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I’II FIND YOU por Nova22

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Notas del fanfic:

Este One-Shot fue hecho para el intercambio del amigo secreto del grupo de whatsapp kuroTsuki/BokuAka y está dedicado a @Sugey_Glez. espero que te haya gustado. :)

 

 

 

Los personajes no me pertenecen pertenecen a Furudate…

Notas del capitulo:

 

I’II FIND YOU


 


– Kei, él ya está aquí. – su ojos dorados se posaron sobre la figura de la persona frente a su puerta. Su hermano mayor – Al menos ven a conocerlo. – le pidió con voz calmada antes de marcharse.


No lo siguió de inmediato, se tomó su tiempo y observó con detenimiento las pocas nubes que surcaban el cielo azul y suspiró cansado. No le hacía ninguna gracia tener que ser protegido por desconocido.


Comando su hermano le informó sobre el asunto, había protestado, molesto. No quería que un completo extraño irrumpiera en su tranquila vida, pero no había nada que pudiera ser al respecto. Su país estaba en guerra y después de casi ser secuestrado, su padre, el actual rey, había extremado precauciones para proteger a sus dos únicos hijos.


Con parsimonia cerró el libro que estaba leyendo, lo depósito sobre la mesita y salió de la habitación a su tan “ansiado” encuentro. Con la cabeza en alto, Tsukishima caminó por el pasillo y bajo las escaleras. Un sirviente que estaba esperando en la parte inferior hizo una respetuosa reverencia y se adelantó para abrir las puertas hacia su destino.


En medio del patio interior se encontró con dos personar charlando, Akiteru, su hermano mayor y un joven muchacho pelinegro unos cuantos centímetros más alto.


– Kei, él es Kuroo Tetsuro.


El pelinegro, que hasta entonces se encontraba de espaldas, se arrodilló e inclinó la cabeza en una reverencia con el poco refinamiento típico de la gente del pueblo – Un placer su alteza.


– ¿En verdad alguien como él va a protegerme? – dijo dando una mirada despectiva al pelinegro – ¿No es muy joven? Dudo mucho que pueda blandir bien una espada.


– No lo juzgues antes de verlo, nuestro padre no habría puesto tu seguridad en sus manos si no confiara en él – dijo Akiteru – Solo es dos años mayor que tú. – el rubio mayor le dio una sonrisa – Te encargó la seguridad de mi hermano.


– Por supuesto, me encargaré del joven príncipe que casi es secuestrado por su ingenuidad...– con ropas tan negras como su cabello, una reluciente espada a su derecha, Kuroo se irguió en toda su altura y le miró a los ojos.


Tsukishima lo miró con el ceño fruncido, tenía afilados ojos chocolate y una gatuna y sarcástica sonrisa en el rostro que lo molestó de sobremanera. Fue odio a primera vista, esa clase de odio romántico que para un chico de quince años es indistinguible del amor.


Entre comentarios sarcásticos y respuestas molestas y astutas comenzó su extraña relación. Kuroo, quien se suponía debía protegerlo, pasaba la mayor parte del tiempo coqueteando con las empleadas de servicio, era astuto e irritante. Tsukishima tenía la certeza de que con una palabra suya podría haberse deshecho de él cuando quisiera, pero no lo había hecho. La razón. Era divertido molestarlo.


Kuroo alardeaba de sus habilidades, Tsukishima admitía que era bastante bueno para su edad, pero no era el mejor y a pesar de aún estar en entrenamiento, gustaba de tratar a espadachines con más experiencia que lo derrotaba con facilidad, y el rubio siempre estaba ahí reírse de él y en muy contadas ocasiones, hacerle un cumplido disfrazado de broma. Porque a pesar de todo Kuroo se esforzaba mucho y mejoraba cada vez más rápido.


Nunca en su vida lo admitiría, pero estar con Kuroo le resultaba cómodo. No era como los sirvientes que había tenido anteriormente, no se desvivía por complacerlo, no seguía sus órdenes y discutían la mayor parte del tiempo por cosas sin sentido. Pero, al final que cada día siempre había una discreta sonrisa en sus labios y una extraña sensación de malestar en su pecho que solo desaparecía cuando volvían a verse el día siguiente.  


Y paulatinamente Tsukishima fue conociendo más aspectos suyos y cuanto más descubría, más se encontraba queriendo saber de él.


Entonces, en la víspera de su cumpleaños número dieciocho ocurrió lo que no sabía había estado esperando por mucho tiempo.


– Kuroo ¿Por qué estás aquí? – preguntó Tsukishima.


