Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Paro de emergencia por Shinjimasu

[Reviews - 14]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Hola! Ha pasado un tiempo ¿No es así?

Me alegra muhco estar de nuevo con ustedes y ahora les traigo un fic que terminé hace ya un tiempo, pero no pude publicar hasta ahora ¡Espero sea de su agrado!

Los rayos de sol en el atardecer que entraban por la ventana le daban un ambiente diferente a la habitación. Sus manos tocando mi cuerpo, era como si tocaran algo realmente bello, tanto que me conmovió hasta las lágrimas. Quise cubrir mi rostro para que no me mirara, era muy vergonzoso puesto que ambos podíamos vernos completamente, pero él tomó mi mano y la sujetó contra la almohada a un lado de mi rostro. No quería que me viera, pero yo sí deseaba mirarlo.

Esa expresión en sus ojos me hizo estremecer.

Entonces se movió, obligándome a cerrar mis ojos. La sensación fue extraña, pero no me desagradó: haber jugado con mis dedos cuando me masturbaba sí había servido de algo después de todo. Lo sentí entrando más profundo en mí, rozando cada parte de mi cavidad mientras me obligaba a contraerme pausadamente. Me atreví a mirar mi cuerpo; estaba sudado y un poco más abajo, mi vergonzosa erección. De mi punta brotaba líquido pre seminal que caía sobre mi abdomen y, si miraba un poco más allá, podía notar la base del miembro de Shingo unido a mi cuerpo. En ese momento él se inclinó hacia mi rostro.

-Me acabas de apretar con fuerza- susurró a mi oído -¿Te excitaste solo con ver?-

No quise responderle.

Me sonrió y besó mi mejilla antes de empezar a moverse. Un vergonzoso gemido brotó de mi garganta y me hizo sollozar. La presión se sentía muy bien. Me miró y sonrió de una manera en la que nadie lo había hecho. Me hizo sentir seguro y… amado.

Desde la posición en la que estaba podía ver lo que rodeaba su habitación. Estábamos recostados en un sillón pegado a la pared justo a la altura de la ventana. Podía ver parte de los techos de los edificios, postes de luz y cables atravesando la calle. La resolana seguía entrando, creando un delicado color anaranjado en todo el lugar. Dentro, el crujido del sillón junto a sus jadeos y mis propios gemidos llenaban mis oídos. El ventilador estaba encendido, pero el calor era demasiado como para ser disminuido solo por eso. El sudor bajaba por nuestros cuerpos y al mismo tiempo provocaba sonidos extraños en el lugar donde él empujaba.

-Si tan solo te vieras en este momento sabrías por qué estoy tan excitado- sonrió besándome con fuerza, mordiendo mi labio inferior –Lo siento si soy muy rudo-

-Estoy bien- respondí en voz apenas perceptible. En verdad estaba muy excitado, cada roce se sentía tan bien dentro de mí que el dolor inicial desapareció cuando menos me di cuenta. Quería abrazarlo, pero Shingo se mantenía alejado de mi cuerpo, mirándome de esa misma manera molesta en la que lo hizo desde el principio.

Me sentí tan bien que tuve ganas de llorar hasta que realmente lo hice. Nunca había estado tan embriagado de placer; su rostro pudo no expresar mucho, pero sentí cómo se puso más duro dentro de mí en cuanto vio lágrimas resbalar por mi rostro. Sonreí y tomé su rostro entre mis manos, acariciando con cariño la cicatriz de su mejilla derecha. Su cabello rojizo estaba despeinado pero se mantenía atado detrás de su cabeza. Una placa colgaba de su cuello, distrayéndome para que mirara su perfectamente formado pecho y abdomen; todo él era tan perfecto para mí que sentí miedo de perderlo.

Aún lo tenía sujeto cuando él se inclinó hacia mí y me besó de nuevo, pero esta vez de una manera completamente diferente a la anterior. Fue suave y gentil, lo que me hizo sentir muy feliz. Entró más profundo en mi cuerpo y empezó a moverse más rápido, callando mis gemidos con sus labios. Dejó de apoyarse sobre el sillón y llevó sus manos a mis costados, masajeando con sus pulgares simultáneamente mis pezones, lo que provocó que aumentaran las sensaciones electrizantes de mi cuerpo.

