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Starlight por RyuStark

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Notas del fanfic:

Ninguno de los personajes me pertenece, son del fabuloso Tadatoshi Fujimaki.

La historia está inspirada en la premisa de la película “Pasajeros/Passengers”, pero sinceramente cambié muchísimas cosas y le agregué otras más para que no fuera exactamente lo mismo. Las advertencias son:

*AU de ciencia ficción.

*Personajes algo OoC.

*¡Smut!

*¡Mpreg!

*Una que otra palabra anti-sonante.

*Narrado en tercera y primera persona.

¡Espero que lo disfruten! <3

Notas del capitulo:

Starlight= Luz de estrellas.

“Muchas veces perderse, es la mejor manera de encontrarse a uno mismo”

 

I

Año: 2510

Nave Interestelar Miracles.

Destino: El mundo colonia Homeland II

Estado: Piloto Automático.

Tripulación: 258.

Pasajeros: 5,000.

Todos en estado de hibernación.

La nave Miracles, de más de diez mil metros de longitud, con forma de icosaedro y varios anillos girando a su alrededor, se encontraba atravesando a la velocidad de luz la galaxia GN-z11 en la constelación de Ursa Major, cuando inevitablemente entró en un campo de asteroides.

De inmediato su escudo frenó la mayor parte de los impactos, pero un esteroide de colosales dimensiones impactó, atravesando el escudo y rozando ligeramente uno de los costados de la nave. Al iniciar las reparaciones automáticas como mecanismo de auto preservación, accidentalmente el ordenador principal despertó a un pasajero llamado Kagami Taiga de su estado de hibernación.

Dicho accidente, sin duda, marcaría para siempre la vida de Kagami.

II

El área de hibernación en la nave asimilaba a un jardín electrónico. Con enormes bulbos de luz como árboles y a sus pies como si fueran sus raíces, se encontraban todas las cápsulas de los pasajeros a sus alrededores.

Kagami Taiga, 27 años, de Los Ángeles California. Se leía en el borde de la cápsula que comenzó a operar, primero una inyección para activar el sistema metabólico del sujeto y luego una pequeña descarga para reanimar el corazón.

El pecho de Kagami se infló, a la vez que daba una honda bocanada de aire y abría los ojos después de muchos años. Su primera sensación fue nebulosa, seguida de confusión total en cuanto la cápsula fue ligeramente levantada como queriendo ponerlo en pie.

Pasajero Liberado.

El chico de brillante cabello rojo y ojos del mismo color, parpadeaba intentando comprender qué carajo pasaba a su alrededor, cuando frente a él surgió una pantalla y el holograma de una mujer de cabello rosado.

—¡Buenos días, Kagamin! ¿Cómo te sientes? —dijo la mujer.

—Espera…¿Qué? —Fue lo primero que salió de la boca Kagami. El chico estaba algo asustado y aún no entendía que demonios pasaba ahí.

—Es perfectamente normal sentirse confundido. Acabas de pasar 100 años en animación suspendida.

—¿Hah? —Está bien. Kagami no comprendía ni dónde estaba, qué pasaba, ni porque la mujer era tan confianzuda con él.

—Está bien Kagamin. —Decía la mujer intentando calmarlo.

—Debo estar soñando carajo. — ¿Cierto?

—Kagamin.  Sólo respira, todo está bien. —Parecía casi un susurro amable mientras la cápsula comenzaba a avanzar sacando a Kagami de la sala rumbo al vestíbulo de las habitaciones.

—¿Dónde estoy? —Preguntó Kagami intentando disipar las sensaciones y la curiosidad de su mente.

—Eres un pasajero de la nave estelar Miracles. La mejor de la Compañía Akashi. Casi estamos completando el recorrido desde la tierra hasta tu nuevo hogar, el mundo colonial Homeland II.—Y mientras hablaba la mujer una secuencia de imágenes se sincronizaba en la pantalla, aportando ánimos y anhelos a Taiga.

Un mundo increíble con verde por doquier, cascadas magnificas de agua cristalina, montones de lunas de fondo y pureza en su más fino esplendor. “Un nuevo mundo, un nuevo comienzo.”

—Oh sí…—Ahora Kagami estaba sonriendo, porque sabía a qué se refería esa mujer.

Miracles ya está a punto de llegar. Y en los últimos cuatro meses disfrutarás de los mayores lujos del viaje espacial. Comida, diversión y amigos.

—Mis amigos…—No pudo evitar susurrar Taiga mientras sonreía cada vez más feliz y emocionado pero aun letalmente cansado.

—Así es Kagamin. El brazalete de identificación en tu muñeca es la llave a las maravillas del Miracles. Y ahora que has sido escaneado veo que te encuentras en perfecto estado de salud. Así que te llevaremos a tu camarote donde podrás descansar.

Después de ello, Kagami no supo ni como rayos llegó a ese pasillo blanco, estilizado e iluminado en búsqueda de su cuarto. Pero lo que sí sabía es que la cabeza lo estaba matando. “Puede experimentar algún padecimiento de post-hibernación” decía la voz robótica.

Ya en su habitación asignada, se le fueron dadas algunas recomendaciones y con ayuda de su brazalete pudo recoger su equipaje.

“Bienvenido a su camarote, su casa hasta que aterricemos. En los próximos cuatro meses se preparará para su nueva vida en Homeland II.  Conocerá a otros pasajeros, tomará clases de desarrollo de habilidades y aprenderá acerca de la vida en la colonia. Usted ha sido asignado al grupo de aprendizaje 10. Para pasajeros con habilidades culinarias y oficios manuales. Disfruta tu estadía en Miracles, una nave estelar de la Compañía Akashi.”

Blah, blah, blah. ¿Qué esa estúpida maquina nunca se callaba? Y es que aunque Taiga estaba maravillado por todo lo que pasaba, su primera reacción fue caer de lleno a su pequeña cama para dormir. Iba a necesitar una más grande por todos los cielos, después de todo era un tipo enorme. Pero ya luego recordaría hablar de ello con alguien de la tripulación.

Oh sí…no más pensamientos negativos. Porque recién empezaba la increíble vida de Taiga.

III

Primer día de escuela. Así se sentía Kagami. Decir que estaba nervioso era poco. Hoy iba a conocer a mucha gente nueva. No que le importara socializar, pero su aspecto siempre hacia que los demás se sintieran intimidados. Así que ahí estaba. Decidiendo si ponerse su mejor chaqueta o no.

—Esto es estúpido. —Le decía a su reflejo en el espejo del baño, al volverse a colocar su chaqueta de cuero rojo por quinta ocasión. —Eso es, no pasa nada. Oye…que chaqueta tan cool tienes. Luces genial galán. —Prácticamente Taiga se coqueteaba a sí mismo, todo para terminar saliendo sin la jodida chaqueta.

Una vez en su salón asignado, al entrar empezó a sonar para él una estúpida canción de fondo. Cornetas anunciando su entrada triunfal ¿Qué carajo? ¿Iban a soltar los leones en el Coliseo o qué? Kagami quería reírse de quién haya hecho la selección de música, pero en su lugar se quedó algo consternado al ver que no había absolutamente nadie en la sala, ni en las bancas metálicas, más que esa mujer holográfica de nuevo. Momoi decía la etiqueta.

 —Hola pasajeros. Por favor, tomen asientos… Bienvenidos grupo de estudio 10. Su introducción a la vida colonial… La tierra es un planeta próspero, cuna de la civilización, pero para muchos está también superpoblada, sobre estimada y supervalorada. —Escuchaba Kagami mientras se sentaba y levantaba la mano para hablar.

—Uh disculpe, creo que quizás estoy en el lugar equivoca…

—Kagamin, las preguntas al final por favor.

—¡¿Qué dijiste?! Digo uh…perdón. —Bien, quizás los modales no eran el fuerte de Kagami.

—Las colonias ofrecen una nueva alternativa…—Dios, la mujer no se callaba carajo.

—¿Dónde están los demás? —Preguntó Kagami bastante fuerte y claro, siendo totalmente ignorado por el puto holograma. —¡Disculpe! ¿Me puede decir dónde están todos? —Estaba vez esa cosa por fin lo escuchó.

—Todos estamos en la nave Miracles. —Aparte de habladora, ciega. Estás maquinas iban a matar a Kagami de un coraje.

—¡Pero soy el único aquí!

—Hay cinco mil pasajeros y 258 miembros de la tripulación.

—¿Entonces por qué estoy solo? —Preguntaba Kagami cada vez más nervioso y con un pequeño miedo latente en él.

—Todos estamos juntos en este viaje. —Finalizó la mujer señalando al público nulo.

Y justo eso fue lo que hizo que Kagami cayera en cuenta de todo. Tanto que salió disparado del lugar y comenzó a recorrer el lugar gritando en busca de ayuda. —¿Hola? ¿Hay alguien aquí? ¡¿Hola?! —Kagami estaba más y más nervioso cada vez.

Vacío. Todo estaba absolutamente vacío.

No, no, no. Esto no le podía estar pasando ¿Cierto? ¡¿Cierto?! Apenas atravesó el vestíbulo principal, otra voz robótica sonó. Era una especie de guía electrónica con varios paneles holográficos que giraban por doquier.

—Bienvenido al vestíbulo principal del Miracles. ¿En qué le puedo ayudar?

—¡Necesito hablar con una persona! Una persona de verdad. Por favor.

—¿De qué tipo? ¿Un entrenador personal? ¿Un agente de viajes? ¿Un terapeuta?

 —¡No máquina estúpida! Alguien…no sé ¡A cargo!

—El supervisor se encarga de los asuntos de los pasajeros y se encuentra en el segundo nivel.

—¡Gracias!

—¡Feliz de ayudarlo!

Kagami salió una vez más en búsqueda de esa persona, sólo para encontrar la sala del dicho supervisor totalmente vacía y sin señales de vida. ¡No! ¡No! La cabeza estaba por explotarle mientras él miedo se apoderaba a él conforme avanzaba de regreso con esa idiota máquina.

—¡¿Quién controla la maldita nave?!

