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Locura de novias por aries_orion

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La búsqueda es producto de la neurosis. Los encuentros, en cambio, son producto de una ley universal que rige cada movimiento y nos conduce hacia donde tenemos que ir. Nada es casual.

 

Juvenal Acosta

 

 

Tenían que explicarle.

 

De alguna maldita manera debían de explicarle.

 

¿Por qué mierdas estaba sentado en una silla incómoda, rodeado de varias personas que le tocaban sin descaro alguno todo el cuerpo?

 

Él no estaba acostumbrado a que le tocaran, mucho menos que entraran a su espacio personal. La única permitida e incluso podía dormir encima de él, era su chica Kira, de ahí en más todos se podían ir a la mierda; menos su madre o abuela, ellas eran la excepción a cualquier regla que tuviera.

 

Trató de calmarse, de no insultar o golpear cuando le jalaban el cabello, le arreglaban las uñas o le maquillaban. Sus hermosos tatuajes cubiertos con pintura, que aberración. Era un ultraje a su esencia individualista. Contó hasta mil la primera vez, la segunda fue al millón y la tercera hasta el siglo.

 

¡¿Qué alguien le dijera que sólo era un sueño?! ¡Una pesadilla!

 

Un jalón de cabello le dio la respuesta. No, no lo era. Había aceptado ese estúpido trabajo porque era un favor que le debía a uno de sus mejores amigos y porque su hermana le engaño. Maldita sea, él debía estar en la playa nadando, jugando con su hermosa hembra a la pelota o inundado de alcohol por culpa de su amor no correspondido. ¿Quién le manda a enamorarse de la persona incorrecta? Maldito corazón cabezón.

 

–Te ves precioso.

 

–Muérete.

 

–Vamos Dai, no es para tanto.

 

¿Qué no era para tanto? ¡¿Qué no era para tanto?! ¿Cómo que no era para tanto si le estaban arreglando? ¡Parecía un puto travesti! No que les tuviera mala leche o les tuviera rechazo, cada quien con su forma de ser, es sólo que no le iban esas cosas. Él, catalogado como uno de los machos alfa de la universidad, con un cuerpo de lavadero, piernas fuertes, sonrisa que idiotiza a cuanta fémina se le cruzará... está siendo maquillado, peinado y lo que es peor, tendría que modelar toda la jodida línea de ropa de su hermana de esta temporada. Cuatro meses su precioso rostro masculino estaría por todos lados a nivel mundial, porque su hermana no era una persona conformista, oh no, ella apuntaba a lo grande y casi siempre era una ganadora.

 

No le desea mal, sólo, ¿por qué tenía que ser él el modelo?

 

–Vamos, te mostraré donde te puedes cambiar.

 

Ni siquiera tuvo la delicadeza de contestarle con palabras, gruño como un animal siendo molestado. Putos diseñadores con mentalidad de desquiciados.

 

Para su mala fortuna, su tortura no terminó en el maquillaje, las extensiones, el manicura y pedicura; no, sólo debía usar faldas o vestidos, lo cual era tolerable, no atacaba su ego masculino. Lo peor, lo catastrófico, lo horrible fueron los tacones y el estúpido sujetador con un par pechos falsos. ¡Joder, eso debía ser catalogado como tortura medieval! ¿Cómo las mujeres podían usar esas cosas sin sufrir atentados de una fractura o partida de madre?

 

Los misterios del género opuesto.

 

Afortunadamente la sesión sería en una sola localidad, por lo que no tendrían que moverse mucho. Terminó más muerto que vivo, sus pies pulsaban, su rostro lo sentía pesado y todas sus uñas extrañas, como si no fueran parte de su cuerpo.

 

–Lo hiciste bien Aomine.

 

–Con esto ya no te debo nada Kasamatsu.

 

Este le sonrió, le extendió una lata de cerveza, pero antes de retirarse su hermana llegó.

 

–Qué bueno que aún no se han ido. – Su tono de voz le dio a Daiki muy mala espina, incluso sus alarmas internas sonaron estrepitosamente. Lástima que no les hizo caso de levantarse e irse ignorando todo llamado.

 

–¿Qué ocurre Ran?

