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"A tu lado" por itzerUchiha2

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Notas del fanfic:

Hola mis queridos lectores con un nuevo proyecto, no se preocupen que no abandonaré mis fics tanto lo publicados en esta página como los que estan creándose XD.

Espero disfruten esta nueva historia porque a mi me esta emocionando mucho escribirla.

Notas del capitulo:

Como ya puse en el resumen este fic va dedicado a mi querida Scarlet Rose y Vita Vitae, por favor siganme dando ideas para este alocado fic.

Sin más que decir disfruten la lectura :)

Reino de Gran Bretaña, 5 de Diciembre de 1845, Puerto de Poole.

El día daba inicio para aldeanos, marinos, pescadores y navegantes que daban vida a ese bullicioso puerto que ya se caracterizaba por ser uno de los puertos naturales más grandes del mundo, miles de barcos llegaban con cargamentos y personas provenientes de diferentes partes del mundo, un pequeño pero lujoso barco había encallado desde hace un par de horas, la tripulación descendía las pertenencias de sus dueños.

— ¡Degel, degel!— gritó Krest Feraud un hombre de tez blanca, complexión delgada y un hermoso cabello negro hasta la nuca, sus ojos tenían un atrayente color amatista y labios delgados —¿Dónde se habrá metido ese niño?—preguntó poniendo sus manos sobre su cintura frunciendo levemente el ceño.

-¿otra vez volvió a desaparecer? –se escuchó en tono tranquilo Itia Versau mientras descendía, un hombre de corto cabello rubio, complexión atlética y musculosa, ofreció su brazo a su esposo quién se tomó del mismo marcando la diferencia en sus estaturas pues Krest medía 1.67 mientras que él 1.95-tranquilo amor es joven es natural que quiera explorar el país donde vivirá.

—tu siempre justificando sus acciones—dijo en tono molesto pues su esposo se caracterizaba por su carácter tranquilo, bueno y gentil sobre todo con su hijo —estamos en un país desconocido puede perderse o pasarle algo, además hoy tiene que conocer a su prometido en cuanto desembarquemos totalmente— dijo en tono algo angustiado cuando sintió como su rubio esposo le tomó el mentón dándole un suave beso en los labios para tranquilizarlo.

—primero debemos encontrarlo-le sonrió tierno al más chico — ¡dokho!— llamó a un joven que sostenía un par de cajas de gran tamaño y que dejo sobre el muelle para dirigirse rápidamente hacia donde estaba la pareja.

—¿Me mandó llamar señor Itia?—preguntó un joven de contextura alta y musculosa, corto cabello color castaño, profundos ojos azules y piel morena.

—Por favor encuentra a Degel antes de que a Krest le dé una crisis—explicó en tono divertido recibiendo un golpe en el hombro por parte de su esposo.

—Lo traeré lo más pronto posible señor-sonrió un momento observando a Krest—así sólo sea su cadáver-el rubio soltó una carcajada al escuchar esas palabras.

— ¡dokho!—le gritó el pelinegro queriéndole soltar un golpe al pelicastaño que lo esquivó dando un salto hacia atrás para después alejarse corriendo—¡ya deja de reírte Itia esto es serio!—le dijo molesto a su esposo quién lo abrazó para darle un beso en la frente.

—dokho lo encontrará—acarició su mejilla—vamos está empezando a hacer frío—ambos subieron a un lujoso carruaje.

En efecto el frío comenzaba a sentirse más fuerte, un viento suave dio paso a la nieve que comenzaba a caer cubriendo con inmaculado blanco las diferentes superficies de sus calles que les permitían el acceso. Una delgada figura vestida con un grueso abrigo color negro y un sombrero de copa del mismo color daba pasos tranquilos en un camino donde más personas transitaban en aquel parque que había encontrado por casualidad en su improvisada exploración. Tomó asiento en la misma, con su mano derecha que estaba cubierta por un guante color negro descubrió un poco su rostro que estaba envuelto por una gruesa bufanda azul rey, se quitó el sombrero dejando libre una mata de hermoso cabello color verdoso bastante inusual que cubrió parte de su frente, hombros y espalda llegando hasta sus caderas.

