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¡Ni En Sueños Te Diré Papi! por Escritora-Kun

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Notas del fanfic:

Holo, he revivido de las sombras(?)  

Okno

Bueno, para a quien le interese mi estabilidad mental, física, espiritual y lo todo lo demás, he vuelto con más ideas que nunca, pase mis exámenes con éxito, mi maestro de matemáticas me llama ChicaYaoi, y le di un entierro digno a mi erizo, así que ya, todo está bien

Y, bueh, espero que les guste esta pequeña idea que no será realmente larga

Desde el día en que su querido padre había fallecido, todo había cambiado de una manera radical y repentina. Ahora cualquier cosa le resultaba increíblemente molesta e irritante. Incluso los días soleados, esos en los que las nubes no hacen su aparición para arruinar el hermoso tono celeste del cielo, creando un ambiente cálido perfecto para salir a pasear en familia y disfrutar algo frio como un helado. Si, una escena familiar muy bella que él ya había vivido un montón de veces, y no iba a mentir diciendo que no había disfrutado aquellas tardes de verano junto a su madre y a su padre jugando en el pasto y soplando dientes de león, porque así estaría negando la diversión que verdaderamente había significado para el más que un simple paseo en el parque. Sin embargo, en aquellas circunstancias, lo único que quería hacer era negarle lo feliz que había sido en esos días a todos los que se atrevieran a preguntar sobre su pasado. No quería que nadie supiera de la existencia de dichos recuerdos, no quería que nadie se enterara de la época en la que sonreír ya era algo natural para él, no quería que nadie, absolutamente nadie, descubriera su pequeño cajón lleno de recuerdos que nunca se borrarían. Recuerdos tan dulces que, con el simple hecho de mirarlos un poco, le provocaban una sensación amarga que se deslizaba lentamente por su garganta hasta llegar a su pecho y ahí detenerse, lastimándolo de tal modo que incluso respirar se volvía una completa tortura. Resultaba demasiado doloroso, y el sufrimiento incrementaba al tenerse todas sus emociones guardadas para sí mismo, arañando cada centímetro de su interior hasta provocarle graves heridas que sangraban a mares. Pero, ni aun teniendo presente aquel dolor tan desagradable en su cuerpo, se permitía a sí mismo el desahogarse, dejar que todo lo que se estaba acumulando en su pecho saliera. …l había decidido, por su propia cuenta, que así todo estaría bien. No tenía por qué compartir lo que sentía con nadie, porque el único con ese privilegio, ahora, se encontraba sepultado por miles de capas de tierra decoradas por una gran capa de pasto verde y brillante que ahí mismo crecía.

Arrugo el entre cejo molesto y asqueado al recordar la imagen de su padre recostado en su ataúd de madera, pintado con negro y leves toques platas que formaban enredaderas llenas de flores abiertas y otras apenas hechas un capullo (Un capricho muy peculiar y caro que su mismo padre había pedido cuando habían ido a ver los tan dichosos ataúdes). El rostro de su progenitor se mostraba tranquilo, no importaba si su ceño siempre se hallaba arrugado y su mirada tenía un brillo peligroso que daban la impresión de tener cuchillos afilados en sus orbes, el había sido un hombre amable y muy carismático. Todos lo habían visto como un líder, un ejemplo a seguir, un ideal que querían alcanzar costase lo que costase. Su orgullo solo podía ser igualado por el amor que le tenía a él y a su madre, quienes siempre lo habían apoyado en todo, incluso el más que ella. Aunque, bueno, él pensaba que era normal, ¿No? Después de todo, ¿Qué clase de hijo no quiere ver a su padre siendo un triunfador y ser parte de ese triunfo? Una leve risita, en medio de su coraje, se había salido de su torcida sonrisa. Podía recordar como el, aun siendo un niño pequeño, había intentado ser como su padre; Alguien serio, profesional y muy bueno liderando. Claro que nunca lo logro. Terminaba siendo más bien un dictador muy duro e injusto que un buen líder. Aunque, esa clase de recuerdos poco le podían importar en un momento como ese, en el cual solo podía sentir un gran malestar inundando su alma, ahogando sus esperanzas por encontrar algo firme a lo que aferrarse para así evitar morirse en medio de ese mar de auto desprecio y odio hacia la vida.

