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Is this love? Maybe someday. por FumiSaho

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Notas del fanfic:

Hola, Personas!!! 

NOTAI:

El Aomine que siempre manejo y que manejaré siempre, es aquel que tiene sentimientos. Es decir, he visto que muchas autoras lo ven como alguien que le cuesta eamorarse o simplemente tener una relacion. Eso no me genera conflicto, pero conmigo Daiki será ese ser lindo que se muestra en el manga y en el anime. Porque como pudimos ver en todo el trayecto de la historia, aprecia a sus amigos (recordemos que defendio a Kise de Haizaki. Llora al saber que Kuroko era la llave de la segunda zona, etc...). 

NOTA II:

Personas, como dice en el genero, es drama. No me gustaria que leyeran pensando que habrá final feliz... Si no quieren leer algo asi sugiero que regresen al menu. :}

Jajaja!! perdon por eso, pero debia aclarar esa cuestion. xD

 

Notas del capitulo:

 :) Les traigo ahora otro OS AOKI... pues porque me encanta la pareja. xDD

El titulo del fic esta relacionado a la cancion de Avril Lavigne . Les recomiendo leerlo con la cancion de fondo.

 

 

La ceremonia fue hermosa. Flores de pétalos claros, grandes y pequeños inundando la estancia de una agradable esencia. Todos los invitados sonreían felices por la unión del par de enamorados.

Él, alejado de todas las personas, con una copa de champan en su derecha admiraba los mínimos detalles dedicados a esa recepción. Las velas aromáticas flotantes en las mesas de los invitados, los listones que unían los adornos florales, globos de papel con velas encendidas en su interior que iluminaban discretamente el camino hacia la fuente, donde podías ver claramente a los peces koi. Sí, todo parecía sacado de una película realmente cursi. Miró la hora en su muñeca y de un trago bebió el contenido de su copa alargada para entregársela al mesero que pasaba. Entonces, sus ojos, inevitablemente encontraron al muchacho rubio que sonreía de oreja a oreja al conversar con sus amigos. Claro que él también era su amigo, pero no quería estar cerca de Kise cuando su corazón parecía encogerse al ver pequeños gestos, como cada vez que lo veía acomodarse el cabello.

Se enderezó alejándose del pilar que sostenía su espalda y caminó hacia la fuente, encendiendo un cigarro. En el agua se reflejaban pequeñas luces que se deformaban por el movimiento de los peces. Tomó asiento sin esperar que alguien le dijera que estaba bien o no hacerlo. Cerró los ojos al dar una calada al cigarro y liberó el humo estirando su cuello hacia el cielo, donde se podían ver claramente un par de estrellas.

—¿Me regalas uno? —preguntó una voz familiar. —Si estas afuera te enfriarás. —dijo sentándose junto a él.

—Y quien necesita enfriarse eres tú, ¿no? —sonrió bajando la mirada hacia Kise, que sonreía desganado hacia el interior.

Kasamatsu Yukio y Mari Mikoshiba, la chica que conoció en la universidad y con la cual había mantenido una relación por más de cinco años, contrajeron matrimonio.

El rubio no lo aceptó, pero el silencio que se hizo presente entre ellos fue demasiado delatador. Aomine como amigo de Kise, sabia a la perfección la atracción que el rubio sentía desde la preparatoria hacia su superior. Sabia también como se esforzaba cada día porque él le reconociera, que la brecha que surgió ante la presencia de la chica aminoraba su tiempo compartido. Sabía que Ryouta nunca sería correspondido.

—No debiste venir.

—No podía no hacerlo.

—Solo te jodes tú mismo.

—No seas tan cruel, Aominecchi. —soltó una risa que volvió trémulo el corazón de Daiki. Sus ojos color miel le suplicaban no regañarlo, solo un poco de comprensión. Las mejillas ruborizadas del chico pálido revelaban que la cantidad de alcohol ingerida era suficiente y si tomaba más, todo terminaría mal. Sin embargo, para Aomine todo estaba lo suficientemente jodido como para no intentarlo. Con discreción se acercó a Ryouta y tomando con la izquierda su mentón, lo obligó a mirarlo antes de extinguir el espacio entre ellos y acariciar con sus labios los de Kise, que respondieron torpemente al contacto.

—¿No puedo ser yo? —preguntó en un susurró contra los labios sonrosados. Abriendo los ojos pudo notar la sorpresa en el interior de los dorados ojos. Volvió a cerrarlos al sentir las palmas de Ryouta sosteniendo su rostro antes de volver con un beso más exigente. Aomine soltó su cigarro, dejándolo caer sobre el césped húmedo. Se apagó al instante.