—La tripulación de vuelo: El capitán, el piloto y el navegante jefe.

—¡Quiero hablar con el capitán ahora mismo!

—El capitán rara vez maneja…

—¡Jódete, es una emergencia! —Dijo con su tono más amenazante, no que le provocara algo a la maquina, pero que al final si le dijo donde encontrar al capitán.

Kagami llegó a ‘Mando’ la sala de controles, usando los elevadores gravitatorios que se desplazan por los anillos de la nave. Mierda, en ese momento ni siquiera la vista ni el lugar provocaban algo en él aparte de temor profundo y arraigado.

Ya en la sala de control logró abrir la primera puerta, pero debido a su tipo de brazalete le fue imposible entras más allá. Así que ahí estaba, golpeando la barrera y mirando a través de la ventanita dentro de la habitación donde yacían las cápsulas del capitán y la tripulación dormidos.

—Tiene que ser una puta broma. —Kagami estaba casi hiperventilando mientras caminaba hacia cualquier lugar. Iba sumido en sus pensamientos hasta que una voz más lo sacó de su trance.

—Bienvenido al observatorio.

Ahora estaba en una enorme sala con un imponente ventanal que mostraba todo el espacio. Pero lo increíble es que un holograma se activó y Kagami estaba caminando entre estrellas, planetas y constelaciones.

—¿Qué puedo mostrarle?

—Se supone que debemos aterrizar pronto. Soy el único despierto.

—No comprendo. ¿Qué puedo mostrarle? —Otra máquina estúpida pensó Kagami.

—Muéstrame Homeland II. Los hologramas comenzaron a moverse y un planeta resaltó.

Homeland II es el cuarto planeta del Sistema Rhakti.

Uh-huh, ¿Y dónde carajo estamos nosotros?

—En tránsito desde la tierra hasta Homeland II. Arribaremos en aproximadamente unos veinte años.

—¿Qué? —Kagami debió haber oído mal.

—Arribaremos a Homeland II en veinte años, tres semanas y un día.

—No, no, no…no. Espera un momento. ¿Cuánto hace que salimos de la tierra?

—Hace aproximadamente ochenta años.  

—Desperté demasiado temprano. —Se decía Kagami a sí mismo a la vez que todos sus miedos se incrementaban en potencias infinitas. Tanto que de nuevo corrió hacia el vestíbulo principal donde se encontraba esa máquina odiosa. —¿Cómo mando un mensaje a la tierra? —Demandó.

—Los mensajes interestelares se envían vía láser y son muy costosos.

—¡Púdrete idiota!

—¡Feliz de ayudarlo!

Kagami iba a destrozar esa máquina, pero primero el mensaje. Corrió hacia la pantalla asignada y comenzó a teclear tanto como pudo hasta dar con la sección de ayuda al cliente.

‘Comience el mensaje’

—Mi nombre es Kagami Taiga, soy un pasajero en el Miracles. Y creo que algo salió mal con mi cápsula y desperté antes. ¡Mucho antes! Nadie más está despierto y no sé como volverme a dormir. La cosa es…que faltan veinte años de viaje y yo…¡Carajo! ¡Necesito ayuda! ¡Y la necesito ahora! —Finalizó el mensaje.

—Mensaje enviado. —Dijo la voz del ordenador.

—¡Genial!

—El mensaje llegará a la tierra en diecinueve años.

—Espera, ¿Qué? —Dijo Taiga con voz temblorosa y los ojos cristalizados.

—Lamentamos la demora. Y el costo será de $6012 dólares.

Kagami no sabía si reírse de la estupidez o ponerse a llorar de tantas emociones y angustia martillándole la cabeza y el pecho. Esto no podía terminar así, tenía que haber algo que pudiera hacer. Así que decidió seguir explorando la nave.

Al pasar frente al bar, a primera vista no lo vio pero si más adelante. Tras la barra había un chico de cabello azul claro como el cielo y se encontraba puliendo un par de vasos. —¡Oh dios! ¡No sabes el gusto que me da ver otra cara! ¡Creí que era el único despierto!—Dijo Kagami con una sonrisa mientras llegaba frente al bartender que le sonrió diminutamente.

—¿Quién querría dormir en un día tan hermoso como este? —Dijo el hombrecillo con una mueca graciosa.

—Amigo estamos en problemas. No deberíamos estar aquí.

—No le diré a nadie, si tú no lo haces. Será nuestro pequeño secreto.

—¿Hah?

—¿Qué te sirvo? Puedo ver que eres del tipo vodka y café. ¿Puedo sugerir un White Russian?

—Uh…sí, lo que sea. —Kagami estaba por decirle que ignorara el vodka, que mejor idearan que mierda hacer para volverse a dormir, cuando vio a la ‘persona’ desplazarse. Sí, desplazarse. De la cintura para abajo no era más que metal. Taiga suspiró derrotado mientras se sentaba en un banco alto en la barra. —Eres un robot.

—Androide técnicamente. Mi nombre es Kuroko Tetsuya para servirte.

—Kagami…Kagami Taiga. —Decía el pelirrojo mientras se bebía su copa de un solo trago.

—Encantado de conocerte Kagami-kun. —Seguro que la máquina detectaba su acento japonés y de ahí los honoríficos.

—¿Cuánto sabes de esta nave Kuroko?

—Algunas cosas.

—¿Qué hago si mi puta cápsula se descompuso?

—Imposible Kagami-kun. Las cápsulas son perfectas y a prueba de fallos.

—Yo desperté antes.

—Definitivamente imposible.

—A ver listillo. ¿Cuánto falta para que lleguemos?

—Cerca de veinte años.

—¿Y cuándo se supone que despiertan los pasajeros?

—Cuatro meses antes del aterrizaje.

—¿Y entonces cómo es que estoy sentado aquí contigo, si aún faltan veinte malditos años huh? —Esta vez Kuroko pareció pensárselo, pero algo interno simplemente lo hizo negar.

—No es posible que estés aquí.

—Pues lo estoy.

IV

Aun con el paso de los días, Kagami simplemente se negaba a aceptar lo que le estaba ocurriendo. Era como una mala broma. Le gustaba pensar que en cualquier momento alguien más despertaría y le diría como ponerse a dormir. O que simplemente esto era un mal sueño.

No había manera de que fuera a pasar los próximos veinte años solo, para que cuando todos despertaran él se hubiera convertido en un anciano ¿Cierto?

Simplemente no podía pasar. Más bien, Kagami no lo permitiría.

Así que por las mañanas exploraba la nave y leía manuales del funcionamiento de la nave y las cápsulas, que sinceramente no entendía muy bien. Por las tardes comía esa asquerosa comida que le daban, que parecía más mierda que nada. Todo por no ser de la ‘clase dorada’. ¡Huh, si supieran quién era Taiga!

Bien, tal vez no tenía una cadena de restaurantes, pero poseía un lindo, pequeño y acogedor local en Los Ángeles. ¡La gente hacía filas de más de dos horas con tal de comer su deliciosa comida! ¡Hasta dos estrellas Michelin tenía y todo a su corta edad!

Kagami pudo escoger ser millonario, abrir montones de restaurantes y perder el toque hogareño. Pero no. Kagami donaba el ochenta y cinco por ciento de sus ganancias a las fundaciones que había creado para alimentar a indigentes y niños de las calles. Porque todos sin importar condición, estatus u apariencia tenían derecho a una rica comida caliente.

Kagami era feliz ayudando a los demás. Lamentablemente su rica comida ahora parecía un sueño lejano, con ese café desabrido, avena glutinosa y pedazo de piña mal cortada que le daban de desayunar en esas máquinas expendedoras. Y la comida y cena no eran mucho mejor.

Oh porque claro, el moca capuchino, el tocino, los huevos y el queso están reservados para la clase oro. ¡Que se jodan con todo y su maldito tocino que seguramente sabría terrible! Sí, eso pensaba Kagami cada vez que tenía hambre.

Finalmente por las noches Kagami iba al bar de Kuroko, dónde se embriagaba y le contaba toda su vida una y otra, y otra vez. Y como siempre el buen Kuroko lo oía impasible y amable. Todo para que al término, Kagami pudiera lamentarse, a veces llorar un poco y simplemente hundirse en su miseria sobre su horrible cama pequeña en ese estúpido camarote.

—Estoy jodido Kuroko. Completa y ridículamente jodido. —Esta vez Kagami tenía un aspecto demacrado, una barba ya bien crecida de tres meses sin afeitarse y el peor de los ánimos.

—Se positivo Kagami-kun. No hay mal que por bien no venga.

A veces Taiga quería reventarle a Kuroko en la cara todas las botellas del maldito bar. —Supongo que entonces moriré de viejo en esta nave.

—No creo que mueras en veinte años Kagami-kun. Aunque eventualmente todos vamos a morir. Incluso los androides terminan en un montón de chatarra.

—Al carajo. Y oye, soy el único cliente, ¿Por qué siempre estás puliendo vasos?

—Truco del negocio. Pone nervioso a la gente que un cantinero esté parado sin hacer nada.

—Buen punto supongo. Ahora dame un poco de sabiduría de cantinero, que estoy perdido en el espacio. —Ahora Kuroko se acercó a él con la mirada afilada.

—No estás donde quisieras estar.

—Tú lo dijiste Sherlock.

—Te sientes como si debieras estar en otro lugar. Pero digamos que puedes chasquear los dedos y estar donde quieres estar. Te aseguro que seguirías sintiéndote igual. En el lugar incorrecto. El punto es que no puedes engancharte tanto dónde prefieres estar, que olvides cómo sacar el máximo provecho de donde estés.

—¿Qué tratas de decirme?

—Kagami-kun, deja de preocuparte por lo que no puedes controlar. Vive un poco.

—Vive un poco…

Esas palabras le dieron aliento a Kagami que cambió radicalmente su actitud.

Y sí que lo intentó. ¡Lo intentó con toda su alma! Disfrutar su estadía. Lo primero fue conseguir una palanca, con la cual se abrió una suite de lujo. Adiós a ese pequeño catre.

