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Camino a la venganza por nofynoky

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Notas del capitulo:

Espero que el fanfic les esté gustando, acepto acotaciones y espero sus opiniones.

Esta historia va con mucho cariño a todos los que comparten mi amor por esta serie.

Ciel estaba a punto de echar a correr pero se sentía anclado al piso, ya no estaba seguro de si le faltaba la respiración por el corsé o por el hecho de haber sido descubierto. Se sentía desnudo, al descubierto, ante todas esas miradas de nobles.

¡Pero qué idiota más grande! ¿En serio pensó que un vestido, una peluca y un cambio de look lograría esconder su identidad?

Sentía a Sebastian detrás de él, si se desmayaba, al menos lo atraparía. De pronto alguien se aproximó hacia él con una copa de champagne en mano, Ciel sentía que se le armaba un nudo en el estómago, pero se mantuvo firme en su posición.

- Su presencia ha cautivado la mirada de los presentes mademoiselle, es usted toda una belleza si me permite decirlo.

Ciel forzó una sonrisa incómoda ¿Es por eso que todos se habían volteado? Increíble, tenía más éxito social que en toda su vida sólo por usar un vestido. 

- Me presento, soy el Conde... - las palabras del individuo fueron acalladas por una estridente risa que atrajo la atención de todos en la sala, Ciel miró en aquella dirección y vio a nada más ni nada menos que su tía Anne riendo a carcajadas y rodeada de un sinfín de pretendientes. Ella sí que no perdía el tiempo. 

Aprovechó la distracción y se escabulló entre la gente hasta la mesa de cócteles, dejando atrás al conde que amablemente se estaba introduciendo. 

Suspiró, no lo habían descubierto y no le importaba conocer "pretendientes" que no tuvieran que ver con el caso.

Tomó una copa de champagne de la bandeja que llevaba uno de los meseros, al menos así tendría a dónde dirigir su nerviosismo y nadie sospecharía. De pronto Anne se acercó como una leona a la caza.

- ¡Mi querida sobrina! Te ves tan estupenda - exclamó con un tono agudo que le puso los pelos de punta a Ciel - Es casi tan hermosa como su tía - se llevó la mano a los labios como si así pudiera minimizar su estruendosa risa.

A Ciel se le fue la sangre de la cabeza, ¿Qué mierda pretendía haciendo tal exhibición en público? ¿Que los descubrieran? 

- ¡Tía! - exclamó de vuelta sin mucha convicción - ¿Tienes un segundo?

Sin esperar respuesta Ciel la arrastró del brazo hasta un rincón del salón.

- ¡Se suponía que intentaríamos pasar inadvertidos! Ya no sé cuál es tu definición de eso.

- Ciel, cariño, no te pongas tan serio - Su expresión sonriente le sacaba de quicio al pobre - A esta edad deberías de disfrutar más de la vida, preocuparse sólo te traerá arrugas.

 El pelinegro decidió cambiar el tema, pues la discusión no parecía llevar a ningún lugar concreto en el mundo de la lógica.

- Y a todo esto, ¿Porqué debo ser tu sobrina? - Preguntó como si realmente esperara una respuesta que tuviese sentido alguno.

- Pues querido, verás, siempre quise una sobrina - terminó la frase entre risas como si se le hubiese ocurrido el mejor chiste del mundo.

- ¡¿Me estás tomando el pelo?! ¡Ni pienses que te voy a seguir el juego en tal idiotez! A diferencia de ti, yo me tomo esto en serio.

- Querido, no creo que realmente quieras que toda la nobleza, aquí presente, se entere de que realmente eres el Conde Phantomhive ¿No es cierto? - Su tono era tan amable y alegre como de costumbre, pero aquello sólo hacía más temible la amenaza implícita detrás de ello. - Además, he escuchado que Lord Druitt tiene una debilidad por las chicas bellas e ingenuas y tú lo harías con tal de atrapar su atención ¿No es cierto?

Y ahora sí mostraba sus verdaderos colores, esa maldita lo tenía todo planeado y Ciel, con un tic en el ojo, asumió que debía tener más en cuenta lo sagaz que realmente era Anne.

- Ciel, no olvides que todos aquí te conocen, al menos lo que se dice de ti. No puedes presentarte de otra forma que no sea con vestido. Además tuve que cobrar varios favores para poder conseguir invitaciones para mí y mi sobrina.

