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Capullos Rosas por 1827kratSN

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Notas del fanfic:

Holis~

Krat viene a dejar esto porque... quiere ofrecer dulzura XD

Sorry, pero debía sacar esta idea de mi cabeza y aplicarlo en una pareja nueva, como para explotarla un poquis 

Notas del capitulo:

Holis~

Bueno esto lo publiqué hace tiempo, pero como Viktuuri, debía confesarlo... pero después vi que eso no tenía sentido. Quise hacerlo YuYuu y dije... no wey, hay que aplicarlo con quien calce con la temática y al final, después de pensar en miles de parejas crack al cual aplicarla... mejor me decidí por estos dos XD

Así que disfruten~

 

 

 

El mundo iba cambiando según la evolución de los pequeños seres que habitaban en las grandes tierras creadas por el dios de dioses… aunque eso sólo fuera lo que se le dijera a cada humano que venía por respuestas. La realidad era una muy diferente, un secreto que los altos cargos “celestiales” mantendrían siempre bajo un elefante… después de todo, era su pequeña travesura ocasionada cuando se pasaron de niveles de consumo de algo amarillo llamado: “néctar de los dioses”. Incluso ellos debían tener sus momentos de diversión sin restricciones

 

 

—Ñukaty… abandona tu posición un momento — Un hombre de facciones un tanto maduras caminaba en una enorme habitación blanca. Su cabello negro, corto, estaba adornado por una pluma dorada que destellaba, aun, sin que la luz le llegara — quiero ver el libro

—si… Toshiya-sama — el elefante entonces movía su trompa de forma horizontal, colocando una alfombra roja en el suelo para que su señor atravesara el abismo que rodeaba su puesto de trabajo — pero pensé que no quería que nadie viera el libro

—a mi esposa le ha dado curiosidad nuevamente — sonrió con sutileza mientras caminaba con paso calmo en dirección de aquel libro negro, envuelto en decenas de cintas de colores y que guardaba algunos secretos de la creación tanto del mundo humano, como de otros tantos — por cierto, Ñukaty… por hoy puedes darte un descanso. Visita a tu familia si lo deseas

—se lo agradezco, mi señor — aquella criatura de enorme cuerpo cerraba sus ojos mientras, estirando sus patas delanteras, hacía una leve reverencia hacia el hombre en frente de sí para después alejarse para dar privacidad a su amo — Toshiya-sama, ¿puedo decirle algo? — recibía el asentimiento de su superior y continuaba — yo creo que simplemente debería destruir ese registro

—no puedo — rió sutilmente — mi amada Hiroko adora tener evidencia escrita de los errores de los dioses. Para ella son recuerdos preciados que no quiere olvidar — tomaba el libro con suma delicadeza, como si se fuera hacer pedazos con un solo toque

—entiendo… volveré en la tarde, Toshiya-sama — el elefante entonces daba sus primeros pasos mientras su cuerpo iba disminuyendo de tamaño, transformándose en una criatura pequeña similar a una pequeña ave con un par de alas azules que desplegaba para el vuelo

 

 

Toshiya repasaba la portada con sus dedos, las hojas estaban plasmadas con escritura de su propia mano. Sonreía antes de sostener las cintas que quedaron esparcidas en el suelo tras el despegue de su guardián y con un leve movimiento de sus dedos, las hacía levitar por la habitación hasta que llegaran al techo y ahí se quedaran hasta darles uso nuevamente. Con prisa iba a la siguiente habitación, pues no le gustaba hacer esperar a su linda esposa. A ella le gustaba releer la historia custodiada, lo hacía cuantas veces necesitara para calmar su curiosidad… el dios, padre de padres, amaba a esa mujer por sobre todas las cosas y por ella haría lo que fuera… aunque la vez que hundió Atlantis se pasó un poco de la raya… o de copas… no lo recuerda bien

 

