Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Reencarnación por Kura-chan

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Hola, volví con mi amada Otp.

Esta vez no me basaré en la serie, sólo haré uso de los personajes.

Este es un AU.

Espero lo disfruten.

 

Los personajes no me pertenecen sino a su autor, Yoshihiro Togashi.

Notas del capitulo:

Primer capítulo de esta bella saga.

Recuerden que este fic tambien lo pueden encontrar en wattpad, ahí con una bella portada e imágenes para ambientarse.

 

Búsquenme como DianaJudith8

ENJOY ♥

ACLARACIÓN: SONG FIC.


https://www.youtube.com/watch?time_continue=5&v=KU1GH4FzzM0


Viento con el pasar de cada hoja.


Brisa refrescante y deliciosa sabiduría.


Cualquier cosa nos podría estar pasando ahora.


¡No lo cierres!


Tengo una bella historia que contarte.


 


Al parecer no tenía otro lugar a donde ir, siempre se encontraba en el mismo lugar. Solo. Pero infinitamente fascinado de la espectacular vista.


--¡Hola! –


--Has venido hoy también... --


--Tengo un nuevo juego que seguro te encantará...


Con la reina de los cielos en mitad del estrellado cielo era imposible no admirarlos, en el mismo lugar y a la misma hora.


Y hoy no sería la excepción.


Con los pies descalzos, él corría, tan enérgicamente que podía jurar que había tenido una buena comida o quizá su vigor era infinito al solo tratarse de un niño.


Su oscura mirada solía brillar tan fervientemente cuando aquel niño correteaba toda la playa, mientras recogía conchas y demás piedras, solo esperaba a que su camino llegue a su fin, después de todo no iba a jugar en completa soledad. Aquel niño tenía un amigo.


Piel ligeramente bronceada por los fuertes rayos solares, cabello castaño y grandes ojos del mismo tono. Su pequeño cuerpo jugueteaba y su sonrisa era amplia. --¡¡Kurapika!! – alzó la mano y descuidadamente dejó caer todo su botín, mala suerte... ya era de noche y la luz era muy tenue.


--Deberías ir a casa. –


Rubia cabellera, ojos color zafiro como el inmenso cielo y a su vez como su hogar... el mar. Y su piel... su piel similar a la harina, para nada opaca, cada día parecía brillar un poco más


--Lo haré si vienes conmigo, debes estar muriéndote de frío. – las pequeñas manos del infante abrazaron a su amigo, con mucha pena al verlo ahí. En la orilla del mar completamente desnudo, su piel era fría pero su rostro casi siempre se mantenía ruborizado.


--Sabes que no puedo hacer eso, aquí es donde vivo. – Kurapika tomó las manos de su amigo y las apartó de su gélida piel. No lo conocía desde hace mucho. –Es más... se preocuparán por ti, si no vas pronto a casa... estás temblando, Pairo. –


--¿Cómo puedes pasar todo el día metido ahí? – las tiernas e infantiles expresiones eran simplemente encantadoras. --¡Vaya no lo entiendo!—y se revolvió su castaña cabellera fuertemente.


Kurapika solo rió...


 


¡Eureka!


Desde la lejanía trataba de observar cada movimiento, gesto y palabra de aquellos amigos y la razón por la cual se había perdido ya varios viajes con sus colegas era esa, no había duda. Los ojos zafiro en algún momento de la madrugada desprendían un leve destello color escarlata y eso solo pasaba cuando Pairo estaba con él y además cuando Kurapika se veía sinceramente feliz.


La mano infantil se extendió hasta quedar suspendida en el aire y en medio de las turbulentas aguas de la madrugada, Kurapika supo responder al sincero cariño que le había tomado en tan solo una semana. Levantando su brazo, unió su palma con la de su amigo. Entonces aquellos ojos ajenos podía apreciar la fuerte conexión entre ellos, la diferencia de sus tonos de piel y por supuesto la pureza de sus sentimientos. Era hermoso, la madrugada estaba llegando a su fin y el sol estaría por entrar en su turno. Ellos se estaban despidiendo y el destello color escarlata comenzaba a desvanecerse ¡No había tiempo! Tenía que estar cerca de él y juntar sus manos. Con solo la idea rozarlas su subconsciente parecía dar un giro de noventa grados y su estómago se revolvía de manera extraña. Era la primera vez que sentía eso al contemplar a una persona desde la lejanía...


¿Persona?


No podía resistir el verlo sumergirse entre las aguas durante todo el periodo donde el sol alumbraba el cielo, había llegado a detestar a aquella inmensa estrella y a decir verdad, él amaba todo lo que desprendiera un brillo tan fascinante como aquellos ojos.


Pairo, empezó su correteo con una tierna sonrisa en sus labios y aquel sujeto de la lejanía extendió su brazo y se negó a seguir escondido. Entonces las plumas color negro se desprendieron y bailaron burlonamente en el cielo. Amaneció y los rayos lo dejaron al descubierto.


--¡Qué es eso! – gritó horrorizado el infante y aquel sujeto no pudo evitar derramar algunas lágrimas y volver a esconderse... que tonto había sido, él... él, lo olvidó por completo.


No era capaz de unir sus manos como lo hacían ellos...


--¿Estás bien?... – susurró Kurapika, solo manteniendo su rostro en la superficie. –Por favor no me causes problemas... -- no le dejó tiempo a recibir respuestas, la rubia cabellera fue lo último que pudo contemplar atrás de sus cristalinas lágrimas y la rutina volvía una vez más.


Los ojos de la lejanía no eran los de una persona, aquel ser no tenía siquiera una estatura adecuada pero al verlo muchas personas huían aterrorizadas. Él, tenía la facultad de comunicarse con clara precisión en el lenguaje de los "humanos" como sus compañeros se lo habían contado. Sin embargo, no se sentía para nada dichoso. Era como tener un enorme espíritu dentro de una vasija muy pequeña, sin opción a cambiar de opinión, si algún día decidía explotar... lamentablemente el material de su vasija era muy resistente.


Símbolo de oscuridad y desesperación, él era solo un ave... un cuervo y el mensajero de la muerte como muchos lo solían llamar.


Atento a sus movimientos, examinándolo y sobre todo, cuidándolo.


"Siempre me pasa lo mismo


Siempre, la tristeza se apodera de mí


Realmente te he estado hiriendo


Estoy solo, como tonto permaneciendo


Inmóvil."


 


La mente primitiva de muchas lenguas bastante sueltas de hoy en día no le dejaban moverse libremente y aunque tenía camaradas que amaban aprovecharse de las supersticiones y salían a asustar a la gente, no se sentía satisfecho. Eso, hasta hace una semana donde fue donde lo vio por primera vez. Entonces entendió que aquel ser sentía lo mismo que él. Daría lo que fuera por poder acercarse a él... a Kurapika.


Kurapika era una especie de sirena... ¿sirena? Y lo había descubierto desde su primera vez. La belleza de su cola de pez no era algo que había contemplado como añoraba pero lo sabía y esa era la razón por la cual nunca iba a casa de su pequeño amigo. El día finalmente llegó a su auge y las molestas visitas no dejaban de llegar, así como aquel ser se escondía para contemplarlo en las madrugadas, Kurapika se refugiaba en las profundidades del mar. ¿Acaso había alguien capaz de comprenderlo? El ser humano como solían denominarlos era la especie más numerosa en su territorio, siempre tan feliz y corriendo de un lado a otro, pero con único defecto... ellos destruían todo lo que les parecía ajeno a ellos y por eso les temían.


--Vaya, estás aquí. –


Las plumas color negro empezaron a revolotear y algunas cayeron en el piso de madera, el tronar de su caminar fue inoportuno. Aquel sujeto no era la única especie de cuervo habitando la inmensa playa.


--Vamos a divertirnos. – para ser solo unas simples aves, ellos sí que se comportaban como los humanos. A veces saltando, gritando y jamás se separaban. –Los humanos están ahí abajo, como siempre ensuciando nuestro mar ¿No sería mejor darles una buena lección?—mencionó uno de sus camaradas, el más alto y corpulento.