 

–Tenemos que tomar otra sesión, las fotos no me convencen del todo y también debemos agregar el segmento de novias.

 

–Soy materia dispuesta.

 

–¿Qué? ¿Qué fue lo que dijiste? Creo que no te escuche bien. – Aomine lloraba y clamaba porque lo escuchado fuera una broma o algo por estilo, pues proviniendo de su hermana todo se podía esperar. Maldita sea, el rostro serio no ayudaba, joder, lo peor es que le conocía tan bien que sabía no estaba jugando, pues podía hacer bromas, pero nunca relacionado con su trabajo.

 

–Seguirás modelando.

 

–Por supuesto que no, no voy a seguir travistiéndome. No soy un travesti y tampoco gay para andar poniéndome ropa de mujer

 

–Ya lo hiciste. – Intervino Kasamatsu.

 

–Pague un favor, es diferente. – Refuto el moreno.

 

–Tú seguirás siendo mi modelo si no quieres que cierto pelirrojo se entere sobre tu amor.

 

–No te atreverías.

 

Ok, esto se estaba tornando peligroso. Mucho si Ran le seguía mirando seriamente.

 

–¿Me retas?

 

Lo pensó. Un grande sí pugnaba por salir, por golpear la bonita cara de su hermana, pero su conciencia le detuvo. Retar a Ran a ser algo era incierto, con resultados poco favorecedores para el retador. ¡Por todos los santos! Ya no quería estar ni un minuto más ahí, nunca fue su deseo pasar sus vacaciones vistiendo ropa de chica y mucho menos tener que estar sobrio. Él sólo quería olvidar, meter su corazón en una licuadora y tragárselo con alguna sustancia alcoholizante.

 

Bueno, la ventaja es que esto no le hacía pensar en nada salvo en la cámara y quien le veía.

 

Idiota, él sólo encontró la excusa para seguir ahí.

 

–Bien, pero tú pagaras mi comida por el próximo mes.

 

–¡Perfecto! Yukio pasara por ti, nos vemos pasado mañana chicos. – Y se fue.

 

–A veces da miedo.

 

–Yo viví con ella, eso no es nada.

 

Tomó su maleta dispuesto a irse de ahí, si le dio un día de descanso lo iba a gozar.

 

*

 

Debía cambiar su definición de descanso con urgencia, su situación actual distaba mucho de serlo. Se supone que sólo iría a comprar un par de cosas para comer, pero apenas se levantó de la cama su chica le siguió ladrando y moviendo la cola. Le chillaba, le ponía ojitos y se sentaba delante de él. Intentó de todas las formas tranquilizarla, más todo fue en vano. Se talló el puente de la nariz, no quería salir, la cama era su mejor amante, no deseaba despegarse de ella.

 

Otro ladrido.

 

Respiro hondo, en una mochila metió un par de toallas, bolsas, cambió de ropa y sandalias. Irían a la playa, al menos ahí podía dormir un poco si lograba hacer un pequeño techo con ramas y una toalla. Metió un par de trastes para Kira, junto con una pelota, frisbee, una cuerda trenzada y un hueso, esperaba con eso tenerla quieta un tiempo para poder dormir.

 

Tomo la correa, su chica ya estaba sentada delante de él para que se la pusiera, le acarició las orejas para salir de casa. En la tienda compró algunas bebidas y comida, el sueño le cerraba los ojos, su agarre en la correa era casi nulo, Kira era muy dócil y fácil de manejar en la calle por lo que no necesitaba de una constante vigilancia. Sin embargo, dudo sobre ello en el instante en el cual salió corriendo, sus dedos fueron lastimados por el tirón de esta.

 

Fue tras ella mientras le llamaba, un par de cuadras más lejos le encontró ladrando y levantándose en sus patas traseras contra un hombre. Aumentó la velocidad, aquello se veía mal.

 

–¡Kira, detente! ¡Kira! – La tomó del collar, enredo entre sus dedos y muñeca la correa para quitarla del hombre. Cuando estuvo a una distancia prudente, colocó su cuerpo entre sus piernas para dar un mejor agarre del canino. – Lo siento mucho, no suele hacer eso. ¿Te encuentras bien? – La perra seguía moviéndose buscando liberarse de su agarre. – Quieta Kira, eres una chica mala, quieta joder.