Hiroko, madre de madres y única dueña del corazón del dios supremo. Una mujer pequeña, de sonrisa hermosa y sutil, cabello castaño corto, balanceaba sus pies mientras dejaba que el columpio la meciera y la brisa chocara con sus mejillas. Hiroko junto a Toshiya eran los dioses principales, los creadores de todo y culpables de la existencia del mundo humano. Eran los… ¡los dioses más felices del maldito mundo celestial! porque, ¿Quién no estaría feliz viviendo encima de suavecitas nubes? A Hiroko le encantaba eso, la vista era impresionante mientras se balanceaba. El azul del cielo creado por uno de sus hijos, las estrellas creadas por otro, el sol lejano creado por su esposo para alegrar su vida… era perfecto y por eso no podía dejar de sonreír

 

 

—aquí tienes — Toshiya aparecía con el libro en sus manos, mostraba su sonrisa sutil, tan llena de amor hacia su esposa eterna, como ninguna otra — puedes leerlo ahora

—estoy emocionada — sonreía bajándose de su pequeño juguete y tomaba el libro negro que despedía aroma a rosas y cuyas páginas blancas y brillantes, con escarcha echa de oro, le daba un toque más sublime aun — quiero leerlo de nuevo

—¿lo has olvidado ya?

—no… pero me gusta recordarlo y apreciar la caligrafía de mi esposo — sutil sonrisa que iluminaba el cielo, el reino de los dioses, el mundo humano y celestial... así lo veía Toshiya

 

 

El título redactaba en color azul claro, “Inicios y designios”. Los secretos de los primeros dioses creadores, estaban en ese libro. Se relataba todo con detalles, cada suceso, error, solución y… para los nuevos dioses, su lectura estaba prohibida y así seguiría, después de todo, los secretos jamás debían ser rebelados… eso a menos que desearan traumarse un poco o tal vez reírse, dependía del caso y del capítulo. En uno de ellos estaba relatada la historia de la creación del hábitat humano, era la historia favorita de Hiroko, pues no siempre haces una fiesta entre dioses.

En esa ocasión se les proporcionó inmensas cantidades de néctar y tal vez fue previsible el desastre que proseguiría ese hecho. Un par de aquellos jóvenes dioses armaron competencias especiales, una los retaba encender las antorchas disponibles e intentar darle a un blanco a kilómetros de distancia. Fue tanta la emoción por ganar que empezaron a lanzarlas con tanta rapidez hasta el llegar al punto donde, a lo lejos, mientras las municiones incendiarias caían al infinito espacio, formaran la frase “Yo gané” … estaban ebrios, no podían culparlos de hacer locuras, y eso solo fue el principio.

Toshiya había usado sus poderes como el dios padre para dividir las nubes, manipularlas y hacerlas parecer un corazón que representara el amor hacia su esposa y su primera hija en ese entonces… eso fue tierno, pero la ternura se acabó cuando esas nubes estallaron en una oleada de hadas negras. Criaturas cuya única habilidad era causar desastres, sino pregúntenle al dios de la paciencia que, por única vez, perdió -cabe la redundancia-… ¡la paciencia! y mandó al carajo a la nueva creación. El error en esa ocasión fue que Toshiya acunó en una de sus manos un poco de ceniza y al momento de editar las nubes, estas se mezclaron con negrura innata, pero al final hubo reparo 

¿Pero cómo nació la tierra? Fácilmente explicable con los pocos recuerdos que los dioses tenían.

Juntaron las pestañas de la diosa madre -cuatro para ser exactas- la saliva de la mascota favorita del primogénito, el pastel que quemó la diosa de la sabiduría… ella era una catástrofe cocinando en esa época, tal vez lo seguía siendo, pero era mejor no preguntar… añadieron la puerta de la habitación más grande del palacio celestial, un poco de tierra, una nube, soplaron brillantina conseguida de quien sabe dónde, le sazonaron con verduras, amasaron mientras escuchaban el cántico de una servidora creada recientemente, le añadieron el néctar caducado, hicieron una bola, la pusieron a fuego lento mientras todos bailaban alrededor de esa cosa con forma indefinida, la lanzaron al sol, pero de alguna forma se les fue regresado y… lo demás… lo demás fue censurado y olvidado.

