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La fiesta por loveOver

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Notas del fanfic:

Con motivo de la fiesta de Killua decidí publicar esto, caray, espero que lo disfruten

Había pasado ya un año desde que Alluka y él volvieron a casa —por insistencia de ella—. La chica, después de haber pasado una larga temporada junto a su hermano, deseaba que él volviera con Gon a continuar su aventura, pero se negó; jamás aceptaría separarse de ella.

«Te lo prometí, y yo cumplo mis promesas» era lo que siempre escuchaba cuando le insistía en seguir su camino.

Imaginó que si lo convencía de volver a la montaña, al verla estable, haría lo posible por regresar al lado de su mejor amigo. La chica tenía esperanza en que se animara a hacerlo, pero poco a poco se rindió. Killua retomó los trabajos, llegó a acuerdos con sus padres para permitirle tener a su hermana junto a él, lejos del sótano frío.

Justo cuando creyó que no conseguiría su objetivo de librar a su hermana, y estaba a punto de buscar nuevas opciones, su padre le dio la noticia. Para su sorpresa, al ir a hablar con su padre, descubrió un «factor secreto» que había intervenido en sus negociaciones.

—Alluka se quedará contigo, estará en tu cuarto, y deberás asegurarte de que nadie más tenga acceso a ella. Te encargarás del personal que la atienda, de su seguridad; pagaras sus gastos y sólo así, aceptaré el trato.

Sus ojos brillaron de emoción. No dudó ningún instante para aceptar.

—Agradece que vinieron a convencerme de hacerlo —murmuró viendo al albino cantando victoria—. No creas que estoy muy de acuerdo, pero sin esos otros factores, jamás habría aceptado.

—¿Qué otros factores?

—Cosas que ni siquiera pasan por tu mente por estar distraído, ¿qué tal si «esa cosa» comienza a meterse contigo?, si se enferma o hay alguna anomalía con él… si te vas a trabajar, si hay algún accidente…, no puedes hacer todo por tu cuenta, y yo no pienso moverme por una causa que no considero correcta.

Su padre tenía razón, era imposible que él se hiciera cargo de todo. Especialmente si se iba a hacer algún trabajo por una temporada larga. En esos casos no tendría opción más que recurrir a quien fuera, a quien aceptara apoyarle, así tuviera que pagar un precio alto.

—Espera… pero, ¿quién se ofreció…?

—No puedo decirte, pero puedo apostar que lo sabes. Ahora ve y arregla lo que tengas que hacer.

Sólo un nombre cruzó por su mente, pero estaba tan enfadado con él, que prefirió pretender que no sabía nada.

Desde ese momento pudo trabajar sin problemas. El "amable anónimo" se hacía cargo de su hermana. La primera vez que tuvo que salir por varios días, estaba dudoso con respecto a la capacidad del anónimo de hacer bien su trabajo; estuvo haciendo montones de llamadas a su hermana, hasta que se convenció de que fuera quien fuera, hacía un buen trabajo. Se encargaba de que ella recibiera comida, que la temperatura del cuarto en el que se encontrara fuera adecuada, despejaba la casa para que ella pasara de un lugar a otro sin tener que exponerse al peligro, atendía sus necesidades básicas, y también le proporcionaba diversión. Alluka nunca estaba aburrida cuando él no estaba, sólo lamentaba que no pudiera socializar más, aunque de sobra sabía que mantenía comunicación online con Gon.

Fuera de eso, su familia no le molestaba tanto, Kalluto a veces lo asistía en sus trabajos, al igual que Illumi. Con el cual raramente cruzaba palabra, parecía que el mayor había tomado la noticia de su regreso tan bien que cuidaba no estorbar en su camino para no hacerle huir de nuevo.

El ruido del dirigible aterrizando le despertó. Había sido un largo viaje y hacía frío. En cuanto se bajó pudo confirmar que la temperatura se volvía más desagradable por el viento fuerte que parecía una navaja afilada rozando sus mejillas sonrosadas por el mal clima y traspasaba la tela de sus pantalones, helándole las piernas.

