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Joker misery por Dakuraita

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Notas del fanfic:

Porque quiero, porque puedo.

ADVERTENCIA: Contiene abuso, maltrato, violación, tortura y chantaje. Si eres sensible a estos temas mejor ni leas. 

Contiene lenguaje sucio/fuerte/inapropiado. 

Advertencia 2(?): en esta historia vas a encontrar Bisexualidad y heterosexualidad. Es mi historia y no debería avisar pero bueno, nadie diga que no advertí. 

 

Notas del capitulo:

Ukemine es amor, es vida, y espero todos gocen de esta horrible historia. 

Imayoshi cerró la puerta del aula tras de sí. Estaba desolada y dado a que las cortinas estaban cerradas daba un aspecto especialmente oscuro y tenebroso.


Aomine estaba en el suelo, cubierto de semen, sus manos seguían atadas y su expresión denotaba cansancio extremo. Estaba en shock, sus ojos carecían de brillo…


—Les dije que tuvieran más cuidado —comentó Imayoshi al aire, con un tono que no disimulaba la gracia que la escena le provocaba—. ¿Aomine? ¿Escuchas mi voz?


Como un perro que escucha a su amo, el moreno alzó la vista, lagrimas corrían por su rostro, lagrimas que reflejaban su impotencia, su furia, y… dolor.


—Oh vamos, no me mires así… —Imayoshi colocó su pie sobre la garganta de Aomine—. Yo te advertí, te dije que no mordieras más de lo que podías masticar… en esta escuela hay reglas, Aomine. Y tienes que obedecer. ¿Ya has olvidado en manos de quien está tu destino?


Imayoshi sacó una carta de baraja que guardaba en su bolsillo, esta mostraba un rey.


Aomine intentó incorporarse.


—Solo suéltame…


—¿Hm? No escucho las palabras que un buen chico que merece ser perdonado de su castigo debería decir en una situación como esta…


La sonrisa tranquila de Imayoshi recordaba fácilmente a la de un zorro malvado. Él era un zorro malvado… no por nada se había hecho con la carta del rey durante un semestre seguido. La mayoría ya estaba empezando a aceptarlo como su rey absoluto, como si no hubiese otro.


—Suéltame… por favor… —la voz de Aomine, áspera, brotaba dolorosamente desde el fondo de su garganta. Había gritado demasiado.


—Qué buen chico —la sonrisa de Imayoshi se alargó peligrosamente, pero al final volvió a su usual relajado gesto. Poniéndose de rodillas cortó con una navaja de bolsillo las ataduras del moreno, luego se levantó y se dio la vuelta—. Espero que esta vez no olvides tu lugar… —de pronto, una risa burlona—. Ah, casi nostálgico… ¿no? Hace solo un mes no parabas de parlotear con «El único que puede vencerme soy yo mismo» y ahora mírate, el bufón de la escuela… tan patético que lo encuentro lindo.


Se escucharon pasos, acto seguido un chico mucho más flacucho y pequeño que los dos ocupantes de la habitación asomó su cabeza.


—¿Imayoshi?


—¿Qué pasa, Sakurai?


—M-Me dijeron que… que me llamabas… ¡Pero yo no he hecho nada!


La sonrisa de Imayoshi se borró, asintió y señaló a Daiki.


—Ocúpate de él, ya recibió suficiente castigo y… pronto es hora de irnos, el club no aguarda por siempre —Imayoshi se dio la vuelta con calma, colocó sus manos en las bolsas de sus pantalones, no parecía que hubiese visto a su kouhai lleno de semen y violado en el suelo, parecía más bien como si hubiera sacado un buen resultado en el examen de inglés.


Sakurai se marchó corriendo por un par de toallas, una cubeta y trapo limpio con jabón. Volvió poco después para ayudar a Aomine. Este se sentó lentamente, lo que le produjo muchísimo dolor. Sakurai observó sangre donde Aomine se había sentado… ¿Cuántos lo habían violado?... Sin importar cuantos fueran, lo evidente era que sencillamente lo habían hecho, sin miramiento alguno.


—Pronto terminará esto —susurró Sakurai mientras pasaba el trapo mojado por el rostro de Aomine, limpiando la asquerosa blanquecina y maloliente sustancia que estaba esparcida por todas partes—. Dentro de poco el juego inicia otra vez y esta vez puedes sacar una carta más alta…


Aomine miraba al suelo, exhausto. Alzó la vista.


—Tuviste suerte —dijo—… ¿Qué sacaste? ¿Un seis? ¿Un siete?


—Un cinco —puntualizó Sakurai—… pero es mejor que…


—Que el bufón, lo sé.