Después, dejó de ponerle mala cara a la comida y en su lugar pedía tanta como podía. Estrenó la cancha de baloncesto y practicó sus maravillosos tiros recordando sus buenos tiempos en la preparatoria.

Por dios, se vio más de cincuenta películas en esa enorme sala de cine, que era toda para él mientras comía palomitas y tomaba soda. Y muy apenado al principio, hasta comenzó a bailar en el área de juegos. No que lo admitiera en voz alta pero fue intrigante y algo divertido.

Y lo mejor. La nave contaba con un par de trajes especiales que te permitían salir hacia el espacio exterior, por medio de un cable que te conectaba y te dejaba estar libre hasta unos cien metros de distancia. Día a día, por meses enteros Kagami se arrojaba al pleno e inmenso infinito. Hasta llegar a su primer año. Un año entero solo y perdido.

El peor año de toda su vida.

V

Hoy, como todos los días, ahí estaba Kagami de nuevo, flotando entre colosales estrellas púrpuras, galaxias azules, asteroides naranjas, nebulosas menta y luz fluorescente en el espacio oscuro. ¡En el espacio por todos los cielos! Algo que muchos jamás verían y él estaba ahí, a millones de años luz del que alguna vez fue su hogar.

El vacío dentro de Kagami era incomparable.

Simplemente no podía disfrutar nada. Ya no. Sus ojos se mojaban de recordar el amor de su familia, el cariño de sus amigos y las tiernas sonrisas que le daban esos niños y toda la gente a la que ayudó. Un día lo tuvo todo y ahora estaba totalmente solo.

¿Por qué la vida lo odiaba tanto? ¿Por qué le tuvo que pasar esto a él? ¿Por qué así?...¿Por qué? Era demasiado. Kagami llegó a su límite y una idea cruzó su mente.

Si presionaba el botón en su muñeca el cordón que ataba el traje a la nave se soltaría y él se alejaría. Eventualmente al traje se le terminaría el oxígeno. Y unos minutos después moriría congelado, seguramente ni sentiría nada. Moriría en el espacio infinito entre estrellas y luces.

Ya no estaría solo.

Cualquiera pensaría que es una exageración, que veinte años se pasarían rápido. Pero en esos veinte años iban sus sueños, anhelos, su juventud, salud y pasión por la vida. Sin mencionar la tortura mental que implica estar totalmente solo…y aun faltaban diecinueve años. Diecinueve años sin amor, sin afecto, sin vida.

Kagami se mordía los labios, mientras sentía las lágrimas calientes escurrir por su rostro. —Hazlo, hazlo cobarde, hazlo. ¡Termina con esto! —Solo tenía que presionar ese maldito botón y no más sufrimiento. Se lo repetía una y otra vez, y justo cuando estaba por hacerlo, simplemente no pudo. No pudo.

El miedo era tanto que regresó de inmediato al interior de la nave, se quitó el traje y salió corriendo atemorizado. ¡Por dios! ¿Cómo se le pudo ocurrir semejante estupidez?

Kagami corría a toda velocidad por la sala de hibernación, donde se encontraban el resto de los pasajeros dormidos rumbo a su habitación para sepultarse en su cama, de no ser porque al ir descalzo, se resbaló y se azotó contra una cápsula.

—¡Mierda! —Se había golpeado de lleno el rostro, pero olvidó su dolor al ver a la persona que yacía dentro de la cápsula contra la que se estrelló. Un hombre. Cabello azul intenso como esa nebulosa que vio más temprano y una piel preciosamente morena. Alto, fornido y con un rostro letalmente atractivo.

Kagami jamás había visto a nadie tan guapo en toda su vida. Era…perfecto. Y el estar dormido simplemente lo hacía lucir magnifico. Prohibido. Aomine Daiki, 28 años, de Tokio Japón. Se leía en la pantalla electrónica de su cápsula.

—Aomine…— Inconscientemente se le dibujó una inmensa sonrisa a Taiga en el rostro.

VI

“Buscando perfiles de pasajeros” decía la voz de la computadora, frente a la cual Taiga estaba sentado después de teclear el nombre de Aomine. Unos segundos más tarde Aomine apareció en la pantalla. Taiga recordó que al iniciar el viaje a todos les hicieron una especie de entrevista que fue video grabada.

—Soy Aomine Daiki. Pasajero 1555. Y soy un jugador de basquetbol profesional. —Daiki sonreía orgulloso y hasta algo arrogante sacándole a Taiga un bufido. Se notaba que el tipo era un egocéntrico. Pero nada con lo que Taiga no pudiera lidiar.

—¿Qué te digo? Creo ampliamente que el deporte es la grandeza del hombre. No importa cuanta tecnología haya, ni cuanta innovación, robots o esas mierdas. Nada de eso jamás podrá vencer el espíritu inalcanzable de un deportista, que se apasiona y ama lo que hace, justo como yo. —Decía Aomine esta vez con un fuego en la mirada que hizo a Taiga estremecer.

—Creo ferviente que nací para hacer historia.

—Ya lo has hecho Aomine. A tu corta edad has ganado cuatro campeonatos, montones de trofeos, roto records y dejado tu nombre marcado en el salón de la fama. Ningún deportista japonés había logrado tanto en suelos extranjeros como tú lo has hecho. —Decía la voz del entrevistador.

—Los trofeos, la fama…nada de eso importa. Debe haber algo más. Algo extraordinario allá afuera listo para mí. Mi padre solía decir, “Si vives una vida ordinaria, todo lo que tienes son experiencias ordinarias. Tienes que vivir una vida de aventura.” Así que…aquí estoy.—Concluyó parte de la entrevista Daiki con una amplia y hasta dulce sonrisa.

Era…perfecto, pensó Taiga. Sí…era perfecto para él.

Tan perfecto que Taiga comenzó a visitar la cápsula de Aomine todos los días. Se sentaba a su lado y se ponía a comer. Le platicaba cosas, le compartía experiencias, unos de sus miedos y de paso veía más de la entrevista de Aomine. Así era como si estuvieran conversando en realidad.

—¿Qué cómo viviré allá? —Decía Daiki en la entrevista. —Eso que importa, con que tenga una cama, comida, un balón y una cancha será suficiente. Aunque espero hacer un par de amigos nuevos. Mierda, ahora que lo pienso será como el primer día de escuela, espero no intimidar a nadie, sino tendré que patearles el trasero. Está bien, eso no sonó correcto. El punto es…que ya me las arreglaré.

Taiga no pudo evitar reírse a la vez que acariciaba la cápsula de Aomine. —Eres un idiota gracioso. Me agradas. —Sí…Aomine era como un rayo de luz de estrellas entre la oscuridad de la vida de Kagami en esa nave.

—¿Alguna vez viste a alguien y sentiste que fue hecho sólo para ti? —Le preguntaba Taiga a Kuroko en una de sus incontables estancias en el bar, mientras miraba la imagen de Aomine en la pantallita portátil que ahora siempre cargaba con él.

—No salgo mucho que digamos Kagami-kun.

—Él es increíble…

—¿Quién es él? —Preguntó Kuroko.

—Daiki.

—Oh…el chico durmiente.

Esa respuesta de alguna manera molestó a Taiga. Dormido, dormido. ¡Tenía que estar dormido por todos los cielos! —Sabes Kuroko, no digo que el universo es malo, pero seguro que tiene un pésimo sentido del humor.

—¿En qué sentido Kagami-kun?

—Bueno, tienes que volar a otro planeta, pero vas a pudrirte en el camino. Y encuentras al hombre perfecto. Justo enfrente de ti. Y aún así, está completamente fuera de tu alcance. Porque para cuando él despierte, yo no seré más que un viejo amargado. —Dijo Kagami antes de irse a su habitación y tirarse a la cama, sólo para volver a reproducir una de sus partes favoritas de la entrevista de Aomine.

—¿Qué si voy a extrañar Cleveland? Nah. Lo siento chicos, pero si extrañaré un lugar será Tokio. De donde soy. Pero denme hamburguesas teriyaki y una vista al puente arcoíris y seré feliz. Espera, ¿Por qué hay hamburguesas teriyaki en Homeland II cierto? Oe, más les vale tenerlas, porque si no tendrán que poner la jodida nave de regreso a la tierra.

—Oh Daiki, yo te haría todas las hamburguesas teriyaki que quisieras. Carajo, te construiría un maldito puente arcoíris con tal de verte sonreír. —Decía Taiga a la imagen mientras suspiraba, cuando de repente se le ocurrió algo. Algo muy malo. Tremendamente malo.

Despertar a Aomine.

¡Era algo terrible! Algo espantoso, irracional y muy perverso. Le arruinaría la vida ¿Qué no? ¡No! ¡No! Porque Kagami lo haría feliz. Oh sí, Kagami lo haría tan feliz que Aomine jamás se sentiría triste, ni solo, ni abandonado. Le cocinaría, lo mimaría, lo haría reír y sonreír todo el tiempo. Y seguramente Aomine le correspondería y cada noche besaría a Taiga y terminarían revolcándose en pasión. Sería ideal, maravilloso e increíble.

Así trabajaba la retorcida mente de Kagami. Había cruzado el límite hacía ya bastante. Ya no soportaba no solo estar sólo, sino no tener a Aomine. O acaso, ¿Estaba realmente mal, querer jalar a alguien al agua contigo cuando te estás ahogando? Kagami creía que no. O al menos lo justificaba como instinto de preservación.

Haría algo malo, pero de esa manera su vida sería un millón de veces mejor. Una simple decisión. Una…muy difícil decisión.

Cuando le contó su plan a Kuroko, este le dijo que era una buena idea porque le vendría bien algo de compañía. Claramente Kuroko no comprendía de raciocinio normal correcto. Así que Kagami no sabía qué hacer.

Se repetía ‘No lo hagas, no, simplemente no lo hagas, es malo, es cruel y es horrible. Por favor no lo hagas’.

Kagami lo hizo.