--¡SI! ¡Si! Si ellos nos temen, sería divertido perseguirlos solo un rato. – su suma emoción, el menor del grupo extendió sus alas listo para emprender el vuelo. Y al pasar solo unos segundos, todos lo imitaron. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, y diez aves salieron en grupo hacia la playa. Pero ¿Acaso no eran doce?


--Dígame ¿Se encuentra bien? –


--¿Ha comido bien últimamente?—


Atrás de él permanecieron inmóviles, dos camaradas de género femenino. La mayor tenía las plumas oscuras pero cuando se exponía al sol solían verse de color violeta y sus ojos eran rasgados, ella siempre de carácter tranquilo y fiel a su grupo. Su nombre es Machi y siempre estuvo con él desde el comienzo de todo. Y la menor era de plumas lo bastante oscuras como las que tenía él, sus ojos eran redondos y curiosamente la forma de sus plumas en su rostro formaba una especie de anteojos, ella muy al contrario se unió hace muy poco. Respondía al nombre de Shizuku.


--Si, gracias. – respondió distraídamente y regresó a plantar su mirada en las inmensas aguas.


--Líder... -- Shizuku quebró su voz. Era increíble como entre ellos se podían entender con gran precisión pero al oído de los humanos solo eran sonidos extraños y a veces molestos, esa era una de las muchas razones por las cuales su grupo era temido y por qué no, odiado.


--Será mejor que se marchen. – Y los gritos tan familiares de las personas empezaron desde la lejanía.


Ambas aves no lo dudaron y emprendieron su vuelo, después de la travesura de sus compañeros sería mejor esconderse por unas horas. El temor entre especies era algo muy común.


Y así las horas pasaron y el mar seguía sin completar su belleza, durante todo ese tiempo se preguntaba qué era lo que estaría haciendo bajo las cristalinas aguas.


El sol empezaba a ponerse... fue un alivio ver como los humanos poco a poco comenzaron a abandonar la playa.


 


No muy lejos de ahí.


--Abuela ¿Lo cuervos pueden llorar? –


--Pero, vaya... ¿dónde escuchaste eso? – sus arrugadas manos pusieron sobre la mesa una pedacito de pastel seguido por un vaso de leche.


--Lo vi, ayer cuando regresaba a casa. – Pairo tomó el vaso de blanco líquido y lo bebió gustosamente.


--No me gusta que salgas en las madrugadas, es muy peligroso. – seguidamente, la mujer de avanzada edad se sentó sobre el comedor de madera color café y lo miró a los ojos. –Pairo ¿Vas a ver a ese amigo del que me hablaste el otro día? –


--Si. –


Las comisuras de sus labios se elevaron y formaron una cálida sonrisa, ella, una anciana bastante arrugada pero muy vigorosa. La mayoría de la gente visitaba su hogar para pedirle la dirección exacta de la playa, tan gentil que ningún turista pasaba sus vacaciones sin conocerla. Curiosamente, junto con su nieto eran las únicas personas que vivían ahí. –Si vez a un cuervo llorar... -- cambió el tono de su voz, sonando un poco más sombría. –Es por que el alma de una persona se encuentra en su interior. –


--¿Los cuervos son malos abuela? – algo perplejo, el infante dejó de lado su delicioso postre.


--No, no... son criaturas muy inteligentes y bellas. –


--¿Porque todo el mundo los teme? –


--Sus inferiores mentes no lo pueden comprender. – sus cansados ojos se giraron y contemplaron el paisaje a través del espejo de cristal. –Jamás huyas de un cuervo. Ellos huelen tu miedo y a veces les gusta jugar con eso ¿Entendido? –


--Abuela... ayer yo corrí cuando vi a uno y entonces él lloró... --


--Pairo... Cuando los cuervos lloran. – entonces ella se levantó y se dirigió a una habitación que se encontraba a sus espaldas.


--¿Abuela? –


Salió de inmediato, teniendo mucho cuidado en cerrar bien el portón de madera vieja. – Cuando una criatura que es incapaz de hablar está llorando, debes darle esto. – le entregó una pequeña botella de cristal, esta de color marrón con un líquido adentro.


--¿Qué es esto abuelita? – jugueteó con la tapa.


--No lo abras, es solo para aquel ser. – el sol se puso por completo y la tenue luz se hizo mucho más débil en el interior de la vivienda. –Hay muchas especies que la gente común y corriente no lo comprendería. Es nuestro deber protegerlos ¿Entendido? –


--Así como mi amigo, Kurapika. –


--Si, así es. –


--Nunca quiere venir a casa a jugar. –


La dulce sonrisa de la anciana resultó divertida para ambos. –Es allí donde vive, nunca lo obligues a abandonarlo. –


--Pero solo será por una noche. – Pairo la miró con ojos brillantes. –Jugaremos, comeremos y veremos algo en la televisión, prometo que apenas amanezca lo llevaré de inmediato de regreso. –


--Lo siento, amor. – acarició su castaña cabellera con ternura. –Tendrás que conformarte con verlo algunas horas. –


--P-pero él nunca sale cuando hay alguien en el mar. –


--Me gustaría conocer a tu amigo. –


--Abuela... --


--Suena muy fuera simpático. –


--Abuela. –


--Termina tu comida. – demandó con suavidad.


La estrella dorada se escondió por completo y fue reemplazada por aquella de color blanco, solo que hoy se veía mucho más grande de lo acostumbrado. Poco a poco sus traviesas compañeras inundaron el cielo oscuro. Su momento perfecto estaba llegando y la emoción que sentía no podía disimularla, Kurapika dentro de poco emergerá de las cristalinas aguas y la belleza transformada en sirena llenaría de vida a su miserable existencia.


--Cuando los cuervos lloran... -- La anciana mujer se levantó de la cama y aunque sabía de antemano que su nieto había dejado anteriormente su humilde hogar, no pareció preocuparle mucho. Ella era la única que conocía al cien por ciento aquella playa, donde vivía desde que tenía memoria. Sus cansados pies se movieron sigilosamente por los cortos pasillos, pasando alado de la mesa donde aún yacía el vaso de leche y el plato donde ya solo quedaba medio pastel y entonces, regresó. Así es, a su preciada habitación, de donde sacó el pequeño frasco que le entregó a Pairo y donde realmente podía ser libre. Ahí adentro no se trataba de una recámara común y corriente, era una especie de despensa llena y en el centro justo debajo de una gran ventana, una mesa de grandes dimensiones. Se acercó aun con su paso lento y tomó un libro que yacía sobre la mesa de madera.


--El renacimiento del alma... -- leyó al abrir el antiguo libro y se permitió sonreír tontamente en su soledad. –Lamento mucho que las personas no estén enteradas de semejante maravilla... sino hasta el día de su muerte... --


A las afueras de su vieja casa, los cuervos empezaron a reunirse. Una vez más.


 


Y nada tan maravilloso como verlo nuevamente. Sin duda continuaba escondido en su refugio. Hace algunos minutos sucedió; el dueño de aquella cabellera dorada empezó su nado desde lo más profundo del mar y al cabo de pocos segundos salió. Majestuosamente y salpicando agua a su alrededor, bajo la luna, su figura parecía brillar con las pequeñas perlas de agua pegadas a su pálida piel. Sin embargo desde su lejanía también pudo notar que algo era muy extraño aquella noche.


--Pairo... --ambos pronunciaron como si estuvieran sincronizados.


 


--Mi querido nieto, cuando los cuervos lloran es porque imploran por otra oportunidad y a pesar de que ya se las han dado, no lo creen suficiente. Entonces es posible que haya algo que necesiten hacer antes de volver a renacer. Pero antes de eso, la muerte. –


 


Kurapika nadaba hasta donde alcanzaba la vista, peligrosamente a mucha velocidad, se veía nervioso y algo triste.


–Entonces es por eso que ha empezado a quedarse de nuestros viajes ¿No? – a sus espaldas, la cautelosa vigilancia fue interrumpida. Aquel se giró por completo y algunas oscuras plumas bailaron en el aire. –Eres tú, Shalnark. – ni siquiera se molestó en ver si todo su grupo estaba en su escondite, solo regresó a plantar los ojos en su sirena.


