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Bit me por gorgobina

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Notas del fanfic:

Los personajes de esta historia no me pertenecen a mí sino a la serie Saint Seiya y al maestro Masami Kurumada.

Notas del capitulo:

¡Holis!

¡Ya he vuelto a las andadas con otra de mis historias :P! Ésta vez os traigo una historia de vampiros, pues es un tema que me ha fascinado desde pequeña y tenía muchas ganas de escribir algo así. Y qué menos, que hacerlo con mis dos favoritísimos, Camus y Milo, que la verdad, ya echaba de menos escribir sobre ellos dos juntos.

Espero que os guste el comienzo de la historia, y que me sigáis acompañando en ella :D. Yo por mi parte voy a dar lo mejor de mí, porque estoy muy emocionada con este nuevo proyecto ^^.

Vampiros. Criaturas de la noche. Llevo años leyendo sobre ellos, prácticamente no hay nada que no sepa. Bestias que toman forma humana y beben la sangre de sus víctimas. Les afecta la luz del sol y entrar en iglesias, les quema el agua bendita y además duermen en ataúdes. Son pocas las formas que hay de matarlos: quemándolos o degollándolos. No nos engañemos, una estaca no les mata, solo les paraliza temporalmente hasta que esta les es sacada del pecho y vuelven a levantarse como si nada.

Lo sé, soy un aficionado, pero no puedo evitarlo, siempre me ha gustado este tema y como además adoro la lectura dos de mis grandes aficiones pueden unirse: leer libros sobre vampiros. Sería fascinante toparse alguna vez con un vampiro, ¿verdad? Pero por mucho que lo desee… Los vampiros no son más que leyendas.

~~

 

Cuando salí de la biblioteca, ya era bien entrada la noche. Me había pasado por allí después de mis clases de piano para dejar el libro que había cogido prestado dos días antes, Drácula de Bram Stoker, y que ya había devorado. Es mi libro favorito, y tengo por costumbre volver a leerlo de vez en cuando.

En ese momento me dirigía a casa con otro volumen sobre vampiros que había adquirido. Estaba ansioso por empezarlo, aunque eso significara acostarme tarde ese día e ir con sueño a la mañana siguiente a la universidad. Al ser un poco tarde, decidí acortar el camino hasta mi casa y pasar por algunas calles poco recomendables. No acostumbraba a ir por ahí, pero necesitaba llegar pronto a casa y decidí que ese día podía permitírmelo.

Pasé por al lado de algunos callejones, aunque no ingresé en ninguno, pues solían ser los lugares que frecuentaban algunas prostitutas para cazar clientes. Pero lo que ocurrió me dejó aterrorizado. Al pasar por al lado de uno de esos callejones escuché un grito, y me detuve en seco. Miré con terror hacia la callejuela, pero desde mi posición no podía ver nada.

Estaba aterrorizado y no sabía qué hacer. Nunca me ha gustado meterme en follones ni problemas, pero ese grito… ¿Y si alguien necesitaba ayuda? Estaba en mi deber de ayudar a otra persona si lo necesitaba, así que con todo el valor que fui capaz de reunir y con mi libro pegado al pecho, me adentré en el callejón con cautela y ayudándome de la penumbra para ocultarme y no ser visto. Atisbé una luz al fondo y decidí ir hasta allí, pero en cuando vi gente me escondí rápidamente en una esquina.

Eran tres personas situadas frente a la puerta de una casa. Dos hombres y una mujer. A juzgar por lo que veía, era la mujer quien había gritado, ya que el grito había sido agudo y además uno de los hombres la tenía bien sujeta por los brazos. No parecía que estuviera haciendo mucha fuerza, sin embargo, ella no podía zafarse del agarre por más que lo intentaba.

Cuando me fijé en ellos, contemplé que tenían un aspecto peculiar. Los dos iban elegantemente trajeados y además eran muy bellos. El que sujetaba a la mujer, tenía el cabello largo, azulado y ondulado. Además, poseía unos ojos turquesas de un color tan intenso y deslumbrante que hasta parecían brillar en la noche. Su compañero en cambio, tenía el cabello largo, de un azulado apagado y liso, además de ojos verdes.