Fijo su mirada en el techo, encontrándose con nada más ni nada menos que un gran hoyo tapado torpemente con unas tablas muy mal puestas de madera. Con una mirada aburrida, tomo una pelotita que había estado botando minutos antes de terminar en esa posición boca arriba, y la arrojo hacia esas tablas, provocando que algo de polvo saliera volando y lo rodeara. “Ahora que lo recuerdo, nunca llegamos a reparar ese hoyo”, se dijo a si mismo con tono de voz lento y muerto, recordando que ese gran agujero, producto de un juego entre el, su padre y una pesada bola de boliche llena de calcomanías de frutas y demás cosas, nunca lo habían llegado a reparar, aun cuando se habían comprometido a hacer un mejor trabajo que únicamente colocar unas tablas (Claro que a ellos no les molestaba en absoluto. De hecho, les gustaba mucho, pues cuando era de noche, era un accidente perfecto que les permitía ver las estrellas iluminando el cielo nocturno) No se habían tomado el tiempo para hacerlo. Quizá había sido la flojera o lo bien que lucía aquel hueco en su techo, no lo sabía con exactitud. Pero, aquel hermoso traga luz que había convertido su habitación en el sitio favorito de él y de su padre para pasar el rato y ver el cielo, ahora le daba un dolor inmenso verlo, por la misma razón de que le traía esa clase de recuerdos tan dulces que detestaba con toda su alma. Arrugo el ceño, mientras apretaba con todas sus fuerzas la pelotita que ahora posaba en su mano izquierda. Como odiaba ponerse de ese humor cuando su estabilidad mental lo más que necesitaba era estar tranquila y no atormentada por la situación por la que estaba pasando… Aunque, si era franco, sentía que lo último que podía tener en ese momento era estabilidad, tanto mental, como sentimental. Suspiro, mirando el techo de manera distraída, permitiéndose así mismo perderse en algún rincón de su mente, mientras recordaba más cosas sin sentido que, creía el, ya había olvidado. “Papá…” Susurro tristemente en su mente, al mismo tiempo que cerraba sus ojos con una innecesaria fuerza, evitando que alguna lagrima traicionera se escapara de estos. Duro así un rato considerable… Hasta que el sonido de unos leves toques dados a su puerta lo pusieron alerta. _Vegeta, tesoro, soy yo, ¿Puedo pasar?_La tensión en sus hombros se fue al momento en que la suave voz de su madre llegaba a sus oídos. Se recostó completamente en la cama y cubrió sus ojos con su brazo, para después darle el permiso a su madre en apenas un susurro de voz. Se escuchó la puerta abrirse y luego cerrarse, y aunque había sentido un peso extra a un lado de su cuerpo, acompañado de una ligera caricia que sacudía con cariño sus azabaches cabellos, no abrió sus ojos, ni siquiera había quitado su brazo de su lugar, permaneciendo completamente inmóvil. _¿No tienes hambre? Acabo de preparar tu favorito_Descubriendo un poco sus ojos, pudo divisar a su madre, quien no solo seguía acariciándolo, sino que le estaba regalando una tierna sonrisa llena de ese amor maternal que siempre le había gustado recibir.