--Vaya, es hermoso. – Casi gritó la pequeña Shizuku, adelantándose a la abertura del escondite.


--Guarda silencio. – todos la fulminaron con la mirada.


--Se puede saber ¿Qué hacen aquí? –


--Oh, esto es peligroso. – Shizuku no dejaba de ver directamente a Kurapika.


--Basta, esta noche no saldré. Pueden marcharse a otro lado. – el líder cuervo demandó.


--¡Humanos! –


Y en efecto, en la orilla del mar algunas personas empezaron a reunirse, ignorando lo peligroso y salvajes que eran las aguas cuando era la madrugada. Kurapika al verlos supo sumergirse en el agua sin ser visto, esto si que era de muy mal gusto e inesperado. Aun así no era grave, después de todo, las personas siempre iban al mar a hacer lo mismo, juguetear un poco y posteriormente retirarse. Solo era cuestión de minutos. Sin embargo lo que tenían planeado aquellas personas no era exactamente jugar. Ante los ojos de varias criaturas ajenas a la realidad, los humanos denominados como los seres más comunes y por qué no, más aceptados empezaron a reír estruendosamente mientras ahogaban a uno de sus semejantes. Mientras unos mantenían sus manos en la cabeza de su víctima, otros rebuscaban las pertenencias que llevaba en su maleta. Entonces era la gran cuestión de todas aquellas criaturas.


Siempre que veían aquellas atrocidades.


¿Por qué lastiman a los de su misma especie? Como iguales deberían ayudarse y protegerse entre sí. Ellos lo hacían, los cuervos siempre formaban grupos para no descuidar a ninguno, entonces ¿Por qué ellos no?


La sangre parecía hervirle dentro de su pequeño cuerpo, es más, el bando entero ya tenía las alas en alto. Aquel sujeto solitario era su líder y varias veces los reprendía por cometer actos tan irresponsables, pero hoy no era así. Deseaba más que nunca salir y verse imponente ante aquella especie inferior, asustarlos y ahuyentarlos para siempre. Sus plumas completamente oscuras se elevaron y entonces sintió que casi podía desmayarse con el pasar de un solo segundo.


--¡Basta por favor! – Kurapika a lo lejos y con la mayor parte de su cuerpo atrás de una roca, vociferó con un tono terrorífico. Al parecer él también se sentía imponente ante tal escena.


La parvada se congeló por completo.


--Pero mira eso... -- Uno de los desconocidos se acercó con una amplia sonrisa en los labios. --¿Es una mujer?—entonces las manos asesinas abandonaron el cuerpo de su víctima y se acercaron a la extraña criatura. --¡Si! Es una mujer... y está desnuda—agregó uno más, con tono grotesco.


 


"Ahora te puedo comprender..."


 


Entonces el viejo escondite quedó en el pasado y nada más que eso. Como jamás había sucedido y como siempre lo habría hecho, el cuervo de las plumas más oscuras extendió sus alas y se entregó al cielo nocturno, a toda velocidad y bajo las brillantes estrellas sus camaradas los siguieron. No lo entendían pero era su deber como un equipo.


--¡Aléjense de él! ¡No lo toquen! ¡MÍRENME! ¡TÉMANME! – gritaba, chillaba y enloquecía. Aunque ante el primitivo oído humano el sonido emitido por un cuervo no era más que un molesto sonido, aquella noche fue tan claro como las cristalinas aguas. Jamás se había sentido tan dichosos de poder hacerse entender como los seres más comunes y más crueles de la tierra. La parvada de aves voló a gran velocidad y aun sorprendidos por su líder no dudaron en divertirse con sus nuevos visitantes, al tratarse de doce bellas aves supieron arreglarse para rodearlos, enfrentarlos y picarles la piel. Esa noche no era solo asustarlos un poco, ahora se trataba de buscar algo más... sangre. Los humanos tan débiles ahora emitieron su llanto al sentirse adoloridos y entonces emprendieron la huida, dejando de lado su ego, sus pertenencias y todo. A sus ojos los mitos y leyendas se hacían realidad...


Un cuervo es el mensajero de la muerte.


--¡Eso ha sido increíble! –


--Haz visto como huían. –


--¡Pero que cobardes! – esos y muchas más burlas salían de los picos oscuros de sus camaradas, ellos no dejaban de aletear satisfactoriamente y además de llenar el pacífico espacio con sus alaridos de mal gusto.


Su líder de oscuras plumas recobró su consciencia y entonces no pudo evitar sentirse ajeno a todas las aves a su alrededor, ahora se encontraba con las alas en alto, con las plumas brillando bajo la luna, el pico manchado de líquido rojo y con su musa inmóvil a sus espaldas.


Giró por completo, casi por inercia.


 


--Cada ser de este planeta tiene una misión por cumplir, aquel jamás muere hasta hacerla realidad. Entonces la reencarnación se vuelve un fenómeno infinito. Mi querido nieto, el llanto es el único medio por el cual puedes comunicarte globalmente. – Sus arrugadas manos cambiaron de libro y los pesados ojos hicieron gran esfuerzo por ver las siguientes palabras. – Azul como el mar y negro como la noche, existe una opción... --Suspiró –Si eres el indicado, lo recibirás. —


 


Y así fue, el cuervo de las plumas más oscuras miró con gran sorpresa el rostro de la bella sirena, y más bien no se trataba de un "ella" aquel ser resultó ser de género masculino, era bastante joven, era solo un niño, pero vaya ¡Qué niño! Ajeno a los gritos de sus compañeros, sus alas se movieron independientemente, sus diminutos ojos no dejaban de verlo. Era perfecto y ahora era solo suyo.


--H-hola... --


Kurapika retrocedió horrorizado, su piel perlada por el agua ya no tenía aquella tez brillante y sus ojos eran de color escarlata. El pico manchado de sangre se abrió pero ahogó todas sus palabras, su mayor tesoro lo rechazó, se hundió en las profundidades del mar y una vez más los chillidos de los cuervos resonaron con mucho vigor.


--Huelen eso... -- las plumas revoloteaban pícaramente. -- ¡Nos estamos perdiendo la diversión! –


Poco a poco empezaron a alejarse de las aguas, chocando entre ellos y con las alas abiertas. --¡¡Si lo huelo!!—hasta las voces de las féminas del grupo empezaron a inquietarse. --¡No perdamos el tiempo! – Chillidos y demás --¡Huelo sangre! ¡¡Vamos!!—tan animosamente como cada día, su grupo huyó en sentido paralelo a la orilla del mar, algo no andaba bien y el shock de la escena anterior aun no lo sacaba de su trance.


--¡¡Huelo sangre!! – resonó en su cabeza. Aquello era como un manjar para ellos, les gustaba mucho merodear por los basureros y comer restos de comida pero nada como divertirse alrededor de alguna presa. Y así es, aquel olor era realmente fuerte. Quizá se trataba de alguno de los humanos que ahuyentaron hace poco, sin embargo aquel olor tenía un ligero detalle. Era sangre dulce, como de un niño...


--¡Maldición! – no podía pensar en otra cosa, sus camaradas se marcharon hace algunos minutos y él se encontraba ahí, totalmente inmóvil sin darse cuenta que de una manera u otra estaba hiriendo a su sirena. Si se trataba de un niño el asunto, solo había una sola opción cuando ya era de madrugada.


Voló y huyó con todas sus fuerzas.


 


--Pairo, cuando regreses deberé explicarte como debes usar aquella botella. Las cosas tan especiales no deberían tratarse con irresponsabilidad. –


 


¡Eran ellos! Nuevamente, haciendo de las suyas. Al parecer la emboscada de cuervos no los asustó demasiado como para verse tentados a buscar otra víctima. Ante sus oscuros ojos pudo comprobarlo una vez más. Los humanos eran ruines, tan despreciables que a veces sentía la necesidad de matarlos.


Suspendido en el aire y ahora delante de sus compañeros observó al pequeño Pairo, medio enterrado en la arena de la playa y con los ojos cerrados, por sus mejillas lágrimas y en su bronceado rostro varios moretones. La parvada se sintió privada de cualquier movimiento al ver como su líder se acercaba al pequeño cuerpo, a algunos metros, las personas continuaban corriendo, cómplices de sus fechorías.