 

–No le lastimes.

 

–¿Ah? ¿Por qué habría de lastimarla?

 

–Los dueños de los perros les golpean.

 

–No compares cuando no conoces, pero hoy no hay necesidad de hacerlo, con regañarla y mirarla mal bastará para que entienda que ha hecho mal.

 

¿Y este que se creía? Él no lastimaba de ninguna forma a su perra, se le rompió el corazón cuando le enseño a hacer del baño fuera de la casa, esos periódicos obtuvieron su odio por aquel tiempo. Ahora con sólo regañarla, mostrarle el periódico o mirarla mal bastaba. No sabía porque su accionar, pero no era para tanto. Su pequeña era lo casa más bonita que haya tenido la fortuna de encontrar o tal vez ella lo encontró a él. No sabría determinar, pero su can era importante para él, no le lastimaría bajo ninguna circunstancia.

 

Observó al chico, pantalones, tenis, una camisa y una mochila atravesada, junto con una gorra que no le dejaba ver bien su rostro.

 

–Mira, lamento que mi chica te haya atacado, pero si no has sufrido daño grave, me voy.

 

–Eres diferente a lo que yo pensaba.

 

–¿Nos conocemos?

 

–Vamos en la misma universidad, diferentes carreras. – El chico volteo la gorra dejando ver un par de hermosos iris rojizos, algunos mechones rojos.

 

Casi, casi chilla ahí mismo de la impresión. Eso debía ser una puta broma, un juego cruel del destino o ya de plano el destino le odia lo suficiente para ponerlo ante la persona que menos quería ver en sus preciadas vacaciones. Aquel chico que sin saberlo le rompió el corazón. Debía alejarse de él, como si fuera la peste, un paria o algo por el estilo.

 

De lejitos se ve bien bonito.

 

–Veo que me reconoces.

 

–Sí... bueno, perdón por lo del desastre de Kira, yo me tengo que ir.

 

Dio media vuelta y se fue, pero su chica le jalaba en dirección contraria. Chito, hablo bajito para que ella pusiera de su parte, debía irse de ahí ya. – Vamos, debemos irnos. – Logró caminar varios pasos, su can caminaba a su lado, pero de vez en cuando le miraba enojada, como si le estuviera reclamando por dejar al chico ahí. Se detuvo, miró sobre su hombro y el pelirrojo se veía triste. – Me voy a arrepentir de esto y tú vas a pagar las consecuencias. – Le dijo a Kira, para después dejarla libre, esta corrió al chico. –Al parecer le agradas, ¿tienes planes para hoy? – Negó. – Vamos a la playa y trae a Kira contigo, si la ve un oficial con la correa suelta me la quitaran.

 

El chico corrió a su lado con la correa fuertemente agarrada entre sus manos.

 

–Me llamo Taiga Kagami. – Levantó una ceja ante su nombre. – Lo siento, aun no me acostumbro a decir primero mi apellido, soy Kagami Taiga y puedes decirme Taiga.

 

–Aomine Daiki.

 

No dijo más hasta llegar a la playa, le causaba risa cada vez que un oficial les pasaba por un lado, pues se tensaba y tomaba la correa con más fuerza. Quizá se pasó con lo último, pero no quita lo divertido de sus expresiones.

 

Al llegar, buscó un lugar cerca de alguna palma o donde pudiera montar una ramada improvisada. Afortunadamente encontró una palma solitaria, tomó varias ramas fuertes clavándolas en la arena y con una toalla hizo un toldo, con que le cubriera el sol del rostro bastaba. Amarró sus cosas a los postes, le echó un poco de arena y se quitó la ropa quedando sólo en traje de baño.

 

–¿Traes traje o algo para meterte al mar?

 

–En mi mochila.

 

–Cámbiate, te esperamos en el agua.

 

Tomó la trenza de cuerda y la lanzó, el can salió disparado en busca de su juguete que cayó entre las olas. A los minutos el chico ya estaba con ellos, mientras la vigilaba y jugaba, comenzaron una charla. Hicieron bromas, caras, corrieron y nadaron. Kagami ofreció su toalla para expandir la sombra, la comida fue puesta en medio, mientras Kira se hizo un espacio a la fuerza bajo la sombra, lo que les llevó a estar cerca uno del otro.