Definitivamente no le quedaba más opción, así que, contra todo pronóstico, se las arregló para elaborar una linda sonrisa hacia su tía y asentir. Con una leve reverencia, Anne le quitó la copa de champagne y se marchó para seguir disfrutando del jolgorio. 

Sebastian ya no estaba a su lado como de costumbre, miró en todas direcciones, pero no había rastro de él. ¿A dónde mierda se había metido? ¡Y se atrevía a dejarlo solo en esa fiesta llena de...! 

Alguien interrumpió sus insultos mentales tomando su mano y besándola suavemente con una inclinación. 

Sintió escalofríos que le recorrieron toda la espina dorsal ¡Pero qué asco! 

Frente a él había un sujeto de mediana estatura, vestido con un esmoquin muy elegante.  

- Me presento, Soy Charles para usted - unos ojos castaños oscuro lo miraban directamente, buscó desesperadamente por ayuda ¿Qué se suponía que debía hacer en esas circunstancias? Jamás lo habían cortejado en una fiesta. Intentó zafarse del sujeto retirando su mano y riendo nerviosamente.

- Disculpe, debo encontrar a mi... - Fuck, ¿qué se supone que debía decir? Hizo una reverencia improvisada levantando levemente su vestido e inclinándose, caminó lo más rápido que pudo entre los invitados. 

Miró hacia atrás y no vio a nadie, se relajó un poco, no lo habían preparado para tanta atención masculina y encima Sebastian no estaba por ningún lado. Lo iba a matar. Jamás pensó lo desagradable que sería ser besado en el dorso de la mano por otro conde. Un nuevo escalofrío le recorrió de pies a cabeza, no podía superarlo, la imagen mental se repetía en su cabeza una y otra vez.

Sentía miradas furtivas sobre él, estaba evitando el contacto visual a toda costa, no quería más coqueteos en todo lo que le quedaba de vida. Por primera vez entendía a lo que se referían las damas más radicales cuando hablaban de "la opresión masculina".

Paseó la mirada por sobre los invitados, en busca del Vizconde Druitt, principal sospechoso de los asesinatos acontecidos.

De pronto unos ojos verdes se encontraron con los suyos, se quedó como piedra, sintió que su rostro se volvía más pálido que de costumbre (si es que eso era posible). Inmediatamente se volteó. Se sentía tieso, quería salir corriendo, pero eso no era opción. Lo que menos quería era llamar la atención de la dueña de esos ojos verdes y rizos rubios. Comenzó su lenta huida, cuando de pronto escuchó a Lizzie exclamar en su dirección.

- ¡Pero qué hermoso vestido! - La voz retumbó en sus oídos, no pudo evitar abrir la boca y quedar boqueando como un pez. 

¿Cómo es que tanta mala suerte se le había acumulado? ¿Acaso era el karma? Su prometida estaba en el baile, si se encontraba cara a cara con ella, no habría forma de que no se diera cuenta.

Lizzie se apresuró entre la gente acercándose a aquella bella chica con el vestido tan glamoroso. No podía resistirse, tenía que ser amiga de una chica tan fantástica y de su edad, no podía aguantar las ganas de presentársela a su prometido Ciel. 

El chico podía sentir los tacones de su prometida acercarse como si resonaran dentro de su cabeza con volumen aumentado. Cada paso que ella daba era un paso más hacia su peor noche desde... bueno, desde hace mucho.

Intentó avanzar, pero se sentía tan tieso como el hombre de hojalata oxidado. ¿Qué se supone que le diría? ¿Que era su nuevo pasatiempo? 

De un momento a otro la banda comenzó a tocar un vals y la pista se despejó de distraídos y se llenó de parejas disponiéndose a bailar. Una pareja dio su debut dando una vuelta con mucha gracia e interponiéndose en el camino de Lizzie. Ciel por su parte sintió un alivio momentáneo,  eso retrasó el avance de Lizzie lo suficiente como para que su salvador llegase. 

Con un hábil movimiento, Sebastian tomó su mano y lo introdujo en la pista de baile, evitando así que Lizzie se acercara hablarle. Ciel agradeció al dios en el que no creía por haberse librado.