--Mi abuela me dijo que era peligroso. – balbuceaba el infante entre la arena y con toda piedad y respeto, el de plumas oscuras camino suavemente hasta llegar al rostro, era la primera vez que veía a Pairo tan destrozado.


--P-Pairo... -- se atrevió a llamarlo entre susurros, arriesgándose a ser temido.


--Sabe mi nombre señor cuervo... -- abrió uno de sus ojos y lo miró apremiante. –Lamento haberlo hecho llorar... -- las redondas mejillas se ruborizaron levemente y sus labios hicieron todo lo posible por sonreír gentilmente.


--¿T-te encuentras bien? – le resultaba extraño, entablar una conversación tan tranquila con un ser de otra especie y más aún, ante la mirada de sus camaradas.


--Tengo algo para usted. – y así las infantiles manos que se encontraban cerradas con mucha fuerza, debilitaron su agarre y dejaron al descubierto una pequeña botella de cristal, un poco agrietada pero sumamente cuidada. –Tenía mucha comida pero ellos se lo llevaron. – se lamentó mientras sus lágrimas no dejaban de caer. –Por favor recíbalo... -- extendió el frasco sin dejar de sostenerlo. –Cuando los cuervos lloran... --


--¡¡CUERVOS!! – la inquietud de los humanos era molesta, no comprendía lo que trataba de decir el niño pero eso ya no parecía importar. Nuevas personas empezaron a gritar horrorizados al verlos, algunos se quedaron solo observando mientras dos mujeres de edad se adelantaron furiosamente a recoger a Pairo de la arena mientras que otra gritaba blasfemias y lanzaba pequeñas rocas hacía las oscuras aves, no tuvieron otra opción que salir huyendo de ahí, pero aquel no quería ¿y el frasco de color marrón? Una vez ya en los brazos de la mujer, el cristal se resbaló de los dedos de Pairo y cayó sobre la indefensa ave. Las grietas aumentaron y la maltratada botella se partió en dos, un líquido extraño lo empapó y un poco se conservó dentro. Sus compañeros chillaban para que se alejara pero el golpe lo aturdió un poco, entre imploraciones a sus espaldas y blasfemias al frente, apenas y atinó a recoger el pedazo de cristal donde aún se mantenía el líquido. Sus alas mojadas se elevaron débilmente pero su nueva meta era mucho más fuerte.


--Líder ¿A dónde va? – todavía sentía los sonidos algo lejanos, su cabeza comenzó a dolerle y podría jurar que algunos de sus plumas empezaban a caerse.


--Estoy bien, regresen... -- fue lo último que dijo y se marchó, sin esperar respuestas o pero aún discusiones. Sostuvo fuertemente el cristal en su pico y se dirigió nuevamente al mar.


 


--Entonces, escúchame bien. Cuando el ser indicado recibe la pócima en su cuerpo ocurrirá lo que los religiosos llamar "Un milagro" Mi querido nieto cuando regreses a casa debo explicarte el poder de aquella diminuta botella. Curiosamente esta es la única playa donde habitan cuervos... --


 


Su vista se tornó borrosa, continuaba con las alas en alto pero cada vez hacía más frío, su cabeza parecía que iba a explotar y por primera vez en su vida se posó en el suelo y corrió con lo que le quedaba de energías. ¿Acaso el golpe había sido tan grave?... solo un poco más, el oscuro escenario no ayudaba en nada y ya solo se encontraba guiándose por los destellos del mar. Sus huellas se marcaban en la arena y las piedras que se encontraban en la orilla del mar ya eran visibles. Fueron solo unos cuantos metros pero le pareció una eternidad. Su cuerpo le pareció sentirse mucho más pesado pero nada como la silueta que apreció con su ya desgastada vista.


Encima de las empapadas rocas...


--¡Kurapika! – lo llamó con desesperación. Esperando verlo una vez más a los ojos.


 


--Ciertamente debe ser bastante duro, es una metamorfosis total. –


 


Vociferó casi con furia. Era la primera vez que lo veía sentado sobre las rocas, exhibiendo jactanciosamente su bella cola de pez, esta de color azul zafiro como sus ojos pero con leves toques de rojo en cada escama, su cuerpo se encontraba desnudo y la curva de su silueta le pareció perfecta, no lo había notado pero el viento comenzó a jugar un poco y así es como su dorada cabellera se mecía salvajemente entre su pálido rostro, en su oreja izquierda un pendiente que no dejaba de brillar ¡Dios! Si aquel golpe acabó con su vida y ahora se encontraba en el tan famoso paraíso, deseó con todas sus fuerzas estar muerto.


El gran sobresalto de la mística criatura lo aturdió, una vez más Kurapika sumergió su cuerpo en las aguas con terror.


--¡No, espera!—Tal y como solían despedirse ambos. Levantó en el aire su mano, dejando volar con el viento varias plumas oscuras. Solo que ahora ya no tenía alas...


 


"Tal vez me ignores, pero tú sabes muy bien que estas manos


Te protegieron cada noche ¡Así es!"


 


Aquel ser ya no tenía sus oscuras y atemorizantes plumas ¿Acaso era un sueño? Eso parecía sacado de un cuento de ciencia ficción, los oscuros ojos que siempre vigilaban su bienestar ahora se encontraban adornadas con extensiones de pelo, como una especie de protección. Sus delgadas patas fueron reemplazados por un par de pies de mayor grosor y tamaño, su cabeza ahora lucía una despeinada cabellera negra y sus alas ahora eran aquellas manos que tanto añoraba en sus noches de soledad. La botella de cristal cayó y lo que restaba del extraño líquido se perdió entre la arena. Por primera vez, su bello tesoro no se aterrorizó frente a él. Kurapika se encontraba mirándolo a los ojos.


Se desmayó.


 


--Muchas gracias por todo. – la anciana se encontraba totalmente enrojecida, quizá por furia o vergüenza. No, era un poco de ambas. Varias personas visitaron su humilde hogar y le explicaron lo sucedido, por supuesto, según sus criterios. –Buenas noches. – después de muchas preguntas y algunos regaños, finalmente logró librarse de aquellas personas. Al escuchar los pasos alejarse, se aseguró de cerrar bien la puerta de madera. –Mi querido nieto, aquello que me dijeron los turistas, No es cierto ¿verdad? –


Pairo felizmente llegó a su hogar y ahora entre las cobijas la miró tierna mente. –Ahora seguramente jamás volverá a llorar... -- susurró antes de quedarse dormido.


 


Las plumas marcaban todo su camino y el viento se encargaba de revolotearlas, su piel tan fría como la de su sirena se encontraba cubierta con nada más que con el leve rastro de su antiguo ser. Sus pesados ojos se perdieron en la infinidad de la confusión y más tarde en aquel bello azul zafiro.


--¿Te encuentras bien? – Empleó su nado hasta llegar a la orilla del mar, con algo de inseguridad solo esperó a que retomara la consciencia por sus propios medios. Y así poco a poco, sus oscuros luceros fueron reconociendo todo su entorno, todo igual; el agua, la arena y algunas piedras de colores bastantes peculiares. No, había alguien más con él, bajo la luna y las traviesas estrellas como únicos testigos.


--mmm... -- empezó balbuceando y aun con el dolor de cabeza, se incorporó hasta poder ver a su acompañante claramente. --¿Kurapika...?—Ahora sus labios se sentían algo extraños, las manchas de sangre continuaban ahí pero menos visibles.


--¿Cómo sabes mi nombre? – el amanecer estaba a solo un paso y la desesperación volvió a invadirlo. Aun no asimilaba por completo lo que había pasado y la historia se repetía.


---T-tengo algo para ti. – Anunció con algo de emoción al sentirse un poco mejor, con sus manos buscó entre la arena aquella botella pero al toparse con el cristal roto, se lamentó en secreto. –L-lo siento... -- todavía le parecía algo anormal mover los labios de aquel modo. –Pairo tuvo un accidente hace unas horas, cuando lo encontré me dio una botella, pero... --


--¡¿Qué?! – al escuchar las primeras palabras ni se molestó en saber el resto, Kurapika se sobresaltó y volvió a poner aquella expresión de terror. --¿Dónde está? – demandó, rojo como un tomate y dispuesto a emprender su nado.