«Illumi», pensó en él y su corazón se aceleró.

Recordó el motivo por el que había ido tras él y tembló, esta vez, no de frío, sino de nervios. Sus piernas flaqueaban; no estaba seguro si había tomado la decisión adecuada. Bien podía haberse equivocado.

«Es culpa de papá», se quejó mentalmente.

Hacía ya tres semanas del incidente. Se encontraba en un trabajo, como en cualquier otra ocasión, cuando recibió la invitación directa de uno de los mayordomos de Silva; le habían anunciado que ya era apto para asistir a la gran fiesta anual de las mafias y organizaciones delictivas. Desde que era pequeño había escuchado hablar de la fiesta por parte de sus padres, de sus hermanos y personal de la casa. De alguna manera siempre le había llamado la atención, pero no había tenido la edad suficiente para que le dejaran ir. Ahora tenía quince, y su padre consideró que ya era tiempo para que decidiera por sí mismo si le apetecía o no, ir.

Miró la invitación y una sonrisa apareció en su rostro, no podía negar su deseo de ir. Confirmó su asistencia casi de inmediato; estaba completamente emocionado e intrigado de asistir a la afamada fiesta de la que tanto escuchó hablar. Todos los que iban parecían realmente entusiasmados por ir y guardaban especial secretismo sobre lo que ocurría. Era tanto misterio que llegó un momento en que le enfadaba que hablaran de la fiesta sin decir exactamente lo que pasaba, necesitaba saberlo y, lamentablemente, descubrió que sólo lo haría si iba, y tendría que esperar a que su padre considerara que era lo suficiente apto como para poder estar en un ambiente que ellos mismos llamaban "pesado".

El problema empezó justo después de que confirmó su asistencia. Estaba tan emocionado que no pensaba en otra cosa que hablar de su nuevo logro.

—Por fin voy a hacer algo interesante —se dijo en voz alta.

Illumi venía en el camino junto a él, como ya era habitual, sin pronunciar palabra alguna, simplemente caminaba, ni siquiera se molestaba en dirigirle la mirada. Por supuesto que Killua sabía que Illumi era consciente de haber cometido un serio error al intentar matar a su hermana y mejor amigo, así que no le prestaba mucha atención a su actitud, excepto que, en momentos como ese, le incomodaba que fuera así, tenía ganas de conversar con quien fuera y su hermano simplemente actuaba como si no tuviera opinión sobre nada; fuera de eso, estaba dispuesto a dejar de lado el incidente, si es que eso significaba tener un ambiente laboral menos estresante.

Esta vez imaginó que podrían mantener una conversación decente, sobre algo en lo que el mayor tenía experiencia si tan sólo tomaba la iniciativa de iniciar una conversación. Le mostró la invitación de la fiesta y le sorprendió mucho la expresión que el morocho hizo cuando la vio.

—No piensas ir, ¿verdad?

No supo cómo responder, Illumi no lucía contento, sino que de algún modo delató un temor que nunca había visto en él.

—Claro que sí, toda mi vida los he escuchado hablar de la fiesta, ¿esperabas que no me llamara la atención?

—¿Cuándo me has escuchado hablar de la fiesta?, eres muy chico para esas cosas.

—¡Claro que sí te he escuchado!, papá y mamá te hacían toda clase de bromas en la sobremesa…

—Respondo a lo que papá dice —alegó—, pero nunca cuento lo que pasa, mucho menos te lo diría a ti…

—Ugh, ¿por qué eres tan insulso?

Le molestó muchísimo escuchar esa respuesta, era como si todo el mundo tuviera derecho a escuchar a su hermano, menos él. Se suponía que Illumi estaba en deuda con él por todo el acoso vivido, pero parecía que el mayor no tenía la más mínima carga y se daba el lujo de tratarlo de ese modo.

—Sólo quería… olvídalo…

—Kil… —le llamó con una voz claramente preocupada.

