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PRIMAVERA por Kyu_Nina

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Miró por undécima vez el papel entre sus manos, confirmando el código impreso; “2-C” podía leerse claramente en él. El muchacho levantó la mirada escrutando el pequeño cartel sobresaliente de una de las puertas, verificando que el número coincidía con el de su horario. Suspiró de alegría y un extraño sentimiento de querer abrazar aquel cartel se alojó en su ser. Ya había perdido la noción del tiempo que estuvo buscando aquel lugar; subió escaleras, giró varias veces en un mismo sitio, se encontró con corredores que pensó lo llevarían al mismo infierno o como mínimo eran un portal hacia alguna dimensión desconocida, finalmente con mucha suerte —y gracias a una estudiante que le explicó cómo llegar— dio con la que sería su aula de clases a partir de ese día.

Levantó el puño con toda la intensión de estrellarlo contra la puerta, sin embargo, antes de siquiera rozar la madera su mano se quedó suspendida en el aire. Era bastante temprano, lo suficiente como para que la mayoría de los alumnos aún no llegaran al salón, a pesar de que podía escuchar ruidos y algunas voces del interior estaba seguro de que no sería el profesor el responsable de aquello, posiblemente serían algunos alumnos que habían llegado más temprano.

Suspiró derrotado y bajó el brazo. ¿Qué haría allí adentro? No sabía si era correcto entrar o esperar a que el docente apareciera, quizá lo mejor sería perderse por aquellos pasillos un rato más y, si así lo quería la vida, encontraría la dirección o sala de profesores antes de morir extraviado en la soledad del instituto.

Dentro de sus cavilaciones estaba cuando sintió la presencia de alguien a sus espaldas. Giró lentamente encontrándose con dos chicos que lo miraban entre extrañados y curiosos. Ace pardeó un par de veces sin saber que hacer o cómo interpretar aquellas expresiones.

– Ehh… –Comenzó uno de ellos, aclarándose la garganta–. ¿Te perdiste?

El de pecas tardó varios segundos en procesar que la pregunta iba dirigida hacia él. Una vez reaccionó dio un ligero respingo y vaciló antes de contestar.

– No… todavía no. –El silencio se produjo tras decir aquello, sentía como las miradas sobre su persona con el paso de los segundos lograban ponerlo más nervioso.

– Entonces, ¿Por qué estás…? –El rubio, uno de los dos muchachos que estaban al frente a Ace, calló y entornó los ojos, observando con mayor detenimiento al muchacho de pecas–. Un momento, ¿No serás…? ¡El nuevo! Eres el chico que se transfiere hoy, ¿Cierto?

Ace, sorprendido de que ya estuvieran enterados de aquello, asintió, casi como si fuera un mecanismo programado que por querer responder al muchacho.

– ¡Genial! –Soltó, casi gritó, el de cabellera rojiza mientras que una enorme sonrisa se dibujaba en su rostro, igual a la de su compañero–. Soy Thatch, y este de aquí… –Pasó un brazo sobre los hombros del otro muchacho sacudiéndolo un poco–. Es Marco.

– Un gusto. –dijo el rubio de curioso peinado–. Que suerte que te conozcamos primero, ¿Cómo te llamas?

Ace parpadeó sorprendido por la extraña confianza con la que era tratado.

– Ace, Gol D. Ace.

– ¿Con que Ace? Bueno, ¿Qué haces ahí parado? ¿Por qué no entras?

– Bueno, es que… –Ace giró la mirada, logrando ver de reojo la puerta.

Thatch y Marco se miraron dubitativos y fue el primero quien dio una sonrisa de comprensión.

– ¿Esperabas al profesor?

Avergonzado Gol asintió.

– Entonces esperabas que te presentaran, eso puede arreglarse–. Las palabras del rubio captaron la atención del moreno quien había dejado la vista en el suelo.

Marco pasó a un lado de él y abrió la puerta ruidosamente haciendo que todos los presentes callaran para verlo, justo lo que estaba buscando.

– ¡Chicos! Adivinen a quien encontramos. –Hizo una pausa para mirar hacia la puerta. Thatch guiaba —prácticamente empujaba— a Ace dentro del aula pues este parecía haberse tensado cual gato al ver el agua–. Él es Ace, y será nuestro compañero a partir de ahora.