-          Te he dicho que si gritabas sería peor para ti. – aseguró el que sujetaba a la mujer con una sonrisilla.

-          Está bien, está bien, no volveré a hacerlo, pero dejadme marchar por favor. – les imploró la mujer.

-          Ya te he dicho que eso no es posible. Así que cálmate y disfruta. – le pidió de nuevo el de cabello ondulado. Su compañero observaba la escena con una sonrisa cómplice.

-          ¿Pero por qué no me dejáis ir? Por favor, ¡os lo suplico!

-          ¿Por qué no? – preguntó el de las bellas turquesas – Bueno… Simplemente porque tú eres mi aperitivo.

El hombre inclinó un poco a la mujer y le apartó el cabello de modo que su cuello quedara despejado. Acto seguido, dejó ver unos relucientes colmillos en la oscuridad de la noche que se clavaron en el inmaculado cuello de la chica. Ésta trató de gritar, pero le tapó la boca para que no lo hiciera mientras que un reguero de sangre caía hasta su escote y ella no pudo hacer nada.

Su piel, cada vez más blanca, finalmente terminó por adoptar un tono grisáceo y la mujer acabó desplomada en el suelo. Por si fuera poco, el de cabellos ondulados la cogió y le arrancó la cabeza.

Yo, desde mi escondite, tuve que taparme la boca para reprimir un grito ante tal escena. Por suerte no se me escapó y no fui descubierto, pero todavía no podía acabar de creerme lo que acababa de ver. ¿¿Eran vampiros??

-          Milo, ya te vale. Podrías haberme dejado un poco. – se quejó el de ojos verdes.

-          No te quejes tanto Saga. Además, tú ya has bebido antes, ahora era mi turno. – dijo el tal Milo mientras relamía los restos de sangre que quedaban en sus labios – Igualmente no me envidies. Su sangre no era nada del otro mundo. Todavía no he conseguido encontrar a alguien que me satisfaga de verdad.

En ese momento, y sin querer, pisé una ramita que había en el suelo. No hizo demasiado ruido, pero para el aguzado oído de un vampiro fue totalmente perceptible.

-          ¿Has oído eso? – preguntó Milo, poniéndose alerta.

-          Quizá haya sido algún pajarillo. – informó Saga.

-          Nada de eso amigo… Aquí huele a sangre fresca. Parece que tenemos a un espectador por aquí…

En ese momento sí que quedé petrificado completamente. Era tanto el miedo que sentía que las piernas no me respondían y estaba temblando. Me dije que tenía que ser fuerte, y mantuve la compostura todo lo que pude mientras veía al tal Milo pasearse por el callejón con una sonrisa burlona.

-          Vamos ardillita… Sal de tu escondite y muéstrate. Solo quiero tener una pequeña charla contigo…

Me aferré más fuertemente al libro. No puedo explicar con palabras el miedo que sentía, pero era aterrador. Si el vampiro me encontraba, mi vida estaba acabada.

Siempre me habían fascinado los vampiros por su forma de ser tan aterradora, pero obviamente una cosa es leer todo eso en libros y otra vivirlos en la realidad, precisamente en ese momento.

-          Hola. – me dijo, pues se acababa de posicionar justo enfrente de mí, a pocos centímetros de mi cara, y yo no le había visto venir por lo que me pilló totalmente desprevenido.

Me había encontrado.

-          ¡Ah! – grité con todas mis fuerzas, y lo primero que se me ocurrió fue estamparle el libro en la cara y salir corriendo por el callejón donde había estado escondido.

No me giré para comprobar si me seguía, deduje que seguramente lo estaría haciendo, pero en ese momento estaba más preocupado en correr con todas mis fuerzas y que no me atrapara que en girarme.