Aunque… Debía ser sincero tanto con ella como consigo mismo; El amor tan fuerte y sincero que le tenía su madre, no sería suficiente para sanar su dolor, o al menos no por completo. Ambos lo sabían, pero no era un tema del cual pudiesen charlar mientras desayunaban en una mañana tranquila de Sábado, además de que era doloroso, tanto para el como para ella. _Gracias madre… Bajare en un rato más_Quizá había sonado demasiado desganado hasta el punto en que cualquiera entendería que algo no andaba bien con él. Y se lamentó profundamente el haber sido muy obvio y causar esa expresión de tristeza en su madre, quien había bajado la cabeza un poco, tal vez para ocultar las profundas lagrimas que amenazaban con querer ahogar sus ojos y manchar su rostro, o para qué el no viese cuánto era el dolor por el que estaba pasando ella. Un nudo, bastante grueso, se formó en su garganta, impidiendo que pudiera pasar saliva, ahogando su voz por completo. “Mamá, por favor, no estés triste… Todo estará bien, saldremos de esta, te lo prometo” Quiso hacerle saber que él estaba bien, que todo saldría mejor de lo que esperaban, al mismo tiempo que acunaba su mejilla en su mano, en un gesto dulce y cariñoso… Pero, las palabras no abandonaron su garganta, atorándose ahí por el enorme nudo que no le dejaba respirar desde hace unos minutos. El agarre que mantenía en la pelotita se hizo más rudo, hasta que esta se deformo un poco y su mano comenzó a temblar. Miro hacia el lado contrario al que estaba su madre, no podía verla en ese estado sin sentir un terrible dolor punzante en el pecho, el cual solo se hacía cada vez más grande y espantoso al pensar en que no le estaba ayudando en nada para superar la reciente muerte de su padre, incluso parecía que le estaba colocando las cosas más difíciles, aun cuando ella se estaba esforzando al máximo para levantarle los ánimos, recordándole día con día que ella estaba ahí para cualquier cosa que el necesitase, y eso era algo que le debía de agradecer de una u otra forma. Tragando saliva con esfuerzo, y colocando la mejor cara que tenía, poso suavemente su mano sobre la de su madre y le dio una caricia delicada, rozando apenas sus dedos, apretándola con poca fuerza. Ese pequeño tacto logró que su madre levantara la mirada y la centrara en él. Al principio pensó en regalarle una sonrisa, pero sabía que más que una sonrisa, sería una mueca extraña que prefería no mostrar, o terminaría lastimando aún más a su querida madre. Así que, al menos, le pudo dar una cálida mirada que lograba transmitirle toda la seguridad que aun poseía, todo ese amor que le tenía y ese eterno agradecimiento que tenía hacía ella por todo lo que hacía por él. El nudo en su garganta se hizo menos grueso al ver el brillo lleno de amor y conformidad que inundaba poco a poco los acuosos ojos de su madre, quien le sonrió y le regaló un pequeño beso en su frente, para después susurrarle, de manera muy baja quizá para ocultar un poco el tono quebrado de su voz, que lo esperaba en la cocina.