En pocos segundos varias voces coreaban cosas como “Bienvenido”, “Gusto en conocerte”, “¿De dónde vienes?” dejando al joven de pecas sin saber a cuál de todos responder primero, pero así como llegaron los saludos se apagaron en menos de un segundo. Todos miraban entre susurros hacia la puerta, provocando que los tres jóvenes se voltearan.

– Al parecer se me adelantaron en la presentación, pensé que esa era mi tarea. –Un hombre de rojos cabellos, con una barba un poco descuidada y expresión divertida los miraba desde el marco.

– ¡Profesor! –Marco y Thatch corearon al tiempo que se organizaban en sus asientos sacando pequeñas risas en los demás presentes.

– Entonces, ¿Tú eres Ace? –Miró al único chico que permaneció de pie–. Un placer, yo soy Akagami Shanks, profesor de historia. –Colocó una mano sobre el hombro ajeno completando su saludo. Luego dio una rápida mirada al salón y de último a su reloj de muñeca–. Aún no están todos tus compañeros y tampoco es la hora de clases pero… –Hizo una pausa para mirarle con una sonrisa–. No habrá problema en que termines de presentarte ahora, ya luego tendrás tiempo de conocerlos a todos.

El hombre hizo señas de que se parara al frente, como era lo correcto, mientras él tomaba asiento en su escritorio. El moreno no tuvo otra opción más que obedecer y con una enorme bocana de aire por fin le habló a la clase.

– Soy Gol D. Ace, desde hoy será su compañero de clases, un placer conocerlos a todos. –pronunció para que todos escucharan pero sin levantar mucho la voz.

– ¿Algo más que desees decir? –Shanks pasó la vista del nuevo muchacho a los demás–. ¿O ustedes quieren preguntar algo? –A esa última pregunta una joven de ojos azules levantó la mano.

– ¿De dónde eres?

– Baterilla. –respondió a la chica y noto como la expresión de muchos, incluyendo a los que conoció hace poco en la puerta, cambiaban a una de asombro.

– Eso es bastante lejos… –Meditó la muchacha–. ¡Por cierto soy Koala! Un gusto.

Ace correspondió a la chica con una leve venia.

– ¿Por qué decidieron mudarse? –Esta vez fue la vos de un moreno de ojeras.

– Trabajo de mis padres, les ofrecieron uno mejor aquí. –Al joven pareció convencerle la respuesta ya que tan solo asintió con la cabeza.

– ¿Alguien más o eso es todo? –El profesor se preparaba para invitar a Ace a tomar asiento cuando una pelirosa agitó la mano, casi desesperada, en el aire–. ¿Si, Bonnie?

La muchacha complacida se acomodó en el pupitre y sonrió.

– ¿Tienes novia?

Ace pudo sentir como la sangre bombeó con fuerza y sus mejillas ardían con tal intensidad que juró ver cómo estas sacaban humo. Un audible “¿Ah?” escapó de su boca, el mismo que fue detonante para que el resto de los alumnos comenzaran a reír.

Shanks aclaró la garganta mirando a su joven alumna.

– No esas preguntas.

– Pero si está lindo. –dijo la muchacha ignorando las risas de sus compañeros que solo iban en aumento. Miró al pecoso y le guiño el ojo mientras improvisaba un teléfono con su mano y sus labios deletrearon un “Llámame” sin emitir sonido.

Sin saber cómo reaccionar, el moreno desvió la mirada ligeramente cohibido. Por otro lado el profesor procedió a dar orden e invitarlo a tomar asiento mientras esperaban los pocos minutos que faltaban para comenzar con las lecciones. Marco y Thatch no dudaron en hacerle señas para que tomara asiento en una de las mesas que previamente habían acercado hasta ellos. Por supuesto, los demás jóvenes también tenían las mismas ganas de preguntar y saber más sobre el pecoso, pero comprendían que por ahora con sus dos compañeros bastaba y sobraba.

Pasaron los minutos y más alumnos se incorporaban lentamente al salón de clases; unos bastante bulliciosos, otros un poco más normales —según la percepción de Ace— y algunos otros que te hacían preguntarte si de verdad se habían levantado de la cama; en fin, gran variedad de personalidades.

Sin embargo todas coincidían en algo, nada más entrar al aula sus miradas iban directo a la presencia del moreno y seguidamente miraban al resto haciendo gestos extraños y preguntando con los ojos quien era el chico, luego seguían los murmullos y miradas discretas en la dirección de Ace. Claro que el muchacho lo entendía, pues no todos los días te encontrabas con un nuevo estudiante en tu clase y mucho menos cuando ya tenían cuatro semanas de inicio.  