Cómo era su rutina usual se encontraban frente al gran lago cercano al castillo. Tsukishima observaba la cubierta de cuero del libro en su regazo como si fuera lo más interesante del mundo.


– Porque mi deber es protegerte – respondió con simpleza.


Tsukishima elevó la mirada – No...Quiero decir en este reino. Vi el tatuaje en tu hombro, eres de él reino vecino, Nekoma ¿Cierto?


Kuroo le dio una sonrisa ladina – De nuevo ha estado espiando me mientras me baño. Eso no es propio de un príncipe.


– N-No te estaba espiando – dijo sonrojándose violentamente – Lo de ese día fue un accidente...


La sonrisa de Kuroo se ensanchó – El rostro que vía ese día no era el de alguien inocente...el joven príncipe ya no es más un niño ¿Verdad?


– Fue un accidente – exclamó lanzando el libro hacia Kuroo. El pelinegro lo esquivo fácilmente y rió – Si no quieres responder no lo hagas – dijo Tsukishima poniéndose de pie y caminando de vuelta al castillo. Sus mejillas ardían.


– Espera – Kuroo colocó una mano sobre su hombro para que no siguiera andando y lo giró hacia él – Yo no nací en este reino. Mis padres murieron en la guerra y como muchos niños huérfanos habría terminado en las calles o muerto de no haber sido porque un caballero de este reino me adoptó y tomó como su aprendiz.


– ¿No te gustaría volver?


– No, solía pensar que este reino no era muy diferente del mío. Pero con el tiempo me di cuenta de que no es así, este reino tiene algo especial. Algo que no existe en ningún otro lugar del mundo y por lo cual quiero quedarme por siempre.


– ¿Qué es eso tan importante para ti? – preguntó Tsukishima, asustado de escuchar la respuesta. La mano de Kuroo sobre su hombro quemaba, aún sobre la tela de su ropa sentía si piel arder.


La mano de Kuroo subió de su hombro a su cuello y acunó su mejilla. – Tu, tú vives aquí.


– ¿Yo?


– Si, tú eres todo lo que quiero en este mundo. El único al que deseo proteger.


La brisa era fresca, el sol era cálido, el cielo azul y libre de nubes. Era un día perfecto. Perfecto para su primer beso. Kuroo tomó su rostro entre sus manos, se inclinó hacia él con el rostro lleno de nervios y entonces, ocurrió.


No fue el clásico beso de un adulto, fue un beso entre la boca y la mejilla, lento y lleno de ternura. Fue una sensación increíble e intensa que desbocó su corazón, y cuando Kuroo lo tomó entre sus brazos su cuerpo tembló se sintió estupendamente cálido y seguro.


Ese fue su primer beso, el primero de muchos que fueron evolucionando con el pasar de los meses y que solo sirvieron para que su amor se hiciera cada vez más firme.


El tiempo dejó de ser suficiente, las horas que pasaban juntos parecían segundos, se necesitaban más que a su próxima respiración. Sabían que su relación no era correcta, el rey jamás lo aprobaría, Tsukishima tenía un deber; su futuro estaba planeado, pero no les importó porque cuando estaban juntos no eran el príncipe y su guardián. No había títulos entre ellos, solo eran dos personas que tuvieron la suerte de encontrarse y enamorarse el uno del otro.


Creían que estaban a salvo, contaban con muchos escondites dentro y fuera del castillo, se encontraban en las noches, bajo el brillo de las estrellas y el resplandor de la luna, y volvían antes del amanecer.


Era perfecto hasta que los descubrieron.


La noche era oscura, el aire más frío de lo usual y un silencio sepulcral reinaba en el castillo. Tsukishima se encontraba encerrado en los confines de su habitación, ansioso y asustado. No había podido conciliar el sueño desde que su padre ordenó arrestar a Kuroo hace tres días, su mente no lo dejaba en paz; siempre imaginando el peor escenario.


– Tal vez ya esté muerto – susurró mientras observaba el techo de su habitación.


– Creí haberte dicho que fueras más optimista – sorprendido Tsukishima elevó la mirada hacia el dueño de tan conocida voz – No soy un fantasma – poco a poco su figura fue iluminada por los tenues rayos de luna que se filtraban por la ventana – ¿Kei?


– ¡Kuroo! – exclamó Tsukishima saliendo de su estupor y corrió hacia él abrazándolo del cuello, aliviado de verlo. – ¿Estas bien? ¿Como entraste? ¿Te lastimaron? – Tsukishima estaba ansioso, trataba de buscar heridas o algún indicio de tortura en su cuerpo.


El pelinegro lo atrapó entre sus brazos y le susurró – Estoy bien, no fue tan malo como pensé que sería.