 

Intentó ocultar el golpeteo de su corazón ante la aproximación del chico, buscó tema de conversación para tranquilizarse, sin darse cuenta término dormido usando el cuerpo del can como almohada. Total, ambos estaban mojados.

 

Al despertar, su acompañante se encontraba leyendo recargado en el tronco y Kira a un lado. Bebió un poco de agua, el sol no era tan fuerte así que propuso una caminata.

 

Al finalizar el día Aomine se encontraba feliz, pues había compartido con el chico que le gustaba, hasta intercambiaron números y redes sociales.

 

No obstante, toda felicidad se fue al traste cuando Yukio tocaba su puerta a las putas cuatro de la mañana. Gruñendo se cambió, ni siquiera se molestó en lavarse los dientes, siguió durmiendo en el auto hasta que su bella hermana le dejó caer un chorro de agua.

 

Se levantó furioso y titiritando. ¡El agua hasta cubos de hielo tenía! Su hermana era la reencarnación de Satanás.

 

Le obligaron a bañarse, a andar en calzones mientras le arreglaban para las dichosas fotos, tenía frío, pero eso a su hermana y quienes le rodeaban les importaba un reverendo pepino. Le pusieron las extensiones, ocultaron algunos de sus tatuajes, le maquillaron y pintaron las uñas. El maldito olor del gloss en sus labios le picaba la nariz.

 

Yukio le daba indicaciones, su hermana le gritaba cuanta estupidez pudiera, mientras que los demás estaban a la espera de cualquier llamado para retoque de lo que fuera. La sesión no fue sólo de un día, sino de dos semanas, pues estaban a voluntad del clima y el tiempo.

 

En esta ocasión le hicieron vestir de todo. Pantalones entallados de mezclilla, tela, spandex, cuero y otras más; las camisas eran variadas en los tonos, dibujos y cortes, algunas le gustaron, sobre todo el diseño de la calavera. Le pediría a Ran que le hiciera unas cuantas. Los accesorias eran impresionantes, un tanto extraños y otros demasiado cursis para su gusto. Llevó cachuchas, gorros, bufandas, guantes y hasta tres cosas a la vez. Vestidos de varios tamaños y tejidos. Demasiado femenino. Los suéteres, chamarras y gabardinas eran de tantos colores, cortes y texturas que en verdad llegó a pensar que estaba modelando el guardarropa de alguna celebridad o la misma reina de Inglaterra. Los zapatos fueron otra cuestión, tuvo que sostenerse de los árboles, sillas y personas para poder dar un paso, aún después de tanto seguía sin acostumbrarse a los tacones. Las botas casi le provocan un esguince.

 

Estaba tan cansado de poner tantas expresiones, de hacer infinidad de poses, de saltos, de terminar llenó de basura en el cabello que sólo deseaba poder terminar ese día. Sólo quedaba un par de conjuntos más y quedaría la sesión de novia.

 

Un conjunto más.

 

Le dejaron probar bocado antes de continuar, tenía una hamburguesa en la mano y en la otra un pedazo de sushi. Estaba hambriento.

 

–Veo que no eres como las otras modelos.

 

No escupió la comida porque en ese momento era un manjar de los dioses, sino está ya estaría sobre su ropa y su hermana le estuviera matando muy dolorosamente. Mastico un poco más, intentando no toser o se ahogaría, una botella de té le fue ofrecida y por fin pudo pasar la comida.

 

–¿Estas bien?

 

–S-si... ¿Qué haces aquí? – Kagami levantó una ceja ante su interrogante, sus ojos se volvieron espejo y se vio así mismo. Era una chica, al ver su error se aclaró la garganta y cambio su tono de voz. – Lo siento, suelo ser brusco, ¡brusca! – Se corrigió. – Al hablar.

 

–No te preocupes, contestando a tu pregunta, me han pedido que venga a traer un par de cosas.

 

–Ya veo.

 

–¡Dai! – Yukio le gritó, salvado por la campana.

