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La Rosa Y La Espada por ghylainne

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Notas del capitulo: Un regalito de Navidad, con mucho cariño, para Marycapri ^^ Es la primera vez que escribo de esta pareja, pero espero que te guste, cielo. Un besazo

La Rosa y La Espada

 

 

Una pequeña fiesta de Navidad. Eso era lo que se suponía que había organizado Saori, pero aquello de pequeño tenía poco. Todos los Caballeros habían sido invitados y vagaban de un lado a otro entre brindis y risas. Sin embargo, Afrodita no estaba disfrutando de la fiesta. No era que no fuese entretenida, de hecho era fantástica, si no fuese por el detalle de que Death Mask también estaba allí, con su increíble capacidad para hacer daño a la gente nada más abrir la boca. Afrodita lo miraba con el ceño fruncido, respondiendo con sequedad a sus observaciones acerca de lo que le había sucedido en el pueblo.

—Naturalmente lo puse en su lugar —contaba Cáncer—, esa no es forma de dirigirse a un Caballero —y se echó a reír.

—Pues tenía razón —respondió Afro con frialdad—, tu comportamiento sí que no fue digno.

Le dio un sorbo a la copa de champán que sostenía, fingiendo no darse cuenta de la mirada de odio de la que estaba siendo objeto, antes de murmurar una excusa para alejarse de allí.

—Sí, vete a retocar el maquillaje.

Piscis se irguió con orgullo y lo miró con desprecio.

—Soy un Caballero de Oro, estoy por encima de esas frivolidades.

Se dio media vuelta y se retiró al balcón, apoyándose en la barandilla, disfrutando del aire fresco y de la intimidad que le ofrecía el lugar para poner en orden sus sentimientos. Llevaba mucho tiempo intentando levantar un muro que lo protegiese de volver a enamorarse, y temía que estaba fracasando estrepitosamente. Lo único que quería era protegerse del dolor que había sentido, del todo el sufrimiento del que había sido víctima. Suspiró y se giró al oír unos pasos detrás de él, enfrentándose precisamente a la persona que no le dejaba aislar su corazón: Shura de Capricornio.

—Vaya, parece que no soy el único en escapar de la fiesta.

—Ya, bueno, no soportaba las bravuconerías de Death Mask. ¿Cuál es tu excusa?

—¿Calor? —preguntó medio en broma.

Afrodita se obligó a sonreír, mientras se esforzaba en levantar su propio muro anti-Shura, lo que resultaba terriblemente difícil cuando lo miraba con aquella sonrisa. Pero era un riesgo que no se podía permitir.

—Pensé que Death y tú erais amigos —comentó el español cruzándose de brazos de espaldas a la magnífica panorámica invernal del Santuario.

—Ser compañeros no implica ser amigos —respondió con la vista clavada en su copa.

—No, claro —susurró mientras a través de la puerta observaba a un feliz Aiolos arrastrar a Saga por todo el salón hasta conseguir convencerlo de bailar con él—, no es lo mismo.

A Afro no se le escapó la súbita tristeza que desprendió la voz de Shura, ni que se había girado hacia él, evitando contemplar a cierta pareja que bailaba en la fiesta. Al parecer él no era el único con problemas sentimentales.

—Bienvenido al club de los corazones rotos —dijo con ironía, fingiendo un brindis.

Shura se rió sin ganas, pero admitiendo que había dado en el blanco. Todavía recordaba el día en que había decidido declararse a Aiolos, y se había llevado el desengaño de ser él quien recibiera la noticia de que el arquero se había declarado con fortuna al peliazul. Eso todavía lo asustaba de abrir su corazón a alguien más, de volver a sentir lo mismo y sentirse de nuevo la persona más desgraciada de la tierra. Ni siquiera el hecho de que amase con locura al custodio de Piscis lo animaba a romper esa barrera invisible que tanto se había esforzado en crear, intentando alejar toda posibilidad de que pudiera ser rechazado de nuevo antes de poder hacerse ilusiones.

—¿Por qué no te llevas bien con Death? —preguntó en un intento por alejar aquellos pensamientos de su mente.

—Le rompí el corazón.

—¿De verdad? —abrió los ojos como platos, asombrado por la idea de que Death Mask tuviera un corazón que pudiera ser roto. Afrodita asintió con la cabeza—. ¡Vaya!

Un repentino alboroto en el salón impidió que siguieran hablando.

—Parece que es hora de dar los regalos —dijo Afrodita, y regresaron al salón.

Parte de la fiesta consistía en un intercambio de regalos con el juego del amigo invisible. Había sido divertido ver las caras de asombro durante el sorteo de a quién les iba a tocar regalar, algunos planeando bromas a sus “víctimas”, y otros preguntándose qué regalo sería el mejor. Las mismas caras que se repetían ahora, al descubrir quiénes eran sus amigos invisibles, algunos sorprendidos al no haber sido capaces de descubrirlos, otros que veían confirmadas sus sospechas, y todos asombrados del acierto de sus compañeros.

A Afrodita le había tocado Shura, y no lo había dudado. Sabía que estaba buscando un libro y que no era capaz de encontrarlo por ninguna parte. Así que ni corto ni perezoso había recorrido todos los pueblos de los alrededores en busca de su regalo, hasta que logró encontrar un ejemplar en una tiendecita medio oculta entre una floristería y una frutería.

Se acercó a Shura deseando que no hubiese encontrado el dichoso libro y se lo alargó un poco nervioso.

—Feliz Navidad.

—Gracias —dijo sonrojado al coger el paquete y rasgar el brillante papel verde, ahogando una exclamación de sorpresa al ver la portada, mirando a Piscis sin ser capaz de reaccionar, tan anonadado que incluso se olvidó del miedo a ser rechazado.

Y ante aquella cara que no ocultaba nada, el muro de Afrodita se hizo añicos, mandando a paseo el miedo a que un estúpido accidente le arrebatara de nuevo lo que más amaba en el mundo.

—T-te ha debido costar mucho encontrarlo —dijo por romper el silencio.

—Un poco.

Estaban un poco alejados del barullo, cerca del balcón en el que habían estado charlando, en un silencio que empezaba a hacerse incómodo, sin saber qué decir que no resultara una tontería, hasta que Shura se dio cuenta de que estaban debajo de una ramita de muérdago.

—¡Vaya! —se rascó la cabeza rojo como una langosta.

Afrodita siguió la mirada de su amigo y se encontró con el comprometedor adorno que Saori había mandado colocar por toda la estancia. Y antes de darse cuenta tenía unos cálidos labios sobre los suyos, unos labios a los que era demasiado tentador no responder, y de los que no se separó hasta que el silencio reinante los devolvió a la realidad. Se separaron muy despacio, mirando sonrojados a sus compañeros, que los observaban boquiabiertos. Saori les dedicó una beatífica sonrisa y se giró para seguir hablando con Shion, y poco a poco, el resto la imitaron.

—Lo siento —se disculpó Shura, separándose un poco más.

—Pues yo no.

Afrodita se pegó a él y lo besó de nuevo, siendo correspondido con un fuerte abrazo. Tal vez fuese cierto el refrán que dice que es mejor haber amado y perdido que nunca haber amado, pero no lo era menos que sus corazones jamás volverían a estar rotos.

 

 

~~FIN~~

 

 

Ferrol (Galicia) España

23 – Diciembre – 2006


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