- Cálmese amo... quiero decir, señorita. - dijo Bash en su oído. 

Por un momento pensó que sus rodillas lo traicionarían de los nervios. Ciel estaba al borde del colapso mental, no pudo evitar decir en voz alta lo que pasaba por su cabeza.

- Si alguien notara que el cabeza de mi familia está vestido de esta manera, entonces... ¿Qué pasaría con...?

- Definitivamente el nombre Phantomhive estaría arruinado por generaciones - Respondió Sebastian muy seriamente.

- Gracias, Bash. Pero sólo era una pregunta retórica, no era necesario que contestaras. - Le dijo Ciel con una de sus típicas miradas que traen escalofríos.

Honestamente, Sebastian era el único que resistía el bombardeo continuo de miradas de Ciel y salía ileso. Se balancearon de un lado a otro al ritmo de la banda y Ciel decidió sincerarse, dejando de lado su injustificado enojo.

- Ugh, sinceramente no contaba con la presencia de Lizzie - dijo aliviado y en voz tan baja que sólo Sebastian lo pudiese escuchar.

- Es un inconveniente digno de tu suerte, Ciel - dijo riendo el demonio. 

- ¡Sebastian! - Exclamó sorprendido, lo había tuteado y no estaba nada acostumbrado a eso. Además era absolutamente incorrecto que alguien de la alta sociedad bailara con su mayordomo.

- ¡Ni siquiera podemos bailar! ¡Eres mi mayordomo! - Exclamó Ciel intentando no elevar la voz.

- Recuerda que esta noche soy tu tutor, ese rango me permite bailar una pieza con mi alumna. Aemás, si quieres infiltrarte bien, nadie te va a creer que soy tu tutor si te trato de usted. Yo sólo cumplo con mi papel - Le respondió el mayordomo - Aunque si prefiere... puedo dejar de... 

- Ya basta, está bien - Ciel lo acalló, sabía que tenía razón, pero también tenía muy claro lo mucho que a Sebastian le gustaba jugar en los límites de lo incorrecto. Le cabreaba cada vez que se salía con la suya, aunque sólo fuese un poco.

Sintió la mano del demonio rodear firmemente su cintura y halarlo más hacia él, sus pies apenas rozaban el suelo y con el vestido que llegaba hasta abajo, parecían la pareja más talentosa de la pista.

De pronto Ciel se sintió un poco acalorado con la situación, tanto movimiento no lo dejaba pensar y estar cara a cara con Sebastian, no le estaba ayudando en nada. De pronto el demonio se acercó a su oído y susurró tan cerca que pudo sentir su aliento cosquillearle en la piel del cuello.

- Joven amo, procure no tropezarse, no se vería muy bien en una dama - Ciel frunció el ceño, ahora sí que sí estaba más que seguro de que el demonio lo hacía a propósito y sin pensarlo dos veces, le dio un fuerte pisotón sobre el empeine. Sebastian se contuvo y le dirigió una de esas típicas sonrisas suyas que prometían una venganza.

Ya llevaban un buen rato bailando y Lizzie no lo perdía de vista, iba a ser bastante difícil librarse de ella. Por otro lado el cansancio lo estaba matando, una cosa era tener mal estado físico y otra era tener que resistir la tortura de un corsé que no te deja respirar.

Ciel le ordenó a Sebastian detenerse, ya poco le importaba lo demás si es que de todas formas iba a terminar desmayado.

- Ciel, estás en muy mal estado físico, sólo han sido un par de canciones - le contestó el otro en tono de reproche.

Claramente su única contestación fue una mirada asesina. Claro, él no tenía que usar un estúpido vestido que pesaba el doble que su propio peso ni usar un corsé. Se estaba buscando un nuevo pisotón.

Sin más que decir, Bash lo guió hasta el lado opuesto de donde se encontraba Lady Elizabeth y ahí se detuvieron, era casi vergonzoso cómo Ciel se inclinaba sobre la mesa intentando que le llegara más oxígeno al cerebro.

Sebastian se puso tenso, pero no dijo nada a Ciel. Guardó silencio e intentó identificar aquella presencia que le hormigueaba, no era una presencia ordinaria, era más bien similar a la suya propia.

Su atención ya se había desviado hacia la procedencia de aquél ente, cuando se acercó un individuo hasta donde estaban los dos. El hombre era un aristócrata más bien alto y delgado. 