Cuando salí del callejón y fui a parar a una de las calles principales de la ciudad, cogí el primer taxi que encontré y me dirigí a casa. En ese momento ya me pude sentir un poco más aliviado, pero temía por el libro que le acababa de lanzar al vampiro. Lo había perdido, y ya no podría recuperarlo. ¿Qué le diría al bibliotecario el próximo día que fuera a verle? Seguramente tendría que pagarlo.

Al bajarme del taxi, me atreví a mirar hacia todos lados, pero al parecer no había nadie. O había conseguido despistar al vampiro o se había cansado de seguirme, así que decidí meterme rápidamente en mi bloque y subí en ascensor hasta mi apartamento.

Una vez allí, me estiré en la cama y comencé a recapacitar sobre lo ocurrido en frío. Lo primero era que había descubierto que los vampiros existían, cosa que había creado un gran impacto en mí pues nunca pude llegar a pensar que eran reales. Lo segundo era que gracias a eso me había buscado problemas con uno, y es que no creía que fuera a dejarme en paz después de lo que había visto.

Miré el reloj de mi mesita de noche y comprobé que ya era lo suficientemente tarde como para estar despierto pensando en tantas cosas, así que me puse el pijama y me acosté sin siquiera cenar, pues había perdido el apetito.

~~

 

A la mañana siguiente, cuando fui a la universidad, mi vida regresaba a la normalidad.

Al principio comencé a pensar que quizá todo había sido un sueño, fruto de mi imaginación, pero el recibo del préstamo del libro que llevaba en el bolsillo de mi chaqueta era real, y no tenía el libro, así que todo lo ocurrido la noche anterior había pasado de verdad.

¿Qué podía hacer? Había visto a dos vampiros y con eso había descubierto que realmente existían, pero tampoco podía contárselo a nadie pues me tomarían por loco. Ni siquiera podía contárselo a mi amigo Shaka, que en esos momentos estaba sentado a mi lado y me miraba de forma extraña, analizándome, como suele hacer él siempre.

-          ¿Qué te pasa? Te veo raro.

-          No, tranquilo Shaka, no me pasa nada. Es solo que he dormido poco.

-          ¿Seguro que es eso? No tienes ojeras.

¿Por qué a veces Shaka era tan terriblemente analítico con todo? Ya me gustaría poder contarle la increíble historia de terror que viví ayer por la noche, pero entonces me diría que leo demasiados libros sobre vampiros y que estoy loco. Además… Todavía no sabía si ese vampiro podía estar acechándome, así que mejor no decir nada.

-          Seguro que solo es eso, Shaka.

-          ¿Te quedaste hasta tarde leyendo otro de esos libros sobre vampiros, verdad? – me preguntó con una sonrisa entrañable.

-          Pues…sí. Ayer cogí otro de la biblioteca.

-          En mi opinión creo que deberías dejar de leer tanto sobre eso y buscar otros temas, Camus. Quizás te estás obsesionando demasiado.

-          Pues quizás tengas razón…

~~

 

Pasado el día en la universidad, volví a casa. Shaka había decidido no insistir más en el tema, aunque yo seguía comiéndome la cabeza con lo ocurrido la noche pasada. Me preguntaba si volvería a ver a ese vampiro. Pensándolo en frío, recordaba bien su rostro y…era muy guapo. Tal y como imaginaba a los vampiros en mi cabeza: Guapísimo y con ese aire misterioso. Su acompañante también era muy guapo, pero quien de verdad me había cautivado era el tal Milo. ¿Quizá el destino me había tenido reservado aquél encuentro? No lo sabía, pero algo me decía que volvería a verle.

Al llegar a casa, me encontré una carta en el buzón. Era bastante misteriosa así que la curiosidad me pudo y subí corriendo a casa, me senté en el sillón y la abrí.

Estimado Sr. Camus,

le informamos de que es un placer para nosotros invitarle al baile de máscaras que se celebrará el próximo viernes a las diez de la noche en el hotel Palace. Deberá ir ataviado con traje y puede llevar tanto una máscara completa como un antifaz, como usted desee.

Esperamos que pueda asistir, ya que le garantizamos una velada inolvidable.

Firmado:

M.A.

