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Mi hilo rojo por Rai

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Sentado en mi escritorio con los ojos pesados y maldiciendo internamente al café de mierda de la tienda de convivencia por no darme el resultado querido, poco de mi atención era atraída por el profesor que estaba a unos metros. Luchaba con el cansancio y me reprendía por haberme quedado despierto hasta tarde la noche anterior.
Tenía tantos nervios por entrar a la universidad que me había pasado la noche entera acomodando los útiles de mi mochila más de treinta veces, cada una, de manera ligeramente diferente. Había escogido mi ropa con detenimiento, quería causar una buena impresión así que decidí leer en Internet unos buenos consejos de moda y ver sí podía lograr algún milagro con mi ropa vieja. 
"Bien, causa una buena impresión sin parecer ridículo, no queremos llamar la atención pero tampoco queremos que piensen que soy raro". -Pensé conforme con los miles de cambios a mi guardarropa. 
Eso claro sin pensar que para mi puta suerte había cambiado tantas veces la alarma que al final olvide activarla y sí, llegue corriendo al salón siendo recibido por miradas curiosas y divertidas que hicieron que mis manos se sintieran frías a pesar de estar en mayo. 

Creo que debí haberme quedado dormido porque cuando desperté asustado por un grito de un compañero; no me di cuenta que el profesor ya había abandonado el aula y mis compañeros estaban reunidos y platicaban entre sí. 
Me restregue los ojos con fuerza y me colge la mochila para salir de ahí, tenía que buscar la manera de saber que había dicho ese maestro. Bien, tenía una hora libre hasta la siguiente clase que sería mi taller de arte.
"Busquemos un sitio dónde pueda dormir tranquilo un rato".

-Oye tú. -Escuche una voz alegre sobre mi espalda. Por inercia me giré encontrando a un chico alto de cabello oscuro y piel clara que contrarrestaban a la perfección, mí mirada se centraba obediente en sus ojos negros y caían en una media sonrisa que desprendía malicia a la distancia. 
Deje de centrarme en su rostro de inmediato cayendo en la cuenta de que llevaba rato mirándolo.
Un chico que definitivamente debía evitar en mi tiempo como estudiante y qué algo me hacía pensar que no podría hacerlo.

-¿Sucede algo? -Dije mirando hacia la ventana casualmente. 
-Te he visto babear toda la clase. -Dijo burlón. Voltee lo más rápido que pude y encontré su mirada divertida que me hizo sentir arder el rostro. -Quiero que seas mi compañero. 
Mi mente no procesaba aquella oración. "¿Ocupaba un compañero?". Seguro notó mi confusión en mi rostro porque me explicó. 
-Chico, el profesor ese que mandaste a la mierda toda la clase dejo un trabajo, qué necesita mínimo dos personas.
"Eso era genial. Simplemente genial. Maldición, ¿Dónde conseguiría un equipo en dónde no estuviera este mastodonte?" Frote mis ojos con frustración y sin mas le sonreí. 
-Gracias que amable, pero ya tengo compañero. -Me giré para continuar mi camino pero me detuvo sujetando mi brazo.
-Se ve que no tienes modales por dejarme de lado simplemente así. -Esa sonrisa volvió a asomarse con ligereza. 
Me solté de su agarre con brusquedad, acomode mi camisa sin dirigirle una palabra y entonces soltó una risa. 
-Te estoy haciendo un favor. -Dijo orgulloso.
-Oh. -Solté de manera teatral. -Alma caritativa e incomprendida, no lo necesito.
Escuche a su espalda la risa de dos de sus amigos "las copias baratas del mastodonte, seguro". Salí del salón con la frente en alto y un sudor bañando mi cuerpo con rapidez. 
"¿Qué sucedía con aquel sujeto? De la nada quiere ser mi compañero para un trabajo que... Maldición debí preguntarle antes de que era el trabajo". 
Al tiempo de estar caminando sin rumbo, encontré un sitio dónde poder dormir, un hermoso árbol grande me daba la sombra que necesitaba. "Perfecto".
Me recosté sobre mi mochila y me quede dormido.

