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Una ramita más por 1827kratSN

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Notas del fanfic:

Holi~

Una historia corta que estaba guardada en word y llegó la hora de sacarla a la luz XD

Notas del capitulo:

No pregunten... sólo gózenlo XD

 

 

 

La misión de la infancia era: descubrir. Por eso quien llegaba a un lugar nuevo y no superaba los cinco años de edad no tenía problemas para adaptarse. Otabek lo estaba comprobando porque recién arribó a esa ciudad misteriosa, donde hacía más frío del que estaba acostumbrado, el suelo estaba cubierto por una capa delgada de nieve y el sol no lograba calentar su pequeño cuerpo lo suficiente como para que dejase de castañear sus dientes de vez en cuando.

Salió de casa cuando ya todas las cajas estaban acomodadas en la sala y su madre le autorizó a explorar un poco. Se aseguró de llevar el gorrito de lana que cubría sus cabellos azabaches, los guantes que impedían a sus dedos congelarse y el abrigo para no sentir frío, tal y como lo ordenó su padre. Pero él sólo pensaba en ir a descubrir qué cosas raras había en su nuevo hogar y cerca de este, después de todo quería asegurarse de que su nuevo lugar de juegos fuera interesante. Lo primero que vio y pisó fue un patio grande, de color mezclado entre el verde y el blanco. Había dos agujeros en la tierra de la jardinera a un extremo, muy sospechosos, demasiado. Con curiosidad revisó aquellos hoyitos usando una ramita que arrancó de una hierba cercana, pero después de un tiempo verificó que no había nada, ni siquiera un bichito que saliera a curiosear tal y como él lo hacía. Se atrevió a meter la mano descubierta, pero sólo la tierra ensució sus dedos, así que lo dejó.  

Caminó a los alrededores para sólo encontrar de esas plantas extrañas que su papá decía eran malas y las arrancaba con la podadora, él hizo lo mismo para poder hallar a los insectos que se escondían debajo, agarró un par de gusanos pequeños, de esos que siempre se los encontraba en cualquier lugar y ahí no era diferente. El frío lo sintió luego de escarbar un poco usando sus manos y tuvo que dejar todo de lado para volver a casa ya que sus guantes no eran lo suficientemente cálidos, así que los sentía entumecidos y no quería que después lo regañaban. Pero cuando retornaba hacia la calidez de su sala, escuchó un pequeño golpe y, seguido de eso, un lloriqueo lejano.

Investigar un poco no le haría daño.

Un pequeño revoltijo estaba a pocos metros de la limitante de su casa, para ser específicos, de su patio. Se encaminó hasta reconocer a una personita de rubios cabellos que estaba acuclillado y sus manos limpiaban lo que Otabek suponía eran las lágrimas debido al llanto. Esa persona tenía rastros de nieve en la ropa, el gorro marrón reposaba un poco lejos del mismo y sus sollozos eran levemente fuertes. Otabek se acercó interesado para investigar lo sucedido, se arrodilló frente a aquella personita, la misma que se tensó al percibir que ya no estaba solo, e intentó mirarlo de frente, pero no le era posible cuando el otro giraba su cabeza y su cuerpo para evitar cruzar miradas.

 

 

—¿Estás bien?

—Hum — murmuró mientras giraba su rostro y rápidamente se limpiaba las lágrimas que aun derramaba

—¿Te caíste? — Otabek seguía intentando ver el rostro de ese niño, pero era complicado

—Sí — murmuró con la voz quebrada, pero con orgullo se obligó a levantarse. Mala idea — ugh — su mano y su rodilla dolieron, obligándole a hacer una mueca, pero apretó los labios para no volver a llorar

—Espera — Otabek se levantó para detenerlo, sólo ahí se dio cuenta de que él era más alto que aquel pequeño niño — siéntate

—No — decía haciendo una mueca e intentando caminar, pero el dolor lo detenía

—Siéntate. Déjame ver — Otabek luchó un poco, pero al final logró que aquel rubio se sentara en la acera y se quitara los guantes para dejarse evaluar. Un leve hilillo de sangre brotaba de la zona en la que el guante se mostraba roto antes de quitarlo, Otabek la miró con atención intentando saber el nivel de dolor del pequeño. No era grave, pero había que desinfectar la herida — espérame aquí, traeré algo, ¿entendiste?