 

Desde luego que no me esperaba aquello. ¿Una carta invitándome a un baile de máscaras que se celebraba en el Palace? Aquello sí que era sorprendente.

Normalmente, a ese tipo de fiestas solo acudían ricos y celebridades, gente con prestigio y un nivel social elevado, y desde luego yo no entraba en ese canon.

Así que solo se me ocurrían tres teorías a esto: la primera, que realmente hubiera estado invitado por alguna razón extraña y que descubriría si asistía. La segunda, que hubiera sido un error y la carta fuera de otra persona y me la hubieran enviado a mí por equivocación. O la tercera, que todo esto fuera una broma de mal gusto que alguien me había querido gastar.

Aun así, la teoría que creía más acertada es que todo hubiera sido una equivocación, y debía solucionar el asunto cuanto antes, por lo que me puse de nuevo mi abrigo y salí corriendo de casa.

~~

 

Minutos después llegué al Palace en taxi y me bajé corriendo para entrar en recepción. En ella, había una mujer de mediana edad que vestía una blusa rosa palo conjuntada con una falda blanca y gafas de pasta.

Me acerqué con cautela y me posicioné frente a ella.

-          Buenas tardes. – saludé con timidez.

La mujer levantó la vista y me miró a través de sus gafas, escrutándome.

-          Buenas tardes señor. ¿Puedo hacer algo por usted? – dijo mientras hacía a un lado el ordenador donde había estado tecleando sin parar y centraba su completa atención en mí.

-          Sí, verá… Es que he recibido esta invitación hoy para asistir aquí mañana… - le dije mientras dejaba la carta encima del frío mármol de la recepción.

-          ¿Es sobre el baile de máscaras?

-          Sí, exacto – sonreí contento, al menos eso me confirmaba que el baile realmente se iba a celebrar y que no había sido una vulgar broma de alguien.

-          ¿Ocurre algo con su invitación?

-          Bueno es que… No sé cómo explicarlo… Creo que ha sido una equivocación y esta carta no iba dirigida hacia mí.

-          Entiendo. ¿Me permite ver su invitación?

-          Claro.

La recepcionista cogió mi carta con cautela y empezó a inspeccionarla de arriba abajo. Después la volvió a meter en el sobre y me la devolvió.

-          Es idéntica a todas las demás cartas que se han enviado, además de que tiene el sello del hotel. Desde luego, si ha recibido esta carta es que está invitado. No hay ninguna clase de equivocación.

-          Ya, pero…perdone que le insista, pero sigo creyendo que se han equivocado. Quizás iba destinada a otra persona.

-          Bueno, yo lo único que puedo hacer para confirmárselo es revisar la lista de invitados.

-          Se lo agradecería mucho si lo hiciera.

-          De acuerdo. Un momento por favor.

La mujer volvió la vista a la pantalla del ordenador y comenzó a teclear frenéticamente otra vez. Después estuvo revisando algunas cosas y volvió a dirigirse a mí.

-          Efectivamente, está usted en la lista. Hay una foto suya con sus datos.

-          Pero si yo no he dado ningún dato al hotel…

-          Pues aquí están claramente detallados… ¿Es usted el señor Camus Courtois?

-          Sí…

-          ¿Reside en el número 3 de la calle Perséfone?

-          Sí.

-          22 años de edad, estudiante de estudios literarios…

-          Exacto… - contesté muy desconcertado.

-          Pues entonces no hay duda alguna, señor. Usted está invitado, así que le rogamos que asista, sería un gran honor para nosotros.

-          De acuerdo… Muchas gracias por todo.

-          A usted, espero haberle podido ser de ayuda.

Me despedí de la recepcionista, y me giré para ir a la salida, aunque me detuve cuando vi que se me cruzaba por delante una pareja a la que los demás también estaban admirando.

La chica iba cogida al brazo del hombre que la acompañaba, que era un tanto más alto que ella. Los dos hacían una pareja deslumbrante e iban muy bien trajeados. Él con un esmoquin y el cabello peinado hacia atrás. Ella por su parte llevaba el cabello rubio recogido en un moño perfectamente despeinado y un larguísimo vestido que le llegaba hasta los pies de color rojo, sin tirantes y con escote de corazón.