--¡Espera! –A la par con los movimientos de la sirena, él lo tomó por los hombros para calmarlo. Sintiendo al instante una especie de corriente eléctrica en sus manos, obligándolo a apartarse de inmediato. Kurapika lo miró extrañado al verlo alejarse tan de repente. --¿Qué sucede? –


 


--Lamento decirte que toda pócima tiene su propia condición. Oh, mi querido nieto, cuando el ser indicado es transformado a la forma deseada, es privado de lo que más ama... --


 


Respiraba con mucha más calma. Aquel sujeto al parecer sabía cómo tranquilizarlo. –Pairo... entonces se encuentra en su casa ¿Ahora? – aun había un pequeño rastro de inquietud en su sonrojado rostro.


--Así es. – Tratando de mantenerse de pie, lo miró a los ojos con expresión jovial. –Seguramente su abuela lo está cuidando ahora. –


--¿Abuela? –


--Claro. – Divertido de la expresión incrédula de Kurapika.--¿Acaso creías que un niño tan pequeño vivía solo en esta enorme playa?


--No, no es eso... -- las mejillas volvieron a poner rojas y su entrecejo se frunció. –No soy tan tonto, como para suponer eso... --


--Y cambiando de tema, ha sido un placer conocer a una bella dama. – bromeó, ocultando su preocupación por la llegada del alba, esta evidenciada en los primeros rayos de sol a las espaldas de su tesoro.


--¡Estás equivocado! – tan delicado como se veía, Kurapika se permitió mostrar todo su firme abdomen. –No soy hembra ¡Mírame! –


--No me pidas eso, por favor. – Esta vez, el de ojos oscuros era lo que mantenía un leve sonrojo en sus pálidas mejillas.


--¿Acaso eres un pervertido? – Con una maldita pena traicionera, volvió a esconder la mayor parte de su cuerpo en el agua.


--¡Me llamo Kuroro Lucifer! – le sonrió de forma juguetona y más aún, lo destellos de la gran estrella dorada ya se encontraban de lleno en el cielo.


--No me interesa... -- refunfuñó...


--Sin embargo a mi si me interesas. –


--¡No te acerques a mí! –


--Humanos... --


El blanco dedo de Kuroro señaló a algún lugar de la playa lo que hizo que su ingenua sirena se escondiera torpemente entre las aguas. Resultando un ameno momento de diversión, al menos para el de cabello oscuro.


--¡Oye, no hay nadie! – vociferó colérico mientras se incorporaba nuevamente a la superficie, totalmente avergonzado. Solo para dar media vuelta y ver la esbelta figura de Kuroro alejarse corriendo, con la mano en alta realizando un ademán de despedida. –Qué raro sujeto... -- masculló en un infantil puchero, llevando sus manos a los hombros donde él había intentado tocar. Había algo extraño...


Y entonces desde aquel mágico y extraño encuentro, él había dejado de admirarlo secreto. Y también la ausencia de Pairo se convirtió en una costumbre, pues por las habladurías de la gente no había podido volver a salir en las madrugadas. Aun así, tenía la seguridad de que su amigo no se encontraba solo.


Pequeñas visitas y miradas a mitad del día, largas charlas que duraban toda la noche. Kuroro no supo entender que había pasado con su cuerpo aquella noche pero gradualmente dejó de importarle, de aquella forma podía caminar sin ningún obstáculo por los humanos, ya no era temido y mucho menos despreciado y más importante aún; podía comunicarse con Kurapika. Todo parecía perfecto sino fuera por el hecho de que no podía tocarlo y eso lo había comprobado desde el primer roce. No fue solo un fenómeno de una vez, lo intento algunas veces, cuando su bello tesoro dejaba al descubierto su bella figura, descansando encima de las rocas él a veces sentía que su cuerpo se movía por sí solo, sus pensamientos perdían todo control y sus manos tenían la infinita necesidad de sentirlo. Era imposible.


Algunas quemaduras aparecieron en su piel, y eso era el resultado de sus fallidos intentos pues aunque siempre la piel de Kurapika se encontraba mojada y fría, Kuroro se quemaba al sentirlo.


Que más daba, era feliz y su sirena también lo era.


--Hola, espero tengas hambre. – tan apuesto como siempre a pesar de llevar el cabello desordenado y la ropa algo escurrida, Kuroro llegó con el rostro radiante, sus grandes ojeras no opacaban para nada su felicidad.


--Hola... -- Kurapika también se sentía dichoso de tener aquella visita, aquel sujeto lo hacía enfadar seguido, le jugaba bromas pero siempre encontraba la manera de hacerlo sentir en paz, hacerle reír y sin pasar el hecho de que era todo un conocedor. Disfrutaba mucho sus historias acerca del mundo exterior. Siendo una especie única no se le permitía salir de su entorno, era mucha su curiosidad por saber que más había pero también sabía cuál era su deber y respetaba mucho las reglas establecidas. –Gracias pero deberías dormir un poco, entiendo que los humanos no visitan la playa ya que necesitan dormir a estas horas. —y ese tema; los humanos. A veces se sentía un poco incómodo con el hecho de entablar una relación con uno de su especie, tal y como presenció cientos de veces, los humanos no eran seres de fiar. Su gran don para destruir las cosas le enojaba, tampoco podía ser tan descuidado en lo respectaba a Kuroro.


--Estoy bien. – fue lo único que dijo antes de ser invadido por una parvada de cuervos a sus espaldas.


--¡Cuervos! – Kurapika retrocedió y lo peores pensamientos pasaron por su cabeza, a la luz de la luna aquel ser se vía siniestro. Eso, hasta notar como muchas de las aves llevaban pequeñas bolsas en sus picos.


--Por favor, no te asustes... los cuervos no son malos. – la delicada línea de sus labios se curvaban de manera encantadora, así como varias de las personas les temían, su bello tesoro también sentía cierta inseguridad. Era tan perfecto en todas sus facetas que solo tenía la necesidad de protegerlo, cuidarlo y si, por que no amarlo. –Estas bellas aves son muy inteligentes, solo dales una oportunidad. –Acogió los cristalinos ojos color zafiro en la profundidad de su lúgubre mirada. –Jamás dañarían a nadie, te protegerán cada noche. Te lo puedo asegurar. – y las pequeñas bolsas repletas de algunos dulces y bocadillos fueron dejados en la arena con suavidad a la señal de Kuroro.


Era increíble.


Las estrellas aquella noche parecían ser escasas, la luna permanecía escondida atrás de algunas nubes pero el destello que desprendía Kuroro era totalmente natural. Allí, sentado en la blanca arena y rodeado de cuervos, casi podía jurar que estaba soñando, que aquella persona era totalmente ajena a la realidad, los de esa especie no son capaces de razonar así ¿Qué estaba pasando? Él, con el cabello de color carbón y con algunas quemaduras es sus manos. Él, con el rostro tan blanco que parecía estar muerto y rodeado de los tan afamados mensajeros de la muerte... Él, con un nombre similar al suyo y con el apellido del mismo demonio... Y solo él, despertaba los pensamientos más celosos de su subconsciente, mientras las dudas y los impulsos se batallaban por un trono, sus propias acciones. Sus ojos color zafiro se tornaron de aquel escarlata tan intenso. Sólo por él, los caprichos se volvían una necesidad... una infinita necesidad de tenerlo cerca.


Y así fue como por primera vez en su vida, ascendió a la superficie y se posó una vez más en la gran roca de la orilla. Kurapika con el rostro sonrojado y la mirada encendida lo invitó a sentarse a su lado. – ¿Tienes otra historia el día de hoy? – cuestionó inocentemente mientras lo miraba como si le gritara "Siéntate a mi lado"


Entonces entendió que era la primera vez que se sentía vivo de verdad.