 

–Me tengo que ir, gusto en verte. – Dejó la botella, pero se llevó la hamburguesa, aún tenía un apetito por saciar.

 

La sesión no fue igual porque cierto pelirrojo se quedó a ver hasta el final.

 

Aomine estaba que se moría de vergüenza y enojo. ¿Cómo era posible que él estuviera en la sesión? Le recrimino a su hermana, pero esta se excusó que era cosa de los altos mandos no de ella, además el chico trabajaba medio turno con ellos. Afortunadamente terminaron el trabajo de la colección, sólo quedaba el de las novias.

 

En cuanto al tema de Kagami, Aomine sólo estuvo en contacto con él por mensajes o Facebook. Moría por pedirle una cita para poder confesarse, pero lo presenciado en la universidad antes de salir le detenía, pues el chico ya tenía a alguien.

 

Suspiro derrotado, quizá lo mejor era quedarse sólo con una amistad a no tener nada. Se perdió en películas, pizza y cerveza junto con su chica.

 

A la mañana siguiente Ran llegó gritándole e instándole a meterse a bañar.

 

Eran las tres de la mañana. No le golpeo porque... sólo no la golpeó.

 

Apenas tocó el asiento y se quedó dormido. Medio somnoliento fue llevado al set de maquillaje para que lo transformaran. Se puso un vestido con corsé, tan malditamente ajustado que tenía que respirar suave o sus costillas terminarían rotas o encajadas en sus pulmones.

 

Por cada vestido fueron doscientas fotos, con distintas poses, caras y gestos. Se sentía muñeca. Los pies le dolían igual que la cabeza y la panza. Tenía hambre y sólo le daban café o agua. Él no era una modelo, era un chico con un maldito apetito que quería saciar con comida de verdad, no líquidos o barras de granola.

 

–Faltan tres vestido más y podrás irte.

 

–Ajá.

 

Su hermana salió dejándole con los chicos de maquillaje, ya llevaba el jodido vestido, trato de no hacerle nada, pero era imposible. Estaba hambriento, con un humor de perros y la puta flor no ayudaba. ¿Por qué un vestido de novia debería de llevar una flor? También llevaba guantes largos, su vestido era de forma de corazón del cual sobresalía un pequeño encaje, que por cierto, picaba. No tenía mucho volumen, parecía liso y el corsé no estaba ajustado como los otros. Hasta cierto punto le gustaba, sólo le quitaría las pequeñas mangas a los costados y la estúpida flor color azul.

 

Es que ese color resalta tus ojos, hermanito.

 

¡Sus ojos no necesitaban ser resaltados, ya lo eran por naturaleza! Pero háganle entender eso a su hermana apoyada por los chicos y Yukio, pues... con esos amigos para qué quiere enemigos.

 

Comenzaba a desesperarse, se caía del sueño. Las chicas ya comenzaban a acomodarle las extensiones cuando una voz le sacó de su letargo.

 

–¿Estás bien Taiga?

 

–Eso creo.

 

–¿Qué pasa?

 

–Hace un tiempo que no veo a Daiki.

 

–¿El chico que te gusta?

 

Aomine se acercó más a la tela que hacía de pared divisora entre ambos camerinos.

 

–¿Puedes creer que lleva gustándome desde segundo semestre?

 

¡¿Qué?!

 

Era información valiosa y difícil de procesar. ¿Cómo que le gustaba? ¿Por qué carajos no dijo nada? ¡Han pasado tres putos años y este apenas suelta la sopa! Aunque técnicamente no le ha dicho nada porque está escuchando tras una lona, el pelirrojo no sabe que está ahí y de no ser por Kira nunca le hubiera hablado.

 

Lo impulsivo le salía en situaciones desesperadas y, también, no pensaba antes de actuar; por lo que sin perder el tiempo abrió de sopetón las lonas. Exponiéndose.

 

–¡¿Cómo que yo te gustaba desde segundo semestre?!

 

–¡Daiki, ¿qué haces aquí?!

 

–No cambies de tema Kagami, explica, ¿cómo es eso de que te gustaba?