Molesto Tsukishima lo apartó de golpe – ¿No fue tan malo? Entonces ¿Que es esto? – los grilletes habían dejado marca alrededor de sus muñecas y la sangre se filtraba a través de las vendas. Kuroo tomo una de sus manos entre las suyas y la besó – Creí que estabas...


– ¿Muerto? – completó Kuroo – Estuvo muy cerca en realidad, pero tu hermano me ayudó.


– ¿Que pasó? ¿Mi padre te perdonó?


– Me nombró uno de los caballeros del rey.


Tsukishima le miró confundido – ¿Por qué mi padre te nombraría...? – de pronto la verdad lo golpeó – Vas a ir a la guerra...– murmuró abatido. – No...tienes que huir, puedo darte oro y...un caballo.


– Cálmate – Kuroo lo sujetó de los hombros, tratando de calmarlo – Tuve la opción de rechazarlo e irme. Esta fue mi decisión, si vuelvo...


– ¡No vas a volver! Esa batalla está perdida. Todos los saben, mi padre lo sabe...vas a morir...no quiero que mueras – un nudo se había formado en su garganta – Kuroo, por favor huye.


Sus rodillas flaquearon sin fuerzas para mantenerse en pie, Kuroo le sostuvo la cintura y lo llevo hasta el borde de la cama. – No voy a huir, no puedo imaginar una vida sin ti. Soy un hombre sin tierras, sin dinero. No tengo nada que ofrecerte, pero si hago esto obtendré un título y el prestigio que trae consigo. Voy a merecerte.


Los ojos de Kuroo brillaron con la luz de la esperanza, era un soñador y Tsukishima también se había convertido en un soñador a causa suya. Todo lo que hacían cuando estaban juntos era soñar, soñar con una vida juntos, con una cabaña en el campo, con una familia, con un futuro que sabían imposible, pero que aún así no se cansaban de imaginar.


Kuroo le había traído risas, alegrías y también disgustos, hizo que se sintiera seguro, le dio valor. Era Tsukishima quien sentía que no lo merecía, era demasiado bueno para él y aun sabiendo eso quiso mantenerlo a su lado. Fue egoísta.


Obstinado y decidido como lo era Kuroo, Tsukishima sabía que no huiría aunque se lo pidiera – Es mi culpa...nunca debimos....yo nunca debí haber...


– No – Kuroo puso ambas manos sobre sus hombros y lo empujó hasta quedar sobre él – Cada día que pasamos juntos, cada sonrisa tuya, cada beso que nos dimos, cada noche que pasamos juntos, valió la pena. Todo valió la pena, así que por favor no te culpes y tampoco te arrepientas de nada. – susurró estrechándolo entre sus brazos, tratando de calmarlo su tembloroso cuerpo brindándole su calor en esa fría noche – No me arrepiento de haberte conocido, mucho menos de amarte. Y si tuviera la oportunidad de elegir de quien enamórame, te elegiría a ti sin dudarlo, una y mil veces.


– Eres un maldito egoísta, idiota, te odio...te odio...te odio...te amo – repitió Tsukishima golpeando los puños contra el pecho de Kuroo – No voy a perdonarte si mueres, no voy a perdonarte si no vuelves ¿Escuchaste? No voy a perdonarte nunca.


– Nadie sabe lo que va a suceder en la batalla, podríamos ganar o perder, no lo sé. Pero lo que si se es que vamos a volver a encontrarnos. – Kuroo hundió el rostro en su cuello para después besarlo – Tú eres mi otra mitad, no importa donde estemos siempre voy a encontrar el camino de vuelta a ti.


– Vuelve a mí – dijo abrazándolo con fuerza – Voy a estar esperándote, así que vuelve a mi...vuelve.


– Di mi nombre – pidió Kuroo mientras se levantaba y lo miraba a los ojos. – Dilo.


– Tetsuro... – dijo y recibió un beso como respuesta – Tetsuro... – repitió entre beso y beso.


Desesperadas y anhelantes sus manos recorrieron cada rincón de su cuerpo, se desnudaron mutuamente y de pronto la noche dejó de sentirse tan fría. El roce de sus pieles calentó sus cuerpos hasta que estuvieron en llamas. Su corazón latía con tanta fuerza que apenas podía escuchar la respiración agitada de Kuroo. Una sensación extraña se originó en la boca de su estómago, tenía miedo, miedo de que ese calor desapareciera, miedo de no volver a verlo.


Entre susurros, sollozos, gemidos y súplicas, en la bruma que se había convertido su mente, Tsukishima rogó por porque Kuroo volviera a él.