—diablos, no quiero…— susurró dando un largo suspiro para hacer su cabeza hacia atrás viendo como el vaho de su aliento se diseminaba con el viento, cerró sus ojos un momento tranquilizándose.

—con que aquí estabas

Frunció el ceño al reconocer esa voz tan familiar.

—debo admitir que te has vuelto más hábil en desaparecerte, esta vez no me di cuenta de cuando te fuiste—dijo frente a él ofreciéndole su mano para que se levantará-tus padres están preocupados por ti, vamos.

—¿Por qué dokho?

— ¿Por qué está haciendo frío amigo por eso?-quiso bromear pero su rostro cambio a uno comprensivo sentándose a lado del peliverde —Dégel.

— ¿Sabes? A veces ansío tener tu libertad—se recargo en el hombro del moreno.

— No digas eso—recargó su mejilla sobre la cabeza del peliverde—pasar hambre, frío y aprender a luchar para sobrevivir no es una vida muy agradable que digamos.

—Sé muy bien que las personas que dedican toda su vida a trabajar para vivir envidian el estilo de vida que tenemos— su mirada se tornó triste — pero lo que no saben es que esas posiciones deben afianzarse con uniones en la que no importa si estamos de acuerdo o no debemos cumplirlas, nacemos en una jaula de oro sin siquiera poder probar la libertad a la que las demás personas tienen acceso.

—tal vez ahorita piensas que estas atrapado pero con el tiempo te darás cuenta que tus padres arreglaron este compromiso para garantizarte un futuro tranquilo al igual que el de tu hijos—paso su brazo por lo hombros del peliverde estrechándolo con cariño—trata de entenderlo, además no estarás sólo como crees, yo estaré contigo, recuerda que soy tu mozo, damo de compañía o como quieras decirme—escuchó la leve risa del peliverde ante el comentario— he escuchado los hijos de la familia Colonomos además de ser los principales herederos de gigantescas minas de carbón son bastante apuestos tendrán hijos encantadores que no tendré problema en cuidar—dijo con mirada ilusionada.

-—sólo espero que a mi prometido le agrade la literatura y la astrología—se puso al fin de pie junto al moreno para iniciar su caminata hacia donde sus padres lo esperaban.

Degel Versau, hijo de Krest Feraud e Itia Versau, ambos de origen francés. Itia era dueño y fundador de un poderoso imperio naviero, logró colocarse dentro de los gigantes distribuidores hacia el Reino Unido gracias a su enorme habilidad para los negocios.

Esa misma fue notada por Earheart el patriarca de la familia Colonomos, dueño de enormes minas de carbón que se ganó un lugar dentro de los más importantes y poderosos distribuidores de este mineral, que era de vital importancia para las diferentes industrias emergentes, pero no sólo quería aliarse comercialmente con Itia sino también quería hacer suya la muy rara capacidad de concepción heredada por Krest hacia su hijo Dégel por lo que solicito su mano para comprometerlo con uno de sus hijos, su primogénito, Aspros, acordando que el día en que Dégel tuviese 18 años debían ser presentados.

Eran ya las 8 de la noche, los miembros de las diferentes familias aristócratas de la región llegaban a la gran mansión de los Colonomos para hacer ya oficial ante la sociedad el compromiso entre los hijos de estas familias. Los transeúntes observaban con curiosidad el soberbio panorama que ofrecía aquel lugar, hermosos vestidos y elegantes fracs de diferentes colores hacían pasarela por los grandes jardines de aquella mansión. Un viento se coló por el amplio ventanal moviendo suavemente las blancas cortinas de aquella habitación ubicada en el extremo norte moviendo muy levemente los cabellos de los que se hallaban en ella.

—Aspros, Deuteros, dense prisa los invitados ya están llegando—preguntó mientras abría la puerta de gruesa madera una mujer de tez clara, con una larga cabellera de color azul rey atado en una coleta baja y que reposaba sobre su hombro derecho, dueña de unos bellos ojos color miel haciendo resaltar más el curioso color de su cabello, usaba un hermoso vestido blanco acinturado, abultada y ancha falda con encajes del mismo color de su cabello adornando sus mangas, cuello y caída del mismo.