Antes de que la fiebre de Imayoshi por ser rey comenzara, Aomine estaba acostumbrado a obtener cartas altas. A veces “Jack”, otras un diez, un nueve… todas eran buenas, le ponían en la «Aristocracia» que aquel juego macabro representaba para la escuela. Todos eran felices con obtener cualquier carta que no fuese el bufón… Aomine siempre se aseguraba de que este no fuera su caso. Algunas veces incluso recurrió a la violencia para tener mejores cartas que otros. Solo una vez fue rey, pero tras esa vez fue cuando Imayoshi comenzó a ser el rey, una y otra vez, una y otra vez…


“Oh… qué mala suerte… el juego se acabó y no tienes carta Aomine”


“Ya encontraré una, las mejores son difíciles de encontrar”


“Ah, ¿no lo sabes cierto? Todos ya encontraron las buenas”


“Ha, claro, es imposible, yo aún no tengo una…”


Aomine jamás olvidará esa sonrisa…


“Yo por supuesto pensé en ti desde un inicio y conseguí la carta que creo que te va mejor…”


La carta del bufón estaba en la mano de Imayoshi, y esta cayó en frente de Aomine.


“Puedes quejarte cuanto quieras, pero ambos sabemos lo que les pasa a los que quieren romper el juego”


Cosas malas les pasaba… cosas… innombrables. Aomine era un blanco fácil, él mismo sabía que si ellos se lo proponían… podían acabar con él. ¿Qué tanto puede hacer falta para destruir la vida de una persona? ¿Vaciar la cuenta bancaria de sus padres? ¿Difamarle ante el ojo público?... ¿Matarlo? O bueno, digamos, un chico que quiere ser un deportista de pronto tiene un feo accidente que le deja paralitico de por vida… una pena, ¿no?


Así fue como se vio obligado a ser el bufón, y todos ellos a los cuales Aomine había molestado… se la devolvieron con creses.


Todos excepto Momoi, al menos no al principio, cuando ella obtuvo la carta de «Reina» las cosas cambiaron un poco. Momoi no quería ser mala con Aomine, pero… era eso o que todos se fueran en su contra. Había una imagen que mantener, un juego que seguir y un pellejo que salvar. Así es con ese juego. Si alguien debe morir, muere. Si alguien debe ser humillado, es humillado. Y jamás hay una excepción. Cada quien ve por su propio pellejo.


Aquella tarde Aomine y Momoi regresaron juntos a casa (se encontraron hasta más tarde cuando ya nadie los observaba). Eran vecinos e intentar fingir que el otro no existía no era opción.


—Dai… —le llamó Momoi, su voz sonó especialmente endeble, como a punto de quebrarse.


—¿Hm? —respondió Aomine, secamente. Su orgullo había sido desagarrado, no estaba de humor.


—Lo siento… yo…


—No es tu culpa —respondió Aomine prontamente—. Tú no lo ordenaste.


—Pero tampoco pude detenerlo… ¡Yo le rogué! ¡Lo hice en serio! Incluso él dijo que si yo… entonces él tendría piedad y duraría menos…


Daiki se frenó en seco, miró a su amiga de la infancia, buscó en su figura alguna señal de que algo anduviese mal… se encontró con lágrimas en sus ojos y marcas en el cuello. No eran las amorosas marcas de un beso, no era un sensual morete por un chupetón o alguna mordida sensual… eran cosas oscuras que rodeaban su cuello, como si hubiera sido asfixiada.


—¿Él… te hizo…?


—¡No es lo que crees! —Mintió la joven—. ¿Cuántos fueron?... Dime la verdad, sé bien lo que pasó hoy.


Aomine miró al suelo, ¿con qué cara podía verla ahora a los ojos?


—… Seis… creo recordar a seis.


El rostro de Momoi reflejó cierto alivio.


—Iban a ser más —comentó limpiándose las lágrimas—… Doce exactamente… yo no podía dejar que eso… simplemente… ¡Dai no merece algo así!... Sí, siempre has sido un poco abusón y egocéntrico… pero tú nunca harías algo así… ¡…!


Aomine se acercó y abrazó a Momoi, esta lloró sin consuelo en sus brazos.


—Lo siento, Dai… tú deberías ser el que estuviera llorando…


Daiki acarició el teñido cabello rosa de su amiga y sonrió forzadamente.


—¿Qué clase de hombre sería yo si lloro frente a mi mejor amiga?


Momoi forzó una sonrisa, casi gustosa porque el espíritu de Aomine siguiera intacto.


Antes de separarse e irse cada quien a su casa, Aomine sujetó a Momoi por los hombros.


—Ahora escúchame… esos hijos de puta me la van a pagar luego, pero tú no hagas ni digas nada, no tienes que protegerme, sigue actuando como hasta ahora, no importa qué cosas tengas que decirme, tú sigue ese rol… ¿entendiste? Lo que me pase a mi es una cosa, pero si te pasa algo… no me lo perdonaré, ¿ok?