 

 

 

 

En la cama se deshacía el esfuerzo de las mucamas al acomodar las sabanas perfectamente. El cuerpo estilizado color crema de un chico, se estremecía ante los besos apasionados que le proporcionaba Aomine. Las caricias de piel a piel lograban descontrolar a ambos, soltando fuertes jadeos contra la piel del otro. Kise apretaba con fuerza sus labios y ojos, tal vez negando la realidad, tal vez aceptándola. Por otro lado, Daiki se maravillaba con el color rojizo que cobraba el rostro de Ryouta por la vergüenza y placer que sentía, extendiéndose por su cuello y hombros, ruborizando salvajemente su piel.

La oscuridad era dueña de la habitación, guardando el secreto de los dos. Uno estaba dispuesto a olvidar y el otro a nunca hacerlo. El amor tenía cabida para todos incluso si no eran correspondidos. Era una enfermedad que caldeaba la habitación y que a cualquiera atacaba.

Los dedos que Aomine empleó para expandir el ano de Ryouta se limpiaron en la sabana arrugada. Colocó una mano debajo de la cadera del rubio inclinándose a él.

—Kise, mírame. —pidió con suavidad apartando el cabello húmedo de su frente perlada en sudor. Era obvio que quería contener el llanto a toda costa mordiéndose el labio inferior. —Por favor. —suplicó pegando su frente a la otra.

El revoloteo de las largas pestañas de Ryouta cosquillearon contra su piel. Vio entonces las lágrimas que se desbordaban y la sonrisa destrozada de quien él amaba. Con amabilidad deslizó el dorso de sus dedos sobre su sien limpiando las lágrimas derramadas antes de que llegaran al nacimiento de su cabello claro, y besó con extrema suavidad la boca del rubio saboreando la salinidad que su llanto le otorgaba consecuentemente a su saliva. Despacio, distrayendo la mente de Ryouta con besos y mordidas en el cuello y pecho, deslizó su pene al interior. Kise se contrajo de dolor y placer cerrando la almohada bajo su cabeza entre sus puños y su voz salió en un pequeño grito ahogado por morder la almohada.

—¿Estas bien? —preguntó acariciando con su voz el corazón de Kise, quien asintió sin apartarse de su almohada. —Respira hondo y deja ir el aire lentamente. —instruyó depositando un beso en su mejilla. Kise hizo caso, logrando alejar su boca de la tela. Con cuidado de no ser muy brusco, Aomine buscó las manos del rubio, quitándolas de la almohada para llevarlas a sus hombros. El tacto frio del muchacho nervioso se deslizó entre sus omoplatos y nuca.

Las paredes anales oprimieron la carne del intruso al querer adentrarse un poco más. En su espalda, las uñas de Kise se enterraban con fuerza buscando el alivio. Al adentrarse por completo, el jadeo del rubio fue amortiguado por la mordida que le daba entonces al hombro contrario.

Y el llanto aumentó.

 

 

 

 

En la mañana, con la luz del sol entrando por la ventana del hotel, despertó Aomine entre una calidez poco familiar pero agradable. Con el sueño aun dominándolo, dejó sus ojos cerrados y estiró los pies buscando algo para cubrirse los hombros y continuar durmiendo. No obstante, la extraña sensación de algo suave y cálido bajo sus dedos lo hizo reaccionar, obligándolo a despertar del todo. Sobre su pecho, con los parpados enrojecidos y unas cuantas marcas de besos a lo largo de su cuello y otras partes de su blanquecina piel, se encontraba Ryouta, dormido con la boca entreabierta, emitiendo ronquidos apenas audibles.

Se talló el rostro con ambas manos, como si estas le devolviesen los recuerdos de anoche cual cinta rebobinada. Había hecho mal al aprovecharse así de la vulnerabilidad sentimental del rubio, mas no lograba arrepentirse de ello. El nerviosismo le invadió al ver que las claras pestañas de Kise se agitaban para despertar. Se revolvió en la cama, acercándose al pecho musculado de Daiki, el cual también tenía una que otra mordida abandonada en la piel. De pronto, recordando más rápido que Aomine, abrió los ojos de golpe, encontrándose con la mirada azulina que le dedicaba el más alto.

El corazón se le estrujó al ver la irritación en los ojos de Ryouta. Completamente rojos, tanto por el llanto como por el no haber dormido lo suficiente, pues habían terminado de tener sexo a eso de las seis de la mañana.