—no te preocupes madre estaremos listos antes de que todo este maldito circo comience—respondió sin mucho ánimo Aspros mientras se trataba de acomodar el cuello de su chaleco blanco con un patrón de flor en dorado.

—Como quisiera mandar todo esto al infierno—escupió molesto Deuteros terminándose de poner el saco de su frac negro con botones dorados, era el mismo estilo que su hermano usaría.

Los gemelos de la familia Colonomos, Aspros y Deuteros, habían heredado el curioso color de cabello de su madre, Chris Walden, lo único que los diferenciaba era su color de piel, pues Aspros había heredado la blanca tez su madre y Deuteros había herededado la tez morena de su padre.

—Dicen que el hijo de los Versau es hermoso—dijo mientras le colocaba una corbata pequeña en el cuello de Aspros del mismo color que su chaleco—tal vez en cuanto lo veas te enamoras de él—le sonrió acariciando su mejilla con suavidad soltó un suspiro—Deuteros, ven hijo—el peliazul camino poniéndose a la diestra de su hermano observando a su madre que tenía su mirada gacha se sorprendieron al sentir el cálido abrazo de la peliazul quién los estrechó con fuerza siendo correspondida por sus hijos.

No quiso decir nada cuando su esposo le anuncio a los gemelos que estaban comprometidos con familias poderosas para preservar el lugar de la suya en el futuro, a ella la comprometieron de esa forma, los dos primeros años de su matrimonio fueron un total martirio para ella pues no amaba a Earheart ni siquiera se sentía atraída hacia él, ambas familias presionaron hasta que 3 meses después anunciaba el tan ansiado embarazo, nacieron sus gemelos a quiénes les entrego todo su amor y dedicación, les enseño a quererse y apoyarse el uno al otro pues bien sabía que su esposo no permitiría que los “sentimentalismos” como él los llamaba interfirieran con el negocio familiar.

—Bien—se separó caminando a la puerta— es hora de que bajemos—ambos muchachos salieron de la habitación.

Mientras tanto en la larga fila de carruajes que esperaban llegar a la entrada de la mansión, específicamente en el octavo se hallaba un joven de cortos cabellos añiles que movía ansiosamente su pierna derecha sobre el piso del móvil con un evidente gesto de fastidio en su rostro.

—¡Ya basta! Manigoldo deja de hacer eso—exigió un hombre de largo cabello blanco, ojos verdes, tez blanca y un curioso par de puntos en su frente con un elegante frac color gris, guantes y chaleco blancos—comportante como el heredero que eres—.

—no me molestes viejo—respondió fastidiado Manigoldo, quién poseía unos ojos del mismo color que su corto cabello, tez morena, de cuerpo musculoso que se podía notar a través de su ropa, con una altura de 1.85, vestía un frac de color negro con un chaleco azul cielo con patrones verticales en plateado el cuello del mismo rozaba sus mejillas dándole un toque más elegante —sabes bien que detesto estas fiestas de mierda y tú siempre me traes, la gente que viene son unos completos idiotas que comprometen a sus hijos para conservar el estúpido honor de su familia—

—primero, deja de decir tantas malas palabras que te ves muy mal, segundo te traje para ver si ya encuentras a alguien que te guste—explicó el peliblanco con una sonrisa divertida— sabes bien que no voy a obligarte a nada, pero, me estoy haciendo viejo, no soy eterno y bien lo sabes así que al menos déjame conocer a mis nietos antes de morirme muchacho—.

—¿Quieres que escoja en estos ambientes?, no lo creo abuelo—.

Manigoldo De Santis, nieto de Sage De Santis quién junto con su hermano Hakurei De Santis eran parte de los gigantes de la industria ferrocarrilera, sus líneas de trenes surcaban casi todo el territorio de Italia y ahora buscaban crecer más en Gran Bretaña ampliando sus rutas, su nieto era ahora quién iba a heredar parte de ese gran imperio pues su hijo Alessio y su nuera Alessandra había muerto en un trágico accidente de carruaje dejando al pequeño Manigoldo a su cuidado. El sonido de un incesante golpeteo los sorprendió, el peliazul chasqueo la lengua asomándose por la pequeña ventanilla y mostró su dedo medio al emisor de esos golpes.