Illumi evitaba a toda costa hablar con él. Desde que había regresado a la casa intentaba no estar cerca de él, hacer lo posible por no estar en el mismo cuarto a la vez, aunque era imposible. No quería que Killua volviera a irse y ser el único culpable de su huida. Además, el morocho estaba más que enterado que su obsesión por ese chiquillo estaba mal, ya no quería permitirse fallar más como hermano. Killua ya estaba en edad de actuar por su cuenta y decidir recibiendo una mínima de orientación por parte de sus padres. Sin embargo, por más espacio que había hecho entre ellos, por más que se esforzara por mantener las cosas a raya, poco a poco se daba cuenta de lo fútil que era. Estaba cada día más obsesionado con él, pensaba en él, hasta que prácticamente su día a día se había vuelto todo sobre él.

—¿Por qué quieres ir?, ¿qué te imaginas que vas a ver?

Le dirigió una mirada de ironía, ¿cómo podía preguntar algo que era tan obvio para él?, no pensaba responder, pero al ver que de verdad esperaba una respuesta se resignó.

—Cada año, después de que volvían de la fiesta, papá hablaba de lo genial que había sido, incluso el abuelo, ¡mamá!, y vaya que ella está loca. Pero todos decían algo, todos los años vuelven con un montón de secretismo entre ustedes, se hacen bromas sobre lo que vieron y yo no entiendo nada, Kalluto y yo siempre hemos estado esperando este momento…

En efecto, cada vez que hablaban del tema Silva decía las cosas de un modo en que daba a entender que había demasiada diversión, claro, siempre sin decir exactamente lo que le había fascinado tanto. Lo mejor de todo, eran las bromas que se hacían entre ellos, y las burlas que le jugaban a Illumi mientras que él evadía todas sus insinuaciones. Killua quería eso, formar parte del club que se creaba entre ellos cada vez que volvían, entender los chistes y, sobre todo, saber por qué le decían tantas cosas a su hermano mayor.

—¿Alguna vez has visto que yo haga eso?, yo no les sigo el juego.

—Pero tú eres tú, eso es entendible.

—Tampoco Milluki.

Le dirigió una mirada de ironía.

—Él no va…

—Porque se llevó una muy mala impresión de la fiesta. Y es entendible.

Por supuesto, Milluki siempre evadía el tema y prefería decir que no quería saber nada de esa "horrenda fiesta".

—¿Entonces por qué tú sí vas?

—Porque yo lo necesito.

—¿A qué te refieres?, ¿para qué?

Pero Illumi miró hacia la nada, dio un profundo suspiro y finalizó:

—No te incumbe…

—¿Ves?, no me importa Illumi, yo sí voy a ir.

Iba a alejarse, dejarlo con la palabra en la boca. No le importaba en lo más mínimo que su hermano no quisiera que él fuera. Así lo hiciera enojar, iría.

—Sólo hay orgías, drogas en exceso y apuestas, ¿es eso lo que quieres? —la voz de Illumi lo detuvo.

Quizá si no lo hubiese dicho en ese tono tan retador —como si él pudiera decidir lo que a Killua le gustaba o no— él habría reflexionado un poco, habría dudado y tal vez habría desistido de ir, pero ahora más que nunca quería demostrarle que no era un mocoso, que no tenía por qué tratarlo como tal.

—Sí. Yo sabré si me gusta o no. Iré, ¿algún problema?

Pero la sonrisa burlona de Illumi acabó con su paciencia.

—Sí —contestó el morocho—. Creo que no podrías ir a ninguna parte sin esto.

Y acto seguido le mostró su pase, la entrada que su padre le acababa de enviar. Illumi la había tomado durante la conversación sin que él se percatara. Lo lamentó mucho, la quería ahora más que nunca.