—Ben — murmuró mientras seguía frotando sus mejillas con su mano sana y sorbía su nariz

 

 

Otabek corrió dentro de su casa, no estaba seguro si encontraría la cajita blanca con una cruz roja que su mamá tenía siempre, pero la buscó con empeño por la cocina. Se daba prisa, pero al no hallarla tuvo que subir al segundo piso para preguntarle a su madre directamente. No dio muchas explicaciones, sólo que era importante tenerla en sus manos y salió corriendo con aquella cosa fuera de casa. Cuando Otabek cruzó el límite de su patio, vio al rubio sentado todavía en el lugar en que lo dejó, aunque ya no temblaba debido a los sollozos. Se apuró a mostrar su preciado kit de salvamento y sonrió sutilmente para darle confianza al desconocido, quien al fin dejó ver esos ojos verdes, cristalinos por lágrimas contenidas  

En silencio, Otabek se sentó frente al pequeño y con cuidado usó el algodón y el alcohol para limpiar la sangre de aquella delicada mano. Lo hizo como su madre se lo enseñó, diciéndole al menor que soportara un poco porque sólo así se sanaría más rápido. Hizo lo mismo con la herida que encontró en la rodilla del rubio cuando le levantó la basta del pantalón y al final le colocó unas tiritas adhesivas. Su madre las tenía siempre en cantidades exageradas y en modelos diferentes, por eso cuando tuvo que decidirse, tomó el modelo que el niño apuntó. La tirita estaba estampada de gatos castaños y sonrientes, así que esas fueron las que colocó con cuidado

 

 

—Terminé — el azabache miró al otro y éste sonrió mientras tocaba la bandita en su mano — ¿estás bien?

—Shi — sonrió mientras elevaba su mano y miraba aquel adorno

—¿Cómo te llamas?

—Yui — pronunciaba mientras se acomodaba la ropa y volvía a ponerse los guantes — Yui Pliseky

—Soy Otabek. Otabek Altin — murmuró mientras acomodaba todo lo que usó en la caja y la cerraba — vivo ahí — apuntaba a su nuevo hogar — ¿y tú?

—Ahí — el rubio apuntaba a la tercera casa en la parte de enfrente — con mami, papi y buelo

—¿Cuántos años tienes? — Otabek intuyó que el rubiecito era menor a él debido a la diferencia de estaturas, pero esa forma de hablar tan básica le daba una idea tal vez errada

—Tes — decía elevando su mano con el número de dedos precisos y sonriendo con amplitud — ¿tú tamben?

—No — reía por la mala pronunciación del menor — tengo cinco

—¡Otabek! ¿Dónde estás? — esa voz hizo que ambos pequeños miraran a la mujer azabache que salía con apuro hacia la vereda — oh… conseguiste un amigo. ¡Qué rápido! Mamá está orgullosa de ti — sonreía con calidez mientras se acercaba hasta arrodillarse ante los dos infantes — hola pequeño

—Hola senora — elevaba su mano en saludo y la adulta sólo reía con ternura al verlo

—Eres un niño muy lindo, pero no deberías estar solo por aquí — sonrió antes de colocarle el gorrito que Otabek había recogido del piso cuando lo vio y se lo cedió

—Se cayó y lo ayudé — explicó el azabache mientras estiraba la cajita blanca para devolvérsela a su madre

—Eres un buen niño, Otabek — acarició la mejilla de ambos pequeños y sonrió — vamos, les daré chocolate caliente. Le diré a papá que averigüe donde vive… — hizo una mueca de duda, miró al rubio y después a su hijo — ¿Cómo se llama? — susurró como si dijera un secreto

—Yui

—No, mi nombe es Yui — el rubio corrigió lo dicho por Otabek con el ceño levemente fruncido — Yuyi

—Oh… Yuri — aplaudió la mujer a sabiendas que la letra “r” le era difícil de pronunciar a la mayoría de niños pequeños — es un placer. Yo soy Aida, pero llámame como quieras. Ahora vamos — extendió su mano para que el rubiecito la tomara

—No — Yuri negaba con su cabeza — ishe con mi buelo

—No sigues a extraños, eh. Eso es bueno — sonrió antes de levantarse y acomodarse el abrigo que llevaba — entonces busquemos a tu familia

—¿Lo vamos a devolver? — Otabek miró a su madre un momento antes de que ella asintiera — ¿No lo podemos conservar?