Tras la falta del segundo peso en su cama y al ver a su madre desaparecer detrás de la puerta de madera, Vegeta, se permitió a si mismo tirarse como costal a su cama y dar un largo y profundo suspiro que liberaba la tensión que aún permanecía en todo su ser. Miro el techo nuevamente, recordando la mirada tan apagada y muerta que había quedado bien fija en los oscuros orbes de su madre desde que había recibido la noticia del fallecimiento de su padre. Había sido algo tan repentino que ninguno de los dos supo cómo reaccionar, y hasta la fecha, podía admitir que su comportamiento, comparado con el de su madre, había sido completamente estúpido e inadecuado, pues en lugar de aceptar las cosas e intentar tomarlas con calma, él se había perdido en un remolino de fuertes emociones, de las cuales resaltaban el coraje, la tristeza, el dolor, la impotencia, la desesperación, la negación, entre otras más. Terminando no solo lastimándose a sí mismo, sino también a su madre, quien había quedado envuelta, sin intenciones de estarlo, en medio de su ataque de dolor. Apretó sus ojos por un momento, tragándose sus lágrimas como pudiese, para después levantarse de su cama y salir de su habitación. Se acercó a las escaleras, las cuales tenían cierto aire melancólico que lo llevaba a más recuerdos agridulces, y no era porque en ella hubiera vivido grandes momentos o algo por el estilo, sino porque en la pared situada a su derecha había muchos cuadros que la decoraban de una manera muy hermosa. Todas las fotos eran de ellos, desde que su padre y su madre eran novios, hasta que él había llegado a sus vidas. Era tan tierno que le daba asco, hasta el punto en que prefería ir viendo sus pies pasando escalón por escalón que esa pared llena de recuerdos que le producían más dolor que otra cosa. Cuando había llegado al pie de las escaleras, y de ahí a la cocina, había sentido el ambiente un poco vacío y frío, como si una presencia faltara en la casa para hacerla más cálida. Como si faltara su presencia … “Ya basta, si sigo pensando en estas cosas terminaré peor que un niño emo” Se dijo a sí mismo con un tono severo y firme, al mismo tiempo que sacudía su cabeza de un lado para el otro en un intento de despejar sus ideas y así parecer lo más normal posible, al menos, durante la hora del desayuno. “Papá siempre me recordaba la gran fuerza que poseo, hablando física y mentalmente... Nunca le creí realmente, pero es ahora cuando debo demostrar que de verdad soy mucho más fuerte de lo que los demás creen” Respirando hondo, entró a la cocina y se sentó en su lugar habitual ubicado en el otro extremo de la mesa, quedando en frente de una silla vacía y otra que, a los pocos minutos fue ocupada por su madre. “No dejaré que algo así me derrumbe, te lo prometo papá” Miro unos segundos la silla que siempre usaba su viejo padre, para después ver hacía el lugar en donde estaba su madre, quien le estaba embarrando mantequilla a un pan tostado, aunque se detuvo al notar que la estaba viendo, y le mostró una dulce sonrisa. La cual, seguramente para su sorpresa, fue correspondida con una casi igual de radiante que la suya.

Dejando de lado el dolor que desde hace días no dejaba de carcomerlo vivo, durante la hora del desayuno, se alejó por completo de todo pensamiento pesimista o traicionero, que terminara por hacerlo caer de nuevo en la miseria, y se permitió a si mismo tener una charla tranquila con su madre, en la cual solo hablaban de temas triviales y vagos, cosas comunes como los quehaceres de la casa, las cosas que podrían hacer para pasar las vacaciones sin aburrirse o lo que deberían de comprar para la próxima que salieran al mercado. Todo eso, adjuntado con un ambiente tranquilo y pacífico, le trajeron a Vegeta una sensación de completa conformidad que, sinceramente, le había caído muy bien. Después de tanta porquería que se veía obligado a soportar día con día, convirtiendo su vida en una rutina bastante repetitiva y cansada, un momento lleno de tranquilidad como ese no le hacía para nada mal. Además de que, no solo estaba disfrutando de un desayuno tranquilo sintiéndose acompañado, sino también de ver como los ojos de su madre, luego de andar sumergidos en un abismo de frialdad y tristeza durante mucho tiempo, adquirían nuevamente ese brillo bonito y dulce que, durante toda su vida, había visto en su mirada. _¿Sabes, cariño? Creo que hoy saldré a comprar los ingredientes para la comida, ¿Te gustaría acompañarme?_Los platos, limpios y completamente secos, los iba acomodando en su lugar mientras veía y escuchaba a su madre. Ciertamente no recordaba cuando había sido la última vez que sus pies habían tocado otro suelo que no fuese el de su casa o el del cementerio. Miro la ventana. El día estaba algo nublado, ideal para caminar y no usar el auto.

Coloco el último plato en su lugar, para después dirigirse a su madre. No tenía tantas ganas de salir, pero si eso lograba mantener la mente de ambos ocupada, entonces iría sin quejarse. _Claro madre_Y con eso habían dado comienzo a su caminata hasta el súper mercado.