– ¿Sabes? Tarde o temprano nos habrían descubierto – murmuró Kuroo. Tsukishima quien se encontraba recostado sobre su pecho desnudo lo miró adormilado – Eres muy celoso. Es probable que sospecharán después de la rabieta que hiciste en la fiesta de tu último cumpleaños.


Tsukishima frunció el ceño – No fue una rabieta, fue tu culpa ¿Que estabas haciendo con ese chica?


– Ella solo tropezó, tenía que ayudarla soy un caballero.


– Estuvo siguiéndote durante toda la velada. Lo hizo a propósito – dijo molesto – No tenías que ayudarla, tú eres mi...– Tsukishima calló, estaba haciendo una rabieta de nuevo y Kuroo parecía muy feliz por eso – Ya no importa...A demás estoy seguro de que fue tu culpa ¿Recuerdas lo que pasó cuando el príncipe de Fukurodani vino al castillo? ¡Lo restaste a duelo!


– Él te beso – dijo Kuroo.


Tsukishima rodó los ojos – Solo beso el dorso de mi mano – el rubio sonrió trazando pequeños círculos sobre el pecho de Kuroo – Tú has ido más lejos que eso.


– Si, he llegado mucho más lejos que cualquiera – susurró Kuroo mientras deslizaba un dedo desde la nuca hasta el final de la espalda con tal lentitud y provocación que Tsukishima no pudo evitar dejar escapar un gemido de entre sus labios.


Cerró los ojos luchando contra las lágrimas, no quería perder esos momentos, no quería perder a Kuroo. Estaba aterrado, no podía imaginarse viviendo sin él.


– ¿Cuándo te vas?


Kuroo lo abrazó – Al amanecer.


Tsukishima enterró su rostro en el cuello del mayor, era demasiado pronto – Así que solo viniste a despedirte. Que romántico – su voz no tenía el tono sarcástico que esperaba – Todavía puedes...


– No voy a huir – dijo apretando su abrazo – No, si no es contigo.


Huir con Kuroo, se había imaginado muchas veces haciéndolo. Pero sabía que era imposible. – Si me voy contigo le pondrían precio a tu cabeza. Te perseguiría como a un criminal.


– Este es el único camino – dijo Kuroo. Tsukishima lo miró con reproche – No pienso ir a ningún lado sin ti, no puedo vivir sin ti. Te prometo que voy a volver.


– Quiero darte algo – Tsukishima se levantó y tomó algo de la mesa – llévalo siempre contigo.  


– ¿Vas a darme una prenda para que te recuerde?


– No te daría algo así – murmuró Tsukishima – Extiende las manos – Kuroo obedeció y Tsukishima dejó caer entre ellas un colgante dorado con una gema azul, un ave con las alas extendidas formando una media luna en el centro. – Pertenecía a mi madre, devuélvemela cuando vuelvas.


– Te prometo que voy a volver…


Ver partir a Kuroo fue lo más dolorosa experiencia que jamás había experimentado, durante horas estuvo observando el horizonte deseando su retorno. Su vida después de su partida habría sido una agonía de no ser por las cartas que recibía regularmente, no eran las típicas cartas de amor, pero le sacaron sonrisas y le hicieron ruborizarse más de una vez. Esperó, leyó y atesoro cada carta que llegaba a sus manos, hasta que un día dejaron de llegar.


Pero Tsukishima no perdió la esperanza, porque Kuroo prometió que volvería por él.


Así que lo espero, por días observando el horizonte y el cielo azul que cada día iba perdiendo su brillo.


– Kei, necesitas comer – le dijo Akiteru entrando a su habitación. Kei no respondió – Kei – volvió a llamarle su hermano y al ver que no obtenía respuesta suspiró con resignación – Dos soldados volvieron anoche.


– ¿Por qué no me lo dijiste antes? – dijo levantándose de inmediato – ¿Dónde están? Quiero hablar con ellos.  – demandó caminando hacia la puerta.


Akiteru sujetó su mano deteniéndolo – Sus heridas eran muy graves, fallecieron en la mañana.


– ¿No dijeron nada sobre él?


– Trajeron algo para ti – Tsukishima creyó su corazón detenerse cuando Akiteru le entrego aquel medallón – Lo siento mucho, Kei. Si te sirve de consuelo la fortaleza se salvó gracias a él y muchas vidas...


– Déjame solo – Akiteru trato de acercarse a él, pero Kei se apartó – Déjame solo, por favor – le pidió. El mayor le miró con preocupación antes de salir.