Kuroro lo miró, lo analizó, contempló y más que todo ello, lo amó. Aquella silueta tan perfecta parecía enloquecerlo y ahora el tenerlo cerca y rozar sus manos no eran un simple capricho, era una necesidad ¡Una dolorosa imposibilidad! desgraciada su maldita existencia, por permitirse ir mucho más allá de lo que podía soportar, siempre fue alguien bastante inteligente, sabio y coherente pero... ¿Hace cuándo perdió tal facultad? Sin siquiera respirar contestó a la petición de su sirena y se levantó casi por inercia para acomodarse en la parte seca de la roca, pues últimamente hasta el agua parecía hacerle daño.


La luna, aclamada como la reina de los cielos se descubrió levemente y las lóbregas plumas volaron acorde al viento de la madrugada, Los cuervos abandonaron por completo la playa y ahí en completa soledad pudieron disfrutar su compañía mutua. Teniendo a su inseparable amiga brillante como única testigo, levantaron las manos, suspendiéndolas en el aire... casi pudieron rozar sus ansiosas pieles, acaloradas e impacientes.


--Lo siento tanto... Kurapika... --


 


"Ahora te puedo comprender.


Lamento haberte causado tanto dolor ¿cierto?


Si, perdona que vuelva a repetirlo


Pero es que yo tengo miedo de perderte"


 


Y las cristalinas lágrimas de la sirena dejaron de ser un mito, pues en aquel momento Kurapika no fue capaz de controlarse y llenó por completo sus mejillas de su aperlada pena. No estaba sorprendido por las palabras de Kuroro, es más, ya lo veía venir. Por sus acciones pudo notar como él se lastimaba cada vez que rozaba su piel, un fenómeno de lo más extraño y aunque en aquel momento no le tomó mayor importancia, ahora le dolía y no sabía cómo llenar tal decepción en su pecho. Sería demasiado cruel condenarlo y condenarse a una vida de solo miradas.--Eres el humano más extraño que he conocido. – limpió sus lágrimas y en ningún momento dejó caer su mano de la cercanía de su amado.


--Teniendo en cuenta que era la criatura más sociable que conozco. – Rompió la tensión.


Kuroro, tomó una de las bolsas y sacó algunos chocolates, con su típica expresión apacible miró a la luna y suspiró por milésima vez. –Hoy te contaré la vez en que visité a una extraña anciana. –


Pequeñas gotas de agua se desprendieron del extenso cielo y cayeron delicadamente en sus rostros, era realmente extraño y muy inoportuno pero el invierno estaba por venir.


--¿Alguien tiene frío? – susurró recuperando su tono jovial y divertido mientras veía como su sirena se abrazaba a sí mismo. Si que la tortura era muy cruel.


--Evidentemente. –


--¿Esto te calentará? – llevó la apetitosa barra de color marrón a sus labios.


Kurapika no pudo evitar sonrojarse al verlo, retándolo y provocándolo, era sin duda despiadado pero si aquel humano defectuoso era capaz de hacerle todo eso, entonces no tenía por qué negarse a seguirle el juego. Molesto y al mismo tiempo con una sutil sonrisa cómplice, posó sus manos muy cerca de las piernas de Kuroro, acercó su rostro haciendo que su dorada cabellera se meciera jactanciosamente y le arrebató la dulce barra de cacao de los labios con la boca, dándose el tiempo para disfrutar su acalorada respiración y su embriagador aliento. El choque de sus miradas fue mínimo, a los segundos de su victorioso cometido sus mejillas se encendieron traicioneramente y su cuerpo se movió claramente nervioso y apenado.


--B-buenas noches... -- alcanzó a decir como si se tratara de un milagro y se sumergió en las frías aguas, ahora del invierno.


Kuroro solo pudo quedarse en el mismo lugar donde su sirena le invitó, mirando sus manos, siempre tan deseosas de acariciar su más preciado tesoro...


 


"Mañana seguramente, tus sentimientos estarán muy lejos...


Sin embargo te seguiré diciendo..."


 


--Te amo... --


Susurró en cuestión de segundos, mientras sus oscuras orbes brillaban y su consciencia se desprendía por el gozo de sentirse así.


 


Sin embargo a lo lejos, se encontraban algunos visitantes no muy deseados.


--¿Viste eso? –


--¿Entonces no era una mujer?—


--¡Eso no importa, idiota! Esto es mucho mejor de lo que me imaginé—


--Tengo miedo y ¿si nos ataca como los cuervos de la otra noche? –


--Bueno, solo se trata de un pez. Si lo atrapamos nuestros problemas financieros desaparecerían –


--¿Y qué hacemos?


--Pescar... necesitamos una carnada. –


Solo unas horas más y el alba llegó por completo, esta había sido la más fría en varios años. Pequeñas gotas de agua caían del cielo y el viento nunca dejó de soplar. El mar se encontraba ligeramente sereno y el escondite a pocos metros también se veía bastante tranquilo.


--Abuela, saldré a comprar dulces. –


--Oh, Pairo está haciendo bastante frío. --


--Sólo será un momento – demandó mientras inflaba sus cachetes. --¡Lo juro! – con la postura más galante levantó la mano en señal de promesa. Sacando una sonrisa a la anciana no pudo decirle que no, después de todo ha pasado más de una semana desde aquel incidente.


Así, el infante abandonó su humilde hogar con pasos apresurados, entre algunos saltos y silbidos de canciones, le resultaba bastante nostálgico el estar nuevamente en el exterior. Curiosamente aquella mañana no había gente. --¿De verdad está haciendo tanto frío? – se preguntó mientras miraba sus manos y su aliento empezaba a tomar forma con cada palabra, dejando al descubierto pequeña nubes color blanco. Quizá si estaba helando demasiado.


--Hola, pequeño. – dos figuras desconocidas lo tomaron por sorpresa.


--¿Eh? –el mencionado se giró y los miró desconcertado. --¿quiénes son ustedes?—fue incapaz de reconocerlos una segunda vez, quizá porque cuando aquellas personas decidieron atacarlo anteriormente era de madrugada y la oscuridad no los dejaba apreciarlos y ese detalle si que resultó bastante útil para su próximo plan.


--Quieres ver algo cool. – el mayor de ellos mencionó despreocupadamente. Este, siempre con toda seguridad.


--Mmm, mi abuela dijo que volviera de inmediato a casa. –


--¡Oh! Vamos, solo será un momento – el segundo, mucho más nervioso no dejaba de mirar a los lados. –E-en verdad es genial. –


--¿Qué dices? –ambos cómplices dijeron al unísono.


Pairo continuó expectante de la actitud de aquellos hombres, pero sin duda se veía curioso de todas sus palabras. –Está bien, pero solo unos minutos. – después de todo, solo se trataba de un niño.


¡Bien! Primer paso cumplido.


Entonces ambos hombres emprendieron la caminata seguidos de los saltos llenos de emoción del infante, sosteniendo la bolsa llena de dulces, sus ojos brillaban de la emoción. Solo bastó un par de minutos para empezar a entrar a lo que era la playa de los turistas, por primera vez vacía debido al frío invierno. --¿todavía no hemos llegado?—exclamó Pairo con tono cansado.


--Solo un poco más. –


--¿Eso, se encuentra en el mar?—sacó de su bolsa algunos caramelos y los saboreó, mientras el viento soplaba y chocaba con su pequeño cuerpo. Una vez ya visible el agua empezó a sentirse algo inseguro y además preocupado... ¿Kurapika, estará bien? Pensó, estaba helando realmente y él siempre permanecía sin ropa.


 


--¿Estás muy decaído, Líder? – las oscuras plumas no dejaban de revolotear a su alrededor, juguetonas y curiosas. –De verdad que hace frío ¿No lo cree?—la parvada de aves hacían todos los intentos por comprender la extraña actitud de su líder, si bien ahora era uno de otra especie no lo abandonarían, eran muy fieles a su autoridad y sabían de antemano que era de suma confianza. Mientras que, Kuroro solo permanecía sentado, apoyando la espalda en la vieja madera y mirando hacia el horizonte. El día de hoy no tenía su oscura mirada en el mar.


"Algo me duele


Es que no puedo olvidarte


Siempre pienso en ti.