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El tiempo, para su mal gusto en ese estado de coraje y tristeza total, había estado pasando imagen por imagen, pausando cada momento que pasara. Provocando que su paciencia, la poca que aún conservaba, se fuese esfumando poco a poco, hasta el punto en que no sabía qué hacer para mantenerse completamente ocupado y no pensar en nada que terminara recalcándole su situación actual (Podía sonar exagerado, lo admitía con algo de vergüenza, pero había que recordar un pequeño detalle muy importante, el cual era que no se trataba de un familiar cualquiera, o de un amigo, ni siquiera de una mascota, se trataba de su propio padre, el hombre que lo vio crecer, lo motivo a realizar sus metas, le ayudo en los momentos más difíciles, le brindo su amistad y cariño, etc. Era muy normal que aún no lo superara por completo). En un principio pensó que podría estudiar todas las vacaciones para que, al regresar al instituto, su cerebro se encontrara al 100% y de paso podría mantenerse ocupado y con su mente distraída. Sin embargo, había un pequeño impedimento, y era que muy apenas y podía entender lo que leía. No podía realizar ningún problema matemático sin terminar dibujando un garabato con alguna forma no definida en la esquina de sus libretas, ni siquiera recordaba el título de los libros que tenía en frente. No habían pasado ni 3 días completos cuando se había dado por vencido, estaba desperdiciando grandes cantidades de conocimiento y mucho tiempo valioso que bien pudo haber utilizado en otra cosa, además de andar rayando material escolar a lo puro loco.

_Es inútil, mi cerebro no puede hacer nada más que sumergirnos a ambos en un mar de repleta porquería…_Los libros de texto que posaban sobre la mesa, fueron a dar directamente contra el suelo al momento en que Vegeta los había barrido con sus manos. Se había rendido tras pasar casi 3 horas intentando comprender un texto de biología, su materia favorita de hecho. Lo cual hacía que sintiera aún más estúpido al no poder poner atención a la materia que más le gustaba. Con un movimiento de derrota, dejo caer su cara directo a la mesa, golpeándose sin querer, produciendo un sonido de golpe un tanto rudo. Aunque, ni siquiera se puso a pensar en el dolor punzante que estaba sufriendo en la parte delantera de su cara, el únicamente pensaba en la frustración de no poder hacer nada bien por culpa del dolor que, aunque leve, aún existía en su ser. _Lo siento, me rindo_Susurro con un toque patético de derrota, al mismo tiempo que se levantaba, de manera desganada y con la gracia de un muñeco de trapo muy viejo, y se dirigía al refrigerador. Su garganta estaba seca, y necesitaba algo de beber, para su suerte, encontró jugo de naranja, así que comenzó a servirse un vaso, mientras sentía la mirada desaprobatoria que su madre había comenzado a darle desde el momento en que había lanzado los libros al suelo. Volvió a sentarse, ahogando un suspiro. _Madre, discúlpame, pero mi cerebro no da para más, ni tampoco mi cuerpo puede moverse… Creo que me estoy murien…_Quizá hubiera podido seguir con su monologo de niño sin esperanzas y que solo espera recibir una muerte rápida y para nada dolorosa, sin embargo, un libro había sido estampado en su cara con una fuerza innecesaria, dándole un fuerte golpe que lo desconcertó en cierta forma porque no había hecho nada para merecerlo… ¿O sí?_S-Sabes que nunca cuestiono nada de lo que haces, ¿Verdad?_Un gran rectángulo de un tono rojizo se veía con claridad surcando la mitad de su rostro, “Ese… Ese era el maldito libro de química, el más desgraciadamente grueso que tengo en toda mi mochila”. _¡Pero aun así no tienes porqué golpearme!_