Tsukishima sujetó el medallón contra su pecho, no le importaba que la fortaleza se hubiese salvado. Esa fortaleza podía ser destruida, el castillo y el mundo entero podría estarse cayendo a pedazos y eso no le abría importado en absoluto. Lo quería de vuelta, ver esa tonta sonrisa en su rostro, escuchar su risa, ver si rostro durmiente, molestarlo y ser molestado por él. Lo quería de vuelta...Lo quería de vuelta...¿Que iba a hacer sin él? ¿Cómo podría seguir viviendo?


– Dijiste que volverías por mí – exclamó desconsolado, a penas y podía hablar. Un sonido desgarrador brotó desde su garganta – Mentiroso...Vuelve a mí...Vuelve a mí – repitió una y otra vez, destrozado – Lo prometiste, vuelve a mí...Vuelve a mi


*****


– Vuelve a mí...


– Tsukki...Tsukki – Yamaguchi sujetó su hombro y lo sacudió. Se veía preocupado – Tsukki ¿Estas bien? ¿Por qué estás llorando?


– ¿Que? ¿Llorando? Yo no estaba...– se llevó una mano a su rostro y notó sus mejillas mojadas. Estaba llorando, pero ¿Por qué? – No me siento bien, dile a los otros que voy a volver primero.


– Te acompaño de vuelta. – ofreció Yamaguchi.


– No, toma notas por mí. – se sentía aturdido, no entendía que estaba sucediendo con él.


¿Cómo una típica visita al museo para un tarea de arte termino así? No lo sabía. Esa pintura, que retrataba un melancólico castillo iluminado por la luz del ocaso, le llamó poderosamente la atención. No fueron sus magníficos trazos, la luz o la forma en la que se capturo el momento exacto en la que el sol daba su último aliento lo que lo dejó perplejo. Fue el hecho de que se sintió transportado a esa época y lo realista que se sintió que lo asustó.


La historia que esa joven guía del museo estaba relatando llegó tan hondo en su interior, sintió como si hubiera vivido en carne propia cada suceso, como si hubiera experimentado cada sentimiento. Era confuso y doloroso, como si alguien estuviera apretando su corazón, solo quería salir de ahí y olvidar todo lo que sus ojos creyeron haber visto.


Sin conciencia de lo que realmente hacía, salió del museo a la calle, una gruesa capa de nubes negras y grises se extendía sobre su cabeza, anunciando un agracero. Tsukishima caminó mezclándose con la multitud de personas, como su estuviera huyendo sus pasos eran cada vez más rápidos.


Sin darse cuenta de lo que ocurría a su alrededor no se percató de la persona que corría hacia él, pero si sintió la colisión cuando los dos chocharon y cayeron al suelo, al igual que sus anteojos.


– Mis gafas – suspiró irritado y a tientas se puso a buscarlos. No deberían estar muy lejos, los escucho caer cerca de él.


El extraño se levantó de inmediato y le extendió los anteojos – Lo siento mucho – dijo extendiéndole la mano. – Juro que no te vi...¿Estas bien?


Tsukishima miró con molestia la mano del extraño, tampoco podía quejarse. En parte había sido su culpa – si – murmuró.


En el momento en que sus pieles hicieron contacto, Tsukishima sintió un estremecimiento, una oleada de calor recorrió todo su cuerpo y su pulso se aceleró. Era un chico, no más alto que el, de cabello azabache y vestido todo de negro, sus ojos que eran justo del color del chocolate caliente le miraron con curiosidad y luego sonrió.


– Hola – dijo, su voz se abrió paso a través de su confundido subconsciente.


– Hola – respondió Tsukishima. Sus manos aún unidas – ¿Podrías soltarme?


El pelinegro sonrió apenado – Lo haría, pero eres tú quien no me suelta. Así que, creo que...


– Oh – No sabía por qué, pero en lugar de retirar su mano su agarre se apretó y ambos sonrieron con sus ojos fijos en los del otro. Todo a su alrededor dejo de importar.


Perdidos en un extraño trance, ambos creyeron ver en los ojos del otro cada momento en la historia en el que sus miradas se cruzaron, cada momento, de cada época en el que se encontraron y cada momento en el que se encontrarían en el futuro. Rieron y sin saber porque, sujetaron sus manos con cierta desesperación; cómo si hubieran encontrado algo que había estado buscando por mucho tiempo y quisieran atesorar para que no se pierda. Algo anhelado, especial y precioso.


En ese momento, Tsukishima supo con seguridad que ese no era el final de aquella historia. El caballero volvió tal y como había prometido...

Notas finales:

 >3< Gracias por leer >3<


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