-Sh-Shingo…- lo llamé anticipando que estaba por correrme; no pude decirle algo más porque mi cuerpo no me lo permitió. Sentí cómo su miembro se puso más duro en mi interior y después su tibia eyaculación llenándome. Justo después me corrí yo.

Lo abracé con fuerza mientras mi cuerpo temblaba y terminé sin energías tan pronto como me di cuenta de que mi abdomen estaba manchado con mi propio esperma.

-Oye…- escuché su jadeante voz llamándome antes abrazarme sin previo aviso –No me dejes. Por favor-

Quise decirle que nunca lo haría, pero de mi boca no salió nada. Sentí un profundo calor dentro de mi cuerpo y solo lo abracé con fuerza. Saber que él mostraba esa parte tan sensible solo a mí me llenaba de alegría.

Después, perdí noción de mí. El sonido de la lluvia chocando con el cristal me despertó. Estaba oscuro y me encontraba solo, cubierto por una delgada sábana.

Sentí un frío refrescante que me hizo querer quedarme ahí por toda la noche, pero el recuerdo de que esa no era mi casa y que era un invitado me obligó a levantarme, sin embargo una punzada en la parte baja de mi espalda me detuvo. Apenas y pude moverme para quedar boca abajo ante un suspiro. Sentía palpitaciones en mi cadera, pero no era tan malo como podría parecer.

Fue cuando sentí un ligero roce en mi espalda que me hizo prestar atención a mi lado opuesto.

-¿Te sientes bien?- preguntó Shingo sentado en la orilla del sillón. Yo asentí -¿Tienes hambre?-

Nuevamente asentí –Te ayudaré-

-No hace falta- dijo poniéndose en pie. Su rostro no daba expresión alguna –Te preparé el baño, deberías tomarte una ducha-

-Sí… gracias-

Por supuesto que no iba a decirle que no podía ponerme en pie, así que traté de pasar desapercibido. El pequeño baño estaba al final de un corto pasillo, así que desaparecí de su vista antes de darle la oportunidad para que notara mi falla al camina. Abrí la llave del agua caliente y entré. Eso sí que me ayudó. Se sentía tan relajante cayendo sobre mi cuerpo que por un momento desee quedarme ahí para siempre. Las últimas semanas fueron muy duras después de todo.

Había llegado a vivir a ese terrible lugar por razones completamente ajenas a mí, pero ahora me daba cuenta de mi fortuna: sin duda fue lo mejor que pudo pasarme a pesar de todo el mi exhaustivo trabajo para adaptarme.

Mi nombre es Shijo Yoshio, hijo del fallecido dueño de una de las empresas que sustentan esta ciudad. La muerte de mi padre había llegado a mí tan apresuradamente que ni siquiera tuve la oportunidad de defender lo que por derecho era mío. Mucha gente estaba tras el dinero de mi familia, por lo que de inmediato asumieron el cargo personas completamente ajenas a mí o mi padre. Curiosamente nunca encontraron el testamento de mi padre y, por ser menor de edad, aún no podía tomar en mis manos el mando de nada, no pude exigirlo. Tengo diecinueve años.

Por eso mismo terminé viviendo en este lugar sin nada en lo absoluto y apenas pude sobrevivir por unos meses. Cuando el sujeto que terminó por asumir el cargo de la empresa de mi papá se “apiadó” de mí, me consiguió un lugar en donde vivir, pues claramente ya no podía hacerlo en la que era mi casa; fue como terminé acomodándome en uno de los barrios más peligrosos de la ciudad a contra de mi voluntad.

Mis días fueron terribles al principio. Las personas me miraban cuando me dirigía hacia la escuela, en especial las bandas de chicos que recorrían las calles. En más de una ocasión tuve que huir de ellos con el temor de que me asaltaran o me hicieran daño. Odiaba salir de mi pequeño departamento, pero el temor de que alguien entrara a robar, pero pensar el eso conmigo dentro era aún peor. Qué puedo decir, toda mi vida fui criado con lujos y seguridad, era lógico que para mí todo lo del mundo real fuera extraño; incluso había ocasiones cuando me quedaba dentro de mi habitación acorralado en una de las esquinas deseando el fin de todo de una buena vez. Mi situación era tan patética que ni siquiera sabía hervir agua correctamente.