_En primera, soy tu madre y no debes levantarme la voz_Con una pierna elegantemente cruzada sobre la otra, su madre le apunto con otro libro que llevaba en una de sus manos. Aunque no sabía si lo estaba apuntando amenazadoramente o simplemente para verse más intimidante. De todas formas, solo le limito a escuchar y no comentar nada que le prometiera otro buen librazo en el rostro. _En segunda, te prohíbo mencionar de nuevo esas palabras de que te estas muriendo y quien sabe que tanto, no me importa si lo dices de broma, porque entonces para mí son bromitas de muy mal gusto_Dijo, con un tono serio y firme, muy característico de ella cuando se trataba de hablar sobre temas que le producían cierta molestia o, incluso, algo de tristeza. Lo sabía muy bien, ya la había escuchado usar antes ese modo y siempre había sido para hablar de esos temas problemáticos que no pronunciaba por respeto a su madre. Aunque, había algo en esa situación que la hacía algo distinta a las otras; Y eso era que no quería ni siquiera imaginarse que lo perdería a él también. Si bien sus palabras iban más de humor para hacerla reír, no había tomado en cuenta que la pérdida de su padre había sido como un fuerte puñetazo en el corazón de su madre, produciendo en ella la sensación de miedo a perderlo también a él. Y hasta ahora pensaba en el gran dolor que sentiría ella si él se fuera de este mundo, dejándola completamente sola y con un vacío en su alma. No importaba si pensaba en la gran fortaleza que poseía su madre y su sorprendente poder por hacer parecer a todos que todo estaba bien aun cuando todo estuviera terriblemente mal, solo podía imaginarse a ella derrumbada en alguna habitación de la casa, llorando y no sabiendo que más hacer… Eso, sin duda, había creado una imagen bastante traumante que tan pronto se había instalado en su mente, le produjo un escalofrío que le atravesó cada centímetro de su cuerpo, cerrándole por un momento la garganta y, con eso, dejándole mudo un momento. Durante varios minutos, ninguno de los dos pronunció ni una sola palabra, quedándose en un completo silencio en el cual cada uno pensaba en una cosa diferente. Quizá estaban ligadas de alguna manera, o quizá no. No importaba pues, los pensamientos de ambos fueron interrumpidos repentinamente por el escandaloso sonido del tono de llamaba del celular de su madre había comenzado sonar, alertándolo tanto a él como a ella. Una leve sonrisa se apodero del rostro de la azabache al ver de quien era la llamada, algo que no pasó desapercibido para Vegeta. _Bien, sino te molesta cariño, debo contestar_Y, conservando esa dulce sonrisa, tomó su teléfono y respondió la llamada.

Se había levantado de su sitio, para después caminar hacia donde estaba la sala, quizá para más comodidad… O para que el no escuchara nada de lo que se tratara esa plática. “Mm… ¿No es eso sospechoso?” Se preguntó mentalmente con el ceño fruncido, mientras daba otro sorbo a su jugo de naranja. “Puede que sea alguien del trabajo, siempre surgen contratiempos en donde la necesitan… Espera, ella está de vacaciones” Su puño se cerró con un poco más de fuerza alrededor del vaso al terminar de darse cuenta de que nadie llamaba a su madre cuando se hallaba en vacaciones (Ya que ella les ordenaba, a cada ser humano que trabajaba con ella, que no la molestaran a o no ser que se tratara de un asunto de vida o muerte, literalmente) Mucho menos sus amigos, porque ella siempre había preferido pasar su tiempo libre con él y su padre. Entonces, teniendo en cuenta los puntos anteriores, ¿Con quién estaba hablando su madre?... “¡Ah, basta, ella tiene derecho de hablar con quien se le antoje!” Se gritó a sí mismo, al mismo tiempo que sacudía un poco su cabeza, para así deshacerse de esa clase de pensamientos dignos de alguien posesivo con su madre. “Además de que es mi madre, no tengo que ser yo quien le diga con quien debe charlar, ¿Verdad?” Dio un corto suspiro, mientras se levantaba de la mesa y se dirigía a las escaleras, en las cuales se topó con su madre, quien al parecer ya había terminado de hablar. Curiosamente se veía muy feliz, incluso más que de costumbre. Algo que, sin negarlo, se le había hecho bastante extraño. _Okey, seguramente hoy me castigues en tu cuarto secreto de tortura, me pegues con el cinturón y después me des de comer a los vecinos_Comento con un tono burlón, colocando una mueca de completa extrañeza que dejaba en claro su desconcierto. _¿Por qué luces tan feliz…?_Antes de que dijera alguna palabra, se apresuró a preguntarle, pero antes que recibir la respuesta que quería escuchar, su madre solo le dio un pequeño golpe en el pecho con su celular.