Saltando ese detalle la primera hora transcurrió normal, mucho más de lo que el pecoso se esperó. Cuando el profesor inició les informó a los recién llegados su nombre —a pesar de que ya todos parecían saberlo— y que desde ahora estudiaría allí; por suerte no lo hizo presentarse una segunda vez ni hizo comentario de nada más.

Por otro lado debía admitir que le costó un poco llevar el ritmo de las lecciones, no porque fueran más rápidas o complicadas de lo que estaba acostumbrado, sino porque eran prácticamente complemento de anteriores que obviamente no había visto; tuvo que agradecer más de una vez a los chicos a su lado que, al ver su cara de confusión, se dedicaban a explicarle el porqué de cada cosa.

La clase de Shanks terminó y nada más sonar el timbre del receso fue como si en todos los asiento automáticamente se presionara un botón de “Jump” levantándolos de sus pupitres cual resorte flojo. La mayoría salía directo a la cafetería pues no querían ser los últimos de la fila, otros que ya tenían sus almuerzos caseros preparados discutían sobre cuál sería el mejor lugar para comer; caso que era de un grupo de dos chicos y una muchacha al final del aula de clases.

– ¡Vamos! –Reclamaba Bonnie mirando a sus dos amigos–. Si hasta hace poco terminaron la remodelación, podemos ir y aprovechar de ver cómo quedó el campus externo.

– Por la única razón que quieres cruzar todo el instituto es para ir a ver como entrena el equipo de Futbol–. El muchacho de remarcadas ojeras observaba con diversión cómo su amiga intentaba por todos los medios convencerlos de ir hasta el nuevo campus; aunque más que a él mismo, la insistencia era para el pelirrojo a su lado.

– Ese es uno de los beneficios de ir. –Una sonrisa de autosuficiencia se colocó en su rostro–. Pero no seré la única que se beneficie, ahí también entrenan las chicas del voleibol.

Un joven de piel nívea, cansado ya de tanto parloteo por parte de la muchacha, se giró molesto topándose con la escena de un moreno rodeado de otros alumnos mientras le hacían todo tipo de preguntas que desde su distancia no lograba escuchar. Sin embargo aquella imagen fue reemplazada rápidamente por la mirada molesta de una pelirosa.

– ¡Kid! Para de ignorarme, sólo estás haciendo que se nos acabe la hora de…

– ¡No quiero ir a ningún maldito campus! –gritó llegando al borde de su paciencia que, cabe destacar, era muy escasa–. Además, aún no me dicen quién es ese de ahí. –Señalo al muchacho de pecas con un gesto de barbilla.

– Es Ace. –dijo Bonnie con simpleza.

Por su parte, Kid colocó la mejor expresión de incredulidad fingida causando con esto la risa de su compañero moreno.

– Si no hubieses llegado a la mitad de la clase sabrías quien es, Eustass-ya. –Argumentó Law con la clara intención de molestarlo–. ¿Muy agitada la noche como para levantarte temprano?

– No me hagas desear golpearte, Trafalgar.

En defensa el moreno levantó las manos como señal de tregua.

– Aunque ya deberías de imaginártelo… –Comenzó remarcando lo obvio–. Estudiará con nosotros desde ahora. Y, es el nuevo amor platónico de Bonnie.

– ¡No es cierto! –Protestó la joven–. Aunque visualmente si es atractivo…

Eustass una vez más dejó de escuchar a su amiga y desvió la mirada hasta el nuevo. Frunció el ceño y sintió como si el mal humor acumulado de tres días se alojara de la nada en su cuerpo. Molesto se levantó de su asiento caminando a la salida del salón.

– Kid… ¿A dónde vas?

– Al estúpido campus.

Sin más abandonó el lugar dejando al par de adolescentes con impresiones confusas en sus rostros; pocos segundos después decidieron seguirlo llevando con ellos las cosas que el pelirrojo había dejado atrás.

 

 

-1-

 

 

– Entonces vienes de Baterilla, ¿Eso queda tan lejos como suena? –El joven pelirrojo miraba inquisitivamente a Ace mientras apoyaba sus brazos sobre el respaldo de una silla.

– Si, bueno… son tal vez unas doce horas en carro, depende de que tan rápido vayas.