—Dame…

Y antes de que pudiera terminar su oración, Illumi se había ido. Se dio prisa, pero su aura no alcanzó a localizarlo tan rápido, el morocho se había enterrado en alguna parte y ocultado su Nen, de forma que el albino no pudo hallarlo. Regresó a la casa, molesto, iba a esperarlo en casa, después de todo tendría que volver y entonces lo confrontaría y le haría devolverle el pase de entrada. En caso de que lo hubiera destruido, al menos le quitaría el suyo.

En cuanto llegó a la montaña, todavía malhumorado, se mantuvo con una actitud desagradable con todo el mundo, desesperado por ver a su hermano mayor.

Más sarcástico que de costumbre, fue a ver a Silva para hablar de los últimos negocios concretados con la mafia durante su trabajo y su padre no pudo resistir más verle con esa expresión de pocos amigos.

—¿Qué te ocurre?, ¿por qué estás tan de mal humor?

—Illumi me quitó mi pase para la fiesta —contestó a secas. Su padre no tenía la culpa que no tuviera ganas de hablar, y que sólo pensara en contactar a su hermano para vengarse de su burla.

—¿Illumi?

—Sí, dijo que yo no era apto para ir a una fiesta de esas y me quitó el pase.

Silva soltó una carcajada que empeoró su humor.

—Seguramente no quiere que lo veas hacer lo que siempre hace en las fiestas. Bueno, veré que puedo hacer. Ahora sal, necesito ocuparme de otras cosas.

«Hacer lo que siempre hace en las fiestas», eso le impactó. Illumi hacía algo interesante, algo quizá digno de mofa, de secretismo y charlas de sobremesa. Su ira pasó a convertirse en intriga. Illumi no le había intentado persuadir por su edad, esa había sido una excusa barata que él le había comprado; el mayor le había quitado el pase, en un intento desesperado por librarse de él en la reunión.

Conforme pasaron las horas, cayó en cuenta que el morocho no volvería a la casa. Su esperanza por recuperar el pase antes de la fecha disminuyó, y de nuevo comenzó a ponerse irritable.

—¿Qué tienes? —le preguntó Kalluto cuando se lo encontró a medio camino en la montaña.

—Nada… —vio el rostro de incredulidad en el más chico y se resignó—, Illumi me quitó mi pase para la fiesta de la mafia.

—¡¿Vas a ir?! —incluso Kalluto estaba entusiasmado con la noticia, por tal motivo no podía dejar que Illumi se saliera con la suya—, estoy esperando el momento en que me dejen ir, qué suerte tienes.

—Lo sé, al fin los secretos de los adultos van a terminar para mí.

—Mamá me ha dicho que es un evento increíble, que pasa de todo y puedes hacer muchas buenas relaciones. Además de que por única ocasión, puedes sentir efectos de venenos y cosas así. Es peligroso, pero, ¡ay!, es que es emocionante.

—¡Lo sé!, quiero ver qué tanto hace papá e Illumi… —entonces recordó que el idiota le había quitado su pase—, maldita sea, aniki me quitó el pase, necesito recuperarlo.

—¿Te lo quitó?, ah… qué mal —Kalluto guardaba esperanza en que Killua fuera a la fiesta y le contara los secretos que tanto le intrigaban a los dos—. Le preguntaré a mamá cuándo volverá a casa, y te ayudaré a recuperarlo.

Al día siguiente, Illumi no daba señales de vida, y su paciencia volvió a sufrir estragos. Esta vez le tocó a Milluki tener que lidiar con el molesto albino.

—¿Y tú, pequeño imbécil, qué diablos traes?, ¿por qué quieres quitarle el puesto de reina del drama a mamá?

—Cierra la maldita boca cerdito.

—Uy, estás en tus días.

—Mira quién lo dice, la eterna reina del síndrome premenstrual.

—Ya, ya enano, ¿qué tienes?, todo el maldito día has estado discutiendo con quien se te ponga en frente.

Suspiró. Por más que había hecho lo posible por controlarse, todavía le costaba trabajo resistir cuando se trataba de su familia.

—Illumi me quitó el pase para la fiesta. Me molesta que el muy idiota no ha venido a la casa y ya mañana es el evento.