De repente, la chica giró su vista hacia mí y se quedó unos segundos observándome embobada, hasta que sonrió y me guiñó un ojo. Me sonrojé un poquito, aunque no pude pasar por desapercibido el detectar una pequeña cicatriz en su cuello que me produjo escalofríos. Parecía la marca de una mordedura, pero rezaba por estar equivocado.

~~

 

Minutos después, ya estaba de vuelta en mi casa. Sentía un poco de miedo. ¿Quién me había invitado a esa fiesta? Desde luego era alguien que, o me conocía muy bien, o se había tomado demasiadas molestias en averiguar sobre mí. ¿Ya sería bueno que fuera? No sabía qué hacer, pero rechazar una invitación del mismísimo hotel Palace me parecía un feo muy grande, así que no tenía otro remedio que ir.

Dicho esto, lo primero que tenía que hacer era conseguir un traje apropiado para la ocasión. Rebusqué en mi armario, pero apenas tenía alguno que había usado en alguna boda y poco más, así que debería alquilar uno. Y lo segundo, era comprarme una máscara, por lo que me vestí y salí de casa para ir de compras. Cogí un taxi hasta el centro comercial y una vez allí entré en una tienda de accesorios.

Había un montón de tipos de máscaras, pero creí que el que más encajaba conmigo era llevar un antifaz, así que elegí uno que era completamente blanco y con adornos dorados. Hecho esto, salí de ahí y me dirigí a una tienda de trajes masculinos. En la entrada había un cartel indicando que tenían una oferta de traje, y la verdad es que estaba bien de precio, así que me decidí a entrar.

-          Buenas tardes. – saludé a la dependienta que estaba en el mostrador – Quería mirar esa oferta que tenéis… ¿Qué trajes entran en ella?

-          Ah, verás. No entra ningún traje de los que ya vienen hechos. La oferta consiste en que nosotros le hacemos uno a medida por ese precio, pero a cambio elegimos nosotros el color, la tela, etc. ¿Le gustaría probarlo? Le aseguro que quedará satisfecho con el traje, nuestra modista es una gran profesional y elegirá lo mejor para usted.

-          Hmm… - reflexioné eso durante unos segundos. Me fastidiaba un poco no poder elegir como sería el traje, pero estaba muy bien de precio y no quería gastarme más, así que decidí arriesgarme – Está bien, acepto.

-          Perfecto, pues pase a la habitación esa de ahí que enseguida le tomamos las medidas. – dijo señalándomela.

-          De acuerdo.

Me dirigí a la habitación que había justo al lado y esperé hasta que vino la modista. Ésta me tomó las medidas y cuando terminó me pidió que saliera.

-          Muy bien, pues ya está señor. – me dijo la dependienta.

-          ¿Cuándo puedo venir a recoger el traje?

-          Mañana al mediodía perfectamente.

-          De acuerdo, muchas gracias. ¿Lo puedo dejar ya todo pagado?

-          Sí, por supuesto.

Pagué el traje y una vez hecho todo volví a casa. Decidí ponerme a estudiar pues pronto se acercaban los exámenes y tenía que ponerme al día, pero recibí una llamada de mi mejor amigo Shura y la atendí.

Shura: Hola Camus.

Camus: Hola Shuri, ¿cómo estás?

Shura: Muy bien, ¿y tú?

Camus: Perfectamente, me alegro por ti.

Shura: Y yo. Oye, por cierto, había pensado que mañana por la noche podríamos salir a tomar algo, hace mucho que no lo hacemos.

Camus: Oh, de veras que lo siento Shuri, pero mañana no puedo, tengo un compromiso. ¿Quizá el sábado?

Shura: ¿Un compromiso? Vamos Camie, si desde que te conozco el único compromiso que has tenido siempre es con tus libros sobre vampiruchos, que por cierto ya te he dicho muchas veces que no te obsesionaras tanto con eso.