 

No reparó en que el pelirrojo llevaba un vestido blanco, guantes blancos largos y la mitad de un maquillaje. Sin embargo, no contó con que este se echara a correr. Intentó seguirlo, pero el maldito vestido era muy largo y casi se cae. Lo tuvo que agarrar como una princesa, por delante.

 

–¡Kagami, no huyas cobarde, habla!

 

–¡No me sigas!

 

–¡Contesta con un demonio!

 

Ambos comenzaron una persecución sin cuartel por todo el set a mitad del bosque, pues si se iban más allá terminarían perdidos. Taiga corría como despavorido, a mitad de las escaleras, parte del escenario, le cogió.

 

–¡Habla, ¿cómo está eso de que te gusto?!

 

–¡No es cierto!

 

–¡No te atrevas a mentir cuando te he escuchado perfectamente!

 

–¿¡Ahora escuchas conversaciones ajenas!? Eso es de mala educación Aomine.

 

–¡Eso es lo de menos, sólo contesta o me harás enojar! – Amenazó.

 

–¡No! – Kagami logró burlarlo, volvió a correr aumentando la velocidad.

 

Por culpa de los tacones término en el sillón, ni siquiera notó que corría con ellos. Se los quito, aventándolos por ahí, volvió a tomar el vestido, ninguno llevaba las extensiones que los hacían ver un par de chicas. No comprendía qué hacía Taiga ahí, pero eso lo averiguaría después. Ahora sólo debía atraparlo para confirmar lo escuchado. Una idea cruzó, la sonrisa no se pudo evitar, el pelirrojo seguía corriendo sin percatarse que ya no era seguido.

 

Cuando lo vio regresar lo tomó de un brazo, lo jalo y tomó de la cintura; el chico parecía sumamente sorprendido, hasta con sonrojo término. Se veía tan bonito, su vestido era un corsé como antaño, sentía los cabetes en su espalda, más voluminoso y con varias capas de encaje. Bajo un poquito más su mano para encontrar un moño justo donde terminaba el corsé y comenzaba la falda.

 

–Te atrape.

 

–Su-sue-suéltame.

 

–Repite lo que has dicho y quizá lo haga.

 

–No dije nada.

 

–Te escuche. – Se acercó un poco más al rostro contrario. El sonrojo se acentuó más. –¿No te da curiosidad el porqué de mi insistencia y mi respuesta. – Este negó enérgicamente. –¿En serio?

 

Kagami volvió a asentir, aquello ya le estaba hastiado, quería respuestas. Última carta jugada, si con eso no obtenía nada, lo dejaría por la paz. Dio un pequeño beso cerca de la comisura de los labios temblorosos y tensos del chico, dejó otro par en la mejilla hasta llegar a su oreja.

 

–Taiga, ¿seguro que no quieres saber mi respuesta? – Susurro despacio, casi deletreando cada palabra.

 

–Yo... yo... Este, me-me gustas Aomine. – La cara de Kagami se puso completamente roja ante la declaración.

 

El moreno sonrió, obtuvo lo que quería desde hace años.

 

–A mí también me gustas. ¿Te gustaría ser mi novio?

 

La felicidad no podía caber en su cuerpo, Kagami parpadeaba como si estuviera en algún sueño o teniendo alguna alucinación, mientras que sus manos se sentían correctas en la cintura y muñeca contraria.

 

Por fin tenían a la persona de la cual llevaba tres años enamorado, nunca se atrevió a decir nada y mucho menos a aproximarse porque no había surgido la oportunidad. Él en literatura y Kagami en gastronomía. Tan diferentes. Ahora ya no maldecía a su hermana y amigo por obligarlo a posar con ropa de mujer, pues logró alcanzar a su perdición roja.

 

No obstante, el par se olvidó dónde se encontraban, sin ser conscientes les tomaron un sinfín de fotografías.

 

–Esto es material de calidad.

 

–Mi hermano es tan idiota.

 

–Ambos lo son Ran-chan.

 

–¿Les recordamos que estamos aquí?

 

–Naa, quizá logre una toma de un beso.

 

–Eres un caso Yuki-chan.

 

Notas finales:

Chan, chan, chan~

Otra locura entregada. Lo shiento en este no habrá lemon, sólo besitos.

Nos vemos en otra locura.

Yanne. xD


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