Contando cada noche


En que no te podré ver


Mi corazón de ahoga"


Y en efecto le dolía infinitamente lo sucedido anteriormente, él admirada la belleza de aquel ser pero jamás había entendido algunos sentimientos sino hasta el momento en que Kurapika se descubrió enamorado. Cuando pudo notarlo, casi sintió como su corazón se le salía del pecho. Era feliz y realmente dichoso. No era solo admiración lo que sentía por su bella sirena. Lo amaba tanto que le dolía no poder permanecer a su lado. Muchas veces se arrepentía de aquella noche de hace más de una semana. Pues al hablarle comenzó con toda esa tortura, una muy dulce tortura. Entonces también llegaba a odiar su nuevo cuerpo, le había dado el placer de acercarse a su amado pero también le otorgó la prisión de vivir en soledad.


--Mira, acaso no es ese niño llamado Pairo... -- dijo Shalnark, manteniendo su vuelo cerca de la ventana continua.


--¿Así? – incrédulo, continuó en su postura.


--Si, vaya... -- algunos cuervos también se acercaron curiosos. –Parece que no viene solo. –


 


--Creo que ya me voy a mi casa. – susurró el pequeño con bastante inseguridad, aquellos hombres le prometieron solo demorarse unos minutos y la media hora estaba por cumplirse. No quería tener problemas con los turistas y tampoco darle mucho más a su abuela. Era hora de despedirse.


--No, solo falta poco para llegar. –


--Gracias, pero no puedo... -- se dispuso a caminar en sentido contrario.


Uno de los hombres lo tomó por el brazo. –Oye ¿A dónde crees que vas? – su expresión sombría y ojos desorbitados lo asustaron en primera instancia. El agarre de su mano empezaba a hacerse más fuerte y lo estaba lastimando.


--S-señor... -- no podía disimular el terror, dejando caer la pequeña bolsa de dulces solo hacía cualquier intento de soltarse. –No puedo ir ¡Déjeme! –


--¡Ja! – dejando al descubierto su amarilla dentadura, se dirigió a su compañero. –Qué dices ¿Lo dejamos ir?—sonrió con sorna.


--Oh, vaya... pues tengo una idea compañero... -- el nerviosismo e inseguridad del segundo sujeto se esfumó en el aire. –La verdad yo ya no quiero vivir en esta miseria. –


--Estoy de acuerdo... --


Entonces, ignoró por completo los sollozos del pequeño y lo llevó a la fuerza hacia el mar, casi arrastrándolo. --¡No, espere!—y gritaba mientras no dejaba de llorar desconsoladamente --¡¿qué me va a hacer?! ¡Suélteme! –


--Grita todo lo que quieras niño, los turistas se han marchado esta mañana. – finalmente llegó a la parte central del mar y lo lanzó con total desprecio. –Y sería de mucha ayuda que continúes con ese teatro tuyo. ¿Verdad, amigo mío? –


El aleteo de las oscuras aves comenzaron a inquietarse y las penas de su líder pasaron a segundo plano.


--¡Oye, sirena! –los desagradables sujetos comenzaron con su efusivo y grotesco plan. –Tu amigo se ahoga ¡Ayúdalo! – ¿eso era todo? Los dos repulsivos sujetos pusieron en peligro la vida de un niño para llamar a su tan afamada sirena, ahora solo bastaba con esperar. Entretanto el afectado solo podía forcejear con las furiosas aguas para mantenerse en la superficie, desde su edad más tierna habitaba la gran playa pero hasta el momento ni su abuela ni nadie le habían enseñado a nadar, eso si que era un problema. --¡¡Vamos!! Se que te importa este niño ¡Sal de una buena vez! – escupió groseramente así como impaciente.


--Maldición – gritó por lo bajo y corrió tan rápido como pudo, Kuroro se mantuvo con expresión calmada pero él más que nunca sabía de lo peligroso que se estaba poniendo la situación. Pues no solo notó como esos dos hombres atentaban contra la vida de Pairo sino también la figura de Kurapika atrás de las rocas, debatiéndose entre salir o no. Era sumamente arriesgado pero no soportaría dejarlo morir. El tiempo era corto y ya no esperaría un segundo más.


Kurapika salió de su escondite y nadó tan rápido como pudo sin perder de vista a su pequeño amigo. --¡Ahí está!—gritó uno de los sujetos y se apresuró a sacar un arma de su mochila. Las piernas de Kuroro no eran tan veloces como el nado de su sirena y eso le frustraba tanto que se sentía perder la cordura de a poco. --¡Caíste! – y los disparos continuos empezaron sin cesar, por supuesto que en un principio solo fallaron ya que, aquella sirena que deseaban tan codiciosamente no era para nada negligente, pues a pesar de que cedió ante su provocación, lo hizo cuidadosamente. Kurapika nadó bajo el mar, teniendo precaución de no ser visto pero al igual que la paciencia de los hombres y la desesperación de Kuroro, había un límite. --¡Deja de disparar! – solo bastaba con esperar a que llegue hacia donde se encontraba Pairo, entonces si estaría acorralado.


Y así fue.


Kurapika emergió de las aguas y abrazó desesperadamente a su pequeño amigo, aquel ya se encontraba inconsciente, con la piel sin color por lo que empezó a pensar lo peor. Rápidamente llevó su oído al pecho del niño y con algo de alegría notó como seguía respirando. Una tanto relajado sino hasta el momento en que sintió un disparo a pocos centímetros de él --¡TE TENGO!—con la mirada perdida en su locura, sostenía el arma y disparaba continuamente. El huir debajo de la aguas con Pairo no era una opción pero también era urgente sacarlo de ahí.


--¿Líder? – ordenadas en filas y con las patas por delante se encontraban preparados.


--¡¡¡No escapes mi ninfa!!!—llevó sus dedos al gatillo.


--¡¡Ahora!! –


Un nuevo disparo se desprendió del arma de muerte y acertó muy cerca del brazo de Kurapika, aunque solo se trataba de un roce este ya empezaba a sangrar. – La siguiente es la vencida ¡¡ese fenómeno será mío!!—volvió a preparar el arma.


--Lamento decirte... -- Kuroro asomó su apuesta figura en lo más alto de las rocas. Dejando de lado su estoica expresión lo miró con horribles ojos. –Pero él ya tiene dueño—y las aves salieron de todos lados y empezaron un nuevo ataque. Con enormes garras por delante, cortaron su piel, y picoteaban hasta lo más profundo de su carne, dándole solo unos segundos de ventaja.


--¡No, eso no! – apoderado de una inerrable locura, el segundo sujeto se aventó a las aves y las golpeó haciendo uso de un vara metalizada. Muchas cayeron al suelo y las demás empezaron a verse rendidas ante tal salvajada, no había duda. El ser humano era la especie más horrenda de todas. Kuroro tampoco pasaba desapercibido aquella atroz acción.


--¡¡Retirada!!—ordenó impacientemente, jamás arriesgaría a su bando de tal forma.


--¡¡Imbécil!—soltó un disparo en su dirección, lo cual Kuroro logró esquivar con facilidad. –Tus inútiles aves no servirán de nada. –


Sus desafiantes ojos negros retaban al loco sujeto, sin saber cómo más actuar. La respiración agitada de ambos no pasaba desapercibido y tan a solo unos segundos, Kurapika logró llegar a la orilla del mar. Como estaba desde un principio, atrás de las rocas fue donde dejó el cuerpo inconsciente de Pairo, y se apresuró a salir de las aguas para socorrerlo. ¿Cómo habían llegado a esto? Bajo la preponderante figura de Kuroro se sentía seguro pero también preocupado, sus manos atestadas de quemaduras le inquietaban y más aún cuando él se encontraba solo a centímetros del agua.