—Abre ya idiota—exigió riendo un joven de largo cabello azul que caía sobre sus hombros llegando a la mitad de su pecho y espalda, ojos color zafiro y tez morena clara, subiéndose al carruaje en cuanto abrieron la puerta—buenas noches señor Sage—saludó al peliblanco con un apretón de manos.

—Buenas noches Kardia, me da gusto verte—le sonrió al joven quién se sentó a lado del peliazul dejando una espada recargada en la puerta del carruaje.

— ¿Qué carajos haces aquí bicho?—preguntó curioso al ver como se acomodaba su chaqueta color azul índigo con un par de charreteras doradas en cada hombro, provistas de tres estrellas plateadas de ocho puntas situadas en forma triangular y rematada con un ancla plateada y una corona real.

—Almirante de flota para ti desgraciado—dijo riendo mientras sacaba un par de guantes blancos de la bolsa de sus pantalones del mismo color de su chaqueta y con una franja roja a todo lo largo de sus piernas —yo también fui invitado pendejo—dijo cerrando sus botones que estaban distribuidos en hileras de cuatro para terminar amarrando su espada en su cintura.

Kardia Megalos, Almirante de la Marina Real Británica, huérfano de padre y madre, ni siquiera recordaba sus nombres pues había sido abandonado en un orfanato a la tierna edad de 6 años por un grave problema en su corazón, creció en la calle robando ya fuera comida o dinero así como allanando casas para así poder sobrevivir, estilo de vida que le permitió tener la increíble fuerza de voluntad para controlar su mal pues este se caracterizaba por terribles fiebres que le hacían hervir la sangre o así el las describía.

—A mí no me engañas bicho, tu odias al igual que yo venir a este tipo de reuniones-dijo pasando su brazo por el cuello jalándolo toscamente hacia él—sé que vienes con una doble intención porque no hay nadie que te obligue a venir—.

—así es idiota, algo me dice que hoy será el día, alguien va a caer en las redes de mis encantos—le dijo en tono altanero levantando la barbilla.

—Creeré en Dios si encuentras a alguien que se enamore de tu cara de imbécil y tus bromas idiotas—dijo divertido dándole un golpe en el hombro al peliazul.

—jajajaja pendejo—río respondiendo el golpe antes dado haciendo que ambos muchachos comenzarán a jugar ante la divertida mirada del peliblanco.

Tres carruajes atrás se hallaba la familia Versau, Krest sujetaba con una pequeña aguja un pañuelo del mismo color que el cabello de su hijo quién vestía un frac blanco con un chaleco verde con patrones de copos de nieve en dorado a todo lo largo del mismo, su largo cabello estaba sujeto a la mitad de su espalda. 

—Muy bien Dégel ya estás listo—anuncio mientras se alejaba para observar a su hijo quién tenía un semblante frío e indiferente—¡Ya es suficiente Dégel cambia ese rostro!— exclamó molesto.

—¿Qué rostro quieres que ponga papá?—respondió seco al pelinegro.

—¡Ay! Dégel por favor tu compromiso no es el fin del mundo—dijo en tono molesto al peliverde—vas a conocer a tu prometido es suficiente razón para que sonrías ante tal noticia—.

—Para mí sí, ni siquiera conozco a mi prometido—hizo comillas con sus dedos al decir lo último—como para decir que me gusta o algo por estilo, somos unos completos extraños que nos tenemos que unir sólo porque así lo quieren—apretó sus puños con fuerza—esto es una reverenda estupidez—Krest le propinó una fuerte bofetada al peliverde que ladeo su rostro por el impacto sobándose en el acto con el dorso de su mano enguantada.

—Dégel eres el heredero de la familia Versau, quieras o no tendrás que obedecernos porque no conoces otro estilo de vida salvo el que te hemos dado, en pocas palabras no estas calificado para vivir de otra forma, así que más te vale que empieces a hacerte a la idea de tu compromiso ¡¿entendiste?!—dijo furioso al peliverde quién agacho su mirada derramando gruesas lágrimas que cayeron sobre el asiento donde se hallaba sentado.

