Mentía si decía que no estaba sorprendido. No creyó que HeeChul sería capaz de decirle lo que le estaba diciendo, de decirle la verdad. Estaba consciente de que pensaba que el menor le mentiría, negaría su responsabilidad y todo quedaría así. No esperaba nada de lo que escuchó.
Su corazón se oprimía al escuchar los motivos de HeeChul que no soportó más y fue al baño. No quería seguir escuchando nada más. Ya había tenido suficiente.
Empujó la puerta sin importarle si podría golpear a alguien y se encerró en un cubículo. Apoyó la cabeza y las manos en la puerta y dejó que sus lágrimas cayeran solas. El dolor en su pecho era demasiado para soportarlo y sabía que la única forma en la que podía sacarlo era en forma de lágrimas.
Con cada lágrima se odiaba por dejarla caer. Se había prometido no volver a llorar por el mayor, pero ahí estaba, sintiéndolas rodar por sus mejillas, llegar a su barbilla y caer al suelo.
Bufó dolido antes de dejar caer las manos a los costados, sin quitar la cabeza de la puerta. Debía parar, lo sabía, pero no podía. Era tanto acumulado que debía sacarlo. Pronto, los sollozos se hicieron más audibles. Dolía.
Aunque sabía que el menor no lo diría nada, aceptó ir a la cena para conocer la verdad, y se había preparado mentalmente para escucharla. Se dijo que, escuchara lo que escuchara, no lloraría. Las razones que HeeChul le diera no debían ser tan dolorosas, o doler tanto, pues el mayor ya estaba en el pasado. Pero el llanto que inundaba el lugar decía otra cosa.
Cada una de las palabras del mayor había dolido, una más que la anterior.
No podía seguir así. Simplemente no podía.
Él, en serio, pensaba que estaba haciendo feliz a HeeChul.
Apoyó de nuevo las manos en la puerta, cerrándolas en puños mientras sollozaba una vez más. Sentía una mezcla de impotencia y rabia que creyó perdida hace mucho. Y era hora de dejarla de nuevo.
Dio un último sollozo para luego tratar de recomponerse. Aun no terminaba la cena.
Se enjugó el rostro con las manos mientras trataba de controlar su respiración. Limpió su nariz con papel antes de salir y verse en el espejo. Sus ojos y su nariz estaban rojos. Sorbió su nariz, se sacó la leva siendo cuidadoso de no ponerla en algún lugar mojado, se subió las mangas de la camisa y se lavó el rostro. No podía salir en esas condiciones.
Apoyó las manos en el lavabo mientras las gotas de agua caían por su barbilla. Respiraba algo entrecortado, por lo que trató de controlarse un poco más. Miró su reflejo. No le gustaba lo que veía, y él podía acabar con ello.
Se secó y se volvió a vestir.
Él había aceptado la cena, la llevaría hasta el final.
Y si aún dolía lo soportaría.
¿Qué serían unos minutos más de dolor?
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