_Niño, golpear con el cinturón ya no está de moda, además en ese caso mejor te como yo_Se acercó a un pequeño mueble que se hallaba en la entrada principal de la casa, en el cual estaba una cartera de color rosa suave con un pequeño llavero en forma de una hamburguesa con rostro, la tomo y se volteó a ver a Vegeta, quien seguía al pie de las escaleras, sin comprender del todo la actitud tan relajada de su madre. _Y, hablando de comida, ¿Qué te parece si salimos a comer? El día esta tal y como te gusta_Dijo con una sonrisa risueña y con una mirada alegre. Algo que no comprendió del todo Vegeta, pero que no le quiso dar más vueltas. No le importaba realmente que había pasado para que su madre se viera tan animada de repente, prefería mantenerlo así. Ahora, con sus ánimos más arriba, rio un poco y siguió a su madre hacía afuera de la casa.

_Tienes razón, el día esta tan depresivo, lúgubre y gris que me siento de mejor humor_Detrás suyo, escucho la puerta siendo cerrada con llave, junto con el sutil sonido de la risa de su madre.

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Los días, después de eso, habían comenzado a transcurrir con una regularidad cómoda que a él le estaba empezando a gustar. Podía sentir que el ambiente dentro de su hogar se estaba haciendo un poco menos pesado que el anterior al cual temía que se tuviera que acostumbrar. Las pláticas con su madre si habían vuelto más habituales y menos forzadas, antes su madre había hecho lo imposible por hacer parecer que todo podía mejorar, y él había intentado de todo por creerle y hacérselo creer a ella también lo mismo, y por ello las cosas de las que hablaban siempre terminaban tomando un rumbo mucho más melancólico que optimista. Pero, ahora, todo se daba más natural e, incluso, él había comenzado algunas pláticas para sorpresa de su madre y de el mismo. Al principio, ante tanta repentina tranquilidad, se había sentido extrañamente abrumado, pero el acostumbrarse a eso no se le había dificultado ni un poco, por eso prefirió no preguntar ni comentar nada al respecto. Con lo cual, suponía, su madre estaba de acuerdo… Aunque, sin siquiera pedir una explicación ni decir sus inquietudes, la respuesta le había llegado de una forma que, al igual que esa calma, fue completamente repentino.



Habían pasado alrededor de 5 días desde que todo se hallaba bien. …l estaba tranquilamente viendo televisión en la sala y su madre se estaba bañando, cosa rara pues no recordaba ningún plan para salir. Claro que, como todo lo demás, no comento nada y se quedó cómodamente en su sitio. Hasta que, para su molestia, sonaron unos pequeños golpes a la puerta. “Con un demonio, ¿Quién será?” Dio un bufido molesto, al verse interrumpido de su comodidad. Se levantó de su lugar, ignorando el gran deseo de gritarle a su madre para anunciarle que están tocando la puerta, y se dirigió a la entrada a paso tranquilo/desganado. Sinceramente, en su cabeza, veía a algún vendedor intentando prosperar o unas señoras hablando de la palabra del señor, cualquier cosa le daba igual. Abrió la puerta y, en lugar de ver con alguien que llenara sus especulaciones, se encontró con unos enormes ojos azabaches, siendo acompañados de una sonrisa, por las demás cosas, hermosa y brillante…_Oh, hola pequeño_Saludo al extraño hombre con una voz suave pero que aun así sonaba con un toque bastante varonil. _Disculpa, mi nombre es…_Ni siquiera le había dado tiempo de decir ni una palabra más, cuando ya le había tirado la puerta en la cara. “Qu-Quién… ¿Quién era ese sujeto?”

CONTINURARA…
Notas finales:

Disfruten <3

¿Qué tal? ¿Todo bien hasta ahora? ¿Debería mejor morirme?

Okey, espero que pueda actualizar más seguido (Lo digo por El No Es Mío, porque lo deje en la mejor parte y, además, estoy indecisa con el final jeje) Y espero no morir <3

Nos leemos el próximo siglo~


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