Fue en uno de esos ataques de depresión cuando ya no pude más. Odiaba estar ahí, odiaba vivir ahí, que la gente me mirara de esa manera, que todo me asustara, que fuera tan inútil… ya no podía más. Me senté en una banqueta a la mitad del camino de vuelta a casa y me puse a llorar. Ya no me importaba nada más, en verdad quería desaparecer para siempre, pero no tenía el valor para acabar con mi vida yo mismo. Incluso para eso era un cobarde. Y para mi buena o mala suerte, un grupo de chicos me encontró esa misma tarde. No se apresuraron en rodearme de inmediato, era obvia mi poca resistencia: me lamentaba en silencio con el rostro oculto entre mis brazos. No los quería cerca de mí, pero no me atreví a encararlos. Estaba aterrado.

-Vaya, vaya ¿Qué tenemos aquí? ¿No estás muy lejos de tu castillo, Principito?- escuché a uno de ellos mientras los demás reían y se burlaban –Hey ¿Qué te sucede? ¿Estás asustado?- me preguntó sujetando con fuerza mi cabello para alzarme el rostro –Oh, miren esto, si está llorando- agregó de manera burlona -¿Te perdiste, pequeño bebé?-

Claramente no le respondí, lo que para ese chico resultó ser una invitación para seguir humillándome.

-Mira que carita más linda ¿Qué deberíamos hacer con él, muchachos?-

-Nada- se escuchó una voz atrás de ellos. Todos voltearon, excepto el chico que me tenía sujeto, quien solamente hizo una mueca molesta.

-¿Acaso no te habías ido ya, Shi?-

-Eso hacía cuando tu chillona voz llamó mi atención- respondió -Déjalo ir-

-Creo que habíamos dejado las cosas en claro ¿O no?- respondió enfrentándolo, soltándome con fuerza –Deja de molestarme-

-Dije que no me metería en tus asuntos si no me perturbaban, y ahora lo estás haciendo, así que déjalo ir-

El sujeto sonrió –Estás jugando en el límite ¿Sabes?-

-Yo fui el que puso las reglas- respondió pasándose de largo hasta donde yo estaba. Me tomó de la chamarra y me alzó sin cuidado.

-No olvides que te lo advertí Shi, esto acabará solo cuando yo lo decida-

-Repítetelo hasta que te lo creas- respondió sin mirarlo mientras me llevaba con él. No podía objetar nada puesto que me había salvado ¿Quién era? No lo sabía, nunca antes lo había visto, pero quería saber. Aún estaba muy asustado, por lo que no creí que fuera prudente empezar una conversación. No era el momento ni el lugar adecuado. Limpié mi rostro en cuanto me soltó, pero yo seguí caminando detrás de él.

-Oye- me llamó sin detenerse –No soy tu dueño ¿De acuerdo? Tampoco tu ángel de la guarda. Vete a casa-

Me detuve un momento. Quizá lo mejor sería dejarlo así. Me acomodé la chamarra y seguí caminando.

-Hey- me llamó de nuevo a escasos dos metros -¿Acaso no me escuchaste? Deja de seguirme, mocoso-

Tuve un poco de miedo al responderle, después de todo él era un extraño para mí todavía –Yo vivo hacia allá-

No me respondió de inmediato -¿Qué hace un niño rico como tú en un lugar como este?- me preguntó retomando el mismo cuestionamiento que esos sujetos me habían hecho ¿Acaso en verdad era tan extraño?

-No quiero hablar de eso…-

Él me miró como si fuera un bicho raro –Con esa actitud tan lamentable no sobrevivirás mucho tiempo aquí y yo no voy a estar cuidándote: si lo hice ahora fue porque estaba de paso-

-¡Lo sé! Y te lo agradezco mucho- pude finalmente agradecerle. Nunca hubiera imaginado que eso sería el inicio de todo.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).