Un año y un mes después de estar solo, Kagami se aseó, afeitó, cortó el cabello, se puso bien presentable y finalmente despertó a Aomine cortando un pequeño cable que nadie notaria. Hizo lo mismo con su cápsula y así podría decir que tuvieron la misma falla.

Inclusive Taiga tuvo oportunidad de ver a Aomine recibiendo el mismo mensaje que él cuando despertó, antes de salir corriendo por su vida. Sentía que iba a vomitar, a desmayarse, a volverse loco. Después de ayudar a tanta gente, le acababa de destrozar la vida a alguien.

VII

Vestíbulo Principal.

Pasó un día. Y justo cuando el elevador se abrió Kagami vio lo que tanto había anhelado. Aomine se encontraba caminando del otro lado de la fuente, claramente confundido. En cuanto Daiki notó a Kagami no pudo evitar sonreír robándole una vez más el corazón a Taiga.

—Uh…hola. —Dijo Kagami algo nervioso.

—Hey tú. Carajo, por un momento creí que era el único. ¿Eres pasajero o tripulación?

—Pasajero, Kagami Taiga.

—Qué hay, soy Daiki, Aomine Daiki. ¿Sabes dónde están los demás? Está mierda pareciera estar vacía. Me sentí un idiota al llegar al grupo de estudio y ver que no había nadie. ¿Qué no se supone que la tripulación despertaría un mes antes que nosotros? No me digas que siguen dormidos los muy cabrones. —Decía Aomine con un tono juguetón inclusive dándole un codazo amistoso a Kagami.

—Nadie ha despertado. Solo yo. —Eso sin duda tomó a Aomine por sorpresa. —Solo… nosotros. —Finalizó Taiga, viendo a Daiki abrir los ojos de la impresión.

—¿Qué? ¿Y quién mierda va aterrizar la nave? ¿Qué no se supone que llegamos en unas cuantas semanas?

Taiga se mordió los labios dolorosamente y tomó a Aomine de la mano. El chico parecía sorprendido pero simplemente se dejó llevar si eso significaba respuestas. Taiga lo llevó al observatorio, donde la máquina reprodujo el mismo mensaje que él oyó. “Arribaremos a Homeland II en aproximadamente 19 años.”

—¿19 años? ¿Está cosa está jodida?

—Aomine…los otros pasajeros no se están despertando tarde. Nosotros nos despertamos antes. Algo salió mal con nuestras cápsulas. —Ahí estaba, lo dijo. La mentira más grande de su vida. Por su lado Aomine parecía no comprender del todo.

—Necesitamos ayuda. ¿Cuánto…cuánto llevas despierto? —Preguntó Aomine ahora muy nervioso.

—Un año y un mes… —El rostro de horror de Aomine parecía la peor de las pesadillas hecha realidad.

—¡No! ¡Esto…esto no puede estar pasando!

Ni siquiera terminó de hablar cuando ya estaba corriendo rumbo a la sala de hibernación con Kagami siguiéndole los pasos.

—¡Aomine!

—Solo…solo tenemos que volvernos a dormir. ¡¿Dónde está mi puta cápsula?! ¡No la encuentro!

Aomine estaba girando sobre su mismo eje buscando en todas direcciones, estaba desesperado, asustado, ansioso y casi a punto de sufrir un ataque de pánico, de no ser porque Taiga lo sujetó con toda su fuerza y lo abrazó contra su pecho.

—Estoy aquí. Aomine estoy aquí. Y lo siento…pero para poner a alguien en hibernación se requiere de un equipo especial. Ya leí todos los manuales. No hay nada que hacer.

—Debe haber una manera.

—No la hay. Ya intenté todo, lo juro. Por más de un año. No hay manera de volver a dormir, ni de despertar a los demás.

Más mentiras. Kagami lo sabía, pero tener a Aomine aferrado a él mientras temblaba era una sensación única, terrible porque Daiki estaba sufriendo. Pero maravillosa porque era él y porque se sentía tan bien el contacto físico de otro ser vivo.

—Quiero…quiero solucionar esto, pero apenas puedo mantenerme despierto Kagami. —Susurró Aomine toscamente, despegándose de Kagami y limpiándose las diminutas lágrimas de angustia que habían brotado de sus ojos.

—Está bien. Te acompaño a tu camarote.

—No…yo puedo ir solo.

—Déjame acompañarte, seguro que no tardas en caerte desmayado.

—Jódete no soy tan débil.

—Solo cierra la boca y vamos.

Aomine le gruñó pero lo dejó acompañarlo. Una vez en la puerta ambos se miraron incómodos como no sabiendo que decir.

—Más de un año…no me lo puedo ni imaginar. Debe haber sido muy difícil para ti. —Dijo Aomine.

—No tienes idea. —Aomine simplemente le dio una palmada en el pecho como reafirmándole confianza y de paso la despedida de esa noche antes de introducirse a su habitación. Después de ello Kagami regresó al bar.

—Un Martini Kuroko.

—En seguida. Luces cansado Kagami-kun, ¿Todo bien?

—Aomine está despierto.

—Felicidades por eso. —Dijo el androide con una pequeña sonrisa. —Pero no luces feliz.

—Kuroko, ¿Puedes mantener un secreto?

—Kagami-kun me ofendes, no soy solo un bartender, también todo un caballero.

—No le digas a Aomine que yo lo desperté, él cree que fue un accidente. Déjame contárselo.

—De mi boca no saldrá ni una palabra Kagami-kun.

Esa noche Taiga no pudo dormir de los nervios y sobre todo de la emoción. Aomine estaba ahí, con él. Ya no estaba solo. Mientras que Aomine sufrió una larga serie de pesadillas, esto no le podía estar pasando.

Vaya cruel destino.

VIII

Kagami vio a Aomine pasar por las mismas fases que él durante una semana. La negación rotunda, el enfado creciente, el miedo latente, el dolor emocional y finalmente la aceptación. Kagami lo vio intentar todo lo que él hizo sin ningún resultado. Prefirió no interferir y darle su tiempo. Aomine ya vendría a él. Como hoy.

‘Desayuno de clase oro’ escuchó a la maquina decir. Hoy una semana y dos días después era la primera vez que se encontraban en la cafetería. Aomine caminó con su charola y se sentó frente a Kagami. Ahí estaba, Aomine tenía los huevos con tocino, pan con mantequilla, panqueques, fruta y claro, el jodido moca capuchino.

—Al parecer eres un hombre de gustos simples. —Dijo Aomine entre burlón y curioso al ver el simple cubo de avena de Kagami junto a su vaso de café.

—Bueno, pues no soy un pasajero clase oro. —Contestó Kagami mientras sonreía fastidiado. —Parece ser que un desayuno francés está por encima de mi nivel salarial.

—¿Qué? ¿Todo este tiempo? —Decía Aomine algo sorprendido mientras se levantaba para ir a la máquina expendedora. —¿Qué te traigo?

—Nada…no te molestes. —Contestó Kagami.

—Basta, te traeré lo mismo que yo. Es más te traeré cinco diferentes.

—No te…está bien y agrégale tocino extra por favor. —¿A quién quería engañar? Kagami quería atragantarse todo ese tocino. Y sí que lo iba a hacer. Aomine le trajo varias charolas con distintos alimentos que casi ponen a Taiga a llorar y a salivar al probar el rico sabor olvidado.

—Sigo creyendo que hay algo que podemos hacer. —Decía Aomine mientras cortaba su fruta.

—No lo hay.

—¡Kagami no estás intentándolo!

—¡Ya lo intenté carajo! ¡Y por más de un año! ¡No hay nada! —Sentenció Kagami.

—Pues no me pidas que me rinda que no lo haré. Me niego a pasar diecinueve años de mi vida en un mundo de acero. ¿Todos dormirán para llegar a un mundo nuevo y yo….yo me la pasaré aquí, en esta nave envejeciendo? ¿Es que no te da miedo?

—Al principio sí. Ahora ya no. Tú…estás aquí. —Eso sorprendió un poco a Aomine.

—Kagami…¿Por qué lo hiciste? —El tono de voz y la seriedad de Aomine hicieron a Kagami entrar en un pánico abismal. ¿Lo descubrió?

—¿Hacer…hacer qué? —Cuestionó.

—Ya sabes, emigrar de la tierra. —Preguntó ya más animado Aomine, haciendo suspirar aliviado a Taiga. —Es de locos, no volver a ver a tu familia, amigos, dejar todo atrás.

 —Podría preguntarte lo mismo.

—Pero yo pregunté primero.

—Huh. Pues supongo que quería cocinar para los demás. —Aomine lo miró curioso.

—Me refiero a que en la tierra la gente transita de un lado a otro sin detenerse. Siempre comiendo comida rápida, chatarra y basura en cápsulas o cosas extrañas hechas por máquinas. Y yo odio eso. Odio que las personas no se tomen el tiempo de disfrutar su comida, un platillo casero preparado con cariño y dedicación. Quería construir un restaurante, con comida tan buena que les recordara a todos ese antiguo hogar que algún día tuvieron.  Que no se sintieran solos estando tan lejos… Supongo que ya no pasará.

—Eres un soñador Kagami…un enorme, adorable y torpe soñador con cejas raras. —Dijo Aomine con una sonrisa.

—Y tú un idiota. Uno masivo.

—Supongo que yo también soy un inmenso soñador. Eso nos hace idiotas a los dos.

Dios, Kagami quería besar a Aomine seriamente, pero claro que se contuvo. Recién se conocían. Bueno, Daiki a él.

—Así que…¿Hay algo que hacer en esta nave a parte de comer? —Preguntó Daiki mientras caminaban juntos por el vestíbulo principal.

—Pues hay una cancha de baloncesto, podríamos jugar un uno a uno si quieres. También hay una piscina, gimnasio, centro de juegos, cine, una biblioteca, el observatorio, un bar y un diminuto centro comercial.

—Mierda, suena horrible. Pero supongo que tendremos que probar todos, aunque seguramente después de un año tú ya te visitaste todos.

—Algo así, pero contigo supongo que será diferente. —Aomine le sonrió y le dio una palmada en la espalda como el agradable chico que era.