—Claro que no — reía divertida por la ocurrencia de su retoño

—Aunque sea por un ratito — insistió Otabek mientras miraba al menor, quien empezaba a adelantarse señalando su casa

—El pequeño debió haber salido sin permiso, lo correcto es devolverlo — comprensivamente, Aida se daba el tiempo de explicarle todo a su niño, a la vez que tomaba la mano del mismo y ofrecía la otra al más pequeño de ellos — además, ¿por qué lo quieres conservar? 

—Porque tiene cabellos de oro — señalaba al menor quien no entendió lo último que se dijo y ladeó su cabeza con inquietud

—No son de oro — reía bajito — son de un tono rubio, eso es todo

 

 

Al parecer el pequeño de ojos verdes tuvo una de esas aventuras que suceden cuando uno de los tutores se descuidaba. Aida, la madre de Otabek, fue dirigida por el pequeño hasta hallar la casa respectiva y ni bien abrieron la puerta, una madre en pánico agarró al rubiecito entre sus brazos, casi al borde del llanto y posiblemente de un colapso. Detrás de ella salió un hombre más maduro que suspiraba aliviado mientras acariciaba la cabecita del rubiecito que no entendía por qué estaba casi siendo asfixiado en los brazos de su madre. Los dos azabaches observaban todo en silencio, siendo lo mayormente discretos posible, y cuando lo sintieron prudente, hicieron un gesto con la mano y se despidieron del mayor de la casa quien era el único que se acercó a agradecerles el detalle. No culpaban a nadie por ese exceso de afecto por parte de la mujer rubia que acunaba al infante, pues para una madre perder de vista a su hijo sería un castigo infernal

 

 

—Mami, miya — Yuri sacaba su guante con apuro mostrando aquella bandita que adornaba su mano  

—Oh por dios, te hiciste daño — Lina estaba tan alterada revisando la herida que ni siquiera se dio cuenta de que su padre agitaba la mano en despedida de los “héroes” del día — ¿Te duele mucho?

—Oabek tene más de esta — sonreía mientras buscaba al mencionado con la mirada, pero al no verlo, empujó levemente a su madre para que lo soltaran y pudiera bajarse — buelo, abe pueta — exigía al ver aquella madera impidiéndole el paso

—Quisiera saber cómo saliste, pero está bien — el abuelo Nikolai hizo lo pedido por su nieto y éste corrió fuera, saliendo al sector donde habían quitado la nieve para evitar accidentes y con fuerza gritó para llamar la atención del par que caminaba de retorno a su hogar

—¡Beka! — apurado levantó las manos hasta que los azabaches voltearon — ¡Beka!

—¿Beka? — susurró el mencionado mirando a su madre

—Creo que es más fácil para él llamarte así. Déjalo, no importa. Es como un apodo bastante lindo, ¿no crees? — sonrió Aida

—No lo sé — Otabek veía al rubiecito acercarse corriendo tan rápido como sus piernas –y la ropa esponjosa que las cubría- se lo permitían

—Entonces tú llámale… Yura. Seguro le gusta

—Beka — jadeaba el infante antes de agarrar al azabache por la chaqueta y tirar de él — ven… vamo

—Pero…

—Ve — sonrió su madre — es tu nuevo amigo. Conócelo mejor

—Vamosh Beka… ¡vamo!

 

 

Así empezó aquello. Dos años de diferencia, con dificultades para entender lo que el otro decía, pero riéndose porque eran un par de niños con nieve a la mano y energías desbordantes.

Ese fue el día en donde sus familias se conocieron, se volvieron amigas y cómplices de cierta forma. El par de niños se volvió inseparable. Ambos crecían a su ritmo, tenían su vida lejos de su casa, pero aun así no dejaron de llevarse bien. Incluso cuando el uno tuvo que ir las mañanas al prescolar, el otro lo esperaba con ansias mirando por la ventana a la hora pactada para que volvieran a reencontrarse. Su vida era así de simple.

 

Continuará…

 

 

 

 

Notas finales:

 

Continuará… algún día XD

Todavía no sé si hacerlo simple -como dicta mi borrador olvidado por semanas- o ampliarlo un poco XD

Espero que lo hayan disfrutado tanto como yo al escribirlo. Nos veremos en el siguiente capítulo~

Muchos besos~

 

PD: Es la primera vez que hago una historia de este par como protagonistas XD espero que no me salga tan mal. 


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