Toshiya tenía la culpa; después de todo, no recordaba nada después de eso y los demás… los demás simplemente borraron ese recuerdo de la memoria y Hiroko nunca pudo saciar su necesidad de saber cómo exactamente se terminó de crear la tierra humana. Ella desgraciadamente se había quedado dormida antes de que terminaran el “ritual”. La conclusión era que la tierra, en donde habitaban los humanos, era simplemente creada por un error y néctar añejado, un descuido y sobre todo… néctar añejado… sí… ellos guardaron ese secreto debajo de un elefante, porque representaba que eran débiles ante una sustancia amarilla que les nublaba la cabeza

¿y qué tiene que ver la creación del mundo humano, con los dioses o con la historia siguiente?

Nada, pero al menos un espía infiltrado, que podía leer la mente de uno de los dioses padre, calmó su curiosidad. Era pequeño, tenía el cabello tan azabache como el dios padre, pero la hermosa mirada de la diosa madre. Un pequeño dios en etapa de crecimiento que solía escabullirse porque la curiosidad le ganaba ocasionalmente, pero luego simplemente se aburría y se iba del lugar para buscar algo en qué entretenerse. Eso hacía desde que su hermana dejó el castillo celestial, pues ella ya tenía su tarea designada

 

 

—Yuuri… Yuuri, no te escondas porque sé que estas aquí — la voz de una fémina sacaba al mencionado de su pequeña burbuja pensativa, porque no había podido leer la mente de Toshiya con claridad, así que no sabía toda la historia

—no… no quiero — susurraba antes de empezar a correr por los pasillos del enorme castillo celestial

—Yuuri — la voz seguía resonando y eso ocasionaba el pánico en el pequeño niño que se metía debajo de la mesa para esconderse

—Yuuri… soy la diosa de la sabiduría… ¿crees que me vas a poder engañar? — decía con su puño apretado y levantado al aire. Odiaba cuando no apreciaban sus enseñanzas — soy tu maestra y te preparo para que sepas cumplir tus funciones en el mundo humano… ¡claro que no te escaparás de mí!

 

 

Persecución. Una pequeña persecución porque Yuuri salió corriendo y detrás de él, Minako lo seguía. Nadie podía culpar al pequeño dios, después de todo, estaba en sus primeros siglos. Yuuri aún no quería dejar el castillo, quería primero entender muchas cosas y tampoco le hacía gracia tener que aburrirse con los discursos de la diosa de la sabiduría. Él solo quería jugar y era por eso que escapaba. El pequeño dios corrió por los pasillos que conocía tan bien y logró confundir a su perseguidora, para así finalmente respirar en paz

 

 

—¡hola! — Yuuri se espantó cuando escuchó eso detrás de sí. Quiso echar a correr nuevamente, porque no quería ser visto, pero no lo dejaron — dije hola… ¿no escuchaste? — no había reclamo en esa voz, solo diversión

—suéltame — protestaba el pequeño Yuuri mientras intentaba caminar, pero el agarre en su blanca túnica, llamada quitón, lo detenía — no quiero

—no te voy a hacer nada — la voz era infantil y animada, dulce y… Yuuri se atrevió a mirar — acabo de llegar… me dijeron que tú eras el pequeño dios que aún no tiene designación de tareas — sonrisa esplendida y amplia, ojos azules como cuando te asomas al borde de las nubes y ves hacia el horizonte, cabellos castaños claros levemente revoltosos — yo vine hoy para recibir la mía — Dioses. Eso eran ellos y era así que a cada uno se le designaba una labor.

—tareas — dijo con espanto mientras retrocedía un paso para alejarse de aquel niño que le superaba en estatura — no me gustan

—¿eh? ¡Pero si debe ser fabuloso! — sonreía ladeando su cabeza y apreciaba al niño en frente de si — imagínate ir a la tierra y ver a todos esos humanos que están creciendo

—no me gusta mucho eso

—¿por qué?

—no los conozco

—pero si ni siquiera los has visto y para conocer a alguien nuevo, primero debes hablarles

—¿y si son malos?

—entonces buscas al siguiente humano e intentas un saludo de nuevo

—¿quién eres? — surgió esa duda al fijarse que estaba hablando con un extraño

—mi nombre es Emil — sonrió mientras elevaba la mano — ¿y el tuyo?

—Yuuri — impidió que el otro lo tocase y se dio media vuelta — adiós — dijo mientras empezaba a correr

—¡oye! ¡No te escapes! ¡Quiero conocerte más! — ¿era el día de mala suerte de Yuuri? ¿por qué todos empezaban a perseguirlo de repente?