—¡Ya basta!—dijo firme el rubio quién se mantenía serio observando la escena sorprendiendo al pelinegro—ven acá Dégel—llamó al peliverde quién se acercó a su padre sentándose a su diestra, el rubio metió su mano en el bolsillo izquierdo de su saco sacando un pañuelo blanco, con sus dedos levantó el mentón de su hijo y comenzó a limpiar sus ojos y mejillas, cuando terminó besó con cariño su frente dejando que regresará a su lugar— Krest—le habló ahora al pelinegro tomándolo de su mano para que se sentará junto a él— suaviza tus facciones que ya casi llegamos y no voy a permitir que vean a los hombres que más amo en sus actuales condiciones—dijo besando suavemente sus labios y masajeando levemente el ceño fruncido de su esposo suavizándolo—así está mejor, bien es hora de bajar—anuncio al ver que llegaban a la entrada de aquella mansión.

—Que empiece el espectáculo—dijo Manigoldo bajando junto con Kardia seguido de su abuelo quién soltó un largo suspiro por la actitud de su nieto, al entrar prestaron especial atención a los detalles de esa gran mansión, una decoración exquisita así como los acabados de la misma. Fueron anunciados como los demás invitados, un protocolo que ambos odiaban pues siempre les había gustado mantener un bajo perfil en aquellas acartonadas y superficiales reuniones se separaron del Sage quién fue a platicar con otro sujeto.

—Bueno iré a ver que puedo encontrarme—dijo Kardia perdiéndose entre la multitud.

—Hijo de puta—susurró al verse sólo-bueno creo también iré a explorar—salió hacia los amplios jardines de aquella mansión.

Earheart, hombre de tez morena, cabello corto color grisáceo dejando unos mechones caer sobre su rostro dándole un porte sombrío y ojos color miel. Estaba en su despacho revisando algunos papeles de distribución junto con otros 2 hombres, quiénes fungían como sus consejeros en cuanto a las decisiones que debía tomar para su negocio, cuando un hombre de cabello blanco atado en una coleta alta vistiendo un par de pantalones negros, una chaqueta roja con 4 hileras de botones dorados de cada lado, cinturón blanco y una boina del mismo color que el pantalón.

—Espero que sea importante capitán Asgard—dijo serio sin despegar la vista de los documentos entregados.

—Los Versau y los Sweeney han llegado—anuncio haciendo que el peligris levantará su rostro

—Hablaremos de esto más tarde—les dijo mientras se ponía de pie—por favor llámalos no podemos hacer esperar a tan importantes invitados—dijo mientras entregaba una gran cantidad de papeles a un hombre de cabello negro hasta los hombros, ojos amatista y tez clara—Haz un informe de que opciones tenemos Tanathos—el pelinegro asintió saliendo junto con otro hombre idéntico a él pero con la gran diferencia de que su cabello era rubio—Capitán—llamo al peliblanco que ya iba de salida—Dile a mis hijos que vengan—asintió saliendo de la habitación.

La suave música amenizaba el ambiente, diferentes parejas bailaban al son de los suaves compases, no dejaban de llegar invitados incrementando así la cantidad de gente, dio un largo suspiro saliendo de aquel salón, se sentía ahogado, caminó hacia uno de los jardines donde había enormes árboles, se dirigió hacia uno en especial en el que de su gruesa rama colgaba un columpio, se sentó meciéndose suavemente.