A lo lejos escuche el llanto de mujer y la voz de un hombre, haciendo que me despertará ya más descansado. 
-Lo siento. -Escuche con claridad la voz del mastodonte. Sin saber qué hacer, me quede quieto sobre el tronco del árbol sin poder evitar escuchar.
-No, yo... Yo lo siento. Olvida todo esto, por favor. -La chica salio llorando por mi lado sin percatarse de mi presencia, lo que agradecí profundamente. Espere en silencio creyendo que aquel mastodonte ya se había ido y con la mochila aún abrazada salí del árbol encontrando a un chico sentado contra el mismo árbol en el que yo estaba, que le hacía ver más pequeño y frágil y menos mastodonte. Me arrodille junto a él sin más.

-Hey. -Solté sin saber por qué arrepintiendome al instante, cuándo el levanto su cara seria hacia mí, note que ahora yo era un gigante y el un pequeño. -Estas cosas pasan. Tranquilo. 
Aquel chico seguía mirándome y de un segundo a otro comenzó a reír. Lo mire confundido, "por Dios, se ha vuelto loco... Ofelia".
Me puse de pie con prisa y él al igual que yo, me tomo del hombro. 
-Gracias. -Sonrió, esta vez más amigable. 
Asentí y volvimos a sentarnos en la frescura de aquel lugar. No me di cuenta que después de un momento estábamos hablando con naturalidad. Parecíamos viejos amigos hablando de tiempos antiguos y eso me hizo sentir cálido.
-¿Era tu novia? -Pregunté. 
-¿Mmmh? -Mientras estaba recostado con los ojos cerrados, abrió uno y me miró. -No, al menos no llegamos a serlo.
-Mmmh.
-¿Qué? -Se incorporó y divertido me miró directo por largo rato.
-No me mires tanto idiota. -Mi reacción le provocó risa y picó una de mis costillas.
-¿A quién llamas idiota? Mocoso. -Nos reímos al unísono. -Al final no salio como queríamos.
-¿De qué hablas? 
-La chicha y yo. Intentamos salir pero yo no podía cambiar y ella quería que lo hiciera. -Me mantuve en silencio esperando a que siguiera hablándome. -Notó que no podía amarla y antes de terminar todo, se enamoró de mí. 
-No presumas. -Dije divertido.
-No lo hago. Pasó, ella no entendió que sólo podíamos ser amigos y al final optó por dar terminada nuestra amistad.
-¿Eran buenos amigos?
-Los mejores. 
-Que ridiculez. -Dije sin pensar. De nuevo. -No puedes ser tan idiota. Una amistad no puede ser tan frágil. Una amistad es diferente.
-Lo dice la persona que está cargada de amigos. -Soltó con mordacidad y aunque sabia que sus palabras eran ciertas, me puse de pie indignado.
-Es verdad. De igual manera no es mi asunto. 
-Ya lo creo. -Se colocó frente a mí haciendo que mirara hacia arriba, lo rete con la mirada lo más que pude y pase por su lado chocando ligeramente su brazo. 
-Suerte con tus tantos amigos... hipócrita. -Dije a lo bajo, para no ser escuchado por las personas que estaba en las bancas pero lo demasiado fuerte, cómo para qué él lo escuchará con claridad.

Al llegar al salón de Artes, ya estaba reunidos y yo de nuevo tarde, pase disculpándome, la profesa, una viejecilla de a lo sumo cincuenta años, me pidió con la amabilidad que tendría una abuela hacia un nieto, presentarme ante ellos.
-Mi nombre es Marck. -Dije sonríendo desde la puerta. 
La maestra me sonrío y miro a mi espalda. -¿Y usted joven? Igual debe presentarse. -Pidió de nuevo la muestra con una sonrisa.
-Mi nombre es Dionn, mucho gusto. -Reconocí esa voz y mis nervios se activaron. El mastodonte, qué ahora tenía nombre, estaba no sólo en mí clase si no también en mi taller, es decir que pasaría todas las horas de escuela con él.


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