- La danza que acabo de presenciar ha sido maravillosa,  My lady. - El intruso apenas si le dirigía una mirada a Sebastian, estaba completamente embelesado por la señorita de vestido rosa y ojos zafiro. 

Ciel lo miró con tanta seriedad que podría haberse confundido con desprecio, muy probablemente era desprecio, pero el hombre no tenía porqué saberlo y, convenientemente, lo interpretó como timidez. 

Ciel comenzaba a considerar que la estupenda idea de disfrazarse había sido una completa estupidez, hasta que el molesto hombre volvió a hablar.

- Me presento, soy el Vizconde Motague Druitt. - Los ojos de Ciel se abrieron como platos, esto sí que estaba bueno, no había necesitado hacer nada realmente para toparse con el Vizconde. Quizás, sólo quizás, su tía Anne estaba en lo cierto y las chicas desprotegidas eran una carnada para hombres como Montague. 

- Encantada - Ciel se esforzó por lograr su sonrisa más tierna junto con una tímida reverencia. 

Sebastian que se había encontrado al margen de la situación interrumpió con cautela. 

- Si me disculpa, iré por un trago señorita. -dijo Bash con tranquilidad y sin esperar ninguna respuesta se marchó. Si bien parecía no importarle, una arruga de disgusto se le marcó en la frente.

Al fin Ciel se encontraba a solas con el Vizconde, el paso uno de la misión estaba logrado. Ahora sólo quedaba convencerlo de que le mostrase aunque fuese una prueba de su culpabilidad. Algún sector secreto de la mansión donde Bash encontrase pruebas, o un desliz, el que fuera.

Ciel recordó levemente una escena del mes pasado cuando decidió inmiscuirse en el caso que lideraba el detective Sir Macnagthen, quien tenía una pequeña obsesión con el enigmático Conde Druitt, que según sus propias palabras, era un desviado sexual. Un escalofrío de advertencia le recorrió la espalda cuando sintió la mano del Vizconde posarse sobre su cintura.

Incómodo desvió la mirada hacia el ventanal y volvió a invertirse en el recuerdo de su encuentro con el detective. 

Era de noche y el policía se quedó mudo en cuanto apareció Ciel y su mayordomo en el lugar del crimen. No era secreto que Scotland Yard repudiaba trabajar con el Perro de la reina metiendo su nariz en los casos. 

Por lo general aparecía cuando un caso se veía demasiado complicado y desde la perspectiva de los policías, los dejaba ver como un montón de ineptos, después de todo se trataba sólo de un niño y su mayordomo.

No obstante la renuencia de Sir Macnagthen, Ciel alcanzó a oír cómo el detective se quejaba de las prácticas sexualmente insanas de dicho Vizconde, sin embargo no tenía más pruebas sobre su culpabilidad aparte de la sospecha personal.

Por otro lado, Ciel decidió investigar un poco sobre las prácticas que, se decía, el Vizconde llevaba a cabo y según la opinión pública era merecedor de cierta atención.

El chico volvió a tierra, dejando atrás sus pensamientos,  cuando sintió una mano enguantada tomarlo sensualmente más arriba de su cintura. Tuvo que resistir el impulso de alejarse y se quedó ahí quieto, tan quieto que se sorprendía de que el Vizconde no notara lo tenso que estaba. 

La cercanía inapropiada le colocaba los pelos de punta, pero se dijo a sí mismo que si no lograba mantenerse de una pieza, entonces todas aquellas horas horriblemente horribles, atroces, horripilantes e insufribles, de lecciones de su tía y de Sebastian, habrían sido en vano.

Tú puedes Ciel, Tú puedes manejarlo, vamos... Se repetía una y otra vez como si se tratase de un mantra que lo ayudara a resistir la situación.

Algo le decía que no sería tan difícil como esperaba el acercarse al Vizconde.

- ¿Le apetece bailar conmigo? - Preguntó el hombre acercándose un poco demasiado a su rostro. 

- Mierda. 

- ¿Perdone? - preguntó Druitt desconcertado, como si no hubiese escuchado bien.