Camus: No Shura, esta vez tengo un compromiso de verdad… Sé que es extraño, pero me han invitado a una fiesta en el Palace.

Shura: ¿Qué…?

Camus: Sí, lo sé, es un poco extraño, al principio yo tampoco podía creerlo, pero parece que alguien me ha invitado.

Shura: Tiene que ser un error…

Camus: Eso mismo pensé yo, pero fui allí a preguntarlo y todo y efectivamente me dijeron que sí que estaba invitado.

Shura: Camus, no puedes ir a esa fiesta.

Me entró un escalofrío al escuchar la voz tajante de mi mejor amigo. ¿Qué le pasaba de repente?

Camus: ¿Por qué no…? Tan solo es una fiesta, y veo feo rechazar la invitación.

Shura: Te lo digo muy en serio, no vayas por favor. Ni siquiera sabes quién te ha enviado esa invitación. ¿Qué tal si es una trampa?

Camus: ¿Una trampa de qué? Shuri, si es del hotel Palace, ¿qué podría pasarme allí? Es un hotel muy conocido.

Shura: Me da igual, todo esto me huele a chamusquina.

Camus: Anda, anda, tú como siempre tan desconfiado. No te preocupes Shuri, no me va a pasar nada. Pero si te quedas más tranquilo te enviaré un mensaje cuando esté en casa.

Shura: …

Camus: Shuri, ahora he de dejarte que estaba estudiando. Hablamos mañana.

Colgué el teléfono y lo dejé en la mesa junto a mi libro de texto. Lo cierto era que Shura me había dejado un poco preocupado. ¿Por qué se había puesto así de frío tan de repente? No entendía nada, y también debía admitir que me había asustado un poco con su desconfianza, pero ya había pagado el traje y me había comprado el antifaz, por lo que ya no me podía echar atrás. Iría a esa fiesta sí o sí.

~~

 

Al día siguiente, acabábamos de realizar el examen de griego antiguo y caminaba por el pasillo junto a Shaka, en dirección a la salida para marcharnos ya a nuestras respectivas casas. Sentía mis nervios a flor de piel, pues aquella misma noche me encontraría en un salón de baile en el Palace y rodeado de gente de la alta sociedad.

-          ¡Camus!

-          ¡¿Eh?! ¿Qué te ocurre, por qué gritas? – Shaka me había sobresaltado.

-          Porque te he llamado tres veces y no contestabas. Últimamente tienes la cabeza en otro lado. Debería ser yo quien te preguntara qué te ocurre.

-          Lo siento, Shaka… Supongo que serán los exámenes que me tienen algo preocupado.

-          Siempre dices lo mismo y luego sacas notazas. ¿Acaso te ha ido mal el examen de antes?

-          No… La verdad es que me ha ido muy bien.

-          ¿Lo ves? No tienes por qué preocuparte tanto.

-          Lo sé, pero no puedo evitarlo… - le contesté una sonrisa que ocultaba algo de amargura. No le podía contar a Shaka mi verdadero problema, o creería que me había vuelto loco de remate.

Cuando salíamos del campus de la universidad, atisbé una figura conocida en la salida, apoyada contra la fachada.

-          ¡Shura! – exclamé, emocionado, y corrí a abrazarle.

Cuando le alcancé, nos abrazamos tan efusivamente que algunos compañeros que se hallaban por los alrededores nos miraron extrañados. No podía evitarlo, Shura es mi mejor amigo, y nos tenemos un afecto mutuo muy especial.

-          Os dejo, tortolitos. – nos dijo Shaka, al pasar por nuestro lado – Te veo el lunes, Camus. Disfruta del finde.

-          Igualmente.

Nos separamos, y Shura se ofreció a llevarme a casa. Al parecer había venido a buscarme a la universidad con la intención de poder hacer ese tramo del camino juntos y, así, charlar un rato.

-          Ya me ha sorprendido que me hayas venido a buscar. Como siempre estás tan ocupado con tus estudios también… Hablando del tema, ¿te van bien los estudios? – le pregunté. Shura estudiaba Criminología, pero acudía a una universidad en otra ciudad, y por eso nunca había podido tener la oportunidad de visitarle.