—Pen… —ambos se sorprendieron ante la afonía de Kise. Desvió la mirada y carraspeó en un intento de acumular voz. —Perdona. —sin embargo, solo manó un susurro con el que se conformaron los dos. —Pensé que sólo había sido un sueño.

—O una pesadilla. —murmuró el moreno mirando el techo. Consideraba que, si el sueño era el de anoche, no tenía nada de agradable tener sexo con alguien que no era la persona que amaba. Claro, eso en el caso del rubio.

—¿Te importa si me baño primero?

—No.

Kise hizo acopio de sus fuerzas para poder arrastrarse por la cama y aunque no pudo ponerse encima una sábana, se sentó en la orilla antes de levantarse sobre la alfombra roja, en la que cayó estrepitosamente ante el hormigueo de su cadera y el temblar de sus piernas.

Aomine se levantó de inmediato a socorrerlo. Pasando un brazo por sus hombros, le ayudó a levantarse. Sostuvo la cintura de Kise, esperando que este le dijera si podía o no ponerse en pie por sí mismo.

—Te pasaste anoche, Aominecchi. —sonrió Ryouta y debido a la hinchazón en sus ojos, parecían completamente cerrados. Antes de que pudiese responder algo, fue interrumpido sin querer. —Está bien. Puedo manejarlo. —aseguró apartándose del cuerpo de Daiki.

Sin poder hacer otra cosa más que mirar el caminar trémulo del rubio, permaneció en la orilla de la cama. La regadera se oyó a unos metros. Los primeros indicios del fin. Pero el fin se hizo presente con el amanecer. Su estómago gruñó con fiereza y dispuesto a comprar algo para que ambos desayunaran, se puso el mismo traje para pedir el servicio al cuarto. El teléfono estaba en la mesita de noche con diversos números anotados en una hoja gruesa de papel. Pidió dos básicos, uno con jugo de naranja en lugar de té, y para él un café. Apenas colgó el teléfono, un sonido en el baño le llamó la atención. Aunque la regadera lo amortiguaba, los sollozos eran perceptibles una vez te acercabas lo suficiente. Sin embargo, lo que hizo que Aomine se odiara a sí mismo no fue el escuchar eso, sino el oír que Kise llamaba a Kasamatsu con un lastimoso “senpai”. Al parecer Kise olvidó cuanto eco podía hacer un baño.

Volviendo a la cama buscó una pluma y un post-it. Tomó su cartera junto con la cajetilla de cigarros, sacó el dinero suficiente para la habitación y el desayuno, depositando los billetes junto a la nota. Agarrando su saco del sillón donde lo había dejado, caminó hacia la salida. Se calzó los zapatos y salió sin mirar atrás. El elevador sería demasiado, así que bajó por las escaleras, su paso en un principio fue firme y acelerado, mas, al llegar casi al primer piso, sus fuerzas flaquearon dejándolo caer sobre la pared a su derecha. Sus manos temblaban cuando se las llevó al rostro, cubriendo las espesas lagrimas que brotaban de sus ojos. No entendía cómo podía sentirse tan vacío y triste, después de hacer el amor.

 

 

 

 

Al salir del baño con una bata cubriéndole el cuerpo, se encontró solo. La desesperación acudió a su pecho, inundando sus pulmones de manera que la respiración se cortó en un jadeo contenido. La cama deshecha, su ropa abandonada en un sofá, el aroma poco conocido del calor humano, todo estaba ahí, pero estaba tan desértico. Aomine no estaba y debia pedirle perdón por lo sucedido.

Con pasos vacilantes fue hacia la cama, pero los golpes en la puerta le advirtieron que Aomine podía haber salido y regresado apenas. Caminó con la incomodidad entre las piernas, pues continuaba la impresión de tener algo metido en el trasero. Abrió la puerta encontrándose con un hombre que le traía el desayuno. Probablemente obra de Daiki, así que lo hizo pasar y buscó la cartera en su pantalón para pagarle. Una vez que se fue, se sentó en la orilla de la cama, tocó con sus palmas frías los parpados que parecían arderle internamente antes de volver a abrir los ojos y localizar sobre la mesita junto con una cajetilla de cigarros casi vacía, varios billetes y una nota que mantenía en caligrafía alargada y curva, una breve disculpa.

>>Aquí el cigarro que te debía anoche. <<

 

 

 

 

 

Notas finales:

<3


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