían gestos tan simples y a la vez tan importantes como una sonrisa o una mirada que solo ellas podían percibir. Era en esos momentos cuando todas las teorías de Yong Sun se derrumbaban dejándola sin saber cómo sentirse.
Sin embargo, también existían otros breves momentos –quizás de lucidez, o de locura– en los que se descubría a si misma deseando algo más.
Aunque, en realidad, no estaba segura de que era ese algo, así como tampoco entendía del todo los ataques de celos de Moon Byul.
Si solo pudieran hablar…
La habitación parcialmente oscura se iluminó cuando volvió a marcar aquel número en la pantalla de su celular. Esta vez logró llamar, pero justo cuando un “¿Hola?” se escuchó del otro lado de la línea, finalizó la llamada.
¿Cómo iba a arreglar algo cuando no podía siquiera contestar una simple llamada qué además ella misma había iniciado?
Suspiró cansada en un vago y casi nulo intento de no llorar. No quería a Moon Byul fuera de su vida por algo tan estúpido, e irónicamente, esa chica había encontrado la forma de convertirse en una necesidad incluso más grande que el oxígeno que respiraba Yong Sun.
Así fue desde que se conocieron: una dependía de la otra, ¿y qué si alguien las juzgaba mal? estaban perfectamente bien así, eran lo único importante dentro de un mundo que ellas mismas habían construido.
Estaba secando con el dorso de la mano algunas lágrimas que resbalaban por sus mejillas, cuando unos golpecitos en el vidrio de su ventana la distrajeron. El cristal estaba empañado y algo húmedo, pero aun así pudo distinguir la silueta difusa que se hallaba parada frente a su edificio.
Solo tú harías esto…
Bajó tan rápido como le fue posible y pudo verla a ella. Su Moon Byul.
r13;…Espero no haber roto nadar13; Dijo en tono burlón mientras sonreía y le mostraba una de las pequeñas piedras que había estado tirando a su ventana minutos antes.
Yong Sun solo rio y apoyó la cabeza en el hombro de Moon Byul mientras la abrazaba cada vez más.
Después de todo ¿Qué se puede hacer cuando las palabras no vienen fácilmente?