-          Me van muy bien, muchas gracias, Camie. – me respondió con una sonrisa – Pero eso ahora es lo de menos. He hecho un hueco en mis estudios porque necesitaba hablar urgentemente contigo.

-          ¿Y eso? – pregunté, muy preocupado - ¿Ocurre algo grave?

-          Me gustaría retomar nuestra conversación de ayer.

Me quedé mirándole bastante extrañado, a la vez que íbamos a cruzar un paso de cebra. Noté que posaba su brazo elegantemente en mi abdomen, a modo de barrera, para detenerme.

-          Ten cuidado, vienen coches.

Observé pasmado cómo dos coches pasaban a toda velocidad sin siquiera pararse. De haber cruzado, ya se me hubieran llevado por delante.

-          Tú siempre tan protector. ¿Cómo consigues estar tan atento? – le pregunté, con una sonrisa. Shura me fascinaría siempre.

-          Tengo muchos reflejos. – me contestó, con expresión amable – Y ahora, hablemos de tu futura aventura nocturna. ¿Aún sigues pensando en ir?

-          Por supuesto, me han invitado. ¿Cómo podría rechazar una invitación así?

Mientras continuábamos caminando, llegamos a la puerta de mi casa, pues no vivo muy lejos de la universidad.

-          Piénsatelo bien. No conoces a nadie en esa fiesta ¿por qué te empeñas tanto en ir?

-          No veo nada malo en ir, pasármelo bien un rato y conocer gente nueva.

-          Eres tímido...

-          Pues ya es hora de que lo supere. – contesté, tratando de parecer decidido.

-          ¿Y qué tal si todo esto es una broma? ¿Y si solo te han invitado para burlarse de ti?

-          ¿Quién haría algo tan cruel?

-          Aristócratas, gente de la alta sociedad. Se creen los reyes del mundo, no puedes esperar nada bueno de ellos.

Reflexioné las palabras de mi amigo, pero carecían de sentido para mí.

-          Lo que dices no tiene sentido, Shuri… Pensé en que podría ser una equivocación, hasta fui al hotel y pregunté en recepción, pero todo estaba correcto, y me habían invitado a mí.

-          ¿Y sigues sin preguntarte lo extraño que es? – me preguntó Shura, acercándoseme - ¿Cómo es posible que alguien de allí te conozca y te haya querido invitar? ¿No te preguntas cómo saben quién eres?

-          Quizá inviten a gente al azar para hacer de relleno…

-          Deberías escucharte a ti mismo, nada de esto tiene sentido… - me dijo Shura, desesperado, y alzando sus manos al aire.

-          Bueno, tenga sentido o no…pienso ir. – le respondí, muy decidido y con el ceño fruncido.

-          ¡¿Por qué?!

-          Porque…tengo curiosidad. – le contesté, algo avergonzado por lo que iba a decir a continuación – Y…me parece…muy elegante y misterioso, me resultan atractivos los misterios.

-          Oh, no. ¡Por favor, Camus! ¡No empecemos con tu sensiblería romántica que encuentras en tus libros! Baja ya de la nube de una vez. Esto es la vida real. Las aventuras fantásticas, los misterios intrigantes, las historias románticas que lees en los libros son pura ficción. No suceden en la vida real.

-          No te burles de mis sentimientos. – le contesté, muy cabreado – Tú no sabes nada. ¿Qué pasaría sí…?

En ese momento, me contuve. Me hubiera encantado decirle a Shura, que sí era posible que las historias que leo en los libros sean reales, pues justo el día anterior pude ver con mis propios ojos a dos vampiros. Pero no lo hice. Porque sabía el sermón que vendría a continuación, y pensé que no valía la pena enredarlo más todo.

-          ¿Qué pasaría sí qué? – me preguntó Shura, cruzándose de brazos.

-          Nada, olvídalo. Gracias por acompañarme a casa, pero estoy cansado y me gustaría entrar ya. Nos vemos otro día. – me despedí.