—Empecemos por un uno a uno. Pero no lloriquees si te derroto muy extremamente, mira que no suelo contenerme ni siquiera con novatos.

—Vas a tragarte cada palabra.

—¡Me gusta esa actitud Bakagami!

—¡¿A quién le dices Bakagami, tú…tú Ahomine! —Aomine soltó la carcajada más adorable del mundo, sacándole una sonrisa propia a Taiga.

—¿Ahomine huh? Es bueno lo admito. Ahora venga, a jugar.

Ese día Aomine barrió el piso con Kagami duplicando el marcador, pero no quita que el jugador profesional quedara bastante sorprendido con lo bueno que era Taiga, que al parecer era un cocinero que dejó de jugar después de la preparatoria. El chico sí que tenía fuego en la sangre y Daiki lo sentía cada vez que sus cuerpos se rozaban con agresividad en la cancha.

<Quizás no sea tan aburrido estar en esta nave después de todo, claro hasta que encuentre la manera de volver dormir. > Pensó Aomine.

IX

Aomine intentó todo cuanto pudo, pero por más que fuera el jugador del siglo, simplemente la tecnología y él eran enemigos. Después de todo era un hombre hecho a la antigua, él creía que ninguna maquina podría vencer jamás la fuerza ni ideales de un hombre.

Así que ya que no podía armar su propia nave, una nueva cápsula o algo que lo sacara de ahí. Y Kagami no era más brillante, simplemente decidió esperar. Sí, esperar. Quizás alguien de la tripulación despertaría pronto. Quizás las maquinas no habían calculado bien el tiempo y llegarían antes de darse cuenta. Quizás…un día la respuesta llegaría a él.

Así que mientras eso pasaba Aomine decidió pasar su tiempo con Kagami.

A decir verdad Aomine no era el tipo más social del mundo. Pero carajo, era eso o estar solo en esa maldita nave. En serio que no sabía cómo Kagami no se volvió loco por estar solo tanto tiempo. Eso y que Taiga era genial. Le gustaba estar con el chico.

Hacía unos días entre los dos tiraron las puertas de la cocina que permanecía cerrada y ahora Kagami podía cocinar por si mismo todos sus alimentos. Taiga tenía manos de ángel, Aomine jamás había comido nada tan rico como lo que cocinaba Kagami para él todos los días.

Aparte de eso siempre jugaban en la piscina, que era pelear como idiotas en un intento por no ahogarse el uno al otro y que siempre terminaba en risas.  También visitaban el cine frecuentemente; había una sala colosal pero se terminaban sentando juntos para arrojarse las malditas palomitas.

Y ni hablar de sus feroces uno a uno. Kagami era increíble, era uno de los mejores jugadores que Daiki había conocido en su vida. Es como si a cada segundo que pasara el chico se volviera mejor. Sin duda hacía a Aomine estremecer con cada jugada.

 Aomine también había conocido a Kuroko, que él prefería llamar Tetsu. Los dos se reían por horas del pobre androide, que claramente no le encontraba el chiste a sus torpezas, pero que siempre les sonreía y los embriagaba.

Kagami hacía sentir a Aomine tan feliz, tan lleno de vida y de mucha emoción. Es como si con el paso de las semanas la angustia se transformara en euforia pura. A Daiki le gustaba Kagami, porque aparte de ser un maravilloso cocinero y un gran jugador, Kagami era brutalmente candente.

Con esos ojos resplandecientes, rostro atractivo,  hombros amplios, pecho fornido y…¿Acaso debía mencionar ese perfecto, grande y firme trasero? Daiki quería comérselo entero. O eso pensaba mientras iba rumbo al observatorio. Vería un par de constelaciones mientras esperaba que Kagami terminara su sesión de ejercicio en el gimnasio.

Pero se llevó una enorme sorpresa al verlo en el observatorio, sentado como esperándolo con un enorme plato lleno de hamburguesas teriyaki. Y eso no era todo, sino que el mega holograma estaba proyectando el puente arcoíris de Tokio. Lo que creyó dejar a miles de años luz atrás, estaba justo a su lado junto al ángel de Kagami. ¿Cuán afortunado podía ser Daiki?

—Uh…dijiste que te gustaban las hamburguesas teriyaki y una buena vista. Así que…—Decía Kagami visiblemente apenado y ligeramente sonrojado. Aomine iba a cogérselo y a besarlo hasta que alguno perdiera la consciencia. Oh sí, ya lo había decidido.

—¿Hiciste esto para mi Taiga?

—Sí… Ahora come que se enfría. —Dijo Taiga mordiendo la suya.

Daiki simplemente se sentó a su lado muy sonriente, tomando una hamburguesa y dándole una jugosa mordida que le supo a gloria olvidada. —¡Es deliciosa!

—Me da gusto. Y uh...¿Quieres tener una cita conmigo?

Está bien, eso tomó por sorpresa a Aomine, que de inmediato sonrío. —Sutil transición Taiga. Pero sí, sí quiero tener una cita contigo. —Le dijo Aomine antes de darle un pequeño beso en los labios que hizo arder a Kagami.

—¿Qué te tomó tanto tiempo pedírmelo huh?

—Te estaba dando espacio.

—¿Espacio? Taiga por dios, el espacio me sobra en este lugar.

—Entonces, pasaré por ti a las ocho. —Mencionó Kagami apenado antes de levantarse e irse, no sin darle una preciosa sonrisa a Daiki.

Aomine estaba perdido en el espacio, con el que hasta hace poco fue un desconocido. Pero en momentos como este, es cuando más agradecía estar vivo. Tendría una cita con Kagami y si todo salía bien entre ellos, seguro que sería el mejor viaje de su vida. Creyó Daiki ilusionado.

X

Decir que Kagami estaba nervioso era poco, porque a la vez se sentía tan estúpido. Iba a tener una cita con Aomine ¡Con el chico de sus sueños! Así que después de asaltar una de las tiendas de la nave, fue por Daiki a su camarote a la hora acordada. Tocó, pero nadie respondió así que decidió entrar.

Y vaya sorpresa. Daiki le sonreía bajando las escaleras mientras se cerraba los puños de esa camisa blanca de lino, que lo hacía lucir brutalmente guapo. Todo en él exudaba erotismo y galantería que tenían a Kagami con la boca abierta. —Luces increíble Daiki.

—Gracias, tú también luces bastante guapo Taiga. —Le decía Aomine coqueto mientras pasaba su mano insinuante por el pecho de Kagami. —Fuiste de compras huh.

—Fui a asaltar la tienda, pero gracias por notarlo. —Ambos rieron antes de que Kagami tomara a Aomine de la mano y se lo llevara.

Su primera parada fue el exclusivo restaurante francés, con un ambiente en exceso ostentoso y con comida de primera, que fue traída por uno de los tantos androides-meseros. Durante la cena no hicieron más que charlar y reírse como buenos amigos, pero con esa peculiar tensión sexual entre ellos.

—La cena fue deliciosa. Seguro que te costó mucho hacer la reservación. —Bromeaba Aomine, ya que claramente todas las mesas estaban vacías.

—No tienes idea. Seguro que quieren que desocupemos pronto la mesa con tantos en espera. Mira que ya empiezan a vernos feo.

—Lo sé, está muy concurrido esta noche. —De nuevo ambos rieron a la vez que Kagami entrelazaba sus dedos con los de Daiki.

—Me encantas Daiki.

—Y tú a mi Taiga. Cuando estoy contigo…casi olvido que mi vida esta arruinada. —Soltó Aomine como un chiste, que a Kagami le caló profundo y duramente.

—Lo siento…—Fue lo único que pudo decir.

—¿Por qué? No es tu culpa. Además tú me haces feliz.

Feliz. Kagami lo hacía feliz. Eso era todo. Si Aomine lo decía era porque era verdad. Ya no podía lamentarse por el pasado pensó Kagami.

—¿Y bien? ¿Cuál es la próxima parada? ¿Me llevarás a ver las estrellas en tu cama o algo así Taiga?

—¿Ahora quién es el sutil? Y sí, si te llevaré a las estrellas literalmente. La cama puede esperar un poco más.

Una vez más salieron tomados de la mano rumbo al área donde se encontraban los trajes para salir al espacio exterior.

—Woah, ¿Es seguro? ¿No se romperá el cable o una mierda así? Mira que no quiero terminar siendo polvo si accidentalmente salgo volando y me lleva un asteroide.

—Es seguro, lo he probado muchas veces. Y no te preocupes si un asteroide te lleva, prometo ir tras de ti hasta el fin del universo o donde quiera que estemos.

—Romántico…y ridículo, justo mi tipo.

Un par de sonrisas más en compañía de roces juguetones mientras se desvestían para ponerse los trajes y finalmente llegó la hora de salir. Aomine parecía desconfiado al principio, pero en cuanto Taiga tomó su mano simplemente se dejó llevar hasta el borde de la nave.

—¿Confías en mi? —Preguntó Taiga.

—Sí…

—Vamos.

Ambos se arrojaron al infinito mismo.

Aomine no podía creerlo, estaba volando en el espacio, atravesando nebulosas de colores y viendo estrellas de luz por doquiera. Era hermoso. Y lo mejor es que estaba con Kagami. Kagami, el que lo salvó de estar solo en esa nave. Kagami el que lo hacía sonreír todos los días, le cocinaba comida rica y siempre lo mimaba. Aomine simplemente estaba tan enamorado de Kagami.

Daiki no paraba de sonreír mientras ambos se tomaban de las manos y giraban entre sonrisas en las profundidades del universo mismo. —Gracias…gracias por todo. Eres lo mejor que me ha pasado Taiga. Lo mejor. —Dijo Daiki sacándole una amplia sonrisa a Kagami, una de las más grandes en toda su vida.

—Tú también eres lo mejor que me ha pasado Daiki. Lo juro.

Sí…definitivamente tomó una buena decisión aquel día en que decidió despertar a Daiki, pensó Kagami mientras veía la luz de estrellas resplandecientes reflejarse en los ojos profundos de Aomine.

