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Cálido invierno por Naomiyaoi38

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Notas del fanfic:

Este esta es una pequeña cosa que nació de la «iluminación de inspiración» (? tras estar durante un caso de muerte súbita en gatos en la fundación de animales en la que hago servicio comunitario. Aunque mi inspiración me dio M-preg y en vez de gatitos un tigrote, (? pero en fin. Los tigrotes son bonitos. (?

Sus oscuros ojos contemplaban con expresión melancólica la nieve que caía sobre aquellas desoladas montañas, una nieve tan blanca y pura como el pelaje que cubría las pequeñas y suaves orejas de su inerte cría la cual yacía eternamente gélida e inmóvil sobre la pequeña cuna de rústica madera en aquella estancia.

Inspirando profundamente Yerk desvió su mirada hacia donde yacía su difunta cría, dirigiéndose con pasos parsimoniosos hacia la pequeña cuna, apoyando sus manos en el borde de esta.

Sintiendo un incipiente nudo ascender por su garganta contempló a la pequeña criatura de rasgos híbridos: pálidas y tersas mejillas, pequeña boca de labios que se tornaban azulinos, pequeñas uñas negras y orejitas de tonalidad de un blanco absolutamente puro las cuales sobresalían de su cabecita de cabellos blancos.

Un infante absolutamente único, y para él el más hermoso. Sin embargo, ahora lo único que tendría de él sería el recuerdo de un corto invierno a su lado.

Con semblante lleno de pesar extendió su mano hacia el infante y la manga de su túnica azulina rozó a la criatura mientras sus dedos rozaban por última vez aquella infantil mejilla.

Las lágrimas se agolparon en sus ojos y pugnó con ellas. ¿Por qué su pequeño había tenido que morir? ¡Apenas había nacido a principios de invierno y ni siquiera pudo conocer la primavera! ¡Cuánto hubiera querido verle reír en medio de los campos de flores, jugar en el bosque y enseñarle lo especial que era! Pero ahora nunca podría hacerlo.

—Yerk —le llamó con suavidad una voz a sus espaldas y seguidamente unos cálidos brazos de mullido pelaje blanco le rodearon por la espalda—. Necesitas descansar. Yo me ocuparé de...

—¡No lo necesito! —espetó a su pareja girándose para enfrentar a los azules ojos de aquel imponente tigre quien le contemplaba con pena, dulzura y comprensión—. Yo me quedaré a ayudarte. …l es mi hijo... Era mi... —su voz se quebró impidiéndole terminar la frase a la vez que las duras facciones de su tez acanelada se tornaban en unas llenas de furia y dolor. No podía contener aquello que corroía su interior. Menos cuando su pequeño aparentemente tan sano había muerto de manera repentina una noche sin que él hubiera podido hacer nada para ayudarle.

—…l murió por mi culpa. Tyrath, nuestro cachorro murió por mi culpa —dijo con suma amargura y dolor—. Murió porque soy humano. Porque a pesar de haber sido un guerrero mis genes eran demasiado débiles para darte un cachorro fuerte. Quizás todos tienen razón al decir que nuestra unión es un error, una equivocación, que estoy maldito por pertenecer al sur y ser uno de los pocos humanos que quedan, que...

—¡Basta! —exclamó el tigre interrumpiéndole y Yerk calló observando la repentina dureza del semblante de su pareja quien suspiró profundamente buscando calmarse.

—Tú no estás maldito. Tú no tienes la culpa. Ni tú, ni yo, ni nadie.

»No me importa que seas humano y nunca me importará —dijo acercándose al hombre y acunando con una de sus manos la mejilla de este a la vez que una de sus garras rozaba con suavidad cariñosa la acanelada piel de aquella mejilla en un ademán de cariño—. No eres débil. Eres un hombre fuerte y valiente. Y él será un cachorro que recordaré por siempre. La primera cría que me diste. El primer fruto de mi unión contigo. Será un cachorro que siempre recuerde por representar nuestros sentimientos —afirmó con suavidad estrechando al fornido cuerpo del ex guerrero contra sí, ofreciéndole con aquel gesto su calidez y apoyo.

Yerk tragó el nudo de su garganta, permitiéndose aferrarse a su pareja y dejando finalmente que un par de lágrimas escaparan de él, rodando por sus mejillas hasta perderse contra el blanco pelaje del tigre, aceptando las palabras de este, confiando en ellas, deseando creer completamente en ellas.

No estaba maldito. Tyrath y él habían amado a su cachorro cada día que estuvo a su lado. Y aunque su cría ya no estuviera con ellos, siempre la recordarían y en un futuro sus próximas crías también conocerían de aquel pequeño que aunque tuvo una fugaz presencia, durante aquel gélido invierno llenó de calidez su existencia.

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