-          Entonces… No te he hecho cambiar de opinión. Irás.

-          Sí, te guste o no.

-          Me decepcionas, Camus. Creí que eras más inteligente, alguien con dos dedos de frente.

-          ¡Pues me da igual lo que pienses, es mi vida!

Acto seguido, abrí la puerta del portal y la cerré de un portazo una vez me adentré en su interior. Había estallado, pero Shura había provocado mi ira. Estaba seguro de que, una vez en frío, me arrepentiría de haberle hablado así, pero en esos momentos, lo único que quería era estar solo y que me dejara en paz.

Subí las escaleras, llegué a mi apartamento, y me encerré allí. Cogí un refresco de la nevera, me dirigí a mi sillón, y, una vez sentado en él, abrí la lata y le di un sorbo. Muy en el fondo, sabía que Shura tenía razón, pero mi orgullo me había impedido ceder.

Era consciente del peligro de todo aquello, pero no puedo evitarlo, siempre he sido un romántico, y saber que podría vivir una aventura digna de una novela me fascinaba y emocionaba. Era ese sentimiento de misterio, intriga, emoción…que me excitaba enormemente. Y no nos engañemos, sabía al dedillo que toda aquella historia referente a la invitación para tal fiesta tenía algo que ver con el vampiro, y eso era lo que realmente me emocionaba.

Algunos pensarán que estaba loco, que, sabiéndolo, cómo no podía estar aterrorizado y decidía acceder a su petición tan voluntariamente. La respuesta era que sencillamente no lo sabía. Un sentimiento extraño tiraba de mí y me pedía que continuara aquello, que no podía dejar escapar la oportunidad que había estado esperando toda mi vida. ¿Sería que el vampiro me había hechizado?

~~

 

Aquella tarde se me hizo tremendamente eterna. Los minutos parecían horas, y las horas, días. No podía parar de pensar en qué me depararía aquella fiesta, cómo sería, o con quién me encontraría… Sobre todo si me encontraría con mi misterioso vampiro. Pensar aquello era una agonía que alargaba aún más mi espera, pero, finalmente, vi a través de mi ventana al crepúsculo cernirse sobre el cielo, y me dije que ya era la hora.

Me coloqué mi elegante traje hecho a medida y unos zapatos de salón. Peiné mi cabello y contemplé hacerme una coleta baja para darle un toque más elegante a mi conjunto, pero finalmente creí que no sería una buena opción llevar mi cuello al descubierto. Finalmente, cogí mi antifaz y salí de mi apartamento.

Al bajar a la calle, un elegante coche negro y un chófer a su lado me esperaban junto a la puerta.

-          Buenas tardes, señor Cortouis. Permítame llevarle al hotel. – me dijo el chofer, de forma muy servicial y amable.

-          Esto…Yo no he pedido ningún coche. – respondí extrañado.

-          Lo sé, esto forma parte de la cortesía del hotel como invitado. Entre y disfrute. – me pidió a la vez que me abría la puerta del coche para que entrara.

Aquello no estaba nada mal. Le sonreí amablemente mientras me acercaba al vehículo. Apoyé un brazo en la puerta abierta, y observé los últimos rayos de luz que se escondían ya por el horizonte antes de entrar.

Después de un largo paseo por el centro de la ciudad en coche, el chófer se detuvo justo en la puerta del hotel Palace.

-          Ha llegado a su destino, caballero. Permítame que le abra la puerta.

Se bajó del coche, y volvió a abrirme la puerta. Le di las gracias al salir, y después de que el vehículo se marchara y me dejara allí, contemplé el cielo, ahora completamente negro, y que tan solo era iluminado por la luna y las estrellas.

-          Bueno, parece que ha llegado la hora. Es la noche de los vampiros. – susurré, a la vez que me colocaba mi antifaz y me dirigía a la entrada del hotel.

Notas finales:

Bueno, ¡pues espero que os haya gustado y nos vemos en el próximo capítulo ^^!

PD. No me matéis por dejar de nuevo intriga, ya sabéis que tengo debilidad por ella X).

¡Besos!


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