 

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XI

---Aomine D.---

No sé cómo inició, solo que apenas regresamos al interior de la nave ya me encontraba encima de Kagami. Chocándonos estúpidamente entre risas, ya que por los gruesos trajes no podíamos besarnos bien. Pero una vez que logramos quitárnoslos, salimos disparados a mi habitación para seguir con la pasión.  Apenas en un segundo ya estábamos dentro, estrellándonos contra lo primero que nos encontrábamos y jalándonos el cabello con desesperación mientras nos besábamos sin frenesí.

Ahora la lengua cremosa de Taiga se talla morbosa contra la mía, dejando que la saliva tibia al igual que la lujuria y la pasión fluyan entre ambos.

Muchos besos, tropiezos, mordidas y caricias atrevidas después, ya nos encontramos en mi cama, conmigo encima arrancándole la ropa hasta desnudarlo totalmente y luego hacer lo mismo.  Pero Kagami, como la fierecita traviesa y provocativa que es ama darme pelea, rasguñándome, enterrándome las uñas hasta en el rostro y jalándome el cabello.

Por supuesto que lejos de odiarlo, amo con furia cada peligrosa caricia. Oh Kagami, si supieras cuanto me excita esa mirada de fuego en tus ojos de rubí.

Y para su mala suerte, si hay alguien que sabe dar pelea soy yo, logrando acorralarlo al sujetarlo por las muñecas con fuerza para colocárselas por encima de la cabeza y poder besar y morder su cuello a mi antojo, doblegándolo y viéndolo estremecerse ante mi agarre.

—¿Temblando tan rápido Taiga? —Se lo digo al oído con mi voz más ronca y pesada, viéndolo sisear y temblar bajo mío.

—Daiki date prisa…lo necesito.

Kagami es un experto en hacerse desear, pero supongo que después de tanto tiempo sin sentir la adrenalina recorriéndole la sangre y la pasión saturándole el cuerpo, simplemente no puede resistirse. Me necesita. Necesita que me lo coja duro, rico y profundo, tanto y tan mal que no puede soportarlo.

—Daiki…vamos, házmelo. — Kagami me lo exige con veneno a la vez que me mira con esos ojos perdidos y lascivos, invitándome a caer en el abismo del placer. Inclusive abriendo sus piernas y tallándose obsceno y sin pudor contra mí para provocarme.

¡Carajo! Si Kagami quiere coger voy a dárselo como nunca en su vida.

Por lo que sonrío complacido ante la insistencia, llevando una de mis manos hasta meterla entre sus piernas, introduciendo un par de dedos en su mojado interior. Al instante Taiga se retuerce, jadeando caliente y feliz por sentir mis dedos moverse y abrirse dentro de él, mientras yo me muerdo los labios intentando describir lo bien que se siente.

Está sumamente estrecho y ardiente, pero lo mejor es que se encuentra empapado en rendición obscena y deliciosa.

—Así…más, métemelos más. Daiki más. —Suspira Taiga entre dientes para mí, sin poder dejar de sonreír como el tipo sucio, retorcido y depravado que es a punto de recibir su sobredosis de placer.

Me encanta, no mentiré, empujar mis dedos hasta los malditos nudillos, tocando su límite y viéndolo gemir y arquear la espalda mientras él sólo me toma por la muñeca para ayudarme a meterme aun más en él.

—Vaya pervertido Taiga, ¿Qué pasa? ¿Necesitas más?

—Más…mucho, mucho más. Cógeme.

Su tono travieso no hace más que mandarme una descarga de calor directo a la entrepierna. Mierda, estoy duro como una roca y si no me lo follo ahora mismo seguramente perderé la puta cabeza. Por lo que aun a maldiciones de él logro sacar mis dedos, para abrirle mejor las piernas y por fin llevar mi gruesa punta hasta su lindo, hinchado y rosado agujero, empujando apenas un poco y sintiendo como de inmediato me succiona deliciosamente.

—Dai…Daiki. Más.

Ambos gruñimos y jadeamos conforme yo continúo adentrándome hasta llenarlo totalmente.

—Sí…sí, carajo sí…Justo así. Enorme y grueso.

El coqueto de Kagami sonríe descarado, retorciéndose y agarrándose de mis muñecas mientras yo lo sujeto por la cintura con demasiada rudeza, tanta que las marcas de mis dedos se le notarán por días. Y sé que no debería ser muy rudo, pero de sólo ver esa mueca obscena y cínica en su rostro sé que le encanta cruel y duro y pienso dárselo justo así.

Lo embisto, saliendo casi entero, solo para volver a enterrarme en él una y otra y otra vez. Sin descanso, sin pausas, sin sentido, como un par de animales que recién han descubierto el sexo y el placer. Kagami me eleva el ego gritando mi nombre sin parar, mientras estruja las sábanas que se ven humedecidas por el sudor plúmbeo de su cuerpo vehemente.

—Dentro de ti se siente tan rico Taiga. —Se lo digo extasiado y dándole una buena y ardiente palmada en un muslo, escuchándolo gemir.

—Dai…Daiki más, más duro. No es suficiente.

Taiga me lo dice desesperado, ansioso y enloquecido porque sabe que ninguno tendrá suficiente jamás. Y carajo, me lo follo sintiendo su interior húmedo abrirse cada vez más para mi hasta quedar bien suelto y escurriendo. Kagami apenas si puede respirar, corriéndose entre lágrimas y pequeños hilos de saliva que escurren desde sus labios y que no logra contener, brindándome un placer inimaginable por esa imagen turbia y desecha de él.

Y aunque la iluminación es casi nula, puedo ver claramente su cuerpo temblar entre cada estocada mientras suplica por más. —Eso es…dime cómo te gusta Taiga.

—Daiki sí…así, así me encanta. No pares, no maldita sea pares.

Sus palabras corridas son apenas balbuceos entre cortados y exigentes que me arrastran al límite.

—Carajo estás demasiado duro y caliente. Córrete en mí. Vamos, sabes que quieres.

Ambos nos sonreímos mientras yo me inclino para besarlo. Pero más que besos son mordidas salvajes que él me da, como si fuera un animal aprisionado por sus propios instintos. Kagami me rasguña la espalda hasta rasgarme la piel y dejarme perdido por él.

Así que en cuanto él termina por segunda ocasión, sé que mi final está cerca. Pero aun no es suficiente. Tanto que lo penetro asegurándome de recargar mi peso en cada estocada, mirándolo llorar y vibrar.

El aire está viciado con ese turbio aroma a sexo, más el de su obsceno cuerpo complacido que pareciera soltar una erótica esencia que me invita a seguir. Por lo que me inclino para enterrar mi nariz en su cuello, abrazarlo con rudeza y aumentar el ritmo; sintiendo mi placer desbordarse hasta que finalmente es demasiado. Me corro dentro de Kagami entre escalofríos y espasmos, sintiendo mi cuerpo convulsionar y explotar en ráfagas de luz y calor.

—Daiki…Daiki te amo muchísimo.

—También…también te amo Taiga. —Cuanto lo hago. Lo abrazo y él a mí, ambos agotados, jadeantes y escurriendo en sudor caliente, pero sobre todo muy enamorados y satisfechos. Sí, definitivamente Taiga es lo mejor que me ha pasado en la vida. Y así sean diecinueve años o mil, estaré encantado de pasarlos con él.

XII

Hoy cumplo despierto un año, no es que lo esté contando, pero Taiga me lo recordó por la mañana. Y sinceramente estoy bastante feliz. Demasiado feliz diría yo. Jamás pensé que el despertar a mitad de un viaje intergaláctico pudiera ser así de genial. Y sinceramente no creo que lo fuera de no ser porque Taiga está conmigo.

No hacemos más que disfrutar cada día juntos, digo cada quien se toma su tiempo haciendo lo que queremos, pero sinceramente no la pasamos encima del otro la mayoría del tiempo besándonos, abrazándonos y por supuesto teniendo sexo.

Mierda, creo que hemos follado en cada lugar y superficie habida y por haber en esta nave. Bueno, casi en todas partes, Taiga aun no se anima a hacer el maratón de todas las habitaciones, pero sé que estoy muy cerca de convencerlo. ¡Oh sí!

Y hablando del chico de mis sueños, lo miro entrar a nuestra habitación limpiándose la boca y con una cara nauseabunda. —¿Pasa algo? Luces horrible Bakagami.

—Es que quiero parecerme a ti imbécil. Eso y que me cayó mal comer tantas palomitas.

—Y que lo digas, comerse tres kilos de un sentón no es muy brillante que digamos.

—¡No fueron tres kilos idiota, solo uh…tres botes…pequeños!

—¿Pequeños? Eran como tamaño camión.

—Jódete Daiki.

Me rio viéndolo tirarse a mi lado boca abajo, por lo que no dudo en frotarle la espalda y acercarme para besarle la frente ahora que ha girado su rostro para verme. —Te amo cejas raras. —Al instante Kagami me sonríe angelical.

—También te amo. Nunca lo olvides Daiki.

—No te pongas sentimental llorón. —Mi novio frunce el ceño, sin embargo sonríe y se incorpora un poco recargándose en sus codos.

—¿Irás al gimnasio?

—Así es, ¿Vienes?

—Nah, me dormiré una hora. Pero… ¿Qué tal si cuando termines, te das una ducha y luego me encuentras en el restaurante de sushi para una cita? Claro y si te portas bien durante la cena, yo podría hacer algo por ti. —Kagami me lo dice coqueto mientras me acaricia el brazo, sacándome una amplia sonrisa.

—Ahora estás hablando en serio Taiga. Bien, dalo por hecho. Duerme, que lo necesitaras. —Así que un beso final y yo termino yéndome.

Como siempre hago una buena rutina mientras canto mis canciones favoritas a todo pulmón. Supongo que ventajas de tener el gimnasio solo para mí. Una hora y media después me doy una ducha y finalmente voy al lugar acordado topándome con Taiga en el camino.

—¿Qué vas a pedir? ¿Tu favorito de salmón? —Le pregunto, viéndolo hacerse el pensativo aunque sabe que al final pedirá lo mismo de siempre.