 


--Y entonces cuando la misión de aquella criatura se ve interrumpida y abandona este mundo, vuelve a renacer. Mi querido nieto, tengo tanto que enseñarte. – la arrugada anciana se asomó por el gran ventanal de su hogar. –Este es solo el destino y yo, solo tengo el deber de registrarlo... Como cuervo lloraste y cómo humano... --


 


--¡¡Te tengo!!—mientras Kuroro lo protegía con su cuerpo del descolocado sujeto con el arma, pasó por alto que había un segundo, escondido en algún lugar. –Lamento decirte que no me interesa matarte primero... -- apretó el gatillo y disparó sin piedad alguna, aquella bala de plata estuvo a punto de perforar su piel si no fuera porque Kurapika lo empujó hacia la blanca arena, impulsado por su propia desesperación le causó algunas quemaduras al nivel de su abdomen. Cada centímetro donde su ninfa le tocaba se volvía rojo y empezaba a arder. Lo amaba pero también era un peligro para su vida.


--¡¿Estás bien?!—se apresuró a sacar toda su bella figura de las rocas, descuidadamente y notó terror lo que acabada de hacer. Tocarlo.--¡¡Lo siento!! – exclamó mientras las lágrimas despiadadas y traicioneras salían sin control alguno.


Un nuevo disparo rozó su rubia cabellera.


--Así que por fin decidiste salir. – como un completo demente echó a correr hacia donde se encontraba él. Kuroro aun adolorido se levantó pero fue demasiado tarde, la hiriente bala de plata aterrizó justo en la mitad de su muslo derecho, obligándolo a caer–Será mejor que te quedes donde estás, si no quieres que acabe contigo. – le dijo cuando pasó por su lado. Kurapika se arrojó al mar y nadó velozmente sin ver atrás, el mar era sin duda profundo pero no era de todo extenso, si nadaba lo suficiente se podía encontrarse con una cascada pero para su desgracia los humanos taparon su entrada con algunas rocas desde hace varios años.


--¡Líder!—las heridas aves se acercaron agobiados por el cuadro que tenían enfrente.


--¡Atrás!—bramó frenético mientras corría como más se podía permitir. Kurapika nadaba ya sin aliento y las balas no cesaban ¿cómo es que una sola arma tenía una infinidad de balas? No, no era eso, el segundo sujeto se encontraba al otro extremo de las aguas, esperando y también tratando de acertarle un disparo. Ya no había más camino, la cascada estaba a menos de un metro y las rocas obstaculizaban cualquier ruta de escape, la sirena perdió todo rastro de belleza en su rostro, solo se veía terror en su expresión y más que nada un infinito odio. En un pasado se narraba que aquellas criaturas ajenas a toda realidad se perdían sin dejar rastro en algún momento de su vida, se pensaba que era tan solo el destino o una mera coincidencia pero ahora sabía la verdad ¡Todo era su culpa! Lo que ellos lo veían como increíble y como un trofeo se llamaba realmente asesinato, no era justo, a lo largo de su vida perdió a muchos de sus amigos y familiares y ahora ¿Era su turno? Era simplemente así porque aquella impúdica especie lo decidía. Maldita sea el momento en que nació. Kurapika palpó cada roca y vió como el enorme muro se extendía hasta las profundidades de las aguas, no había escapatoria, era como una burla a su propia vida. Se negaba a entregar su vida a la especie más despreciable...


--¡Ahora si no te escaparás doncella! –


Pero no tenía otra opción.


Ambos apretaron el gatillo espontáneamente y el estruendo de dos balas dirigiéndose a quizá la única en su especie. Fue ensordecedor. Todo lo que pasaba por su mente era la imagen de aquel humano que le hizo pasar los mejores momentos de vida, aquel que se diferenciaba del resto y por supuesto aquel del que se había enamorado a pesar de ser tan imposible que hasta el último momento le dolía de tal forma que sus lágrimas salían involuntariamente. Y como un rayo de esperanza lo miró una vez más, pero no desde la lejanía ¡jamás! Aquel sujeto, Kuroro Lucifer se lanzó a las aguas y lo acogió entre sus brazos. Recibiendo ambos impactos en sus brazo derecho. Un sin número de blasfemias se escucharon a sus espaldas y Kurapika no supo entender lo que acababa de pasar, su cuerpo se encontraba aprisionándolo y su respiración era tan agitada que incluso jadeaba constantemente. Kuroro Lucifer mantenía casi todo su cuerpo lleno de moretones y aun así en medio de la incertidumbre, lo miró a los ojos y le sonrió.


--K-Kuroro...-- lo llamó aun sin salir de su estado de shock. No solo le había salvado la vida, también puso en riesgo la suya... ¡¿Cómo no podía amarlo?! --¡No! Por favor, debes salir de aquí—desesperado por el estado de su cuerpo lo empujaba torpemente. –Te estás lastimando, no lo hagas... -- lo cierto es que nada le hacía más feliz que encontrarse entre sus brazos.


 


–Y si así resulta ser el cruel destino ¿quiénes somos para juzgarla? Cuando los cuervos lloran es porque imploran una nueva oportunidad... pero ¿sabes? No siempre es el indicado –


"Comprendo que debo dejarte ir...


Me duele tanto que este sea nuestro último día


Créeme que nunca te podré olvidar"


Las armas volvieron a ponerse en pie, el infante afortunadamente no recobró la consciencia y las aves, chillaban desde la lejanía. Fueron escasos segundos pero cuando se miraron a los ojos, se perdieron por completo, las leyes del despiadado tiempo ya no existía, el peligro se esfumaba y su contacto era su más hermoso milagro que pudieron presenciar. –Los cuervos son aves muy inteligentes... ¿sabes? Kurapika. Pero si hubiera permanecido así quizá jamás me hubieras prestado atención... -- su voz grave salía con mucho esfuerzo entre permanecer abrazados y el inmenso dolor de las balas de plata en su interior.


--Tonto, no digas eso... Kuroro, por favor... aún estás a tiempo. – las lágrimas eran escasas pero nada como su mirada tan encendida como sus mejillas. Sin duda hermoso.


--De alguna manera sabía que terminaría así. – Rozó su frente con el de su sirena, esta última sintiendo el calor y ardor de su piel. –Nunca me sentí tan dichoso... gracias. –


"Pensé que siempre estaríamos juntos


Por favor, solo déjame secar esas lágrimas


Ha llegado el momento de separarnos


El habernos conocidos es lo mejor que me ha pasado"


 


Las armas de muerte detonaron una vez más, siendo el estruendo más fuerte y al mismo tiempo invisible para ellos. Kuroro no pudo soportar más aquella inmensa necesidad por tenerlo, ahora estaba entre sus brazos y su dolor crecía a cada segundo sin embargo nada como aquella sensación de aprisionar sus labios, rápida y dulcemente. –Prométeme que vivirás... y amarás tan apasionadamente como yo te amo a ti... --


"Por favor, solo recuerda


Yo nunca dejaré de quererte


Solo deseo no seguir hiriéndome


Con el pasar del tiempo, olvidarás mis palabras


Y tal vez escuches otras que no te lastimen"


--Huye, por favor--Le rogó su bella sirena con las lágrimas totalmente incontrolables. Ya era muy tarde pero el increíble encanto nunca se esfumó. –Te amo...-- susurró con un hilo de voz.


Como protector de lo más bello de este mundo, estaba cumpliendo su deber por encima de su vida. Aun así en vez de alejarse y dejar de sufrir, prefirió probar el dulce néctar de sus labios una última vez.


"Mañana seguramente tus sentimientos estarán muy lejos


Sin embargo te seguiré diciendo, TE AMO


Mañana seguramente ya no volveré a verte


Sin embargo seguiré diciendo, TE AMO"


Como en aquellas no muy lejanas noches de soledad, donde el ser más puro de la naturaleza juntaba sus manos con la inocencia transformada en persona. Jamás pudo rozar su tacto con la de él. Sin embargo se llevó algo mucho más bello. El recuerdo de su existencia y la dicha de amarlo desenfrenadamente. La inocencia de su mirada pasional y la rebeldía de su personalidad.


"Si algún día te volviera a ver


¿Podríamos caminar juntos?


Por favor, solo así yo cogería tu mano"


 


"Caminaré junto al futuro sin prometer y seguiría caminando junto al futuro en el cual, tú estás"

Notas finales:

Me eh basado en una traducción de youtube pero lástimosamente la han borrado, sin embargo es dejé la canción original.

Gracias por leer.

Nos leemos en la siguiente historia,

Kura.chan 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).