Marco, quien escuchaba con atención, colocó una expresión de hastío que no se molestó en ocultar provocando que el muchacho de pecas riera.

– Dos opciones… –El rubio levantó dos dedos para remarcar sus palabras–. O ustedes tenían unas ganas desesperadas por salir de su ciudad o son las personas más locas de las que he escuchado.

La mirada confusa de los presentes le hizo suspirar al entender que debía explicarse mejor.

– ¿Doce horas sentado? No. –Negó con la cabeza manteniendo el semblante serio–. A ustedes les hace falta algo aquí arriba, de eso no hay duda. –Tocó su cabeza con dos golpecillos de su dedo–. Yo hago eso y como mínimo la raja del culo se me desaparece.

– ¡Marco! –El reproche de Koala no se hizo esperar, acompañado de este llegó un golpe a la cabeza del rubio producto de una libreta.

El joven en acto reflejo llevó sus manos a la nuca, sobándola con dolencia y maldiciendo a la responsable de aquel acto de agresividad.

– ¡Eso dolió, mujer!

– ¡Es culpa tuya! –Argumentó la muchacha, cruzándose de brazos–. Dios, ¿Es que ustedes los hombres no pueden dejar de ser vulgares?

– Oye, Koala, no nos metas a todos en el mismo paquete. –Intervino Thatch tratando de defender su herido orgullo.

– Hasta el más educado puede llegar a comportarse como un simio.

– Si… ya me di cuenta. –Señaló Marco, haciendo referencia a lo salvaje que podía ser la chica causando que de nuevo el cuaderno se estrellara contra su cabeza.

– En Lugar de estar hostigando al pobre de Ace deberían ir a almorzar y dejar, de paso, que él también lo haga. –Giró su mirada hasta el pecoso y cambió su expresión molesta a una sonriente–. Si estos dos no dejan de fastidiarte solo tienes que decírmelo ¿Bien? Yo los pondré en su lugar.

– Ah… bien. –Sólo fue capaz de responder con un monosílabo debido a que estaba un poco impresionado, y nervioso, por la agresividad de la muchacha.

Con una última sonrisa Koala giró sobre sí misma y salió del aula de clases.

– Que mujer tan horrible. –susurró Marco cuando la chica ya no estuvo en su campo de visión–. Estaba del otro lado del aula y sólo se acercó para golpearme.

– Puede ser que solo tenga un mal día hoy.

Sugirió Ace pero rápidamente fue descartado por Thatch con una negación de mano.

– Ella siempre es así. –dijo y luego soltó un suspiro–. Aunque tal vez no sea su culpa, quizás es por toda la presión que Boa le pone a la pobre.

– ¿Boa?

– Es la presidenta del Consejo Estudiantil, ya tendrás oportunidad de conocerla.

– Yo diría desgracia. –Secundó Marco–. Y de verdad espero que no. Pero Sabo es un buen tipo, él también está en el consejo.

Ace se lo pensó un poco.

– ¿Vice-presidente?

– No… es extraño y ellos se entienden.

El rubio rasco su nuca buscando una manera sencilla de explicarle, por suerte su pelirrojo amigo se le adelanto evitando la pronta muerte de su cerebro por pensar de más.

– Verás, Sabo era originalmente el presidente estudiantil por mayoría de votos. –Empezó a relatar–. Pero por una que otra cuestión…

– Influencias del asco. –dijo Marco interrumpiendo al otro.

– El caso es que tenemos dos presidentes estudiantiles, y con Boa hay que tener cuidado.

El pecoso hizo una ligera mueca. Eso jamás habría pasado en su pueblo; bueno, partiendo del hecho que no eran tantos estudiantes y tampoco tenían algo parecido a un consejo estudiantil, cualquier estudiante podría hablar directamente con el director si tenía una queja o problema y allí quedaba todo.

Suspiró esperando poder acostumbrarse rápidamente a su nuevo instituto. Con aquello en mente salió del aula siendo arrastrado por sus nuevos auto-proclamados amigos que insistían en mostrarle lo vitalmente necesario de aquel lugar.

 

 

Notas finales:

¡Hey! Ha pasado un buen tiempo desde que subí el primer capítulo, la verdad no tengo ninguna excusa o justificante para no haber actualizado antes. Supongo que todo se resume a las ganas de escribir.

¡En fin! Espero disfrutaran de este corto capítulo y tratare en lo posible de volver pronto con uno nuevo.

Sean felices<3
Nina.


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