—Uy… es mejor que no vayas —contestó Milluki sintiendo escalofríos—, la vez que yo fui me tocó ver a mamá y papá… ya sabes… teniendo sexo. Fue asqueroso. No quiero volver a ver algo así en mi vida.

El descubrimiento era perturbador, pero no se detuvo, no quiso desistir en ir a la fiesta. Si Illumi continuaba asistiendo, pese a que sus padres hacían despliegue de su vida sexual, supuso que sólo era cuestión de evitar estar cerca de esos dos. Lo que ahora deseaba más era saber lo que Illumi hacía, eso era todo. Lo que sus padres y su abuelo tanto se decían entre ellos.

No tardó mucho en encontrarse con Zeno, su abuelo regresó a casa para prepararse para la fiesta, y en cuanto lo vio, por fin pudo desahogar su frustración.

—¿Te lo quitó?, bueno, es entendible, seguramente no quiere que sepas lo que hace.

—Es precisamente por eso que me enojo más. Porque todos saben menos yo.

—Ay, sólo… —estuvo a punto de decirlo— Illumi es muy popular en la fiesta, pero no porque haga algo estúpido, sino porque es la leyenda, el único de todos los invitados que desde el inicio se ha resistido a los efectos de las drogas, y es… bueno, no importa.

—¿Drogas?, pero somos inmunes… no le veo el chiste.

—Hay cosas que combinadas de cierto modo, agregando exceso, y Nen, hace efecto en nosotros, pero no es el mismo efecto que en el resto de las personas… quizá la primera vez sí, sí te afecte bastante, pero conforme asistas, dejará de afectarte. A mí me tomó diez años, así que te podrás imaginar lo potente que es.

Sí, debía tratarse de algo particularmente fuerte. Una oportunidad especial para sentir efectos como una persona normal, era interesante.

—¿Y tú por qué vas?

—Porque es divertido.

Si su abuelo lo decía, no tenía duda alguna de que era así. Si era verdad o no que Illumi se resistía a los efectos, quizá perdía la gracia ahora que lo sabía. Pero entonces, ¿por qué su hermano le insistía tanto en no ir?, no lo vería hacer cosas vergonzosas como el resto de las personas. O tal vez esa popularidad de la que hablaba su abuelo era lo que se refería. Verlo en su estado más estoico, rechazando montones de personas bajo efectos de drogas, quizá era lo gracioso.

—Toma —y para su sorpresa, por la noche su padre le regresó el pase. Vio a Illumi cruzado de brazos a un lado de él. Silva lo había forzado a devolverle la entrada contra su voluntad.

Le sonrió orgulloso a su hermano y regresó a su cuarto. Estaba más ansioso que nunca, por fin rompería con el mito. Vería por sus propios ojos lo que tanto hablaban. Si no le gustaba, simplemente haría lo que Milluki, y se quedaría en casa.

Abrió la puerta del hotel, había sido especialmente cuidadoso en que su hermano no se percatara de su presencia, aunque podía apostar que de todos modos se percataría de él. Había sido un largo viaje y aunque en un principio estaba cansado, la idea de que estaba a pocos minutos de encontrarse con su hermano le hizo olvidar todo.

Subió las escaleras, caminó hasta el fondo y llamó a la puerta.

—¿A-aniki?, abre…

La puerta se abrió de inmediato, Illumi estaba pálido, podía jurar que estaba temblando.

—¿Kil?, ¿qué haces aquí?

Hubo un silencio incómodo entre los dos. Killua miró al interior del cuarto, indicando con la mirada que le dejara pasar. Illumi sonrió forzado y se hizo aun lado.

—Estoy ocupado, Kil, debo salir.

—No, tú y yo vamos a hablar, y lo vamos a hacer ahora.

—Kil, sólo… no fue mi intención. Estaba drogado, así como tú, ninguno de los dos era consciente…

—No te pedí explicaciones. Sé lo que pasó. Lo recuerdo todo, Illumi. Todo.