- Digo, me encantaría pero... - MIERDA, lo había dicho en voz alta. Y no podía bailar con él ¡Se daría cuenta de lo terrible que era como bailarín! necesitaba una excusa rápida o sería absolutamente vergonzoso y quizás su plan se arruinara. Debía mantener la atención de Druitt de una u otra forma, si decidía irse con otra señorita, todo se complicaría. Pues además de no descubrir nada, podría ser incluso peligroso para la chica de turno. 

- Creo que bailar ya me aburrió. - Pero qué excusa más mala y pobre, daba la impresión de ser una niña malcriada e inmadura. Se maldijo por dentro.

- ¿Dice que la fiesta que he dado es aburrida? - preguntó Montague con un tono ofendido.

- No, no, no. Lo que quiero decir es... o sea, me refiero a... bueno... - ¿Podría ser esto peor? Qué actuación más lamentable. Ciel ya estaba comenzando a sentir las manos sudadas de tanto nerviosismo. Sonrió casi histéricamente sin saber qué decir a continuación. La estaba cagando de lo lindo.

De pronto la risa de Druitt interrumpió su lastimero intento de disculpa. 

- Lo siento. - logró articular el Vizconde mientras Ciel lo observaba más que confundido 

- Perdone, pero creo que quien debe disculparse soy yo - se apresuró a decir Ciel.

- Tanta sinceridad de una chica me es completamente nuevo. Creo que me agrada señorita... Creo que aún no me ha dicho su nombre.

- Eh, pues mi nombre es... - un silencio quizás demasiado largo se extendió entre ambos, Ciel no había pensado en un nombre creíble aún, tanta preparación ¡Y se había olvidado de un detalle tan importante! - Mi nombre... - El hecho de que el hombre que lo sujetaba por la cintura lo mirara directamente a los ojos lo estaba incomodando a sobremanera y no le dejaba pensar en cómo zafarse de tan nefasta situación.

- Bueno, no te preocupes querida, tú serás mi hermoso petirrojo esta noche. - besó su mano de tal forma que Ciel no pudo evitar hacer una mueca de asco que por suerte pasó inadvertida para el otro. Pero qué hombre más petulante y meloso era éste. ¿Y un petirrojo? ¿No podía habérsele ocurrido algo mejor? 

Ciel resopló, al menos era lo suficientemente estúpido como para no interesarse en su nombre y eso era un punto a su favor.

En momentos así eran los que hacían a Ciel perder la fe en la humanidad en un sentido más lastimero a cuando veía las atrocidades que dominaban el bajo mundo.

- Mi petirrojo, ya que la fiesta le parece demasiado aburrida, ¿le gustaría hacer algo un poco más entretenido? - La forma en la que pronunció la última palabra le pareció inquietante, no obstante era la excusa perfecta para alejarse de los peligros que los rodeaban; dígase, su prometida Elizabeth y la pista de baile.

- ¿Algo entretenido? Claro, me parece una gran idea. -Ciel decoró el final de su frase con la sonrisa más esplendorosa que tenía.  - ¿Qué es lo que le apetece hacer, Vizconde Druitt? - Agregó, intentando lucir interesado en la conversación y en lo que fuese que el cretino quería hacer.

- Bueno... pues, podríamos hacer muchas cosas, tú sabes a lo que me refiero. - Druitt terminó la oración con una risa mal lograda y una mirada cómplice. Se acercó más a Ciel y subió su mano unos centímetros por el costado de su vestido de tal forma que un escalofrío incontrolable invadió a Ciel. 

- Hay cosas más placenteras que bailar - añadió el hombre con una sonrisa.

El chico rió nervioso, definitivamente no tenía ni idea de a qué se refería el tipo. Lo único que entendía es que no podía esperar para alejarse de aquél sujeto tan inquietante, cada vez compartía más el desagrado con el detective Macnagthen.

Repentinamente la música se detuvo y el baile también, dejando libre el camino para que Lizzie cruzara hasta donde se encontraban ellos. Ciel comenzó a urgirse por salir de ahí y continuó lo mejor que pudo con su actuación.

- ¿Podría mostrarme ese "algo" tan entretenido y placentero que me mencionó, Vizconde Druitt? Si la molestia no es demasiada.  - Ciel intentaba acelerar la conversación con un tono persuasivo. 