—Joven Aspros, su padre lo requiere en su despacho ahora mismo—

—Dile a mi padre que puede irse mucho al diablo Asgard—dijo en tono de fastidio sintiendo como de pronto era jalado de su brazo con fuerza haciéndolo ponerse de pie—pero ¿Qué…?—no pudo continuar pues los labios del moreno se apoderaron de los suyos de forma repentina, frunció el ceño con molestia y puso sus manos sobre el gran pecho tratando de separarlo, pero aunque él era alto, sus 1.88 mts no le ayudaban contra la fuerza y tamaño de ese hombre, sintió como era acorralado sobre ese árbol y haciendo a un lado su raciocinio que le gritaba se detuviera pasó sus brazos por el cuello correspondiendo al fin el beso dado, dejó que esa lengua ingresará sin problemas a su boca iniciando una danza pasional para ganar terreno en el que la suya perdía la mayor parte de las veces, abrió sus ojos de golpe al sentir como el peliblanco había abierto el saco de su frac y acarició de forma lasciva su tetilla derecha, se separó de golpe propinándole una fuerte bofetada mirándolo con molestia—pero ¿quién demonios te crees?—exclamó sonrojado mientras trataba de cerrar inútilmente su saco.

—La persona que no puede borrar la adicción que siente hacia tus labios-le respondió sonriendo limpiando la sangre de su labio atrapando en un rápido movimiento el cuerpo del peliazul quién forcejeo con él por un momento antes de volver a besarlo con hambre separándolo jadeante por el excesivo aire que le había robado—vete antes de que mande todo al diablo y te lleve conmigo—dijo esto último acomodando el saco de Aspros quién le dio un manotazo alejándose molesto y sonrojado, no pudo evitar sonreír, sabía que ese muchacho correspondía a sus sentimientos pero era demasiado orgulloso como para aceptarlo—hallaré la forma para que seas libre para quedarte a mi lado, te lo juro—diciendo esto también se encaminó a la enorme mansión para buscar a Deuteros y sus respectivos prometidos.

El peliblanco guiaba a ambos peliazules al despacho de su padre quiénes sin necesidad de anunciarse abrieron la puerta del mismo topándose con la fría mirada de su padre que los miraba fijamente con sus manos entrelazadas frente a su cara.

—cierre la puerta capitán—solicitó a lo que el peliblanco obedeció cerrando tras él.

El peligris se puso de pie y se acercó a los gemelos para propinarles un par de bofetadas a cada uno haciendo que estos se tambalearán por la fuerza aplicada. Cris y Asgard se soprendieron ante tal acción pero se mantuvieron en sus lugares, la peliazul prácticamente se mordió la lengua pues cuando defendía a sus hijos el peligris se ensañaba más con ellos diciéndoles que no eran dignos hijos si su madre tenía que defenderlos, por lo que su protección se convertía en un arma de doble filo.

Asgard apretaba sus puños con gran fuerza tanto que sus nudillos estaban blancos, odiaba al peligris profundamente, había tolerado muchas cosas por su amado Aspros quién lo había enamorado su fortaleza y orgullo ante las situaciones caóticas en la que su padre los puso muchas veces con tal de mantener a flote su negocio.

—Saben bien que me molesta que desaparezcan de esa forma—les dijo en tono molesto—capitán por favor llame a nuestro invitados de honor, comuníqueles que ya podemos atenderlos sin problema— Asgard asintió saliendo del despacho—como saben los padres de sus prometidos son muy poderosos en el mundo de los negocios, por lo que he garantizado la alianza comercial y consolidación de nuestro apellido a través de sus matrimonios, después de que contraigan nupcias tiene 1 mes para concebir cada uno a su heredero—explicó sorprendiendo a ambos muchachos que se vieron entre ellos.

—Pero padre sabes que yo…—susurró Aspros.

—Lo sé muy bien—detuvo el reclamó del peliazul con su mano— por eso te comprometí con alguien fértil para ocultar tu maldita condición, si llegasen a enterarse de ello nuestro apellido perdería fuerza—.

Los golpes en la puerta del despacho de Earheart rompieron el silencio, un leve “adelante” se escuchó permitiendo la entrada a los emisores de ese ruido, dando paso al matrimonio Versau.

—Bienvenido seas Itia—dijo el peligris acercándose al rubio estrechando su mano para después darle un formal abrazo golpeando su espalda, gesto que fue correspondido.

—Gracias Earheart tanto tiempo sin vernos, te presentó a mi esposo Krest Feraud—le dijo señalando con su cabeza al pelinegro a quién saludo besando su mano con galantería.