Vio al mayor que se dejaba caer sobre la cama con un aire de resignación y vergüenza. Y ahora sí podía afirmar que estaba nervioso, su expresión lo delataba por completo.

—¿Qué quieres que te diga entonces?

La fiesta estaba repleta de gente. Personas de toda clase de organizaciones delictivas. La fiesta se estaba llevando a cabo en un lujoso hotel que había sido reservado por completo para ellos. El salón principal estaba repleto, incluso no se sorprendió cuando accidentalmente se encontró con los miembros de la araña, no obstante, el ambiente oscuro y lleno de cuartos por todas partes, hacía que cualquier persona pasaría desapercibida. Quizá eso era lo que provocaba una desinhibición al saber que si tenían ganas, podían encerrarse en cualquier cuarto y tendrían privacidad.

Francamente comenzaba a dudar de lo que su abuelo le había dicho, de las supuestas drogas repartidas a los invitados. En cuanto vio los frascos, los tubos de colores fluorescentes, con sustancias sospechosas, deseo hacerlo, intentar tomar una de esas mezclas que le harían experimentar algo para lo que, en su estado como asesino, estaba privado a sentir. Comenzó a aceptar todo cuanto le ofrecían.

El olor del lugar era increíblemente denso, nubes de gases se expandían por todas partes y podía apostar que tenían también algunas otras tantas drogas. Vio que unas personas caían al suelo, víctimas de los efectos de los gases y las bebidas, y se sonrió. Todavía no sentía nada en absoluto, creyó que era una mentira de sus padres para hacerle creer que la reunión era mejor de lo que en realidad era.

—Ya estuviste mucho en la fiesta, vete a un cuarto —le dijo Illumi, provocándole un sobresalto.

—¿Y tú?, ¿no se supone que tienes tus propios asun…?

En cierto modo le alegraba verlo, se sentía incómodo estando en medio de toda esa gente, y sin nadie con quien conversar. Para su sorpresa, cuando se giró, se encontró con un Illumi muy diferente a lo que él acostumbraba.

Una apariencia que caería en su definición de «rockstar», cabello recogido en una coleta alta, ojos delineados en negro, playera negra, pantalones grises, chaqueta de cuero, y un par de botas con aires góticos. Esperaba verlo con sus estrafalarios trajes verdes, pero en lugar de eso vio a un tipo no menos extravagante, pero que no hubiese reconocido de no ser porque lo conocía de toda la vida. Quedó boquiabierto, no por la belleza de su hermano, a la cual estaba acostumbrado, sino porque su hermano podía lucir como alguien menos estrambótico, más o menos normal. Lo que más le impresionó fue la oleada de gente que estaba tras él.

Apenas le había hecho la pregunta y vio a dos chicas arrimándose sobre él, y la leyenda que su abuelo le había contado, Illumi las hizo a un lado de forma poco amable.

—Vaya, creí que eras un idiota extraño, pero ahora me doy cuenta que muy en el fondo, sólo eres un idiota.

—Bien Kil, ya te divertiste, ve a un cuarto de los pisos de arriba.

—No.

Y con una gran sonrisa traviesa que no le infundió nada de confianza a su hermano mayor, arrebató otra de las bebidas que traía un mesero y la bebió de un sólo trago. Illumi intentó apartarlo, pero él lo evadió.

—Kil, no es gracioso. Deja de meterte esas cosas, te van a hacer daño.

—¿Crees que me voy a tragar esa mentira?, llevo rato tomando de todo y todavía…

No podía decidir si estaba comenzando un terremoto o era su mente jugándole una broma. Illumi lo tomó de la cintura y, quitándose a la gente de encima, lo arrastró a un cuarto.

—Te lo dije —escuchó que Illumi estaba molesto.

En cuanto lo metió al cuarto, salió y cerró la puerta tras su espalda.

 

 
Notas finales:

No sé cuándo volveré con el siguiente capítulo, pero seguramente no me tomará tanto :)


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