- ¿Tan ansioso se encuentra mi bello petirrojo? No me lo esperaba, pero me agrada. - Ciel se removió nervioso, podía ver de reojo el cabello rubio de Lizzie hacerse paso entre la multitud. Estaba impaciente por huir de ahí lo antes posible.

- Sin embargo, puede que seas demasiado joven para ese tipo de entretención. 

¿Qué? Era una broma. ¿Tanto problema para que terminara diciendo algo que era evidente desde el principio? ¡Claro que era joven! ¿pero entonces para qué acercarse del todo?

- Por supuesto que no, insisto en que me muestre. - Exclamó Ciel elevando la voz un poco más de lo que pretendía. 

Lizzie iba directo como un misil hacia su objetivo, en ese momento Sebastian empujó al mesero que casualmente volteó las copas delante de Lady Elizabeth.

- Quizás sea algo prematuro para una joven como tú.

- ¡Ya soy una dama! - Ciel casi chilló, desesperado. 

- Pero, ¿podrías evitar mencionárselo a tu tía?

- Claro que sí.

- Si tanto insiste, sígame, My Lady. 

Ciel no le quitaba el ojo de encima a la escena que protagonizaba su prometida y el mesero.

- ¿Hay algo que te esté distrayendo hace un rato? - Insistió Druitt siguiendo su mirada.

- No, por supuesto que no. 

Ciel estaba completamente distraído a esas alturas y contestaba más por inercia que por otras razones. Por lo que Druitt le tomó de la barbilla para retomar su atención y acercó su rostro casi hasta besarlo, Ciel quedó pasmado. El vizconde sonrió y le acarició la mejilla con demasiada intimidad. - Eres tan hermosa e impaciente mi preciosa chica.

Ciel ardió en furia, pero se mantuvo en una pieza y sonrió a pesar de todo.

¡Juro que cuando todo esto termine lo voy a matar! Pensaba Ciel una y otra vez mientras le sonreía de vuelta.

El Vizconde lo tomó de la mano y lo guió por una entrada oculta tras cortinajes de color burdeo, muy pesados. Ciel suspiró con alivio, se había salvado de una buena.

Colocó atención al pasillo de piedra que estaba levemente iluminado por antorchas que colgaban por los costados, dándole un aspecto muy medieval. Ciel intentó seguirle el paso y miró hacia atrás para asegurarse de que nadie los seguía. 

¡Bingo! Al cabo de un rato caminando a paso acelerado, pasaron por una entrada con escaleras que descendían, parecía el lugar perfecto para esconder algo. 

Ciel planeaba distraer al Vizconde y luego ir al tocador de señoritas, una vez ahí se escabulliría y buscaría pistas en el subterráneo. El bullicio de la fiesta se había apagado por completo y lo único que resonaba entre esas paredes de piedra eran sus pisadas.

Se estaban alejando bastante, algo parecía no andar bien con todo esto, Ciel se soltó de la mano y vio que Druitt aceleraba el paso y se introducía en una habitación.

Ciel dudó un segundo, pero luego se dijo que había llegado muy lejos como para arrepentirse a último minuto. Además ¿Qué podría pasar?

Entró en la habitación oscura y no pudo ver nada, un olor dulzón invadió sus fosas nasales y de improviso se sintió mareado. 

- Oh no. - Dijo llevándose el antebrazo a la nariz, pero ya era tarde. Su visión se tornó borrosa e intentó abrir el picaporte de la puerta, una vez fuera sintió que sus piernas perdían fuerza y le flaqueaban.

Apoyó la espalda contra la pared para evitar caerse de bruces y se deslizó hasta tocar el suelo. 

- Mierda, Sebas... - La lengua la sentía adormilada y no pudo terminar la frase para invocar a su demonio. Los párpados comenzaron a pesarle y un hormigueo le subía por las extremidades. Se sintió desvanecer, no podía evitarlo, cabeceó hasta que no pudo más y debió caerse porque de pronto su cara estaba pegada al suelo. No sentía dolor, no sentía nada.

Lo último de lo que fue consciente fueron de unos pies que se detenían justo en frente, movió la mandíbula intentando llamar a Bash, pero ya era tarde, ningún sonido articulado salió de entre sus labios.

- Duerme preciosa - Era Druitt, la rabia lo consumió hasta caer en el pesado sueño inducido de la inconsciencia. 

Notas finales:

Gracias por leer!


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