—De acuerdo… —contestó con insegura voz, la verdad ella encontraba difícil seguir esos roles siempre, a veces quería gritar y parar todo, pero era imposible, no hay escapatoria, nadie puede librarse de eso hasta graduarse. Cualquiera que incluso se cambie de instituto y se atreva a abrir la boca termina por afrontar las consecuencias.


(…)


—Creo yo, Aomine, que puedes hacerlo mejor.


Imayoshi estaba cómodamente sentado en un sillón que se había colocado en el salón que le correspondía a su club extracurricular. Aomine le miraba con odio desde una pequeña silla común y corriente de instituto.


—Oh vamos, te dejé descansar lo suficiente, ¿duele mucho? Si duele… no eres más que un pervertido, Aomine.


El moreno estaba obligado a montar ese show una y otra vez todos los días. Se quitaba los pantalones y tenía que masturbarse tocándose el culo, introduciendo sus dedos en su ano, dando un espectáculo asqueroso, deplorable. Imayoshi encontraba entretenido todo aquel circo. Como un mundo de posibilidades, cada día encontraba una manera de hacer sentir más humillado y más mierda a Aomine, algo que este no pensó podría seguir siendo posible luego de los dos primeros días, pero que resultó posible el resto del mes.


—¡Solo cierra la puta boca! —rezongó Aomine histérico.


—¿Oh? ¿No te gusta mi voz? —Imayoshi se puso sé pie, colocándose tras Aomine, entonces deslizó su lengua en su oreja, para luego susurrarle: —¿O quizá te excita más…?  


Aomine sintió una corriente eléctrica que lo azotó sin piedad, fue tal la fuerza que por poco pensó que se orinaría ahí mismo.


Imayoshi lo notó y se burló gozoso.


—Este es tu verdadero tú… —la sonrisa de Imayoshi era tenebrosa. Aomine pensó que estaba hablando con el diablo, y por alguna repulsiva razón se percató de que jamás había estado más excitado en toda su vida—. Oye, ¿quieres saber qué le hago a Satsuki no es así?... eso es sencillo, deja que te muestre… pero no detengas tus dedos, ¿de acuerdo?... Sí, eso, justo así, se un buen chico —Imayoshi mantenía su voz baja y sus labios muy cerca de su oído—… primero le pido que se desnude… lentamente por supuesto —las manos de Imayoshi comenzaron a desabotonar la camisa de Daiki, la única prenda restante en su cuerpo— luego la acaricio así… suavemente… ella tiene unos preciosos pezones rosados, pero no te preocupes, los tuyos también servirán —se burló—… y entonces los toco así…


Aomine sentía sus dientes rechinar, estaba apretando su mordida tan fuerte como podía. Quería gritar y no estaba seguro de qué. No sabía si quería gritar para que Imayoshi se callara, no sabía si quería gritarle por hacerle eso a Momoi, o si quería gritar porque sencillamente algo desde el fondo de su ser lo suplicaba.


Los dedos de Imayoshi jugaban rudamente con las tetillas de Aomine. Primero en suaves círculos, a veces pasaba las puntas de sus dedos por encima, luego le daba algunos golpecitos para empezar a pellizcarlos y torcerlos como si estuviese por arrancárselos.


—Luego ella comienza a jadear… ¿por qué no lo haces también? Vamos, abre esa boca.


Aomine obedeció, soltando jadeos erráticos, sentía su cuerpo hervir.


—Entonces, después de que juego un poco con ella… sigue la parte divertida —Los largos dedos de Imayoshi se enroscaron en el cuello de Aomine, apretando suavemente. Poco a poco el aire se iba con mayor velocidad de los pulmones del moreno. Imayoshi lentamente ejercía mayor fuerza—. Vamos… mueve más tu mano… justo así…


Aomine pensó que se volvería loco, estaba masturbándose, y lentamente su mente se ponía en blanco, su conciencia se marchaba pero como si sus manos estuviesen en automático continuaba tocándose, descubriendo que el hormigueo se hacía más intenso, y por más que sintiera que estaba «aguantando» poco a poco empezó a notar como se estaba ahogando en un océano desconocido donde el dolor le daba la bienvenida pero también las ráfagas de estímulos placenteros.


Cuando pensó que quizá podría morir, Imayoshi apretó con todas sus fuerzas.


Aomine se corrió con tal intensidad que, en efecto, terminó por orinarse.


La risa suave de Imayoshi penetró en sus oídos cual veneno. Aturdido, recibió un golpe en la espalda y entonces una fuerte bocanada de aire arremetió en sus pulmones, seguido de jadeos y tos.


—Buen chico —Imayoshi acarició su cabello—. Pero tendrás que limpiar eso, no es lo mío limpiar las gracias del perro. De eso te encargas después, de esto ahora.