—No lo sé…bueno.

Ruedo los ojos y sin más le ordenamos al estúpido androide que se va y regresa unos minutos después con varios platos. —Luce delicioso. —De inmediato tomo mis palillos y me meto un par de piezas a la boca, a la vez que miro a Taiga que tiene una cara de asco intenso. —¿Qué? ¿No te gustó? Prueba el mío entonces. —Intento acercarle uno con un poco de pulpo, viéndolo casi ponerse verde mientras le llega una arcada profunda.

Así que lo próximo que sé es que estoy solo en la mesa porque Taiga ha salido disparado al baño. Ugh, le he dicho que no coma tanto, supongo que tendré que regañarlo. Al regresar puedo ver que no luce mejor. —¿Quieres ir a otro lado?

—Lo siento Daiki, no sé qué me pasa. Pero no quiero arruinar nuestra cita, ¿Vamos con Kuroko?

—No creo que beber sea muy inteligente.

—Solo me tomaré un té, pero hay que ir ¿Sí? No soporto el olor del pescado.

—Bien. —Me atraganto todo lo que puedo y salgo corriendo tras él que ya se ha adelantado. Ya con Tetsu simplemente pedimos un par de bebidas y nos dedicamos a reímos de tonterías como siempre.

—Estoy muy feliz por ustedes, Aomine-kun, Kagami-kun, lucen realmente bien juntos.

—¡Claro que lo hacemos! Aunque Ahomine siempre me moleste.

—Te encanta tigre. ¿No crees qué somos la pareja perfecta Tetsu? Nos amamos, sabemos todo el uno del otro y además no nos tenemos absolutamente ningún secreto entre nosotros. —Digo decidido.

—¿Ah sí? —Tetsu parece preguntárselo más a Kagami, que le sonríe feliz y asiente antes de tomarme de la mano.

—Sabes Daiki, hay algo que uh…quiero preguntarte.

Lo miro curioso, ya que está nervioso y con las mejillas ardientes.

—Sé que parece una locura y que en realidad no tenemos mucho de conocernos, pero lo que sí sé es que te amo y siempre lo haré. Me haces muy feliz, y quiero estar contigo eternamente. Daiki, ¿Te gustaría…?

Más Taiga no termina, que antes de darse cuenta se vuelve a poner verde y sale corriendo al baño. —¿Crees que se me iba a proponer Tetsu? ¡Oh carajo! Espero que sí, mierda le diré que sí. —Le digo al androide que me sonríe mientras pule un par de vasos, deteniéndose para sonreírme.

—Sabes Aomine-kun, recuerdo este día hace un año. Kagami-kun estaba tan ansioso y feliz por conocerte.

—¿Qué? —Le pregunto con una sonrisa como no comprendiendo. —¿Cómo podría haber estado ansioso?

—Él se pasó más de un mes decidiendo si te despertaba o no. No podía parar de hablar de ti.

Me quedo estático, sintiendo un terrible nudo crearse en mi estómago y otro más en mi garganta. —¿Kagami me despertó? —Se lo pregunto lastimado y aun incrédulo. No…él no…no lo haría.

—Sí, dice que fue la decisión más difícil de su vida, pero veo que ha funcionado muy bien.

La sonrisa que me da Tetsu hace que cualquier sentimiento que tengo se convierta en rabia pura. Kagami…Kagami me arruinó la vida. Todo dentro de mí tiembla colérico por las mentiras. Tanto que siento mis ojos humedecerse mientras aprieto los puños y justamente lo veo regresar con una sonrisa que se le borra en cuanto ve mi expresión.

—¿Daiki? ¿Qué pasa?

—¿Kagami tu me despertaste?  —Al ver como su mirada se llena de horror, para luego enfocar a Tetsu que nos sonríe como si nada comprendo que es verdad. —¡¿Tú lo hiciste?! —Se lo grito demandante.

—Sí lo hice.

Me lo dice con los ojos llorosos, pero estoy tan lleno de rabia y enojo, que no puedo más que levantarme para empujarlo. —¿Cómo…cómo pudiste hacerlo?

—Intente no hacerlo.

El pánico me ataca de maneras que no conocía posibles, haciéndome mirar rojizo y a veces borroso mientras siento mi cuerpo temblar tanto que no tardo en caerme de boca. Necesito…necesito salir de esta nave. Necesito volver a dormir.

—Daiki por favor, te amo…lo siento tanto.

Aparto a Taiga que intentaba tocarme bruscamente, viendo su expresión lastimera. —¡Aléjate de mí maldito mentiroso! ¡Monstruo! —Salgo corriendo a pasos torpes, estrellándome contra las paredes por el exceso de emociones hasta llegar a mi antigua habitación, donde comienzo a tirar, destrozar y a golpear todo a mi paso.

Kagami me mintió en la cara, me arruinó, me condenó a perder diecinueve años de mi vida en esta maldita nave.  Destruyó mis sueños y mis anhelos como hombre y deportista. Y sobre todo me rompió el corazón.

Lo odio, lo odio, lo odio tanto. Odio estar con él en esta puta nave, odio estar despierto, odio mi vida en este momento.

XIII

Han pasado casi cuatro meses desde que me enteré que Kagami me despertó. Aunque ya no estoy furioso como el primer día sigo molesto con él. Kagami por su lado ha intentado hablar conmigo repetidas veces, pero apenas escucho su voz o lo miro salgo huyendo. Aun no quiero enfrentarlo.

Ya sabía yo que era demasiado bueno para ser verdad. El enamorarme de alguien tan bueno, amable y de buen corazón, claro, todo a base de engaños.

Hoy como todos los días miro que me dejó mi desayuno en una mesa del comedor, él no está, seguramente comió en la cocina o en su habitación. Aunque ahora que lo pienso estás últimas veces que por casualidad nos hemos encontrado he notado que luce algo enfermo.

¡Basta Daiki! No te preocupes por ese bastardo. Se merece lo que sea que le esté pasando. ¡Carajo! Hasta el hambre se me quitó y aunque sé que beber no es lo idea, voy rumbo al bar de Tetsu encontrándome justamente con Taiga. Está sentado en un banco alto en la barra y se encuentra recargado contra ella como agotado mientras se bebe un vaso de ¿Leche?

En cuanto me mira sus ojos se abren de la impresión, pero parece comprender.

—Lo siento, no sabía que vendrías. —Se levanta algo tembloroso y acomodándose la enorme camiseta holgada que trae antes de pasar a mi lado. De nuevo no luce del todo bien. Tiene ojeras marcadas y está algo pálido.

No importa, no importa, nada de él debe importarte. Simplemente me siento en la barra recibiendo un vaso con una buena cantidad de bourbon. —¿Se me ve en la cara que lo necesito huh? —Tetsu asiente mientras toma el vaso de Taiga seguramente para lavarlo. —¿Qué mierda es eso? ¿Leche?

—Así es, Kagami-kun dijo que dejaría de beber y que en su lugar debía nutrir su cuerpo.

—¿Qué? ¿Pues tan enfermo está? —Esa última pregunta en voz alta es para mí. Ignóralo, ignóralo. Daiki no debe importarte…¿Cierto? Mierda, no puedo, estoy demasiado preocupado por él. Tanto que ya estoy fuera del bar buscándolo y claro que lo encuentro. —¡Kagami! —Mi ex novio que se encontraba arrodillado como intentando levantarse con ayuda de la pared me voltea a ver.

—Daiki…

—¿Qué tienes? ¿Qué te pasa?

—Nada, solo…me mareé un poco.

Lo ayudo a levantarse, sintiendo como de inmediato se aferra a mí dejando que lo lleve hasta su habitación. No lo pienses mucho Daiki. Solo lo estás ayudando. Es todo. Iré a buscarle algo de medicina, si eso haré.

Así que una vez que lo dejo en su cama estoy por salir rumbo a la enfermería, sintiendo como me sujeta por la camiseta haciendo que lo mire.

—No te vayas…Daiki no te vayas. Por favor…por favor.

Al ver esos ojos cristalizados y ese rostro suplicante, no puedo más que suspirar y sentarme a su lado. Porque a pesar de todo me duele verlo así. Puede que me haya mentido y hecho daño, pero ni eso justifica que lo trate mal. Kagami al ver que me quedo con él, se incorpora para abrazarme como puede y comenzar a llorar en mi hombro.

—Daiki lo siento. Lo que hice no tiene justificación. Es solo que estuve muy solo por mucho tiempo. Sentía que estaba desapareciendo. La noche que te vi por primera vez, estaba listo para… Tú salvaste mi vida. Y sé que no hay excusa para lo que hice. Pero vi todos tus juegos,  luego me enamoré de tu voz y de la forma en que funciona tu mente. Me enamoré de ti. Y de repente es como si no hubiera estado más atrapado. Mi vida inútil de repente tenía sentido. Y me gustaría poder enmendarlo pero no puedo. Daiki por favor no quiero perderte. Eres lo mejor que me ha pasado no solo en esta nave, sino en la vida.

Taiga se separa sorbiéndose la nariz y mirándome como nunca antes, con miedo, pero también con mucha determinación. Y aunque bien podría gritarle que no me importa, que lo odio y me arruinó. La verdad es que lo extraño y lo quiero, lo quiero tanto que me aterra más la idea de pasar dieciocho años sin él, que veinte o treinta jugando en un nuevo mundo. Uno donde él no esté conmigo.

—Lo jodiste Taiga. Me mentiste.

—Lo sé…

Ambos nos miramos fijo hasta que yo suspiro derrotado. —No puedo decirte que te comprendo exactamente, porque no sé lo que pasaste durante ese año estando solo. Pero lo que sí sé es todo lo que me diste durante el año que pasamos juntos. Te perdono Taiga, de corazón lo hago. Ahora perdónate a ti mismo, que sino la culpa te va a matar y sinceramente no pienso pasar los próximos dieciocho años con tu feo cadáver. —Taiga se ríe un poco aun entre lágrimas que se limpia.

—¿En serio me perdonas?