—Mucho gusto en conocerlo señor Krest, también quiero presentarte a mi esposa Cris Walden—señalo con su mano a la peliazul que estaba a su diestra.

—Un verdadero gusto conocerla señorita Cris— el rubio tomó la blanca mano de la chica saludando como Eartheart lo había hecho con anteriormente con su esposo.

—Igualmente señor Itia—movió su vista hacia Krest sonriéndole con sinceridad tomando sus manos entre las suyas de forma suave—no tenía el gusto de conocerlo señor Krest Feraud, yo soy Cris Walden la esposa de Eartheart y es un placer y un honor tenerlos aquí—saludó ahora al pelinegro con un suave beso en la mejilla que fue correspondido.

—Igualmente señorita Cris—.

—Bien mi amigo te presentó a mi hijo Aspros—señaló al peliazul haciendo un gesto con su mano para que se acercará a ellos.

—Mucho gusto Aspros—saludo Itia estirando su mano para estrecharla con la del más chico—yo soy Itia Versau padre de Dégel y él es Krest Feraud mi esposo—el peliazul saludó también al pelinegro—ya había escuchado que era apuesto pero al verte superas mis expectativas—le dijo el rubio haciendo que se sonrojará ante tal comentario arrancándole una leve carcajada.

—Bueno ya que nos hemos saludado déjenme ver a mi futuro yerno por parte de los Versau—pidió a lo que Itia asintió llamando a Dégel.

Entró sorprendiéndolo, pues era realmente bello, cuerpo delgado, caderas anchas, tez clara, su largo cabello de ese inusual color verde atado a la mitad de su espalda caía grácilmente sobre sus hombros dándole un toque más refinado y elegante, pero lo que llamo más la atención fueron sus bellos y expresivo ojos amatista.

—Espléndido—dijo embelesado al verlo entrar sin percatarse que tanto Itia como Cris fruncían el ceño con molestia pues era como si se expresará de un objeto—mucho gusto Dégel, mi nombre es Eartheart y muy pronto seré tu suegro—extendió su mano hacia el peliverde que fue tomada suavemente por el mismo.

—Mucho gusto— respondió sin emoción cosa que no pasó desapercibida para la peliazul quién  pudo ver que los hermosos ojos amatistas de Dégel lucían completamente apagados y tristes como los de sus hijos.

-Aspros saluda como es debido-exigió al peliazul quién asintió acercándose para tomar la pequeña mano del peliverde y besarla.

—Mucho gusto, soy Aspros Colonomos-se presentó cortésmente dejando en evidencia la diferencia en su tamaño, pues Dégel medía 1.70 y tuvo que hacer su rostro un poco hacia arriba para poder verlo a los ojos.

—Dégel Versau, mucho gusto—respondió colocando su mano en su pecho para hacer una leve reverencia al peliazul que sonrío levemente ante el refinado gesto del otro.

Se escucharon otros golpes en la puerta del despacho dejando pasar al peliblanco.

—Señor ya ha llegado el señor Sweeney—anunció de nuevo

La puerta se abrió dejando entrar a un hombre de larga cabellera pelirroja atada en una cola baja que descansaba sobre su hombro derecho, ojos café claro, esbelto y bien musculado de tez blanca.

—Oh pero que gusto mi estimado Lugonis—dijo ahora estrechando la mano del pelirrojo dando un par de golpes en su hombro izquierdo gesto que fue correspondido por el mismo.

—Igualmente Eartheart, Itia—saludó ahora al rubio con el mismo gesto que hubiese hecho con el peligris.

Ya los tres hombres se conocían por lo que no fue necesaria la introducción entre ellos, tanto el rubio como el peligris presentaron a sus respectivas parejas al recién llegado que saludo con toda la galantería que lo distinguía.