Imayoshi volvió a sentarse en el sillón. Con «esto» se refería a lo que se encontraba entre sus piernas. Daiki, como si fuese una muñeca de trapo sin uso de razón se levantó de su asiento para arrodillarse, quedando entre las piernas del mayor. El bufón miró con gesto asqueado, asustado y cansado al rey. Este sonrió con algo similar a ternura, como si le diese pena, algo similar a ver un perro que nace sin una pata y tiene otra mala.


Aomine desabrochó el cinturón y luego desabrochó el pantalón. No hizo falta remover toda la ropa, fue suficiente con dejar que su pene escapase del yugo de la ropa interior. Daiki sabía perfectamente que hacer, estaba ya a estas alturas prácticamente entrenado para satisfacer el órgano sexual de aquel miserable sujeto.


Sus labios se abrieron con dificultad, tenía cortes en la boca. Su lengua saludó la cabeza y pronto comenzó a lamer su pene. La punta de su lengua pasaba por encima de la abertura del pene de Imayoshi. Aomine sabía que Imayoshi gozaba mucho cuando chupaba y jugaba con la uretra. Luego, los dedos de Aomine acariciaron con suavidad los testículos del mayor, la sensación de los testículos de otro hombre en tus manos es algo a lo que aún no terminaba por acostumbrarse. Sin embargo, el rey no parecía satisfecho con tan tierno juego, así que le mandó que abriese la boca y se dejase follar.


—No lo olvides Aomine, eres un contenedor de semen y solo sirves para que yo te llene —su voz estaba llena de poder, infectada con perverso y animal deseo, que encima rebosaba de nato instinto sadista, algo tan aterrador como excitante.


Imayoshi comenzó a embestir con un pequeño pero firme y fuerte movimiento pélvico contra la boca de Aomine, sintiendo claramente como su glande tocaba una y otra vez la parte trasera de la garganta del bufón. Aomine no podía respirar y el hedor del pene de Imayoshi le ponía de nuevo la mente en blanco. A veces sentía que se ahogaba en su propia saliva, que terminaba por resbalar por la comisura de sus labios. A veces sentía que se ahogaba con el líquido seminal de Imayoshi, pero con ese solo podía hacer una cosa, y esa era tragarlo. Era tan complicado respirar que ya no estaba seguro respecto a sus sensaciones. Sus sentidos se estaban volviendo locos.


Imayoshi imprimió un poco más de fuerza y velocidad a su embestida, así como tomó a Aomine por el cabello obligándole a mover más la cabeza. El bufón supo con solo sentir la pulsación del pene que este estaba a nada de eyacular. Estaba en los cierto por supuesto. Prontamente una cantidad generosa de esperma fue inyectada directo en su garganta. Aomine tuvo que tragar aquello como pudo, era espeso y costó un poco sentir que terminase de resbalar por el resto su esófago.


—Si no quieres que siga jugando con Satsuki —dijo Imayoshi de pronto, destrozando el extraño silencio—. Más te vale portarte mejor, ¿de acuerdo? Ya sabes qué difícil es esto del sexo con las chicas, con eso de que un hombre entra… y otro sale nueve meses después… y se pone peor cuando entró más de uno y nadie sabe quién es el padre. Ah, sí, yo esperaría que se hiciera justifica y se levantase una denuncia, claro. Pero… ¿cómo hablar de eso que nadie puede hablar? Nadie garantiza su seguridad, y no queremos perder una vida tan linda, ¿no es así? Claro, claro, yo de momento soy el único que le ha hecho algo indecoroso, porque ella es la reina y puedo hacerle lo que me antoje… sin embargo… ¿y si la siguiente vez nuestra joven amiga encuentra un dos? Un bufón y un dos… nada puede ser más penoso que eso. ¿He sido claro?


Aomine le miró con odio, sin embargo el pavor que sintió fue genuino.


—Haré lo que digas.


—Así me gusta —Imayoshi se puso de pie, se arregló la ropa y el cabello—. Pórtate bien con todos, no quiero quejas. ¿Ok?


—Sí…


—Esplendido, porque el Jack quiere verte.


—¿El Jack…? ¿Kise?


—Está ansioso por jugar contigo, tenía órdenes de no tocarte hasta que yo me asegurara de que serías un buen niño, y lo eres, ¿verdad? No lo hagas esperar… quien sabe, si estoy satisfecho contigo, tal vez te de una recompensa. Bueno, me voy —Imayoshi miró su reloj de mano—. ¡Mira como vuela el tiempo! Tengo clase, hasta pronto.


Y como si no acabase de abusar sexualmente de su compañero, Imayoshi abandonó el lugar, canturreando alegremente.


Ser el bufón es un infierno…

Notas finales:

Pues este es el capitulo beta, de prueba. Si les gustó dejenme saber. Si les dio asco también. Adelante, me encantará saber qué les provocó.

Nos leemos. 


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