—Lo juro. Pero no más mentiras jamás.

—Te lo prometo por mi vida.

Kagami me sonríe muy feliz y nuevamente me abraza, pero la diferencia es que esta vez le correspondo con efusividad. Necesitaba esto. Lo necesitaba a él. Suspiro más tranquilo mientras me embriago con su aroma y le froto la espalda. Pero hay algo extraño. —¿Taiga?

—¿Sí?

—Uh, tu vientre está algo…grande. —De inmediato me despega y estoy listo para recibir un puñetazo o algo así por haberle dicho gordo en pocas palabras, pero en lugar de eso se ha puesto mortalmente nervioso. —Oye lo siento, no quise decir que pareces una pelota ni nada…espera, eso no sonó bien.

—¡¿A quién le dices pelota estúpido?! ¡Eres un…ugh! Y mi vientre está grande porque…porque ¡Porque estoy embarazado!

—¡¿Qué estás qué?! —Grito impactado.

—¡Embarazado tu grandísimo tonto! Nos la pasábamos encima del otro, en serio no esperabas que no sucediera nada ¿O sí? Te lo dije, te dije que era esa clase de chico, pero seguramente no me prestaste atención como siempre, además que nunca te gustó usar protección. Solo era cuestión de tiempo que pasara…¿Y por qué pones esa cara? ¿Daiki? Uh…supongo que no lo quieres.

Ni siquiera lo dejo ponerse triste al írmele encima para abrazarlo. —Kagami…oh cielos, Kagami. Claro que lo quiero. De hecho pensaba proponértelo antes de…bueno que se jodiera todo. ¿Cuánto tiempo tienes?

—¿En serio?... Casi cinco meses. —Dice apenado.

—¿Qué? ¡¿Y por qué no me lo dijiste antes?!  

—Me enteré un mes después de que terminamos. Y luego supuse que ya que no querrías verme, pues tampoco querrías saber del bebé.

—¡Tú Bakagami! ¡¿Qué hare contigo torpe?! —Kagami frunce el ceño, sin embargo no tarda en sonreírme adorable antes de abrazarme nuevamente.

—Ámame Daiki, es lo único que necesito. A ti para siempre. Y al bebé claro.

—Eso dalo por hecho Taiga.

 

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XIV

El tiempo siguió avanzando impasible aun en el espacio, con Kagami siguiendo su embarazo ya con mejor salud, y con Aomine perdidamente enamorado de él, ahora cuidándolo y haciendo crecer su amor de nuevo, pero sobre todo disfrutando cada día al tenerse el uno al otro. Pero hoy no era un día común. Hoy Taiga descubrió algo demasiado importante.

—¿Qué pasa Taiga? ¿Para que venimos a la enfermería? ¡No me digas que ya va a nacer el bebé! ¡Espera, no te alteres! ¡Mierda, necesitamos agua caliente y toallas! ¡Taiga tranquilo! ¡Yo me hago cargo! —Decía Aomine histérico mientras daba vueltas sobre su propio eje como buscando que hacer.

—Tú cálmate tonto, casi te da un ataque y no, aun no es hora. Te traje porque leí un manual y apreté un par de botones y descubrí que esta cápsula que sueles ocupar para ocultarte de mí cuando haces una estupidez, de hecho sirve para hibernar. Tiene una función que detiene el sistema metabólico justo como la cápsula que yo averíe. Daiki podrías usarla, quedarte dormido en ella. Despertarías en Homeland II, para ser el mejor jugador en un nuevo mundo y…

Aomine estaba en exceso sorprendido. Podía volver a dormir. Aun podría salvar su carrera de deportista. Aún podría conocer un mundo nuevo con los ojos de un joven. Pero la cosa es que ya no quería hacerlo. Aomine ya no necesitaba ser el mejor jugador de diversos mundos. Porque Aomine encontró justo lo que estuvo buscando toda su vida en esa nave. Encontró a Kagami. Taiga era esa vida de aventura que siempre anheló. Por lo que sonrió y le revolvió el cabello a su embarazado novio.

—¿Qué cosas dices Bakagami? Dormir es para perdedores, lo mío es estar aquí, contigo, perdidos en el espacio. Eso y que te haré como quince hijos carajo. Cuando todos despierten  ¡Sorpresa, armamos nuestro propio equipo de baloncesto y hasta con reserva!  —Decía Aomine demasiado feliz, bromista y hasta eufórico.

Taiga no puedo evitar sonreír con el alma, a la vez que sentía sus ojos mojarse mientras se sacaba el anillo que siempre colgaba del collar de su cuello, para ponérselo a Daiki en el dedo anular.

—Era de mamá. Es mi posesión más preciada y quiero que lo tengas porque me gustaría que te casaras conmigo. ¿Qué dices Daiki? ¿Tú, yo, estrellas, planetas y asteroides por siempre?

Aomine miró enternecido a Kagami antes de besarlo sellando una promesa intergaláctica y sobre todo eterna.

—¡¿Qué te tomó tanto pedírmelo?! ¡Claro que sí quiero!

XV

¿Qué son veinte años cuando los pasas junto a tu persona favorita? O quizás sería más apropiado decir…personas favoritas. Nada, no eran más que un hermoso parpadeo. Era un regalo de la vida. Un sueño. Una maravillosa realidad. Así pensaba Kagami cada día que pasaba en esa nave junto a Aomine y sus hijos.

Porque así como el tiempo avanzó, también lo hizo su amor, su familia y hasta su vida. Todo inició porque Daiki insistía en que, ya que vivirían ahí, tendrían que hacer de esa nave su hogar. Así que como pudo trajo de las colosales bodegas de la nave que contenían sin fin de artefactos, materiales, especímenes y demás de la tierra, todo lo que se le ocurrió que le serviría para hacer su estancia más placentera.

Así que para cuando Kagami ya estaba embarazado por segunda ocasión Aomine le construyó una bonita casita de madera, luego frente a ella llenó de pasto y sembró todas las muestras de árboles y plantas creando un inmenso jardín en el vestíbulo principal. Lentamente todo lo que alguna vez fue gris metálico, ahora era verde y colorido; con enredaderas y flores cayendo de todos los diversos pisos.

Aomine hasta soltó algunas especies de conejitos, mariposas y aves que se adaptaron a la nueva naturaleza como ellos. Ya no vivían en una nave. Ahora vivían en un bosque casi encantado. Bueno, así le gusta romantizarlo a Aomine que simplemente no tenía suficiente, porque así como iba sembrando flores, también…se encargaba de ampliar la familia.

Kagami le dio a Aomine los mejores años de su vida. Oh sí. Los mejores.  Porque aunque a veces peleaba con él, siempre volvía a sus brazos. Kagami era su hogar. Su luz de estrellas. Su todo.

---18 años después---

—¡Papá, dile al chiflado de tu marido que se ponga ropa!

‘Otra vez lo mismo’ pensaba Taiga al oír a su hijo mayor quejarse de su padre, mientras doblaba ropa y veía a Daiki bostezar solo en calzoncillos, brincando un riachuelito artificial que tenían y cargando a su hijo más chico de seis años.

—Cierra la boca adolescente rebelde. Sé que me tienes envidia, pero si la vida quiere quizás en un futuro te parezcas a mí. —Decía Daiki burlón, haciendo a sus otros cuatro hijos reírse mientras el más grande y Daiki se desafiaban con la mirada.

—Aun recuerdo cuando eras un bebé, eras tan lindo y…gordo.

—¡Papá, otra vez me está recordando que era un bebé gordo!

—Basta los dos. Y si eras un bebé gordo, pero eras adorable a comparación de tu feo padre.

—¿Oíste eso viejo?

—¿Viejo? ¡Ya quisieran todos lucir tan candentes como yo a mi edad! Soy prácticamente un adolescente, y si no me crees pregúntale a tu papá lo que hacemos todas las noches. ¿O no Taiga? —Exageraba Aomine muy orgulloso y ganándose una mirada fulminante de su esposo.

—¡Agh! ¡Totalmente innecesario! ¡Gracias por el trauma!

Todos se reían divertidos, cuando de repente una musiquita extraña comenzó a sonar llamando su atención. “Tripulación bienvenida” Y justo en ese momento se abrieron las puertas de los ascensores dejando salir a todo el personal.

<Oh, así que por eso había sonado una musiquita extraña ayer, indicando que el personal despertó y ahora ya están listos para la acción> Pensaba Aomine.

—¡Olvide que hoy era el día! —Gritó Kagami con todas las miradas clavadas en él.

—¿Qué le hicieron a mi nave? —Preguntaba incrédulo el que al parecer era el capitán, un tipo pequeño y pelirrojo, al ver todo el vestíbulo principal convertido en un bosque.

—Bueno, esto es incómodo. Taiga tenemos visitas. —Mencionaba Aomine aun en calzoncillos, haciendo al capitán levantar una ceja.

—¿Puedo preguntar qué les pasó?

—Yo te diré que nos pasó… —empezó Aomine muy sonriente mientras se acercaba a abrazar a Taiga por los hombros y sus hijos llegaban con ellos. —Sucedieron muchas cosas mientras ustedes dormían, pero un amigo nos dijo que no puedes engancharte pensando dónde preferirías estar, que olvides cómo sacar el máximo provecho de donde estás. Nos perdimos por el camino, pero nos encontramos el uno al otro e hicimos una vida. Una hermosa vida juntos. Ahora, ¡¿Quién está listo para patear traseros en un nuevo mundo?!

Notas finales:

Oh dios. Este fic me costó media vida ¡Las adaptaciones son peligrosas! Me tarde muchísimo en hacerlo y se me prolongó infinitamente. Lamento si pareció apresurado al final, pero es lo mejor que se me ocurrió.  Por otro lado agregué el Mpreg, porque según yo con eso se cambiaba toda la historia, aparte del tiempo transcurrido claro. Aomine también es algo condescendiente, pero digamos que es todo un amor con corazón de chocolate derretido.

En fin, espero que les haya gustado. Y les mando a todos mucho cariño y montones de abrazos. ¡Nos vemos! <3


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