Lugonis Sweeney dueño y fundador de una de las compañías más fuertes y poderosas de su ramo, el textil, convirtiéndose en uno de los más grandes maquiladores y proveedores de la misma, sus diseños eran aclamados en la aristocracia, pues al hacer llegar bellas telas de diferentes lados del mundo las adquirían a altos costos. De un carácter tranquilo y noble, no sólo se caracterizaba por su gran habilidad para conseguir nuevos vendedores sino por su humanidad hacia quiénes le proveían sus telas y los que trabajaban en sus fábricas. Eartheart sabía muy poco de su historia personal pero lo suficiente como para querer comprometer a uno de sus hijos con el suyo, pues los rumores que habían llegado a sus oídos no sólo la gran belleza que su hijo poseía sino que tenía la enorme bendición de la concepción, convenció a Lugonis de que la unión de sus familias le ayudaría garantizar un mejor futuro para su hijo a quién adoraba con todo su corazón.

—Bueno y ¿Dónde está mi futuro yerno?—preguntó curioso.

—Lugonis quiero presentarte a mi segundo hijo Deuteros—llamó al moreno quién se colocó a la diestra de su padre, el pelirrojo se sorprendió pues el moreno era bastante apuesto y además por su mirada pudo deducir que era un buen muchacho.

—Mucho gusto Deuteros—estrechó su mano sonriéndole con sinceridad al peliazul que se sorprendió ante la cálida mirada del que sería su suegro.

—Albafica, entra hijo—llamó a su heredero.

La puerta se abrió despacio dando acceso al joven Sweeney, Deuteros se quedó hipnotizado al verlo entrar, hermoso no era suficiente para describirlo, dueño de una hermosa y larga cabellera celeste que llegaba hasta sus caderas, ojos aguamarina hermosamente brillantes, estrecha cintura y esbelta figura, sus labios delgados y levemente sonrosados pero lo que más le llamo la atención al menor de los gemelos fue su curioso lunar bajo su ojo izquierdo haciéndolo ver más encantador.

—Maravilloso—susurró sin ocultar su emoción el peligris—no cabe duda que tendremos sucesores muy bellos—.

—Buenas noches—saludo cortésmente el peliceleste al moreno que salió de su ensimismamiento—yo soy Albafica Sweeney, mucho gusto—.

—El gusto es mío Albafica, yo soy Deuteros Colonomos—se presentó imitando el gesto que su hermano había hecho anteriormente con el peliverde.

Al igual que con Dégel, la diferencia en las estaturas de Albafica y Deuteros era más que evidente pues el moreno con sus 1.85 le sacaba casi una cabeza a los 1.70 del peliceleste.

Cris soltó un largo suspiro, observaba la escena y no necesito poner demasiada atención pues pudo ver que en la mirada de los cuatro muchachos había una profunda tristeza y resignación,  pues aunque sus gemelos se impresionaron con la belleza de sus prometidos en ninguno se pudo ver esa mirada que caracteriza al amor, el ambiente era algo tenso pues ninguno decía nada solo se limitaban a observarse con simple curiosidad y frialdad.

—Bueno caballeros ¿Qué les parece si dejamos que los futuros esposos conversen un poco?—dijo la peliazul rompiendo la tensión del momento—que crucen unas cuantas palabras antes de anunciar su compromiso—.

—La señorita Cris tiene razón—intervino Itia—la primera conversación entre prometidos es muy importante así que démosles algo de espacio—.

El peligris acepto dejando que su esposa fuese la que llevará a los cuatro muchachos a una sala que se ubicaba algo lejos de su despacho pero era ideal para tener un ambiente tranquilo donde conversar.

—Adelante—abrió la puerta mostrando una hermosa sala de estar con tres sillones de color blanco con dorado, dos individuales y uno con tres lugares con una lámpara a cada uno de sus lados, tras esta había tres enormes ventanales siendo el central el que tenía sus puertas abiertas dando hacia un amplio balcón, un bello candelabro de cristal cortado colgaba del techo brillando hermosamente gracias a la luz y una pequeña mesa de centro por favor siéntase en la libertad de pedir lo que gusten—dijo con una sonrisa—vendré por ustedes cuando sea requerido ¿De acuerdo?—les anunció a los cuatro quiénes asintieron y agradecieron sus atenciones.

Cerró la puerta soltando un largo y cansado suspiro caminando de regreso hacia el despacho con la ilusión y esperanza de que su primera plática fuera amena y tranquila.

Notas finales:

Gracias por leer :D


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