—pero yo no — se quejaba buscando algún escondite o salida y la halló — hermano — susurró y apretó el paso, escuchando la voz de aquel desconocido detrás de sí — ¡hermano!

—¿Yuuri? — un niño, un poco más grande que el azabache caminaba por el pasillo que cruzaba. Usaba el mismo quitón blanco que cubría hasta la mitad de sus piernas, dejando visible las rodillas, pues era vestimenta tradicional para todos, sencilla, pero cómoda — ¿qué pasa?

—escóndeme — no dijo nada más que eso antes de colocarse detrás del mayor y aferrarse a él por la espalda — no quiero que… me vea — jadeó

—si sigues así de tímido todos abusarán de ti, Yuuri — se quejaba con un suspiro mientras sujetaba su frente. Ya estaba cansado de decirle aquello al menor

—pero…

—¡Yuuri! — la voz llegaba de pronto, proveniente de quien acababa de doblar el pasillo y reía con diversión — te alcanzaré

—¡oye! ¡¿tú eres quien molesta a mi pequeño hermano?! — pero claro, era el mayor, obviamente iba a defender a su hermanito — ¡¿quién te crees?! — elevaba su puño en protesta, fruncía su ceño y sus ojos color violáceo refulgían en ira

—¿eh? — miraba con curiosidad al castaño que recién vio — yo no lo molestaba, sólo lo perseguía — reía suavemente colocando sus manos detrás de la cabeza — estábamos jugando

—Yuuri — el castaño miraba a su hermanito negar y volvía a mirar al desconocido — ¡no mientas!

—no miento — sonreía sin más y se daba cuenta de que no se había presentado correctamente — soy Emil, un gusto

—Michele — decía con molestia. Minako le enseñó que debía responder a una presentación con una propia, no iba a dejar de ser cortés — ¡pero eso no viene al caso! — su expresión daría terror, pero el otro parecía no reaccionar — ¡aléjate de Yuuri!

—¿por qué gritas tanto, Mickey? — una voz femenina y suave salía de pronto; y el mencionado sólo pudo tensarse

—¡Sara! ¡te dije que dejes de llamarme así! — no gritaba, pero protestaba con seriedad. A su hermanita no la iba a espantar  

—¡oh!… Mickey — mencionaba Emil con emoción mirando al de ojos morados — creo que escuché de ti y tu tarea

—¡tú no tienes derecho de llamarme así! — se sonrojaba levemente, y las personas no sabían si era por la vergüenza o por la ira

—creo que te queda bien la tarea de guiar guerras — sonreía el castaño de cabellos claros — tienes mucha energía, Mickey

—¡¿Ya tienes tarea?! — Sala enfrentaba a su hermano mayor sólo por minutos, después de todo eran gemelos — ¡¿por qué no me dijiste?! — lo apuntaba con el dedo y fruncía su ceño. Sus cabellos negros, largos, ondearon y sus ojos del mismo tono que su hermano mayor, brillaron en reproche  

—espera, yo no la tengo aún — se excusaba de inmediato

 

Y con sólo esa discusión, las cosas quedaban en claro. Más o menos.

 

 

Continuará...

 

Notas finales:

 

Esto se supone ser un intento de “comedia”, pero me conformo con que al menos hayan sonreído un poquito. Soy de las ficker cuyo tema esencial y característico es la angustia o el drama, pero cuando intento ponerme “tierna” sale decente, así que creo que este fic puede encaminarse por allí, además del humor un poco “promedio”, pero me esforzaré.

Desde hace tiempo que quería explotar esta idea, una historia pequeña sacada de otra de mis historias, pero no me decidía por el fandom ni la pareja. Pensaba hacerlo con Hetalia en un Alemania x Italia, pero meterme a un nuevo fandom siempre me da miedo… así que al final para quitarme esta inspiración leve, pues les traigo esta obra

Así que… aun no decido la pareja principal ni las segundarias… ¿ustedes qué quieren? No sé, desearía saberlo hasta que yo pueda subir el siguiente capítulo de esta narración ^^

Muchas gracias por leer~

Besos~


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